Probador | Bodyguard Raph

⭐ Raph humano x Fem T/N
⭐ Raph edad: 28 años
⭐ 🔞 NSFW | Smut
⚠️ Advertencia: diferencia de edad (T/N mayor de edad), sexo en lugar público, felación, sexo sin protección, lenguaje vulgar.

Como hija de padres influyentes y acomodados, te acostumbraste a ser tratada con privilegios, gozando de accesos ilimitados y siendo adorada como la reina que eras. Podías merodear por cualquier lugar sin restricciones, deleitándote en lujos sin preocuparte por los costos. Sin embargo, esta vida de excesos también conllevaba peligros: tu estatus te convertía en un blanco para los enemigos de tu familia, que no dudarían en atacarte para debilitar a tus seres queridos.

Hace un año, viviste una experiencia aterradora. Al salir del edificio de la compañía de tus padres, unos hombres emergieron de una furgoneta, intentando arrastrarte hacia su interior. Por suerte, la seguridad del edificio pudo frustrar el secuestro. Aunque escapaste ilesa, aquel incidente sembró miedo en ti y, por supuesto, en tus padres.

Estaban decididos a no volver a sentir la angustia de perder a su hija, por eso decidieron asignarte un guardaespaldas. Dado que esta persona estaría a tu lado la mayor parte del tiempo, tuviste la libertad de elegir a tu protector. Entre varios candidatos, uno en particular llamó tu atención de inmediato: Raphael, un hombre mayor que tú, sumamente alto y robusto, que intimidaba desde la lejanía. Pero al entrevistarlo, te diste cuenta que era tierno, sensible y respetuoso, prácticamente su personalidad no cuadraba con su físico... pero era encantador y a ti te gustaba.

Desde ese momento, sentiste una profunda atracción por él y tu obsesión se acrecentó con cada minuto que pasaba a tu lado cuidándote; no había momento en el que no se preocupara por ti, aunque claro, era parte de su trabajo.

A dónde quisieras ir, él iba detrás y se aseguraba que nadie se acercara a ti. Esta vez no sería diferente; te sentías estresada y tu forma de relajarte era pasar un día completo en el centro comercial, explorando las tiendas y comprando todo lo que te antojara. Raphael estaba acostumbrado a tu rutina de compras y ya se preparaba mentalmente para cargar con un montón de bolsas llenas de ropa, zapatos o joyas absurdamente caras.

Al llegar al centro comercial, no faltó la ola de gente que quisiera acercarse a tomarse una foto contigo, pues a final de cuentas, eras una figura pública igual de reconocida que tus padres. Tu guardaespaldas se comportaba de forma temible, abriéndote el paso entre la multitud, mientras que contigo actuaba gentil y dulce, indicándote por dónde pasar.

Por tu comodidad -y capricho- cada tienda en la que entrabas era cerrada exclusivamente para ti. Recorrías los estantes y los percheros, seleccionando las prendas que te llamaban la atención. Cada vez que encontrabas algo que te gustaba, lo entregabas a Raphael y este lo llevaba al probador. Ahí, le pedías que esperara afuera bajo el pretexto de solicitar su opinión sobre tu atuendo, pero en realidad, solo era una artimaña para que pusiera su atención en ti, especialmente en tu cuerpo.

¿Qué te parece, Raphie? —lo habías apodado así desde que lo conociste—. ¿Te gusta?

Modelabas un vestido corto de un bello tono rojo que realzaba el color de tu piel. Raphael se encontraba sentado frente a ti, observando tu vestido y procurando no clavar la mirada en tu cuerpo, para no incomodarte.

Es un vestido bonito.

¿Y cómo me veo yo?

Muy linda, señorita.

Observaste un leve rubor en sus mejillas, pero aún así, su compostura se mantenía firme. Disfrutabas de sus halagos, a pesar de que siempre parecían ser los mismos. Sabías que en parte era por su profesionalismo y la necesidad de mantener el trabajo, pero no podías negar lo entretenido que resultaba tentarlo y ponerlo en situaciones incómodas con tus insinuaciones traviesas.

¿Me ayudas a bajar el cierre? No alcanzo —te diste la vuelta y echaste tu cabello hacia un lado, dejando al descubierto tu nuca.

Raphael se aproximó y con delicadeza bajó el zipper que llegaba hasta la mitad de tu espalda. Por la magnitud de sus manos, de forma involuntaria rozó tu piel desnuda y a partir de ahí sembró en tu cuerpo la necesidad de recibir más de ese contacto.

Exploraron otra tienda, esta vez dedicada a perfumes exquisitos. Te atraían los frascos elegantes y llamativos, y no podías resistir la tentación de pedirlos para rociarlos sobre tu piel.

