O49 ▬ museum
🧬 RIDE OR DIE !
forty—nine; museo
Las calles de la ciudad de Washington se encontraban deshabitadas, algo que es más que obvio. En estas solo se podía apreciar las autos varados, los edificios abandonados y algunos caminantes que rondaban por la zona.
El relincho y las pisadas de los caballos hacían eco por las grandes calles, y teníamos suerte de que los muertos no aparezcan, pensándolo bien, los caminantes migraron a las afueras de las ciudades, pues en estas ya no tenían que devorar. En consecuencia, invadieron los campamentos militares. Claramente eso pasó en el inicio de todo esto.
Acomodé el sombrero de Carl de forma correcta ya que lo traía puesto y es algo muy grande para mí, pero mi chico insistió en que lo usara para cubrirme del sol. No había mucho sol por los edificios enormes que nos cubrían de sus rayos. Esa fue una excusa para que yo use su sombrero, sí, él cada vez que puede dice que se me ve genial, eso lo sé, pero es tierno cuando Carl lo dice.
—Te ves demasiado linda con ese sombrero, señorita Ford —solté una risita al sentir el cálido aliento de Carl en mi oído.
—¿En serio? Pues le pertenece a un lindo chico llamado Carl —giré levemente mi cabeza para poder verlo mejor.
Él mantenía su linda sonrisita que adornaba su pálido y pecoso rostro. —Ese tal Carl tiene una suerte de tener a una hermosa chica a su lado —el tono de su voz cambió por uno de ironía, sin dejar de ser coqueto.
Reí con nerviosismo ante su coqueteo. —Eres un tonto —murmuré, dejando un beso en su mejilla.
Ambos nos encontrábamos cabalgando el mismo caballo, así que el ojiazul podía abrazar mi cintura para evitar resbalarse y caer al suelo. Cal apoyó su frente en mi espalda, se separó un poquito para dejar un beso en mi hombro y volvió a apoyarse en mí.
—Hueles al sol —murmuró un poco adormilado.
Solté una risita. —¿Cómo se supone que huele el sol? —pregunté con confusión.
Pude sentir como se encogía de hombros. —No lo sé —se quedó unos segundos en silencio tratando de buscar las palabras exactas para describir eso —. Tal vez huele a vainilla... No sé ni que estoy diciendo, tengo demasiado sueño.
No voy a mentir, yo también me muero de sueño, pero ambos decidimos leer cómics, comer dulces caducados y hacernos cariñito mientras veíamos el amanecer.
—Lo único que sé es que eres tan preciosa como el sol en los atardeceres —él dejó un ruidoso beso en mi mejilla.
Aparté la mirada apenada con mis mejillas a nada de estallar por el intenso color rojo que se adornaba en ellas. Llevamos un buen tiempo de relación y aún así sus coqueteos y muestras de afecto me logran poner increíblemente nerviosa, reacción que solo él puede causar en mí.
La voz de Rick nos obligó a poner nuestra atención al ojiazul. Él comenzó a explicar un poco de cómo nos repartiremos las labores adentro del museo. Miré de reojo a mi hermano, él logró convencer a Rick de que lo dejara venir, así que ahora se encuentra justo aquí.
Carl me cargó para ayudarme a bajar del caballo, le agradecí y ambos caminamos hacia la entrada del gran edificio.
Tocaron las puertas y esperamos un par de minutos para que algún caminante se apareciera y no tardó mucho en llegar el primer muerto, el cuál fue inmediatamente re-matado por la katana de Michonne. Entramos al museo, y claramente estaba desolado, lo único que se escuchaban eran nuestras pisadas, nuestras respiraciones y uno que otro gruñido de algunos caminantes que se encontraban allí.
Al adentrarnos más pude darme cuenta que habían ocupado este lugar como un refugio cuando todo este desastre comenzó, pero con las manchas de sangre por todo el suelo era demasiado evidente que los caminantes habían entrado a destruir y causar terror en el lugar.
Busqué con la mirada a mi hermano y la preocupación se esfumó al verlo junto a Daryl y Ezekiel.
