V

¿Jimin logró decirle su secreto a Min?

La respuesta es clara, no.

No pudo, cada vez que lo intentaba, algo pasaba. Se caía, se emborrachaba, o simplemente sus palabras no salían.

Desde aquella noche dónde durmieron en el suelo de la habitación; Jimin desistió de la idea de intentar desnudarse por completo con aquel hombre.

Su mente le decía que quizás era una señal del destino, y lo mejor era dejar las cosas tal cómo estaban. Aunque en su corazón sintiera una presión al ver los ojos de Min, y recordar que lo estaba engañando.

A Min le dolía ver ese destello de tristeza en los ojitos de su ángel cada vez que lo miraba y la mirada de su ángel se iba a otro planeta. Presentía que aquel tesoro que escondía Jimin lo estaba torturando. Sin embargo, él sólo se dedicaba a mimarlo y amarlo, se repetía una y otra vez que esa boquita hablaría cuando estuviera lista y segura de dar de ese paso.

Sí, claro que el chico de mirada gatuna podría sentarse y hablarle, intentar que su novio sea libre de esas cadenas. Y lo intentó, claro que lo hizo, pero cada vez que abría su boca para decirle que podría contarle eso que le presionaba su corazoncito; Jimin apartaba su mirada, lloraba, se cubría el rostro, y ejercía el voto de silencio. Sólo los sollozos del rubio los acompañaban en ese momento.

Eso era algo que Min no soportaba, así que desistía de la idea, esperaría otro poco más.

El chico de mirada gatuna, lo alzaba en brazos, le besaba las manos que cubrían aquel rostro, y caminaba con el chico hacia la habitación o el sofá. Allí sólo lo acariciaba con ternura, le recordaba el amor que sentía hacia él, se retiraba su saco y lo cubría con delicadeza, dejando besos en la cabellera rubia. Buscando que ese acto eliminará aunque sea un poco del tormento de su pareja.

Jimin muchas veces caía dormido ante las caricias de Min, otras veces simplemente se levantaba del regazo impropio, lo miraba a los ojos, le sonreía y se marchaba a su apartamento sin decir una sola palabra.

Así se cumplieron nueve meses de su relación.

Yoongi se esmeraba por amar a Jimin, lo cuidaba cómo si de su vida se tratase. Y es que en realidad, ese rubio era la vida de Min. Aquel hombre, respiraba, comía, dormía, sonreía y hasta era más apasionado tocando el piano; sólo por Jimin. Porque aquel bonito chico lo transportaba a un mundo en donde simplemente él era feliz, y no dudaba en demostrar su felicidad con la sonrisa que se dibujaba en el momento exacto en donde veía a su ángel caído.

Jimin adoraba con el alma a Min, lo amaba con cada fibra de su ser. Le encantaba verlo dormir, y despertarlo con besos que entre sueños el peliplatinado le respondía con suaves ronroneos. Su gatito se había convertido en su vida. Jimin, bailaba con más pasión; sólo para ver la sonrisa seductora de su novio. Sus caídas eran divertidas, ya que en muchas ocasiones; el que caía junto a él era Min. Su vida era más bonita si estaba con su gatito, su corazón se sentía libre. Amaba despertar en aquellos brazos, adoraba bailar y ser apresado protectoramente por aquellas manos. Jimin vivía enamorado de cada segundo que pasaba con su amor.

Aquel día era lluvioso, los fuertes relámpagos asustaban a varias personas. El agua caía con fuerza, las gotas cristalinas resbalaban por los ventanales impidiendo la clara vista. Las personas corrían con sus paraguas, buscando un lugar en dónde resguardarse de la lluvia.

— ¡Me llevan todos los demonios! — Gritó fuerte el rubio. — No puede ser, tenía que pasarme a mí. — Se quejó levantándose del húmedo y frío suelo.

— Jimin, por Dios santo... — Hoseok se acercó rápidamente. — ¿Te lastimaste? Mira nada más cómo estás empapado. — Lo tomó de las manos y lo cubrió con su abrigo.

