II
— Sólo quiero a mi ángel caído. — Repetía cómo un mantra para darse fuerzas.
— ¿Se va a casar? — Inquirió en su mente, y miró a Min. — ¿Por qué dijo eso en la oficina? — Se preparó para tomar nota del pedido. — Claro, eso fue otra manera de burlarse de mí. — Apartó la mirada. — Por lo visto ya decidieron lo que van a cenar.
— Por favor no apartes tus ojos de los míos. — Suplicó en pensamiento Min. — Yo no comeré nada, gracias. — Habló buscando que los ojos del rubio lo miraran de nuevo, y este sólo asintió ante lo dicho por su jefe. — Mírame ángel...
— Podrías traernos dos platos especiales de la casa. — Pidió la chica. — Y una botella de champaña.
— Nada de champaña. — Min interrumpió el pedido. — No estamos celebrando nada...
— Claro que sí estamos celebrando. — La chica miró de arriba a abajo a Jimin. — Estamos celebrando nuestro futuro matrimonio, querido.
— Deja de decir eso. — El rubio los escuchaba discutir. — Jimin, sólo trae un plato de lo que ella pidió, y una copa de vino tinto.
— ¡Ni se te ocurra! — Gritó al rubio cuando vio que este asentía ante el pedido de Min. — Vas a traer lo que yo ordene, y lo harás rápido.
— Cómo ordene, señorita. — Dijo el rubio.
— Corrección, meserito. — Lo miró con desprecio. — Es cómo ordene, señora Min.
— Deja de decir locuras. — Expresó al borde de mandar sus modales a la porra. — Y no le digas así a... — Hizo una pausa observando los ojos verdes del rubio. — No le digas así a mi empleado.
— Tráeme el pedido. — Le ordenó al rubio. — Y sólo estoy diciendo tu realidad. — Se dirigió a Min. — Eres mi futuro esposo, y desde ahora me llamaran con tu apellido.
— Con permiso señor y señora Min...
— No digas eso Jimin. — Habló en su mente. — Ángel caído, ella está loca.
— Deberías despedir a ese meserito. — Min alzó una ceja. — Me cae mal, despídelo.
— ¡No!
— ¿No?
— Lo que oíste. No lo despediré.
— Cuando sea tu esposa lo voy a despedir.
— No serás mi esposa, y no lo despedirás.
Pasaron varios minutos y Jimin se dirigía con el pedido de la cita de Min.
— Pareces un pollito. — Pensó cuando lo vio revolotear con los pedidos de los comensales.
El rubio inflaba sus mejillas, y corría de un lado a otro cumpliendo con su trabajo. Siempre con una sonrisa y viéndose adorable.
Yoongi no perdía de vista al rubio, prácticamente sus ojos tenían vida propia.
— Eres un pequeño pollito, una bolita de amor y ternura.
Esos no eran los pensamientos de Min meses atrás. Él no prestaba atención a sus empleados, de su boca no salían palabras cariñosas y en su mente jamás había pasado un pensamiento cursi. Pero todo cambió, y eso fue cuando se fijó en ese rubio.
El de ojos verdes se encaminó a la mesa de su jefe. Dejó cada platillo en el lugar correspondiente.
En su mente pasaba el constante pensamiento de que Yoongi lo tenía como su payaso personal. Jimin no es de detestar a las personas por una primera impresión, pero con la futura esposa de su jefe, eso cambió. No le gustaba tener ese sentimiento de fastidio, pero la chica que lo miraba cómo basura, le colmaba la paciencia por esa actitud tan pesada que tenía.
Se mentalizó que los atendería cómo a cualquier comensal, así que hizo uso de su hermosa sonrisa, y continuó con su trabajo.
Yoongi observó que a pesar de que su ángel sonreía, sus ojos y lenguaje corporal le demostraban que estaba incomodo e incluso un poco molesto.
— Aquí está su pedido. — Terminó de acomodar los platos. — Disfruten su cena...
— ¡Ah! Meserito imbécil.
— ¡Débora!
— ¡¿Qué?!
— No lo llames así.
— Es un meserito, torpe e imbécil. — Dijo mirando con desprecio a Jimin.
— Lo siento, señorita. — Débora chasqueó su lengua. — Perdón, perdón, señora Min.
— Y aparte se le olvida que soy tu esposa.
— No eres mi esposa.
Jimin intentaba secar el agua que había derramado sobre la chica.
