OO7 ▬ Peter Pettigrew
🧬 RIDE OR DIE !
seven; Peter Pettigrew
Me despedí de todos y subí al camión, me senté en uno de los asientos y recargué mi cabeza en la ventana.
Las doce horas del acuerdo habían acabado y mi grupo y yo volvíamos a ponernos en marcha para irnos a Washington, con la excepción, de que ahora nos acompañan tres personas más; Maggie, Glenn y Tara. Por lo menos el camino no será tan aburrido.
Di una última mirada a la iglesia y suspiré al saber que probablemente no los vea dentro de algunos años. Vaya mierda que es encariñarte tan fácil con las personas.
—¿Estás bien? —me acomodé en mi asiento al escuchar la dulce voz de Maggie —. Te noto triste.
—Me siento mal —respondí y ella frunció el ceño tocando mi frente —. No, no me siento enferma ni nada de eso. Me siento mal por ustedes —miré a Glenn y Tara que estaban intercambiando latas de comida.
—¿Por qué, cariño? —agarró un mechón de mi cabello y jugueteó con él.
Humedecí mis labios. —Dejaron a su familia por nuestra culpa. Fue algo egoísta de nuestra parte —agaché la mirada con vergüenza.
Dio unas palmaditas en mi espalda. —No es tu culpa, además, fue nuestra decisión. Extrañaré a mi familia, claro, pero sé que los volveré a ver y seguramente ya tendremos un mundo mejor.
Traté de sonreír pero salió más una mueca. —Eso creo.
—I'm slim shady, yes, I'm the real shady, All you other Slim Shadys, are just imitating. So won't the real Slim Shady, please stand up, please stand up, please stand up —Tara y yo cantábamos al unísono entre risas y gritos.
Glenn aún me veía sorprendido al ver que me sabía la canción. —¿Cómo es que conoces a Eminem?
Reí al ver la cara de confusión del coreano. —Mi padre tenía buenos gustos musicales.
—Tu papá debió ser joven porque a mis padres les daba el patatús cuando escuchaban esa música —rió Rosita.
—Sí... me tuvieron a una edad muy temprana —dije restándole importancia.
Seguimos cantando pero el grito de Rosita nos interrumpió. —¡Cuidado, Abraham!
Gritó para que Abe rodeara el accidente que estaba en medio de la carretera pero ya era demasiado tarde... el camión se había volteado.
El humo y los gruñidos de los caminantes se hicieron presentes. Toqué mi frente y sentí algo frío, miré mis dedos y efectivamente, estaba sangrando.
Todos salimos en fila del camión para poder acabar con los caminantes.
—¡Como odio a estos pedazos de mierda! —dije cuando un caminante con la carada completamente desfigurada se acercó a mí para intentar morderme, pero antes de que lo pudiera hacer incrusté mi cuchillo en su blando cráneo.
—Traeré el botiquín —dijo Rosita al ver que los nudillos del pelirrojo sangraban.
En ese momento el camión explotó.
—¡Genial! —sonreí sarcásticamente —. Se prendió en llamas. Nada puede salir mal.
—¡Oye! ¿Cómo te atreves a quemar ese libro? —reproché y le quité el libro de las manos a Tara, a lo cual me miró confundida —¿La cúpula? ¿Steven King? —ella frunció el ceño sin entender lo que yo decía —¡Oh vamos! Es un libro maravilloso, fue escrito por el maestro del terror —Chambler negó y yo suspiré decepcionada —. Es el autor de IT —ella asintió entendiéndome —. Te hace falta la cultura literaria.
Maggie lanzó unos periódicos al bote donde estaba una fogata improvisada. —Me da curiosidad al saber que amas con locura los libros, ¿por qué?
Miré a la ojiverde. —Mi mamá era maestra de literatura. Ella tenía un gran librero en su oficina y siempre agarraba libros, a veces me regañaba —solté una risita.
—¿Cómo murieron tus padres? —preguntó Glenn.
Rosita colocó su mano en mi espalda al ver que mi respiración se había acelerado y mi mandíbula se encontraba tensa. —Iré a ver los libros —me puse de pie dejando al coreano con la duda.
De algo que no me gustaba hacer era hablar de mis padres, más bien, de lo que les había pasado. No quería, más bien, no debía olvidarlo, no debía olvidar esa noche y eso era lo que me atormentaba día y noche, me atormentaba el no dejar ir esos recuerdos y siempre estaba pensando en ello.
Suspiré con pesadez y seguí caminando por los pasillos de la biblioteca intentando buscar un libro que llame mi atención. Necesitaba leer algo nuevo ya que había leído Harry Potter, y los libros científicos que Eugene me obligaba a leer por los últimos cuatro años, amo la saga y estoy enamorada de la trama, y de Harry, pero debía leer algo nuevo.
Alzaba mi linterna leyendo título tras título hasta que leí Juego de Tronos, canción de hielo y fuego I. Tomé el libro, le di la vuelta para poder leer la reseña. —Dragones y reyes. Interesante —sonreí para mí y guardé en mi mochila la saga completa.
