━━ 𝟒𝟔


【𝙲𝙰𝙿Í𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟺𝟼】


𝐬á𝐛𝐚𝐝𝐨, 𝟑 𝐝𝐞 𝐟𝐞𝐛𝐫𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟒  


𝓓afne

𝐄𝐋 𝐂𝐎𝐂𝐇𝐄 𝐃𝐄 𝐌𝐀𝐓Í𝐀𝐒 𝐒𝐄 𝐃𝐄𝐓𝐔𝐕𝐎 𝐂𝐎𝐍 𝐒𝐔𝐀𝐕𝐈𝐃𝐀𝐃 𝐅𝐑𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐀𝐋 𝐌𝐀𝐉𝐄𝐒𝐓𝐔𝐎𝐒𝐎 𝐓𝐄𝐀𝐓𝐑𝐎 𝐂𝐎𝐋Ó𝐍, justo cuando la radio anunciaba las 13:00. Era el momento de despedirse del confort que su compañía me brindaba para sumergirme en el ajetreo y la emoción del evento que se avecinaba.

Con un gesto sereno, Matías apagó el motor y se volvió hacia mí con una sonrisa alentadora. Con ternura, sus dedos buscaron los míos, entrelazándose en un gesto que irradiaba complicidad y amor. 

─ Bueno gila, nos vemos más tarde ─dijo Matías con un dejo de orgullo centelleando en sus ojos. Sus palabras resonaron en el aire, cargadas de confianza y apoyo, como un recordatorio de que estábamos juntos en este viaje, cada uno apoyando al otro en sus respectivos caminos.

Nuestros ojos se encontraron en un instante cargado de complicidad, comunicando lo que las palabras apenas podían expresar: un respaldo incondicional, una comprensión profunda y el amor que nos envolvía. 

Y entonces, nuestros labios se encontraron en un dulce beso de despedida. Fue más que un simple roce; nuestras lenguas se entrelazaron en un baile íntimo y apasionado. Matías me transmitió todo el amor y el apoyo que me brindaba, renovando mi confianza y fortaleza. 

Asentí con una sonrisa a sus palabras, llenándome de fuerza y determinación. Con un último vistazo a Matías, salí de su coche y me encaminé hacia las majestuosas puertas del teatro. Estaba lista para deslumbrar en la pasarela, lista para brillar con todo mi esplendor y hacer que cada mirada se detuviera en mí. 

Al cruzar las puertas del Teatro Colón, me envolvió un mundo de esplendor y grandiosidad. El aire estaba cargado de emoción y anticipación, impregnado por el bullicio de los preparativos para el desfile de moda. 

Los pasillos resonaban con el constante trajín de personas que se apresuraban de un lado a otro, ajustando los últimos detalles para el evento. A mi alrededor, los techos altos y adornados se alzaban majestuosamente, infundiendo al espacio una sensación de grandeza y elegancia indiscutible. 

Una oleada de alivio me invadió al ver las sonrisas radiantes de mis amigas, Emilia y Melanie, junto con los otros siete alumnos que habían sido seleccionados para participar. Había sido la última en llegar, y ver sus rostros conocidos me reconfortó enormemente en medio de la agitación del día.

Nos saludamos con efusividad y compartimos anécdotas breves sobre cómo nos había ido el día hasta ese momento. La emoción y los nervios se entrelazaban en nuestras conversaciones, mientras comentábamos la expectativa del desfile y las experiencias que nos aguardaban.

Pronto, uno de los hombres que parecía ser uno de los organizadores del evento se aproximó a nosotros con una sonrisa amistosa, indicándonos que lo siguiéramos hacia un área reservada donde podríamos comer y relajarnos mientras los últimos detalles del evento se finalizaban.

Nos explicó con amabilidad que, después de la comida, tendríamos que encontrarnos con nuestros diseñadores asignados para comenzar con la preparación final. Agradecidos por su orientación, seguimos sus indicaciones, la mayoría ansiosos por recargar energía antes del gran momento que se avecinaba. 

El delicioso aroma de la comida se esparcía por el ambiente, tentándonos con sus sabores y despertando nuestros sentidos antes del gran momento que se acercaba. 

