Idol Parte 2 | Fan Donnie

⭐ Donnie admirador x Fem T/N Idol
⭐ Donnie edad: 22 años
⭐ 🔞 NSFW | Lemon
Nota: para más contexto, leer parte uno.

⚠️ Advertencia: Donnie sumiso, besos y frotamientos, sexo suave, relación admirador–idol, lenguaje vulgar.

En el vehículo, tu asistente repasaba tu agenda del día siguiente. Sus palabras flotaban en el aire, pero tú apenas las escuchabas. Tu mente estaba en otra parte, completamente cautivada por el recuerdo de Donnie, aquel guapo mutante que acababas de conocer. Asentías mecánicamente a todo lo que decía, pero tu atención estaba perdida en la sensación de sus labios sobre los tuyos y el tacto de sus manos grandes, acariciándote con suma delicadeza.

El ascensor hacia tu habitación pareció durar una eternidad. Tu asistente seguía hablando, señalando horarios y compromisos, pero tú solo podías pensar en cómo sus ojos te habían mirado con esa ternura y a la vez deseo, que hacía tu corazón palpitar con fuerza, mezclándose con el recuerdo de sus suaves jadeos que escapaban de su boca con cada meneo en su regazo.

Al llegar a la puerta de tu suite, tu asistente se despidió con una sonrisa amable antes de marcharse. Apenas cerraste la puerta detrás de ti, apoyaste la espalda contra ella y dejaste escapar un largo suspiro. Tu cuerpo aún hormigueaba por lo que había pasado con Donnie, pero ahora, la incertidumbre comenzaba a instalarse en tu pecho. 

Sacudiendo esos pensamientos, te dirigiste al baño y comenzaste a desvestirte con rapidez. Necesitabas una ducha para relajarte, para despejar tu mente... y, en parte, para prepararte, aunque no tenías ninguna certeza de que él realmente fuera a buscarte. El agua caliente recorrió tu piel mientras intentabas convencerte de que no importaba si venía o no, pero, en el fondo, sabías que sí importaba. Fue en medio del baño cuando te golpeó un detalle que no habías considerado: la seguridad. Afuera de tu suite siempre había guardias protegiéndote, asegurándose de que nadie no autorizado se acercara. ¿Cómo iba a entrar Donnie sin ser detenido? ¿Cómo ibas a explicarlo si lo descubrían? Tu estómago se encogió con preocupación. Tal vez ya estaba afuera, esperando sin saber cómo contactarte. 

Saliste de la ducha apresuradamente, envolviéndote en una toalla antes de secarte el cabello con la secadora. Mientras lo hacías, la ansiedad comenzó a crecer. Te arrepentías de no haberle pedido su número, de no haber pensado en cómo coordinar su llegada. ¿Y si había esperado un rato y se había ido, asumiendo que era imposible verte? ¿Y si, en realidad, nunca tuvo intención de venir y todo había sido solo un impulso del momento? 

El tiempo pasaba y cada minuto sin noticias de él hacía que tu corazón se encogiera más. Te pusiste una playera oversized como pijama, sintiéndote tonta por haber creído que las cosas podían salir bien sin planearlas mejor. Quizás habías sido demasiado intensa. Tal vez lo habías asustado. Tal vez lo que para ti había sido una conexión genuina, para él no significaba lo mismo. 

Te sentaste en la cama, abrazándote las piernas mientras la incertidumbre te carcomía. Probablemente, nunca lo volverías a ver.

Con un suspiro resignado, decidiste distraerte revisando tu celular. Al abrir tus notificaciones, te encontraste con un sinfín de etiquetas en videos del concierto que acababas de dar, fotos de los fans que asistieron al meet and greet, mensajes de apoyo y cariño. Sonreíste ligeramente al ver el entusiasmo de tus seguidores y, casi por inercia, comenzaste a responder algunos comentarios y a dar likes. Era tu rutina, una forma de sentirte conectada con ellos, aunque en el fondo tu mente seguía ocupada con Donnie.

