OO2. 𝗥𝗶𝗰𝗸'𝘀 𝘀𝗼𝗻
chapter two !
el hijo de Rick 📻
vol. 1 — mastermind
— Despierta, cariño —la dulce voz de mamá hizo que me despertara de golpe.
Tallé mis ojos con mis manos, tratando de acostumbrarme a luz solar que me molestaba. — ¿Ya llegamos? —balbuceé, aún soñolienta.
Ella asintió y ambas nos pusimos de pie, mamá bajó primero del camión y después me ayudó a mí, el señor Grimes nos esperaba para ir a conocer al resto del campamento del cual Jacquie me había hablado un poco en el camino antes de que me durmiera.
Necesitaba dormir o sino moriría, no bromita.
Los tres caminamos hasta dejarnos a la vista de todos, eran un grupo grande. Probablemente quince personas o más. Busqué la mano de mi mamá y cuando la encontré, me aferré con fuerza a ella. Estaba muy nerviosa.
Iba a decirle algo al señor Grimes pero al verlo en un estado de shock me quedé confundida hasta que vi como señalaba a una señora y a un niño. Eran su familia. Sonreí con ternura cuando el niño corrió a los brazos de Rick mientras gritaba "¡Papá!" muy emocionado, los tres se abrazaron con fuerza, dejando a todos en el campamento sin palabras.
Mamá y yo caminamos hasta Glenn. Ahora que veo al asiático con más calma, realmente se me hacía muy conocido, demasiado conocido. Ya había visto esa cara antes. Él vio que lo estaba mirando mucho y me sonrió, aparté la vista con un leve sonrojo en mis mejillas.
— Thea, Kath —el llamado del sheriff nos hizo voltear a verlo, él nos hizo una señal de que nos acercaramos y solo unos cuantos pasos más estábamos frente a él y a su familia — Ella es Kath y su hija Thea, nos encontramos en el camino y llegamos a Atlanta juntos. Ella es Lori, mi esposa —la mujer de complexión delgada nos sonrió dulcemente —. Y él es mi hijo, Carl —el niño de ojos azules me veía con curiosidad, sonreí al notar sus pequitas que resaltaban por todo su rostro.
Mamá y Lori se quedaron hablando un poco, Carl y yo estábamos en silencio, ninguno de los dos se atrevía a decir algo.
— ¿De verdad tu nombre es Thea? —preguntó Carl con curiosidad, tomando una rama del suelo, jugando con ella con nerviosismo. Los adultos nos obligaron a convivir juntos, así que ahora nos encontramos sentados en el suelo frente a una casa rodante.
Ladeé un poco mi cabeza ante la pregunta del niño, frunciendo mis labios con confusión mientras pensaba en una respuesta. — Supongo que sí —dije no tan segura de mis palabras provocando que el pecoso y yo riéramos —. Es mi apodo, Dorothea es el nombre.
— Es un lindo nombre —habló en voz baja, agachando la mirada.
Sonreí, nunca antes habían dicho que mi nombre era bonito, por eso en la escuela todos me decían Juli, por Juliet. Nadie me decía Thea, excepto por mi mamá, además de que en estos momentos todo el campamento ya me conoce por ese sobrenombre. Supongo que un nuevo mundo, merece un nuevo nombre.
— Dorothea es mi tercer nombre.
— ¿Tienes tres nombres? —me miró sin poder creerme con su boca levemente abierta — Vas a tener que decirme tus otros dos nombres.
— Más tranquilo velocista, tendrás que adivinar.
Carl alzó una de sus cejas. — Dame dos días, si adivino tus nombres me darás uno de tus chocolates —lo miré horrorizada, con todo menos con mis chocolates.
¿Quién se cree este niño y por qué quiere extorsionarme con mis dulces?
— Bien. Pero si no adivinas tendrás que regalarme tus carritos de juguete.
— ¡Eres malvada!
Fingiré que no escuché eso.
— ¿Yo soy la malvada? ¡Tú eres el malvado! ¡Quieres mis chocolates! —alcé un poco mi voz y Carl se quedó tieso sin saber que decir — Ves, tú eres el malvado.
— Sí, Carl. Tú eres el malvado, ¿de qué hablamos? —una niña rubia se sentó a mi lado, dándole un golpe en la cabeza a Carl, él se quejó mientras sobaba la parte donde la niña le pegó y yo reí al ver la cara de molestia del pecoso.
