O37 ▬ no more
🧬 RIDE OR DIE !
thirty—seven; no más
Negan había conducido con algunos Salvadores hasta Alexandria. Prácticamente vinieron a dejarnos a "casa", como si fuéramos unos infantes de 5 años.
Negan tocó la puerta de la casa Grimes. Olivia abrió la puerta y se quedó atónita al ver al líder de los Salvadores aquí. Entró a la casa como si fuera suya.
—¿Dónde está Rick?
Olivia comenzó a titubear. —Yo solo...
Negan la interrumpió. —No me importa. ¿Dónde está Rick?
—Salió a buscar provisiones para ti —respondió sin dar rodeos.
—Genial. Esperaré.
—Se fue bastante lejos. Quizá no regrese hoy —eso se podía malinterpretar como una excusa, pero no lo era. Rick y Aaron se fueron el día anterior, y quizás no regresen el día de hoy.
Eso me pone a pensar que si mamá me ve ahorita, me castigará de por vida y lo más probable es que me dé un pequeño jalón de orejas.
La voz temblorosa de Olivia me obligó a dejar mis pensamientos. —Se nos está acabando todo. Estamos prácticamente famélicos.
Negan sonrió con burla. —"¿Famélicos?" Tú. Con "práctimante", quieres decir "no realmente" —hizo comillas con sus dedos.
Olivia se dio la vuelta, a la vez que comenzaba a llorar. Negan se giró a vernos mientras se reía con burla. —Ustedes no tienen sentido del humor —suspiró, para acercarse a Olivia —. Disculpa. ¿Cómo te llamabas?
—Olivia —respondió con su voz temblorosa.
—Bien. Olivia. Siento haber sido tan grosero contigo. Y parece que vamos a estar aquí un buen rato esperando que regrese el líder temerario. Y si estás de acuerdo... podríamos disfrutar teniendo sexo desenfrenado. Es decir, si estás de acuerdo.
La mano de Olivia estampando la mejilla de Negan fue tan satisfactoria. Sin embargo, me tensé cuando Smith se acercó a la mujer para susurrarle algo que no pude escuchar.
—Bueno. Voy a ponerme cómodo y esperar a que lleguen mis provisiones —comenzó a caminar hacia el pasillo para empezar su recorrido, no sin antes ordenarle a Olivia que prepare limonada.
Carl tomó mi mano, y comenzamos a caminar sin decir ninguna palabra.
Negan se paseaba por la casa como si fuera un gran parque de atracciones. He incluso llegó a jugar con el juego de dardos que se encontraba en la habitación de Carl. Juego que ayudaba a Carl a tratar de recuperar su puntería.
—¿Qué hay de esto? —preguntó Smith, apuntando la puerta de la habitación de Judy.
—Es una caldera de agua —respondió Carl con simpleza, tratando de convencer al hombre de no entrar.
—¿En serio, niño? Vamos —le valió un cacahuate lo que Carl dijo y aun así entró.
El ojiazul resopló con molestia.
—¡Miren esto! Mira este angelito —sonreí a la vez que cargaba a Judith.
La pequeña Grimes miró a su hermano como si supiera quién era Negan, pues comenzó a quejarse levemente. Pero la molestia de mi pequeña Judith se esfumó cuando Negan comenzó a acariciar su mejilla.
—Se parece a cierta jovencita que está enfrente de mí, ¿Eva tuvo otra hija?
—Ella es Judith, mi hermana —murmuró Carl entre dientes.
—Esta niñita es preciosa —habló con entusiasmo Negan mientras acomodaba a Judith dormida entre sus brazos.
¿Tuve un déjà vu? La respuesta es sí.
Él solía sentarnos en sus piernas. A Aren y a mí.
—Hola, vecino —saludó Smith al ver a uno de los habitantes pasar enfrente del porche —¿Por qué no pasas más tarde? Quizá hagamos barbacoa.
Él al ver a Negan salió corriendo.
—Me encanta este lugar. Quizá decida quedarme aquí.
Dios, por favor escucha mis plegarias.
