I
Min Yoongi, un hombre de cabellos platinados, piel blanquecina, mirada gatuna. Serio, reservado y dormilón. El contacto físico es algo que no le atrae mucho, o eso dice hasta que sus manos pican por atrapar a cierto chico que le roba el sueño. Y literal le roba el sueño.
Min es el dueño de un restaurante en el cual se la pasa la mayoría del tiempo encerrado en su oficina, durmiendo e intentando ignorar las llamadas de su madre, la cual lo quiere emparejar a fuerzas. Sus empleados evitan interrumpirlo, no es bueno que lo despierten y ellos lo saben.
Ese día en especial, inició a trabajar un nuevo mesero. Los compañeros del chico le explicaron el funcionamiento del restaurante, cuáles eran sus mesas asignadas y muchas cosas más. Le repitieron muchas veces que por nada en el mundo se acercara a la oficina del dueño.
— ¿Cuándo conoceré al dueño?
— Eso no pasara.
— ¿Por qué no?
— No le gusta convivir con las demás personas, sólo permanece en su oficina y sale de ese lugar para ir a su casa.
— ¿Y si necesito hablar con él?
— Me lo dirás a mí y yo me comunicare con él cuándo esté disponible. — Respondió. — Más bien cuando esté despierto. — Dijo en su mente.
— Debe ser más amargado que una cáscara de mandarina. — Pensó. — Ni guapo ha de ser.
Jung Hoseok terminó de aclarar ciertas dudas que tenía el chico y procedió a entregarle sus uniformes. El chico de sonrisa de corazón era el único hasta el momento, que podía ingresar a la oficina de Min. Incluso era el único al cual el peliplatinado no asesinaba con la mirada cuando lo despertaba.
Park Jimin, un chico rubio, ojos verdes claros, labios pomposos, alegre, y hermoso en todos los sentidos; escuchaba con atención a Hoseok. En su mente rogaba que al menos en ese trabajo si le tuvieran paciencia, y no lo fueran a despedir.
Ese ya era el quinto trabajo que tenía en el mes. ¿Por qué lo despiden de sus trabajos? Pues sencillo, el rubio tiene una fuerte y atrayente relación con el piso. Permanece más en el suelo que de pie. En todos sus trabajos lo despiden cuando el chico empieza a tropezar, se cae, y la mayoría de las veces rompe lo que llevaba en sus manos o lo que estaba a su alrededor.
No era su culpa, enserio pareciera que el piso fuera un imán que lo llamaba constantemente.
Inició su trabajo feliz y sonriente, Hoseok era un sol y le transmitía tranquilidad.
Transcurrió una semana y para su suerte no había caído en la tentación del suelo. En esa semana jamás vio al dichoso dueño y él tenía mucha curiosidad por saber cómo era.
Min tenía una rutina antes de dormir en su oficina. Se tomaba un vaso de Whisky, aflojaba su corbata, desapuntaba uno de los botones de su saco formal y se sentaba frente al gran ventanal con las persianas cerradas, sólo se dedicaba a escuchar a sus empleados; hasta caer dormido.
Pero cuando se cumplieron ocho días de que el nuevo empleado llegara a su restaurante, esa rutina cambió. Él no prestaba mucha atención a los que tenía bajo su mando, confiaba en Hoseok, y él solo se dedicaba a firmar los cheques para sus nóminas.
Un día estaba a punto de dormirse cuando un estruendo lo hizo abrir sus ojos. Los murmullos de sus empleados y la voz de Hoseok hicieron que se levantara de su cómoda silla, y mirara a través de las persianas.
— ¿Por qué no me dejan dormir? — Murmuró observando hacia el salón de su restaurante. — ¡¿Qué demonios pasa?! — Inquirió con sus ojos puestos en cierto chico tirado en el piso con sus cabellos cubiertos de spaghetti. — Por un empleado torpe interrumpen mi preciado sueño... — Se quedó observando cómo Hoseok ayudó a ponerse de pie al chico. — Tomó su celular y marcó el número de Hoseok. — Quiero dormir, maldición... — Esperó a que Hoseok contestara la llamada.
