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En plena madrugada, cruentas pesadillas lo han atormentado hasta el punto de despertarlo sudoroso y con un grito de espanto que alertó a su único compañero. Era la primera vez que algo semejante le pasaba, atribuía tal situación a la presencia de su inocente compañero de cuarto.

—¿Estas bien? ¿Paso algo?.—somnoliento se atrevió a preguntar el tricolor del otro lado de la habitación.

Egipel soltaba uno que otro bostezo en clara señal de su cansancio, el viaje había sido largo y la repentina forma en que despertó alertado transmitían una familiar sensación de peligro, tal vez supersticiones suyas o bien ideas que se cruzan con otras generando escenarios ficticios realmente aterradores.

Cuando pudo ver bien observó a su compañero, aquel tricolor silencioso se hallaba aterrado, respiraba rápidamente y su rostro parecía haber visto frente a frente la presencia más horrida y torcida de su existencia. Parecía que estaba a punto de desvanecerse por las emociones vividas en tan pequeña fracción de tiempo.

Se acercó cautelosamente, creía que aquello que lo despertó y dejó así seguía presente, justo a sus pies o bien a un costado suyo, tal vez bajo su cama o dentro del armario aunque lo último resultara muy infantil. Cuando estuvo cerca poso su mano sobre su hombro haciendo que el contrario se sobreexaltase, se veía como el a los siete años tras ver una película de terror que claramente su padre le había prohibido ver, aquella vez se despertó un par de veces tras una reiterada pesadilla relacionada a ese film, sino fuera por Texas no habría podido conciliar el sueño nunca, agradecía todos los días tenerlo como padre.

—Tranquilo, es solo un mal sueño...—fue interrumpido por una orden clara y demandante del contrario.

—Aleja tu presencia de mí, dejame solo.—ordenó de la manera más "amable" en que sus nervios le permitían.

Egipel no refutó al respecto, fue con las más buenas intenciones pero las mismas fueron rechazadas, no podía obligarlo, al fin y al cabo era una decisión propia la que había escuchado y la manera en la que la misma fue dicha le daba a entender que si seguía insistiendo podría terminar en una riña llena de golpes y desorden.

—Trata de dormir, yo también deseo hacerlo.—fue amable a comparación de su compañero.

Sirian le dio la espalda, ahogando sus gritos en una almohada, limpiando sus lágrimas y esforzándose en que sus sollozos no se escucharán en la habitación y lo hicieran ver débil. ¿Por que se aguantaba semejante dolor? ¿Por que no lo dejaba ir?, era una experiencia tan cercana a la muerte la que se había quedado grabada en su memoria, en primera persona, siendo aquel niño indefenso del cual pocos recuerdos buenos tiene. Tan sólo un niño, uno perdido y asustado, sintiendo el frío calar en lo más profundo de su ser, sintiendo astillas en la garganta con cada grito de ayuda, sintiendo el más horrido y áspero beso de la tormenta invernal sobre su aterrorizado rostro.

Solo basto el leve toque de la brisa de la madrugada sobre su rostro para despertar aquel "recuerdo" que había permanecido "olvidado" hace un buen tiempo, nunca se lo dijo a nadie...nadie salvó él lo sabían. Un secreto de dos.

Quizás la brisa nocturna no era la causante del despertar del trauma, quizá había algo más allí...algo que calla.

Oyendo los leves ronquidos de su compañero decidio levantarse de su cama y cerrar la ventana, en el preciso momento en que sus manos se preparaban para cerrar la pequeña abertura de la misma sintió un toque sobre sus hombros, al darse la vuelta vio una sombra, una entidad más los acompañaba en el lugar, creía alucinar hasta que en un movimiento fugaz su mano derecha encendió la luz de la lámpara que había en la mesita de noche, alguien de piel blanca y ojos esmeralda lo observaban, lo sintió así, la sensación de peligro no cesaba en su ser y por buen motivo. Era un asesino, uno que planeaba matar a su compañero, no fue hasta que un nuevo sonido chirriante se presentó que se dio cuenta que se hallaba nuevamente en una pesadilla.

Despertó agitado una vez más, agradecía no haber gritado pero el dolor punzante que sentía en su abdomen era significado de una cosa, la entidad que con recurrencia se presenta en sus sueños esta vez había acertado en su ataque, quizá era el remordimiento o la culpa, desconoce la razón pero en esta ocasión la entidad ha dado un golpe en un lugar semejante al lugar donde había herido accidentalmente a Abdel, suspiro aliviado aún sabiendo que su preocupación por dicha lesión era más que una paranoia suya.