Pero entonces, un pequeño sonido te sacó de tu burbuja virtual. Un golpe suave en la ventana del balcón. Frunciste el ceño, confundida, y al girarte hacia el ventanal, tus ojos se abrieron de par en par... Donnie estaba afuera. Parado afuera en el balcón, con una expresión tranquila, te saludaba con la mano como si no acabara de hacer algo completamente imposible. 

No puede ser… —susurraste, boquiabierta. 

Reaccionaste de inmediato, bajando con rapidez de la cama y corriendo hacia el ventanal para abrirlo. Apenas deslizaste la puerta de cristal, te asomaste al exterior, buscando desesperadamente alguna explicación lógica de cómo había llegado hasta ahí. Pero no la encontraste. 

¿Cómo… cómo subiste hasta acá? —preguntaste, escaneando los alrededores, como si fueras a encontrar un helicóptero o algo parecido—. ¿Acaso puedes volar? 

El tono de tu voz claramente denotaba que estabas bromeando, pero Donnie asintió con toda la seriedad del mundo. 

Así es —respondió con una sonrisa—. Bueno, mi mutación no incluye la habilidad de volar, pero… te dije que era un chico de tecnología e ingeniería y esas cosas —se rascó la nuca apenado—. Supuse que habría seguridad en cada esquina y, bueno… me las ingenié para llegar aquí. No fue difícil. 

Sus palabras solo aumentaron tu asombro. Lo miraste de arriba abajo, tratando de asimilar la situación. No solo había llegado a tu balcón en un piso alto sin ser visto, sino que lo decía como si fuera lo más normal del mundo. 

En verdad eres sorprendente —tomaste su mano con suavidad, sintiendo el contraste de su piel contra la tuya. El simple contacto lo hizo sonrojarse al instante, sus ojos desviándose por un momento, pero sin apartar su mano de la tuya—. Ven, pasa —susurraste, dándole un ligero tirón para invitarlo a entrar. 

Donnie obedeció sin dudarlo, siguiéndote dentro de la habitación. Apenas cruzó la puerta, su mirada comenzó a recorrer cada rincón con curiosidad. Nunca había estado en una suite de hotel, y se notaba. Sus ojos analizaban cada detalle: la decoración elegante, la amplitud de la habitación, el ramo de flores frescas sobre la mesita central, los regalos de tus fans apilados en una esquina, tus maletas abiertas mostrando algunos de los atuendos que usaste en el concierto. Todo captaba su atención. Pero su inspección terminó en cuanto sintió tu mano tocar el dorso de la suya. Su mirada regresó a ti de inmediato. Le sonreíste con dulzura, y él, después de un breve parpadeo, te devolvió la sonrisa. 

Sobre… lo que sucedió en tu camerino… —su voz sonó titubeante. Su mirada iluminada, aunque con un dejo de timidez, y sus mejillas teñidas de un suave tono rojizo—. Fue increíble. 

Su honestidad te arrancó una sonrisa más amplia. 

¿Te gustó? —preguntaste en un tono suave, acariciando el dorso de su mano con el pulgar. 

Donnie tragó saliva, pero no se apartó. Al contrario, dejó escapar una pequeña risa nerviosa antes de asentir rápidamente. 

¡S-sí! Fue mucho mejor que mis fantasías. 

Tan pronto como las palabras salieron de su boca, se congeló. Sus ojos se abrieron un poco más y su expresión pasó de emocionada a completamente horrorizada al procesar lo que acababa de confesar. 

Digo… —balbuceó. Su piel se oscurecía aún más por la vergüenza—. Es que… bueno… tengo una mente muy creativa, ¿sabes? Y… a veces mi cerebro simplemente genera imágenes, escenarios, pero no todo el tiempo… bueno, quizás un poco más de lo que debería… —desvió la mirada bruscamente, sintiendo cómo el calor subía por su rostro—. Lo que pasa es que el cerebro procesa estímulos y recuerdos y cuando algo nos gusta, libera dopamina, que refuerza el comportamiento repetitivo, lo que quiere decir que si una experiencia es placentera, el cerebro la registra y… y…

Donnie… —susurraste con diversión. 