— No te preocupes, Jimin. — Tranquilizó Hoseok.
— No me despidas por favor.
— No haré eso. — Retiró los spaghettis de la cabellera rubia. — Los demás limpien y sigan con sus labores. — Ordenó.
— Quizás tú no, pero el dueño del restaurante sí.
— No lo hará.
— Creo que sí lo hará. — Dijo señalando la ventana por dónde se veía la persiana un poco abierta, y unos ojos gatunos que lo observaban. — Mira, lo desperté. — Hoseok miró hacia la oficina de Min. — Perderé otro trabajo. — Trató de irse para buscar sus cosas y salir de allí antes de que lo echaran cómo en sus anteriores trabajos.
— ¡Jimin! Cuidado. — Hoseok gritó cuando el chico resbaló por la salsa del spaghetti. — Te voy a ayudar... — El insistente timbre de su celular lo interrumpió.
— Me quedaré sin trabajo. — Se levantó.
— Hola, Yoongi. — Contestó la llamada.
— ¡¿Por qué carajos hacen tanto escándalo?! Quiero dormir...
— Lo siento, fue un accidente con el nuevo empleado...
— Me van a despedir. — Encaminó sus pasos al cuarto de empleados.
Hoseok estaba en medio del campo visual de Yoongi, y este sólo podía ver un poco al chico cubierto de comida.
— Hoseok, arregla ese ruido y habla con el empleado... — Ordenó frunciendo su ceño.
— Lo estoy haciendo... — Un ruido sordo interrumpió su conversación telefónica.
— ¡Santo Dios! — Expresó Yoongi cuándo vio el choque del cuerpo del rubio contra uno de sus compañeros que llevaba la bandeja de postres. — Se va a matar...
— ¡Jimin! — Gritó Hoseok cuando corrió a auxiliar al chico.
— No es necesario de que me despidan. — Dijo levantándose del suelo y mirando hacia la ventana de la oficina de su jefe. — Yo me voy solito.
— Hoseok, ¿Está bien el chico?
— Si, solo que quiere...
— Demonios, es hermoso. — Dijo en voz alta, y sonrió inconscientemente cuando logró ver a la perfección al chico rubio.
— ¿Qué dijiste, Yoongi?
— No lo dejes ir. — La sonrisa seguía adornando su rostro. — Habla con él y dile que todo está bien. — Ese ángel caído no se marchara de aquí. — Pensó. — Eres precioso... — Hablaba en su mente. — Hobi, no lo dejes ir, y no le digas nada de que me enojé por la interrupción de mi sueño, eso ya no me importa.
— Entendido. — Abrió sus ojos en grande con lo último dicho por Min. — ¿Escuché bien sobre tu sueño?
— ¡Qué no lo menciones, Hobi!
— Perdón.
— Estoy despedido, ¿Verdad? — Retomó camino al cuarto de empleados. — ¡Demonios! — Gritó cuando pisó un postre que tumbó anteriormente y cayó al suelo de nuevo. — ¡Piso del demonio! Deja de llamarme, que relación para tóxica que tengo contigo. — Inició a reír. Ya no le quedaba de otra.
Yoongi escuchaba todo a través de la llamada, y se carcajeó con la ocurrencia del rubio. Hoseok no entendía qué pasaba con Min, era la primera vez que lo escuchaba carcajearse después de que su sueño fuera interrumpido.
— Hobi, dale un cambio de ropa, llévalo a mi oficina y dile que se puede asear. — Le indicó.
— Pero no dejas que nadie ingrese a tu oficina...
— Solo haz lo que te digo. — Seguía sonriendo mientras observaba cómo Jimin peleaba con los postres que estaban tirados en el piso y lo hacían resbalar. — Yo saldré para darle privacidad. El chico no me va a ver. Eso sí, haz lo necesario para que siga trabajando con nosotros.
—Entendido. — Colgaron la llamada.
— Mi ángel caído, eres hermoso hasta cuando peleas con los postres. — Se apuntó su saco y salió de la oficina.
