O13 ▬ welcome party?


🧬 RIDE OR DIE !
thirteen; ¿fiesta de bienvenida?

—No, No, No. ¡No me dejaré cortar el cabello por una tonta apuesta! —reclamó Ron.

—¡Tienes que hacerlo! ¿Para qué apostaste si no vas a cumplir? —contradijo Vikram.

 —¡No voy a dejar que me cortes el cabello! —contraatacó Anderson con un grito.

El pelinegro chasqueó la lengua en forma de desaprobación y se dejó caer en la cama.  —Eres un aguafiestas.

Ron se echó encima de él y ahora ambos estaban jalándose del cabello.

Enid entró a la habitación y se sobresaltó al ver la tonta pelea que se estaba armando con ambos chicos, ella me miró tratando de encontrar una respuesta. —¿Por qué este par de brutos se están peleando? —me preguntó mientras se sentaba en el suelo junto a mí.

Bufé inflando un poco mis mejillas. —Hicieron una apuesta. Quién ganara en Street Fighter le va a cortar el cabello a otro.

—Ron inició la apuesta, ¿verdad?

Asentí, viendo como se seguían peleando en la cama.

—¡Era obvio que Vik iba a ganar! —exclamó, extendiendo sus brazos hacia el frente de manera obvia.

—¡Lo sé! Esa apuesta fue algo tonta pero Ron insistió en apostar —Enid soltó una risita —. Dijo que había estado practicando y que podía ganarle a Vik... Claramente no lo hizo.

Ron gritó haciendo que ambas viéramos con pánico a Vikram, él cual, traía un mechón de cabello rubio en sus manos.

—Te dije que no te ibas a salvar —le dio un golpe en la cabeza a Anderson y se sentó con nosotras mientras presumía los cabellos arrancados.

Ron también se sentó con nosotras mientras se agarraba el lugar donde Vik le había arrancado el cabello. —Cambiando de tema, ¿por qué Carl nunca viene contigo?

Fruncí los labios. —Él y yo no nos llevamos muy bien —meneé la cabeza.

—Pero... ¡Juraba que eran pareja! —exclamó el pelinegro.

Abrí los ojos con sorpresa. —¿Por qué creen eso? —hice una mueca de asco —No. Él y yo no somos nada, ¡ni siquiera somos amigos!

Enid echó su cabeza para atrás, suspirando. —Cambiando de tema, Nydia. ¿Irás esta noche?

—¿Adónde?

Los tres se miraron entre sí. —¿Aún no te han dicho?

Los miré con confusión. —¿Decirme qué?

—Deanna va a hacer una fiesta de bienvenida en su casa para tu grupo, obvio tú tienes que ir.

—¿Fiesta de bienvenida?

Tocaron la puerta de la habitación, interrumpiendo mi lectura. —Enana —la voz de Abraham se escuchó del otro lado.

—Pasa —le indiqué.

El pelirrojo no tardó en atravesar la puerta, se recostó en la cama a mi lado mientras me quitaba el libro de mis manos y lo hojeaba. —¿Qué te parece Alexandria?

Me encogí de hombros. —Me agrada la gente, de hecho, ya tengo amigos. Creo... En fin. Yo creo que debemos darnos la oportunidad, ¿no crees?

El sargento se quedo callado. —Eso creo —respondió, después de algunos segundos de silencio.

—¿Tardaremos en adaptarnos? Claro que sí... Pero lo haremos, obvio, sin olvidar que venimos de afuera porque nosotros sabemos que hacer allá, afuera de los muros. Sabemos que los vivos son más peligrosos que los muertos. Ellos no... Y si es necesario podemos enseñarles a cómo defenderse —Abraham mantenía una pequeña sonrisa en su rostro —¿Qué dices? "Maestra Nydia" —extendí mis manos como si el título estuviera en el aire —. Suena genial, aparte, me haría tener un toque se superioridad en la comunidad, bueno, me haría aún más superior que todos. Ya sabes, soy una experta en la defensa con armas.

Él soltó una sonora risa haciéndome reír también. —¡Oh, claro que eres una experta! Pero recuerda quién te enseñó. Te terminé de criar, eras como un pollito que apenas había salido del cascarón pero ahora eres un gallo.

Solté una carcajada. —Prefiero ser una oruga a una mariposa.

—Bueno —Abe se levantó de la cama —, te dejo mariposita. Suerte y trata de sobrevivir.

—¿Suerte? ¿Sobrevivir? ¿De que hablas, Abe?

—Suerte con las chicas —salió de la habitación riendo.

Chillé cuando Rosita me metió a la fuerza al baño para que me cambie por vigésima vez. Todo porque quería que fuera "deslumbrante", según ella, a la fiesta.

Maggie, Rosita, Tara, Michonne estaban del otro lado de la puerta, esperando ansiosas a que saliera con el décimo vestido. —Ayuda, no puedo respirar —caminé toda tiesa por la falta de aire.

