VINGT-QUATRIÈME
El clima se había vuelto loco afuera.
Había pasado de un día despejado, a un cielo nublado en menos de media hora. Y ahora, soplaba un viento fuertísimo.
La transición de gris a negro había hecho a Louis querer plantarse frente a la ventana y gritar ''¡Si!'' conforme la tormenta se iba formando, cada vez más fuerte.
Sin embargo, sus deseos se veían turbados por su presente.
La clase de Historia de la Danza continuaba dentro del aula, y la profesora no se inmutaba ni siquiera un poco por el cristal retumbando en las ventanas. El salón, a oscuras, era iluminado por la proyección de un curado de viejos videos de ballets, todos diferentes en trama pero iguales en época.
La música, por si la calidad de imagen no era suficiente, delataba a aquel material como el residuo de los siglos que ya habían pasado. Era increíble la diferencia entre el sonido remasterizado de ciertas obras con el que no había tenido la oportunidad de ser restauradas.
—Podemos observar que, a diferencia del siglo dieciséis, a finales del siglo dieciocho el ballet entra a una etapa muy distinta a lo que se ha visto antes— la profesora Ruichang se desliza entre los pupitres con gracia, manos detrás de su espalda y posición altiva. —Como sabemos, el ballet se había creado con el simple fin de entretener al rey. Desde su debut en el publico general, no se habían visto suficientes cambios. Eran personas livianas interpretando música.
La música, que había sido rápida y oscura, desciende a una melodía lenta y tranquila. Asemeja a caminar entre un campo de flores bajo el sol de primavera.
—El Ballet Romántico, o la era romántica. Así llamaban al cambio. Supone un cambio de mentalidad, de valores y de visión ante el mundo. El romanticismo permite que el bailarín exprese emociones. Hace frente a la razón y a la moral tan arraigados en ese siglo.
Una bailarina algo robusta se abre paso en el escenario. Su presencia no puede negarse. Pareciera como si la música descendiera de intensidad apenas comienza a girar y moverse alrededor.
—El romanticismo expresaba la preponderancia del sentimiento. La pasión y la subjetividad de la emoción personal.
Louis puede reconocer la música y los movimientos.
—Les Sylphides fue la primera obra que distinguiría a la época romántica de las demás. Con ella, las bailarinas se convirtieron en un ser etéreo e irreal para el público. Hasta el día de hoy, ese pensamiento prevalece.
—De hecho— ella se detiene al frente de la clase, a pocos metros de la proyección. Todos los ojos están sobre ella. —Las Sílfides les dio a los bailarines la relevancia suficiente para ser considerados necesarios en el ballet clásico. ¿Alguien que me diga por qué?
Hay silencio. Los alumnos intercambian miradas pero nadie piensa participar. ¿Para qué? Qué aburrido. Mejor que la profesora hable toda la hora y después nos vamos.
Louis alza la mano.
—Louis.
—Porque un joven danés decidió adaptar la obra. Su versión es la que actualmente seguimos presentando. Hizo que los bailarines y las bailarinas quedasen equitativos con su importancia en la puesta en escena.
De por si ya es raro que alguien tenga una idea concreta de lo que la historia de la danza abarca. Pero que Louis Tomlinson conteste algo como eso, era como encontrar oro cuando buscabas cobre.
—Exactamente— sonríe la profesora. —A diferencia de Rusia y París, donde los hombres eran considerados un accesorio y no un papel importante, Dinamarca aceptó con brazos abiertos este cambio revolucionario. Y asi lo hicieron todos, apenas vieron el éxito que tuvo.
Un hermoso violín y arpa rugen en el aula, dejando ver un extracto del ballet Las Sílfides.
—Giselle también entró en esta época.
Pausa.
—¿No es hermosa? Una era dedicada estrictamente a dejar fluir el amor y el resto de la emoción humana, en un mundo tan cansado de vivir en la agonía de la rigidez sentimental. Debió sentirse como beber agua tras pasar mucho tiempo sin ella.