Su verborrea nerviosa fue interrumpida cuando le apretaste la mano con suavidad; se detuvo de golpe, apretando los labios

Y… de nuevo estoy hablando demasiado —terminó, soltando un suspiro de derrota.

Su torpeza te resultaba adorable. No podías negar que te encantaba verlo así: nervioso, sincero, con su mente analítica intentando explicar de manera técnica lo que estaba sintiendo sin demasiado éxito. 

Tranquilo, está bien —te acercaste a él para besar su mejilla. Donnie te sonrió, sintiéndose escuchando y comprendido. Te inclinaste un poco más hacia él, alzando la ceja juguetonamente—. Así que… ¿has fantaseado conmigo?

¡N-no! Bueno… sí, pero no así… o sea, sí así, pero también de otras formas y… ¡ay, maldición! 

Se cubrió el rostro con la otra mano, murmurando algo ininteligible para sí mismo. 

No pudiste evitar soltar una risita antes de tomar su rostro, atrayéndolo de vuelta a ti. 

Tranquilo, Donnie —murmuraste—. No tienes que ponerte así. Me halaga saber que me tienes en tus pensamientos. 

Él tragó saliva con dificultad, su mirada atrapada en la tuya. 

Es difícil no pensarte… —admitió tímidamente.

Ahora fuiste tú la que te sonrojaste. Tu mano se deslizó de su mejilla hasta su mentón, obligándolo a mirarte. Sus labios temblaban ligeramente conforme te acercabas, hasta que finalmente lo besaste. Donnie, ahora con más experiencia, correspondió a tu beso con ternura. Su boca se movió con más confianza, sus labios encajaron con los tuyos en un ritmo pausado. En cuanto te separaste apenas unos milímetros, sintió el roce de tu respiración y dejó escapar un suspiro entrecortado.

Si te gustó lo de hace rato… —susurraste contra su boca, notando cómo se estremecía con tu contacto—, tal vez deberíamos continuar donde lo dejamos.

Donnie parpadeó varias veces, como si su cerebro se reiniciara. Luego, de manera casi automática, asintió con la cabeza antes de que las palabras pudieran salir de su boca. 

S-sí, sí, por favor… —murmuró, su voz un poco más ronca. 

Reíste suavemente antes de volver a unir tus labios con los suyos. Esta vez no había prisa, no había interrupciones. Solo estaban tú, él… y toda la noche por delante.

Abrazaste su cuello con suavidad mientras te acomodabas sobre su regazo, tus piernas a cada lado de las suyas. Donnie rodeó tu cintura con sus brazos, pegándote a él lo suficiente para sentir el calor que irradiaba tu cuerpo. Sus manos temblaban un poco al principio, pero no tardó en relajarse cuando volviste a besarlo. 

Comenzó a jugar con tu lengua, con movimientos tímidos pero curiosos, intentando replicar lo que habías hecho con él antes. Sabías que no tenía experiencia en esto, pero eso no te molestaba en lo absoluto. De hecho, te encantaba notar cómo intentaba adaptarse. Podías sentir que intentaba tomar un poco de iniciativa, queriendo hacerte sentir bien.

Tomaste el borde de su hoodie y la subiste por sus brazos, hasta retirársela por completo. Enseguida, sus manos se deslizaron lentamente por debajo de tu playera, el roce de sus dedos sobre tu piel desnuda hizo que un escalofrío recorriera tu cuerpo. Fue bajando con cautela, tanteando el terreno, hasta que sus dedos alcanzaron la curva de tu trasero. Soltó un suspiro al darse cuenta que no había ninguna barrera, salvo tu ropa interior. Sus dedos se deslizaron con más confianza, explorando el contorno de tus muslos y acariciándolos, tomándose el tiempo de disfrutar de la suavidad de tu piel.