La niña extendió su mano hacia mí. — Soy Sophia —se presentó con una sonrisa.
Le sonreí de vuelta, aceptando su mano. — Soy Thea.
La noche había caído, todos nos encontrábamos alrededor de una fogata que nos brindaba un poco de calor en la fresca noche. Mamá me tenía entre sus brazos y yo estaba recostada sobre su pecho, disfrutando de su compañía, y de las historias que todos estaban contando, en especial las historias de Dale, un hombre mayor que realmente es muy amable.
— Desorientado. —alcé la vista para mirar al señor Grimes que comenzaba a hablar — Creo que eso es lo más cercano. Desorientado... Miedo, confusión, todo eso, pero... desorientado es lo más cercano.
Pequeño detalle que se me olvidó mencionar, el señor Rick había despertado del coma durante esto, así que no tenía ni la menor idea de que los muertos habían revivido.
— Las palabras pueden ser escasas. Algunas veces quedan cortas. Sentí que me sacaron de mi vida...
— Y me pusieron en algún otro lado —dijo el sheriff, completando la frase de Dale —. Durante un tiempo pensé que estaba... atrapado en algún tipo de sueño de coma, algo de lo que nunca despertaría.
Hubo un momento de silencio hasta que Carl se removió un poco de los brazos de Rick hasta que finalmente habló. — Mamá dijo que habías muerto —miró a su papá, y la señora Grimes no sabía que decir.
Esto se puso un poco incómodo.
— Ella tenía razón para pensarlo. No lo dudes nunca.
La mirada de Lori y Shane conectaron, y no tenías que ser muy inteligente para suponer que entre ambos hubo algo. Las miradas dicen más que las palabras.
Bostecé, el sueño me estaba matando. Mis ojos se estaban cerrando por si solos pero mantenía despierta tratando de escuchar la historia pero cada vez las palabras se escuchaban más lejos. Mi intento de no quedarme dormida funcionó al escuchar la pequeña riña que se comenzaba a crear entre Shane y Ed, el padre de Sophia, por el fuego de la fogata. Shane se puso de pie y caminó hasta él y comenzaron a hablar, no podía escucharlos por la distancia pero se notaba que Sophia la estaba pasando mal.
Me iba a poner de pie para ir hacia Soph, pero mamá me lo impidió. No reproché nada por la mirada de advertencia de mamá.
— Es tarde, es hora de dormir cielo —habló mamá en voz bajita, poniéndose de pie, sujetando mi mano con fuerza.
Les deseamos buena noche a todos y salimos de allí, con Glenn siguiéndonos pues compartiríamos casa de campaña con él.
— Aquí es —dijo Glenn con una sonrisa, cuando llegamos a donde dormiríamos.
— Muchas gracias, Glenn —agradeció mi mamá, colocando su mano en el brazo del chico.
La sonrisa del asiático se agrandó. — Buenas noches. Descansa, Thea —acarició mi cabello a lo que yo sonreí.
Glenn se fue para volver a la fogata y nosotras nos adentramos a la pequeña casa de campaña, era acogedora, es el mejor sitio donde dormiremos en días. No pude evitar sonreír y aventarme a la colchoneta quedando boca abajo, era el paraíso. Mamá rió un poco y se sentó a mi lado, me acomodé para acostarme, ella tomó una cobija y me arropó dejando un beso sobre mi frente.
— Mamá, ¿por qué no me dejaste acercarme a Soph? —pregunté en un susurro, confundida.
— A veces lo mejor es tener distancia con algunas personas.
— ¿Distancia de Soph?
— No, cariño. Soph es una buena niña y me alegra que se lleven bien, pero prefiero que tengas distancia con Ed.
Cubrí mis oídos con la almohada al escuchar los ronquidos de Glenn, he estado despierta desde que salió el sol y todo por la culpa del monstruo que tiene en su cuerpo cuando duerme. Parece que fue poseído por treinta demonios y un oso.
Sus ronquidos ya me tenían harta, me levanté levemente y le tiré con fuerza mi almohada a su cara, él se quejó y yo fingí haberme despertado temprano.
— ¿Qué pasó? —traté de que mi voz sonara como si recién me levantara.
— ¡Me golpeaste con la almohada! —exclamó con indignación.