Con ansias de satisfacer mi estómago, tomé una bandeja de comida que ofrecía una selección cuidadosamente diseñada para brindarnos la energía necesaria para brillar en la pasarela. Entre los platos se encontraban opciones saludables y nutritivas, como ensaladas frescas, bocadillos y frutas. 

Con la bandeja en mano, me dirigí hacia una de las mesas habilitadas, donde me senté junto con Emilia y Melanie. 

─ Chicas, ¿pueden creer que finalmente estemos acá? ─exclamó Melanie, jugueteando nerviosamente con su tenedor mientras una mezcla de emoción y ansiedad brillaba en sus ojos.

─ Sí, es una locura total ─respondió Emilia con una sonrisa nerviosa, sus manos temblando mientras sostenía un vaso lleno de agua─. Estoy emocionada, pero también un poco nerviosa. ¿A ustedes no les pasa lo mismo?

Asentí ante las palabras de mi amiga, sintiendo la misma oleada de nerviosismo revoloteando en el fondo de mi estómago.

─ Totalmente ─dije con determinación, tratando de infundirnos a todas un poco de confianza─. Pero tenemos que dar lo mejor de nosotras en la pasarela, ¿vieron? Esta es una oportunidad única para mostrar lo que valemos.

Las miré a ambas, buscando fortalecer nuestra determinación colectiva. Sabía que estábamos juntas en esto, y que íbamos a enfrentar cualquier desafío que se nos presentara en el camino hacia nuestro éxito.

Después de un rato charlando animadamente con las chicas, llegó el momento de poner fin a nuestra comida y separarnos. Mientras nos despedíamos con abrazos y sonrisas, sentí una mezcla de emociones: nerviosismo y emoción por lo que vendría. Aun así, estaba lista para enfrentar el desafío que me esperaba. 

Con pasos nerviosos, pero emocionados, me dirigí hacia Pablo, mi diseñador, quien me recibió con una sonrisa cálida y un gesto familiar de dos besos. Era reconfortante sentir su cercanía, especialmente en momentos como estos, cuando los nervios amenazaban con apoderarse de mí.

─ ¿Qué tal, Dafne? ─preguntó Pablo con una sonrisa traviesa, sus ojos brillando con complicidad mientras me estudiaba─. ¿Estás lista para romperlo en la pasarela?

─ Estoy emocionada, pero también un poco nerviosa ─admití, sintiendo cómo su presencia añadía un toque de emoción adicional a la mezcla de sentimientos en mi interior. 

─ ¡Esos nervios solo le suman más onda a tu encanto natural! ─bromeó Pablo, inclinándose ligeramente hacia mí─. Pero tranquila, estoy acá para asegurarme de que todo vaya sobre ruedas. 

Una risa sincera se escapó de mis labios ante el comentario de Pablo, pero un destello de incomodidad se instaló en mi pecho. No podía negar que Pablo era encantador, tenía una sonrisa cautivadora y un carisma innegable, pero me sacaba 12 años. 

Además, mis pensamientos estaban con Matías. Él era mi presente y mi futuro, y nada iba a cambiar eso. 

─ Gracias, Pablo ─respondí, con una sonrisa forzada que esperaba que pudiera ocultar mi malestar─. Con tu ayuda, sé que todo va a salir espectacular ─finalicé, tratando de desviar la conversación hacia lo profesional.

Pablo me condujo por los largos pasillos del teatro, cada paso aumentaba la expectativa y la emoción. Cuando finalmente llegamos a la puerta designada, un detalle llamativo capturó toda mi atención.

Mi nombre estaba impreso en un papel, cuidadosamente enganchado en la puerta. 

Una oleada de sorpresa y alegría me envolvió de inmediato, haciéndome sentir profundamente apreciada y especial en ese momento tan significativo. Era como si todo el esfuerzo y la dedicación que había puesto estuvieran siendo reconocidos en ese gesto simple pero conmovedor. 