¿Huelo bien con este?

Con un leve inclinamiento de tu cabeza, le concediste acceso a tu cuello. Lo tomó como una orden y se acercó lo mínimo para percibir el olor, apenas acariciándote con su respiración.

S-sí, señorita.

Se mostraba algo nervioso ante ti, pero tú estabas encantada por sus tiernas reacciones. ¿Será porque genuinamente estabas enamorada de tu guardaespaldas? La respuesta era sí. Este hombre te encantaba pues no se parecía a ningún otro chico que conocieras.

Después de un rato, las mismas tiendas empezaron a hastiarte. Justo eso era lo que te aburría: las mismas tiendas una y otra vez. Fue entonces cuando se te ocurrió algo divertido.

Raphie, quiero hacer algo diferente —dijiste con dulzura.

¿Qué le gustaría hacer?

Estaba pensando... en comprar ropa, pero esta vez para ti.

Tu guardaespaldas te miró un poco confundido.

¿Para mí? ¿Hay algo mal con mi atuendo? —dijo con preocupación.

No, para nada. Luces impecable —aseguraste con una sonrisa—. Pero he visto trajes que te quedarían fantásticos.

Bueno... no tengo mucho dinero encima en este momento.

No te preocupes por eso, yo pago.

No puedo aceptarlo, señorita.

Claro que puedes —insististe, rodeando su brazo con ternura—. Piénsalo de esta manera, vestirse bien también forma parte del trabajo. Será como comprarte un nuevo uniforme.

Titubeó un momento antes de asentir.

Está bien, si usted insiste —te dedicó una linda sonrisa.

Exploraron la boutique de trajes para caballeros, donde un atento vendedor los asistió. Raphael lucía indeciso, incapaz de responder a los interrogantes del sastre; tomaste el control de la situación, respondiendo en su lugar con confianza. Optaste por un impecable traje negro y una camisa blanca. Aunque la verdadera osadía fue encontrar la talla adecuada para satisfacer las dimensiones de tu «big boy». Finalmente, acompañaste a tu guardaespaldas al probador, donde aguardaste ansiosa fuera de este.

Al abrir la cortina, se reveló vistiendo el atuendo que habías seleccionado especialmente para él. Raphael se debatía entre posar, darse la vuelta o romper el silencio con alguna palabra, pero tú no colaborabas; por un instante, te quedaste contemplando en silencio lo atractivo -e irresistible- que lucía.

¿...Me veo bien? —preguntó apenado.

Te ves muy guapo —sonreíste—. Pero te falta algo.

Te acercaste con una corbata en mano y le pediste que se agachara para probársela.

Es el mismo tono rojo que mi vestido, combinaremos bien.

Raphael quedó sin palabras, no solo por tu coqueteo disfrazado de un gentil halago, sino también por la cercanía entre ustedes. Mientras te ocupabas en hacer un nudo, él apreciaba cada rasgo y detalle de tu rostro. En su mente, se repetía una y otra vez lo hermosa que eras, lo bien que olías y lo jodidamente tierna que te veías luchando por atar la corbata; pero esos pensamientos se quedarían en eso, solo pensamientos para sí mismo.

Alzaste la vista y este se ruborizó. No podía erguirse pues seguías sujetando la corbata, manteniéndolo a tu altura. Notaste que le incomodaba el silencio, pero no tenías intención de ceder. Tus ojos permanecían fijos en los suyos, pero en un instante, desvió la mirada hacia tus labios, lo cual aceleró tu corazón.

Te acercaste un poco más y él no se apartó, hasta poder sentir su respiración en tu rostro. Cerraste los ojos y te atreviste a besarlo; tus labios se sentían como una dulce caricia y Raphael dudaba si corresponder o no, pero sus instintos sobrepasaban su ética profesional. Tomó tu cintura y te atrajo a él, besándote como si hubiera ansiado este momento durante mucho tiempo.

Querías probar la calidez de su boca, pero el sonido de los pasos del sastre los arrancó de su trance, separándolos de golpe.

Esto es todo lo que tenemos en exhibición —decía mientras dejaba algunas camisas en el sillón—. Puedo seguir buscando en la bodega, pero tardaré un poco.

No se preocupe por eso —sonreíste— podemos esperar.

Permiso —y se retiró.

Tomaste las camisas y entraste a la pequeña cabina dónde Raphael se estuvo vistiendo.

Raphie, creo que deberías probarte esto —dijiste de forma juguetona y este entró junto contigo, cerrando la cortina tras sí.