Me hice la loca y negué todo. — ¿Nadie te lo dijo? El pronóstico de hoy es que lloverán almohadas todo el día.
Los ojos de Glenn se achicaron más cuando sonrió con burla. — Te me haces muy conocida, Thea —dijo, y yo abrí los ojos sorprendida.
— ¡Yo he pensado eso desde que te vi! —confesé, sentándome en la colchoneta.
Ambos nos quedamos callados, pensando en dónde nos habíamos visto. El mono de mi cerebro procesó rápido y antes de que Glenn dijera algo yo ya lo había hecho.
— ¡Eres el repartidor de pizza!
— ¡Y tú la niña que siempre pedía pizza con piña! Debo decirte que esa pizza era un asco.
— ¡Retráctate! —me abalancé hacia él haciendo que ambos cayéramos en su cama, agarré la almohada y comencé a pegarle mientras él se quejaba.
Glenn agarró su almohada y comenzó a pegarme, ¿quién se cree para pegarme? de acuerdo, yo empecé pero en mi defensa estoy defendiendo la mejor pizza existente.
La "puerta" se abrió dejando ver a mi mamá confundida. — ¿Buenos días? —saludó, no, más bien preguntó al vernos a Glenn y a mí peleando con las almohadas.
La cara del asiático enrojeció y de inmediato lanzó la almohada al otro lado de la casa de campaña, él se puso de pie dejándome caer como tronco a su colchoneta.
— ¡Auch! ¡Eso dolió, Glenn!
— Eso te pasa por gustarte la pizza con piña, ¡es una atrocidad gastronómica!
Mamá solamente nos veía confundida y con una sonrisa, no tiene ni idea de qué es lo que pasa.
— Glenn, Rick te llama —habló mi madre, y el chico salió de allí no sin antes sacarme la lengua.
— ¿Qué fue todo eso, Thea? —preguntó, poniéndose de cuclillas frente a mí.
— ¿Recuerdas al repartidor que siempre llegaba tarde y aún así le dábamos propina por qué parecía cacharro abandonado? —ella asintió con una sonrisa — Bueno, ese repartidor es Glenn.
Sus ojos se abrieron con sorpresa. — Sabía que lo conocía de algún lado.
— ¡Verdad! Sabía que no estaba loca.
— Creo que es una mala idea —hablé en voz bajita al ver que ya estábamos más lejos del campamento.
— ¡Vamos, Thea! ¡Será divertido! —dijo Soph, jalando mi mano para comenzar a correr junto a Carl que iba unos cuántos pasos más adelante de nosotras.
Los tres nos adentrábamos al bosque mientras reíamos de cualquier cosa que Carl hiciera, es lindo tener amigos que te incluyan. A pesar de las risas y del lindo momento que compartía con ellos, me sentía inquieta al estar alejada de todos, alejada de mamá. Tenía un mal presentimiento.
Seguimos caminando un rato más, jugueteando con las ramas de los árboles como si fueran espadas y de vez en cuando corríamos porque Carl nos perseguía diciendo que nos haría cosquillas.
Un gruñido hizo que los tres nos quedáramos helados, con el miedo recorrer nuestros cuerpos.
— Escucharon eso —la voz de Carl sonó temblorosa por el miedo.
Sophia y yo asentimos a la vez, la rubio retrocedió un poco mientras yo hacía todo lo contrario, me acercaba a los gruñidos porque no se escuchaban las pisadas del caminante.
— ¡Thea, ¿qué haces?!
Ignoré los llamados de ambos niños y me abrí paso ante los arbustos, mala idea. Cuando Carl y Sophia vieron al caminante que se encontraba comiendo a un ciervo, salieron corriendo mientras le gritaban a sus madres.
No era la primera vez que veía a un caminante, ni mucho menos la primera vez que veía comer a uno, ¿por qué está vez me siento diferente? mi cuerpo estaba tenso y no podía respirar muy bien, conocía muy bien la sensación. Miedo. Por más que quisiera moverme no podía, el caminante se dio cuenta de mi presencia y se acercaba a mí con la intención de comerme, y yo simplemente no podía correr. Estaba paralizada.
El rostro del muerto estaba repleto de sangre, al igual que sus manos, quería gritar, pedir ayudar, pero no salía nada de mi boca. Estaba esperando aquella mordida, pero nunca llegó, pues sentí una mano pequeña entrelazarse con la mía y salir corriendo, prácticamente arrastrándome hasta que pude correr y sentí los brazos de mamá rodearme.