Louis no quisiera tomarse eso de forma personal, pero lo hace.
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—Desde arriba, Tomlinson.
Harry se sentaba como indio en el suelo, rodeado de toda la clase que veía con ojos atentos al cuerpo petizo parado en el centro del aula.
Miss Greta había estado trabajando pasos nuevos con ellos. Fueron varias semanas de prueba y error, correcciones y muy esporádicas felicitaciones, en donde cada uno había dado todo de si por dominar las complicadas técnicas.
Debido a que el nivel de dificultad en la exigencia se había elevado considerablemente, los alumnos se concentraban más en lograr la ejecución de los pasos que en expresar algo con ellos, por lo que la soltura que alguna vez se había logrado, se perdió. Había sido reemplazada con tensiones, inseguridad sobre la marcha y rigidez a la hora de transmitir algo.
Por eso, Miss Greta les había pedido preparar una canción cada uno. No importaba si era un pas de deux bailado en solitario, o una parte correspondiente a una bailarina siendo bailado por un bailarín. Ni siquiera tenía que ser una canción muy elaborada.
Todo lo que quería era incorporar los pasos nuevos a una rutina en donde se sintiesen cómodos.
Hasta ahora, no había habido quejas. Todos se habían relajado notoriamente, y poco a poco la atmosfera de nerviosismo se había ido disipando. En su lugar, el alumnado que no se encontraba demostrando sus habilidades, se sentaba en el suelo con los ojos bien abiertos y la cabeza a mil.
Todos diseccionaban las presentaciones, reconociendo habilidades, registrando debilidades. Y no era extraño que lo hicieran. Después de todo, todos se graduarían en poco tiempo. Había que ir reconociendo a la verdadera competencia.
Harry se mordía el labio con avidez. Flexionó una de sus piernas para apoyar la barbilla sobre su rodilla. Escondió las manos dentro de su suéter dos tallas más grande, haciendo un intento por evitar comerse las uñas con anticipación.
Siempre le había gustado ver a Louis bailar, pero después de la epifanía que había tenido hace unos días en San Valentín, estaba un tanto ansioso por saber el efecto que el baile de Louis tendría en su corazón recién nacido en esto del interés hacía el ojiazul.
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Lo que había sido una atmósfera calmada fue golpeada cual látigo por las fuertes trompetas que parecían anunciar a un torero entrando al ruedo. Harry la reconoció como Aragonaise. Louis posó en su lugar como un caballero desafiando al destino, ante los ojos de un publico abarrotado en una plaza de toros.
Pronto la música se transformó en una sensual danza guiada por oboes, castañuelas y cascabeles que remataban cada cadereo y salto que Louis ejecutaba. Se veía misterioso, galante y parecía invitar a caer en la más gratificante de las perdiciones, si decidías unírtele.
Parecía como si las puntas de sus pies caminasen besando el suelo por donde se deslizaban, y este le agradecía el afecto con atraparle firme y sin tambalearse a cada salto que daba.
El ojiazul emanaba un erotismo tremendo entre más avanzaba el baile.
Harry sentía muchísimo calor sólo de verlo bambolearse alrededor sin dudar un segundo. La forma en la que sacudía los hombros y sonreía pícaro mientras parecía girar sin detenerse a tomar impulso era hipnotizante.
Tenía a todos en el lugar en la orilla de su asiento, mordiéndose los labios, completamente fascinados y dispuestos ante lo que tenía para mostrarles. Parecía ser el número más cautivante del día. No sólo por la música increíblemente sugestiva, sino por la ejecución, la proyección de las emociones.
Apenas terminó, Louis nunca se había sentido tan drenado de energía en toda su vida.
Era como si hubiese canalizado todas sus frustraciones y anhelos en un solo punto y lo hubiese proyectado hacía quienes le estaban viendo.
Se había sentido fantástico.
El primer aplauso provino de Harry, pero no duró mucho tiempo para que el resto de los presentes le aplaudieran igual de fuerte.
