𝐯𝐢. Piltover
Aeris hizo sonar el baldiani, admirándolo y disfrutando de la música, intentando no correr detrás de Vi.
Miranda había vuelto a la habitación y habían tenido una "charla de chicos" aunque realmente no estaban hablando de chicos, sino más bien de Vi. Aeris se había ahorrado un par de detalles, intentando que su hermana no se preocupara por todo lo que realmente estaba pasando.
Se escucharon un para de golpes en la puerta, su madre la abrió con precaución y vio a ambas niñas sentadas en sus respectivas camas.
—¿todo bien?
—Si. Todo esta bien.–Aseguró Aeris, a pesar de que sentía el miedo comiéndola por dentro. Su madre asintió, intentando creerle.
—¿De donde sacaste eso?–Miro el baldiani.
—Oh... fue un regalo de la tienda de Benzo...
—¿Vi?
—No, de hecho me lo dio Powder.–Su madre la miró algo sorprendida, pero comprendió.
—La cena está lista. Papá hizo su especialidad.–Aeris sonrió algo emocionada.
—Ya bajamos.–Dijo Miranda. Su madre salió y dejó la puerta abierta tras de ella.–Trata de actuar tranquila, todo estará bien, ¿okay? Vi es lo suficientemente inteligente como para hacer algo consciente.
—Quiero confiar en ella... pero poco importa si tengo tanto miedo de no volver a verla.
—Hay que bajar antes de que la comida se enfríe.–Ambas se levantaron y salieron hacia el comedor. Ahí estaban Brianna, Kennedy y su madre hablando animosamente sobre la cena.
Su padre era un buen cocinero, casi nunca lo hacía por los tiempos y porque no era de su interés, pero cada que lo hacía impresionaba a todo el mundo.
Su especial era sencilla; era un plato de pollo, verduras y arroz, pero el siempre tenía un toque, un sazón que hacía que todo supiera mejor sin importar que fuera la comida más simple del mundo.
Se unieron a la conversación, mencionando el tiempo que su padre se había tardado en hacer la cena, cuánto tiempo llevaba sin cocinar, cualquier cosa. Aeris intentaba comentar algo, lo que fuera, pero su mente no coordinaba nada, no podía generar palabra alguna por la ansiedad que sentía. Incluso cuando Brianna intentó hacerle una pregunta, ninguna respuesta se formuló, por lo que Kennedy tuvo que apoyarla, cosa que agradeció.
Su padre entró al comedor con la cena en manos, sirvió la mesa y todas se sentaron con el. Empezaron a hablar sobre sus días, sobre lo último que había pasado de este lado de el puente, los últimos chismes de los vecinos.
—Y... Aeris... tu mamá y yo creemos que hemos sido algo... rudos con tu castigo.–La pelirroja levantó la vista de su plato al escuchar hablar a su papá.
—¿A que te refieres?
—Tu padre y yo hablamos, y creemos que es buena idea que tus hermanas y tú vuelvan a presentarse en el bar, sería muy bueno, para que... salgas un poco, ya sabes.–Mencionó su mamá. Aeris no quería ser grosera, agradecía que la dejaran, pero ¿por qué justo ahora? ¿Por qué ahora que ya no estaría Vi ahí para escucharla? No importaba si podían volver a presentarse.
—Yo... gracias mamá.
—¿No estás feliz cariño?–Preguntó su padre al notar la mirada perdida de su hija.
—Claro que lo estoy, solo... estoy algo cansada, es todo.–Estaban por hacer otra pregunta, cuando se escucharon un par de golpes apresurados en la puerta de entrada.–Yo abro.
Se levantó de su silla y fue hacia la puerta. Viendo a un pequeño niño moreno detrás.
—¿Ekko?–Preguntó ella con duda.–¿Qué pasa? ¿Está todo bien?–El negó y la abrazó con fuerza. Aeris no lo conocía muy bien, pero sintió la desesperación del niño, por lo que no pudo hacer más que abrazarlo de vuelta, acariciando su cabello blanco. Cuando se tranquilizó un poco, Aeris se inclinó frente a él.