Cuando estaba por retirarse de la mesa, Yoongi le tocó sutilmente una de sus manos; y allí ante el tacto repentino, el rubio hizo un movimiento con su otro brazo. Tumbó la copa de agua de Débora, y la mojó.
— ¡Despídelo!
— ¡No!
— Lo siento, yo me retiro. — Dijo el rubio cuando terminó de secar la mesa. La chica no dejó que la ayudara a secarse. — Con permiso señores Min.
— ¡Lárgate ya!
— ¡No le hables así, Débora!
— Víbora, le queda mejor ese nombre. — Pensó el rubio. — Señor Min...
— No lo pienses Jimin. — Tomó posesión de una mano del rubio. — No te voy a despedir. — Afirmó. — Ve a atender a las demás mesas, y disculpa la mala educación de Débora.
— Víbora, es una víbora. — Corrigió a Min en su mente. — Con permiso señor. — Se retiró sonriéndole sutilmente a Min.
— Mi ángel...
— ¡¿Por qué lo tratas tan bien?! — Reclamó la chica. — Debes despedirlo...
— Porque es mi empleado, y yo decido cómo tratarlo. — La miró serio. — Es mi ángel, mi pollito. — Cruzó sus brazos por sobre su pecho y enderezó su postura. — Tú no decides que debo hacer en mi restaurante.
— Pero...
— Pero nada, Débora. — La interrumpió. — Ahora mismo vamos a dejar claro que tú y yo no somos, ni seremos nada.
— Tu madre dijo...
— Mi madre podrá decir que me casaré con Cleopatra, y aun así no será cierto.
— Yoongi, amor...
— No me vengas con eso de amor. — Sus ojos buscaban al rubio. — Y por favor cero contacto físico conmigo. — Le pidió cuando la chica estiró su mano con la intención de entrelazarla con la de Min.
— Eres grosero.
— Creo que lo aprendí de cierta Débora. — Sus ojos brillaron cuando vio a Jimin dirigirse a una mesa para entregar otro pedido.
— ¡Yoongi!
— ¡¿Qué?! — No la miraba, sus ojos estaban concentrados en cierto chico. — Come lo que pediste, y te vas de aquí.
— Pero, ¿Y la boda?
— Débora... Te lo diré de nuevo. — Sonrió al ver que su rubio conectó miradas con él. Eso no pasó desapercibido por la chica y bufó en molestia. — Yo, Min Yoongi, no me voy a casar contigo, aquí no hay boda, ni noviazgo, o algo parecido.
— ¡Deja de mirar al maldito meserito!
— Baja la voz o te sacaré de mi restaurante. — La chica abrió su boca en una "o" por la sorpresa. Min jamás le había hablado así. — Y te pido respeto por el bello ángel que estoy observando.
— ¡Yoongi!
— ¿Qué?
— ¿No te diste cuenta de lo que dijiste? — Min volteó a verla. — Dijiste que ese meserito es un bello ángel, y estás sonriendo cómo bobo. Tú no eres así.
— Uy, lo siento. — Volvió a ver hacia donde estaba Jimin. — Creo que eso era un pensamiento, y se me escapó.
— ¡Deja de mirarlo!
— Come y deja de gritar que me da dolor de cabeza.
Débora no comió nada, seguía hablándole a Yoongi, y este le contestaba sin mirarla. Su atención todo el tiempo estaba en Jimin.
Estuvo a punto de levantarse varias veces cuando el rubio tropezó y cayó con varios platillos. La chica moría de la rabia, no podía creer que su prometido estuviera pendiente de un torpe cómo ese. Así que decidió llamarlo para pedir cambio de su comida porque estaba fría.
Jimin llegó a la mesa y con toda la paciencia del mundo tomó de nuevo el pedido de la chica. Respiraba profundo y se decía que no podía desgreñar a la cita de su jefe.
¿Por qué quería desgreñarla? Resulta que mientras tomaba el pedido de Débora, la chica no perdía la oportunidad de llamarlo: inútil, torpe, idiota, meserito de cuarta, imbécil...
— ¡Débora! Ya deja de insultarlo. — Min perdió la paciencia.
— Tú deja de defenderlo...
— Ya les traigo su pedido.
— Lárgate zorra. — Dijo la chica.
— ¿Disculpe? — Jimin apretó los platos que tenía en su mano.
— ¡Débora!
— Lo que escuchaste. — Se levantó de su silla para encarar a Jimin. — Eres una zorra. Lárgate y deja de seducir a mi esposo.
— ¡Maldita sea, Débora!
