Ambivalencia | Future Donnie
⭐ Donnie del futuro x Fem T/N
⭐ Donnie edad: 36 años
⭐ 🔞 NSFW | Smut
⭐ Nota: Ambientado en la línea temporal apocalíptica.
⚠️ Advertencia: diferencia de tamaño, temporada de apareamiento, breeding kink, eyaculación múltiple, creampie, mordidas, conducta posesiva y agresiva, sexo rudo, hurt/comfort, lenguaje vulgar.
El frío de la madrugada se filtraba por la puerta y el nivel de oscuridad era perfecto para arrullarte. Otra noche más durmiendo sola, abrazando una almohada, sustituyendo a tu marido. No era a causa de una discusión o un conflicto marital; y por sorprendente que pareciera, tampoco estaba ligada a las demandas de la Resistencia ni a las amenazas del exterior.
Donatello atravesaba una semana difícil, específicamente, noches «complicadas». Dormía en su laboratorio, y si bien, te sentías un poco sola, entendías por completo sus motivos: te amaba profundamente, pero durante la temporada de apareamiento, tu presencia amenazaba con hacerlo perder el control sobre sí mismo. Su mente debía permanecer clara y enfocada, pues al final, él era responsable de mantener a salvo a todos bajo su sistema de seguridad. Pero permanecer estoico era complicado contigo rondando en su cabeza; no podía eliminar la imagen de tu cuerpo y mucho menos el recuerdo de tu hermoso rostro. Sin embargo, lo que verdaderamente era su perdición era tu dulce aroma, razón por la cual se esforzaba por mantenerse alejado de ti.
Rendida a la suavidad de las sábanas, te dejabas llevar por el abrazo del sueño, aunque tu cuerpo no era indiferente a lo que sucedía a tu alrededor. Un notorio peso se hundió sobre el colchón y se arrastró hacia donde yacías. Aquella presencia de dimensión enorme se posó sobre ti con delicadeza, cobijándote bajo su sombra y acariciándote con su respiración.
—¿Donnie? —pronunciaste adormilada. Giraste ligeramente tu rostro, pero la falta de luz y tus ojos somnolientos te impedían enfocar la vista.
Su rostro descansaba entre tu hombro y tu cuello, olfateando de forma minuciosa tu piel.
—¿Amor? —lo llamaste de nuevo.
—L-lamento d-despertarte.
—¿Cómo te sientes, cariño?
—Terrible.
La tranquilidad de la habitación te permitía escuchar sus susurros; era evidente que se esforzaba sobremanera por articular las palabras.
—¿Ya te inyectaste?
Hace tiempo que Donatello reprimía su celo –o así era como lo nombrabas erróneamente–, más o menos desde que inició la invasión de los Krang. Mediante algunas pruebas, formuló un medicamento, o mejor dicho, una droga que le permitía reducir los síntomas del celo e inhibir las hormonas que producía cuando su cuerpo le exigía aparearse. Era un método doloroso, pero no se igualaba al desagradable sentimiento que lo invadía después de haberse saciado contigo. La primera y única vez que lo «ayudaste» con este problema, la culpa lo consumió durante un tiempo considerable, pese a que estuviste de acuerdo en ser su salida para liberar sus tensiones.
—N-no —exhaló profundo— Y-ya no hay rec-cursos para e-elaborarlas.
—Amor...
—N-no creo soportar m-más.
Tu corazón se estrujaba de dolor al escucharlo agobiado, luchando contra una situación que estaba más allá de su control, pero que era simplemente parte de su esencia. Entre sus palabras escapaban chirridos característicos de su especie, los cuales en otro contexto podrían haber resultado tiernos, pero sabías que en este momento te estaba cortejando.
Su aliento ronco erizaba tu piel y con cada inhalación se embriagaba más de tu fragancia natural. Cediendo poco a poco a sus instintos, sus labios se apoderaron de tu cuello de manera contenida. Sus dulces besos, desde una explicación biológica, buscaban seducirte, y sobretodo, avisarte de lo inminente; en cambio, su lado racional tenía la intención de excitarte y mojarte, pero no por diversión, sino como un intento de minimizar cualquier posible daño.
—D~dame tu consentimiento p~para «hacerlo» —jadeó desesperado—. No quiero s~sentirme como un monstruo después de esto.
Su mano temblorosa exploraba tu pierna, acariciando su contorno y apretando con gentileza tu muslo. Estabas inmersa en su tacto y los mimos que su boca te ofrecía; estos días de soledad te habían hecho extrañar a tu esposo, en especial, este tipo de atención íntima.
—L~linda, necesito e~escucharte.
—Tienes permiso, amor.
♡
Con la poca lucidez que le quedaba, logró deshacerse de tu pijama y tus bragas sin destrozarlas, dejándote desnuda. Te giró boca abajo y se inclinó sobre ti; sus labios trazaron un sendero de besos desde tu nuca hasta la parte baja de tu espalda. Se resistía a abordarte con tosquedad; en su lugar, se forzaba a continuar con el juego previo. Deslizó su mano hasta tu intimidad y comprobó que estuvieras lo suficientemente húmeda como para soportar lo que estaba por venir.
