IV
Los días transcurrieron y la pareja disfrutaba de cada encuentro carnal. Yoongi se encargaba de amar tiernamente a su ángel, lo trataba con tanto cuidado que pareciera que tuviera miedo de lastimarle las alas al ángel caído.
Tenían una buena comunicación en el momento de que sus cuerpos se tocaban en la intimidad, el peliplatinado había descubierto las zonas erógenas del rubio. Amaba tocarlo, besarlo, acariciarlo y amarlo. Siempre se esmeraba para que su ángel se sintiera bien, cómodo y amado.
Después de llegar al clímax, Min se encargaba de llenar a Jimin de besos dulces y palabras amorosas. Aun no se explicaba por qué con aquel chico se comportaba tan distinto a como él pensaba que era.
Jimin lo transformaba, sacaba su lado más dulce, travieso, amoroso y meloso.
Park no creía lo que estaba viviendo, tenía tantos pensamientos en su mente, y la mayoría eran dolorosos, ese miedo a que el peliplatinado lo mirara cómo sus anteriores parejas lo hacían sentir inseguro. Min sin imaginarse aquellos tormentos, en segundos ahuyentaba aquello que lastimaba a su pareja.
Aquel hombre lo hacía sentir amado, en aquellos ojos gatunos sólo podía observar un brillo especial que le gritaba que con él estaba seguro, que lo amaba y deseaba de todas las maneras posibles.
El rubio disfrutaba de ser amado de esa manera, su gatito era algo especial y único. Sus ojos se llenaban de lágrimas al sentir tanto afecto. Pensaba que podría ser una ilusión, pero un beso de aquel hombre le demostraba que todo lo que estaba viviendo era muy real.
Jimin día a día caía aún más profundo en el pozo del amor, y Yoongi gustoso caía junto al chico.
Esa caída era inevitable para el rubio, su corazón le gritaba que amara con intensidad a aquel hombre. Su piel lo incitaba a dejarse atrapar por cada roce y caricia del hombre que lo miraba cómo si fuera una piedra preciosa.
Su relación avanzaba, pero algo seguía rondando en la cabeza del rubio. Debía confesarle su condición a Min. ¿Qué lo detenía?
Miedo, el maldito miedo.
Miedo a ser tratado cómo juguete, miedo a que aquellos ojos lo miren como si fuera un fenómeno, miedo a escuchar de esos labios palabras tan hirientes; que quisiera abrirse el mismo y deshacerse de aquello que le ha traído dolor. Miedo a que aquellas manos que lo acarician con tanta ternura, lo tomen brusco y dejen marcada tan profundo su piel y alma.
Allí es donde Jimin agradecía al cielo porque Min hubiese desarrollado una fascinación por verlo preparándose para recibirlo. Así camuflajeaba su lubricante natural con el tan conocido lubricante artificial. Yoongi le pedía que de nuevo le mostrara cómo tratarlo desde cero, paso a paso, sin prisas. Para el peliplatinado la imagen que proyectaba su ángel en el momento de indicarle como abrirlo; era un afrodisíaco. Ver sus gestos, escuchar sus jadeos y susurros mientras le indicaba cómo tocarlo, hacía que su cuerpo ardiera en excitación. Y Jimin gustoso le mostraba una y mil veces cómo se abría para después ser tocado y llenado por su gato dormilón.
Yoongi se perdía en el cuerpo del rubio, lo acariciaba con deseo y ternura, Jimin se dejaba llevar, y es así cómo se entregaban a la pasión. El rubio caía profundamente en aquel acto en donde su amado dormilón lo hacía sentir bien, amado, deseado, y respetado. Así es cómo dejaba para después la revelación de su condición.
Después de cenar, la pareja salió rumbo al bar en donde Jimin amaba bailar.
Min no bailaba, no lo disfrutaba cómo lo hacía su pareja, sentía que era un tronco y pensaba que tenía dos pies izquierdos. Aun así no privaba de esa diversión a su amado ángel caído. Él simplemente se dedicaba a admirar a aquel precioso ser en la pista.