Jimin perdió la paciencia y miró a su jefe. — Lo siento señor Min.
— ¿Por qué te disculpas? La grosera es ella...
— Porque seguramente me va a despedir.
— ¿Qué?
— Si mi esposo no te despide, lo haré yo...
— ¡Cállese, víbora! — Expresó el rubio.
— ¡Grosero! — Levantó su mano para abofetearlo.
— ¡Ni se te ocurra, Débora! Te sacaré de mí...
Yoongi se quedó con las palabras al aire cuando observó cómo Jimin vaciaba el plato con la comida fría sobre la cabeza de la chica.
— ¡Oops! Soy tan torpe que se me resbaló el plato sobre tu cabeza. — Dejó los platos vacíos sobre la mesa.
— ¡Maldito meserito!
— Jimin...
— Lo siento señor Min. — Puchereó. Seguido a eso tomó una botella de vino que llevaba uno de sus compañeros y la destapó. — ¡Oh, no! — Fingió tropezar. — ¡Se me resbala la botella!
— No juegues meserito... — Abrió los ojos en grande cuando el chico inclinó la botella por sobre su cabeza. — ¡Ah! ¡Min, has algo! — El mencionado intentaba no carcajearse allí mismo.
El líquido de la botella cayó sobre la cabellera de la chica. — Lo siento es que me tropecé y soy tan inútil, torpe, imbécil e idiota que no pude evitar este accidente. — Dejó la botella vacía sobre la mesa.
— Jimin. — El peliplatinado se acercó al rubio.
— Lo sé, estoy despedido por lo que le hice a su víbora. — Yoongi contuvo las fuertes ganas de reír que tenía. Ver a Débora bañada en comida y vino, era algo que jamás imaginó ver, a eso le sumaba la forma tan particular en que su ángel llamaba a la chica, lo hacía querer morir de risa.
— ¡Despídelo! — La chica se retiraba los trozos de comida. — ¡Hazlo Min!
— Jimin, ve a mi oficina.
— Primero voy al cuarto de empleados y recojo mis cosas.
— No.
— ¿Qué? — Jimin lo miró confundido. Esperaba que lo sacaran del restaurante.
— Vas a ir a mi oficina y me esperaras.
— ¡Sácalo del restaurante! — Gritó la chica.
— La que se va eres tú. — Llamó a Hoseok con un movimiento de su mano. El susodicho estaba observando todo, igual que los demás comensales y empleados. — Tú te largas de aquí, y de paso; si ves a mi madre, dile que soy gay, y que jamás me casaré con una víbora loca como tú. — Hoseok llegó a ellos. — Llévala a su auto por favor.
— Gato... Digo jefe.
— Sube a la oficina, por favor ángel. — Jimin se quedó procesando. — Ángel, espérame en la oficina.
— ¡No lo llames así! — La chica pataleó en su lugar.
— Yo lo llamo como se me dé la gana, víbora. — Tomó posesión de la cintura del rubio y lo giró para que tomara camino hacia su oficina. — Ve a la oficina, ya voy contigo. — Le dio un pequeño empujón para que el rubio caminara. — Tenemos que hablar. — Jimin asintió con su cabeza e inició a caminar. — Llévatela Hobi.
— Vamos señorita.
— ¡No me toques!
— Ya deja tus malditas pataletas y lárgate de mí restaurante. — Expresó Min en un tono de voz fuerte. — Deja de hacerte películas de que somos algo. — Tomó el bolso de la chica y se lo entregó. — Hobi, cómo ella no quiere que la acompañes, entonces, por favor encárgate de que los comensales reciban una botella de vino en disculpa por el espectáculo de la víbora. — La chica hizo resonar sus tacones y salió furiosa del lugar. — ¡Adiós víbora! — Hobi lo miró con asombro.
— Yoongi...
— ¿Qué pasó?
— Eso me pregunto yo. — Min lo miró sin entender a lo que se refería. — Jamás me imaginé que serías capaz de decirle algo así a una chica u otra persona.
— Es el efecto Jimin... — Sonrió cuando el nombre del rubio salió de sus labios.
— La llamaste víbora, y fuiste poco caballeroso con ella.
— Se metió con mi ángel...
— Eso también me dejó asombrado.
— ¡¿Qué?!
— Lo llamaste ángel enfrente de muchas personas, hasta le tocaste su cintura.
— No le mires la cintura a mi ángel.
— No seas celoso...
