━━ 𝟓𝟎
【𝙲𝙰𝙿Í𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟻𝟶】
ADVERTENCIA:
escenas explícitas, leer con discreción
𝐬á𝐛𝐚𝐝𝐨, 𝟑 𝐝𝐞 𝐟𝐞𝐛𝐫𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟒
𝓓afne
𝐂𝐔𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐍𝐔𝐄𝐒𝐓𝐑𝐎𝐒 𝐎𝐉𝐎𝐒 𝐒𝐄 𝐄𝐍𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐀𝐑𝐎𝐍 𝐘 𝐌𝐄 𝐃𝐈 𝐂𝐔𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐐𝐔𝐄 𝐄𝐑𝐀 𝐌𝐀𝐓Í𝐀𝐒 𝐐𝐔𝐈𝐄𝐍 𝐇𝐀𝐁Í𝐀 𝐂𝐎𝐋𝐎𝐂𝐀𝐃𝐎 𝐒𝐔 𝐌𝐀𝐍𝐎 𝐄𝐍 𝐌𝐈 𝐇𝐎𝐌𝐁𝐑𝐎, sentí un alivio instantáneo que me recorrió de pies a cabeza. Su mirada cálida y reconfortante, junto con esa sonrisa tan característica suya, tuvieron el efecto mágico de disipar cualquier nerviosismo que hubiera estado sintiendo. Era como si de repente todo estuviera bien en el mundo, solo con su presencia.
─ Dafne ─murmuró Matías, con una nota de preocupación en su voz─. ¿Qué onda? ¿Te pasó algo?
Giré mi cabeza hacia donde se encontraban Melanie y Emilia y las tres comenzamos a reír, aliviadas por la situación.
─ Tranqui, Mati. Solo fue un pequeño susto ─respondí con una sonrisa, tratando de quitarle importancia al asunto.
Mientras nuestros ojos se encontraban, pude sentir su mirada recorriendo cada parte de mi rostro, con un halo de deseo apenas contenido. Observé el traje que llevaba, una camisa blanca que resaltaba su piel bronceada, pantalones oscuros que realzaban su figura y unos zapatos pulcros que completaban su impecable porte.
Con pasos delicados, me acerqué a él, dejando que nuestras respiraciones se mezclaran en el aire cargado de anticipación y emoción. Entonces, me acerqué a su oído con un tono íntimo y juguetón, sintiendo su calor cercano y reconfortante como una caricia en mi piel.
─ ¿Te dijeron que te ves re lindo esta noche? ─susurré, permitiendo que la complicidad impregnara cada sílaba, mientras mis ojos brillaban con admiración, reflejando el resplandor de las luces que bailaban a nuestro alrededor.
Matías me devolvió la mirada con ternura y deseo, su aliento cálido rozando mi piel, creando un ambiente íntimo y cargado de emoción. Nuestros corazones latían al unísono, sincronizados por el ritmo apasionado del momento.
─ Vos sí que te ves espectacular ─respondió en mi oído con un tono sugerente y seductor, mientras su suave mordida en mi lóbulo enviaba un escalofrío placentero por mi espalda, haciéndome estremecer de placer ante su tacto exquisitamente provocador.
Me mordí el labio, un gesto que Matías imitó al instante, sus ojos brillando con complicidad y deseo.
─ ¿Por qué no nos retiramos a un lugar más tranquilo? ─propuso Matías, su tono sugerente y su mirada intensa me invitaban a seguirlo hacia la intimidad de un rincón apartado.
Sus palabras encendieron una chispa de emoción en mi interior, y sentí cómo un cálido rubor se extendía por mis mejillas mientras lo miraba. La atmósfera cargada de anticipación entre nosotros hacía que mi corazón latiera con fuerza, y su gesto juguetón solo aumentaba la tensión entre nosotros.
─ Me voy un ratito con Matías ─avisé a mis amigas de que iba a irme por un momento.
Melanie y Emilia me miraron con una sonrisa traviesa. Sus reacciones no se hicieron esperar y, Melanie, con su humor espontáneo, no pudo resistirse a intervenir.
─ Usen protección ─soltó Melanie con su característico tono cómico, desatando risas entre el grupo. No pude evitar rodar los ojos con diversión, acostumbrada a las bromas irreverentes de mi amiga.
Con delicadeza, tomé la mano de Matías, sintiendo el confort de su calor entrelazado con el mío mientras navegábamos entre la multitud. Cada paso a su lado era como una danza fugaz, donde nuestras miradas se entrelazaban y las sonrisas se abrían paso entre el bullicio.
Avanzamos por el pasillo, dejando atrás el murmullo constante de la gente. De repente, Matías se detuvo abruptamente, atrayéndome hacia la pared más cercana con un gesto decidido.
Sus ojos irradiaban una intensidad cautivadora, como si estuvieran iluminados por la llama del deseo. En un instante cargado de pasión, sus labios encontraron los míos en un beso ardiente y desbordante.