Apoyé mi mejilla en la palma de mi mano, y cerré los ojos, disfrutando el sonido de la respiración de Carl. Pero volví a abrilos cuando Negan volvió a hablar. —Estaba pensando en lo que dijiste antes, Carl. Quizá sea una estupidez dejarlos vivir a ti y a tu papá. ¿Por qué me esfuerzo tanto? Tendría que enterrarlos a los dos en uno de esos canteros. Y yo podría establecerme en el barrio residencial. ¿Qué te parece?
La cocina estaba hecha un desastre, pues Negan se encontraba cocinando espaguetis y Carl metía la masa al horno para hornear pequeños panes. Después de que Negan nos haya obligado a ver como se afeitaba y aguantar la tentación de agarrar la navaja de afeitar y clavársela en el cuello, jugaba con el agua de la ducha y soportar sus malos chistes, nos trajo hasta la cocina para ayudarlo a cocinar.
Suspiré con nostalgia al ver la harina regada por toda la mesa y sonreí al recordar a Sammy.
Alguien había jalado mi camisa, agaché la mirada encontrándome a Judith alzándome sus bracitos para que la cargara. —¿Tienes hambre? —le pregunté y ella asintió.
Caminé hacia la cocina con ella en mis brazos. Saqué su traste del cajón, al igual que su vasito. Abrí el refrigerador para sacar un poco del puré de papa que probablemente había quedado de la cena de anoche. Negan negó, quitando el puré de mi mano y botándolo al cesto de basura —No. La nena va a comer espaguetis —estiró su brazo para agarrar el plato y servir una pequeña porción de la pasta para Judith —. Listo —me entregó el espagueti con una sonrisa.
Bufé y me fui a sentar al comedor para comenzar a darle de comer Judy.
—Mírate. Cuando eras pequeña te encantaba jugar con muñecas, y ahora tienes a tu pequeña cuñadita. ¡Wow! Nunca creí decir esto, pero Carl... Cuando tengas hijos con aquella dama, serás el más afortunado del mundo. ¿Ves el instinto maternal que tiene? Yo si fuera tú ya me ponía las pilas.
—¿No crees que somos muy pequeños para ser padres? —el ojiazul le cuestionó al mayor.
—¡Ding Ding! Respuesta correcta.
Dejé de mirarlos para llevar mi atención a la pequeña que se encontraba sentada en mi regazo jugando con el collar que era de papá. —Vamos, Judy —llevé la cuchara a su boquita, ella aceptó gustosa la pasta.
Miré de reojo a Carl, él cual, nos miraba con una sonrisa.
Unos cuántos minutos después, Negan, Carl y Olivia se encontraban sentados en el comedor. El ambiente era sumamente incómodo. Nadie tocaba la pasta y todos nos manteníamos en silencio.
Judith se había quedado dormida entre mis brazos después de que acabo de comer. Judy se removió en mi pecho, tratando de encontrar una posición cómoda. Me pusé de pie y comencé a caminar con dirección a las escaleras para subir a la recámara de la pequeña.
—¿Adónde vas? —giré levemente mi cabeza al escuchar la voz de Negan.
Solté un bufido y me di la vuelta para verlo. —Iré a acostarla.
Él asintió para volver a su incómoda charla que mantenía con Olivia y Carl.
Subí las escaleras con cuidado de no tropezar y caerme con todo y niña. Llegué a la segunda planta y caminé hacia la habitación de Judith. Giré el picaporte, abrí la puerta y me acerqué a la cuna de mi niña. La acomodé entre de mis brazos para después acostarla en su cunita, lo primero que Judy hizo fue abrazar su mantita.
Sonreí, acariciendo la mejilla de la rubiecita, ella ante mi cariñoso tacto formó una pequeña sonrisita en sus labios. Realmente amaba disfrutar ver a Judith dormir. Tan pequeña e inocente que me dan ganas de abrazarla y nunca soltarla.
Me incliné para depositar un suave beso en su frente para después arroparla.
Salí de la habitación y cerré la puerta con sutileza para no hacer ruido y despertar a Judith.
Bajé las escaleras y fruncí el ceño confundida al no verlos en el comedor. Metí mis manos en los bolsillos traseros de mi pantalón y salí de la casa al ver que Carl y Olivia se encontraban en el porche. —¿Qué rayos está haciendo? —pregunté en un susurro con mi vista dirigida a Negan que se encontraba en medio de la calle jugando billar con Spencer.
