Celos | Mafia Donnie
⭐ Donnie x Fem T/N
⭐ Donnie edad: 29 años
⭐ 🔞 NSFW | Smut
⭐ Nota: Mafia AU.
⚠️ Advertencia: celos, sexo rudo, mención de drogas y violencia, lenguaje vulgar.
Diste un sorbo a tu copa, buscando a tu presa entre la multitud de personas y yōkai que se deleitaban en la penumbra del club. Lo viste a distancia, un hombre relajado en el sofá, deleitándose de lo que parecía ser whisky. Dejaste tu bebida en la barra y te acercaste sin quitarle la mirada de encima, provocando que notara tu presencia a la lejanía.
-Hola -sonreíste coqueta-. ¿Puedo sentarme?
-Claro, linda.
Se hizo a un lado y te sentaste junto a él. Lograste cautivarlo desde antes de dirigirle la palabra, tu cuerpo envuelto en un ceñido vestido negro de satín capturó su atención, pero tus piernas y escote serían los culpables del lamentable destino de aquel hombre.
-¿Te pido algo?
-Un gin tonic.
Te ganaste su confianza aceptando uno que otro trago, te reías de sus chistes sin gracia y fingías interés en su vida.
-¿Estás sola? -preguntó acercándose a tu oreja, posando su mano sobre tu muslo.
-Sí ¿y tú guapo?
-También -sonrió complacido por tu respuesta.
Por su expresión, intuiste hacia dónde quería llevar la conversación, pero te adelantaste mantenimiento el control que tenías desde un inicio sobre él.
-Ow, debo admitir que me sorprendió ver a un hombre tan atractivo sin compañía.
-Lo mismo digo de ti, ¿te dejaron solita?
-Sí -hiciste un puchero-. Venía con mi novio pero tuvo que irse por cuestiones de trabajo.
-Es una lástima, linda -acarició tu pierna.
Este era el momento para venderle una versión indefensa de ti.
-Es mi culpa -suspiraste-. Creo que mi tipo son los hombres adictos al trabajo.
-No todos somos iguales.
-Eso veo -mordiste tu labio-. Me imagino que eres alguien muy ocupado y aún así tienes tiempo para disfrutar de unas copas.
-Bueno... estar aquí es parte de mi trabajo.
Resultó ser menos complicado de lo que habías anticipado. Colocaste tu mano en su pierna, bajando sus defensas con tu sensualidad innata.
-¿Ah, sí? ¿Trabajas aquí?
-No, linda -se acercó nuevamente para susurrar a tu oído-. Vengo por negocios.
-¿De qué tipo?
-Ya sabes -guiñó orgulloso-. Negocios que no se discuten abiertamente.
-¿A qué te refieres?
Aunque se mostró reacio a responder, poseías una última estrategia que siempre daba resultado con hombres de su tipo. Te acercaste juguetona a su rostro y plantaste un beso en sus labios, el cual aprovechó para introducir su lengua en tu boca.
-Acompañame y te muestro -dijo al separarse de ti.
Asentiste obediente y lo seguiste hasta el baño de hombres. Estaba vacío, y al entrar, tu acompañante cerró la puerta tras de sí.
Te recargaste en el lavabo, observando fijamente al hombre meter la mano dentro de su saco buscando aquello de lo que no podía hablar allá afuera. Se acercó hacia ti agitando unas pequeñas bolsitas con pastillas en su interior.
-Vaya -sonreíste-. ¿Dónde lo conseguiste?
-Yo lo vendo.
Era lo que «necesitaban» escuchar.
Una vez más, el hombre posó su mano en tu pierna y la delizó hacia arriba encontrándose con el borde de tu vestido. Tú trabajo había terminado así que lo detuviste.
-¿Y si vamos a un lugar más privado?
Saliste de los baños e ingenuamente el hombre confió en ti. Caminaste por todo el club hasta llegar a una puerta vigilada por dos yōkai, sin embargo, al ver que se trataba de ti, te dieron acceso junto a tu acompañante.
El interior se asemejaba a una bodega. No se podía percibir mucho del lugar a causa de la poca iluminación.
-¿A dónde me llev...
Un fuerte golpe en la espalda derribó al hombre, dejándolo adolorido en el suelo. Levantó la mirada encontrándose con tres tortugas mutantes armados con bates astillados y manchados de lo que parecía ser sangre seca.
-Creyó que iba a coronar esta noche -se burló el mutante de traje azul.
Si no fuera suficiente con tres, un cuarto mutante vestido de camisa blanca y corbata púrpura hizo su aparición. Este se agachó tomando con fuerza el cabello del hombre, haciendo que lo mirara.
-¿Crees que puedes vender tu mierda en mi club así como si nada?
-N-no l-lo volveré a h-hacer -dijo asustado.
-Claro que no lo volverás a hacer.