— Tranquilo, ya deberías estar acostumbrado a verme caer. — Sonrió.

— ¿Tranquilo? No me pidas tranquilidad. — Lo miró entrecerrando los ojos. — Te acabas de caer, el paraguas voló por el aire y ya se lo llevó el viento. — Entraron al restaurante. — Además te mojaste de pies a cabeza porque el idiota que pasó en el auto te echó el agua sucia del charco.

— ¿Por qué te preocupas tanto por eso?

— Jimin, me preocupo porque cierto gato gruñón y dormilón me dará un golpe por no cuidarte bien...

— ¿Sólo por eso? — Se cruzó de brazos.

— No, espera, no me dejaste terminar...

Hoseok había creado una amistad con el rubio a las pocas semanas de que Min inició a salir con aquel chico. El de sonrisa de corazón al igual que Min; siempre estaban al pendiente del rubio.

Jimin se había adentrado en el corazón de Hoseok, y este se juró que siempre estaría para aquel chico. Lo amaba cómo un hermanito menor.

— Hobi malo, sólo piensas en ti y en que mi gato dormilón no te sacuda el polvo solar.

— Oye, no, también me preocupa que mi amigo el amante del piso; se hubiese golpeado fuerte las nalgas...

— Le voy a decir a Min que andas pensando en mis nalgas.

— Jimin, no hagas eso, me dará con el sartén.

— Miedoso. — Lo abrazó. — Uy, te mojé...

— No es miedo... — Sonrió ante el contacto con el rubio. — Es instinto de supervivencia solar. — Se carcajearon. — No importa que me hubieses mojado, lo importante es que estés bien. ¿En serio no te lastimaste?

— Te quiero mucho, solecito. — Se separó del abrazo. — Estoy bien, tu tranquilo y yo aporreado.

— Jimin... — Lo llamó en tono de regaño.

— No me regañes. — Abultó sus labios.

— Ay por todos los soles, no me hagas esas caras. — Negó con su cabeza. — Si Min llega a ver que me haces pucheritos, me va a sacudir el polvo solar de todas mis vidas.

— No exageres, gatito no es tan celoso cuando estoy contigo.

— Eso dices tú, yo siento que mi luz solar corre peligro de extinción cuando sus ojos gatunos me miran. Ese hombre quisiera meterte en una cajita para que nadie te vea...

Jimin sonrió con ternura al recordar el día que Yoongi le gruñía a Hoseok; sólo porque se tardó en ayudarlo a levantarse del suelo cuando iba corriendo cómo alma que lleva el diablo, y frenó contra una mesa, haciendo que un florero volara por el aire. El rubio sólo los observó, y le hacía pucheros a Hoseok con toda la intención de molestar a su gato gruñón.

— Es un gatito territorial.

— Gato celoso, me da miedo. — Dijo dramático. — Por cierto, sube a su oficina, sécate y cámbiate de ropa, antes de que se le dé por aparecer, y me golpeé en su mente. Se supone que debía estar pendiente de ti, y cerré los ojos y pum, ya andabas aporreado y mojado.

— ¿Dónde está mi gatito? — Preguntó conteniendo la risa que le causaba lo que decía Hoseok.

— No sé... — Se encogió de hombros. — Sólo vino, y me dijo que te esperara en la entrada del restaurante, que no dejara que la atracción por el suelo te llamara o te mojaras...

— Misión fallida. — Se carcajeó.

— Eso búrlate, ese gato me va a pegar. — Sus manos se dirigieron a su cabeza. — Me va a dejar sin polvo solar y ya no brillaré para ti. — Expresaba dramático.

— Ya, tranquilo, yo me encargaré de que no te haga nada. — Le besó la mejilla. — ¿Al menos sabes a qué hora vuelve?

— Solo tú domas a ese gato salvaje. — Lo empujó con delicadeza para que se encaminara a la oficina. — Ni la más remota idea.

— Y no sabes cómo lo domo. — Sonrió pícaro.

— Silencio, no digas cosas que me traumen.