Esa noche Jimin tomaría el valor para desnudarse totalmente ante Min. Por fin rebelaría su condición. Pero para tomar valor y no perder el impulso, Jimin se ayudaría con algo de alcohol.
El rubio movía su cuerpo buscando fundirse con cada melodía que se reproducía, en cada cambio de canción, realizaba pequeñas pausas para tomar un sorbo de su trago.
Min podía jurar que era privado de la capacidad de escuchar sus propios pensamientos, a causa del sonido envolvente del lugar, aun así eso no era impedimento para tener un pensamiento muy claro, cuidar a Jimin.
El peliplatinado observaba a su hermoso rubio ser libre, danzar en el centro de la pista al ritmo de la música, y por supuesto en ningún momento perdió de vista el vaso con el trago que bebía su pareja.
Sus ojos viajaban por el cuerpo de aquel rubio que movía su cuerpo con tanta sensualidad que atraía las miradas de los que lo rodeaban, eso hacía que en Min se despertara la necesidad de acercarse a pasos rápidos hasta donde se encontraba Jimin, y enseñarles a todos que ese chico era su pareja, sólo suyo, y que jamás lograrían tocarlo cómo se lo imaginaban.
No le agradaba que intentaran desnudar con la mirada a su pareja. Su hermoso novio no merecía ser visto con ojos tan sucios. Para Min, Jimin, debía ser observado cómo una obra de arte única.
Aun así, cada vez que su ángel le pedía salir a aquel bar, él lo hacía. No le negaría su libertad a aquel rubio que no se cansaba de repetirle que cuando bailaba era cómo un ave que se fundía con el viento en lo alto del cielo y ninguna cadena lo podía atar al suelo.
Min sabía perfectamente que su novio no buscaba aquellas miradas, él tenía muy claro que el problema radicaba en los demás, esas personas que no controlaban sus ojos lascivos y sólo pensaban con sus hormonas. Algún día aprenderán que porque un chico o chica baile de manera sensual, disfrute de una noche de tragos y música, esa persona no siempre busca un acostón, simplemente se está divirtiendo. Y que ellos deben respetar el cuerpo ajeno, no atreverse a mirarlo como si fuera carne en oferta.
De un sorbo, terminó su bebida alcohólica y dejó el vaso de cristal en la barra, lamió sus labios, y se dirigió al centro de la pista en donde su rubio bailaba, alegre, sonriente y muy sensual. Las gotas de sudor adornaban la hermosa piel. Aquellos ojos verdes brillaron en demasía al ver a su amado gato ir hacia él.
— Señor Min, ¿Vas a bailar conmigo? — Posó sus manos sobre los hombros del mencionado.
Min alargó sus manos hacia la cintura del rubio y lo apegó a su cuerpo. — Joven Park, sabes que el baile no es lo mío. — Jimin inició a moverse lento contra el cuerpo contrario.
— Entonces, ¿Qué vamos a hacer?
— Tú seguirás bailando, si así lo deseas. — El cuerpo del rubio seguía moviéndose en forma de ondas lentas, buscando aún más contacto con el peliplatinado.
— ¿Me puedes traer otro trago? — Su pelvis hizo contacto con la entrepierna de Min.
— No te vayas a emborrachar. — Sonrió ladino al ver la sonrisa coqueta de su novio.
— Gatito... Señor gato está firme. — Expresó al sentir el bulto en los pantalones de Min.
— No digas nada de señor gato... — Se apartó del rubio y se marchó en busca de una botella. Cuando llegó de nuevo al lado de su pareja, sirvió el líquido en un vaso y lo guío a los labios del rubio, el cual se bebió de un tirón la bebida. — Baila mi bonito ángel, deja que tu cuerpo sea libre con cada nota musical.
— ¿Te vas a quedar aquí conmigo?
— Ángel, de aquí no me muevo... — Le dio un piquito. — No bailaré, pero estaré sujetando tu perfecto cuerpo mientras bailas.
— Me apoyaré en ti como si fueras mi tubo de Pole Dance.
Jimin inició a bailar, un baile sensual, sólo para Min, su cuerpo buscaba un constante contacto con el cuerpo contrario. Movimientos lentos que invitaban a Min a posar sus manos sobre aquel ardiente cuerpo.
