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Título: Galium album.

Anime: Boku no Hero Academia, Assassination Classroom.

Personajes: Ochako Uraraka, Karma Akabane.

Shipp: Karmachako (Karma×Ochako).

Advertencias: uso de leyendas urbanas, ligero Ooc, AU de pueblo(?.

Palabras: 1256 sin contar la ficha.

Foto otorgada: Soy rebelde, así que he usado la 3 y la 4.

Las mujeres del pueblo preparaban el banquete del festival, cantando y bailando alegres mientras que las jóvenes preparaban las coronas de flores y pensaban en si ese año conseguirían encontrar el amor. 

Era el festival de Ailcea, que daba la bienvenida a la lluvia el mes de abril y como la leyenda contaba, las jóvenes que no se habían casado aún debían hacer una corona de galios y a las doce de la noche tirar la corona al tejado de la casa, con la esperanza de soñar con la persona que se casarían ese año.

Ochako, una hermosa castaña con la habilidad de endulzar hasta el más amargo corazón con sus dulces sonrisas, se encontraba encerrada en su habitación esperando a que su hermano entrara para entregarle la medicina correspondiente.

Suspiró sintiendo pinchazos en sus costillas. Sabía que viviría poco, ya lo había asumido desde antes de que le dijeran que no tenía salida. 

Deseaba pasar al menos el último festival con su familia, o por lo menos saber si su hermana quedaría en brazos de un buen hombre.

Ah, el amor.

Tan complicado, tan hermoso y a la vez tan doloroso. No podría disfrutar de esas sensaciones, pero sabía que desde el lugar al que fuera podría ayudar a su hermana con sus decisiones.

Con dificultad se levantó de la cama, intentando con todas sus fuerzas no derrumbarse en el suelo. Como el verano aún no estaba presente se puso una pequeña chaqueta de lana confeccionada por ella misma. Pasar el tiempo postrada en la cama al menos servía para algo.

A pasos temblorosos llegó al campo de galios. Su hermana y un par de amigas suyas aún seguían confeccionando la corona.

Sonrió mientras se sentaba al lado de ellas, admirando como las nubes se apoderaban del hermoso celeste que predominaba en el cielo momentos antes.

Sabía que se enfadarían con ella, pero no lo podía evitar. Admiró las sonrisas de las chicas con melancolía, recordándose a si misma en la misma situación unos cinco años atrás.

Recostada al lado de sus amigas, hablando sobre los chicos del pueblo y sobre lo hermosos que eran los vestidos blancos que tenían que llevar mientras bailaban bajo la lluvia.

Volvió a la realidad al sentir unas manos en sus hombros, era su hermano. Este le dirigió una mirada triste, pues era hora de que se tomara la medicación. Su hermana menor no se había percatado de la presencia de ninguno de los dos, pero ellos lo preferían así.

Ya de vuelta en la cama y con la medicina tomada intentó quedarse dormida, pero luego de unas horas de insomnio volvió a levantarse. Las nubes ya cubrían el cielo completamente, dando comienzo al festival y a la melancolía por parte de la castaña.

Luego de insistir durante mucho rato como una niña pequeña consiguió hacer que su hermano la dejara salir.

—Estaré a tu lado durante todo el festival, no te preocupes. Si te cansas o algo puedes apoyarte en mí —aconsejó su hermano mientras que la ayudaba a ponerse los zapatos y la chaqueta.

—Siento ser tan pesada, pero me hace ilusión verla. —Sus ojos dejaban ver la tristeza que sentía su alma. Ochako era como un libro abierto: podías saber en lo que pensaba o lo que sentía con solo mirarla.

—No te disculpes. Vamos, seguro que le encantará —animó el chico llevando a su hermana mayor del brazo.

Al llegar a la zona central del pueblo las jóvenes ya estaban bailando, incluso si la lluvia aún no había empezado a caer. Las ramas de los árboles que anteriormente habían sido recogidas ardían sin descanso, proporcionando luz y calidez a todo el que se quedaba cerca de las llamas. 

La castaña empezó a sentir calor con el jersey puesto, así que le pidió a su hermano que le ayudara a quitárselo. Con el jersey en el brazo y el aire cálido de la hoguera, la de ojos chocolate empezó a tararear la canción que sonaba de fondo para las jovencitas.

Se preguntó si en algún momento podría volver a disfrutar de esa emoción. Mientras su rostro se llenaba de melancolía, un par de ojos color cobre se posaron en ella.

El de cabellos rojos ya la conocía de antes. Sabía de su enfermedad y que le quedaba poco tiempo, así que nunca se atrevió a hablar con ella, ni siquiera para decirle sus más profundos sentimientos sobre ella.

Porque sí, Karma llevaba mucho tiempo enamorado de Ochako, pero no se atrevía a decirle nada. 

A sabiendas de que se arrepentiría, se acercó con expresión aburrida a la chica, quien miraba con una pizca de ilusión a las jóvenes del pueblo.

—¿No te aburre todo esto? —preguntó con tono desinteresado Karma, despertando a la castaña de su trance. La castaña le miró extrañada.

—Pues no, me gusta el ambiente del festival —vociferó con dulzura. El de ojos cobre quiso largarse, pues no quería decir algo que la pusiera incómoda, pero algo le hizo seguir hablando con ella.

—Pues a mí me parece absurda esa leyenda, no entiendo la razón por la cual hacen esto todos los años —explicó con total sinceridad el de cabellos rojos. A la castaña le pareció que el pelo del chico era tan brillante como el propio fuego de la hoguera.

—Entiendo tu punto, pero ten en cuenta la ilusión que les hace a las demás el poder bailar bajo la lluvia esta noche. Es una emoción difícil de explicar. Además, han habido veces en las que las chicas han soñado con el hombre destinado para ellas, así que confío en que no es solo una leyenda —puntualizó dejando de mirar las llamas.

Sus orbes chocolate se cruzaron con los cobres de él, quedando en silencio por unos momentos. La de mejillas rosadas le entregó una sonrisa, como diciéndole al otro que no estaba enfadada por lo que el contrario acababa de decir de la leyenda. 

Las gotas de agua empezaron a caer del cielo, dando la bienvenida a la temporada de diluvios y apagando el fuego.

Durante el resto del baile los dos quedaron en silencio. No era un silencio incómodo ni extraño, pero el de cabellos rojos sentía un nudo en la garganta. Justo antes de que el reloj marcara las doce, la lluvia ya había apagado lo poco que quedaba de la hoguera, así que todos los que se habían reunido en el centro del pueblo se dirigieron a sus casas, acompañando a las chicas.

La hermana de Uraraka daba saltos mientras caminaba, demostrando su estado alegre. Su hermano, por el contrario, no dejaba de pensar en la extraña conversación que su hermana mayor había tenido con Karma Akabane, pero dejó el tema de lado cuando los tres llegaron a casa y vieron como la menor de la familia lanzaba la corona de galios empapados al tejado.

A la mañana siguiente, la menor de la familia se levantó emocionada para contarles a sus dos hermanos mayores con quién había soñado, pero su emoción fue nula al tocar a su hermana y sentir que la calidez de su cuerpo se había esfumado, al igual que su vida.

El primer día de la temporada de lluvias empezó tristemente para el pueblo, y el corazón roto del muchacho nunca se pudo recuperar.

Desde ese momento, el de ojos cobre siempre iba a la tumba de su amada y le entregaba una corona de galios blancos.

Si de algo se arrepentía en ese momento, era de no haber pasado más tiempo junto a ella.

Segunda fase: completa.

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