SEIZIÈME
—¡Stan!
Louis se abalanzó hacía su amigo, que lo veía desde el suelo con ojos desorbitados. Las venas en su cuello eran tan prominentes que podías ver lo rápido que la sangre bombeaba a través de estas. Su corazón debía de estar como loco dentro de su pecho.
El ojiazul colocó una mano sobre su frente y notó el sudor frio, junto con los temblores.
—Stan.
El pelinegro solo pudo contestar con balbuceos y otro grito desesperado. Era como ver una película de terror sucediendo ante sus propios ojos. No sabía cómo ayudarlo, no tenía experiencia en ello.
—Stan, por favor ¡respóndeme! No es real, lo que estas sintiendo no es real.
—¡No, no! — un gemido desgarrador partió desde la garganta de Stan. Sus manos volaron hasta su cabeza, tironeando de su cabello mientras violentos sollozos llenaban el aire; su pecho se alzaba y caía tan rápido, que hacía a Louis temer que se hiperventilara.
—¡Stan! ¡Escúchame! — Louis alzó la voz, manteniendo contacto visual a pesar de la distancia que estaba guardando. —Esto no es real, no es real. No estás en peligro, yo estoy aquí.
Stan dejó resbalar las palmas de sus manos hasta sus sienes, comenzando a masajearlas con dureza. Inspiró profundamente antes de abrir la boca titubeante. —En...e-el baño.
Lo primero que la mente de Louis pudo razonar fueron medicamentos.
Pastillas, para ser más precisos. Muy seguramente las que había encontrado aquella vez en la habitación.
Ni siquiera notó cuando sus pies se pusieron de pie y lo llevaron frente a los estantes del baño. Indagó entre las cosas de su amigo hasta que dio con un pequeño frasquito que ponía Clonazepam, rodeado de varios frascos similares con distintos nombres y colores.
Los pocos segundos que le tomó volver hasta Stan fueron suficientes para asimilar porque había estado tomando eso sin decirle. Incluso podía adivinar la causa de toda esa ansiedad maximizada.
Louis no demoró en pedirle que tomase una píldora. Simplemente la metió al borde de la lengua de su amigo, obligándolo a tragarla para no ahogarse. Con sus respiraciones entrecortadas, no tenia de otra más que tragar saliva.
—Stan. Por favor, recuerda que estoy aquí. No hay nada que temer.
Segundos pasaron antes de que su amigo hablase. —Estoy un poco mejor— aseguró, con el cuerpo aun temblándole y con las venas saltándole. —Esperaré a que el medicamento haga efecto.
—¿Necesitas algo más?
—Si. Por favor déjame solo.
Louis le dio una mirada poco convencida. —¿Estás seguro? Podría pasarte otra vez.
El pelinegro asintió. —Esta droga es fuerte. Te prometo q-que te contaré todo... apenas p-pueda calmarme.
El ojiazul examinó por unos segundos el semblante pálido de su amigo. Sus yugulares ya no saltaban, su pecho comenzaba a descender el paso apresurado. Sus pupilas ya no estaban dilatadas.
—Cómo gustes.
Le dio una última mirada antes de salir de la habitación.
La gente en el corredor observó a Louis con curiosidad mientras este mantenía la vista en el suelo, evitando encararlos. No era de su incumbencia saber cómo se sentía acerca de aquello. Suficiente atención había traído Stan hacia sí mismo como para rematar mostrándoles la preocupación que sentía.
¿En qué momento se puso tan mal? ¿Desde cuándo los entrenamientos le habían hecho esto?
¿Qué tan imbécil debe estarse comportando como para que Stan no le contara?
¿Por qué había sido tan rápido para juzgarle cuando encontró las pastillas?
Su mente divaga hasta hace unos minutos, cuando encontró todo ese arsenal de medicamentos escondidos en el baño. Había demasiados. ¿Qué otros problemas tendría Stan?
Eran preguntas que por ahora no tenían respuesta, solo muchas opciones que probablemente ni siquiera se acercaban a la verdad.
Le tocaba a Louis hacerle saber a su amigo que podía contar con él. Sin importar la impresión que pudo darle.
—¡Louis!
Aquella voz chillona le hizo salir de sus turbios pensamientos.
