Osita | Rise Raph

⭐ Raph x Fem T/N
⭐ Raph edad: 19 años
⭐ 🔞 NSFW | Smut

⚠️ Advertencia: masturbación, sexo moderadamente suave, diferencia de tamaño significativo, lenguaje vulgar.

Desde que eras novia de Raph, tenías la costumbre de visitarlo a la guarida. Aunque él también iba a tu casa de vez en cuando, siempre lo hacía por las noches, ya que era imposible que una enorme tortuga mutante pasara desapercibida durante el día. Era mucho más sencillo que tú lo buscaras.

Aquella tarde, recién salías de la universidad y estabas en camino para verlo. Antes de salir, le habías enviado un mensaje avisándole que ibas para allá. Sin embargo, no respondió ni leyó el mensaje, pero no te preocupaste demasiado. Lo primero que pensaste fue que estaría ocupado, probablemente entrenando o algo parecido. No era raro en él.

Mientras te dirigías en el metro, pensabas en qué actividad divertida podrían hacer juntos una vez llegaras. Pasar tiempo con él siempre te llenaba de energía después de un día pesado. Se te ocurrió que tal vez podían ver una película, pero esta vez no de acción, como las que él siempre elegía. A Raph le encantaban las películas llenas de explosiones, pero a ti se te antojaba ver una comedia romántica, uno de esos clichés llenos de momentos tiernos y diálogos cursis. Lo más gracioso era que, aunque él fingía que esas películas no eran lo suyo, su reacción al verlas siempre lo delataba. Te encantaba observar cómo sonreía de lado o cómo se tensaba ligeramente en las escenas más emocionales, tratando de no demostrar que también le gustaban. Sonreíste para ti misma; tenías la película perfecta en mente, algo ligero y dulce que creías que los dos disfrutarían. No podías esperar a llegar y convencerlo de verla contigo.

Después de un rato en el metro y de caminar un par de calles, llegaste a la entrada de las alcantarillas. Te aseguraste de que nadie te viera antes de adentrarte en ellas. El camino hacia la guarida ya lo conocías de memoria; las primeras veces que lo recorriste, Raph insistió en acompañarte porque no quería que te perdieras ni que te sintieras incómoda en el lugar. No obstante, ahora podías llegar sin problemas, aunque extrañabas sus bromas y la manera en que te sujetaba de la mano cuando lo hacían juntos. 

Al llegar a la entrada, notaste que estaba más silencioso de lo normal. Siempre había algo de ruido: el sonido de las voces de sus hermanos, el estruendo de alguna pelea amistosa, o incluso las risas que retumbaban en las paredes. Pero esta vez, parecía que todos estaban ocupados en sus propias habitaciones.

Te encogiste de hombros y te dirigiste hacia la habitación de tu novio. La cortina que servía como puerta estaba cerrada. Diste unos pasos más, y un sonido extraño llamó tu atención. Te detuviste al escuchar algo que parecía un susurro, un jadeo ahogado. Con cuidado, te acercaste un poco más, intentando entender qué pasaba. Justo cuando estabas a punto de correr la cortina, te pareció oír tu nombre en un hilo de voz, acompañado de una respiración entrecortada, casi contenida. Esa exhalación no era de cansancio, era como de... placer.

Tu curiosidad pudo más que tu prudencia. Sin avisar, corriste la cortina de golpe, como si no hubieras escuchado nada. Lo que viste te dejó perpleja por un segundo. Allí estaba Raph, recostado con la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás. No solo se estaba complaciendo a sí mismo; había algo más que llamó tu atención. En una de sus manos sujetaba un pequeño peluche de osito, que parecía haber estado frotando lentamente contra su miembro. Al verte, reaccionó de inmediato: se sentó de golpe en la cama y tiró de una manta para cubrirse. Todo sucedió en un instante, pero fue suficiente para que captaras lo que estaba haciendo. Él te miró con los ojos muy abiertos, la vergüenza plasmada en su rostro. Nervioso, habló rápidamente, como si con eso pudiera disipar lo incómodo del momento.