— Exagerado...

— No soy exagerado. Tú y ese gato son unas cosas bárbaras... Así que no digas nada que ya bastante tengo con que a veces me toque poner música a alto volumen para no escucharlos en la oficina.

— No hacemos ruido.

— Claro que lo hacen, parecen gatos en celo.

— Voy a extrañar a mi gatito. — Puchereó cambiando de tema.

— Eso hazte el loco. — Le sonrió. — Y ese gato gruñón te extrañará a ti.

Jimin se adentró en la oficina, allí tenía un cambio de uniforme para trabajar en el restaurante. Se secó y arregló para iniciar a trabajar.

Hoseok, se cambió de ropa en el área de empleados.

La lluvia no cesó en todo el día, la hora de cerrar el restaurante se estaba aproximando, y Min no apareció en todo el día.

Un cliente inesperado ingresó al restaurante, Hoseok le dio la mesa de uno de los tantos comensales que habían cancelado reservaciones a causa de la fuerte lluvia.

— Jimin, esta será tu última mesa. — Informó divisando lo vacío que se veía el lugar.

Muy pocos comensales los acompañaban, la mayoría de gente eran sus compañeros de trabajo.

— Cómo ordene mi solecito. — Le sonrió tomando la carta.

— Ay Min, esa sonrisa de tu ángel hace la vida más bonita. — Expresó al aire mientras observaba a Jimin.

El rubio llegó a la mesa, con su gran sonrisa entregó la carta. — Buenas noches, seré su mesero... — Su sonrisa se borró al ver el comensal de esa mesa.

— Vaya, qué mundo tan pequeño. — Escaneó con la mirada al rubio. — Hola, Jimin.

— Buenas noches... — Saludó de nuevo.

— ¿Te olvidaste de mi nombre?

— No. — Respondió sin poder evitar el fastidio que sentía.

— Veo que no eres un mesero amable.

— Lo siento señor. — Expresó dulcificando un poco la voz. — Regresaré en unos momentos. — Intentó alejarse del hombre.

— Tú te quedaras aquí hasta que decida qué comeré. — Lo sujetó fuerte de la muñeca.

— Sung-Min, suéltame. — Forcejeó para ser liberado. — Tengo que atender otras mesas...

— Buenas noches, ¿Pasa algo? — Interrumpió Hoseok mirando la muñeca del rubio.

— No pasa nada, sólo que deseo que el lindo rubio me haga compañía.

— Lo siento, pero eso no será posible.

— Hobi, yo... — Sus ojos le suplicaban ayuda.

— Jimin, yo me haré cargo de esta mesa. — Le sonrió con dulzura. — Tú ve a la oficina.

— Ya entiendo, el culito del fenómeno ya tiene nuevo dueño.

— ¿Qué estás diciendo Sung-Min? — Inquirió el rubio tensionando la mandíbula.

— Oye tú... — Señaló a Hoseok. — No seas celoso y préstame al fenómeno.

— ¿Fenómeno? — Jimin desvió la mirada y negó repetitivamente. — Señor, le pido que cierre la boca. — Hoseok sentía que debía golpearle la boca a ese hombre. Pero se estaba conteniendo, no quería hacer un espectáculo.

— Cállate, no soy un fenómeno. — Jimin intentó alejarse de aquella presencia, pero se resbaló y cayó al suelo.

— Pero mira nada más, sigues cayéndote como todo un...

— Señor, le pido que se retire del restaurante. — Lo miró cortante. — Ven, mi sonrisa angelical. — Ayudó al rubio a ponerse de pie.

— Solecito...

— Qué manera tan cursi de llamar a un agujero que es un fenómeno andante...

— ¡Cállate! ¡Cállate Sung-Min! — Jimin no pudo contener su grito. — Ya sé que soy un maldito fenómeno, sólo déjame en paz y desaparece...

— Jimin, ve a la oficina y espera...

— Ya veo. — Sonrió cínico. — Están juntos pero al parecer el culo mojado de Park no te ha dicho que...