Hobi hizo lo pedido por Min, y después de tener una conversación de casi una hora con el rubio, logró que se quedara. Jimin estaba insistente en irse, tenía tanta vergüenza por lo sucedido que ya no le importaba perder otro trabajo.
— No entiendo ¿Por qué insisten en que me quede?
— Así lo desea el jefe.
— Pensé que me despediría. — Dijo guardando la ropa llena de comida en una bolsa. — Tiré la comida de unos comensales, me caí más de una vez, lo desperté y eso fue lo que tu más me dijiste que no hiciera. Para rematar, los postres terminaron encima de mí y en el suelo.
— Yo sólo te digo que Min no quiere que te vayas. — Dijo Hobi. — No te preocupes por tu trabajo y ve a casa.
— Tarde o temprano me despedirá. — Expresó. — No creo que tenga la paciencia para aguantar todo el desastre que hago una vez que me caigo por primera vez.
— No pienses en eso.
— Ya lo verás Hobi, me va a despedir en la siguiente caída.
— No lo sé. — Dijo. — Solo sé que lo escuché carcajearse ,y eso es extraño. — Pensó.
Jimin se fue de aquel restaurante con un pensamiento en mente. Su jefe tarde o temprano lo echaría de allí.
Hobi después de cerrar el restaurante se dirigió a la oficina de Min, y habló con él cómo los grandes amigos que eran. Necesitaba entender su comportamiento.
El Min Yoongi que él conocía, le hubiese ordenado que limpiaran el desastre, en medio de gruñidos y una que otra maldición le habría dicho que no quería otra escena de esas y que no perdonaría a aquel que le interrumpió su sueño, su sagrado sueño.
Yoongi le explicó que no sabía muy bien lo que había pasado y cuál era la causa de su comportamiento con el rubio. Le dijo que cuando lo vio; sólo sintió ganas de sostenerlo para que no cayera más al piso. Sus ganas de dormir se fueron a la Patagonia, y que sin darse cuenta sonrió auténticamente.
— Creo que te flechó el amor. — Se burló Hobi.
— No digas eso.
— Es que tú eres el que dice que si sientes mariposas en el estómago, debes tomar agua y ahogarlas.
— Ajá, ¿Y eso que tiene que ver?
— Pues que veo que las mariposas se te quieren salir por la boca, y están logrando que sonrías cómo bobo.
— Calla, no digas eso. — Se sirvió otro vaso de Whisky. — No hay nada de flechazos de amor.
— Lo que tú digas. — Tomó un poco de su vaso de Whisky. — Pero veo que llegó el chico que te quitara lo malhumorado y esa alergia a las relaciones.
— No me voy a casar...
— Eso dices ahorita, pero siento que sí. — Se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta. — Estás sonriendo, y a pesar de que no dormiste hoy, estás de buen genio. — Acomodó su abrigo. — Min, ese chico te flechó y te veré pedirle matrimonio, porque tú y yo sabemos que tantas negativas a las candidatas de tu madre es porque en el fondo tú estás esperando a aquella persona que sea todo lo contrario a ti. Esa persona que logre hacerte sonreír e incluso que te robe el sueño cómo hoy.
— ¡Ya, Hobi!
— Me voy, pero sabes que no me equivoco. — Cerró la puerta y dejó a Min solo.
— Creo que no es flechazo. — Miró hacia el lugar del desastre de hace unas horas. — Creo que es una caída de amor con robo de sueños. — Recordó la imagen del rubio cubierto en comida. — Definitivamente me siento raro y todo es por ti, Park Jimin.
Pasaron tres meses, y a pesar de lo que pensaba Jimin, no lo despidieron. Incluso le dijeron que sería el encargado de llevarle la cena a su jefe.
Idea de Min para tenerlo cerca.
El rubio se ponía nervioso cada vez que ingresaba a esa oficina. Yoongi lo miraba fijamente, era totalmente serio e imponente. Jimin sentía que lo penetraba con la mirada, su cuerpo temblaba cuando se acercaba al gran escritorio y le servía la cena.
Yoongi le agradecía cuando el rubio terminaba de acomodar todo. Y sonreía internamente cuando profundizaba su voz y Jimin tropezaba con sus propios pies.