¡O-osita! —exclamó, usando tu apodo—. ¿Q-qué haces aquí?

Yo, eh… —titubeaste, aún procesando lo que acababas de ver—. Te mandé un mensaje avisándote que vendría.

¡Ah! Yo… no lo vi —rió nervioso mientras se rascaba la nuca, intentando actuar como si nada hubiera pasado.

Sí, ya me di cuenta —respondiste con una risita suave, aunque tus ojos aún estaban fijos en él. Luego, con una voz más tranquila, preguntaste—. Amor, ¿estás bien?

Sabías la respuesta. Claro que no estaba bien. Lo habías atrapado en el momento más íntimo y vulnerable, y su rostro lo dejaba más que claro. Estaba apenado, nervioso, quizás hasta asustado. Pero había algo más, algo que no podías ignorar. La forma en que jadeó tu nombre, el peluche que había utilizado —una representación directa del apodo cariñoso con el que siempre te llamaba—, su respiración agitada… Todo aquello encendió un calor en tu interior que no esperabas sentir. Era tierno, sí, pero también había algo increíblemente sensual en la situación. Lo habías atrapado siendo vulnerable, deseándote incluso en tu ausencia, y esa mezcla de inocencia y deseo te parecía irresistible.

A medida que te acercabas a la cama, notaste cómo su incomodidad se hacía más evidente. El rubor en sus mejillas se intensificaba y, aunque intentaba mantener contacto visual contigo, sus ojos titubeaban. Finalmente, te sentaste a su lado, en la orilla de la cama, con una pequeña sonrisa que no podías ocultar. Él intentó devolvértela. No sabía con certeza cuánto habías visto, pero había sido suficiente como para cambiar los planes que tenías pensado para hoy.

¡Sí! —respondió él—. ¡Rapha está bien! —añadió con su característica forma de hablar en tercera persona.

Raph te miraba con un rubor intenso, que no pudiste evitar encontrarlo adorable.

¿Seguro? —volviste a preguntar, con un tono suave, casi juguetón. 

S-sí, claro, estoy bien —contestó apresuradamente, sin atreverse a sostenerte la mirada. Su mano seguía aferrada a la manta como si su vida dependiera de ello. 

Te mordiste el labio, divertida por la situación. Lo que habías presenciado hacía unos momentos seguía rondando tu cabeza. La escena de él, usando aquel peluche de una manera tan obscena, te parecía tan dulce como... estimulante.

¿Entonces... esto es lo que haces cuando no estoy?  —susurraste en voz baja, casi con una risa.

El rubor de Raph llegó hasta su cuello. Trató de decir algo, pero solo logró balbucear un par de palabras incoherentes antes de desviar la mirada hacia su manta. Aprovechaste su desconcierto y deslizaste una mano sobre la cama, hasta posarla sobre la de él. Raph levantó la mirada, conectándose con la tuya. Te acercaste lo suficiente para que tus labios se posaran sobre su mejilla. Al alejarte, le sonreíste de forma dulce.

No tienes que avergonzarte, amor... —le dijiste, apretando su mano.

G-gracias —sonrió, aún sonrojado—. ¿Puedes esperar un minuto afuera?

Mordiste tu labio y negaste lentamente.

¿No quieres que te ayude con este "asunto"?

Tu dedo trazó un camino sobre la manta. Él tragó saliva, intentando mantener la compostura. En sus ojos podías ver una mezcla de nerviosismo y algo más... algo que te animaba a llevar las cosas un paso más allá.

Te inclinaste hacia él, dejando que tus labios rozaran los suyos en un beso lento y pausado. Raph, aún nervioso, respondió tímidamente, aunque poco a poco se dejó llevar. A pesar de estar acostumbrado a tus muestras de cariño, cuando el aire entre ustedes se volvía más íntimo, siempre comenzaba cohibido, como si fuera la primera vez. Sonreíste contra sus labios al sentir cómo comenzaba a relajarse, cómo su inseguridad daba paso al deseo. Llevaste una de tus manos a su rostro, acariciando suavemente su mejilla mientras lo apegabas más a ti, profundizando el beso. Con tu otra mano, tomaste la manta que cubría su regazo y la apartaste hacia un lado, revelando lo que tanto había tratado de esconder: su erección, dura y grande.