No me respondieron, pues al estar todos en silencio se podía escuchar su plática. Spencer culpando de todo lo malo a Rick y Negan —como siempre— burlándose de las pérdidas de los Monroe.
Tomé la mano de Carl cuando ambos hombres comenzaron a hablar sobre asesinar a Rick para que Spencer ocupe el título de líder como su madre lo era.
Smith se acercó a Spencer para susurrarle algo que a la distancia que me encontraba no podía oír, aún así me sobresalté con temor cuando el cuchillo que Negan traía en sus manos se incrustó en el abdomen de Monroe para hacer un corte limpio. Las tripas de Spencer salieron, él cayó de rodillas, sosteniendo sus órganos y la sangre desparramada comenzaba a manchar la calle.
Escondí levemente mi rostro en el hombro de Carl, para evitar ver eso. Ver las tripas me provocaban náuseas.
Levanté mi vista al escuchar un disparo.
—¡Mierda! ¿Qué mierda? ¡Mierda!
Quería correr para evitar que lastimaran a mamá, pero el brazo de Carl impidendo mi paso me lo prohibió y un grito ahogado salió de mi garganta al ver como tiraban a mi mamá al suelo.
Papá ya se había ido. Ella no podía dejarme. No podía quedarme sola otra vez.
No lo soportaría perder de nuevo a mis padres.
—¿Trataste de matarme? ¿Le disparaste a Lucille? —gritó con enojo Negan.
Apreté con fuerza el brazo de Carl, que creo que llegué a incrustarle levemente mis uñas. Al tener a la mujer morena encima de mi mamá con un cuchillo en su cuello, atentando con su vida.
—Ella se interpuso —mamá escupió las palabras con enojo.
Negan se agachó para recoger la bala. —¿Qué es esto? ¿Esta pequeña bala es artesanla? Miren ese reborde. Es casera. Quizá seas estúpida, querida, pero mostraste tener un tremendo ingenio. Arat, pon el cuchillo sobre el cuchillo sobre la cara de esa chica —la morena obedeció, colocando el filo del arma sobre la mejilla de mi mamá —. La bella y suave superficie de Lucille nunca será la misma, así que ¿por qué la tuya sí? Salvo... Salvo que me digas quién hizo esta bala.
—Fui yo. Yo la hice —mentira.
—¿Ves? Ahora creo que estás mintiendo. ¿Me estás mintiendo? Qué lástima. Arat tendrá que cortar esa cara bonita... Una vez más.
—Fui yo —murmuró con enojo y ella cortó su mejilla.
—¡Eres muy dura! Bien... Como quieras. Arat. Mata a alguien.
La Salvadora no lo dudó ni un segundo y se dio la vuelta con su arma en alto para jalar el gatillo e impactar la bala en la mejilla de Olivia, matándola al instante.
En ese momento justamente llegó Rick con Aaron y comenzaron a discutir.
Mamá seguía echándose la culpa, sin embargo, Tara también tomaba la responsabilidad de haber hecho la bala. Después de todo, Eugene terminó confesando que fue él.
Los Salvadores arrastraron a Eugen hasta subirlo a una camioneta. Miré a mi mamá con mi vista vidriosa.
El grupo ya no existía.
—Me diste el susto de mi vida —murmuré entre dientes mientras suturaba la herida de mi mamá.
—¡Eso debería decirte a ti! —exclamó con enojo, haciendo que sonriera apenada.
Mordí mi labio con algo de fuerza. —Lo siento... Deberíamos preocuparnos por Eugene.
Ella suspiró con cansancio. —Es difícil, cariño. Y sé qué sabes que ya no es lo mismo... Pero tienes que saber a controlar tus impulsos. Por tu bien, y por el de tu novio.
—Carl no es mi novio... —hablé con rapidez tratando de ocultar mi notable sonrojo.
Mamá acarició mi mejilla. —Sólo el amor te vuelve así de loco cariño.
Me quedé en silencio, pensando lo que dijo.
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