— No me quiero caer frente a él. — Pensó cuando se agarró del escritorio.
— Te puedes retirar, y por favor no te caigas de nuevo cuando lleves los postres. — Lo miró serio.
— Gato hijo de... — Dijo en su mente sin llegar a terminar de insultarlo. — No se preocupe, no lo haré.
— Tú y yo sabemos que te vas a caer.
— Si lo sabe entonces, ¿Por qué no sólo me despide por todos los daños que he hecho?
— No te enojes. — Dijo cuándo cortaba un trozo de su filete. — No te despido porque me mantienes entretenido con tus berrinches.
— ¡Me tiene cómo su payaso personal! — Le gritó y Min llevó un trozo de carne a su boca. — Podrá ser muy mi jefe pero váyase al infierno gato dormilón. Ojalá nunca pueda coger rico y le sea imposible llegar al orgasmo. — Dijo sin pensar en sus palabras, y Yoongi se atoró con el trozo de carne. Manoteaba tratando de buscar aire, sus ojos se nublaron por las lágrimas. — ¡No se muera Señor Min! — Levantó al peliplatinado, y golpeó su espalda para que escupiera la carne. — ¡Escupe, escupe, gato dormilón!
El trozo de carne salió directo al piso y Min pudo respirar. — Golpeas fuerte, casi me sacas un pulmón. — Tomó un poco de agua.
— No se queje que lo salvé de morirse por un pedazo de carne. — Sin pensarlo le dio un zape en la cabellera. — Ahora me retiro. Voy a caerme mientras sirvo los postres.
— ¡Jimin!
— Adiós, Señor Min. — Cerró la puerta de la oficina con fuerza. — ¡Y no se muera comiendo los vegetales!
— Ese ángel caído... Pega fuerte, y no le importa que sea su jefe. — Se sentó de nuevo en la silla tras su escritorio. — Vamos a ver cuántas veces se cae en lo que queda de jornada. — Sonrió y fijó sus ojos en el monitor frente suyo. — No te me vayas a lastimar...
Después de que pasó un mes del incidente del spaghetti, Yoongi decidió observar al rubio por medio de las cámaras de seguridad del restaurante. Antes lo observaba por medio de las persianas, pero después de que Jimin lo descubriera varias veces; decidió cambiar de método.
Llamó al personal que se encargaba de la red de seguridad de su restaurante y les pidió instalar un monitor para que el pudiese observar lo que sucedía en el restaurante. Claro que mintió, él no iba a decirle al personal que era para observar a cierto chico.
¿Qué pasó con su adorado sueño? Pues el gato dormilón como lo llama el rubio. Ese gato duerme cómo siempre, sólo que ahora se despierta cuándo escucha a Hoseok gritar porque Jimin se cae. Allí se levanta rápidamente y fija sus ojos en las imágenes que se reproducen a través de la pantalla, y sonríe enormemente al ver cómo el rubio, manotea, alega y hace pucheros cuando cae al suelo en repetidas veces.
No crean que Min disfruta ver cómo Jimin cae al piso, no, eso no es así. Él sonríe porque a sus ojos, ese chico es un lindo ángel caído, un ángel que está logrando hacerle sentir algo que pensó que jamás sentiría, y por eso se la pasaba durmiendo. Para evitar pensar en que quizás terminaría casado con alguien que no era de su gusto, sólo para obtener paz por parte de su madre.
Ella insistía tanto en ese tema, que a veces pensaba que quizás para tener algo de paz, debería aceptar. Igual podría refugiarse en su restaurante y no le vería el rostro a la que sea que fuera su esposa.
Yoongi no quería contacto físico, ni convivencia con otra gente, no deseaba la interrupción de su sueño, y mucho menos pensaba en relaciones sentimentales. Pero con Jimin quería todo.
Cada vez que ve a Jimin caerse, y que a causa de las caídas queda cubierto de alimentos o bebidas; Min se preocupa y tiene la necesidad de bajar a revisarlo detalladamente. Es por eso que decidió que el chico le llevara la cena y así se cercioraba que sus caídas no lo hubieran lastimado. Y de paso lograba sacarlo de quicio, porque adoraba escucharlo cómo maldecía o cómo se aguantaba las ganas de golpearlo fuerte por recordarle que se la pasaba en el piso.
