O38 ▬ love


🧬 RIDE OR DIE !
thirty—eight; amor

Yellow de Coldplay se reproducía en el estéreo. Miré el reproductor con nostalgia, pues ahí adentro se encontraba el disco que papá y yo escuchábamos todo el tiempo. Agarré el marco donde se encontraba la foto que había tomado hace unos meses.

Mis lágrimas empañaron mi vista y toqué el rostro de ambos con la yema de mi dedo. Los tres nos veíamos tan felices que nunca hubiera pensado que unos meses después hubieran muerto como castigo de nuestras estúpidas decisiones.

Si tan solo nunca hubiéramos atacado esa base. Si tan solo nos hubiéramos negado...

Pero el hubiera no existe.

Negan merecía morir y de eso me iba a encargar, pero... ¿nos merecíamos esto? esa pregunta no me dejaba dormir, además de que esa noche está en mi mente las 24 horas. Glenn no merecía eso, él realmente quería vivir pero eso se le fue arrebatado por Negan, él anhelaba vivir y ver crecer al bebé... Y mi papá... Se comportó como un idiota cuando terminó su relación con mamá, pero era un excelente hombre, era mi ejemplo a seguir... Él se había encargado de cuidarme cuando nadie lo hacía, me cobijó y me cuidó como si fuera su hija biológica, me protegió como un padre debe proteger a su hija. Abraham Ford siempre será mi padre y nadie podía hacer nada para cambiarlo.

Mis gritos, el llanto, las voces y el sonido del bate chocando contra las rocas, resonaba en mi cabeza. Una y otra y otra vez, y ya no podía seguir viviendo así. No podía seguir escuchando voces que no son mías.

Limpié mis lágrimas con rudeza y me levanté del suelo. Dejé el marco de la foto en el escritorio para evitar hacerle algún daño.

Repulsión. Ese sentimiento que me invade al saber que Negan era parte de mi pasado... Lo quería, claro que lo hacía... Ahora lo quiero de rodillas frente a mí mientras me suplica por su vida como yo supliqué por la de ellos.

El enojo me carcomió por completo al seguir escuchando la voz de Negan. La manera en que había confesado lo que hizo me ponía furiosa, lo había dicho como si hubiera ganado un maldito premio o como si fuera la mejor historia del mundo. Él destruyó a mi familia, y no sólo una, dos malditas veces me arrebató lo que más amaba.

Las lágrimas empezaban a caer, lágrimas de tristeza, de frustración y de impotencia. Todas esas emociones juntas eran como si las hubieran licuado y las botaran en mí.

Recuerda lo que hacía papá.

Me obligaba a mi misma a visualizar lo que él me decía pero era en vano. Lo único que podía visualizar era el bate impactando contra su cabeza.

Tiré al suelo lo primero que llegó a mi vista. Tiraba con enojo todo lo que se me cruzara y sin darme cuenta, comenzaba a buscar la cajetilla. Después de tantos meses sin probar el amargo sabor del tabaco. Todo se remontaba a un círculo vicioso y ya era algo tarde para poder salir de allí... Al menos por mi misma.

Gruñí con frustración al abrir el cajón y darme cuenta que no estaba ahí.

La puerta se abrió de golpe y me di la vuelta para ver quién era.

—Nydia... —me habló a la vez que sacaba la cajetilla de su bolsillo.

—Carl, por favor.

Él negó.

—Carl, no estoy jugando. Dámela —exigí con desesperación.

El ojiazul corrió fuera de la habitación para adentrarse al baño y tirar la cajetilla al escusado. Me acerqué a él y lo empujé. —¿Qué te pasa, Grimes?

Carl parecía inmutarse a mis quejas. Lo menos que quería era pelear con él, pero realmente me había enfurecido que hiciera eso.

Regresé a mi habitación e iba a cerrar la puerta pero Carl puso su pie para evitarlo. —Por favor vete, quiero estar sola —dije sin mirarlo pero al escucharlo suspirar sabía que no lo iba a hacer.

—Nydia. Le prometí a Abraham que iba a cuidarte y lo pienso cumplir —bajé la mirada y mi vista se volvió a cristalizar —. No voy a permitir que te sigas matando de esa manera. Si quieres golpearme, hazlo. Si eso te hace sentir mejor.

Me di la vuelta para verlo. Mantenía un semblante serio pero autoritario. —¿Y qué pasa si eso es lo que quiero? —su expresión cambió y comenzó a balbucear sin saber que decir —Te lo he dicho, Carl. Prefiero morir de eso, que devorada o... por un bate —susurré lo último y sequé las lágrimas que habían salido —. Y sinceramente, ya no sé si quiero seguir así.

No dijo nada, sin embargo, se me acercó para rodearme en un cálido abrazo. Esto ya era costumbre. Llorar, abrazar a Carl y sollozar en su pecho. La misma rutina de siempre pero nunca me cansaría al saber que él siempre estaba ahí.

Me separé de él y ambos hicimos contacto visual. —Déjame ayudarte —murmuró, juntando nuestras frentes.

Eso no era nuevo. El sentimiento sí. No importaba cuantas veces hiciera eso, Carl siempre lograba tranquilizarme.

Abrí los ojos cuando Carl separó levemente su frente para dirigir su mirada a mis labios. Sabía lo que estaba pensando y realmente yo también deseaba que lo hiciera, pero no podía permitirme a seguir con esto, porque ya había visto la misma historia una y otra vez, y todas tenían el mismo final. No quería acabar así, no quería que Carl muriera, dejándome sola. No podía soportar perderlo... Aunque ya había caído.