Dejó caer su cabeza al suelo y se puso de pie, dando la orden de terminar con el trabajo. Observaste divertida cómo tus colegas se emocionaban dañando su nuevo juguete, pateando su estómago y rompiendo sus huesos con cada golpe que le proporcionaban.
Pero todavía no podías relajarte, el de bandana púrpura se acercó hacia ti con semblante serio e intimidante.
-Tengo que hablar contigo.
♡
En su oficina, tu jefe te esperaba un tanto molesto recargado en el borde de su escritorio.
-¿Qué fue todo eso?
-Solo hacía mi trabajo -dijiste encogiéndote de hombros.
Tu labor dentro de la organización consistía en operar desde un perfil bajo, buscando e identificando posibles traidores, competidores, amenazas y -en este caso- dealers no deseados.
-¿Y era necesario besarlo?
-¿Te molestó? -preguntaste inocente.
-Demasiado.
Cubría cada rincón con cámaras y, por supuesto, pequeños micrófonos, como el que llevabas discretamente en tu vestido. Tenías plena conciencia de que te observaba y escuchaba constantemente; a veces sacabas provecho de esto para molestar un poco a tu jefe, o como tú lo llamabas, «Dee».
Te aproximaste a él, rodeándolo con tus brazos y permitiendo que sus manos se posaran en tu cintura. Aunque sus ojos reflejaban molestia por tus cuestionables métodos para obtener información, le dirigiste una mirada tierna, como si no supieras el porqué estaba enojado.
-¿Entonces tu novio no te atiende porque está trabajando? -arqueó una ceja.
-No dije eso.
-Y por eso aceptas que cualquier imbécil te toque.
Ahora te sentías un poco culpable, pero nada que unos mimos no puedan arreglar.
Levantaste tu rostro en busca de sus labios, capturándolos en un beso, dejando claro que tu lealtad le pertenecía solo a él. Respondió apretando tu cintura, atrayéndote con delicadeza hacia su cuerpo. No había comparación entre el trato que te daba Donatello y el fugaz beso de aquel hombre.
La idea de ser una infiltrada fue tuya y era algo que tu jefe desaprobaba, pero no podía hacerte cambiar de opinión. Se vió obligado a monitorearte por tu seguridad y, si se diera el caso, tener nombre y apellido de cualquiera que se atreviera a hacerte daño.
-Prefiero que me toques tú -dijiste entre besos.
Manteniendo el beso, te alzó, colocándote sobre el escritorio y a su vez, situándose entre tus piernas, elevándolas y permitiéndote abrazar sus caderas.
Deslizó su mano por debajo de tu vestido, apretando tu muslo. Sus labios se desplazaron por tu mandíbula y bajaron hasta tu cuello. En el proceso lograste desatar el nudo de su corbata, retirándola. Tus dedos se encargaron de desabotonar su camisa, dejando expuesto su plastrón.
Su mano continuó acariciando tu muslo, subiendo lentamente hasta toparse con la delgada tela de tu ropa interior. Enganchó su dedo y lo bajó dezlizándolo por tus piernas hasta quitarlo por completo.
Subió tu vestido hasta tu cintura, dejando tu parte inferior al desnudo y se agachó a la altura de tu piernas, subiéndolas a sus hombros. Pasó a hundir su rostro entre tus muslos, marcándolos con chupetones y mordidas.
Donatello se tomó personal tu comentario y con esto pretendía desmotrarte que, incluso siendo el líder de un imperio, podía hacer un espacio en su agenda y brindarte la atención que merecías.
Su lengua acarició con viveza tu coño, provocando esa sensación que tanto te gustaba. Se movía en todas direcciones, de arriba a abajo y de derecha a izquierda, haciéndote sobresaltar con cada presión en tu zona erógena.
-Dee~ -gemiste presionando su cabeza contra tu intimidad.
Sus labios chuparon y succionaron tu clítoris como si de un caramelo se tratara. Comía ruidosamente tus pliegues, su lengua se escabulló hasta tu entrada y te penetró con la punta. Echaste tu cabeza hacia atrás, disfrutando de sus labios devorando tu vulva. Su boca provocó un desastre húmedo entre tus piernas, que erizó tu piel y que poco a poco te llevaba al clímax. Pero su intención no era hacerte venir con un simple oral.
Ya mojada y lubricada, se levantó y comenzó a desabrochar su cinturón y después su pantalón. Mordiste tu labio esperando ansiosa lo que para ti era la mejor parte: su verga enterrándose con furia en tu coño.
Retomó su posición entre tus piernas, encaminó su virilidad hasta tu entrada y de una ruda estocada entró por completo. Soltaste un chillido provocado por el choque repentino en tu interior. Por reflejo, tensaste tus piernas alrededor de sus caderas, acercándolo a ti. Tus manos abandonaron la superficie del escritorio y pasaron a aferrarse al cuello de tu jefe.
Tus húmedas paredes lo hacían enloquecer, endureciendo aún más su polla. Esta se deslizaba de atrás hacia adelante rozando tu punto sensible y chocando repetidas veces contra tu tope vaginal.