— Mejor me voy a hablar con Jimin. — Se giró en sus talones para tomar camino. — Por favor has lo que te pedí, y por favor cierra el restaurante.
— ¿Qué estás diciendo?
— Por hoy no atenderemos a más comensales. Que los que están cenando terminen, y después cada quien para su casa.
Jimin se encontraba de pie frente al escritorio de Yoongi. Trataba de entender por qué fue tan impulsivo. Claro la chica lo había insultado, y pues hasta la paciencia de Buda tiene un límite.
— Tonto Jimin, tonto. — Se golpeaba la frente. — ¿Por qué lo hiciste? — Inició a morder la uña de su dedo pulgar. — A ti no te importa que te insulten. — Se recordó. — Fueron... ¿Celos? — Negó con su cabeza. — ¿Estaba celoso de que esa víbora sea la prometida del gato dormilón? — Sacudió su cabeza enérgicamente. — ¿Quizás fue porque me llamo zorra? — Se preguntó. — No, eso no es. — Contestó su propia pregunta mientras caminaba de un lado a otro. — A mí me vale un comino lo que digan de mí. Yo no soy nada de lo que dijo la víbora, y mucho menos una zorra. — Continuó con su conversación. — Una bruja cómo esa jamás lograra que me sienta mal o dude de mí. — Se recordó.
— Claro que no eres lo que dijo Débora...
— ¡Ah! Maldición, ¿por qué llega como gato ninja? — Le reclamó a Min.
— No te asustes...
— Pues sí me asusto. — Se tocó el pecho.
— Jimin...
— ¿Qué? ¿Si me va a despedir?
— Tú eres el ser humano más lindo que he visto. Puede que te la pases en el piso, pero eso no te hace merecedor de las palabras desagradables que dijo Débora.
— Es víbora. — Lo corrigió. — ¿Q-qué? Espere, señor Min, no diga esas cosas. — Inició a caminar hacia atrás, hasta que tropezó con el mueble de los licores.
— ¡Cuidado ángel! — Min se acercó al rubio.
— ¡No se me acerque! — Manoteaba intentando alejar a Min. — Solo despídame y deje de jugar conmigo.
— No te voy a despedir. — Intentó acorralar al rubio contra el mueble de licores. — Quiero hablar contigo sobre Débora.
— Se va a casar. — Dijo mientras buscaba un espacio para huir. — Su víbora lo dijo...
— No me casaré.
— ¡Deje de jugar conmigo! Se va a casar, lo dijo la víbora. ¿No le basta con tenerme de su payaso personal? — Salió corriendo hacia la salida, pero tropezó y cayó a los pies de Min.
— ¿Por qué te interesa lo del casamiento?
— ¡No me mire, y despídame ya! — Ignoró la pregunta de Min. Ni el mismo sabía por qué repetía tanto lo de la boda.
Yoongi se acuclilló frente al rubio, tomó posesión de la cintura ajena, y lo levantó del suelo.
— No me toque...
— Ven para acá. — Lo sentó en la silla de su escritorio y lo acorraló para que no huyera. Con sus brazos a cada lado de la silla y con su cuerpo frente a Jimin, lo miró a los ojos. — Te voy a decir todo lo que pienso, aclararemos el tema de Débora o cómo tú le dices víbora.
— Me quiero ir.
— Solo escúchame. — Le suplicó. — Yo no soy bueno para decir lo que siento, y cuando estaba diciéndotelo llegó ella a dañar todo.
— Su esposa, según ella, es su esposa.
— Jimin, ella no es, ni será mi esposa. — El rubio sonrió inconscientemente. — Escúchame...
— Okay, lo escucho...
— Ese es mi ángel. — Jimin se sonrojó. — Aquí voy...
— Soy todo oídos, señor Min.
Yoongi rogó al cielo para no regarla con su ángel. Después de pensar por donde iniciaría, decidió romper el silencio que gobernaba en la oficina. Enserio él era muy malo para expresarse con la gente, y cómo no era de tener convivencia con los demás, se le dificultaba soltar todo lo que pensaba.
— Mira, Jimin. — El rubio le sostuvo la mirada, sus ojos estaban totalmente fijos en los del contrario. — No me gusta el contacto con las personas, soy un hombre que ama dormir. Tú ya lo sabes. Hobi te lo dijo cuándo ingresaste a trabajar. — Jimin asintió con su cabeza. — Pero llegaste tú y tus caídas, y algo dentro de mí se removió. Día a día tengo la gran necesidad de verte, estar pendiente de que no te lastimes. Me vale que me despiertes.