Seguí caminando por los pasillos y guardaba cada libro que me llamaba la atención. A los minutos regresé a la fogata donde se encontraba el grupo alrededor de esta.
—¿Qué llevas ahí? —me preguntó Abe al ver la mochila totalmente llena.
—Libros —sonreí con entusiasmo.
Él resopló, sobando el puente de su nariz. —Ya hablamos de esto, Nydia.
Bufé. —Sí, pero me aburro. Por favor —supliqué mirándolo.
El pelirrojo negó. —Sabes que sólo debemos guardar cosas importantes.
Agaché la mirada con desilusión. —Iré a dejarlos —murmuré.
—Abraham, deja que lleve los libros. Una mochila menos no nos afectará —me defendió Glenn haciendo que mi corazón de pollito salté de felicidad.
Abraham suspiró. —Está bien.
Sonreí y me lancé a los brazos de mi amigo coreano. —¡Gracias, gracias, gracias! —lo abracé por el cuello y dejé un beso en su mejilla provocando una risita en el Rhee.
—Mierda, eso fue tetríco —mencioné al ver la llanta rodando por si sola.
El sonido de las llantas cayéndose nos hizo sobresaltar, y también ponernos alertas cuando varios caminantes salieron de la estación de bomberos.
—Vienen del otro lado —avisó Glenn.
Los caminantes ya estaban encima de nosotros.
Pateaba las piernas de los caminantes para que se arrodillaran y clavarles mi cuchillo en sus asquerosos cráneos. ¿Qué? soy de estatura de bolsillo, no alcanzo los cráneos.
Una ráfaga de agua salió disparada empapándonos y haciendo que los caminantes cayeran al suelo por la fuerza. —Creo que voy a vomitar —mascullé al ver como los cuerpos de los muertos se deshacían con el agua.
—Fui a ocho ferias de condado y a un rodeo de cabras. Nunca había visto nada como eso.
—¿Será por qué en ese entonces no existían esas mierdas? —le respondí a Abraham y él sonrió.
—Había una tienda de caridad ahí, junto a la librería. Está destruida, pero quizás tenga provisiones, ¿ropa seca, tal vez?
Abe negó. —No es necesario. Puedo limpiar esa toma en un instante.
Exprimí mi camisa tratando de sacar la mayor cantidad de agua pero era en vano.
Resoplé. —En lo que reparas eso, iremos por ropa y a la farmacia.
—¿A la farmacia?
Asentí. —¿Quieres tener una gran mancha de sangre en los asientos?
—Tienen cuarenta minutos.
Nosotros asentimos y corrimos.
Tara y Glenn irían a la farmacia y Maggie, Rosita y yo iríamos por ropa y provisiones.
Rosita gritó que estaba despejado así que Maggie y yo entramos a la tienda.
—Nydia, mira —giré a ver a la ojiverde que estaba sosteniendo un vestido color coral.
Meneé la cabeza. —Es lindo.
Ella sonrió. —Pruébatelo —negué con el ceño fruncido.
Rosita apoyó a Maggie y con fastidio tomé el vestido y me dirigí al baño. Me quité la ropa mojada y coloqué el vestido en mi cuerpo, un poco corto para mi gusto y pegado a mi cuerpo, sí, no me veía tan mal pero no.
Salí del baño y cuando ambas chicas me miraron chillaron emocionadas y comenzaron a darme más ropa; faldas, blusas cortas, pantalones.
—Me agarraron de modelo ¿o por qué esta humillación? Sé que soy bonita pero pensaba estudiar otra cosa —reproché mientras me ponía la falda número cinco de la tarde.
—Ya deja de quejarte y sal que queremos verte —dijo Maggie y salí del baño.
Ellas volvieron a chillar emocionas, sí, cada ves que me veían hacían eso.
—Definitivamente la llevaremos —informó Rosita mientras metía la demás ropa que ya me había probado.
Maggie me tendió otro conjunto; camisa cuadrada, pantalón y tenis.
La camisa me recordaba a Carl. Maldito Grimes.
Suspiré rendida y entré al baño. Poco tiempo después salí y me miré al espejo.
Fruncí el ceño. —No me jodas. Me parezco a Carl.
Rosita y Maggie sonrieron de manera coqueta y saltaron juntas mientras chillaban emocionadas. —¡Lo sabía! ¡Te gusta Carl! —exclamaron al unísono.
Abrí los ojos en par. —¿Qué? ¡No! Grimes no me gusta, ni siquiera somos amigos, ¿cómo puedes relacionarme así con él?
Rosita enarcó una ceja. —Nosotras sabemos lo que estamos diciendo.
—Extrañas a Carl, es obvio.
—Extraño molestarlo. Era divertido ver su cara de enfado —solté una risita.
La puerta de la tienda se abrió dejando ver Glenn y Tara con bolsas en sus manos llenas de medicamentos y cosas de higiene. —Ya debemos irnos —avisó Tara.
—¿Por qué Nydia tiene la camisa de Carl? —preguntó Glenn ladeando la cabeza haciendo que Maggie y Rosita soltaran una carcajada.
Resoplé. —Ya no puedo con esta humillación. Renuncio.