-A-ahh~ -gemías cerca de sus labios.
Tentado por tus sucios sonidos, se apoderó de tu boca disfrutando de la vibración de tus gemidos.
Desde un inicio te embestía con enojo, si bien le molestaban tus acciones despreocupadas que te ponían en peligro, su actitud se debía a que estaba harto de ver cómo otros hombres te coqueteaban, y sobre todo, cómo les seguías el juego -aunque te justificaras diciendo que era parte de tu trabajo-.
Pero a quién engañaba, no podía dejar de amarte. Tu personalidad tan contrastante a la suya lo volvía adicto a ti; tus besos, tu cuerpo y tu compañía eran su droga. Aunque te quería solo para él, te dejaba ser libre; pero cuando abusabas del albedrío, podía reafirmar su autoridad sobre ti cogiéndote de forma tan pasional... y eso te hacía amarlo.
Escondió su rostro en tu cuello, gimiendo contra tu delicada piel. Tu pequeño cuerpo se movía sobre el escritorio a causa de los fuertes movimientos de cadera. Mientras que una de sus manos se aferraba a la superficie del mueble dándole estabilidad a sus embestidas, la otra se apoyaba en tu espalda, manteniéndote en tu lugar.
-M-más Dee~ -gemíste entrecortada.
-¿Ahora me das órdenes? -su voz se había tornado un tanto más grave y sensual.
No tenía problema con obedecerte, pero disfrutaba de recordarte quién mandaba en ese lugar.
Salió repentinamente de ti y antes de que pudieras reclamarle, te giró de forma en que tu torso estuviera sobre el escritorio. Se aferró al contorno de tus caderas y nuevamente te penetró con vigor. Trataste de levantar el rostro pero su empuje te hacía pegar la mejilla sobre la superficie.
Su pelvis chocaba repetidas veces contra tu culo y su verga golpeaba sin cuidado tu punto más profundo. Aquella posición provocaba que apretaras deliciosamente su circunferencia, gemía y manoseaba tu glúteo marcando huellas fugaces en tu suave piel.
Delizó su mano hasta tu cuello, lo tomó con firmeza y te atrajo hacia él, pegando tu espalda a su plastrón. Sin dejar de moverse dentro de ti, acercó su rostro hasta tu oreja.
-¿Por eso me celas? -preguntó entre gruñidos-. Para que te folle duro, ¿verdad?
Tus gemidos se entrecortaron por la presión que ejercía sobre tu garganta.
-Contesta -te ordenó.
-M-mierda, s-sí~ a-ahh~
Soltó tu agarre, dejándote caer. Se apoyó sobre el escritorio e inclinó su robusto cuerpo, cubriéndote por completo.
Amabas verlo así, amabas cómo te trataba; tan salvaje pero sin hacerte sentir como un simple juguete con el que podía complacerse. Te cogía sin piedad pero te contenía entre sus brazos y te consolaba con húmedos besos en tu cuello.
Sus embestidas frenéticas acumulaban placer puro en tu vientre. Incluso dentro de la rudeza con la que se enterraba en tu coño, seguía tratándote con cariño; rodeaba tu cintura, abrazando tu cuerpo.
-D-dee m-más~
Tus gemidos eran ruidosos y no parabas de recitar obscenas súplicas, pidiendo que no se detuviera. Te sentías cerca del orgasmo pero te reprimías esperando a Donatello.
Este subió de golpe la velocidad con la que movía sus caderas, haciéndote chillar agudamente. Su abrazo te levantó una vez más, pegando tu cuerpo al suyo. Unas estocadas más desencadenaron en ti una serie de espasmos, que te hacieron llegar al clímax. De forma simultánea, ahogó un grave gemido en tu cuello y liberó una intensa carga de placer en tu interior, llenándote con sus calientes fluidos.
Acarició tu vientre y besó tus hombros en señal de disculpa por su trato vulgar. Giraste tu rostro y Donatello se inclinó reclamando con dulzura tus labios. Aquella versatilidad en su personalidad te parecía atractiva; su lado romántico hacía buen equilibrio con su naturaleza dominante y fría.
Si esa era su forma de castigarte, vaya que habías aprendido la lección... o al menos durante esa semana. Tu jefe tenía razón, lo celabas para llamar su atención y tener su trato «especial». Fuera de las quejas por tu comportamiento, a él le encantaba recordarte a quién le pertenecías, aunque eso significara tener que deshacerse cada semana de aquellos tipos que te pretendían.
ʕ'•ᴥ•'ʔ Hola, soy la escritora, Mafer.
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1. Subí one-shot sobre Leo x T/N x Donnie en "Leo's Zone", por si están interesados.
2. Leyendo los comentarios de ambos libros, están pidiendo un one-shot de las 4 tortugas x T/N. Así que, cuando llegue a los 1000 seguidores, lo publico 💋
Gracias por su atención, córrela Mafer con la publicidad 100% real.
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