—Se le ve bien —halagó Michonne y todas le dieron la razón.

—¡Hola! ¿Alguien si entiende que no me deja respirar? Muy bonito y todo pero no quiero morir asfixiada por un vestido —me quedé sin aire —. No debí hablar tan rápido —murmuré.

La puerta se abrió. —Oigan, ¿han visto mi... —Glenn se interrumpió al verme —¿Por qué parece que está sufriendo? —me señaló —¿Quieres hacer del baño? —ladeó la cabeza y se llevó una de sus manos al mentón.

Toqué mi pecho con indignación. —¡No! No quiero hacer del baño, Glenn —entrecerré los ojos soltando un bufido y encerrándome de nuevo en el baño —. No puedo creer que acepté hacer esto... De nuevo.

—Aceptaste porque nos amas —respondió Maggie con un toque de arrogancia en su voz.

Me despojé del vestido rosa. —¿No puedo ir como normalmente me visto? Digo, ni quién me viera.

—No, no, no. Tienes que lucirte, reina —Maggie reclamó.

Bufé mientras me colocaba el último vestido. —Ya me cansé. Me duelen las piernas, los brazos, y las mejillas, ¡Dios! ¿Saben lo difícil que es estar sonriendo todo el día?

Escuché la risa de Glenn. —¿Por qué sonríes todo el día?

—¿Será porque las personas de aquí son tan amables y me da miedo no corresponderles la sonrisa? Me siento como si fuera famosa, ¿saben? Creo que debería comenzar a firmar autógrafos —subí el cierre del vestido —. Carl podría ser mi asistente.

Y me arrepentí de lo que dije porque al salir del baño, todas me sonrieron de manera pícara, excepto Glenn, él cual estaba más perdido que cuando me perdí en el supermercado... Sí, larga historia.

—Son novios, se besan en sus bocas, se pasan el chicle —canturreó Tara, haciendo que las chicas soltaran carcajadas y yo sintiera mis mejillas calientes por la vergüenza.

Mi mejor amigo me miró confundido. —Contexto, por favor.

—¡Carl y Nydia son novios! —dijeron todas a la vez.

Golpeé mi frente con la palma de mi mano, rodando los ojos con desesperación.

—¿Cómo que Carl y tú son novios? —Glenn enarcó una ceja, cruzándose de brazos —Pensé que yo sería el primero en enterarme de ese amor —dramatizó, desplomándose en la cama.

Rodé los ojos con el ceño fruncido. —Ok, relajémonos. Uno: Carl no es mi novio, es desagradable. Dos: no me paso el chicle con él, iugh. Tres: Dejen de hacer teorías tontas. Cuatro: No les creas a estas locas. Cinco: ¿En qué momento cambiamos de tema? Seis: Este vestido si me gusta —enumeré con mis dedos y me dirigí al espejo para verme mejor.

—Pero Carl... —interrumpí a Tara siseando.

—¡Shh! —siseé nuevamente —Ya no hablen de él. Hablen de mí y de lo genial que me queda este vestido —me di una vuelta, con una pequeña sonrisa arrogante en mi rostro.

Las chicas chillaron de aprobación.

—Está muy corto. No, no, no y no. No irás a la fiesta con ese vestido tan corto, ¿te volviste loca? —sus celos de mejor amigo se activaron —. Si sales así juro que te encierro en el baño y...

No pudo terminar porque Maggie ya lo había sacado de la habitación.

—¡Esto no se queda así, Nydia Denson! —nos comenzamos a reír al escuchar sus fuertes pisadas alejándose, indicando que estaba algo molesto.

—No le hagas caso —Michonne se me acercó y arregló uno de los tirantes del vestido para que no se me cayera.

Reí. —Ni siquiera le iba a hacer caso.

Rosita se puso de pie y caminó hacia uno de los estantes, agarró un pequeño bolso y se dio la vuelta sonriéndome. —Es hora del maquillaje.

—Espera, ¿qué? ¡Nunca me dijeron nada acerca de maquillaje! ¡Ese no era el trato ¡No, no, no, Rosita! ¡Ahhhh mi ojo! —pegué un grito cuando una de las brochas me picó el ojo.

La latina soltó una risita. —Lo siento —murmuró apenada.

Terminé de aplicar el brillo labial rojo en mis labios.

Abraham y Rosita se fueron hace veinte minutos a la fiesta, yo aún estaba en la casa arreglándome.

Y bueno, había una sensación de rareza al seguir viendo todo tan tranquilo y eso sólo hacía que me pusiera más nerviosa. Además, había un leve dolor de pecho al pensar en la fiesta, es dolor que es como una espina enterrada en el dedo... Duele pero se puede disimular. Pues así me sentía. Era un dolor, más bien, nostalgia. Todo este lugar me recordaba a la vida de antes, a la vida donde no había caminantes y mi única preocupación era no llevar la tarea o no jugar con mis muñecas, ahora mi preocupación es tratar de no morir, una de las muchas preocupaciones que hoy en día tengo. ¿Irónico? Sí.

