━━━━prologue.

Nailea Wolff.

Los rayos de sol del amanecer se metían entre las cortinas de la recamara, un sonido que hacía vibrar de dolor a mi cabeza se escuchaba en la habitación.

“¿Dónde estaba?”

Pegué la almohada a mis oídos y me moví en la cama, sintiendo el brazo de alguien rodeando mi cintura.

“Oh mierda, ya sé qué sucede aquí.”

Abrí los ojos con pesadumbre, los shots de la noche anterior aún no bajaban del todo de mi sistema y dudaba mucho en que lo hiciera durante unas buenas próximas horas.

Con algo de dificultad, salí de los brazos de aquel desconocido. Un sonido sordo se escuchó por la habitación en el momento en que me caí y temí por un momento que eso pudiera despertarlo, para mi buena suerte eso no ocurrió.

Solté un suspiro y rode los ojos por eso, ¿qué pensaba? Ese era un gran orangután que no despertaría hasta pasado las doce del día. Uf.

Me levanté del suelo y busqué por todos lados mis cosas, encontrando todas ellas en diferentes partes de la habitación. Me vestí apresurada y lo más silenciosa que pude, hasta que el mismo sonido que me había despertado volvió a escucharse.

En la mañana no lo reconocí, pero ahora sabía con certeza que ese era el sonido de llamada de mi teléfono.

Lo busqué con desespero por toda la habitación, rogando a Dios que no sea quien yo creo. Moriría ahí mismo, lo juro.

La búsqueda fue dificultuosa, había tanto desorden en la habitación que ni siquiera sabía dónde estaba mi otro tacón. Por suerte, el sonido era como una guía para mí y logré encontrarlo debajo de una almohada.

Pero ya era tarde.

La persona había colgado justo en aquel momento y la pantalla de mi celular vibraba en alto mostrándome las 23 llamadas perdidas de... mi padre.

Mi respiración se atascó en mi garganta y mis dedos comenzaro a temblar mientras buscaba su contacto para devolverle la llamada, todo eso mientras me ponía el otro par de mi zapato Chanel y salía cual alma que lleva el diablo de aquella habitación de hotel.

Un. Dos. Tres pitidos y papá no contestaba.

—Bueno pues que se vaya a la mie-

—¿Hola?

Y justo cuando maldecía a los cuatro vientos ser su hija, él contestaba. Grandioso.

—Hola papá. —saludé desde la otra línea, sabiendo perfectamente que estaría molesto y que mi “tonito” de desinteresada no le agradaría.

—Nailea Wolff, llevó llamándote desde las nueve de la mañana. ¿Dónde estás, jovencita? —¿si dije que estaría molesto? Uf, mentí, está hirviendo en cólera.

Rodé los ojos mientras ingresaba al ascensor del hotel, presionando el botón que me llevaría al lobby. —Estoy saliendo por un café, ¿qué necesitas, papá? —respondí, aún tranquila.

—¿A la una de la tarde, Nailea?

Maldita sea, ¿por qué debía saber mi cambio de horario? ¿Y cómo está eso de que eran la una de la tarde?

—Sí, yo... recién voy a desayunar. —murmuré con cierta vergüenza. A la mierda el intento de mentirle, él lo sabría de todos modos.

Mi espalda encontró soporte en una de las paredes metálicas del ascensor y decidí apoyarme ahí a modo de espera de su regaño.

—Tú salud es importante, Nailea. Y lo será mucho más ahora.

Fruncí el ceño ante sus palabras y una cara de confusión se instauró en mí. ¿Qué quería decirme? ¿Y por qué su tono había cambiado a uno más suave?

—¿A qué te refieres, papá? —cuestione sin medir el tono de voz, logrando que suene un poco brusca.

—No puedo decírtelo así, Nailea. Debes venir a Mercedes, estaremos esperándote en Silverstone. Sé puntual, hija.

Y colgó. Dejándome con dudas sin resolver, igual que siempre.

Sonreí con ironía y una risa sin gracia abandonó mis labios mientras salía del ascensor dispuesta a descubrir por mí misma qué estaba sucediendo en la vida que rodeaba al imperio de Mercedes F1 Team.

Abrí mis redes sociales y no fue cuestión de segundos para que las noticias llegarán, y debía admitir que no me agradó leer ninguna de ellas.

Esta mañana hemos confirmado que el reconocido piloto de carreras; George Russell, se encuentra en estado de observación debido a una grave lesión que habría tenido lugar ayer en la tarde en una cancha de golf.

Según confirman algunos camarógrafos y reporteros, el piloto británico sufrió una lesión en su pierna derecha debido a un mal lanzamiento y que además de eso, el canino de Sir Hamilton también había logrado que cayera para atrás.

En un principio todo fue risas, hasta el mismo Russell se reía de ello, pero todo aquello acabó cuando tomó impulso con aquella pierna y salió completamente de lugar.

Esto nos confirma una larga temporada sin Russell, y nos pone en duda: ¿Quién será la persona que tomará su lugar?

—¡¿Qué carajos?!

Sin querer queriendo se me había salido tal grito. Si es por esto que papá quiere que vaya a Mercedes dentro de unas horas, está muy equivocado, yo no aceptaría ni loca.































Lástima que el universo te odia, Nailea.

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