Me detuvé al ver el piso de cristal donde abajo de este se encontraban demasiados caminantes. —Aren —llamé a mi hermano y extendí mi mano, indicando que viniera a mi lado. Él corrió hacia mí y en cuestión de segundos ya se encontraba junto a mí —. No te separes de mí.
—Cuidado.
Un caminante cayó del cuarto piso junto a un pedazo de alguna columna, haciendo que el cristal tuviera algunas grietas.
—Continúen. Ya lo resolveremos.
—Cuando tenía siete años el colegio hizo una excursión al museo de historia natural de Nueva York —sonreí al recordar ese paseo.
Carl me miraba atento, con una sonrisa mientras hacía más fuerte el agarre de nuestras manos. —¿Recuerdas lo que pasó?
Asentí levemente. —Mi mejor amigo de ese entonces vomitó al ver el esqueleto del T-Rex —reí por lo bajo.
La risa del ojiazul hizo que mi sonrisa se agrandara. —¿Cómo era él? —preguntó con curiosidad.
—Era pelirrojo y con demasiadas pecas, literalmente era la viva imagen de un Weasley solo que usaba unos enormes lentes de color azul que cubrían la mitad de su rostro —el tono melancólico de mi voz hizo que una pequeña sonrisa nostálgica se hiciera presente en mis labios —. Su nombre era Nick. Recuerdo que era demasiado tímido, incluso conmigo que lo conocía desde preescolar. Nunca habló con los demás niños del salón, yo era su única amiga y eso no me molestaba, al contrario, amaba pasar tiempo con él pues después de pasar un día lleno de gritos de mis compañeros podía estar en tranquilidad a su lado... Era tan introvertido que pasaba desapercibido por todo el mundo, incluyendo a los profesores.
Relamí mis labios para continuar hablando. Realmente había pasado demasiado tiempo que no hablaba de él y extrañaba hacerlo. —Él fue el único que no me abandonó cuando todo el salón se enteró de la situación de mis padres. Aprendí que los niños podían ser demasiados crueles y usaban las cosas malas que te ocurrían para molestarte —solté un suspiro al recordar esa pesada época en la escuela —. Nick se metió a una pelea por mí —miré a mi novio, él cuál me miraba con intriga para que siguiera hablando —. Los bravucones del curso comenzaron a decir cosas horribles sobre mis padres y sobre mí. No sé cómo pero Nick dio el primer golpe directo a su nariz. Obviamente no salió bien, pues eran cinco contra uno, nada justo. Terminaron rompiendo su brazo.
—Era un gran amigo —murmuró Carl, dando un leve apretón a nuestras manos entrelazadas —¿Qué ocurrió con él?
—Era asmático. Un día en el colegio olvidó llevar su inhalador, él dijo que no iba a ocurrir nada pues llevaba meses sin ningún ataque pero yo no estaba muy convencida, sin embargo, lo dejé pasar conforme iba yendo el día... Todo iba bien hasta que tocó deportes, Nick sabía que no podía agitarse mucho sino el aire se le iba. Recuerdo que le dijo al profesor pero él no tenía idea de que sufría de un problema respiratorio, así que no le creyó y pensó que era una excusa para saltarse su clase, así que lo obligó a correr cinco vueltas por todo el gimnasio —pestañeé con rapidez para evitar que alguna lágrima rebelde saliera.
—Como era de esperar el aire comenzó a faltarle hasta que cayó de rodillas al suelo con desesperación por no poder respirar. Yo entré en pánico, no podía moverme ni podía despegar mi vista de él, como con su mirada me pedía a gritos que lo ayudara. No supe qué hacer en ese momento... La ambulancia llegó por él, pero ya era demasiado tarde. Nick murió antes de ser atendido por los paramédicos.
Carl se detuvo para mirarme con algo de lastima. —Eras muy pequeña para presenciar eso. Y sé que te culpaste o culpas por eso, pero entraste a un shock y es entendible.
Antes de que pudiera decir algo, él ya me había atraído a su cuerpo, abrazándome de una manera tan cálida y protectora. Cerré mis ojos, disfrutando del lindo momento que ambos compartíamos en ese instante.
