Princesa | Don Leonardo
⭐ Leo ranchero x Fem T/N
⭐ Leo edad: 40 años
⭐ 🔞 NSFW | Smut
⭐ Nota: Inspirado en mi AU TMNT Rancho.
⭐ Nota 2: oneshot reescrito.
⚠️ Advertencia: diferencia de edad (T/N mayor de edad), diferencia de tamaño significativo, lenguaje vulgar.
¿Cómo es que terminaste acostándote con el amigo de tu padre?
Tu padre trabajaba para Don Leonardo desde hace años, con el tiempo su relación trabajador-patrón se convirtió en una linda amistad.
Desde que tienes uso de razón has pasado una gran parte de tu vida en el rancho de Don Leonardo. Este te apreciaba demasiado por ser hija de su mejor amigo y uno de sus mejores trabajadores, al punto de dejarte acompañar a tu papá en el trabajo.
Siempre fuiste consentida por tu padre, desde muy pequeña te ganaste el apodo de "La princesa de papá". Todos los empleados de Don Leonardo tenían la orden de cuidarte sin importar en qué parte del rancho estuvieras, y si te pasaba algo, por mínimo rasguño que fuera, tendrían problemas con él.
Tu niñez fue bastante bonita y tu adolescencia un poco intensa, llegaste a la etapa donde tus hormonas no te dejaban tranquila y, rodeada en su mayoría por hombres, de forma inevitable te hacía fijarte en ellos. Pero no te fijabas en cualquiera, comenzaba a atraerte el mejor amigo de tu padre.
No sabías exactamente qué te gustaba más de él, si su físico que reflejaba años de trabajo en el campo, con brazos fuertes y marcados, sumado a una gran altura imponente y unas cuantas líneas de expresión a causa del paso de los años o su actitud dominante y fuerte, necesaria para administrar y mantener en pie toda una hacienda en combinación con un toque bromista, pero también atento y protector.
Sin embargo, lo dejaste pasar y se quedó como un simple amor platónico. Nunca diste señales, y aunque las hubieras dado, Don Leonardo habría marcado su distancia.
De igual forma, tu relación con él era bastante linda, podías tutearlo, bromear y sobre todo, confiar en él.
Años después llegó el momento en que debías separarte de tu padre y viajar a la ciudad para estudiar la universidad. Claro, regresabas a tu pueblo natal cada vez que la escuela te lo permitía.
♡
Por fin estabas de vacaciones, habías completado tu tercer año de la carrera y no aguantabas las ganas de regresar a tu pueblo.
Ya había oscurecido cuando llegaste al rancho de Don Leonardo, unas horas antes le habías avisado a tu padre sobre la hora de tu llegada y este te avisó que estaría en casa de su amigo. Al llegar saludaste a los trabajadores que estaban terminando sus labores y te encaminaste directo a la vivienda.
—¡Pa, ya llegué!
Te asomaste a la sala y ahí estaba tu padre junto a su amigo charlando.
—¡Mija! —dijo contento levantándose del sillón.
Se acercó a abrazarte y correspondiste de la misma manera.
—Ya llegó la princesa —dijo Don Leonardo con un ligero tono burlón.
Reíste un poco y también te acercaste para abrazarlo. Sus fuertes brazos te rodearon haciendo que pegaras tu rostro a su plastrón, dejándote percibir su rico aroma.
—Justo llegaste para cenar —dijo soltándote.
Sonreíste al escucharlo, Don Leonardo cocinaba exquisito.
La cena fue bastante amena, ambos hombres te preguntaban acerca de la universidad, tus amistades y otras cosas relacionadas a tu estadía en la ciudad.
Aun con su sombrero inclinado sobre su rostro, notaste que durante ese rato Don Leonardo no dejaba de verte, se mantenía atento a todo lo que decías. Quisiste fingir no haberte dado cuenta, pero tu sonrisa te delató, estabas disfrutando de la atención que te ponía y la mirada que te dedicaba.
Después de la cena, tu padre propuso abrir una botella de tequila para festejar tu regreso. Tu papá era bien conocido por no moderarse a la hora de tomar y esta vez no fue la excepción.
En este punto ya no entendías los balbuceos que decía y solo te limitabas a darle la razón o reírte. Te levantaste de la mesa con propósito de llevar a tu padre al cuarto de visitas, pero Don Leonardo se adelantó.
—Yo lo llevo —dijo ayudando a tu padre a ponerse de pie.
Te quedaste unos cuantos minutos en la cocina hasta que escuchaste a Don Leonardo hablar desde la sala.
—Creo que aquí se va a quedar.
Te acercaste y tu papá estaba profundamente dormido en uno de los sillones. Negaste con la cabeza, no era la primera vez que lo veías así.
Ambos regresaron a la cocina, tomaste asiento junto a la barra, Don Leonardo te imitó sentándose a tu lado.