Sin romper el beso, tu mano se deslizó con delicadeza hasta su miembro. Envolviste la punta con tu palma, notando la humedad que emanaba, y bajaste lentamente hasta la base, trazando el camino con un toque firme pero suave. Podías sentir cómo su respiración se agitaba contra tus labios, y cuando tus dedos repitieron el movimiento, apretando ligeramente tu agarre, Raph dejó escapar un gemido bajo, resonando en tu boca. Ese sonido te hizo sonreír aún más.

Presionando tus dedos con más firmeza contra su polla, comenzaste a aumentar el ritmo de tus movimientos. No podías abarcar toda su circunferencia; su grosor era demasiado para el tamaño de tu mano, pero lejos de incomodarte, ese hecho te encendía aún más. Te encantaba saber que podías darle placer de una forma que nadie más podía, que eras la única capaz de hacer a tu "big boy' gemir de esa manera. Tu mano le arrancaba pequeños gemidos que escapaban de su garganta sin que pudiera contenerlos. Esos sonidos eran todo lo que necesitabas para saber lo mucho que te deseaba, lo bien que lo estabas haciendo y que, definitivamente, se lo estaba pasando mucho mejor contigo que con su osito de peluche. Tus labios seguían unidos a los suyos en un beso hambriento, devorándose mutuamente. Sus lenguas se entrelazaban, explorándose, y un hilo de saliva los conectaba cada vez que se separaban brevemente, solo para volver a encontrarse con más intensidad. 

¿Te gusta esto, amor? —murmuraste con una sonrisa maliciosa, frotando tu pulgar contra su hinchada punta.

Él solo asintió, incapaz de articular palabras. Sus caderas comenzaron a moverse instintivamente, empujando contra tu mano, buscando más fricción. La saliva se acumulaba en la comisura de sus labios cada vez que te besaba con desesperación.

Osita... —jadeó contra tus labios, su voz entrecortada, llena de necesidad.

El sonido húmedo de tu mano masturbándolo llenaba el pequeño espacio entre ustedes, junto con sus jadeos entrecortados y tus risitas traviesas.

Volviste a separarte de sus labios, con la intención de ahora estimularlo con tu boca, pero cuando tu novio te vió inclinarte hacia su regazo, te detuvo. En un abrir y cerrar de ojos, Raph se había vuelto a recostar. No perdió tiempo en acomodarte sobre él, con sus grandes manos firmemente sujetando tus caderas. Su respiración era pesada, y el deseo en su mirada te encendía aún más. Estabas completamente consciente de lo desesperado que estaba por sentirte, y esa desesperación era tan excitante que no pudiste evitar morderte el labio, dejándote llevar por la sensación. Sin dudarlo, comenzaste a moverte contra él, tus caderas frotándose lentamente sobre su erección. Al llevar falda, hacía todo más sencillo. La delgada tela de tus bragas apenas servía como barrera, y la fricción entre su miembro duro y tu humedad hacía que soltaras pequeños gemidos. La forma en que sus manos se hundían en tus caderas, casi temblando de contención, te decía lo mucho que te necesitaba en ese momento.

¿Qué pasa, grandote? —esbozaste una sonrisa traviesa, inclinándote hacia él para que tus labios rozaran los suyos.

Él gruñó en respuesta, sus caderas impulsándose instintivamente hacia arriba para aumentar la presión. Tú seguías jugando con él, disfrutando de verlo perder el control poco a poco. Pero cuando te moviste un poco más rápido, Raph soltó un jadeo grave y te detuvo en seco, aferrándose a ti con fuerza.

Por favor... —Raph te miraba con ojos de súplica, esa era la forma de decirte que te dejaras de juegos.