Alzó la vista, observando como Harry corría hasta él. Su cabello rulo se agitaba al viento mientras sus piernas flacuchas se apresuraban a llegar hasta el mayor.
—Louis, oye, me preguntaba si- ¿Qué tienes?
Solo entonces el ojiazul cayó en cuenta de la expresión preocupada en su rostro. Sus músculos decayeron, improvisando un semblante sereno. —Nada, ¿por?
—Te veías apagado hace un segundo.
—Tengo frio y estoy cansado.
Harry le alzó una ceja. —¿Y por qué no fuiste a tu dormitorio?
—No puedo estar ahí ahora. Y haces demasiadas preguntas— se queja el mayor, frunciendo el entrecejo.
El ojiverde suelta una risita. Louis se siente un tanto sacudido por el pequeño revoloteo que hay en su pecho ante el sonido.
—Bueno, apenas iba a tu dormitorio. Quería preguntarte si podrías ayudarme a estudiar...
Louis ya tiene el labio superior fruncido en asco.
—Hey, déjame terminar— pide Harry dándole una mirada acusatoria—. Quería que me ayudases a estudiar, porque tú ya pasaste las clases que yo llevo. Soy un asco en las matemáticas, y tú no. A cambio te ofrezco un favor jugoso a tu elección.
El mayor le ve de arriba abajo, considerándolo. Aunque realmente no hay mucho que considerar.
No puede volver a su dormitorio en, por lo menos, dos horas. Necesita sentarse en algún lugar caliente. Y, a su mente le vendría bien algo en que concentrarse.
—Bien.
Harry parpadea incrédulo. —¿De verdad?
—Si. ¿No quieres o qué?
—No, es solo...
—¿Qué?
—No creí que llegaría tan lejos. Ahora no sé qué hacer.
Louis suspira con pesadez. —Podrías comenzar comprándome un té y una cena bien caliente. Y te aclaro, eso no forma parte del favor que me debes.
El anterior tiene la dicha de disfrutar como poco a poco, una sonrisa triunfal se forma en la cara del menor frente a él. Las mejillas de este se encuentran coloradas por el frio, realzando su tez pálida y los ligeros moretones amarillentos alrededor de sus facciones. Sus pecas parecen resaltadas en tinta negra.
El ojiazul no se explica como por qué se ha fijado en todo aquello. Probablemente hoy ha sido un día de mierda y la felicidad ajena le hace sentir menos culpable.
—Claro. Ven, te llevaré hasta donde ellos.
Louis le dedica una mirada de hartazgo, pero apenas siente los dedos helados y flacuchos del rizado sobre su mano, se decide por ponerle los ojos en blanco. No era un bebito al cual tenían que guiar de la mano hasta los cubículos.
* * *
Traer a Louis no fue una buena idea.
El ambiente era tenso, pesado incluso.
Bueno, para Harry, lo era.
Dios, pero ¡que frustración! ¿Cómo se llamaba a eso que le hacía temblar ligeramente en su lugar?
Tenía que tener un nombre. Y seguramente uno muy feo. Desagradable, tal vez.
El menor mantenía su vista sobre su cuaderno, tratando de concentrarse en encontrar el coseno de los triángulos dibujados sobre las hojas, y no en aquello que sucedía ante sus ojos. De hacerlo, podría echarse a llorar de frustración, o algo peor, como evidenciarse delante de todos.
—Harry, ¿tienes dudas?
Hubo unos segundos de pausa, en donde el ojiverde debatió en si debía o no encarar a Louis.
—¿Harry?
El aludido alzó la cabeza de una sola, con una sonrisa forzada estampada en los labios. Trató con todas sus fuerzas de no desviar sus ojos hasta la persona causante de todo eso que sentía, pero, no funcionó.
Pronto se descubrió analizando minuciosamente la sonrisita de su amiga Cornelia, que trataba inútilmente de disimular poniéndose un libro delante. Esto le hizo hervir la sangre.
—Hey pequeño imbécil, tengo cinco minutos diciendo tu nombre.
—No tengo dudas, gran imbécil— responde el menor secamente. El ojiazul lo ve desconcertado.