El rubio le dio la espalda a Min, una de sus manos la guío al cuello impropio, tomó posesión de la nuca de su pareja, y muy tortuosamente; bailaba moviendo su cuerpo de lado a lado, restregando su trasero contra la entrepierna del peliplatinado.
Min trataba de mantener su mente tranquila, pero su novio no lo ayudaba, con cada movimiento en aquella danza; su amigo apresado en su pantalón se despertaba poco a poco.
Jimin bailó varias canciones, disfrutando de cada melodía y del agarre que ejercía Min en su cintura. Tomaba sorbos de su bebida alcohólica como si fuera agua, el peliplatinado le pedía que tomara más lento, algo que Jimin por supuesto no hizo.
Trago tras trago, sorbo tras sorbo, el alcohol empezó a hacer su trabajo, el rubio empezaba a sentirse un poco mas alegre de lo normal.
En su última pieza de baile, decidió separarse de Min, un poco, tan sólo un poco. Lo necesario para tomar impulso.
— ¡Agárrame fuerte, amor! — Gritó antes de lanzarse a los brazos ajenos.
— ¿Qué...? — Su pregunta quedó en el aire cuando Jimin lo embistió y Min sólo atinó a abrazarlo y soportar el golpe. — ¡Ángel! ¿Estás bien?
Jimin se abalanzó con tanta fuerza que tumbó a Min al suelo, los que bailaban en aquella pista, se quedaron quietos; observando a la pareja que se encontraba acostada en el suelo.
— Me cortaron las alas... — Hizo un puchero. — Santo guanabanazo que te hice dar. — Inició a reír a carcajadas.
— Nadie te cortara tus alas... — Con sus manos acunó el rostro del rubio. — Mi ángel está en modo turbulencia con aterrizaje forzado. — Se unió a las carcajadas del rubio. — Amor, ¿No te lastimaste? — Jimin negó con su cabeza. — ¿Vamos al apartamento?
— ¿Qué vamos a hacer allí?
— Te voy a enseñar a mi manera que puedes seguir volando. — Mordió sus labios.
— ¡Min! — Miró a su alrededor, y cayó en cuenta que estaban siendo observados. — Tenemos muchos ojos sobre nosotros.
El peliplatinado miró a los curiosos. — ¿Qué? ¿No han visto a un ángel ebrio aterrizar de emergencia? — Los presentes desviaron sus miradas. — Ángel, ayúdame a levantarnos. — Con delicadeza empujó el cuerpo de Jimin para que se reincorporara, y así levantarse del suelo.
— ¿Aterricé de emergencia? — Inquirió divertido ya estando de pie.
— Sí, y yo fui tu pista de aterrizaje. — Se sacudió la ropa. — ¿Quieres seguir bailando? — Acercó al rubio a su cuerpo y lo besó.
— Quiero seguir bebiendo.
— No, eso no.
— ¿Por qué no?
— Ya tomaste mucho, el alcohol ya te está jugando sucio.
— Pero estoy bien...
— Bien ebrio.
— Si estuviera ebrio, ¿Podría hacer esto...? — Intentó mantener el equilibrio con un pie.
— ¡Ángel! — Lo agarró en el aire cuando Jimin intentó hacer el número cuatro con sus piernas, y su cuerpo fue atraído al suelo. — No más bebida para ti.
— Pero yo quiero...
— Amor, mejor vamos al apartamento... — Con sus pulgares acarició el pucherito del rubio. — Mira que puedo llevarte a volar a mi manera... — Sus caricias tomaron camino hacia la mejilla contraria. — Mejor aún, vamos a bailar en mi cama, nuestra cama...
— Tú no bailas...
— Pollito, en la cama enredados en las sábanas... Bailo como experto.
— Gato calenturiento.
— Pollo seductor... — Lo alzó en brazos. — No te hagas, tu baile fue el que me incitó a bailar en la intimidad de tu cuerpo.
— Está bien, además quiero mostrarte algo. — Apoyó su rostro en la curvatura del cuello de Min.
— Mi ángel caído, muéstrame lo que quieras, mi atención siempre estará en ti.