Sonreíste, bajando lentamente tu mano hasta tu intimidad. Con delicadeza, tomaste la orilla de tu ropa interior y la corriste a un lado. Raph, obediente a tus movimientos, posicionó la punta de su gruesa polla contra tu entrada. Lentamente, empezaste a bajar sobre él, dejando que su miembro se deslizara dentro de ti poco a poco. Solo lograste meterlo hasta la mitad al principio, jadeando suavemente por la sensación de estar tan llena. Sabías que no podías tomar toda su longitud de una sola vez, así que te movías con cuidado, dejando que tu cuerpo se adaptara a su tamaño. Tu novio te sujetó suavemente de los glúteos, ayudándote a estabilizarte. Sus ojos estaban fijos en ti, llenos de preocupación y deseo al mismo tiempo.

Dime cuándo, osita... —murmuró con voz grave. Aunque tenía muchas ganas de comenzar a follarte, era paciente y sabía que necesitabas adaptarte.

Asentiste levemente, tomando un momento para acostumbrarte a la sensación antes de darle la señal. Cuando finalmente lo hiciste, él te ayudó a bajar más, sosteniéndote mientras su erección desaparecía por completo dentro de ti. Un gemido escapó de tus labios al sentirlo tan profundo; tu coño se estiraba para albergar todo su grosor y tus paredes se contraían alrededor de él, arrancándole un jadeo grave. Te apoyaste en su plastrón, dejando que tus manos recorrieran su textura mientras él comenzaba a moverte con cuidado, alzándote y bajándote lentamente sobre él. Sus movimientos eran pausados y controlados. No necesitaba hundirse por completo en ti; con solo la mitad de su falo ya te sentías en el paraíso.

Tus labios se cerraban en un intento de reprimir los gemidos que querían escapar. No querías que los demás afuera escucharan lo que sucedía, pero la sensación era tan intensa, tan abrumadora, que pequeños murmullos de placer se filtraban sin que pudieras evitarlo. Con cada descenso, tu coño lo atrapaba, apretándose alrededor de su verga como si no quisiera soltarlo. Raph gruñía bajo, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás mientras sus manos se aferraban a tus glúteos. Se notaba que estaba a punto de perder el control. Sus dedos se clavaban en tu piel, y aunque intentaba moverte despacio, sus caderas empezaron a empujar por puro instinto, buscando meterse más profundo dentro de ti. Cada vez que lo hacías entrar, su grosor estiraba tus paredes de una manera deliciosa, y tus gemidos ahogados lo hacían temblar de ganas. 

Era evidente que estaba luchando con sus instintos. Todo en él pedía tomar el control, moverte con fuerza y enterrarse hasta el fondo, pero su parte racional lo frenaba, repitiéndole que podía dañarte si se dejaba llevar por su lado animal. Los pequeños movimientos involuntarios de sus caderas traicionaban su necesidad, y cada gruñido grave que salía de su garganta te dejaba claro cuánto estaba disfrutando de estar dentro de ti.

¡Ngh~Raph...! —un pequeño chillido se escapó de tus labios cuando su punta rozó justo ese lugar en tu interior que te hacía perder la cabeza. 

Antes de que pudieras soltar otro sonido, Raph te atrajo y te besó desesperado. Sus labios devoraron los tuyos con urgencia, sus colmillos rozando ligeramente mientras trataba de acallar tus gemidos. No es que no los disfrutara; al contrario, escuchar cómo lo llamabas con esa voz entrecortada le volvía loco, pero no podía arriesgarse. Lo último que quería era que alguno de sus hermanos o, peor aún, Splinter, escuchara lo que estaban haciendo y apareciera sin previo aviso. Ya era suficiente vergüenza haber sido descubierto por ti en pleno momento íntimo, pero que su familia lo atrapara sería un nivel de humillación que no estaba dispuesto a soportar. 