— No le interesa si estamos o no juntos. — Hoseok se plantó firme. — Ahora lárguese en silencio, no se atreva a mirar a mi sonrisa angelical, y piérdase...

Las pocas personas que se encontraban en el lugar los miraban curiosos. Jimin entró en pánico, algo le decía que ese hombre seguiría con sus palabras.

— Hobi, yo me voy a casa. — Susurró.

— El restaurante no prestará más servicio por hoy. — Comunicó Hoseok. — Por favor disculpen las molestias y retírense.

— No, Hobi, mi gat... Digo, al señor Min no le gustará esto.

— Tu tranquilo, estoy seguro que Min entenderá. — Miró a sus compañeros de trabajo. — Por favor déjenos solos con el supuesto caballero, y no comenten nada de lo sucedido.

— Nosotros no escuchamos nada. — Expresaron al ver la mirada oscura de Hoseok.

Poco a poco se quedaron solos en el lugar.

— Hobi, el señor Min se pondrá furioso.

— Sonrisa angelical, Min me golpeara si dejo que quedes en medio de una discusión con un imbécil sin cerebro y sin nada de educación.

— Yo me voy de aquí.

— Tú te quedas, aun no he decidido que comer, y quiero que tú me atiendas. — Lo jaló de la muñeca.

— ¿A caso no escuchó que el restaurante cerró? — Con su mano sostuvo la muñeca de Sung-Min, e intentó liberar a Jimin. — Suéltalo, no lo toques.

— No le estoy pidiendo que me abra las piernas cómo hace tiempo. — Afianzó su agarre en la muñeca del rubio.

— ¡Maldito infeliz! — Una fuerte bofetada resonó en el lugar.

— ¡Maldito fenómeno! — Levantó su mano con toda la intención de golpear al rubio.

— ¡No te atrevas a tocarlo! — Hoseok impactó su puño cerrado en la nariz del hombre. — ¡Suéltalo! — Otro golpe fue lanzado, esta vez fue en la quijada del hombre.

— ¡Hobi! No pelees...

— ¡¿Qué mierda pasa aquí?! — Una voz conocida para dos de los presentes resonó en el lugar. — ¿Por qué demonios mi ángel está en el  suelo y llorando?

En algún momento en el forcejeo por defender al rubio, este cayó al suelo.

— Amor... — Susurró agachando su mirada.

— Mi ángel, ven, levántate de allí. — Se acuclilló y lo besó en las mejillas. — Mírame, amor... — Jimin se negaba a verlo.

— Min, este imbécil se metió con...

— Tienes dos hombres, claro con ese culo goloso que te mandas. — Escupió cada palabra con toda la intención de lastimar al rubio. — A ver caballeros... Donde comen dos, comen tres... — Habló lamiéndose los labios. — Les propongo que disfrutemos del fenómeno que lubrica, ese culito que se puede embarazar y se moja cómo perra en celo.

— ¡Yo me voy de aquí! — Jimin gritó y empujó a Min. — ¡Odio mi maldita vida!

— ¡Ángel! — Gritó al ver como su novio desaparecía de su vista.

— Y se fue llorando, cómo siempre lo ha hecho...

— ¡Pedazo de mierda! — Gritó Hoseok antes de golpearlo en el estómago.

— ¡Pedazo de escoria! — Min lo tomó del saco y con su mano libre lo golpeó. — ¡Te voy a matar! — Pateó una rodilla del hombre. — No mereces vivir, maldita mierda asquerosa.

Min aprovechó que Sung-Min cayó al suelo por el golpe en la rodilla y se subió en este. Golpeó con todas sus fuerzas el rostro de aquel hombre, cada golpe era acompañado de la imagen de su novio huyendo hecho un mar de lágrimas y gritando que se quería morir. Esa imagen lo hacía enfurecer más.

— No debiste meterte con mi ángel, ni siquiera debiste dirigirle la maldita palabra.

— ¡Min! Suéltalo, lo vas a matar. — Hoseok lo separó del hombre.

