OO1 ▬ abandoned boys
🧬 RIDE OR DIE !
one; chicos abandonados
—¿Qué casa crees que soy? Spoiler: No soy Slytherin —me recargué en el respaldo del asiento de Rosita para poder mirar mejor al pelirrojo.
Abraham se quedó callado por unos segundos tratando de pensar, o más bien, recordar las cualidades de las casas, que por cierto ya le había dicho.
—La de los pingüinos —dijo con una sonrisa triunfadora en su rostro.
Fruncí el ceño confundida pero solté una carcajada al caer en cuenta que se refería a Ravenclaw. —De hecho son cuervos pero te esforzaste —di unas palmaditas en su hombro.
Eugene tocó mi hombro y me volví a sentar en los asientos traseros. —Eres 60% Gryffindor, 20% Hufflepuff, 10% Ravenclaw y 10% Slytherin —la manera en como lo decía lo hacía parecer un robot.
—Eh, creo que sí —me encogí de hombros y volví a mirar el camino a través de la ventana.
La verdad es que no había mucho que ver, sólo eran los enormes árboles y uno que otro muerto. Mi mente siempre estaba pensando lo mismo: ¿Qué hay en Washington? Pues ese es nuestro destino final y ni siquiera sé si aún existen las instalaciones que Eugene dice y todo este viaje es sólo para que Eugene pueda hacer la cura, y la humanidad, o lo poco que queda, vuelva a tener una "vida normal".
¿Tenía esperanzas? no lo sé.
La voz de Rosita me obligó a salir de mis pensamientos. Todos se estaban bajando de la camión y claramente yo no iba a hacer la excepción.
—Mierda —murmuré en un susurro al ver a una chica aplastarle el cráneo a un muerto con una escopeta.
La chica nos miró. —Espero que hayan disfrutado el espectáculo, idiotas.
Rosita agarró mi mano y me coloqué a su lado, ella se puso enfrente de mí tratando de esconderme.
—Tienes una boca muy sucia, ¿lo sabes? —el tono de voz de Abraham intimidaba —¿Qué más tienes?
Examiné el suelo y abrí los ojos sorprendida al ver a un chico asiático desmayado o ¿muerto?, no, no está muerto, acaba de respirar.
Caminé hacia el pelirrojo. —Abe, debemos ayudarlos.
—¿Por qué?
—Hay un chico medio muerto, además, esa chica tiene agallas. Si logramos convencerlos tal vez nos acompañen y así seríamos más —me crucé de brazos.
Él asiento y volvió a mirar a la chica. —Soy el sargento Abraham Ford. Ellos son mi grupo. Rosita Espinosa, el doctor Eugene Porter y Nydia Denson —nos señaló a cada uno —. Podemos ayudarlos.
Ella asintió. —Tara Chambler.
Abraham, Rosita y Tara subieron al asiático a la carrocería del camión.
—¿Puedo irme atrás con ellos? —pregunté esperanzada, aunque ya sabía la respuesta.
—No —bufé y miré de mala gana a Abe.
—Por favor —supliqué.
—NO.
—Entonces... ¿Anotaron el nombre de Harry en el cáliz y es por eso que salió el papel con su nombre? —preguntó Tara, algo confundida.
Asentí.
Y sí, logré convencer a Abraham que me dejara irme con ellos atrás después de haberle insistido por más de una hora, se hartó de mí.
Y durante el camino le había contado la historia de Harry Potter a Tara y sinceramente me emocionó al ver como me ponía atención y se sorprendía cada vez que había una escena emocionante.
Me quedé callada al ver como el chico empezó a despertar.
—No te muevas. Toma un poco de agua —Tara le dio una garrafa.
Miró desorientado todo, con pánico. —¿Dónde estamos? —su vista se dirigió a mí —¿Quién eres tú?
—No tengo idea a donde estamos y ella es Nydia.
—Con i griega —resalté.
El chico estaba pálido y parecía que había muerto y revivido.
Tara trató de hacerle recordar las cosas. —Luchamos contra mordedores, y te desmayaste tras dejar la prisión. No sabía que hacer y este camión me pareció más seguro que el camino.
Se notaba a kilómetros que estaba preocupado. —¿Pasamos un autobús? —me agarró de los hombros —. En el camino, ¿pasamos un autobús?
Ambas asentimos. Yo esaba apunto de lanzarlo por el camión si seguía asustándome con sus preguntas.
—¿Qué vieron? —su voz cambió a una temblorosa. Lo miré a los ojos sin decir nada. —¿Qué vieron?