Y por primera vez en mucho tiempo, Louis Tomlinson se había sonrojado. Fue algo demasiado adorable de ver.
Por lo menos para Harry, lo había sido.
—Maravilloso, Louis— alabó Miss Greta, sonriendo y juntando las manos sobre su pecho.
—G-gracias— murmuró el chico, demasiado agitado como para tratar de meterse en su disfraz de indiferencia.
A medida que regresaba a su lugar en el suelo, se calmó un poco.
Pero no completamente. Aún seguía un tanto afectado. Es decir, había pillado a Harry viéndolo completamente en trance apenas había comenzado a bailar. Y a partir de allí, su cerebro había trabajado en piloto automático.
No había planeado que su rendición de Carmen saliese tan sensual. Si, el objetivo de ese baile, usualmente ejecutado por una mujer, era la seducción. Pero el había querido darle un enfoque más varonil, más sobre poder y tentación que otra cosa.
Sin embargo, luego de ver la emoción detrás de esos ojos verdes, había decidido utilizar todo lo que tenía.
Toda esa frustración consigo mismo, la confusión de replantearse su vida entera, la duda de si debería o no sincerarse con sus sentimientos hacia el menor. Todo eso que lo atormentaba en cada rato libre se había transformado en energía para su danza, y el resultado había sido una rendición tan buena que había conmovido a Harry al punto de ponerle la piel de gallina.
Louis piensa en esto, y Harry piensa en como no parece poder sacudirse toda la emoción que Louis le transmitió. El tiempo pasa y los demás compañeros dispuestos a demostrar sus creaciones pasan uno a uno al frente. Pero nadie obtiene la atención del distintivo par, y francamente, tampoco tienen el efecto que ha tenido Louis.
No es hasta que la profesora Greta dice ''Es tu turno, Harry'', que el tiempo se para y los ojos de todo el mundo se enfocan en el mismo punto, una vez más.
El ojiverde traga saliva audiblemente y se pone de pie, rodando los hombros y estirando las piernas mientras espera a que su música suene. A diferencia de todos, no comienza en el centro, sino en una de las esquinas del salón.
La tensión podría cortarse con un cuchillo de mantequilla.
La mayoría de la clase se había extrañado cuando un chico de segundo año había sido promovido a la clase más avanzada. Nunca había existido oportunidad de realmente observar el potencial de Harry en acción, salvo durante la clase, y todo el mundo sabía que los ejercicios en barra eran una cosa y las demostraciones en solitario otra bien distinta.
Por primera vez en dos meses, podrían observar de cerca de lo que aquel chiquillo estaba—o no— hecho.
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La música sonó. Tritsch-Tratsch Polka. Tenía un comienzo suave, pero a medida que avanzaba, se tornaba frenética y rápida. Justo como los movimientos de quién la ejecutaba.
Harry poseía una ligereza tanto de espíritu como de pies. Donde Louis pisaba cautivante, fuerte y dominante, el ojiverde lo hacía grácil, adorable y con una coquetería digna de una flor.
No había duda de que podía proyectar un aura tan oscura como la de Louis, pero su plato fuerte era la sencillez.
Los aires parecían ser su lugar de origen, pues no paraba de saltar y mover las piernas mientras se encontraba arriba de este. Sus pasos eran limpios y rápidos, era como ver una supernova cruzar el cielo, dejando una estela de luz por donde sea que pasaba.
Todos observaban con una sonrisa complacida. La energía en el aula era tan positiva que te hacia querer aplaudir al ritmo de la música. Harry acompañaba sus combinaciones de saltos y giros con movimientos suaves y vertiginosos en sus brazos. El cabeceo y la expresión facial juntaban todo en una hermosa combinación de positividad.
Cerca del final, no pudo seguir ignorando la forma en que la mirada de Louis parecía clavarle un hoyo en la espalda. Acostumbrado a los encuentros por la noche—que según sabía, Louis pensaba que no tenía idea— junto sus ojos verde esmeralda con los pálidos del mayor, que no flaqueó ni un segundo, a pesar de haber sido descubierto viéndolo con atención.