— Déjame, tú ve y busca a Jimin. — Limpió la sangre que había manchado sus nudillos. — Ve por mi angelito...

— Yoongi, ya salí del restaurante y Jimin no está. — Pateó un costado de Sung-Min. — Nuestra sonrisa angelical se fue en medio de la lluvia.

— Tanto drama por un cul...

— ¡Calla el maldito hocico! — Gritaron al unísono.

— Los voy a demandar por lesiones personales...

— Atrévete, creo que el que saldrá perdiendo serás tú. — Amenazó Min. — Apuesto que si investigo, tendré material para acusarte de muchas bajezas...

— Yo por eso decía que me voy de este lugar.

— Espero nunca volver a verlo. — Expresó Hoseok.

— No sabrán nada de mí. — Se levantó del suelo y caminó arrastrando sus pasos hacia la salida.

— Jung, encárgate de que ese maldito tenga su merecido en la cárcel. — Ordenó.

— Lo vamos a refundir en la cárcel, ese diablo tiene rabo de paja y lo vamos a quemar.

Min sacó su celular del bolsillo y llamó a Jimin. — No contesta. — Expresó frustrado al completar diez llamadas fallidas. — ¡Hobi! Ya ni siquiera entra la llamada.

— No pierdas más tiempo, ve por él. — Aconsejó. — Yo me encargó de cerrar y poner en orden todo.

Yoongi asintió y caminó apresurado hacia la puerta principal. — ¿Qué le voy a decir? — Inquirió al frenar sus pasos.

— Amigo, tú llegarás hasta tu novio, lo miraras y le dirás las palabras correctas. — Lo tranquilizó con una sonrisa. — Recuerda lo que me has dicho...

— Mi lindo ángel caído es un doncelito que merece ser tratado cómo un tesoro. — Dijo completando lo que quería decir Hoseok.

— Exactamente, hazle saber que su tesoro, como tú le dices, siempre ha sido apreciado por su gruñón y dormilón novio.

— Gracias por cuidarlo, amigo.

— No agradezcas, total, ni lo cuidé bien. — Expresó triste.

— Lo cuidaste, de eso no hay duda. — Una pequeña sonrisa acompañaba sus palabras. — Lo cuidaste hasta donde te fue posible, tú no podías controlar las palabras de aquel imbécil.

— Menos charla y más búsqueda. — Regañó. — Ve por tu razón de sonreír.

— Te veo luego Hobi. — Salió del lugar.

— No pude cuidarlo cómo te lo prometí aquel día.

Hoseok hace tiempo atrás, había acompañado a Min a una consulta con una ginecóloga amiga suya. Una noche, de la nada; Yoongi lo llamó diciéndole que tenía una sospecha de que su ángel estaba enfermo. El peliplatinado se había percatado de la lubricación que escurría desde la entrada de su novio hasta sus muslos. Esa lubricación siempre hacía acto de presencia cada vez que se daban placer con sus bocas, con cada felación, el rubio se mojaba más y más.

Preocupado le comentó a Hoseok que necesitaba hablar con un doctor, sin pedir detalles de lo que sucedía; el chico con sonrisa de corazón, le pidió un favor a cierta amiga.

Min le agradeció por la ayuda, y al escuchar a su ángel llamarlo desde la habitación, decidió colgar la llamada, dispuesto a ver lo más pronto posible a la amiga de Hoseok.

El par de amigos asistieron a la cita con la chica. Al consultorio sólo ingresó Min. La fémina después de escuchar los síntomas, le habló despacio y con calma.

Le explicó al peliplatinado que su novio era un doncel, un hombre que podía tener hijos ya que tenía útero, además que lubricaba cómo las mujeres. Incluso muchos sangraban un poco cómo en los días de las féminas, tenían dolores en su vientre y necesitaban cariño de sus parejas.

También le informó que existían muy pocos donceles, y que muchas mentes cerradas al enterarse de su condición, los trataban de la peor manera. Con esa información Min ató cabos y se dio cuenta de que Jimin tenía miedo a que él lo tratara cómo esas cabezas huecas.