Adentro, sus labios se buscaron con desesperación. Raphael se sentó en el pequeño taburete del probador deseando estar a tu altura, sin embargo, lo sorprendiste gratamente al sentarte sobre su regazo. Rodeaste su cuello y él tu delicado cuerpo mientras sus lenguas se encontraban en un húmedo beso. Sus manos recorrieron el contorno de tu espalda, mas no se atrevía a ir más allá. Tomaste su mano y la posaste sobre tu pierna, dándole permiso de tocarte; incluso así, su tacto era suave y no buscaba manosearte con tosquedad. Sus dedos se escabulleron por el borde de tu vestido y apretaron con ligereza tu muslo.

Por tu parte, te divertías desabotonando uno por uno los botones de su camisa. Al despojarlo de esta, tus labios descendieron por su mandíbula y cuello, trazando un camino de besitos juguetones que llegaron hasta su hombro. Provocaste algunos suspiros en su boca, era la primera vez que escuchabas suspirar a tu guardaespaldas de esa forma y ahora se había convertido en tu melodía favorita. Buscando escuchar más de aquellos exquisitos sonidos, bajaste tu mano directamente al borde de su pantalón. Raphael se encontraba inmerso en tus besos que no se percató de tus intenciones hasta que posaste tu palma sobre su entrepierna. Frotaste el ligero bulto que se marcaba, tornándolo cada vez más notorio.

M-mph —su suave gemido contra tus labios te hizo amarlo todavía más.

Ya no tenía sentido ser sutil, tus caricias ahora revelaban un gran deseo por hacerlo tuyo. Continuaste besando su cuello y frotando su erección, haciendo que Raphael sintiera cómo la tela de su pantalón se estiraba y ajustaba incómodamente en su entrepierna.

Raphie —susurraste con dulzura cerca de sus labios—. Me gustas mucho.

Y u-usted a mí —sus palabras solo confirmaban lo que su cuerpo había delatado.

En este jugueteo de besos y caricias, rozaste tu intimidad contra su miembro endurecido, provocándote un pequeño cosquilleo placentero. Raphael no pudo resistirse; excitado por el roce, tomó el control al sujetar tus glúteos y comenzó a moverte sobre él.

No duraron mucho tiempo así, ya que te levantaste de su regazo. Raphael te miró apenado creyendo que te había molestado su acción, pero su cara cambió al verte deslizar tus bragas hasta hacerlas caer al suelo. Este desabrochó su pantalón, pero tú, impaciente por sentir su dureza entre tus manos, te adelantaste y liberaste su polla de su bóxer. Estampaste tus labios contra los suyos, devorando su boca mientras lo estimulabas manualmente de arriba hacia abajo.

Mm~ah —gimió bajó.

Sus manos atraparon tu cintura, guiándote para que te acomodaras sobre él. Empuñó su grosor y lo irguió cerca de tu entrada. Bajaste lentamente por toda su polla, sintiendo cómo tus paredes se abrían para recibirlo. Raphael echó la cabeza hacia atrás, apoyándose en la pared; tu húmedo y estrecho coño apretaban deliciosamente su gran atributo. Te mirabas tan pequeña sentada en sus piernas. Tu guardaespaldas temía por hacerte daño, y por lo mismo, esperaba que te tomaras tu tiempo para adaptarte. Pero fue todo lo contrario, comenzaste a mover tus caderas de manera provocativa, deslizándote hacia adelante y hacia atrás. Querías sentir cada centímetro de su miembro golpeando contra tu punto más profundo, sin demoras y de inmediato, como estabas acostumbrada.

A~ah mm~

Si bien, se suponía que el vendedor se encontraba en bodega, tampoco tenían la libertad de gemir de forma ruidosa. Lo último que querías era un escándalo y afectar a tus padres públicamente por tu encuentro travieso con tu guardaespaldas en un probador.

Quisieras o no, seguías teniendo poder y mando sobre Raphael. Si lo que deseabas era sentir toda su polla, te complacería sin excusas -aunque no tenía alguna-. Hundió sus dedos en tus nalgas y agarrándolas con firmeza, te balanceaba con más intensidad y fuerza que pudieras tener por tu cuenta. Tus piernas prácticamente colgaban y apenas tus pies rozaban el suelo. Abrazaste su cuello y dejaste que manipulara tu cuerpo a su antojo, al fin y al cabo, se lo merecía por su arduo trabajo cargando las bolsas que contenían tus caprichos.

Su falo lubricado de tus fluidos se deslizaba con facilidad. Te movía sobre él a ritmo constante, teniendo cuidado que sus pieles no resonaran en cada descenso. Te sentías más que llena, pues su verga ocupaba por completo tu coño y su glande se mantenía en constante contacto con tu límite vaginal.

T~te sientes tan bien —siseó contra tus boca. Ahora que tenía la confianza para tutearte, solo pensabas en lo caliente que te ponía escucharlo hablar entre jadeos.