Esto pareció sólo darle más impulso al menor, pues sus altos se convirtieron en verdaderos intentos de volar. Parecía como si el aire lo amase demasiado como para soltarlo. Los músculos en sus piernas se tensaban y saltaban bajo la tela de sus mallones color gris, luciendo para nada opuestos al inmenso esfuerzo de transportarlo arriba y abajo.
Terminó su ejecución con un salto y doble giro en su lugar, aterrizando con una pierna extendida detrás y el otro pie apoyado delante suyo, brazos extendidos hacia los lados.
Un mar de aplausos irrumpió el lugar.
Louis no quitó sus ojos de su rostro.
Y Harry no se dejó vencer tampoco.
—¡Muy lindo, Harry! Me ha encantado tu entusiasmo— lo felicitó Miss Greta.
Harry asintió, jadeante. —Gracias, Miss Greta.
Toma asiento y honestamente no recuerda el resto de las presentaciones.
Esto, ocurre porque, después de pasar unos minutos sentado por su cuenta en un espacio lejos de sus compañeros, Louis se le une. Camina por detrás de él y de repente se deja caer a su lado, haciéndolo saltar.
—Lo has hecho muy bien, escuincle— elogia, viendo hacia el frente con semblante serio.
Harry admira las líneas y las curvas de sus huesos faciales, estirando la piel de su rostro.
Su mayor es lindo.
—Gracias.
Louis asiente para si mismo. Se quedan en silencio. Sólo así se hacen conscientes de que hay alguien usando música de Don Quijote. A pesar de no haber hablado nada, están demasiado concentrados en las acciones del otro, como para notar lo que pasa a su alrededor.
Y es que hay una gran interrogante sin resolver todavía.
—Nunca me dijiste si tu me diste los regalos.
Silencio.
—Correr y hacer como que no me oíste no resuelve nada.
—Ha-
—Te creí más maduro.
Louis se vuelve a ver al menor con una ceja alzada ante su tono.
—Realmente estas molesto, ¿huh?
Harry alza la barbilla. Y para este punto, Louis lo conoce lo suficiente como para saber que sí, le molesta.
—Sólo es una pregunta.
—Para ti sólo es una pregunta.
—¿Eso qué significa?
—¡Chicos! — Miss Greta los llama y ellos se vuelven de golpe. —La clase terminó.
Es ahí cuando se vuelven hacía todos lados y notan que, en efecto, sólo quedan ellos dos en el salón.
—Oh, claro— Harry se repone primero y se pone de pie de un salto, dirigiéndose hasta sus cosas. Louis parpadea en su lugar un par de veces antes de ponerse de pie en silencio y hacer lo mismo.
Miss Greta observa al par con una sonrisa sabihonda y una ceja alzada en reconocimiento. Sacude la cabeza.
Es como verse a si misma en un espejo, veinte años atrás, loca de amor por un chico de ojos pálidos que parecía el mismo hielo, pero que se derretía por ella y sólo por ella.
Recordó esas miradas secretas, los toques sorpresivos, la costumbre de encerrarse en una burbuja donde sólo cabían los dos.
Les dio la espalda, de repente apagada.
Sí, aquello no había funcionado. Aún así, lo recordaba con cariño.
Volvió la vista al frente, viendo a sus alumnos por el espejo, notando como se alejaban de allí.
Suspiró.
Esperaba que esta generación de Tomlinson fuese capaz de manejar al amor.
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—¡Harry!
—No.
Louis rodó los ojos y apresuró el paso.
Graciosamente, su mente lo transportó hasta el inicio del año escolar. Cuando Harry le había perseguido y armado un dramón enfrente de todos.
Al parecer, los papeles se habían invertido.
—¡Harry, espera! — se le plantó enfrente, tomándolo del brazo.
El menor no quería lucir tan malcriado. Pero en serio le molestaba que Louis no fuese capaz de admitir algo tan tonto como enviarle regalos. ¿Qué tenía de malo?