Mientras él te tocaba, fascinado con tu cuerpo, tomaste su rostro en tus manos para intensificar el beso. Mordisqueaste levemente su labio inferior antes de separarte para empezar a dejar un rastro de besos húmedos por su mandíbula, bajando lentamente hasta su cuello. Cuando encontraste un punto que parecía hacerlo estremecer, sonreíste contra su piel y comenzaste a succionar con cuidado, usando tus labios y lengua para encenderlo aún más, aunque sin dejar marcas visibles. Sus manos, que hasta ahora habían sido gentiles, se aferraron con más firmeza a tus glúteos, apretándolos como un reflejo involuntario. Dejaste un último beso y continuaste descendiendo, besando su hombro mientras sentías que su agarre ahora se concentraba en tus caderas.

Comenzaste a moverte casi sin pensarlo. Al principio fue un balanceo lento, casi juguetón. El bulto en sus pantalones se hacía notorio, presionando contra tu intimidad, mojándote al instante. Te frotabas contra él, sintiendo cómo su erección dura se tensaba bajo la tela. Donnie intentaba mantener la compostura, pero sus manos temblorosas en tus caderas te indicaban lo mucho que le estabas calentando. Cada vez que presionabas, él empujaba su pelvis hacia arriba, buscando más fricción, más contacto.

Te bajaste de su regazo con una sonrisa pícara, tus manos yendo directo a su cintura para desabrocharle el pantalón. Donnie no necesitó más indicaciones; en segundos, se deshizo de sus zapatos y pantalones, quedándose en ropa interior. Él se recostó en la cama, y tú no perdiste el tiempo. Te subiste encima para continuar frotándote y te inclinaste para besarlo.

La conexión que sentías con Donnie era algo que no podías explicar con palabras. Era como si lo hubieras conocido toda la vida, como si sus almas ya se hubieran encontrado antes. Sus manos, aunque grandes y fuertes, te tocaban con una delicadeza que te hacía sentir como la persona más importante del mundo —fuera del ámbito artístico—. No importaba que se hubieran conocido esa misma noche; la forma en que te trataba, como dos enamorados, te hacía sentir segura y a su vez, deseada. Esa confianza, esa manera en que sus ojos te decían todo lo que sus palabras no podían expresar, te hizo querer avanzar. Tus dedos descendieron lentamente hacia el borde de sus boxers, listos para bajarlos, pero Donnie, sintiendo que las cosas se aceleraban más de lo que él estaba preparado, te tomó suavemente del rostro, separando tus labios de los suyos.

Yo... es mi primera vez... —confesó en un murmullo, sus ojos bajando por un momento, avergonzado.

Tu mirada se suavizó al instante, y le hablaste en un tono comprensivo, casi susurrando. Tus dedos acariciaban su mejilla.

¿Quieres continuar? —preguntaste, asegurándote de que se sintiera cómodo y no presionado.

Donnie asintió lentamente con un rubor en sus mejillas; sus ojos, ligeramente entrecerrados por la lujuria y la necesidad de su cuerpo, se encontraron con los tuyos.

Sí...

Te inclinaste de nuevo hacia él, sellando sus labios con un besito.

Lo disfrutarás, lo prometo —sonreíste—. Pero si algo te incomoda, avísame, ¿de acuerdo?

Él te devolvió la sonrisa, sintiéndose más seguro. Tus manos descendieron de nuevo hacia sus boxers, pero esta vez con una lentitud deliberada, dándole tiempo para que se sintiera preparado. Al notar que no se resistía, te atreviste a bajarlos, y él te ayudó a quitárselos por completo, dejando su cuerpo expuesto ante ti. Hiciste lo mismo con tus bragas, deslizándolas por tus piernas con un movimiento seductor.

Tus ojos se posaron inevitablemente en su miembro, fascinada por su forma única. Era diferente, sí, pero de una manera que te resultaba intrigante y excitante. Su polla estaba completamente erguida y dura, con una punta que brillaba bajo la luz tenue de la habitación, humedecida por preseminal. Donnie te miró con cierta inseguridad, temiendo que su cuerpo no fuera lo que esperabas. Pero tú le devolviste la mirada con una sonrisa suave y tranquilizadora.