—A-Asesinaron a Benzo.–Eso la sorprendió demasiado.–Lo mataron a él y a unos vigilantes... y-yo.. se llevaron a Vander... Vi fue detrás de ellos con Mylo y Claggor, yo...
—¿Sabes a dónde fueron?–Ekko asintió.
—Es una fábrica abandonada en las afueras... y-yo... no pude ayudarlos...
—Tranquilo... has hecho más de lo necesario.–Ella sonrió.–¿Quieres pasar?
—Y-Yo...
—Tranquilo... pasa, tenemos suficiente comida.–El niño asintió y ella se levantó para cerrar la puerta.
Los demás vieron al niño con duda, pero al notar su estado no mencionaron nada.
—El es Ekko...
—Lo conocemos, es el hijo de Benzo.–Reconoció su padre. Ekko se tensó y empezó a llorar de nuevo. Todos corrieron a socorrerlo.
[...]
Ekko se quedaría por la noche. Aeris le había dejado su cama, principalmente porque no pensaba dormir ahí. Espero a que todos durmieran, guardó su Baldiani en su bolsillo, acaricio el cabello del pequeño y salió por la ventana, poniéndose su capucha.
Empezó a correr por las calles, intentando llegar a la fábrica que Ekko le había dicho. Estaba cerca del lugar cuando una oleada de luz azul le golpeó, haciéndola caer y golpearse la cabeza con fuerza contra una pared. Gruñó al sentir el dolor, pero igualmente se levantó y siguió con su camino a un paso más lento.
El lugar parecía normal, como si nada malo estuviera ocurriendo dentro, eso la sacó de sus pensamientos y del dolor agudo que sentía.
Se acercó a una de las entradas e intentó encontrar alguna forma para poder pasar. Cualquier forma sería útil.
Vio una ventana y con cuidado entró por ella, no sabía que planeaba, no sabía que pasaría, pero tenía que hacer algo. Habían un montón de tubos de ensayo con líquido morado dentro, intentó no pisar ninguno para no causar ningún ruido, pero algo pasó, de repente, otra oleada, igual que la de antes, la golpeó, pero esta vez, en lugar de caer contra una pared, cayó sobre los tubos de ensayo. Gritó del dolor al sentirlos encajarse contra su cuerpo.
Y ahí fue donde perdió la conciencia.
[...]
Despertó dos días después. Estaba en una habitación que nunca había visto antes, era lujosa, fina sin duda.
Y de Piltover.
Sus ojos empezaron a inspeccionar la habitación, tratando de encontrar una razón del porqué estaba ahí. La puerta se abrió poco después, dejando ver a lo que parecía ser un duende, Aeris no podía distinguir su especie aún.
—Señorita Regan, que bueno que despertó.–Se acercó a la cama, pero se subió a un banquillo para lograr tocar su frente.
—¿Q-Qué está... que está...?
—Usted tranquila, todo esta bien.
—¿Qué hago aquí?–Paso su mano por su rostro.
—Yo...
—¿Qué hago aquí?–Preguntó con firmeza. El duende la miró, sus ojos se volvieron verdes por un microsegundo.
—Después de ser golpeada por las olas de fuerza de la hextech, la encontramos tirada y la trajimos aquí para poder comprender sus nuevas habilidades.–La pelirroja se alejó impresionada por sus propias habilidades. Se levantó con rapidez. Heimerdinger volvió en si mismo.
—Impresionante... señorita Regan, se que esto no es lo ideal.
—Aléjese de mi.–Advirtió.
—No le haremos ningún daño... pero si necesitamos que se tranquilice y se quede aquí.
—No me quedaré, yo... ¿dónde está Vi?
—¿Quien?
—¡Violet! Yo fui por ella... ¿qué...?
—Usted estaba sola ahí... bueno, usted y un par de cuerpos... supongo que quien fuera que hubiera causado todo eso pensó que había muerto. Tú corazón se detuvo por varios minutos... genuinamente extraordinario.
—No quiero ser extraordinaria así, quiero ver a Vi.