M~ah~

No podías soltar sus labios; los besabas, los mordisqueabas y gemías en ellos. Raphael se contenía lo más que podía, pero no podía evitar soltar uno que otro gemido profundo cuando te contraías alrededor de su polla.

Sus manos robustas abarcaban gran parte de tus glúteos y sus dedos comenzaban a marcarse ligeramente sobre tu piel. De imprevisto, se levantó llevándote consigo, sin dejar de follarte. Ahora, tus piernas descansaban en sus fornidos brazos, los cuales subían y bajaban tu cuerpo, penetrándote de pie.

¡Ngh!~ —un agudo gemido escapó de tus labios.

Raphael no solo se deleitaba con la proximidad de tu rostro, sino que también podía observar cómo te cogía desde el reflejo del espejo, excitándose aún más con la vista de tu pequeño cuerpo siendo complacido con su gruesa polla. Te aferrabas a sus hombros por miedo a caerte, pero tu guardaespaldas te tenía bien sujeta, controlando tu cuerpo por completo. Tu voz, quebrándose en gimoteos, hacía que te embistiera con rudeza; hundiéndose profundamente cada vez que te descendía.

Tu chico te miraba con lascivia, apreciando tus gestos causados por el insistente golpeteo. El sonido de tu jugoso coño repercutía en la pequeña cabina; tus chillidos se reprimían con dolor en tu garganta, filtrándose en jadeos. Gemías su nombre, sin saber lo caliente que le ponía escucharte llamarlo por su apodo.

Así como te protegía, Raphael estaba haciendo un gran trabajo produciéndote un alto nivel de placer. La intensidad de sus profundas estocadas se alojaban en tu interior y poco a poco te llevaron al clímax. Todo en ti era perfecto ante sus ojos, y la forma en la que te corrías no era la excepción; pequeños espasmos se apoderaron de tus temblorosas piernas y de tu coño ni se diga. Las contracciones alrededor de su verga solo adelantaron peligrosamente su orgasmo.

E~estoy a punto —jadeó—. Tengo que bajarte, linda.

Tus ojos suplicaban que siguiera follándote hasta terminar dentro de ti. Pero dado a que no traía puesto preservativo, ni aunque se lo ordenaras aceptaría hacerlo.

C~córrete en mi boca, Raphie —lograste pronunciar en un gemido.

Te miró sorprendido, pero no rechazaría tu obscena propuesta. Muy a su pesar, salió de tu coño y te dejó en el suelo. De rodillas frente a él, tomaste su miembro y con -mucho- esfuerzo, lograste introducirlo en su totalidad en tu boca. Tu cabeza se movía atrás y adelante, mamando su venudo tronco; tus labios apretaban ligeramente su circunferencia y a su vez, tu lengua se encargaba de acariciarlo.

Su glande chocando una y otra vez contra tu garganta lo hizo perder el control sobre su cuerpo. En un gemido profundo, Raphael descargó un buen chorro de esperma que bañó el interior de tu cavidad bucal. El líquido caliente permaneció unos pocos segundos en tu boca y después lo tragaste con gusto.

Aún no recuperabas las suficientes fuerzas como mantenerte en pie por ti sola, así que tú guardaespalda te ayudó a levantarte.

Ambos se arreglaron y fingieron que nada había ocurrido en ese lapso. Mientras él se probaba las diferentes camisas, tú lo esperabas fuera, escondiendo cualquier señal que delatara la buena cogida que te había dado Raphael. Al poco tiempo, el sastre volvió a hacer acto de presencia.

Disculpe la demora, señorita —dijo apenado-. Pero aquí tiene las camisas de nuestra línea deluxe, confeccionadas con la mejor tela.

Hmm todas son bastante bonitas, no me puedo decidir... —hiciste una pausa—. Nos llevamos todas —el hombre sonrió satisfecho por la venta que hizo.

No podías afirmar con certeza que Raphael y tú habían empezado una relación ese día. A los ojos de la sociedad, mantener un romance con tu guardaespaldas estaba mal visto, ya que no pertenecía al mismo estatus que tú. Afortunadamente, eran buenos actuando frente al público, aunque por dentro murieran por volver a entregarse el uno al otro.

ʕ⁠'⁠•⁠ᴥ⁠•⁠'⁠ʔ Hola, soy la escritora, Mafer.

LAMENTO LA TARDANZA, ando en semana de exámenes y proyectos finales JSJSJS

Como sabrán algunos, hice respaldo de estas historias en I n k i t t (link en mi bio) en caso de que Wattpad me borre los libros +18. Te invito a que me sigas por allá ✨





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