¿Y ahora, que le pasaba a ese? Nunca había escuchado un tono diferente en la voz del rizado. Era...extraño.
Caleb y Cornelia echaron a reír ante las palabras intercambiadas. Louis parpadeó perplejo.
Harry no se estaba riendo. Tenía una mirada intensa en su rostro, y su boca estaba presionada en una fina línea. Jamás había visto al chico tan serio.
Harry dejó caer la cabeza, concentrándose una vez más en los problemas de trigonometría.
—Yo tengo una duda— murmuró Cornelia. —Acá, en el tercer ejercicio.
—Eso no tiene ciencia.
—Lo siento por ser retrasada. Ahora explícame.
La risa de Louis ante el comentario sarcástico de su amiga, se siente como un guantazo en medio de la cara.
El ojiverde alza lo más mínimo la vista, espiando a medias las expresiones de los chicos sentados frente a él: Cornelia asiente, fingiendo escuchar lo que Louis le dice entre bocados de estofado que él le compró. Louis tiene el fantasma de una sonrisa sobre la boca, mientras la rubia a su lado le bate las pestañas.
La mente de Harry le hace saltar de sorpresa. ¿Se estaba sintiendo celoso?
No, eso no podría ser. No estaba celoso de que Louis le dedicase más atención a Cornelia que a Caleb, o a él.
Pero, ¿le molestaba la forma en la que su amiga estaba tratando demasiado fuerte en llamar la atención del ojiazul? Si, le hacía calentar la cabeza de solo escuchar esa risita fingida.
Él sabía con certeza que no se reía así, y que tampoco solía echarse el cabello sobre el hombro cada veinte segundos. Y estaba más que seguro de que apenas hace hora y media, ella era la única de los tres que había podido resolver unos cuantos problemas de matemática sin ayuda.
¿Por qué tenia que actuar tan falsa? Ugh.
Su molestia era esa.
Pero aún no tenía un nombre para ella.
Mientras tanto, Louis observaba por entre sus pestañas, al menor sentado frente a él.
Podía sentir el minúsculo atisbo de una sonrisa formándosele en la cara. Pero, no podía evitarlo. Era divertido ver como Harry concentraba todo su ser en esos ejercicios, y a pesar de ello, no había contestado ni uno solo. Era como ver a un cerdo pintando.
Pudo captar un ligero gruñido saliendo de los labios de Harry, y le pareció un tanto irónico.
''Si, yo también estoy hasta los huevos de estos triángulos de mierda, mocoso'' pensó para sí mismo.
Volvió su vista hacia la cejona sentada a su lado. Sus labios se tensaron con impaciencia al notar que aún seguía hablando. Rayos, a esa chica no se le secaba la boca. Había pasado todo el rato preguntando estupideces. Ni siquiera Harry era tan tonto. Eran intentos muy torpes para llamarle la atención, ¿Qué era esto, la primaria? Patético.
—Entonces, ¿el cateto dividido por el seno?
—Dejamos eso hace veinte minutos. Estamos en binomio cuadrado perfecto.
Cornelia no sabe que contestar ante eso, así que simplemente le ofrece una sonrisa ''simpática.''
Por alguna razón, Louis se volvió a ver a Harry antes de contestar: y que bueno que lo hizo.
De lo contrario, se habría perdido la rodada de ojos más intensa del año. Esto le causó gracia.
Pronto, su cara se iluminó, entendiendo. En su cabeza, ha relacionado todo lo que había notado hace un rato, con ese reciente gesto de profundo desprecio.
Harry estaba celoso. Pero, ¿por qué?
Louis mantuvo sus ojos azules fijados sobre la figura del chico, que mantenía la cara hacia los problemas que estaba resolviendo. El mayor tenia una sonrisa en su rostro. Se moría de ganas por conectar miradas.
El menor, en cambio, luchaba con todos los impulsos que sentía para no encontrar sus ojos con los de Louis. Podía sentir como su vista le quemaba sobre el cuerpo, pero no quería ceder. Sabía que por fin se había dado cuenta de lo que sentía. Y seguro que él pudo darle nombre.
Suspiró. Y solo ese pequeño descuido bastó para que su cuerpo se irguiera sin consultarle, llevando a sus ojos hasta donde habían querido fijarse todo ese rato.
