━━ 𝟑𝟎
【𝙲𝙰𝙿Í𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟹𝟶】
𝐣𝐮𝐞𝐯𝐞𝐬, 𝟏 𝐝𝐞 𝐟𝐞𝐛𝐫𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟒
𝓓afne
𝐌𝐄 𝐃𝐄𝐒𝐏𝐄𝐑𝐓É 𝐂𝐎𝐍 𝐋𝐎𝐒 𝐎𝐉𝐎𝐒 𝐀Ú𝐍 𝐄𝐌𝐏𝐀𝐏𝐀𝐃𝐎𝐒 𝐏𝐎𝐑 𝐋𝐀𝐒 𝐋Á𝐆𝐑𝐈𝐌𝐀𝐒 𝐐𝐔𝐄 𝐇𝐀𝐁Í𝐀𝐍 𝐈𝐍𝐕𝐀𝐃𝐈𝐃𝐎 𝐌𝐈𝐒 𝐒𝐔𝐄Ñ𝐎𝐒. Mi corazón golpeaba en mi pecho con fuerza, como si fuera un tambor desbocado. La pesadilla parecía envolverme con sus garras, aferrándose a mi mente con persistencia. Tardé un momento en darme cuenta de que estaba devuelta en mi habitación, en mi cama, a salvo del terror que me había acechado mientras dormía.
Con un suspiro tembloroso, me incorporé lentamente, quedándome sentada. La luz del amanecer se filtraba por las cortinas entreabiertas, disipando las sombras de la noche y trayendo consigo un destello de esperanza a mi mente atormentada.
Mis manos temblaban mientras me frotaba los ojos, tratando de deshacerme de las imágenes perturbadoras que aún se aferraban a mi mente. El recuerdo de la voz sombría del médico llamando desde el hospital resonaba en mis pensamientos, recordándome la tragedia que se había llevado a mi padre.
Con un nudo en la garganta, me di cuenta de que seguía sintiéndome culpable. Sentía que debía haber hecho algo más, que tal vez podría haber evitado lo inevitable si tan solo hubiera actuado de manera diferente. El "¿y sí...?" resonaba como un eco constante, alimentando la sensación de impotencia y arrepentimiento que me consumía.
No estaba preparada para enfrentar la cruda realidad de la pérdida. Sentía el peso abrumador de la ausencia de mi padre, un dolor que se aferraba a mí como una sombra oscura. Su partida dejó un vacío profundo en mi corazón, uno que parecía imposible de llenar. Cada momento era una lucha constante contra la nostalgia, cada recuerdo era un recordatorio punzante de su ausencia.
Apenas eran las seis de la mañana, pero la idea de volver a sumergirme en el mundo de los sueños me resultaba aterradora. La pesadilla de la noche anterior aún reverberaba en mi mente, como un eco inquietante que me impedía encontrar paz en el descanso.
Con un suspiro profundo, me esforcé por liberarme del abrazo de las sábanas, aunque el dolor emocional parecía anclar mi cuerpo a la cama. Cada paso hacia adelante era como levantar una carga pesada, pero entendía que debía enfrentar el día, incluso si era difícil. La tristeza se aferraba a mí como una sombra persistente, pero sabía que debía seguir adelante, aunque fuera a paso lento.
Me dirigí al baño en busca de consuelo, buscando refugio en el ritual reconfortante de la ducha matutina. Me sumergí bajo la ducha, dejando que el agua caliente me envolviera como un abrazo reconfortante. Cada gota que caía sobre mi piel ayudaba a disipar las sombras de la noche, lavando la oscuridad de la pesadilla.
Cerré los ojos y me permití perderme en el sonido del agua que caía y el suave murmullo de mis pensamientos, transportándome a un lugar de calma y serenidad.
A medida que el vapor llenaba el espacio, sentí como la tensión comenzaba a disiparse de mis músculos tensos, reemplazada por una sensación de ligereza. Con cada respiración profunda, me aferraba a la creencia de que, con el tiempo, encontraría la paz que tanto anhelaba.
Con una sensación de renovación impregnando cada fibra de mi ser, salí de la ducha, dejando atrás el cálido abrazo del vapor que había envuelto mi cuerpo. Mis pies, aún descalzos, rozaban suavemente el suelo mientras me dirigía hacia mi habitación, con la toalla envuelta alrededor de mi cuerpo.
Al abrir la puerta del armario, mis ojos vagaron entre las opciones, pero pronto se detuvieron en unos pantalones cargo negros y un top sin mangas oscuro. Sin dudarlo, los agarré y me vestí rápidamente, sintiendo la comodidad familiar de las telas que se ajustaban a mi cuerpo.
Con la ropa ya puesta, me encaminé hacia la terraza de mi habitación, ansiosa por ser testigo de la majestuosidad del amanecer. Las primeras luces del alba se filtraban tímidamente a través de las cortinas mientras abría la puerta de cristal y salía al aire fresco de la mañana.
El cielo, aún envuelto en la oscuridad de la noche, comenzaba a teñirse de tonos suaves y cálidos a medida que el sol se preparaba para hacer su entrada en el horizonte. Gradualmente, los tonos púrpuras y rosados se fundían con el azul profundo, creando una vista maravillosa.
