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【𝙲𝙰𝙿Í𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟷𝟸】


𝐬á𝐛𝐚𝐝𝐨, 𝟐𝟕 𝐝𝐞 𝐞𝐧𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟒


𝓓afne

𝐌𝐄 𝐄𝐍𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐀𝐁𝐀 𝐀𝐓𝐑𝐀𝐏𝐀𝐃𝐀 𝐄𝐍 𝐔𝐍 𝐓𝐎𝐑𝐁𝐄𝐋𝐋𝐈𝐍𝐎 𝐃𝐄 𝐄𝐌𝐎𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒. Desde el primer momento que nuestros ojos se encontraron en las escaleras, algo en Matías me atrapó de una manera que escapaba a toda explicación lógica. A medida que compartíamos risas y charlas en la mesa junto a su grupo, esa atracción inicial se intensificaba como un fuego avivado por la complicidad que compartíamos.

Cada gesto de Matías, cada mirada intensa y cada palabra impregnada de insinuación contribuían a alimentar la llama ardiente que se había encendido en mi interior. La complicidad entre nosotros crecía con cada momento compartido, construyendo una sinfonía de emociones que oscilaban entre el nerviosismo y la excitación. Incluso parecía que la tensión sexual flotaba en el aire como una corriente eléctrica, creando un magnetismo irresistible entre nosotros.

Era algo inusual, apenas nos conocíamos desde hacía un par de horas y, sin embargo, la conexión entre nosotros trascendía de lo convencional. Aunque éramos como dos extraños en la noche, cada gesto y cada palabra habían tejido un vínculo peculiar.

Me alejé ligeramente del hombro de Matías, tomando otra calada del cigarro y, sin pensarlo mucho, solté el humo directamente en su rostro nuevamente. Una risa juguetona se escapó de mis labios. Era un juego peligroso, pero en ese momento, la emoción de lo desconocido y la magnética atracción actuaban como fuerzas irresistibles, creando una tensión eléctrica entre nosotros.

─ ¿Chaparte? ¿Esa es tu interpretación de la situación? ─pregunté, arqueando una ceja con diversión.

Observé cómo las mejillas de Matías se teñían ligeramente, un gesto que encontré adorable.

─ ¿Tenés alguna otra razón para tirarme humo en la cara? ─preguntó Matías, tratando de desviar la atención con una réplica ingeniosa, ocultando su nerviosismo tras una sonrisa socarrona.

La atmosfera entre nosotros estaba cargada de una energía juguetona y, a pesar de nuestros intentos de mantenerlo como algo ligero, la tensión estaba al rojo vivo, y su respuesta solo la intensificó.

Solté una risa suave ante su respuesta, y nuestros ojos se encontraron en un instante de complicidad. Nuestra conexión se volvía cada vez más intensa, y por alguna razón, ninguno de los dos mostraba señales de querer detener este juego travieso.

─ Quizás me divierte ver cómo reaccionás ─respondí de manera traviesa.

Con un gesto enérgico, Matías arrebató el cigarro de mi mano y lo arrojó al suelo con determinación. A continuación, sentí cómo colocaba su mano en mi cuello, apretándolo con una firmeza que me resultó intrigante y, a la vez, atrayente. La proximidad entre nosotros creó una tensión palpable, induciéndome a lamer mis labios instintivamente, como si mi cuerpo respondiera automáticamente a la cercanía y al juego.

─ A mí también me divierte ver cómo reaccionás ─dijo Matías con una sonrisa juguetona, imitando mis palabras.

La mirada de Matías se conectó de manera automática con la mía, y por un instante, casi me perdí en la profundidad de sus ojos, tan oscuros como las noches sin estrellas. En un gesto espontáneo, él imitó mi acción de lamerse los labios.

El espacio entre nosotros se reducía con cada segundo que pasaba, la brecha menguaba gradualmente. El aire se cargaba con nuestros alientos, impregnados con el sutil olor del alcohol que habíamos consumido y el persistente aroma a humo que nos envolvía.

─ ¿Dafne? ─escuché una voz a lo lejos, era Melanie─. ¿Matías?

Casi podía sentir como nuestros labios se rozaban, pero Matías se separó ligeramente.

Antes de distanciarse por completo, su aliento cálido se deslizó por mi cuello, y sentí un mordisco con fuerza. Fue como una descarga eléctrica, una sensación intensa que recorrió mi piel y envió escalofríos por mi espina dorsal. Su mordida dejó un rastro de intensidad y deseo en el breve contacto, y mi corazón latía con fuerza, mezclando la sorpresa y el placer.

La llamada de Melanie rompió nuestro momento, pero la tensión y la complicidad entre nosotros aún flotaban en el aire, como promesas de algo que quedaba por explorar. Mi mente daba vueltas, tratando de procesar la inesperada sensación de su mordisco, mientras que Matías se alejaba con una mirada intensa que prometía más encuentros así.