Ambos chicos se vieron a la cara.
Louis sonrió, notando el rubor oscuro en la cara de Harry. Le hizo cierta gracia descubrir que el sonrojo por vergüenza era distinto al que mostraba cuando estaba enojado.
Harry, por su lado, mantenía una expresión seria. Sintió algo hervir dentro de si al ver la diversión pintada en la cara del otro. Seguro que se estaba burlando. Lo odiaba un poco en este momento.
—Pasa de la una, ¿no deberías ir a dormir? Mañana es el gran evento— murmura.
—Efectivamente, debo irme yendo.
Ninguno de los dos rompe contacto visual. Y Cornelia no pierde vista de ello.
Louis se pone de pie, recolectando su basura y tirándola a un cesto cercano antes de dirigirse a sus tutorados por aquella noche.
—Descansen. Dejen un rato los libros, mañana hay trabajo que hacer y necesitamos estar en la mejor forma.
Harry ladeó la cabeza, confundido. Nunca había escuchado a Louis dar motivaciones.
El mayor se encontró pensando en un gatito al observar las acciones del otro.
—Espera, yo aún tengo dudas.
Louis se volvió a ver a la chica que le veía desde el piso. Se permitió una risita antes de hablar.
—Creo saber cual es, pero realmente, no estoy interesado. Las tácticas de hacerse la tonta tienden a rayar en el mal gusto, si me permites decírtelo.
Caleb rompe a reír, desconcertando a Louis y a todos, por un momento. El ojiazul había olvidado que estaba allí.
Harry siente la mirada de Louis encima suyo de nuevo y se vuelve, descubriendo que tiene razón. Él le esta mirando, y esta sonriendo. Bueno, casi.
—Nos vemos— dice.
Y se va sin darle una segunda mirada al grupo de chicos sentados en el suelo de la biblioteca desierta.
*******
De: Louis 😊 | 3:00 A.M
¿Por qué te encelas de tus amigas?
Harry frunce el entrecejo, irritado por la luz de la pantalla de su celular que le golpea la cara, en medio de la habitación oscura. Lleva las yemas de sus dedos hasta sus ojos y los masajea. ¿Por qué lo despertó? Estaba tan cómodo.
Se remueve en la cama antes de contestar.
De: no contestar nunca | 3:05 A.M
Ya cállate y duérmete.
Louis ríe ante la respuesta. Quien diría que Harry era un gruñón en las madrugadas. Irónico, ya que siempre que se cruzaba en su camino era temprano en la mañana, y siempre lucia como la encarnación de un rayo de sol.
De: Louis 😊 | 3:08 A.M
Que amargadito. ¿Sigues enojado conmigo o qué?
Harry alzó los ojos al cielo tan fuerte, que temió por un segundo que rodasen dentro de su cráneo.
De: no contestar nunca | 3:10 A.M
Me caías mejor cuando me odiabas.
Louis sonríe. Hay un sentimiento atolondrado dentro de su pecho, que se extiende como agua tibia por toda su extensión, pero decide ignorarlo y etiquetarlo como simple entusiasmo por meterse con Harry.
Comienza a escribir.
Para: no contestar nunca | 3:15 A.M
Yo también me caía mejor cuando te odiaba...|
Su dedo se mueve hacia el botón de Enviar al mismo tiempo en que Stan por fin emerge del baño.
Louis bloquea su teléfono ante la imagen de su amigo. Ha estado esperando por él por media hora. Cuando llegó hace poco, había encontrado la habitación en silencio.
—¿Me lo contarás?
Stan asintió, sentándose en su propia cama.
Antes estaban frente a frente.
El ojiazul tomó nota de sus ojos vidriosos y de la ligera nube que parecían tener encima. Sus ojeras oscuras, los labios resecos, la piel seca, el acné que antes no estaba allí.
—Es menos grave de lo que crees......
********
Iba tarde.
Iba jodidamente tarde.
Realmente era culpa de Stan. Lo había mantenido despierto casi hasta las cinco de la mañana.
Pero Louis no podía simplemente cortarle el rollo e irse a dormir. Tenía que escucharle. Tal vez no tendría otra oportunidad para hacerlo. Su amigo le había ocultado aquello por quien sabe cuánto tiempo y había decidido contárselo.