Te posicionaste encima de él. Con una mano, tomaste la base de su polla, alineándola con tu entrada ya empapada. Mordiste tu labio inferior al sentir la punta de su miembro rozar tu vulva, provocando un gemido suave que escapó de tus labios. Poco a poco, comenzaste a bajar, dejando que su longitud te abriera. La sensación de su falo deslizándose dentro de ti era abrumadora. Era más grueso de lo que estabas acostumbrada, y su forma única se adaptaba a tus paredes de una manera que te hacía poner los ojos en blanco. Tomaste tu tiempo, acostumbrándote a su tamaño, a su forma y a la manera en que te llenaba por completo.

Donnie gimió ronco cuando finalmente lo introdujiste todo. Era más que obvio que nunca había experimentado algo así antes. La sensación cálida y húmeda de tu interior envolviéndolo era completamente diferente a cualquier cosa que hubiera provocado con sus propias manos. Aunque se había tocado antes, imaginándote a ti, soñando con este momento, nada se comparaba con la realidad. Él siempre te había fantaseado así, justo como estabas ahora: encima de él, montándolo con esa confianza que mostrabas en el escenario que tanto lo volvía loco. Tus pequeñas manos apoyadas firmemente en su plastrón, tu cabello cayendo en cascada sobre él y tus ojos... esos hermosos ojos mirándolo con el mismo amor que él te tenía.

Tus caderas se movían con un ritmo lento y provocativo, deslizándose hacia adelante y atrás, asegurándote de que lo sintiera por completo. La fricción entre ustedes hacía que el calor aumentara, cada roce enviando pequeños escalofríos de placer por tu cuerpo. Las manos de Donnie se aferraron a tus caderas, sus dedos hundiéndose en tu piel. Su agarre firme te daba estabilidad, pero también delataba que lo estaba disfrutando. A cada movimiento tuyo, sus manos reaccionaban, apretándote un poco más, guiándote sin siquiera darse cuenta.

Cerraste los ojos, concentrándote en cada sensación mientras te movías en busca de frotar esos puntos que te hacían estremecer. Querías disfrutarlo, pero también querías que Donnie sintiera el placer de manera gradual, que se dejara llevar poco a poco. Te inclinaste ligeramente hacia adelante antes de descender con suavidad. Los meneos te arrancaban pequeños gemidos cada vez que lo sentías más profundo en ti. Donnie, en cambio, no podía apartar la vista de ti. Su respiración estaba agitada, sus jadeos escapaban sin filtro y su mirada estaba completamente perdida en ti, cautivado con cada una de tus reacciones.

E-eres… muy buena en esto —murmuró Donnie, apenas capaz de formar palabras antes de que otro gemido profundo escapara de sus labios cuando volviste a bajar sobre él. Sus manos, que hasta entonces habían estado aferradas a tus caderas, se tensaron, intentando contener aquellos obscenos sonidos que salían de su garganta.

Dejaste escapar una risita suave, seguida de un jadeo.

¿Quieres que vaya más rápido? —preguntaste en un tono juguetón, inclinándote hasta que tus labios rozaron con los suyos. Donnie no respondió con palabras, pero su cuerpo lo hizo por él: otro jadeo escapó de su garganta, y sus caderas se elevaron ligeramente, buscando más de ti.

Decidiste dejar la gentileza a un lado —aunque no del todo— y te permitiste aumentar la velocidad e intensidad de cómo lo montabas. Te elevabas un poco más, sintiendo cómo su polla casi salía por completo fuera de ti, y enseguida te dejabas caer, permitiendo que su longitud te llenara. Cada vez que bajabas, sentías cómo su punta rozaba ese punto profundo dentro de ti, provocando una oleada de placer que te hacía gemir ruidosamente.