Al salir de aquel consultorio, el peliplatinado estaba sumido en sus pensamientos, cosa que alarmó a Hoseok. Sin embargo, después de salir de aquella clínica, sin dar detalles muy íntimos del cuerpo de su pareja, Min le dijo la condición de Jimin.

Hoseok respiró aliviado y después abrazó a su amigo, aquella información alegró en el alma al chico de sonrisa de corazón.

Jung le dijo que acababa de encontrar una piedra preciosa.

Y Min muy sonriente le expresó entusiasmando que tenía a su lado un doncel, un hermoso hombre que le daría una familia.

Ese día Min le pidió a Hoseok que lo ayudara a mantener feliz a su ángel, que lo defendiera de cualquier peligro en caso de que él no estuviese cerca.

Sí, su amistad era muy íntima, pero aquella confianza jamás sobrepasó el límite de la intimidad de la pareja.

Es así cómo pasados unos días, Min planeó minuciosamente su primer encuentro con Jimin. Desde que tenía claro la condición de su amado; no lo tocó de forma íntima cuando el rubio se quejaba de dolores en su abdomen. Mantenía abstinencia total con el objetivo de mantener cómodo a su ángel.

El peliplatinado en los días sensibles de su pareja se dedicaba a consentirlo, darle muchos besitos y ponerle compresas tibias en su adolorido abdomen. Lo cuidaba cómo su más grande tesoro.

Se esmeró por no ponerlo inquieto, intentó no hacerlo llorar con la idea de tocar aquel tema, pero todo se fue a la mierda cuando ese hombre escupió tanta basura en ese día lluvioso.

Ahora se dirigía a buscar a su razón de sonreír, tomó su auto y condujo hasta su apartamento. Pero cuando llegó allí; no había nadie. Tenía la ilusa esperanza que su novio hubiese huido al lugar en donde se sentía amado.

Volvió a su auto y se encaminó al apartamento del rubio, sin imaginar que aquel chico había corrido por las calles hasta llegar a un parque, y después de gritar en medio de la lluvia; se dirigió en silencio hacia su apartamento.

Jimin ingresó a su apartamento, arrastrando sus pies y mojado de pies a cabeza, con sus ojos hinchados y sus labios maltratados a causa de las constantes mordidas que se había propinado para intentar calmar su dolor.

Empujó la puerta sin fijarse si se había cerrado por completo, se dirigió a la cocina y de allí sacó un litro de helado, lo destapó y caminó hacia el cuarto de lavado.

Quería desaparecer del planeta tierra.

Estando en aquel cuarto, se acurrucó en una esquina donde había un espacio entre su lavadora y una columna.

— Te odio Sung-Min. — Con la cuchara picoteó el helado. — Eres un maldito, ahora mi gatito sabe mi maldito secreto y se enteró de la manera más asquerosa. — Tomó el pote de helado y lo arrojó contra la pared. — ¡Odio ser esta mierda! ¡LO ODIO! — Sus dientes tiritaron por el frío. — No quiero ser esto. Ahora lo voy a perder, mi gatito ya no me amara. — Empuñó sus manos e inició a golpearse en el vientre. — Fenómeno, soy un fenómeno que no merece ser amado... — Se repetía constantemente.

Mientras Jimin sentía que se moría por la idea de perder el amor de Min, este último entraba corriendo al edificio, subió al ascensor y maldijo porque esa caja metálica se movía muy lento para su pensar.

Al abrirse las puertas del ascensor, se alarmó al ver la puerta del apartamento de Jimin a medio cerrar. Salió del artefacto y corrió hacia el lugar.

— Ángel... Amor, ¿Estás aquí? — Con sus ojos buscó a su pareja. — Jimin, por favor, contéstame...

En el cuarto de lavado el rubio se asustó al escuchar a Min, así que gateó rápidamente hacia la puerta y la cerró de un golpe.