Su ropa se convirtió en una molestia, sus pantalones oprimían su erección, mientras que su sudadera lo hacía sentir sofocado, así que se retiró sus prendas con rapidez. Se posicionó sobre ti, su inmenso cuerpo te cubría y su falo presionaba contra tu trasero. Intentaste levantar tus caderas, pero Donatello se encargó de levantar tu pequeño cuerpo y ponerle a la altura de su pelvis. Su glande se alineó con la entrada de tu coño, empujó con brusquedad y se estampó en tu interior contra el punto más profundo de tu coño, saturándote en una sola estocada de su verga.
—¡Nggh! —chillaste agudamente.
Sin darte un respiro, echó sus caderas hacia atrás, dejándote sentir cómo salía parcialmente de tu canal vaginal, solo para tomar impulso y embestirte nuevamente con fuerza. Donatello sujetó tus muñecas, aprisionándolas con su peso, obligándote a permanecer con el torso hundido entre las sábanas y tu culo elevado recibiendo cada uno de los golpeteos. Mordiste tu almohada, ahogando los fuertes gemidos que comenzaban a escaparse de tu boca, dejando el protagonismo a los gruñidos y jadeos roncos de tu marido.
El cambio en Donatello fue abrupto, pasando de una genuina preocupación por ti a un estado de agresividad pura, follándote con un único propósito: fecundarte. Era un hecho que sus ADN eran incompatibles y que, sin manipulaciones genéticas, concebir un hijo suyo era imposible. Sin embargo, en este instante, la razón y la lógica eran inexistentes.
Tus ojos se humedecieron a causa de la ambivalencia que sufría tu cuerpo: una dosis extrema de placer sumado a un tortura punzante en tu vientre, que te hacía oscilar entre el dolor y el gozo. Intentabas evocar el recuerdo de tu última experiencia con el celo de Donatello, pero tu mente se tornaba borrosa; su polla deslizándose con violencia entre tus estrechas paredes te devolvía al presente. No podías evitar comparar la última vez que tuvieron sexo con este momento, y a decir verdad, te comenzaba a gustar mucho el lado oscuro de tu pareja.
—M-mierda aah —sollozabas, atrapada debajo de su plastrón.
No tenías escapatoria, estabas a merced de sus fuertes embestidas; eras minúscula a su lado. Tu fuerza era insignificante en contraste con la presión que ejercía sobre ti para someterte. Aunque tuvieras la oportunidad de huir, ese no era tu deseo; no querías separarte de él ni querías renunciar al doloroso placer que arremetía contra tu coño. En cuanto a Donatello, no tenía intenciones en soltarte pronto, pues su ritual reproductivo apenas iniciaba.
Dentro de la movilidad limitada, alzaste el rostro y echaste tu cabeza hacia atrás, necesitada de cualquier tipo de consuelo, o en su defecto, una mínima muestra de afecto o residuo de la cordura de tu marido. Pero Donatello lo tomó de la peor forma, creyendo que su «hembra» quería escapar de la cópula. Se agachó hasta alcanzar tu cuello y lo mordió con rudeza, obligándote a hundir nuevamente tu rostro en la almohada. No podías negarlo, dolía demasiado. Cierto, él tenía la costumbre de morderte cuando intimaban, pero no de manera tan... salvaje. Con ferocidad, sus dientes pasaron a enterrarse en tu hombro. El ardor te abrasaba, pero no podías enojarte; él solo seguía sus instintos reproductivos.
Todo había escalado tan rápido y tu cuerpo no podía entender por qué ahora era tratado con rabia, lo que era indiscutible es que te llevó hasta el borde del éxtasis; tus piernas comenzaron a temblar y tu coño se contrajo alrededor de su falo, empapándolo mientras él seguía embistiéndote. La calidez de tu interior era perfecta para engendrar a sus hijos; de forma deliberada, se hundió en ti y eyaculó un buen chorro de esperma que tiñó tu rincón más profundo.
—D-donn...
Retomó el fuerte vaivén, sin soltar tus manos y mordiendo tu cuello. Tu jugosidad comenzó a sonar por toda la habitación, provocando que pequeños hilos de semen escurrieran por tu entrada. Te encontrabas en un estado de sensibilidad extrema tras el orgasmo, y cada uno de sus movimientos te sobreestimulaba de manera abrumadora.
Temblabas y te estremecías debajo de él, recibiendo cada una de sus estocadas. Mantenía el ritmo agresivo y rápido aun pasado un rato, como si el haberse corrido no hubiera afectado ni un poco su energía. Tus ojos no eran los únicos en blanco, también tu mente y tus muslos, que se manchaban con su esencia cada vez que echaba sus caderas hacia atrás. Donatello había dominado tu cuerpo sin piedad; sus marcas dentales adornaban tu piel y su polla te hacía sentir que te partía en dos.