Me separé de él antes de que me pusiera más sentimental y comenzara a llorar. —¿Mejor? —preguntó, acariciando mi mejilla con su pulgar.
—Sí... Gracias, Woody —murmuré con una leve sonrisa.
Incliné levemente mi cuerpo hacia él para juntar nuestros labios en un beso que con el paso de los segundos comenzó a profundizarse.
Jadeé de dolor al sentir los dientes del ojiazul chocar con los míos de manera brusca. Ambos nos separamos, mirándonos con confusión, para después mirar a Daryl con el ceño fruncido.
—Caminen mocosos, no quiero que se estén tragando en pleno pasillo. Juro que si los vuelvo a ver, un solo golpe en la cabeza de Carl no será suficiente —el tono autoritario de su voz me hizo mirar con nerviosismo a mi novio.
Mi chico me sonrió con nerviosismo
—Andando, tortolitos. Hay demasiadas cosas que buscar.
Me senté en el banco, apoyando mis codos en la pequeña mesa que se encontraba allí, pues Carl y yo nos separamos de Daryl y entramos a una sala que por lo que se ve era de química. Sí, algo raro que en un museo haya un salón de química.
—Mi mamá era maestra de literatura en una universidad, había ocasiones en las que pasaba el día en la facultad con ella y para no aburrirme paseaba por todos los salones. Recuerdo que me pasaba horas en uno de estos salones, experimentando con el profesor Bruno todo el tiempo —solté una risita al recordar la vez que un experimento falló y terminó haciendo una leve explosión encima de nuestros rostros.
—Me encanta que recuerdes tu pasado sin estar triste —Carl agarró uno de mis mechones y lo pasó detrás de mi oreja mientras mantenía una sonrisa muy linda que hacía que sus pequeños hoyuelos se resaltaran.
Le sonreí levemente. —Supongo que ahora los recuerdo con felicidad y obviamente con nostalgia, aunque es inevitable no extrañar ciertas cosas del pasado, pero en cierta parte agradezco que esto hubiera pasado, porque conocí al grupo, y te conocí a ti.
Mi Carl frunció su nariz, haciéndolo ver más tierno de lo que ya es. Él no dijo nada, sin embargo, juntó nuestros labios en un tierno y largo beso. Un beso que podía decirlo todo sin necesidad de palabras.
—Encontré semillas de todos los tipos —mi pequeño hermano corrió hacia mí con demasiadas bolsas pequeñas que contenían las semillas.
Abrí levemente mi boca con sorpresa, pues Aren no exageraba al decir que encontró semillas de todas las verduras y algunas frutas. —¿Dónde conseguiste todo esto? —pregunté con confusión mientras miraba las etiquetas.
—En las bodegas —respondió con simpleza, encogiéndose de hombros. —Nunca creí que un museo tendría reservas para el fin del mundo. En estos momentos amo a la persona que se le ocurrió esa maravillosa idea. Amén.
—Veo que el humor de Vik es contagioso —dije de manera divertida.
Parece que invocamos al ojiverde ya que después de decir su nombre él apareció detrás de Aren con unos remos que triplicaban su tamaño. —No me culpes por la actitud de tu mocoso —frunció levemente el entrecejo y fingió estar indignado. —¡Mentira! Aren es como mi aprendiz, ¡es genial tener un mini yo! Es como tener un hermanito, ya saben, ustedes y Enid son como mis hermanos mayores, prácticamente soy su hijo —nos señaló a Carl y a mí —. Ahora soy el hermano mayor de Aren y de verdad se siente genial ser el que ordena y no el que recibe. Ustedes entienden.
—Tiene sus cosas buenas y sus cosas malas —dice Carl, abrazándome por la espalda.
Vik se encogió de hombros. —Meh, déjenme con mi ilusión —dramatizó el ojiverde, apoyándose levemente en los remos.
Aren iba a hablar pero fue interrumpido por el sonido del cristal rompiéndose y el grito de Ezekiel.
────── (🪐) AUTOR'S NOTE
si entendiste la referencia de "hueles al sol", casate conmigo 😽
love u si aún sigues aquí 💗
diivolved ♡
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