—¡No soy un científico! ¡No soy un científico! —los gritos de Eugene provocaron que Glenn y Abraham dejaran de pelearse.
—Mentí. No soy científico. No sé como detener esto. No soy científico —todos nos quedamos atónitos.
Me senté en el suelo y restregué mi rostro con mis manos por la frustración y decepción. Todos estos malditos años fueron mentira.
—Eres científico, vi las cosas que sabes hacer —dijo Rosita en la negación.
—Sé cosas.
—¿Tú solo... sabes cosas?
—Sé que soy más inteligente que la mayoría. Sé que miento muy bien y sé que necesitaba ir a Washington.
Dios, casi no te pido nada pero dame paciencia.
—¿Por qué? —preguntó Maggie.
Eugene evitaba hacer contacto visual con nosotros. —Porque creo que allí existen más posibilidades de sobrevivir y yo deseaba sobrevivir. Si engañaba a otros para que me llevaran ahí, razoné que también sería bueno para ellos. Dado el estado calamitoso de la ciudad de Houston, de todo.
—Hubo gente que murió por traerte aquí —mis ojos comenzaban a picar.
—Soy consciente de eso. Stephanie, Warren. Pam. Rex. Roger. Josiah. Dirk y Josephine. Y Bob. Empecé a dudar al conocerlos mejor pues soy un cobarde. La realidad de llegar a destino y revelar la verdad se convirtió en una mierda aterradora. Decidí ralentizar nuestra marcha. Quería tiempo para inventar excusas, para que cuando llegáramos...
Me puse de pie y caminé hasta quedarme enfrente de él. —¿No nos ibas a decir que eres un farsante hasta que llegáramos a Washington? —él asintió —No pude buscar a mi hermano por ti. No pude saber si seguía vivo, por ti. Arriesgué mi vida, por ti. Dejé todo, por ti —mi vista se comenzó a nublar —. Estaba dispuesta a dar mi vida por ti... Pero ahora... no quiero ni verte. Me quitaste la oportunidad de encontrar a mi hermano vivo o muerto, y eso no te lo voy a perdonar.
En ese momento Abraham se levantó del suelo y lo golpeó, Glenn y Tara trataban de separar a Abe pero antes de que lo hicieran él dejó un último puñetazo dejándolo inconsciente, Eugene cayó de cara al suelo.
Abraham se alejó unos cuantos metros del camión y se dejó caer de rodillas.
—¿Estás bien? —me preguntó Glenn.
Asentí sin mirarlo y me subí al techo del camión. Abracé mis rodillas y me permití a soltar las lágrimas que estaba reteniendo. Realmente Eugene me había quitado la oportunidad de buscar a mi hermanito.
—¡Aren! ¡Aren! —le grité a la puerta del baño pero no recibí respuesta.
Con miedo abrí la puerta pero no se encontraba, no había rastro de sangre.
—¡Aren! ¡Aren! ¡Aren! —gritaba el nombre de mi hermano.
—Niña, ¿quién demonios es Aren? —el pelirrojo que me había encontrado me agarró de los hombros con fuerza y me obligó a mirarlo.
—Mi hermano. Necesito encontrarlo.
—Tenemos una misión. Llevar a este hombre —señaló un tipo con cabello raro —a Washington y salvar el mundo. Si nos acompañas podemos buscar a Aren.
—No hay tiempo para buscar a un niño que la probabilidad de que este muerto es del 100%. Debemos seguir.
Negué. —Tú dijiste que... me ayudarías —miré al pelirrojo pero él negó —¡No! Tengo que encontrarlo. Él está vivo. Yo lo sé. Debo encon...
Vi todo negro.
—¿Qué es GRENATM? —preguntamos confundidos Glenn y yo al unísono.
—Nuestras iniciales. El nombre del grupo. Solidaridad. Una banda de hermanos. "GRENATM" —señaló las botellas de agua, las cuales tenían nuestras iniciales marcadas en la tapa —. Estoy pensando en tatuármelo en los nudillos.
—Rosita, ¿puedo tatuarme los nudillos?
Ella frunció el ceño. —Tatúate las nalgas —dijo en español.
—No te entendí pero lo tomaré como un sí.
Maggie se estaba encargando de cuidar a Eugene. Seguía inconsciente y si lo movemos empeorará, según Maggie.
Agarré la botella de Abraham y me acerqué a él. —Vamos. No bebiste nada en todo el día. Toma la botella —le tendí la botella pero él seguía ignorándome —. En serio, ni mi primo de cuatro años hacía esta estupidez —le dio un manotazo a la botella y esta salió volando —. No te portes así, Abe —ni siquiera me miraba —. Mírame.
—No.
—¡Mírame! —exclamé, ya harta.
Él se puso de pie y me fulminaba con la mirada. En sus ojos se podía ver la furia, retrocedí al ver que se acercaba a mí.
Maggie sacó su arma y le apuntó. —Si no te sientas, te mato —quitó el seguro.
Pasaron unos segundo pero volvió a la misma posición.
La ojiverde se me acercó y me abrazó.
Si mi vida fuera un libro tendría que hacer una saga. Sí creo que empezaré a escribir mi biografía.
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