Tus chillidos adorables y desesperados causaban confusión en tu marido; tus lloriqueos eran la manifestación de dolor, pero a su vez, de sumo placer. Sin embargo, tus gimoteos no se parecían en nada a los chirridos de una hembra en celo, lo que terminaba por ser frustrante para Donatello.
Soltó tus muñecas para sujetar con firmeza tus brazos; te jaló hacia él, separando tu torso de la cama y presionándote contra su plastrón. Tu cuerpo se movía con cada embestida, tu espalda se arqueaba y tu cabeza caía hacia atrás; insistías en ver su rostro, creyendo ingenuamente que tu mirada sacaría a Donatello de su trance primitivo, pero él permanecía absorto en las demandas de su propia naturaleza. Te mordía, pero todo lo que querías era sentir sus labios sobre los tuyos, aunque fuera por un instante. Pero para él, tu deseo no importaba tanto como garantizar su descendencia.
Con brusquedad, se enterró en tu coño y descargó su semilla caliente una vez más. Te soltó, dejándote caer sobre el colchón, mientras su miembro se deslizaba fuera de ti. De tu coño emanaba una mezcla de sus fluidos con los tuyos y de tu boca escapaban ruidosos jadeos. Tus piernas temblaban mientras un hormigueo recorría tus manos y el ardor en tus muñecas se hacía más intenso. Tus ojos empezaban a cerrarse, el sueño y el cansancio estaban a punto de hacerte desfallecer.
—¿A-amo...r? —pronunciaste con voz débil. Creíste que había terminado, pero estabas totalmente equivocada.
Intentaste moverte, pero Donatello se adelantó jalando tu cuerpo y dándote la vuelta. Se plantó entre tus piernas y comenzó a embestir con fuerza, llenándote por completo con su dura polla palpitante. Chillaste de placer mientras tu espalda se arqueaba y te agarrabas con fuerza a sus brazos. Al toparte con su mirada, sentiste que el mutante que te estaba follando con brutalidad no era «tu Donnie», era solo eso, un mutante dominado por su necesidad de reproducirse. Sus ojos se oscurecieron y sus pupilas estaban dilatadas, era un animal en busca de la satisfacción propia... y joder, te ponía de lo más caliente verlo en ese estado salvaje.
Se agachó para continuar devorando tu piel, te aferraste a su cuello y parte de su caparazón cicatrizado. Te movías con cada embestida y gimoteabas una interminable cadena de súplicas que serían cumplidas por su apetito bestial. Estabas a punto de estallar en un nuevo orgasmo... o quizás seguías gozando del mismo éxtasis sin fin.
—¡Mhn! ¡Aah!
Cuando Donatello decidió que ya había tenido suficiente, soltó una última carga dentro de ti, saturándote con su esperma. Después de llenarte hasta el borde, salió de tu interior; tu entrepierna era un caos húmedo y su cremosidad goteaba hasta perderse en las sábanas. Por unos instantes, tu marido apreció cómo su semen resbalaba por tus muslos, haciéndolo sentir satisfecho.
Se tumbó a tu lado y te rodeó con sus brazos. Frotaba su mentón contra tu cabeza, soltando chirridos suaves que se asemejaban al ronroneo de un gato. Incluso después de haber terminado, continuaba portándose territorial; su abrazo era firme y te impedía moverte, aunque tampoco tenías energías para hacerlo.
♡
Al amanecer, Donatello te despertó preocupado. No recordaba lo que había sucedido, pero los chupetones y las marcas moradas en tu cuello lo hacían intuir que su comportamiento no había sido precisamente amable.
—De verdad lo siento, amor —susurró avergonzado.
Mientras te revisaba para asegurarse de que no te hubiera causado ningún daño grave, podías ver la angustia en su rostro. Conocías su auto-recriminación interna, sabías que se estaba maldiciendo a sí mismo por no haber podido controlarse.
Con ternura, acariciaste su rostro antes de unir tus labios con los suyos, demostrándole que no estabas enojada con él y que lo ocurrido no te hacía dejar de amarlo.
—Estoy bien, tranquilo —sonreíste—. ¿Te haría sentir mejor si te digo que lo disfruté?
Donatello se sonrojó y negó con la cabeza.
—Creo que te corrompí.
—¡Claro que no! —reíste y te lanzaste a sus brazos. Cubriste su rostro con besitos dulces que terminaron por empalagarlo—. ¿Ves? Soy la misma de siempre.
Antes de que retomara sus labores en la Resistencia, te dedicaste a envolverlo en besos y caricias, reafirmando el profundo amor que sentías por él. A pesar de que se encontraba atormentado por el uso que había hecho de tu cuerpo, tus muestras de afecto le brindaron consuelo y gradualmente calmaron su inquietud.
ʕ´•ᴥ•'ʔ Hola, soy la escritora, Mafer.
ENCUESTA INEGI:
¿Qué les gustaría ver en los próximos oneshots? (Ya sea para este o los otros libros de oneshots)
Déjenme temas ✨ no prometo escribir todos (porque mi cabecita no da para tanto JAJAJA) pero eventualmente trataré de abarcar la mayoría
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top