Así que, sí. Iba tarde.
Pero lo valía.
Sus delgadas piernas no habían parado apenas saltó de la cama. Su habitación había terminado como victima de un tornado para cuando salió. Y ahora, corría en dirección al teatro, con la lluvia cayéndole encima. Mantenía precauciones para no resbalar ni torcerse algo, aunque realmente no tenia tiempo para pensar en seguridad.
¿Cómo pudo dormir hasta las siete? ¿Por qué no había podido desmayarse así en un día menos importante? De todos los días, ¡había tenido que ser hoy!
Divisó el teatro a varios metros a la distancia y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
La ciudad se abatía entre pesadas gotas de agua y ligeros truenos en el cielo. Cláxones y motores hacían eco calles más abajo. Mares de pies hacían ruido sobre los charcos en el pavimento, tratando de tomar un lugar en la fila que cada vez crecía más y más a las puertas del teatro.
Louis apresuró sus pasos, dejando bien olvidado el cuidado por no torcerse un pie o caer al suelo. La lluvia caía con mas estruendo sobre su impermeable y su mochila, debido a la velocidad que poco a poco iba tomando. Las luces amarillas de la calle comenzaron a cobrar vida conforme el sol se iba terminando de ocultar, ofreciéndole a Louis sus propios reflectores.
Detuvo su carrera ante el teatro, observando con cautela la imponente cartelera que centelleaba rodeada de bombillos que parpadeaban sin parar.
''El Cascanueces | Battement du Coeur''
Las letras en negrita enunciando las obras presentadas en escena, siempre le habían hecho sentir un cosquilleo por dentro. El saberse participe de algo que era presentado a la ciudad entera, le hacia sentirse algo así como único.
Comenzó a avanzar hacia la puerta, saliendo de sus pensamientos. Apenas tuvo la mano sobre la manija, unos destellos de luz golpeándole el costado de la cara le robaron la atención una vez más.
Atrás había quedado la urgencia de llegar a camerinos, cuando se encontró a si mismo acercándose a la fuente de la distracción.
Eran pancartas, enmarcadas en más bombillos de luz que resplandecían chillantes y llamativos ante los ojos de cualquiera que quisiera ver.
Su rostro estaba en exhibición, en aquel traje de príncipe. También estaba Elizabeth y algunos de sus compañeros, en distintos anuncios junto al suyo.
Sabia que aquel momento llegaría en algún momento. Era lo que se hacia con quienes destacaban en la clase avanzada: promocionar ese rostro joven, para ir acostumbrando a todo el que observase, que ellos serían la próxima novedad en las compañías de danza. Caras frescas a las cuales alabar desde tu butaca.
Estaba enterado de que pasaría, pero aquello era bien distinto a verlo en vivo y a todo color. Era surreal, verse a si mismo allí, como si ya fuese alguien.
Murmullos a sus espaldas le hizo caer en cuenta de que no era el único que se había reconocido en aquella pancarta. La gente esperando por entrar le había reconocido.
Un ligero rubor le invadió al saberse descubierto y emprendió su huida, escabulléndose rápidamente dentro del teatro y no parando la marcha hasta alcanzar los benditos camerinos.
(...)
—¡Ocho y media Louis Tomlinson, no lo puedo creer! — Elizabeth parecía querer arrancarle la cabeza mientras se removía dentro del pequeño camerino.
Louis la vio de soslayo mientras intentaba terminar de arreglarse. —¡No fue mi culpa!
—Mejor cállate— la pelinegra maniobraba con una pequeña plancha, luchando contra las arrugas atascadas sobre el traje de su amigo. Su enorme tutú rosa continuaba metiéndose en su camino, alentando sus movimientos. —Pareciera que no conoces los jodidos despertadores.
—¡Ya estoy aquí! ¿Quieres dejar de reprenderme? No eres mi madre.
—Pero si que pareces un crío.
El ojiazul solo le rodó los ojos, demasiado concentrado en aplicarse correctamente el maquillaje antes que de contestarle.
Algunos minutos pasaron, en silencio. Hasta que Elizabeth dio un respingo satisfecho.
—Ya, esta listo.