Era normal darle algo a tus amigos.
—Yo envié las cosas, ¿ok? — las palabras de Louis son rápidas y atropelladas.
—¿Qué?
—No. No lo repetiré otra vez. Suficiente tengo con obligarme a ser extrovertido con mis emociones para darte gusto.
Harry asiente y ve hacia abajo. Después niega.
—Lo siento— murmura. —No debí ponerme tan pesado. Sólo quería saber.
Louis asiente. —Está bien. Te lo debo, supongo.
El menor le sonríe y Louis no evita imitarle.
—Bueno, entonces, gracias. Me encantó todo, en serio. ¿Cómo supiste?
Louis se da un golpe en la nariz. —Un mago jamás revela sus secretos.
Harry le rueda los ojos. —Eres un idiota.
Sólo cuando el viento sopla, Louis cae en cuenta de lo cerca que están.
Se encuentran a las afueras de las aulas de Ballet, sobre las escaleras. Los pilares de concreto y las esculturas sobre el techo que estas levantan, son iluminadas por la luz del Sol, que ya está ocultándose.
La academia parece vacía. No hay ni un alma fuera. Sólo el viento frío, que revolotea sus cabellos y el calor del astro en el cielo, que hace que sus reflejos rosas y violetas les pinte las pieles, como en San Valentín.
Louis podría tocar narices con Harry, si tan sólo se acerca unos centímetros. Y creerían que el menor estaría intimidado. Pues, no.
En realidad, Harry esta de todo menos intimidado. Se siente perdido en los ojos azules de Louis, que parecen todavía más hermosos de cerca. Se deja ir en su piel bronceada, su nariz pequeña y sus labios finos, que parecen querer decir algo.
Se ven a los ojos, desconcertados por su cercanía pero dispuestos a lo que sea que el otro sugiera.
Existen así por algunos minutos, preguntándose, ¿Se acercará?
Entonces, cada quien decide ser independiente y se inclinan hacía delante, invadiendo lo poco que queda de espacio. El tiempo se congela, el aire cesa y el Sol ilumina al máximo todo alrededor. Son manchas rosadas y violetas queriendo volverse rojo.
Louis cierra los ojos y Harry alza las manos para tomarle el rostro, y entonces-
—¡Chicos!
Ambos saltan hacia atrás, tratando de componerse antes de que la voz que suena metros detrás de ellos les alcance.
Se observan. Mejillas encendidas y ojos asustados.
¿Qué iba a pasar?
Elizabeth se acerca corriendo y apenas ve la escena, quiere retroceder.
¡Acababa de interrumpir un momento bueno, maldita sea!
Se odiaba.
—Elizabeth.
La voz de Louis es de reprimenda. Ella trata de no encogerse en su lugar.
—Estaba buscándolos. Hay una fiesta, en casa de una de mis amigas. Muchos van a ir. No se si quieran ir con nosotros.
Ambos chicos encuentran miradas.
Louis observa a Harry. Esta apoyado sobre uno de los pilares. La espalda recta, los brazos cruzados y la mirada de reproche que hacia a su nariz arrugarse, hacen que Louis muerda su labio para no reír.
—No estamos en condiciones de ir a una fiesta la verdad.
—¿No? Pero si necesito de alguien que me cuide— dice una cuarta voz, a sus espaldas.
Louis se vuelve hacía el final de las escaleras, donde Stan se mantiene con su silla de ruedas y una sonrisa que no ha visto en días.
—¿Tu? ¿Quieres salir?
—Por eso venía a buscarlos— explica la pelinegra. —Tiene ganas de ir y yo no pude resistirme. Pero antes tenía que preguntarles. No gastaré mi base de maquillaje en vano.
—Si Stan va, yo voy— dice Harry, de repente animado.
Louis lo piensa un momento.
—Bueno, ¿Qué tanto daño puede hacer una fiesta?
Bastante de hecho.
Pero esa historia es para otro capítulo.
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Meper d0nan por tardarme?
Les amo ♥♥
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