—No solo tu papá te extrañó —dijo dando un trago a su vaso.
—¿Ah no? ¿Quién más?
—¿No es obvio? —sonrió.
La respuesta era clara para ti, pero fingiste no saber.
—Mmm, ¿Don Silverio? —dijiste refiriéndote al jefe encargado de los plantíos en el rancho.
Soltó una pequeña carcajada y rodó los ojos.
—Claro, sobre todo él.
—Bueno —admitiste—. Yo también te extrañé.
El calor del tequila hacía su efecto, la proximidad entre ambos te dejaba apreciar las pequeñas arrugas de su rostro. Todos estos meses en la ciudad te habían hecho olvidar lo guapo que era.
Ya no prestabas atención a lo que decía, el movimiento de sus labios robaron tu mirada.
—Linda, ¿pasa algo? —preguntó atrayendo tu atención nuevamente.
Negaste un poco apenada por los pensamientos que pasaron hace un momento por tu cabeza. ¿Se enojaría si lo besabas? Era una apuesta algo riesgosa, pero si la suerte estaba de tu lado, el resultado sería realmente satisfactorio.
Ladeó un poco la cabeza esperando que respondieras algo más. Lo miraste fijamente y sin titubear, decidiste arriesgarte. En un impulso tus labios buscaron los suyos. Don Leonardo estaba sorprendido, pero no fue indiferente al beso. También afectado por el alcohol, respondió con la misma intensidad que marcaste en un inicio. Lograste saborear un poco del tequila que quedaba en sus labios. Sin embargo, tras unos segundos de conexión, se apartó fijando la mirada en tus ojos.
—Ay linda... —dijo comprensivo al intuir el porqué lo habías besado—. No está bien.
Chasqueó la lengua al darse cuenta que había besado a la hija de su amigo, y lo peor es que en el fondo le gustó.
—¿Estás enojado? —hiciste un puchero.
—No —sonrió—. Pero no puede volver a pasar.
—¿No beso bien?
Tu tono divertido le sacó otra risa a Don Leonardo. Te acercaste con esperanza de obtener otro beso.
—Pequeña —regañó con dulzura—. No me tientes.
Tu corazón se aceleró, jugabas con fuego y no serías la única que se quemaría si seguías insistiendo. Pero ¿qué importaba? Tal vez te arrepentirías al siguiente día... o tal vez no, no había forma de saberlo hasta que sucediera.
Dejaste tu actitud juguetona de lado y lo miraste ahora un poco más seria y deseosa de más. Una vez más cruzaste el límite y lo besaste con intensidad buscando directamente su lengua. Tus besos fueron suficientes para nublar su juicio eclipsando su lado racional.
Bajaste tu mano hasta su entrepierna y frotaste tu palma sobre su erección.
—Aquí no —dijo entre besos y sonreíste.
♡
En la intimidad de su habitación, te recostó delicadamente en su cama y se posicionó sobre ti. Sus labios exploraban tu cuello mientras sus manos se deslizaban con urgencia bajo la tela de tu blusa. Con destreza, la quitó, revelando tu sostén y dejando al descubierto la suavidad de tu piel.
—¿Te ayud...? —no terminaste de preguntar cuando Don Leonardo lo desabrochó.
Mordiste tu labio cuando sus besos descendieron por tus senos; gemiste sutilmente al sentir su boca capturar uno de tus pezones, humedeciéndolo con el roce de su lengua. Con un gesto suave, retiraste su sombrero para acariciar su cabeza y presionarla contra tu pecho. Realmente se estaba tomando su tiempo para calentarte y eso generaba un poco de desesperación en tu entrepierna.
—¿Y si chupas otra cosa? —preguntaste traviesa.
—Qué impaciente —bromeó.
Con rapidez se deshizo de tu short y ropa interior. Se arrodilló al borde de la cama y jaló con facilidad tus piernas poniéndolas en sus hombros. En un instante, sentiste su boca chocar contra tu coño, chupándolo como habías ordenado. Su lengua penetrando tu entrada se sentía jodidamente bien pues alternaba con intensas caricias en tu clítoris, generándote espasmos que tensaban tus piernas alrededor de su cuello.
—Mmm~
Don Leonardo sujetaba tus muslos con firmeza, manteniéndote quieta mientras hundía un poco más su lengua en tu intimidad. Los jugosos sonidos que emanaban de su boca añadían un nivel extra de excitación a la atmósfera.
—Mm, qué rica estás —murmuraba.
Al poco rato, tus exhalaciones se transformaron en gemidos suaves, revelando el intenso placer que Don Leonardo te había brindado. Las sensuales succiones en tu clítoris te acercaban al orgasmo, cuando de repente, detuvo su estimulación, dejándote al borde del clímax.
—Leooo —gimoteaste frustrada—. Sigue.