—Gracias Eli, eres una santa— el castaño se giró, ofreciéndole un abrazo. La pelinegra, en cambio, apartó los brazos del joven con un movimiento brusco. Se acercó en un par de pasos amenazadores hasta que estuvieron frente a frente.
—Esto no se queda así.
—Anda ya, que solo he llegado tarde. No he matado a nadie.
—Has matado a mi maldita paciencia.
—Ese no es mi problema— Louis estaba añadiendo más a aquella frase, pero la mirada cortante en los ojos azul pálido frente a él lo hicieron pensárselo mejor y guardar silencio.
—Mira, Louis. Realmente no estoy de humor para seguir tu actitud de diva, así que iré al grano— la chica había colocado sus delgados brazos a cada lado del mayor, acorralándolo. —Vas a levantar tu trasero de esta maldita silla y avisarás tu mismo a tu tío que has llegado. Avisarás también a Harry, y a la estúpida que hace de Clara.
Louis asentía lentamente. Una de sus cejas se enarcó, registrando la información.
—¿Por qué le diría a Harry?
—Porque él es la razón por la cual estoy así— la chica se alejó, caminando hacia la puerta. —Tiene desde las seis preguntándome donde estás y mi paciencia no es tan grande, joder.
Louis se rio. —¡Te dije que era molesto y no me creías! ¡Insistes en que lo soporte y ni tú puedes! — gritó, suponiendo que Elizabeth ya estaba lejos.
—Es tu enamoradito, no él mío. No tengo porque soportar chicos que no me estoy cogiendo— replicó la ojiazul, repentinamente asomando su cabeza adornada dentro de la habitación.
Louis frunció el ceño. —No es mi enamorado.
Elizabeth rio con sorna. —Claaaaro, y Stan no quiere meterse en mis pantaletas.
Su amiga partió, dejando a Louis con la palabra en la boca y una sorpresa que no veía venir.
Así que si sabia que a Stan le gustaba. Vaya, las chicas notaban todo.
***
La voz del hombre en cabina había anunciado la segunda llamada hace diez minutos. Esto significaba que faltaban meros segundos para que la tercera fuese decretada, dando por comenzada la obra.
Delante del telón todo era serenidad mientras los asistentes ocupaban sus lugares. Amigos, familiares y extraños se entremezclaban, esperando a que iniciase el show.
Por otro lado, detrás del telón era un pandemonio. Había chicos y chicas corriendo por todos lados. Algunos calentaban, otros daban los toques finales a su apariencia. Incluso había quien estaba fumando un último cigarrillo antes de iniciar, para relajarse.
—Han venido todos los reclutadores habidos y por haber— murmuró Elizabeth, asomándose disimuladamente por el telón.
Louis comenzó a morder sus uñas, tendido en el suelo a medio estiramiento. —Espero no cagarla.
—Si, yo también espero eso— habló Oli, uno de sus compañeros, que pasaba por ahí.
—Si yi timbin isipiri isi. Idiota— gruñó el ojiazul, cruzándose de brazos.
Continuó con lo que hacía, cada vez sintiéndose con los nervios más crispados.
Se sentía observado.
Apenas pensó en esto cuando su cabeza ya estaba girando hacia la fuente de su malestar, sin saberlo. Pronto topó con un par de familiares ojos verdes que parecían querer comérselo.
—¿Te gusta lo que ves?
El comentario había sido en plan sarcástico, pero al notar el leve rubor en las mejillas de Harry, Louis se había sentido un tanto avergonzado.
—Era broma— se apresuró a aclarar.
Harry soltó una risita nerviosa. —Lo sé.
Louis le vio con cautela. —¿Estás nervioso?
—Estoy a punto de manchar mis pantalones— replica rápidamente el más joven.
El ojiazul ríe. Recuerda esos nervios de novato. Te retuercen las entrañas sin piedad y te nublan la cabeza.
—Tranquilo, realmente no es muy importante.
Esta vez, el menor le giró los ojos. —Por favor, no te hagas el fuerte conmigo. Te he visto morderte las uñas. O lo que queda de ellas.
Louis ríe, sintiendo la punzada de diversión ante el reto dentro de sí. —Me refería a que no es importante para ti porque eres de primero. Los reclutantes no vienen a fijarse en ti. Así que estas libre de peligro, celosito.