Su lengua invadió tu boca con el mismo ímpetu con el que sus manos guiaban tus caderas, marcando un ritmo constante. Cada vez que sus labios se separaban por un segundo, ambos jadeaban, llenando la habitación con el sonido de sus respiraciones entrecortadas y los húmedos movimientos de tu cuerpo sobre el suyo. No podías abarcar por completo su polla, pero eso solo hacía que te sintieras más excitada; era enorme, caliente, y palpitante contra tus paredes vaginales. La intensa estimulación era compensada por el dulce trato de tu novio; sus besos, su tacto, la manera en la que te miraba. Desde abajo, te observaba no solo con lascivia; claro que había un poco de morbo en sus ojos, pero sabías que no únicamente estaba disfrutando de tu cuerpo, sino de compartir este momento contigo.

Sus rostros apenas se separaban, con sus respiraciones mezclándose en ese pequeño espacio que quedaba entre ambos. Podías sentir el calor de su aliento en tus labios, y él, con cada susurro que escapaba de ti, podía saborearte. Tu voz, quebrándose en murmullos, lo tenía al borde de la excitación, pero era el modo en que jadeabas su nombre, rogándole que no parara, lo que lo desarmaba por completo. Sus ojos estaban clavados en los tuyos, oscuros y llenos de deseo, mientras su grueso miembro seguía llenándote lenta y profundamente. El ritmo se mantuvo constante, lo justo para llevarte al límite. Tu respiración se hacía más errática, tus uñas arañaban ligeramente su plastrón, y tu cuerpo comenzó a temblar con cada embestida. 

Amor... yo... estoy cerca... —murmuraste, tu voz entrecortada y casi inaudible.

Raph asintió. Aumentó el ritmo de sus caderas, intensificando el vaivén, aunque todavía mantenía un toque de cuidado para no lastimarte. A pesar de la rapidez con la que sus embestidas te llenaban, era consciente de ti. De nuevo, sus labios capturaron los tuyos en un beso, sus lenguas jugando y el calor entre ambos seguía aumentando. Cada movimiento te acercaba más al orgasmo, hasta que finalmente, con unas pocas estocadas más, tus ojos se pusieron en blanco y tu cuerpo se sacudió con fuerza al alcanzar el clímax. Pero Raph no se detuvo; continuó moviéndose dentro de ti, su respiración se volvía más pesada y sus jadeos golpeaban tu boca. No tardó mucho más en sucumbir él también. Con un último empujón, te abrazó con fuerza, pegándote contra su plastrón, mientras se hundía completamente en ti, liberando una gran cantidad de esperma caliente en tu interior.

Tu cuerpo seguía temblando ligeramente mientras te mantenías recostada sobre el pecho de Raph. Él te sostenía con firmeza. Sus manos acariciaban suavemente tu espalda, intentando ayudarte a calmar las últimas sacudidas de placer que aún recorrían tu cuerpo. Ambos permanecieron en silencio por unos minutos, dejando que sus respiraciones se estabilizaran. Finalmente, levantaste la mirada y le dedicaste una pequeña sonrisa antes de inclinarte para depositar un beso suave en sus labios. Él, todavía sonrojado, te devolvió la sonrisa con una ternura que te hizo sentir mariposas en el estómago. 

Sin decir mucho más, Raph tomó la manta y te cubrió con ella, asegurándose de que estuvieras cómoda en sus brazos. Te acurrucaste contra él y rompiste el silencio con una sugerencia. 

Pensaba en que podíamos ver una película —dijiste dulcemente, mirando sus ojos con cariño—. Una comedia romántica, ¿qué te parece? 

Raph asintió de inmediato, dejando un beso en la coronilla de tu cabeza antes de responder. 

Hagamos lo que tú quieras, osita. 

Sonreíste nuevamente y lo abrazaste con fuerza. No había nada que amaras más que pasar tiempo de calidad con tu grandulón, ya fuera disfrutando de una película o... haciendo otras cositas traviesas.

ʕ⁠´⁠•⁠ᴥ⁠•⁠'⁠ʔ hola, soy la escritora, Mafer.

Aquí un capítulo sencillo y tranquilito para aquellos que disfrutan de algo más soft y romántico. Espero les guste ✨

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top