━━ 𝟐𝟒


【𝙲𝙰𝙿Í𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟸𝟺】


𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞𝐬, 𝟑𝟎 𝐝𝐞 𝐞𝐧𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟒


𝓓afne

𝐍𝐎𝐒 𝐄𝐍𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑Á𝐁𝐀𝐌𝐎𝐒 𝐄𝐍 𝐄𝐋 𝐄𝐒𝐏𝐋É𝐍𝐃𝐈𝐃𝐎 𝐉𝐀𝐑𝐃Í𝐍 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐂𝐀𝐒𝐀, cada uno de nosotros ocupando un asiento entre las cómodas sillas y tumbonas distribuidas alrededor de la majestuosa mesa central. El suave murmullo de nuestras conversaciones se entrelazaba con el alegre canto de los pájaros que revoloteaban entre los árboles cercanos. La luz dorada del sol, ya descendiendo en el horizonte, se filtraba entre las hojas, creando un juego de sombras y luces sobre el césped verde.

Mientras hojeaba Twitter, me di cuenta de que mi nombre se había convertido en trending topic debido a lo sucedido en el directo de Juani. Una gran cantidad de tuits estaban dirigidos a mí: la mayoría críticos, otros defendiéndome.

Me sumergí en un mar de desaliento y vulnerabilidad. Cada comentario negativo parecía penetrar mi corazón como una puñalada, haciéndome sentir incomprendida e injustamente juzgada. 

Las críticas me acusaban de buscar fama y atención, de ser una oportunista que aprovechaba cualquier ocasión para sobresalir. Pero, en realidad, no había buscado nada de eso. Todo lo que quería era vivir mi vida en paz, sin nadie que juzgara cada uno de mis movimientos. Nunca antes había experimentado tanta presión. 

No podía comprender por qué tantas personas se sentían con la libertad de juzgarme tan duramente. No había hecho nada para merecer esto, simplemente estaba viviendo mi vida como yo quería. 

La mayoría de las críticas provenían de mujeres, y algunas de ellas tenían mensajes relacionados con el feminismo en sus redes sociales. Esta discrepancia me desconcertaba profundamente. Me preguntaba cómo estas mujeres, que abogaban por el empoderamiento femenino, pudieran participar en el derribo de otra mujer de esta manera. Era una contradicción desconcertante que me dejaba con más preguntas que respuestas.

Me sentía extraña, como si en cada paso que daba fuera observada por un millón de ojos críticos, sin ningún lugar donde esconderme. No había refugio, ninguna manera de escapar de esos comentarios. Me sentía expuesta, vulnerable, como si mi privacidad se hubiera esfumado de repente, dejándome indefensa ante el implacable escrutinio de todo el mundo. Era una sensación abrumadora y paralizante que me hacía desear, con todas mis fuerzas, poder escapar de esa tormenta de críticas y volver a encontrar la tranquilidad que había perdido. 

Frente a aquellas personas que se alzaron en mi defensa, aun siendo completos desconocidos, experimenté una mezcla de gratitud y consuelo que caló profundamente en mi ser. El saber que no estaba sola frente a todas esas críticas mejoró un poco mi estado de ánimo. Fue un recordatorio de que, incluso en los momentos más difíciles, había personas dispuestas a extender su mano y levantar su voz en mi nombre. 

Algunas de esas personas expresaron abiertamente que tenía todo el derecho de vivir mi vida como quisiera, desafiando así los comentarios negativos de otras mujeres. Algunas chicas incluso me escribieron, instándome a no prestar atención a lo negativo y sugiriendo que esas personas que me criticaban seguramente estaban motivadas por la envidia. Ellas señalaron que mi buena relación con Juani y los demás chicos podía despertar celos en sus fans, lo que las llevaba a atacarme sin justificación. 

Le mostré algunos tuits a Melanie, quien estaba sentada a mi lado en la tumbona, y su reacción fue de incredulidad ante la avalancha de comentarios negativos. Ella, con su carácter reconfortante, me instó a no prestar atención a las críticas, asegurándome que sabía quién era realmente y que mi valía no estaba determinada por las opiniones ajenas. Sus palabras me recordaron que tenía personas en mi vida que me apoyaban incondicionalmente.

Juani, con una sincera preocupación, se disculpó repetidas veces, cargando con un peso que no era suyo. Le aseguré que no era responsable de las reacciones exageradas de algunas de sus fans, aquellas que se tomaron la situación tan en serio.