El mayor soltó una risotada, rápidamente cubriéndola con su mano para evitar que el eco saliese del telón. Aún con maquillaje encima, eran clarísimas las pecas del ojiverde. Así como sus mejillas enrojecidas de vergüenza.
—Ya te dije que no estaba celoso.
—Claaaro. Te creeré esta vez, Styles. Para no abrumarte más.
Harry bufó, molesto consigo mismo por no poder ocultar su vergüenza. Odiaba ser tan pálido.
—Te das demasiada importancia— le dijo al otro. Louis solo le sonrió de forma encantadora. Lo cual hizo que el menor sintiera un pequeño revoloteo en el estómago.
—Nah. Tu le das demasiada importancia a tu amiga cejona. Realmente toda esa charadita de jugar a la tonta me resulta aburrida. Deberías haberlo sospechado. Pero estabas demasiado cegado por mi falta de atención.
El ojiverde le rueda los ojos con desprecio, comenzando a caminar lejos.
Louis no podía tener razón. Ese sentimiento tan visceral y feo que le había arrebatado el control la noche anterior no podían ser celos. No podían, seguro solo quería joderle.
—¡Oh, vamos Harry! Solo jugaba— le llama Louis, aun riendo. El aludido no voltea hacia atrás.
—Buena suerte, pequeña mierdita— murmura el ojiazul para si mismo.
Aunque no sabe si se refiere a Harry o a sí mismo.
* * *
El show sale perfecto.
Bueno, aún no termina. Pero en la opinión de Harry, sale perfecto.
Esta de pie en el escenario, en un semicírculo que enfoca a Louis y Elizabeth, bailando su esperadísimo Gran Pas de Deux.
La audiencia está completamente absorta en el par de jóvenes que bailan entre sí, coqueteándose para la vista del mundo.
Elizabeth da un salto enorme hacia la nada, estirando sus largas piernas en el aire, arqueando con delicadeza cada musculo disponible. Los espectadores la ven flotando, en segundos que parecen horas, con su cuerpo lleno de elegancia, enfundado en pedrería y telas rosadas. La tiara sobre su cabeza brilla cuando las piedras en ella chocan con los reflectores que mantienen la atención en la pareja de bailarines.
Harry suprime una inhalación de sorpresa cuando Louis la atrapa con singular gracia entre sus brazos, al mismo tiempo en que ella enreda sus piernas en el cuerpo del mayor y la orquesta alcanza el clímax de esa melodía creciente. El sutil cortejo parece llevar los sentimientos de todos a flor de piel. El hada de azúcar y el príncipe cascanueces han cerrado la noche con broche de oro.
Y Harry no es el único que lo piensa.
La total ovación de pie y la lluvia de aplausos que les recibe apenas terminan su acto, lo confirman.
El menor suspira.
Algún día él causará eso en la gente.
Algún día vendrán a verlo a él.
***
Los chicos habían quedado en ir a un concierto, apenas terminase la presentación.
Harry se encontraba esperándolos en la entrada de la academia, con café en mano.
Su aliento caliente formaba pequeñas nubes frente a él. A pesar de que la lluvia había cesado, el frio persistió, haciendo de aquella noche una muy interesante. La brisa fría le traía de vez en cuando, el aroma a tierra mojada hasta la nariz.
Se suponía que Louis y Elizabeth venían en camino. Luego de haber pasado media hora recibiendo felicitaciones y flores fuera del teatro (además de hablar frente a frente con los reclutadores), el par había tomado a Harry de un brazo y le habían arrastrado con ellos hasta la academia en cuanto el grupo de gente rodeándolos se distrajo.
—Ya vámonos.
El ojiverde se volvió a ver a Louis, que ya estaba a medio metro de él. Venia caminando acompañado de Stan y Elizabeth.
—¿Nos tardamos? — interroga la chica.
—Un poquito— Harry le sonríe, comenzando a caminar con ellos. —Pero no me molesta.
—Lamento no poder cambiarme en segundos como tu— Stan se burló.
El menor se volvió a ver los jeans holgados y la sudadera morada que llevaba encima. —Lo siento, ustedes son viejos y tardan, supongo.