Fue un momento que pareció detener el tiempo, donde todo lo demás se desvaneció, dejándonos a ambos en un universo aparte, envueltos en la electricidad de nuestro encuentro. Sus labios eran suaves y cálidos, y el roce de su boca contra la mía enviaba ráfagas de emoción a través de todo mi ser. Cerré los ojos, entregándome por completo al beso, dejándome llevar por la embriagadora sensación de su proximidad.
A medida que avanzábamos por el pasillo, nuestros labios permanecían unidos en un torbellino de pasión incontenible, como si cada beso fuera un susurro ardiente de nuestros deseos más profundos. Cada paso que dábamos parecía sincronizarse con el latido frenético de nuestros corazones, que resonaban al unísono con la urgencia del momento, como si el tiempo mismo se detuviera para permitirnos saborear cada instante de nuestra conexión apasionada.
Al llegar finalmente a la puerta con mi nombre, una oleada de emoción y anticipación me invadió. Mis manos temblaban ligeramente de excitación mientras agarraba el pomo con determinación, sintiendo cómo la adrenalina recorría mi cuerpo con cada centímetro que se acercaba a la puerta. Con un impulso decidido, empujé la puerta, revelando el espacio íntimo y acogedor del camerino.
Al entrar, Matías me empujó contra una de las paredes, su mano firme y reconfortante se posó en mi espalda mientras nuestros labios continuaban su danza apasionada. Cada beso era un eco de nuestro anhelo mutuo, una explosión de pasión contenida que se desataba con cada contacto.
Sentí cómo la intensidad de sus besos aumentaba con cada segundo, cada uno cargado de un deseo ardiente que encendía mi piel y aceleraba mi corazón. Sus labios se movían contra los míos con ferocidad, como si estuviera ansioso por explorar cada rincón de mi ser, cada matiz de mi alma.
De repente, su boca se deslizó hasta mi cuello, dejando un rastro de besos ardientes a su paso. Cada roce de sus labios contra mi piel enviaba oleadas de placer a través de mí, haciendo que mi cuerpo respondiera con temblores.
Mis manos, guiadas por un instinto irrefrenable, se deslizaron hacia su cabello, enredándose entre sus mechones suaves y sedosos, mientras me dejaba llevar por la embriagadora sensación de sus caricias.
En ese instante, parecía que el universo entero se había desvanecido a nuestro alrededor, dejándonos inmersos en un mundo donde solo importaba la pasión que ardía entre nosotros. Sentí el calor de su cuerpo muy cerca del mío, fundiéndose con el mío en una danza íntima.
Las manos de Matías descendieron con una delicadeza palpable por mi espalda. Con cada caricia, la intensidad de nuestros deseos parecía aumentar. Sus manos finalmente encontraron reposo en mis caderas, y sentí la presión firme de sus dedos mientras me aferraban con determinación, como si no quisiera dejarme escapar nunca.
Mientras tanto, su boca continuaba explorando la mía con una pasión desenfrenada, cada beso era más ardiente que el anterior. Nuestros labios se movían en perfecta sincronía, como si estuvieran destinados a encontrarse una y otra vez.
El tacto abrasador de sus manos sobre mi piel provocó un suspiro suave que escapó de mis labios, mientras el roce de su cuerpo contra el mío encendía una llama aún más intensa de deseo. Cada caricia parecía avivar el fuego que ardía entre nosotros.
En medio de esos y susurros entrecortados, nuestros movimientos se volvieron más frenéticos, más desesperados. Entre miradas cargadas de deseo, compartimos un momento de entendimiento mutuo, una conexión que se transmitía sin necesidad de palabras. Con un gesto decidido, nos ayudamos mutuamente a despojarnos de los pantalones, liberando una oleada de anticipación que se mezclaba con el palpitar ansioso de nuestros corazones.
Sentí un cosquilleo nervioso recorrer mi cuerpo cuando Matías tomó un preservativo, un gesto que indicaba un cambio inminente en nuestra conexión íntima. Observé con atención mientras se lo colocaba.
Se acercó de nuevo a mí, y el roce de sus manos en mi cuerpo volvió a desatar una oleada de sensaciones que me hicieron temblar nuevamente. Matías me sostuvo de nuevo contra la pared, su proximidad parecía abrumadora mientras mi espalda se encontraba con la superficie fresca detrás de mí.
Sus manos, con una firmeza que irradiaba seguridad, trazaron cada curva de mi cuerpo con una pasión delicada, pero ardiente, desencadenando sensaciones eléctricas que se extendían por todo mi ser. Mis piernas, respondiendo a un impulso instintivo, se entrelazaron alrededor de su torso, buscando un anclaje en medio del torbellino de emociones que nos envolvía mientras comenzaba a embestirme.
Cada contacto entre nuestros cuerpos era una promesa silenciosa de pasión y entrega total. Sentíamos el calor de nuestros cuerpos mezclándose, la respiración entrecortada que se fusionaba en un susurro compartido de deseo, consumiéndonos por completo.
Era como si el mundo entero se redujera a ese instante, a ese lugar, a ese beso, a esas caricias. Y en ese momento, no había nada más que nosotros dos.
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