— Señor Min...
— Por favor no me interrumpas. — El rubio apretó sus labios. — Mi sueño es sagrado, y detesto que lo interrumpan, pero tú, tú llegaste, y de golpe me lo quitaste. — Jimin arrugó su ceño. — No mal entiendas mis palabras, no me estoy burlando de tus golpes y caídas. — Jimin rodó los ojos. — Solo tú tienes la capacidad de despertarme y que no me ponga de un genio del infierno. Desde que te vi lleno de spaghetti, peleando con los postres y cayendo al piso...
— Se burla de mí.
— No. — Acarició la mejilla del rubio. — Creo que me enamoré de ti. Siento que eres mi ángel caído que me roba el sueño, y por primera vez en la vida me haces sonreír auténticamente.
— Se-señor Min...
— Mandé a poner las cámaras para vigilar tus mesas, para poder admirarte y de una manera cerciorarme que no te me estabas lastimando con tus caídas. — Volvió a poner su mano al lado de la cabeza del rubio, y apoyó su peso en las palmas contra la silla. — No eres un payaso para mí, no eres un juego o alguna entretención. Eres mi ángel, mi bello ángel caído.
— ¿Y su matrimonio?
— Eso es idea de mi madre. Ella me ha presentado cuanta chica para que yo me case.
— ¿No se quiere casar?
— No. — Jimin bajó su mirada. — Al menos por ahora no, y mucho menos con las locas que envía mi madre.
— ¿Y Débora? — Inquirió con su mirada gacha.
— Mírame Jimin. — El chico negó. — Mírame por favor. — El rubio subió su mirada. — Débora es hija de una amiga de mi madre. Y desde su adolescencia se sentía mi dueña.
— ¿Por qué no hizo algo para quitársela de encima?
— Lo hice, me cambie de escuela, me alejé de ella, y hasta cambie de número de celular.
— ¿Entonces?
— Mi madre el año pasado al ver que nunca asistía a las citas que ella me arreglaba. Envió a Débora al restaurante, allí ella se montó la película de que es mi esposa, porque mi madre le dijo que tarde o temprano me casaría con ella.
— ¿No ha hablado con su madre?
— Ella vive de viaje, y sólo me llama para insistir con las citas, o más bien la cita con...
— La víbora...
Min sonrió y Jimin adoró esa sonrisa. — Esa misma, la víbora. — Min se alejó de Jimin y decidió recargarse sobre su escritorio, pero sin dejar de tener contacto visual con el rubio. — Gracias a ti, hoy pude mandarla a volar.
— ¿Qué?
— Lo que oíste. No me hizo nada feliz que te tratara de esa manera.
— Pero hice un espectáculo en el restaurante.
— El espectáculo lo hizo ella.
— ¿No me va a despedir?
— Deja de preguntar eso. — Jimin se levantó de la silla. — No te voy a despedir.
— ¿Qué va a hacer entonces?
— Te quiero invitar a salir, deseo conocerte y ver si quizás podemos iniciar una relación.
— ¿Qué?
— Eso sí, tu tendrás que enseñarme cómo es eso de las citas, salidas en pareja...
— Señor Min...
— Esta es la primera vez que deseo salir con alguien. Y ese alguien eres tú, mi ángel caído.
Jimin sintió que perdía fuerza en sus piernas, y buscó apoyo en la silla donde antes estaba sentado, pero la empujó y cayó al suelo.
Yoongi se apresuró a tomarlo por la cintura y ayudarlo a levantarse.
— Se-señor Min...
— Si sigues con esas caídas me quedaré sin cenar pollito. — Susurró con una sutil sonrisa.
— ¿Qué dijo señor Min?
— ¡Ay no lo pensé, lo dije! — Se dio un golpe mental. — Que no deseo que sigas cayendo...
— Quiero caer sobre ti.
— Quisiera que cayeras sobre mí. — Expresó perdido en los labios del rubio. — Contrólate Min y no lo mires como si te lo fueras a cenar.
— Quiero que me cenes gatito de sonrisa hermosa.
Jimin estaba perdidamente enamorado de Yoongi, desde la vez que lo golpeó para que escupiera la carne con la cual se había atorado, el rubio confirmó sus sentimientos por aquel hombre. Ahora no podía creer que aquel chico que se veía tan serio, de rasgos gatunos y que solo pensaba en dormir, le hubiese confesado parte de su vida e incluso le pidió salir.
— Ignora lo que dije de la cena.