— Mierda... — Maldijo por el ruido que produjo. — Por favor que no hubiese escuchado. — Volvió a su lugar y se acurrucó cubriendo sus oídos. — Por favor, Min, vete, olvídate de este fenómeno. — Susurró con su voz temblante y sus dientes tiritando más fuerte a causa del frío que se apoderaba aún más de su cuerpo.

El peliplatinado cerró la puerta del apartamento, y apresuró sus pasos al cuarto donde escuchó el ruido.

— Amor, ¿Estás aquí? — Intentó abrir la puerta. — Pollito, contéstame... — Golpeó con sus dedos índice y medio la superficie de madera. — Háblame, amor, sólo quiero escuchar tu voz...

El rubio sollozó, amaba escuchar la voz de Min, no deseaba dejar de escucharla, pero su mente le decía que lo perdería por su condición.

— Amor, te escuché, estás llorando... Abre la puerta, por favor...

El rubio miró hacia la puerta y abrió sus ojos en grande cuando vio cómo la perilla era movida con fuerza.

— Mi-Min Yoongi...

— ¿Por qué me dices así? — El peliplatinado detuvo sus movimientos. — ¿Ya no soy tu gatito? — El rubio mordió sus labios intentando retener sus sollozos. — Mi amor, abre la puerta, vamos a hablar...

— ¡NO! — Se hizo chiquito en su lugar. — Min Yoongi, le pediré esto una sola vez...

— Amor, ¿Por qué me hablas de usted? — Se recargó de espaldas contra la puerta. — ¿No soy tu gatito? ¿Ya no soy tu señor Min? ¿Y qué pasó con tu gatito dormilón? — Sus ojos amenazaban con cristalizarse en un llamado de sus lágrimas. — ¿Sabes? Tú eres mi vida, mi ángel caído, mi pollito precioso, mi amor...

— ¿Cómo puede decir eso? — Inquirió con su voz entrecortada. — No puedo ser todo lo que me dice... Porque... Porque soy un maldito fenómeno que tiene un agujero...

— ¡No! Por favor no repitas esas palabras. — Golpeó la puerta con su puño cerrado y Jimin pegó un brinco del susto. — No eres nada de lo que dijo ese malnacido...

— ¿Por qué golpea la puerta? ¡Min Yoongi, me asusta! — Se abrazó.

— Perdón, amor, lo siento, es que recordar lo que dijo ese imbécil me pone...

— Min Yoongi, ¡Largo! — Gritó.

El escuchar la mención de su ex-pareja, hizo que Jimin tomara una decisión. No iba a soportar que su amor lo mirara o le hablara cómo aquellos hombres, así que para evitar otro dolor; tomó una decisión en caliente.

— ¿Por qué? ¿Si es por el golpe en la puerta...? — Se levantó rápidamente. — No lo volveré a hacer... Pero abre la puerta, necesito abrazarte...

— Aquí no habrá más abrazos, ni besos, ni nada. — Expresó llorando con fuerza. — Min Yoongi, hasta aquí llega la relación que tiene con este fenómeno.

— No digas locuras, amor, abre la puerta...

— ¡Largo de mi maldito apartamento! No dejaré que me vea cómo esos malditos me miraron en el pasado... Ya sé que soy un agujero que se moja para satisfacer a los hombres, sólo sirvo para eso, para darles placer, no merezco ser amado, sólo soy un juguete sexual...

Jimin repetía cada palabra escuchada en el pasado, el miedo de ser lastimado por el hombre que amaba lo hizo soltar todo lo que no había sido capaz de decir en voz alta.

— De aquí no me voy, mi vida, sólo unos minutos, abre la puerta y hablamos unos minutos.

— Esta relación se acaba aquí, sólo estoy adelantando lo que pasara en unos meses cuando se aburra de mi... ¡Largo de mi apartamento! ¡Min Yoongi, ya no te amo!

Hola Kokoros darks 🤘🖤💜💋

Después de casi un siglo, 😅 aquí les traje actualización de mi ángel caído y su gatito dormilón.

Se les quiere, lxs leo luego.

Besitos púrpuras 💋

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