—Recuérdame por que te invitamos, ¿eh? — habló Louis, propinándole un codazo.
Harry ríe y le empuja levemente. —Porque te conseguí entrada.
Stan y Elizabeth rompen a reír. Louis no.
—Já, te la metió— rió la pelinegra, dándole una palmada en la espalda a su amigo.
Louis hizo cara de asco. —A, que asco, de este ni los buenos días. Y B, a mi nadie me mete nada.
Stan rodó los ojos. —Seguro.
Los amigos rieron y continuaron caminando calles abajo, en silencio. El ruido de la ciudad les engulló enseguida. Los autos y las luces coloridas del centro de Londres parecían una cuidadosa orquesta organizada. Parecía la perfecta banda sonora.
—Realmente no tengo ganas de ir— murmuró Stan. —¿No podemos ir a cenar o algo?
Louis le vio ofendido. —Es un concierto de Manu Chao, Stan. Uno no simplemente rechaza esa oportunidad.
—No sé ni quién es.
Los tres chicos restantes compartieron un jadeo colectivo.
—Solo porque te quiero no te trato como te mereces— le reprendió Eli con un dedo acusatorio apuntándole.
—Seguramente tu conoces a todos los músicos del mundo— se quejó el pelinegro, apartando el dedo flacucho de su amiga.
—Buen punto— habló Harry, chocando puños con Stan.
Rápidamente, Louis salió de la nada, colgándose a Stan como si fuese un koala. —Mio.
Harry le vio con extrañeza. —Si, sí. Tuyo.
—Yo no soy de nadie— el pelinegro se liberó del celoso agarre del ojiazul. —Soy un hombre independiente que no necesita un hombre para sobrevivir.
Todos rieron.
—Ya en serio, Stanley. Te va gustar. Es un ambiente muy bonito.
—Si, mariguaneas agusto— animó Elizabeth, sacando un porro de su bolso, junto a un encendedor.
—¡Oh! Dame, dame, dame— Stan salió corriendo detrás de la chica, que ya estaba huyendo lejos de él.
Louis y Harry se quedaron solos, uno al lado del otro, frente al enorme espacio al aire libre donde el concierto ya estaba empezando.
Los gritos de la multitud ascendieron, dando a conocer que Manu Chao ya estaba en el escenario.
Ambos chicos se voltearon a ver.
—¿Y ahora que se supone que haga? — preguntó el mayor. —Mis amigos se han ido a drogar.
—Disfrutar el concierto conmigo— replicó el menor, sin mucho apuro.
Entonces, Louis recuerda. Su cabeza le transporta al día anterior.
Más bien, en lo que había estado pensando de camino a su habitación. Ya saben.
Antes de encontrar a su amigo atacado en el suelo.
Piensa en ello. Recuerda lo que había considerado.
Observa al menor, que lo mira expectante. Con sus pecas y el dejo inocente de sus ojos verde esmeralda.
Y decide que sí.
Tal vez podría darle a Harry una—casi—diminuta oportunidad.
—De acuerdo, sí. Disfrutemos el concierto.
Piensa que la sonrisa y la mirada que Harry le dedica en ese momento, forman parte de las cosas bonitas que registra en su mente sin una razón aparente.
Tal vez la luz de la noche acompañada de los pequeños faros de colores que adornan el lugar y visten a Harry ayuden a Louis a pensar que es bonito.
Tal vez es Manu Chao y su voz angelical cantando Minha Galera.
O tal vez solo sea Harry por su cuenta.
No lo sabe.
Y realmente no quiere poner empeño en descubrirlo.
No quiere colocar el dedo en ese sentimiento que siente comenzarse a deslizar por su pecho.
Porque sabe que no sería capaz de ignorarlo apenas supiera su nombre. Cualquiera que fuese.
_________________
Alguna se aburre con el desarrollo de la historia hasta ahora? No es mi intención aburrirlas PERDÓN :'( , ni que piensen que pongo relleno. Solo quiero desarrollar bien mis personajes asi no me veo en necesidad de describirlos aparte(?
Aquí les adjunto el video del grand pas de deux de Eli y Louis por si les da curiosidad:
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]
Se acaba en el 6:11
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