Bueno a veces el rubio sí lo golpeaba.
Jimin por su parte, cuando subió por primera vez para llevarle la cena, se convenció que Min era un viejo amargado, más amargado que la cáscara de una mandarina. Pero grande fue su sorpresa cuando vio a aquel hombre de traje, sus manos venosas, imponente presencia y nada nada viejo, y si llegara a ser un viejo, sería un viejo sabroso se decía.
Sus pensamientos lo traicionaban porque sintió atracción por Min desde el primer momento en el que se acercó y percibió su varonil aroma. A eso le sumaba que el susodicho le hablaba roncamente cada vez que le agradecía por la comida. Demonios, prácticamente lo dejaba en el piso con sólo su presencia.
Día a día, Jimin luchaba por no caer frente a su jefe, sin imaginarse que Min lo observaba desde un monitor.
Su relación empleado/jefe, era extraña. Jimin lo insultaba y hasta le pegaba. Yoongi se dejaba pegar, lo hacía sonreír internamente mientras por fuera se demostraba serio sólo para molestar a su ángel.
En ellos estaban naciendo sentimientos fuertes, tan fuertes cómo las ganas de dormir de Yoongi o las caídas de Jimin.
Transcurrió un año y Jimin aún seguía trabajando en el restaurante de Min. Se seguía preguntando por qué no lo despedían, si a cada rato tenían que comprar vajilla para reponer la que rompía cuando caía.
Jimin ingresaba a la oficina del peliplatinado, y para su sorpresa no estaba allí. — ¿En dónde estará el gato dormilón? — Dejó la bandeja con la cena sobre el escritorio. — ¿No se aburrirá aquí encerrado? — Por inercia se sentó en la silla que siempre ocupaba Min, posó sus brazos sobre el escritorio, moviendo el mouse; dejando ver los videos del restaurante. Algo llamó su atención. — ¡¿Por qué sólo enfoca hacia las mesas que yo atiendo?!
— ¿Qué haces sentado en mi silla? — Habló desde el umbral de la puerta. — No me digas... Ya sé. — Ingresó a la oficina. — Te caíste en la silla.
— ¡Ahhh! No me asuste gato. — Se inclinó hacia atrás por el susto, y cayó al suelo con todo y silla. — ¡Nooooo! ¡¿Por qué?! — Cubrió el rostro por la vergüenza. — No se burle de mí.
— ¡Jimin! — Corrió para ayudar al rubio. — ¿Estás bien? — Revisó con cuidado la cabeza del rubio. — Dime...
— ¡Noooo! No estoy bien. — Dijo apartándose de Min. — No quería caer frente a usted y mire lo que pasó.
El rubio sabía que Min lo había visto caerse en el salón del restaurante, y eso no le importaba. Pero otra cosa era que lo viera frente a frente, a pocos pasos de distancia.
Con la convivencia en ese año en el restaurante, los chicos poco a poco crearon un vínculo de confianza. Así que Jimin golpeaba, gritaba y hasta le pataleaba a su jefe, lo llamaba gato dormilón más seguido. Yoongi por su parte seguía sin mostrar la sonrisa que le sacaba el rubio cada vez que lo veía y lo escuchaba.
— Jimin, ¿Te duele algo?
— Sí.
— ¿Qué te duele?
— Me duele la dignidad. — Min lo miró confundido. — Esa dignidad que se acabó de caer junto conmigo. — Min sonrió, y esta vez sí dejó ver su hermosa sonrisa de gomita.
— Me asustaste, Jimin. — Seguía sonriendo.
— Usted me asustó, gato dormilón, jefe malo. — Intentó golpear el pecho del peliplatinado, pero este le detuvo las manos. — ¡Déjeme golpearlo! Malo, malo, por su culpa me caí... — Jimin se quedó observando la sonrisa de Min. — Diablos, tiene una sonrisa hermosa, me gusta.