Sus manos se deslizaron hacia tus glúteos, tomándote con firmeza pero sin brusquedad, y comenzó a guiarte, marcando el ritmo de tu cabalgata. Era como si, en ese momento, su instinto hubiera tomado el control, y tú no podías evitar disfrutar de cómo sus movimientos se sincronizaban con los tuyos. Un agudo gemido escapó de tu boca cuando, a tu vaivén, se unió el empuje de sus caderas hacia arriba. No era rudo, pero la repentina intensidad del placer te tomó por sorpresa, haciéndote gemir más alto. Donnie empezaba a acostumbrarse a esto, a ti, a la forma en que tu cuerpo se movía sobre el suyo, a cómo tu interior lo envolvía con una calidez y humedad que lo hacía perder la cabeza. Su timidez inicial se desvanecía, reemplazada por un deseo creciente que lo llevaba a buscar más de esa deliciosa estimulación. Tú lo notabas en la forma en que sus manos te agarraban con más firmeza, en cómo sus caderas se elevaban para encontrarse con las tuyas, en sus gemidos roncos, casi gruñidos.

Donnie, naturalmente, tenía un lado animal que empezaba a aflorar, un instinto primitivo que lo llevaba a empujar sus caderas hacia arriba con más fuerza, buscando llegar más profundo, más lejos dentro de ti. Al principio, parecía preocupado por lastimarte y por arruinar el momento, pero al ver que no te molestaba, que al contrario, te resultaba satisfactorio, empezó a tomar más confianza. Sus movimientos se volvieron más decididos, y tú no podías evitar gemir más fuerte cada vez que sentías su polla golpear ese punto que te hacía ver estrellas. Eso, sumado al meneo más errático de tus caderas, combinado con pequeños saltitos que provocaban un sonido húmedo y obsceno, los empezó a llevar a su límite.

Atrapaste sus labios con urgencia, necesitando sentir su boca. El beso fue intenso, lleno de deseo, sus lenguas chocando mientras se devoraban mutuamente. Solo se separaban cuando los gemidos les superaban, jadeando el uno en la boca del otro. Donnie gemía de una manera que te volvía loca; tan vulnerable y entregado a ti. No parabas de murmurar su nombre entre gemidos, y él te movía buscando que ambos llegaran al clímax juntos. Te besaba, te agarraba, te hacía suya y tú te dejabas llevar, disfrutando de cómo te follaba. Hasta que, luego de unos minutos, se enterró en ti hasta el fondo, gimiendo alto y sin poder contenerse. Sentiste cómo su miembro palpitaba dentro de ti, liberando su semen en pequeños chorros. Jadeaste, agarrándote a su cuello mientras tus paredes se llenaban de él, mezclándose con tus propios fluidos.

Pasaron un buen rato sin moverse, aún con espasmos dominando sus cuerpos. Sus respiraciones volvieron a la normalidad, y tú te dejaste caer a su lado, sintiendo cómo Donnie te rodeaba con sus brazos, abrazándote con ternura.

Esa noche, Donnie no se fue. Se quedó contigo en tu habitación del hotel, compartiendo caricias y palabras suaves hasta quedarse dormidos. Pero, por la mañana, llegó la despedida. Esta vez, sin embargo, intercambiaron números, asegurándose de que esto no quedara en un simple encuentro fugaz. 

Seguiste con tu gira, viajando de una ciudad a otra, pero él siempre estaba presente en tu vida. Se mantenían en contacto, mensajeándose a todas horas, compartiendo detalles de sus días y contando los minutos hasta el próximo encuentro. De alguna manera, Donnie siempre encontraba la forma de llegar hasta ti, sin importar en qué parte del mundo estuvieras. A veces parecía imposible, como si pudiera teletransportarse. Había algo enigmático en él, algo que desafiaba toda lógica, pero no importaba. No era un chico común, ni siquiera era humano… pero para ti, era perfecto.

ʕ⁠´⁠•⁠ᴥ⁠•⁠'⁠ʔ hola, soy la escritora, Mafer.

Aquí la segunda parte de esta historia 💕

Primero que nada, disculpen la tardanza. Este oneshot lo terminé hace una semana, pero debido a que Wattpad no estaba avisándoles de las actualizaciones, pues lo postergué. Pero espero que les haya gustado ✨


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top