El peliplatinado salió del lugar con su pareja aferrada a su cuerpo, riendo por la borrachera y con las mejillas totalmente rojas. El alcohol enserio estaba haciendo de las suyas.
Cuando llegaron al apartamento de Min, el rubio prácticamente saltó de los brazos de su novio y corrió hacia una de las sillas del comedor, la arrastró por el lugar con dirección a la habitación.
— ¿Qué haces? — Inquirió mientras seguía al rubio.
— No digas nada y sólo siéntate en la cama. — Pidió. — A la cama Min, a la cama. — Dejó la silla en medio de la habitación y rápidamente empujó a su pareja hacia la suave superficie. — Sólo mírame...
Jimin giró sobre sus talones y caminó hacia la silla, tomó su celular y buscó en su Playlist. Sonrió al encontrar la canción que usaría.
Se retiró los zapatos tan rápido cómo le era posible, y conectó sus ojos verdes con los marrón de su pareja.
— Amor, me dijiste que tenías algo que...
— No hables, sólo mírame... — Lo interrumpió. — Te enseñaré algo, pero necesito que te quedes calladito. — Min asintió.
Ese era el momento para que Jimin le mostrara a Min su condición, le haría saber que podía procrear vida, que su cuerpo lubricaba naturalmente. Le demostraría que no eran necesarios los lubricantes artificiales.
No más camuflaje, no más trucos, se desnudaría por completo ante su pareja.
Earned It se reprodujo en el celular del rubio, y este inició a caminar lentamente alrededor de la silla, sin perder de vista al hombre que lo observaba desde la cama. Sus manos se apoyaron en el espaldar de la silla, su cuerpo se movió en ondas, poco a poco se retiró la ropa de la parte superior de su cuerpo.
Min tragaba saliva constantemente, su ángel era sumamente erótico, y verlo bailar en aquella silla lo hacía querer lanzarse sobre aquel cuerpo.
Park movía sus caderas de lado a lado, sus manos acariciaban su desnudo torso. De un momento a otro; el rubio se sentó, sonreía coqueto, sexy y provocador.
— Creo que de los nervios estoy viendo borroso. — Se dijo. — Debí tomar más alcohol.
El rubio cerró sus ojos intentando controlar el mareo.
— Ángel... ¿Estás bien? — Se levantó de la cama con la intención de acercarse al rubio, pero el movimiento de la mano de su pareja lo hizo detenerse.
— Estoy bien, sólo mírame...
— El alcohol en su sistema me lo tiene mareado, estoy seguro. — Se dijo. — Por favor no te vayas a caer, angelito, te puedes lastimar. — Se acomodó de nuevo en la cama.
Sus dedos juguetearon con el botón de su pantalón; mordió repetitivamente su labio inferior, desabotonó su pantalón y bajó la bragueta, lentamente deslizó la prenda por sus piernas; hasta que llegó a sus tobillos, y cómo si el universo quisiera que permaneciera en el suelo, se cayó de la silla.
— ¡Mierda!
Min se levantó rápidamente y corrió hacia el rubio. — Amor, ¿Te lastimaste? — Revisaba el cuerpo del chico. — Pollito, contéstame...
— Tenía que caerme, soy un asco para vivir de pie o sentado. — Sus ojos se llenaron de lágrimas. Estaba furioso por su caída.
— No digas eso, amor...
— No pude mostrarte lo que quería...
Min acunó el rostro del chico y lo besó. — Me lo mostraste, el baile me encantó.
— No, no era... — Se cubrió la boca cuando sintió ganas de vomitar.
— Mi pollito... — Lo levantó del suelo, y terminó de retirar el pantalón del chico. — Aguanta, te llevaré a vomitar. — Jimin negó. — No te voy a dejar en ese estado sólo. — Expresó cubriendo el cuerpo de su pareja con una bata. — Te acompañaré a vomitar ,y luego te duermes para que se te pase la borrachera.
— No era el baile lo que quería mostrarte.
Jimin se quedó en silencio, hasta que sintió que vomitaría a Min, y salió corriendo al baño.