—Lo lamento señorita, pero no podemos dejar que eso pase.–Aeris intentó volver a usar sus habilidades, aunque no estaba muy segura de cómo funcionaban, cuando un hombre llegó detrás de ella, encajándole una jeringa en el brazo, haciéndola desmayar.
[...]
Semanas habían pasado de eso.
Aeris ahora lo comprendía; no la dejarían regresar ni aunque suplicara. Le habían dicho que sus padres estaban avisados de parte de lo que había pasado, que no la esperaban en casa, cosa que la había hecho llorar como magdalena.
Sus poderes estaban bajo control, pero para mantenerla callada le habían dado lo que siempre había deseado; cantar. La habían anunciado e incluso había lanzado su primera canción; Born With A Broken Heart, su canción para Vi, la cual había sido todo un éxito. Y más porque en la grabación se escuchaba al final como su voz se quebraba poco a poco por el sentimiento, le habían dicho que Vi había sido uno de los cuerpos junto a ella, que estaba comprobado que había muerto ya.
Justo hoy era su primera presentación. Solo cantaría esa canción, frente a un montón de personas. Alisaron su cabello, permanentemente para lograr un efecto más de una cantante de pop, la vistieron de la manera que ellos creyeron correcta y ella salió a dar su espectáculo.
No era lo mismo. La música no se sentía igual. Sufrió en cada parte de la canción, y tristemente eso solo ayudó más a su imagen, ya que todos pensaron que actuaba la letra de la canción. Terminó cantando las últimas notas y se hizo un silencio.
Todos le empezaron a aplaudir. Ella secó sus lágrimas con el dorso de su mano. A pesar de todo, ese aplauso se sentía bien, reconfortante.
Salió del escenario y se topó con una madre y su hija. La chica era de su edad, aunque de alguna manera parecía menor. Su cabello era azul oscuro y sus ojos celestes como el cielo.
—Una disculpa. Soy Cassandra Kiramman, ella es mi hija Caitlyn, es una gran fan tuya.–Aeris alzo una ceja sorprendida y miró a la chica, quien tenía las mejillas sonrosadas. Sonrió.
—Es un gusto, soy Aeris Regan.–Actuó como siempre pensó que actuaria cuando tuviera su primera fan.
—H-Hola... yo soy Caitlyn Kiramman.–Rio nerviosamente.–Y el gusto es todo mío.
—Aeris, veo que ya conociste a la consejera Kiramman y a su hija.–Se acercó Heimerdinger. Aeris asintió amablemente.
—Así es...–Consejera, ahora tenía más sentido que hubieran logrado pasar tras bambalinas.
—Yo... conozco el estado de tu situación. Así que te trajimos algo–Le dijo la mujer mayor. Sospechó que Caitlyn no sabía sobre la "situación" de Aeris, ya que aún seguía viéndola con aprecio e impresión.–Caitlyn...–La chica salió de sus pensamientos y asintió.
Ella esperaba flores o alguna clase de instrumento, lo que cualquier músico esperaría después de una presentación. Pero no. Caitlyn le pasó una caja con hoyos en la superficie. Aeris la miró con curiosidad hasta que se escuchó un ladrido.
Aeris abrió la caja y sacó al cachorro para abrazarlo contra su pecho, mirando a las Kiramman con sorpresa.
—Ayuda para no sentirse sola... es una raza pequeña, se quedará así de por vida.
—Yo... muchas gracias... ¿Tiene nombre?–La señora Kiramman negó.
—Es tuyo cariño, tú le pones el nombre.–Al escuchar el apodo sintió ganas de llorar al recordar a su padre, pero al sentir el lengüetazo del cachorro en su mejilla sonrió.
—No se como ponerle...
—¿Por qué no le pones Rockie?–Preguntó Caitlyn, acercándose para acariciar al perrito. Aeris levantó la mirada y asintió.
—Es perfecto.–La chica de pelo azul asintió y sus mejillas volvieron a encenderse por el aprecio de la pelirroja. Aeris no lo notó de inmediato, pero sin duda Caitlyn si; ella tenía un crush en Aeris.
✶⊶⊷⊶⊷❍⊶⊷⊶⊷✶
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top