Me miré por última vez en el espejo. No me veía mal para ser sincera. El vestido color plateado pegado a mi cuerpo, mi cabello levemente ondulado caía por mis hombros, mis pestañas se veían más largas por el rímel que Rosita aplicó en estas. Mis mejillas estaban rosadas como siempre, y el corte de mi mejilla casi no se notaba por el maquillaje, además, no era tan grande así que se podía ocultar fácilmente. Un par de aretes adornaban mis orejas y un bonito collar estaba en mi cuello.

Salí de la casa y comencé a caminar. La cálida brisa chocaba contra mi cuerpo, las calles estaban iluminadas por farolas y lucía hermoso, algo tan simple como una calle vacía e iluminaba me resultaba hermoso. La luna menguante iluminaba el cielo nocturno y las estrellas adornaban aquel cielo oscuro.

Y cuando menos me lo espere, ya estaba enfrente de la casa de Deanna. Subí las escaleras del porche y toqué el timbre, estaba nerviosa y tantos recuerdos llegaron a mi mente... Recuerdos en los cuales estaban mis padres y sus reuniones de trabajo, mi hermano y yo siempre jugábamos abajo de las mesas en esas reuniones donde iban personas importantes de Nueva York.

Suspiré con decepción y me di la vuelta para irme pero en ese momento, la puerta se abrió. Giré sobre mi propio eje y los ojos color miel de Vikram se encontraron con los míos. —Wow —balbuceó el chico, haciéndome sonrojar.

Sonreí. —Hola, Vik.

—N-Nydia, hola —titubeó.

Solté una risita.

Vikram se hizo a un lado, dejándome pasar.

A lo lejos pude ver a Abraham que estaba en la mesa de las bebidas mientras Rosita platicaba con Tara. Ella me vio y me sonrió, sonreí de vuelta y me acerqué a ellos.

Glenn fue el primero en resoplar. —Me rendí —colocó su mano en mi hombro —. Haz lo que quieras. Bueno, no. No hagas lo que quieras, aún eres muy pequeña para tomar tus propias decisiones. Cuando seas mayor de edad y yo sea viejo te dejaré hacer lo que quieras, por lo tanto no. Eres mi nenita —solté una risita y Glenn me abrazó mientras daba pequeñas palmaditas en mi espalda.

Ojalá hubiera sido real, Glenn.

Noah me extendió unos bocadillos y tomé unos gustosa.

—¿Qué traes en eso? —Noah señaló el pequeño bolso blanco que estaba entre mis manos.

No dije nada pero abrí el bolso dejando ver una navaja. Todos me miraron con reproche, excepto Abraham que me veía con una sonrisa.

—No me miren así —reproché —. Si algo pasa tengo que tener con que defenderme. No voy a apuñalar a nadie. Lo juro... O bueno, no por ahora —Rosita se me acercó con la intensión de quitarme el bolso —¡Era una broma! Dios, no entienden mi humor. Mejor voy con Ron, adiós.

La latina iba a reprochar pero yo ya me había ido de ahí, dejando al grupo de adultos para acercarme al grupo de adolescentes.

Saludé con una sonrisa a los chicos que se encontraban jugando cartas. Todos me regresaron la sonrisa, excepto Carl, él apartó su mirada de la mía.

—Bonita, digo, hola, digo, linda, digo... ¡Mierda! Olvida que dije eso, por favor, bórralo de tu mente —murmuró Vikram apenado, haciéndome reír.

—No tienes el sello —una voz algo aguda se escuchó a mis espaldas.

Giré sobre mi propio eje y vi a un pequeño niño con el cabello rubio cenizo. —¿Sello?

Él asintió. —Eres Nydia, ¿cierto? —asentí —Soy Sam. Ron me habla mucho de ti.

Sam es el hermano de Ron, ahora veía las similitudes.

—Bueno, Sam. Aún no tengo el sello —dije, sin saber de que sello hablaba.

El pequeño Anderson sonrió. —Eso se resuelve en un... —se interrumpió para tomar mi mano y colocar un aparato en el dorso de esta, quitó el sello y había una A de tinta roja —... segundo. Ahora eres uno de nosotros.

Sonreí con ternura. —Gracias —Sam sonrió y se quedó parado enfrente de mí, sin decir nada —¿quieres sentarte conmigo?

El niño sonrió y en cuestión de segundos ya estaba sentado a mi lado mientras comía bocadillos de papa.

—Quería galletas —hizo un leve puchero, al tragar el bocado que tenía en lo boca —, pero ya no había y la señora que las hace me dijo que podía hacerme una bandeja para mí solito —sonrió mostrando sus dientes —. Mañana iré a su casa.

—Bueno... Da la casualidad que conozco a la señora, su nombre es Carol y estoy segura que podrás comer las galletas que quieras, más bien, ¿qué te parece si mañana te acompaño?

Sam asintió emocionado.

¿Qué podría salir mal?

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