Con cada minuto que pasaba, el cielo adquiría una intensidad dorada más vibrante, iluminando el paisaje con una luz que lo envolvía todo. Las sombras de la noche se disipaban lentamente, cediendo ante la imponente presencia del nuevo día. Me recordé a mí misma que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay un rayo de esperanza que aguarda ser descubierto.
Me aproximé a la mesita de noche con la tentación de procrastinar durante unos minutos antes de sumergirme en mis responsabilidades. Deslicé el dedo por la pantalla, buscando una distracción momentánea de mis preocupaciones. Entre las notificaciones y comentarios, uno resaltaba entre los demás: un tuit de Juani, escrito en mayúsculas, casi exigiendo mi atención inmediata.
Tenemos que hablar, decía el mensaje, dejando un espacio abierto para la especulación y la incertidumbre. ¿De qué se trataría? Las posibilidades se desplegaban ante mí como un laberinto de interrogantes sin respuesta.
Entre las diversas conjeturas que cruzaban mi mente, la idea de que fuera algo relacionado con Matías comenzaba a tomar forma. El recuerdo de nuestro beso se deslizó por mi mente, trayendo consigo una mezcla de emociones contradictorias.
Decidida a obtener respuestas, deslicé mi dedo sobre la pantalla del teléfono y abrí Instagram. Con la urgencia de resolver el enigma que se cernía sobre mí, comencé a redactar un mensaje en respuesta, ansiosa por aclarar la situación y entender qué quería decir con sus palabras.
Era evidente que Juani no me respondería en ese momento, considerando la hora temprana que marcaba el reloj: las 06:38. Suspiré con resignación, comprendiendo que tendría que esperar para obtener respuestas a las preguntas que me inquietaban.
Caminé hacia mi escritorio con la sensación de llevar el peso del mundo sobre mis hombros. La tarea que tenía por delante requería más que simplemente habilidades artísticas; necesitaba determinación y enfoque. Cada trazo y cada pincelada sería una oportunidad para encontrar algo de calma en medio del caos que envolvía mi mente.
Tomé el dibujo, el lápiz y la paleta de colores, preparándome para sumergirme nuevamente en el mundo de la creatividad. Solo quedaban dos bocetos por completar, y mi objetivo era terminarlos lo antes posible.
Observé detenidamente la cuarta silueta en la hoja, visualizando en mi mente cada detalle de la falda y la camiseta casual que planeaba dibujar. Con cada trazo de mi lápiz, el dibujo cobraba vida, transformándose lentamente en una representación de mi visión creativa.
Cada línea trazada era como un susurro de inspiración. Los pliegues de la falda se trazaban con gracia, mientras que los detalles de la camiseta empezaban a tomar forma sobre el papel, como si cobraran vida propia bajo mis manos.
Me sumergí por completo en el proceso creativo. Cada trazo era una oportunidad para liberar emociones reprimidas y encontrar un momento de calma en medio del torbellino de emociones que me rodeaba.
Una vez que el boceto estuvo completo, tomé mi paleta de colores y comencé a darle vida a la imagen, eligiendo cuidadosamente tonos de color café para la falda y combinaciones más sutiles para la camiseta. Con cada pincelada, los colores se fusionaban en armonía, añadiendo realismo a la ilustración. Me sumergí en el proceso, dejando que mis sentidos se perdieran en la riqueza de los colores y la textura del papel.
Una vez que terminé con ese dibujo, pasé a la última silueta: aquí dibujaría unos pantalones largos con un top. Con la imagen clara en mi mente, dejé que mi mano guiara el lápiz sobre el papel con confianza y determinación. Cada trazo era una expresión de mi creatividad, un movimiento cuidadosamente calculado para capturar la esencia de lo que tenía en mente.
El lápiz se deslizaba suavemente sobre el papel, trazando líneas precisas y curvas elegantes mientras daba vida a la imagen que había concebido en mi mente. Cada trazo era como un susurro de creatividad, una expresión de mi visión interior que cobraba forma en el papel. Con cada movimiento, sentía cómo la conexión entre mi mano y el lápiz se volvía más fluida, más natural.
Una vez que terminé el dibujo, llegó el momento de darle vida con colores. De nuevo y con cuidado, seleccioné los tonos adecuados de mi paleta. Con cada pincelada de color, la imagen cobraba vida ante mí.
Después de horas de dedicación y concentración intensas, por fin lo había logrado. Mi obra estaba completa, irradiando una sensación de logro y realización que llenaba mi ser. Cada línea, cada sombra y cada matiz había sido meticulosamente trabajada.
Con un suspiro de satisfacción, dejé a un lado mis herramientas y contemplé la obra terminada con una mezcla de orgullo y asombro. Representaba horas de trabajo, de pasión y de dedicación. Era más que un simple dibujo; era una expresión de mi creatividad, una manifestación de mis pensamientos plasmados en el papel.
Y quién sabe, quizás sea mi pasaporte hacia una nueva oportunidad, una que me permita participar en el evento del sábado. Una oportunidad para ser reconocida, de llevar mi arte más allá y, en última instancia, de alcanzar mis sueños más profundos.
NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y COMENTAR!!!!❤️❤️❤️
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