Matías, a pesar de mostrar un atisbo de preocupación por las críticas que recibí, tampoco merecía cargar con la culpa. Aunque fue él quien dejó la marca en mi cuello, la responsabilidad de las interpretaciones exageradas recaía en quienes las tejían sin fundamento. 

Los demás chicos se solidarizaron, compartiendo su desconcierto ante la magnitud que habían alcanzado algunos comentarios. Les parecía frustrante y absurdo ver cómo se amplificaban las críticas sin sentido. Me recordaron con sus palabras que tenía el derecho absoluto de vivir mi vida según mis propios términos, sin importar los juicios ajenos. 

A pesar de ello, la abrumadora cantidad de comentarios negativos que invadían mis redes sociales me sobrepasó, así que decidí tomar una postura firme. En vez de responder con palabras cargadas de rabia o frustración, elegí la simplicidad. Rápidamente, redacté un tuit conciso y contundente. Era mi forma de establecer límites ante la negatividad, de levantar la voz en medio del caos y exigir un poco de paz y respeto para mí misma ante el torrente de críticas sin sentido.

Después de publicar el tuit, experimenté una mezcla de emociones que me abrumó por completo. Por un lado, sentí un alivio instantáneo al expresar el hartazgo y poner un límite a las críticas y comentarios negativos que inundaban las redes. Era como si finalmente hubiera encontrado el coraje para defenderme y reclamar mi espacio en medio de esa tormenta virtual. 

Con un gesto de frustración, dejé caer el móvil a un lado de la tumbona, sintiendo el peso de la situación en mis hombros. Un suspiro profundo escapó de mis labios, cargado de agotamiento, como si llevara sobre mí el peso de todas las críticas y comentarios negativos que había estado leyendo. Me sentí abrumada por la intensidad de emociones que me embargaban en ese momento, una mezcla de irritación, ansiedad y un toque de resignación. 

Reclinada en la tumbona, cerré los ojos por un instante, permitiendo que mis pensamientos se deslizaran ante la confusión. Traté de encontrar un poco de calma en medio del caos que había invadido mi vida en la última media hora.

Unas irresistibles ganas de fumar me asaltaron, como si cada bocanada de humo pudiera disipar la tensión que me estaba consumiendo por dentro. El deseo de sentir el calor del cigarrillo entre mis dedos y el sabor familiar del humo en mis pulmones se volvía increíblemente fuerte.

Con las manos temblorosas, alcancé el paquete de cigarrillos que reposaba sobre la mesa y saqué uno, sintiendo su peso familiar en la palma de mi mano. A punto de encenderlo, noté la mirada expectante de Matías, quien se había levantado de su tumbona y se había situado a mi lado. 

─ ¿Me pasás uno? ─preguntó Matías, extendiendo su mano hacía mi. 

Dirigí todo mi cuerpo hacia él para entregarle el cigarrillo que tenía en la mano con un gesto mecánico. Mientras lo hacía, me percaté de lo cerca que estábamos el uno del otro; casi podía sentir el calor de su cuerpo contra el mío. 

El roce de su mano contra la mía envió una corriente eléctrica a través de mi piel, una sensación que me dejó momentáneamente aturdida. Traté de ignorar la intensidad del momento, enfocándome en otras cosas. Sin embargo, un cosquilleo nervioso recorrió mi piel mientras luchaba contra una oleada de emociones encontradas. 

Con cuidado, tomé otro cigarrillo para mí, sintiendo la suave textura del papel entre mis dedos, mientras mis pensamientos aún estaban absortos en la reciente interacción con Matías. 

Antes de que pudiera intentar encender el cigarrillo por segunda vez, Melanie captó mi atención con una observación inesperada, interrumpiendo mis pensamientos. Su voz cortó el aire con un tono ligeramente crítico, atrayendo mi atención hacia ella de manera abrupta. 

─ ¿Van a fumar los dos? ─preguntó con un gesto de desaprobación, señalando los cigarrillos que sosteníamos Matías y yo─. ¿No sería mejor ir a buscar un cenicero? No queremos dejar un quilombo en el piso de este lindo jardín, ¿no?

Observé a mi amiga con una ceja levantada, preguntándome en silencio cuándo había comenzado a preocuparse tanto por la limpieza del suelo ajeno.

Aunque su sugerencia era evidente: quería que me quedara a solas con Matías.






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