— Ignora que te dije que quería cenarte. — Ambos sonrieron. — Entonces, ¿Aceptas salir con este gato dormilón?
— Claro que acepto. — Juntaron sus frentes. — Tantos golpes con el piso no me han hecho perder la razón. Ni loco rechazaría salir con el gatito dormilón de sonrisa preciosa.
— Qué lindo pollito.
— Más lindo eres tu gatito.
— Haces que se me salga lo empalagoso y cursi, ángel caído.
— Te confieso que amo ser el causante de ese efecto.
Seis meses habían pasado desde que Min le confesó sus sentimientos a Jimin. Noche tras noche, después de cerrar el restaurante, ellos tenían una cena romántica, solos los dos en la oficina del peliplatinado.
Después de cenar, algunas veces Jimin arrastraba a Min a un bar, y allí bailaba solo, bueno hasta que se le acercaban al rubio, y Yoongi no soportaba que trataran de tocar a su ángel caído.
— ¿Cómo demonios es que cuando bailas no te caes? — Le susurró en el oído a su novio, después de haber tomado de un sorbo su Martini y correr para apegarse a la espalda de su ángel y así repeler a los chicos que desnudaban con la mirada a su pareja.
— N-no sé. — Tartamudeó cuando sintió como su novio apegaba su pelvis a su trasero. — Creo que cuando bailo soy un ave libre que no tiene cadenas que lo jalen hacia el piso.
— Bueno, mi ave libre... — Besó el cuello de su pareja. — Es hora de irnos a dormir.
— ¿Puedo dormir en tu apartamento? — Acarició las manos de su pareja.
— Eso no se pregunta.
— ¿Otra vez no tendremos relaciones? — Empujó su trasero contra la pelvis de su novio, buscando una reacción que lo llevara a por fin ser profanado por su gato.
— Ya te dije que es muy pronto.
— Pero yo quiero.
— Y yo también.
— ¿Entonces?
— Entonces tendrás que esperar al día que te tengo preparado.
— Ósea que de nuevo... ¿Sólo nos vamos a masturbar?
— Sí, y también te la voy a chupar.
— Gatito sucio.
— Pollito caliente.
Cuando cumplieron tres meses de novios Jimin le dijo a Yoongi que deseaba entregarse a él. Pero este se negó, pensaba que era muy pronto. Aunque moría por probar la piel de su amado. Min desde ese día pensó en el escenario perfecto para estar íntimamente con su ángel. Y se le ocurrió que podría ser el día de noche buena. Además Min tenía un poco de miedo, pensaba que quizás podría lastimar a su ángel en el acto.
Así pasaron tres meses más y cada vez que Jimin se quedaba en su casa, ellos tocaban sus cuerpos, se besaban con pasión, disfrutaban de cada sonido placentero que salía de sus labios. Pero nunca consumaron el acto, sólo se masturbaban mutuamente, y le regalaban una exquisita y satisfactoria felación a su pareja.
Un día más de trabajo llegó y como ya era costumbre la pareja se encerraba en la oficina minutos antes de abrir el restaurante para besarse y acariciarse sin límites. En el transcurso del día, Yoongi admiraba a su ángel caído por la ventana de su oficina. Ya no era necesario hacerlo por la pantalla del computador.
De vez en cuando el rubio se quedaba mirando hacia la ventana, y después de arrojarle unos cuantos besos voladores, le comunicaba con señas de sus manos que durmiera un poco. Jimin sabía que su gatito adoraba dormir, así que le insistía en que no sacrificara su preciado sueño, sólo por observarlo.
La hora de cerrar el restaurante llegó, la pareja se encontraba cenando. Y Hobi estaba cerrando las reservaciones para el siguiente día.
— Gatito...
— ¿Qué sucede mi ángel caído?
— ¿Podrías bajar las persianas de la ventana? — Lamió seductoramente sus labios.
— ¿Para qué?
— No preguntes y solo hazlo~.
Yoongi lo miró y entendió lo que quería su pollo travieso. — ¿Quieres postre? — Dirigió sus pasos hacia la ventana y bajó las persianas.
— ¿Tú qué crees? — Jimin despejó el escritorio de Min, se sentó en este y bajó su bragueta sacando su miembro semi-erecto. — Gatito~. — Gimió bajito para que sólo escuchara su pareja.
— ¿No puedes esperar? — Se acercó para besar los labios del rubio.
— No~.
— Nos puede escuchar Hobi.