Él se acercó pero antes de que lo hiciera negué levemente con mi cabeza. —¿Ocurre algo, linda?

Me quedé en silencio. No sabía que decir y —posiblemente— si decía lo que pienso se podrían malinterpretar las cosas, y lo que menos quiero es estar en malos términos con Carl.

—Sé que te ocurre algo, ¿dime qué es? No puedo ayudarte si no sé qué es lo que te pasa.

—Tú eres mi problema, Carl Grimes —él me miró con incredulidad —. He perdido a tantas personas que parece que solo estoy esperando mi turno. Sé que tú también has perdido demasiado... Y no quiero que te pase nada a ti porque me importas y... —di una bocanada de aire para tomar valor para decirlo —Enamorarme de ti significa que algún día yo te voy a perder o tú me perderás. Y ya estoy harta de perder a las personas que amo.

El miedo me está dominando. A pesar de todo, seguimos siendo unos adolescentes con el peso de tratar de comportarnos como adultos. Cada vez me hacía más pequeña, dominándome por el miedo que no me deja vivir.

Volvió a cortar la distancia que nos separaba. Carl agarró mi cuello con delicadeza y acariciaba mis mejillas con sus pulgares. —Lo sé. Pero quiero vivir junto a ti lo que resta de mi vida. Y si eso significa que algún día nos perderemos, tomaré el riesgo —su rostro se acercó más al punto en el que las puntas de nuestras narices chocaban —. No te estanques por el miedo. Mereces ser feliz —susurró en mis labios.

—¿Lo merezco? —alcé mis vista para encontrarme con la del ojiazul.

Carl llevó una de sus manos a uno de los mechones rebeldes que sobresalían de mi coleta, colocándolo detrás de mi oreja. Me sonrió, juntando su frente con la mía. Su respiración se aceleró, todo lo contrario a la mía, mi respiración disminuía. —Lo mereces... Conmigo —mencionó antes de juntar nuestros labios.

No era nuestro primer beso pero sin duda era el más especial para ambos.

Nuestros labios comenzaron a moverse de manera lenta para hacer más profundo el beso. Era algo torpe pero para mí era perfecto. Todos los sentimientos que siento por Carl se habían presentado en mi estómago como las famosas "mariposas" pero no eran simples maripositas, era un zoológico entero.

Carl bajó una de sus manos a mi cintura mientras que la mano que aún estaba en mi cuello la dirigió a mi nuca para profundizarlo aún más. Yo enredé mis manos en su cuello y entrelacé mis dedos en su sedoso cabello.

Me separé primero cuando el oxígeno me comenzó a faltar y apenas volví a tomar una bocanada de aire, Carl volvió a atacar mis labios, apretando levemente mi cintura. Tironeé un poco de su cabello.

—Sé mi novia —murmuró una vez que nos separamos.

—Qué romántico —lo miré con burla.

Él soltó una risita. —¿Quieres que me hinque y te lo pida? Lo puedo hacer si eso quieres, no me molesta.

Sonreí de lado. —Eres un tonto.

—¿Tonto por ti? Sí, sí lo soy —quitó la mano de mi nuca para bajarla a mi cintura, haciendo que sus dos manos la abrazaran con delicadez —. Sé que no soy Jon Snow ni mucho menos Harry Potter pero créeme que te protegeré como Jon a Daenerys y te amaré como Harry a Ginny —enarqué levemente una ceja.

Lo miré con ternura y llevé mi mano a su mejilla, acariciándola levemente. —Jon mata a Daenerys.

—Oh mierda. Olvidemos lo de Jon —soltó una risita.

—No me importa que no seas mis amores ficticios. Eres mejor que ellos —me puse de puntitas para besar la punta de su nariz.

Carl se ruborizó y para que no lo viera apoyó su frente en mi hombro, escondiendo su rostro en el hueco que se formaba entre mi cuello y mi mandíbula. Reí cuando su alborotado cabello me dio cosquillas cada vez que se removía.

Fearless comenzó a sonar. —¿Taylor Swift? —preguntó aún escondido en mi cuello.

—Déjame verte —le pedí mientras acariciaba su suave cabello.

El ojiazul se separó de mí aún con sus mejillas rosadas. —Tus cambios de humor son como tu disco —murmuró y dejó otro beso en mis labios.

—Cierto. Así me quieres.

Frunció levemente la nariz. —Así que... ¿Ahora soy tu novio?

—Creí que eso había quedado claro.

—No me quedó claro. Terrible, debes besarme de nuevo.

Sonreí burlonamente pero no me negué. —Con gusto —jalé la camisa de Carl, uniendo nuestros labios en otro delicado beso.

Esta vez, Carl aferró sus dedos a mi cintura con algo de fuerza, al igual que yo que me aferraba a su camisa.

La sincronía de nuestros labios aumentó de velocidad, provocando que nos quedemos sin aire más rápido.

—Debería irme —murmuró Carl —, pero no quiero hacerlo.

—Entonces no lo hagas. Quédate a dormir en mi... —suspiré al ver no ver el colchón. Aún era raro —... ¿suelo? Dios, qué pésima novia soy.

El ojiazul negó con una sonrisa. —Le avisaré a mi papá que pasaré la noche aquí.

Asentí.

Antes de salir de mi habitación, dejó un rápido beso en mis labios.

—¿Qué carajos... ?

Nos separamos al instante al ver a Rick y Rosita en el marco de la puerta bastante confundidos.

—Sorpresa —dijimos al mismo tiempo tratando de evitar la incomodidad que se sentía en la habitación.

Miré a mi novio con una mueca de incomodidad.

Gran charla nos toca en este momento.

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