— ¡No me veas! — Con una de sus manos hacia señales para que Min saliera del baño. Cosa que el peliplatinado no hizo.
— Vomita todo... — Sobaba la espalda del rubio.
Después de muchas maldiciones del rubio hacia el universo, dejó de abrazar al inodoro y se dirigió a cepillarse los dientes. Min le preparó un baño rápido, ingresaron juntos a la tina y con caricias suaves se asearon mutuamente, en silencio. El valor que había tomado Jimin se había ido por el inodoro con cada arcada de su cuerpo.
Terminaron de asearse, y Min besó tiernamente los pucheros del rubio. Lo levantó en sus brazos para llevarlo a la cama.
— Gatito...
— Amor, no te sientas mal por caerte, el baile que me mostraste me encantó, así que no te mortifiques. — Con sus dedos peinó los rubios cabellos. — Eres mi precioso ángel caído, y con tus caídas me robaste el corazón. — Lo cubrió con las mantas. —Duerme mi vida, yo bajaré a la cocina. — Besó la mejilla impropia. — Cierra tus ojitos. — Con sus dedos acarició cada parpado.
— Te amo gatito. — Susurró antes de que Min saliera de la habitación.
— Yo también te amo... — Expresó fuera de la habitación. — Mi lindo ángel, no te presiones, el tesoro que te hace especial, es algo que debes decirme cuando en verdad te sientas listo.
Min no era tonto, y claramente se había dado cuenta que Jimin era algo especial, a partir de su tercera vez juntos; se había percatado de la lubricación de su pareja. No dijo nada. ¿Por qué? Algo en su interior le gritaba que su rubio de alguna manera sufría por tener aquel hermoso tesoro. Así que aprovechando que se había obsesionado por ver cómo su rubio le explicaba cómo debía prepararlo, usaba eso a favor de su pareja. Lo ayudaba a camuflajear su lubricante natural; con aquel líquido envasado, que esparcía en sus dedos antes de tocarlo íntimamente. Lo hacía sentir seguro de su cuerpo, y lo miraba cómo su más grande tesoro.
¿Para qué presionar a su pareja? ¿Para qué querer sacar una verdad que se notaba que Park no estaba seguro de revelarla?
No era experto en relaciones, pero algo sí tenía muy claro, jamás en su vida obligaría o presionaría a Jimin para que hablara sobre su cuerpo o secretos.
Esperaría a que aquel ángel, tomara el suficiente valor para liberarse de lo que encadenaba sus alas.
Después de haber bebido un vaso de Whisky, Min subió a la habitación, con cuidado de no despertar a su novio; se adentró en las mantas, lo abrazó por la cintura, le besó el cuello e inhaló profundo para así percibir el exquisito aroma de la piel de su amado.
— Mi dulce ángel... — Susurró antes de caer dormido.
En algún momento de la madrugada, Min aflojó su agarre de la cintura de Jimin. El rubio en medio de la oscuridad y adormilado; sintió un fuerte vértigo. Se movió brusco, girando hacia la orilla de la cama y cayendo al suelo.
— ¡Deja de llamarme piso del infierno! — Se intentó levantar. — ¡Ahhhh, no me muevan el mundo! — Gritó sujetando su cabeza para intentar controlar su mareo. — ¡Maldito alcohol! El mundo se mueve re feo... — Decidió quedarse tirado en el piso.
— ¡DEJEN DORMIR! — Gritó Min adormilado. — ¡Mi sueño es sagrado!
— M-Min Yoongi...
El peliplatinado se despertó por completo. — ¿Pollito?
— Me gritaste, gato dormilón. — Hablaba desde el piso. No se atrevía a levantarse porque el mareo se intensificaba.
Min estiró su mano y encendió la lámpara. — Mierda... — Recordó que estaba durmiendo con su ángel. — Amor, ¿Dónde estás?
— Me gritaste, tú nunca me has gritado, sin importar cuantas veces me he caído de tu cama.
Yoongi arrastró su cuerpo por la superficie blanda, y asomó su rostro por la orilla. — ¡Amor! ¿Por qué no te levantas? — Se bajó de la cama. — Lo siento por gritarte, estaba dormido... Pollito, ven, levántate. — Estiró su mano para que el rubio la tomara.