Se acercó a la ventana una vez más e intento abrirla algo que claramente no pudo, no se podía, estaba asegurada y solo por esta vez le daba la razón al revoltoso alado.

—Debe haber alguna forma de salir.—murmuro por lo bajo, caminaba con desespero en su habitación, estaba muy ansioso y eso no era para nada bueno.

Las pastillas que le habían dado de tomar no habían surgido efecto esta vez, aquel sueño, aquella pesadilla había sido el punto de quiebre entre el efecto placebo de la pastilla y su paz mental, estaba ansioso por salir, precisaba hacerlo, tenía que despejar su mente...era primordial hacerlo.

—Debes tomarla, suprimirá los recuerdos traumáticos....

Tal vez olvido tomarla, no lo recuerda, es tarde para arrepentirse de un infantil error.

Por otra parte Abdel pasaba otra noche sin dormir intentando, por vigésima vez esta noche, salir de su habitación con el uso de un pequeño alambre que encontró entre las cosas de su maleta, su habitación estaba hecha un desastre centrada ciertamente en la puerta, la ventana era muy pequeña como para intentar forzarla para salir por lo que no tuvo de otra que intentarlo con la puerta. En su vigésimo quinto intento, ya con los dedos rojos de tanto forcejeo escucho un sonido alentador, esbozo una gran sonrisa y una gran exclamación positiva salió de sus labios en forma de grito que rápidamente apagó con sus manos. Una vuelta más y la puerta se abrió ligeramente dándole una vista deprimente de un pasillo solitario, frío y penumbroso con extraños ruidos de fondo. Pero ¿Y ahora que procedía? La gran puerta de seguro estaría bien resguardada y romper uno de los grandes ventanales generaría tal alboroto que de seguro lo enmanillarian de manos y pies y de paso le colocarían una bola de metal de más de cien kilos... Su mente estaba llena de imaginación...mucha imaginación.

Justo cuando había tomado su mesita de noche y se preparaba para estrellarla contra el gran ventanal escucho un ruido, uno que provenía de la habitación continua. Dejó aquella mesita en el suelo y con cautela se acercó a la misma, vio que alguien del interior intentaba abrirla, se esforzaba, giraba tantas veces la perilla que incluso le mareaba. Sea por la curiosidad o por cualquier otro motivo dio un ligero toque en la puerta, un toque que cesó con los movimientos de la perilla, uno que fue seguido de otro similar como respuesta. Creía que se trataba de Egipel, que precisaba de una atención de emergencia o algo parecido por lo cual aclaro su voz para hablarle.

—¿Estas bien? ¿Necesitas algo?. —le susurro por debajo de la puerta, su rostro yacía preocupado y su mente olvidaba la razón por la cual estaba en el pasillo.

Sirian se asustó un poco, no había dependido de nadie hasta ahora pero precisaba de la presencia que estaba del otro lado, tendría que tragarse su orgullo y ser amable con quien fuese que estuviera en el pasillo.

—No.—respondió cortante a la primera pregunta.—aire...caminar, por favor.—suplicó con desesperación, precisaba despejar su mente, lo precisaba ahora.

Abdel no lo dudo y uso su alambre para forzar la cerradura desde fuera aunque parecía no funcionar, se estaba frustrando y ya sus dedos no daban para más con el trabajo por lo cual decidio darle aquel pequeño instrumento al tricolor desesperado del otro lado de la puerta.

—Toma, úsalo y luego ocultalo, quizá de ese lado sea posible abrir esta estúpida puerta.—se mostró molesto y risueño, apenas aquel objeto pasaba por debajo de la puerta.

Puso todo de si para que aquello pasará por aquel diminuto espacio entre la base de la puerta y el frío suelo de mármol del lugar. Una vez vio que había pasado decidio enfocarse en lo suyo, era ahora o nunca.

Moviendo lentamente aquella mesita entre sus temblorosas manos se preparaba para ser libre una vez más, con la mirada fija en un punto fijo del gran ventanal ejercía más fuerza en su agarre y calculaba la potencia con la cual soltaria dicho objeto. Estaba muy cerca, a siete o seis pasos de la misma, sin nada que protegiera su cabeza, solo con su convicción y terquedad.

—Uno, dos y...—justo al decir tres lo último que sus ojos vieron fue la mesita de noche regresando a él, lo último que escucho en ese momento fue el rebote del mismo.

Un dolor infernal fue lo que sintió segundos antes de desmayarse justo en la cara y en su espalda.

Un mal cálculo.

Un mal cálculo lo estropeó todo.

¡Que decepcionante!

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