— No haré ruido. — Alargó su mano y masajeó por sobre la tela del pantalón el miembro de Min. — Sólo será una rica felación y nos vamos a tu apartamento.
— Ángel~...
— Será rápido. — Se abalanzó contra los labios del peliplatinado. — Por favor gatito~.
Yoongi mordió el labio de su pareja y bajó lento hacia el miembro de su pollito. — Primero quiero mi postre y luego tú tendrás el tuyo. — Jimin asintió enérgicamente y Yoongi embutió el miembro de su ángel en su boca.
Las succiones no se hicieron esperar, la boca de Min cubría por completo la virilidad de su pareja. Hilos de saliva escurrían por el miembro del rubio. Y este último callaba sus gemidos cubriendo su boca con sus manos.
Min succionaba con rapidez aquel miembro, lo empujaba hasta el fondo de su garganta y disfrutaba del pequeño temblor que su pollito tenía; cuando sentía la punta de su glande tocar el fondo de su garganta. Unas cuantas succiones fueron suficientes para que Jimin llegara a su clímax y Min tragó toda la corrida de su pareja.
— Este postre es muy delicioso. — Limpió el rastro de semen que escurrió por la comisura de sus labios. — Ahora es tu turno de comer. — Besó los labios del rubio y procedió a sentarse en la silla de su escritorio. — Ven, quiero que tu boquita me haga ver estrellas. — Bajó su bragueta y sacó su erecto pene. — Recuerda, hasta el fondo mi vida. — Jimin lamió sus labios, se arrodilló frente a Min y tomó el pene en sus manos.
— ¡Yoongi! — La pareja se tensó.
— ¿Qué sucede, Hobi?
— Tienes una visita. — Dijo a través de la puerta cerrada.
— Es-estoy ocupado. — Tartamudeó cuando Jimin se tragó de un bocado su miembro. — Ángel, ¿Qué haces? — Susurró. — Jimin sonrió y mordió suavemente la punta del pene de su pareja.
— Yoongi...
— Di-dile que venga mañana.
— No puedo.
— ¿Por qué? — Jimin metió la punta de su lengua en la abertura del glande de Min. — Para, amor, para. — Susurró.
— Es que es Débora.
— ¡Mierda! — Jimin liberó el pene de su pareja. — Te juró que no sé qué hace aquí...
— No te preocupes. — Sonrió ladino. — Deja que pase.
— ¿Qué?
— Deja que pase, pero yo continúo con mi postre. — Retrocedió de rodillas y jaló la silla de Min. — Quiero mi postre. — Se acomodó en el espació vacío del escritorio y le sonrió a su gatito. — No vayas a mover la silla porque la víbora nos podría ver en acción.
— No hagas locuras~. — Jadeó cuando el rubio le lamió una de las venas de su pene. — No puedes hacerme una felación mientras hablo con Débora.
— Si puedo, y lo haré. — Le sonrió. — ¡Hobi! Dile que siga.
— Entendido...
— ¡No! — Gritó tratando de pararse de la silla.
— ¡Quiero mi postre! — Lo empujó logrando que se sentara de nuevo. — Gatito, será excitante.
— Estás loco.
— Estoy terminando de cenar. — La puerta se abrió. — Sólo no muestres tu cara de placer, y habla con la víbora. — Le susurró y empujó el miembro de Min hasta el fondo de su garganta.
— ¡Mierda! — Habló entre dientes tratando de detener el jadeo que quería salir de su boca.
— Hola, esposo. — Jimin rodó los ojos, aun así continúo con las succiones.
— ¿Q-qué quieres? — Apretó sus labios cuando Jimin le masajeó los testículos por encima de la ropa. — Te dije que tú y yo no tenemos nada...
Jimin deseaba que su gatito llegara pronto al clímax, así que decidió hacer algo que sabía que enloquecía a su pareja.
Lentamente con su lengua delineó la extensión venosa y palpitante de Min, de un empujón enterró aquel pedazo de carne en su garganta y con las paredes de ésta inició a apretarlo.
— Mi amor...
Yoongi apretó sus puños tratando de controlar la maldición que saldría de su boca al sentir como su novio le apretaba su miembro con la garganta.
— Deja de decirme así y dime para que viniste.
— Tienes que casarte conmigo...
— Según tu... ¿Por qué tendría que hacer eso?
Jimin apresuró el movimiento de su cabeza. Chupó, succionó, mordió y apretó la virilidad de su pareja. Estaba próximo a correrse, lo sentía, el pene de Min palpitaba desesperadamente. Unas cuantas succiones más y el cuerpo de Yoongi se tensó, estaba listo para descargar su esencia.