─ ¿Posta? ─pregunté emocionada, apenas pudiendo contener la sonrisa mientras señalaba mi nombre en la puerta, buscando validación en la mirada de Pablo. 

Él asintió con una sonrisa radiante, emanando una cálida sensación de acogida y aprecio genuino.

─ ¡Claro que sí! ─exclamó el hombre con convicción─. Te merecés esto y más, dale para adelante. Vas a romperla en la pasarela, van a quedar todos con la boca abierta. 

Al ingresar al camerino, una sensación de anticipación y emoción me envolvió de inmediato. A pesar de que el espacio era reducido, estaba cuidadosamente organizado para maximizar su funcionalidad. Un espejo iluminado ocupaba una de las paredes, junto a una silla confortable que invitaba a sentarse y relajarse mientras se realizaba la preparación.

Frente a mí, dos mujeres con una aura profesional y experimentada me dieron la bienvenida. Parecía que ya conocían a Pablo, pues sus sonrisas afectuosas fueron dirigidas a mí. Sus rostros, marcados por los años de experiencia y conocimiento, irradiaban una energía tranquilizadora que disipaba cualquier rastro de nerviosismo. 

Una de ellas dio un paso adelante, extendiendo su mano con un gesto amistoso. Bajita y de cabello negro, corto y rizado, llevaba unas gafas que realzaban su mirada decidida.

─ Hola, soy Belén, la maquilladora ─se presentó con un entusiasmo contagioso. Su tono de voz transmitía seguridad y calma al mismo tiempo, lo que infundía una confianza instantánea. 

La otra mujer, más alta y con el cabello pelirrojo y liso, se unió a la conversación con una sonrisa amable. 

─ Yo soy Cecilia, la peluquera ─se presentó con naturalidad─. Pero si querés, podés decirme Ceci.

Con gestos coordinados, Belén y Cecilia me hicieron acomodar en la silla frente al espejo. Con destreza, comenzaron a recoger sus herramientas de trabajo con precisión, moviéndose con elegancia por el camerino. 

Pablo, por su parte, se instaló en uno de los cómodos sofás del camerino, entretenido hojeando una revista de moda. 

El tic – tac constante del reloj en la pared marcaba el tiempo implacable, recordándome que teníamos dos horas por delante antes del gran momento. Decidí aprovechar ese momento de espera para compartir mis emociones en Twitter.

También aproveché ese momento para enviarle un mensaje a mi mamá, compartiéndole cómo iban las cosas.

Entonces, con concentración y maestría, Belén comenzó a trabajar en mi rostro, aplicando capas de maquillaje con una precisión quirúrgica. 

Con el rímel agregó volumen a mis pestañas, con el delineador resaltó mi mirada y el tono oscuro del pintalabios añadía un toque de misterio a mi cara. Lo que más me sorprendió fue su enfoque en mis pecas. En lugar de ocultarlas, Belén optó por resaltarlas con un toque de polvo translúcido, añadiendo un toque de frescura y autenticidad a mi rostro. 

Cuando Belén terminó, fue el turno de Cecilia. Con sus manos expertas, la mujer alisó mi cabello con la plancha, cada pasada transformando mis mechones rebeldes en suaves cascadas de seda.

Mientras disfrutaba del cálido roce de la plancha en mi cabello, aproveché para revisar las notificaciones en Twitter, encontrándome con algo que me sorprendió.

No sabía cómo reaccionar ante esos tuits. ¿De verdad Isadora era la persona detrás de esas palabras? Me parecía una actitud tan infantil como cobarde. Afortunadamente, la mayoría de las personas salieron en mi defensa, y las críticas fueron pocas.

Decidí apartar Twitter y concentrarme en el presente. No valía la pena molestarme por los comentarios de alguien que no aportaba nada positivo en mi vida.

Mientras tanto, Cecilia continuaba trabajando en mi cabello con habilidad y destreza. Cada movimiento con la plancha creaba rizos suaves y naturales que enmarcaban delicadamente mi rostro.

A medida que el tiempo avanzaba, sentía cómo los nervios se intensificaban gradualmente. Era difícil no dejarse llevar por la anticipación de lo que estaba por venir.






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