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𝐍𝐎 𝐒É 𝐂Ó𝐌𝐎 𝐎𝐂𝐔𝐑𝐑𝐈Ó, pero de repente nos encontrábamos en el coche de Enzo, quien conducía como si estuviéramos en una película de acción, como si alguien nos estuviera persiguiendo por la carretera. Tal vez era por el dolor de cabeza persistente o la combinación de la noche y las bebidas, pero me sentía ligeramente mareada. La velocidad y los giros bruscos de Enzo no ayudaban a calmar esa sensación.

Melanie, preocupada por la forma frenética de conducir de Enzo, insistió en pedir un taxi para nosotras, pero él se negó rotundamente. Le aseguró a Melanie que podía llevarnos a casa sin problemas, aunque su conducción no daba esa seguridad.

Anteriormente, nos despedimos apresuradamente de los demás, quienes me habían caído genial, y en un abrir y cerrar de ojos, ya nos encontrábamos en el coche de Enzo, compartiendo espacio con Matías y Juani.

Eran cerca de las seis de la mañana, y los primeros rayos de sol comenzaban a teñir el cielo con tonalidades cálidas y suaves. Los amaneceres siempre tenían un encanto especial para mí, y esta vez no fue una excepción. La luz tenue de la salida del sol revelaba un paisaje que parecía transformarse ante mis ojos, añadiendo un toque mágico a la despedida de la noche.

Me incliné hacia la ventana, sintiendo al aire fresco de la mañana acariciar mi rostro. Las luces de la ciudad aún parpadeaban en la distancia, y la combinación de colores en el horizonte era simplemente espectacular.

Como si quisiera capturar ese momento efímero, saqué mi móvil y tomé varias fotos del paisaje que se extendía ante nosotros. Era una imagen que quería atesorar, un recuerdo visual de una noche llena de sorpresas y emociones. Quería subir una de las fotos a Instagram, compartiendo con el mundo la magia de ese instante único.

Matías clavó sus ojos en la pantalla, su expresión llena de curiosidad antes de romper el silencio.

─ ¿Te gustan los amaneceres? ─preguntó.

─ Sí ─respondí con una sonrisa, mis dedos danzando sobre la pantalla del teléfono mientras seleccionaba una imagen─. Para mí son re mágicos, como si cada día viniera con un lienzo en blanco lleno de posibilidades.

Y entonces hubo un instante de conexión en nuestra mirada; una chispa de complicidad que encendió la atmósfera.

El coche se detuvo con un frenazo repentino, como si Enzo hubiera aplicado los frenos con la misma rapidez con la que solía conducir, generando risas nerviosas entre los ocupantes.

─ Enzo, loco, ¿te anotaste para correr en la Fórmula 1 y no nos contaste? ─preguntó Juani entre risas juguetonas, señalando el frenazo brusco que nos había sacudido a todos. La carcajada se apoderó del interior del coche, y Enzo, con una sonrisa cómplice, se defendió ante las bromas.

─ Si estamos acá enteros, es porque manejo como un campeón ─respondió el nombrado, añadiendo un toque de orgullo a sus palabras.

Indudablemente, habíamos llegado a nuestro destino en un abrir y cerrar de ojos. Antes de bajarme del vehículo, aseguré mi móvil y las llaves de casa en un apretón firme. Al abrir la puerta, una brisa fresca nos recibió, despeinando mi cabello en una danza juguetona de un lado a otro.

─ Fue un gusto compartir la noche con ustedes ─comenté con una sonrisa, estrechando un abrazo afectuoso tanto a Juani como a Enzo. El viento fresco acariciaba nuestras caras mientras nos despedíamos.

─ En persona sos mucho más divertida que en Twitter ─dijo Juani, logrando que todos soltáramos una risa suave─. Si seguís así, no sé si me aguanto la risa la próxima vez que nos veamos.

Enseguida, Juani y Enzo regresaron al coche, despidiéndose con gestos de complicidad. Fue entonces cuando Matías se acercó a mí con un gesto espontáneo: un suave beso en mi mejilla. El roce de sus labios dejó una sensación cálida y reconfortante en mi piel. Percibí una mezcla de emociones en ese gesto, como si expresara gratitud por los momentos compartidos y, al mismo tiempo, cierta melancolía ante la inevitable despedida.

─ Nos vemos ─susurró Matías en mi oreja, enviando un escalofrío que recorrió mi cuerpo de arriba abajo. En su voz resonó un dejo de añoranza antes de alejarse y cerrar la puerta del coche con suavidad.

Permanecí junto a Melanie, observando cómo se distanciaban, mientras las palpitaciones intensas agitaban mi corazón.






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