— ¡Estoy embarazada!
Jimin cerró los ojos cuando escuchó lo que dijo la chica, aun así siguió en su trabajo y movió con energía su cabeza, tragando el miembro de Min y este se descargó en la garganta del rubio.
— ¡Mierda! — Golpeó con su puño tratando de no gemir de placer. — Fe-felicidades, ahora cásate con el padre de tu hijo.
— ¡Es tuyo! — Un golpe se escuchó, y el escritorio de Min se movió levemente. — ¿Qué fue eso?
— ¡Auchs! — Gritó Jimin saliendo de su escondite. Se había golpeado en la cabeza cuando trató de sacar el miembro de su pareja para respirar un poco mejor.
— Amor, pollito... — Min se subió la bragueta rápidamente. — No es cierto, yo no me he acostado con ella...
— ¡¿Qué haces allí abajo?! — Gritó Débora. — Min, tienes que casarte conmigo.
— Hola, víbora. — Saludó Jimin limpiando sus labios y tragando un poco de los residuos de la corrida de Min. — Gatito... Casi me ahogo, ese postre estaba muy fuerte. — Se sentó en las piernas del peliplatinado. — No puede casarse contigo. — Dijo con una gran sonrisa.
— Lo siento, pollito. — Lo besó. — Es que tu boca hace que se multiplique el postre.
— ¡Aléjate de mi esposo! ¿Qué hacías allí abajo?
— Uy, me creerás que como soy tan torpe... víbora. — Lamió sus labios degustando el sabor de su novio. — Pues me caí de boca abierta en el pene de mi gatito.
— ¿Qué demonios?
— Y me la enterró toda hasta el fondo de mi garganta. — El peliplatinado le acarició un muslo. — Es que me caí re fuerte. — Yoongi sonrió. — Gatito, me duele la garganta por la caída sobre tu rico pene. — Hizo un tierno puchero.
— ¡Degenerados!
— ¡Víbora loca! Es mejor que te largues de aquí o juro que te sacaré de las greñas del restaurante de mi novio.
— Amor, Min...
— Lárgate, y espero que encuentres al padre de tu hijo. — Acarició los labios del rubio. — Si no es que antes te meten en un manicomio.
— Tienes que casarte conmigo.
— Tengo es que irme a darle una buena y maravillosa noche de pasión a mi lindo ángel caído.
— ¿Estás diciendo? — Jimin lo miró y levantó sus cejas coquetamente.
— Sí, hoy te haré el amor...
— ¡Min! — Gritó Débora.
— ¡Cállate víbora! — Expresó el rubio. — ¿Me darás mi noche buena? — Ignoraron los alegatos de la chica.
— Te daré tu noche buena, año nuevo, San Valentín y lo que quieras. — Se levantó de la silla con el rubio en brazos y este enredó sus piernas alrededor de las caderas del peliplatinado. — Se me antoja un pollito en sus jugos.
— ¡Llévame gatito! — Besó apasionadamente a su novio. — Adiós, víbora...
— Le diré a tu madre.
— Qué bueno. — El peliplatinado apretó las nalgas del rubio. — Me la saludas y le dices que soy súper híper mega gay. — Besó al rubio. — Vamos mi ángel, creo que mi amigo allí abajo quiere otra caída de tu boca.
— Gatito, voy a caer sobre ti.
— Desde que me di cuenta que me gustabas, me preguntaba... — Jimin lo miró expectante. — ¡¿Y si caes sobre mí?! — Sonrió ladino.
— Creo que voy amar caer sobre ti y tu gran...
— ¡Pervertidos!
— ¡Víbora loca! — Gritaron al unísono.
La pareja dejó a la chica en la oficina, el peliplatinado le dijo a Hobi que si ella no se iba en cinco minutos; llamara a la policía para que la sacaran.
No fue necesario que Hoseok llamara a la policía. A penas la pareja abandonó el restaurante, llegaron los padres de la chica y se la llevaron del lugar. Ella no estaba embarazada, no podía tener hijos, era estéril. Se había obsesionado con la idea de ser esposa de Min y quería lograrlo sin importar qué. Esa noche sus padres se la llevaron fuera del país, y la internaron en una clínica para tratar su mente.
Y la Tsunade Dark procede a desaparecer 😂🏃♀️
Nos leemos en la siguiente actualización. Se les quiere 💜🖤🤟
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