— ¡No!
— ¿No? — Se sentó en el frío suelo. — ¿Te enojaste conmigo? — Acarició la mejilla. — Lo siento, amor... Sabes que despierto jamás te levantaría la voz...
— No me enojé contigo. — Cerró sus ojos ante el tacto ajeno. — Es que si me levanto, el mundo se me mueve muy feo.
— Mi angelito alcoholizado está sufriendo de terremotos mentales.
— No te burles de mi mareo.
— No me estoy burlando. — Se inclinó para besarle la frente. — Ya vuelvo...
— ¿Qué vas a hacer? Te advierto que de aquí no me muevo hasta que el mareo me abandone.
— Voy a traer unas mantas y algunas almohadas para estar contigo...
— ¡No! No quiero que duermas en el piso. — Se intentó levantar. — Maldición, Min, ¡El mundo se mueve horrible! — Volvió a acostarse en el piso.
— Voy a dormir donde tu duermas... — Tomó todas las mantas de la cama. — Pollito, levanta un poquito tu cuerpo, voy a hacer una cama. — Min se arrodilló y extendió las mantas; improvisando un colchón suave que aislaba el frío suelo del cuerpo de su amado. — Ahora voy por más mantas para cubrirnos, y te traeré agua.
— ¿En serio vas a dormir aquí abajo?
— No pienso dejarte aquí tirado y con mareos. — Avisó. — Además te voy a dar mimos mientras se te pasa el malestar y vuelves a dormir. — Jimin le sonrió bonito, sus ojitos brillaban cómo dos luceros.
— Estoy empezando a creer que el que es un ángel eres tú. — Min sonrió cómo sólo lo hace con su rubio. — En mi pasado me hubieran sacado a empujones de la habitación para que durmiera en la sala.
— Aquí el único ángel eres tu... — Se acercó a besarle las mejillas. — Pollito, tus ojitos... — Min dejó un beso en cada parpado.
— ¿Qué pasa con mis ojos?
— Son mi luz en este camino de sueños que quiero cumplir sólo contigo.... — Dijo dulcemente, tratando de que se fueran esas lágrimas que de la nada querían salir de aquellos verdes orbes. — Amo esos ojitos brillantes y preciosos que me miran tan bonito.
— No te vayas... — Pidió abrazándolo.
— No tardare, voy y vengo con tu agüita y las mantas.
— No quiero agua. — Lo apresó con sus brazos. — Sólo te quiero a ti a mi lado.
— Yo también sólo te quiero a ti a mi lado. — Se acostó levemente sobre el cuerpo del rubio. — Déjame ir por las mantas.
Jimin lo besó en la mejilla. — Aquí te espero.
Antes de levantarse, lo besó repetidas veces en el rostro, logrando sacarle unas lindas sonrisas. Cuando regresó con las mantas, se acostó al lado de Jimin, lentamente apoyo la cabeza ajena en su pecho y con parsimonia acarició los cabellos rubios, besó la coronilla.
— ¿Ya no se te mueve el mundo?
— No tanto, tus cuidados son una buena medicina.
— Solo te estoy dando besos y caricias.
Abrazó con más fuerza al cuerpo ajeno. — Pues tus caricias y besos son lo mejor para mi cuerpo y alma...
— Tu medicina te ama con todo su ser, ¿Lo sabías?
— No, pero gracias por decirlo. — Un gruñido se escuchó. — Gato rabioso, estoy jugando. — Acarició el abdomen ajeno.
— Cuando te mejores te enseñaré que esos juegos tienen consecuencias. — Lo nalgueó.
— ¿Me vas hacer caer sobre ti?
— No lo dudes... Y vas a disfrutar de la caída. — Jimin jadeó. — Pero ahora vas a dormir.
— Dulces sueños, mi gatito dormilón y medicinal.
— Dulces sueños, mi ángel caído de aterrizajes forzosos.
Hola kokoros darks 🤟🖤💜
Solo diré... Gatito dormilón, me estoy enamorando de ti 🥹
Lxs quiero un montón, 🖤 besitos púrpuras 💋💜
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top