Tragué en seco. —Estaban todos muertos.
—¿Cuánto hace que lo pasamos?
—Tres horas —respondió Tara.
No dijo nada pero comenzó a golpear la ventanilla mientras gritaba que se detuvieran, en respuesta Abraham les mostró el dedo. Ambos seguían golpeando y fue cuando el asiático golpeó la ventanilla con la culata de la escopeta provocando que esta se rompiera haciendo que el camión se detuviera.
Los dos bajaron del camión y claramente, mi grupo también.
—Esto se va a poner feo —susurré al ver al pelirrojo enojado.
Veía desde lejos como el chico trataba de irse pero Abe se lo impedía.
—Ven acá, cabrona —Rosita jaló mi mano provocando que diera un gran salto del camión hasta el suelo.
Mientras más me acercaba a ellos más fuerte se oía su discusión.
—Aunque no lo creas, de esto tal vez dependa el destino de toda la raza humana —Dios eso si que fue dramático.
El chico nos miró confundidos. —¿De qué hablas? ¿Quién es este tipo?
—Soy el sargento Abraham Ford. Y ellos son mis compañeros. Nydia Denson, Rosita Espinosa y el doctor Eugene Porter. Nuestra misión es llevar a Eugene a Washington, D.C. —él nos miraba a todos tratando de analizarnos —. Eugene es científico y sabe por qué ocurrió este desastre.
—De acuerdo. ¿Qué sucedió?
—Es clasificado —respondió Eugene y frunció el ceño.
—Estuvo hablando con los jefes de Washington por su teléfono satelital pero desde hace un par de semanas, nadie contesta al otro lado de la línea. Y vimos cómo te encargaste de esos cadáveres. Nos vendría bien tu ayuda.
Nos miró nuevamente. —Perdón —fue lo único que dijo ya que empezó a caminar.
Sabía que Abraham no se iba a rendir así de fácil y como supuse, él empezó a seguirlos.
El grito del pelirrojo provocó que me sobresaltara. —Es una pérdida de tiempo —no entendía porque gritaba eso así que apresuré el paso hasta llegar nuevamente al lado de la latina. —Tara nos contó lo que pasó. Y no hay posibilidad de que vuelvas a encontrar a tu esposa. Viva o muerta. Sobre todo porque, lamento decírtelo, ya no está —ambos se detuvieron.
Tara se giró a vernos. —Oye, amigo. Eso fue cruel —habló.
—No fue cruel, fue realista —la miré y ella rodó los ojos.
—No tienes por qué morir tú también. Vamos. Regresa al camión y haz algo con tu vida.
El asiático tiró su mochila. Esto se va a poner feo...
—Cuando la gente que amamos estiran la... Cuando fallecen, no significa que tengamos que seguir sus pasos —el chico se dio la vuelta e hizo la mayor estupidez que pudo cometer.
Le dio un puñetazo a Abe. —Ella está viva, y voy a encontrarla —afirmó y tomó sus cosas para seguir caminando.
Abe se puso de pie con un notable enojo que juraría que su rostro era más rojo que su cabello. —¡Hijo de puta! —corrió y se lanzó sobre el pobre chico, provocando que ambos cayeran al suelo.
—¡Abraham!
—¡No hagas esto, Abraham!
Los dos empezaron a rodar por todo el suelo mientras peleaban y nosotras tratábamos de separarlos.
El sonido de los disparos nos obligaron a voltearnos y ahí estaba Eugene con una escopeta tratando de dispararles a los muertos que lo estaban rodeando.
Lo primero que hice, por instinto, fue correr hacia Eugene para ayudarlo. Él necesita estar con vida.
Clavé mi cuchillo en el primer cadáver que se me cruzó para después sacar mi pistola y empezar a disparar. Segundos después ya todos estaban disparando al pequeño grupo de muertos.
El camión ahora estaba goteando aceite o gasolina, o lo que sea que fuera ese líquido.
¡Genial! nos quedamos en medio de una carretera.
—¿Cuál es tu nombre? —me acerqué al asiático.
—Glenn Rhee.
—¿De dónde eres? —pregunté con curiosidad.
—Corea.
—Eres coreanito —digo con una enorme sonrisa, acomodando la gigantesca mochila en mis hombros.
La mirada de Glenn estaba sobre mí. —¿Por qué una niña está con un tipo como ese?
Fruncí el ceño. —Ese tipo, como tú lo llamas, me salvó la vida —miré a Abraham con una sonrisa y él me la devolvió —. Así como nosotros salvamos la tuya y la de Tara.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top