Con una risa dejó escapar un suspiro al verte hacer un puchero. No tendría la crueldad de dejarte en ese estado, no cuando tenía planes más... placenteros para ti.
Mientras se ponía de pie, se deshizo de su cinturón y pantalón, revelando un bulto prominente que se marcaba tentadoramente en sus boxers ajustados. La tela apenas podía contener su excitación, por ser liberada. Al despojarse por completo, confirmaste que cada parte de él era generosa en tamaño y prometía una muy buena experiencia.
Volvió a la cama contigo, colocándose entre tus piernas abiertas. Su punta pulsaba con ansias de entrar en ti, rozando la entrada de tu intimidad.
—Princesa, aún te puedes arrepentir —dijo en un lapso de lucidez.
Pero solo negaste con la cabeza, indicando que siguiera, aunque estabas segura que si te hubieras arrepentido, Don Leonardo habría parado sin problema alguno.
Empujó con suavidad dentro de ti, no podías negar la sensación dolorosa al sentir su gruesa polla deslizándose entre tus paredes, pero sabías que pronto el ardor se transformaría en placer puro. Dejaste escapar un fuerte gemido cuando su tacto acarició tu punto más sensible, para luego, llegar al límite de tu profundidad, colmándote con toda su virilidad.
—Más bajo, linda —beso con brevedad tus labios—. No queremos despertarlo.
Inició con embestidas suaves y lentas, explorando cada rincón de tu interior, ayudándote a adaptarte a su tamaño y ritmo. Con atención dedicada, se deleitaba al observar tus adorables expresiones ante cada embestida. No perdía detalle de tu rostro y de tu cuerpo contorsionándose; siempre reconoció que eras una chica muy hermosa, pero nunca imaginó cogerte. A diferencia de él, hace mucho deseabas esto, ni todas tus fantasías juntas podían superar lo apasionante que era este momento.
Su enfoque estaba totalmente en tu satisfacción, no tenía prisa por acabar, tampoco quería ser rudo –esta vez– y lastimarte. Con una cadencia hipnótica, sus caderas se deslizaban con suavidad, incrementando gradualmente la intensidad de sus estocadas.
—S~sí, así~ —decías entre jadeos.
Se inclinó elevando tus piernas y posicionándolas sobre sus hombros; tus gemidos se mezclaban con palabras incoherentes cada vez que su verga se enterraba profundamente en tu interior, chocando repetidas veces contra tu límite vaginal.
—Joder Leo, más~
—¿Con esa boquita le hablas a tu papá?
Continuó embistiendo, dando fuertes estocadas que te hacían gemir y repetir su nombre. Su dominio sobre tu cuerpo era absoluto, haciéndote sentir diminuta debajo de él, una sensación que te encantaba.
Con un ritmo más frenético, aumentó la velocidad de sus embestidas, entrando y saliendo de forma errática. No pasó mucho tiempo antes de que el orgasmo, interrumpido hace un momento, se apoderara de ti una vez más. Tu espalda se arqueó debido al placer acumulado en tu vientre mientras hacías un esfuerzo por no ser ruidosa, aunque era inútil; jadeos y chillidos salían de tu boca de forma involuntaria.
—Estoy a punto, princesa —gimió.
Después de golpear tu interior unas cuantas veces más, llegó al clímax y se entregó a las exigencias de su cuerpo. Atrapó tus labios con los suyos, sofocando sus gruñidos en tu boca a la par que se corría dentro de ti, llenándote de su rico esperma. A pesar del cansancio y la falta de aire, sus rostros se mantenían próximos; robándose uno que otro beso fugaz, disfrutando del remanente de sus orgasmos.
Cuando finalmente recuperaron el aliento, Don Leonardo se tumbó a tu lado, abrazándote con ternura y cubriendo tu cabeza de besos. No solo quería darte un buen trato durante el sexo, sino que también después de este, así que se encargó de mimarte hasta que te quedaras dormida.
—Descansa, linda.
Sobraba decirlo, este sería su secreto. Desde ese día, se volvieron adictos a estos encuentros nocturnos; follaban y se divertían, y por la mañana, actuaban como si nada hubiera pasado, iniciando una apasionada relación en secreto.
ʕ'•ᴥ•'ʔ Hola, soy la escritora, Mafer.
Mensaje para quienes son nuevos en mis historias o no tienen idea quién es Don Leonardo:
Básicamente es Future Leo versión ranchero mexicano de mi trilogía TMNT Rancho.
Obvio no es necesario que leas mis libros para entender este oneshot, solo es para aclarar de dónde sale este wey.
Mensaje para mis seguidores:
Cabrones JAJAJAJAJA YA ESTÁN FELICES? QUE LES QUEDE EN SU CONCIENCIA CADA VEZ QUE LEAN UN CAP DE DOÑA CASSANDRA OK
Y disculpen si se me fue un error de dedo, siempre me pasa 😞
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