— Me ibas a golpear, y ahora me dices que te gusta mi sonrisa. — Liberó las manos del rubio.
El rubio se paralizó y desvió la mirada. — Ay, no, acabo de decir que me gusta su sonrisa. Bruto, eso era pensamiento. No tenía que salir de mis labios. — Yoongi volvió a sonreír. — ¡Y sigo hablando en voz alta! — Volvió a cubrir su rostro. — Me voy, señor Min.
— No te vas. — Demandó interponiéndose en el camino del rubio. — Te quedas aquí, y me dices... ¿Qué hacías sentado en mi silla, y revisando mi computador? — Cerró la puerta con pestillo.
— ¡Déjeme ir! Gato, digo jefe... — Sintió que se quedaba sin aire al escuchar el pestillo de la puerta. Pero su mente lo hizo reaccionar cuando cayó en cuenta del computador. — No le diré nada, hasta que me diga, ¿Por qué sólo se ven las cámaras que vigilan las mesas que yo atiendo? — Min se sentó en su silla, y tranquilo lo miró a los ojos. — ¡Conteste!
— ¿Por qué crees? — Se aflojó su corbata, y Jimin sintió que se caía de nuevo.
— U-usted...
— ¿Yo?
— Lo hizo para reírse de mí cada vez que me caigo. — Golpeó con la palma de sus manos el escritorio de Min.
— ¿Eso piensas? — Recostó su espalda contra la silla.
— ¡Sí! Usted me tiene cómo su payaso, su juguete de entretención, y por eso no me ha despedido a pesar de que he quemado clientes cuando me caigo con las sopas calientes, o cuando resbalo y caigo con las botellas de vino... — Observaba fijamente al hombre frente a él. — Usted es un...
— Soy un gato dormilón que se despierta cuando cierto ángel caído decide apoyar de golpe su cuerpo en el piso, y me asusta el pensar que se lastimó.
— Se sigue burlando de... — Jimin calló ante lo dicho por Min. — Espere, espere, dijo que soy un ¿Ángel?
— Sí. — Respondió. — Eres un ángel caído. Mi ángel caído.
— ¡Se está burlando de mí!
— No. — Negó con su cabeza y sonrió. — Eres mi ángel caído, uno que me gusta tanto, tanto, que no pude evitar observarte por medio de una pantalla; porque me descubriste varias veces cuando lo hacía por la persiana.
— ¿Por qué hace eso? — Su mente no creía lo que escuchaba. — Usted sólo se burla de mis caídas.
Yoongi se levantó de la silla y rodeó el escritorio, acorraló a Jimin contra la superficie rectangular. — Eres mi ángel, me gustas, y no puedo evitar observarte cada vez que te caes, porque tengo la fuerte necesidad de correr a revisarte de pies a cabeza. Me angustia que te lastimes.
— Me-mejor me voy...
— No lo hagas, quiero hablar contigo.
— ¡Yoongi! Abre la puerta. — Interrumpió Hobi.
— Estoy ocupado.
— Min Yoongi, allí abajo tienes una chica que dice que viene para su cita contigo, y que tu madre vendrá hasta aquí si no bajas a cenar con ella.
— ¡Maldita sea! — Dijo cerca de los labios de Jimin. — Mi madre cumplió su amenaza y la envió.
Jimin se apartó del peliplatinado, y corrió hacia la puerta. La abrió encontrándose con Hoseok. — Señor Min, será mejor que baje a cumplir su cita. — Dijo después de pasar por un lado de Hobi.
— ¿Qué pasó? — Inquirió el chico de sonrisa de corazón.
— Hobi, mi ángel se fue pensando cosas que no son. Lo siento, el corazón me lo dice. — Avisó acomodándose la corbata. — Tenías que llegar con esa mala noticia.
— Perdón, amigo. — Se disculpó palmeando la espalda de su jefe. — Pero no sabía que estabas con Jimin.