— ¿Estás bien? ¿Te rasguñó? ¿Te mordió? —negué ante las preguntas de mamá y volví a aferrarme a su cuerpo.
Mi mirada chocó con la de Carl quién se encontraba con el rostro pálido y respiraba con dificultad, apoyando sus manos en sus rodillas. ¿Él me había salvado? ¿Regresó por mí? Tenía tantas preguntas.
Todos miraron horrorizados al caminante. El primero en dar un golpe fue Rick, seguido de todos los demás hombres que en vez de darle en la cabeza, se la quitaron haciendo que la cabeza del caminante siguiera con vida, sin embargo todos pensaron que no era así porque no hacía ningún ruido.
El sonido de las hojas crujir hicieron que todos apuntaran al bosque, donde salió un hombre con una ballesta y dudosa higiene personal.
— Hijo de perra. ¡Es mi venado! Míralo. Todo roído por este mugriento, portador de enfermedades, ¡bastardo roñoso! —con cada palabra golpeaba el cuerpo del caminante.
— Cálmate, hijo. Eso no ayuda —murmuró Dale para tratar de tranquilizarlo.
Bueno eso no ayudó para nada al hombre pues se acercó de forma muy agresiva. — ¿Y tú qué sabes, viejo? ¿Por qué no tomas ese sombrero estúpido y regresas a "nuestros años dorados"? Rastreé este venado por kilómetros. Lo arrastraré al campamento, cocinaré algo de carne de venado. ¿Qué piensan? ¿Creen que podemos cortar este pedazo mordido?
Todo el mundo se quedó callado, era una muy mala idea.
— Yo no me arriesgaría —mamá fue la única que habló haciendo que aquel hombre la mirara fijamente.
— Es una lástima, pero tengo algunas ardillas, una docena, más o menos. Con eso tendrá que bastar —habló mientras enseñaba las ardillas muertas que traía colgadas en el hombro.
La cabeza del caminante comenzó a gruñir, escuché las quejas de Amy y Andrea, ambas rubias se fueron de ahí totalmente asqueadas. Daryl prácticamente llamó a los hombres inútiles por no haberle dado al cerebro y solamente haber cortado la cabeza.
— ¡Merle! —gritó, en busca del hombre que dejamos esposado en el techo.
Ay, esto se va a poner feo.
Me senté a lado de Carl al verlo un poco desanimado, lo entiendo, su papá acaba de regresar y ahora volvió a irse para salvar a alguien. Eso lo hace un hombre valiente.
Me puse en el lugar del niño, si mi mamá tuviera que irse yo estaría igual que él. Volviéndome loca. Ambos nos manteníamos en silencio, ninguno de los dos se atrevía a decir algo y yo tenía miedo de abrir mi bocota y estropear las cosas, solo me encontraba callada con los labios fruncidos tratando de qué decir para hacer sentir mejor a Carl.
No se me ocurría nada, así que hice lo único lógico que me pareció. Darle uno de mis chocolates.
Él me miró confundido. — Aún no he adivinado tus nombres.
— Aún, no. Pero ahorita creo que lo necesitas más que yo, sé que estás preocupado por tu papá, pero volverá.
— No estoy preocupado.
— ¿No?
El niño negó ante mi pregunta. — Papá recibió un disparo, eso hizo que estuviera en coma. Sobrevivió a eso, nada lo ha matado, aún.
Volví a quedarme callada, Carl me dejaba sin palabras y para ser sincera no sé como consolar a alguien, soy pésima en eso. Le extendí nuevamente la barra de chocolate. — Ten, lo necesitas más que yo. Parece que vas a desmayarte en cualquier momento —dije con diversión, haciéndolo reír.
Carl tomó el chocolate un poco dudoso. — Gracias, Thea —agradeció con una sonrisa que me dejó ver su pequeño hoyuelo en su mejilla izquierda.
Sonreí satisfecha al ver a Carl con una sonrisa. — De acuerdo, nuevo trato. Si adivinas mis nombres te daré todos mis chocolates —el pecoso tenía un brillo en sus ojos y de inmediato aceptó el trato.
Dios mío, ¿por qué le ofrecí todos mis dulces?
🪐 ── 2811 palabras
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