— No quiero esa cita. — Se dirigió hacia donde lo esperaba la chica. — Se lo dije a mi madre en la llamada que contesté fuera del restaurante. — Suspiró pesadamente. — Ella insiste en que me case con esa chica y le dé nietos. — Buscaba con la mirada a Jimin. — Yo sólo quiero a mi ángel caído. Pero no sé cómo decirle lo que siento, y cuando pensé que al fin podría, pasa esto.
— Lo siento amigo.
— Tendré que hacer algo para cortar esto de raíz.
— ¿Qué harás?
— Ya verás. — Suspiró. — Ay, no, se sentó en una de las mesas que le corresponden a Jimin.
— Uy, Min, esto estará interesante...
— Hobi, eso estará horrible. — Caminó hacia la mesa. — Esa chica se cree mi esposa, y mi madre le da alas. Yo sólo quiero dormir, y decirle lo que siento a Jimin.
— Paciencia amigo.
— No tengo paciencia, esa chica me cae mal, me irrita solo escucharla. — Hobi daba pequeños golpecitos en el hombro del peliplatinado. Esa era su manera de darle ánimos. — Lo sé no es muy caballeroso decir eso de la chica, pero es lo que siento.
— Te aconsejo que le digas todo lo que piensas.
— Necesito alejar a esa chica de mi, hoy mismo.
— Suerte, Min.
— La voy a necesitar. Sólo quiero ver a mi ángel caído.
Hobi se retiró del lugar, y dejó a Min en la mesa con la chica. El peliplatinado la saludó por decencia y se sentó sin muchas ganas de estar allí.
Jimin lo observaba desde lo lejos. — Me dice que soy tu ángel, que le gusto, y resulta que tiene una cita. — Renegó acomodándose su traje para ir a tomar el pedido de la mesa donde estaba Min. — Sólo se burla de mis caídas, y lo que dijo en la oficina sólo era otra burla. Tiene cara de que siempre come mandarinas amargas, y da la impresión de que no tiene sentido del humor. — Tomó varias bocanadas de aire. — Por lo visto si lo tiene, pero es un humor pesado. Se burla de la gente y de lo que sienten.
El rubio se acercó a la mesa y sonrió cómo lo hacía con todos los comensales.
— Buenas noches, les tomaré su pedido. Dejo la carta para sus órdenes, en un momento vuelvo. — Se alejó de la mesa, no sin antes conectar miradas con el peliplatinado.
— Muchas gracias. — Habló Min controlando las ganas de ir tras el rubio.
— Podrías dejar de ver a tu meserito y mirarme a mí. — Habló la chica mirando rápidamente el menú del restaurante, y tomando la decisión de lo que comerían.
— Terminemos con esto rápido. — Dijo tratando de no contestarle grosero a la chica. — No es un meserito. Es mi ángel caído, y prefiero verlo a él una y mil veces. — Pensó.
— No será rápido. — Dijo mirándose las uñas, y llamó al rubio para el pedido. — Vamos a hablar sobre la boda, querido. Tu madre me dijo que ya tenías fecha.
— Yo no tengo fecha. — Expresó. — Tú y yo vamos a dejar muchas cosas en claro, y entre esas cosas será...
— Tú y yo nos vamos a casar. — Interrumpió a Min, y en ese momento llegó Jimin.
— Sólo quiero a mi ángel caído. — Repetía cómo un mantra para darse fuerzas.
— ¿Se va a casar? — Inquirió en su mente, y miró a Min. — ¿Por qué dijo eso en la oficina? — Se preparó para tomar nota del pedido. — Claro, eso fue otra manera de burlarse de mí. — Apartó la mirada. — Por lo visto ya decidieron lo que van a cenar.
— Por favor no apartes tus ojos de los míos. — Suplicó en pensamiento Min. — Yo no comeré nada, gracias. — Habló buscando que los ojos del rubio lo miraran de nuevo, y este sólo asintió ante lo dicho por su jefe. — Mírame ángel...
🤘🖤 Hola, kokoros darks, aquí yo con una nueva locura. 👉👈
Mi primer YoonMin, espero les guste.
Nos leemos en otro capítulo. Pero no sé cuándo será. 🤪😅
Así que mejor diré que nos leemos en las demás bebitas. 😅
Besitos púrpuras 💋💜
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