DIX-SEPTIÈME


«Me gusta correr, me gustas tú. Me gusta la lluvia, me gustas tú».

La multitud alrededor coreaba la letra de la canción que flotaba en el aire. Manu Chao sonreía desde el escenario, deleitándolos con su voz.

El grupo de chicos bailoteaba entre la gente, la mitad tan arriba como una cometa, mientras la parte restante disfrutaba con sobriedad el concierto.

—¿Qué voy a hacer?

—Je ne sais pas

Eli y Stan seguían el coro a gritos, divirtiendo a Louis y Harry.

El par orbitaba en una especie de burbuja; se encontraban hombro a hombro con sus amigos y miles de extraños, pero incluso así, parecía que solo existían los dos. Las miradas que intercambiaban cada tantos minutos solo reforzaban la sensación.

Era extraño para ambos. Se sentía como si ese momento de ''disfruta el concierto conmigo'' hubiese pactado algo secreto para ambos. Se percibía un cambio en su ambiente, y aunque ninguno de los dos parecía ser capaz de identificarlo, parecía como que no estaban muy dispuestos a salir de aquella burbuja todavía.

Todo era muy feliz con música romántica en el aire, la luna brillando encima y la adrenalina atenuada bombeándoles por las venas.

—¿Estas viendo lo mismo que yo? — murmura Elizabeth, con la cabeza apoyada en el hombro de un muy ansioso Stan.

—Si— sonríe el pelinegro, observando junto a su amiga al par de jóvenes frente a ellos, sonriéndose y flirteando sin darse cuenta.

El dúo sonrío al mismo tiempo sin percatarse de ello. Los vestigios del odio convirtiéndose en algo más colándose dentro de sus amigos era suficiente para hacerles la noche entera.

(...)

—¡Stan, vuelve acá, no he pagado eso!

—¡Muy tarde ya lo chupó el diablo!

Eran los dos de la mañana. El concierto había acabado hace medía hora.

Todos morían de hambre, y Louis bien sabía que, si no se iban a la cama con algo en el estómago, ninguno de los presentes lo iba a dejar dormir como Dios manda.

Elizabeth y Stan tenían copas encima mezcladas con lo que quedaba de marihuana en su sistema, por lo que fueron los más emocionados cuando escucharon al ojiazul avisarle a Harry que planeaba llegar por algo de comer.

Ahora, la pelinegra se sentaba en el borde de la acera junto a Harry, engullendo pizza tan grasosa que te hacia tararear de gusto. El menor se dedicaba a observar entre sus pestañas al mayor de todos jugueteando con los billetes en sus dedos, de alguna manera ansioso.

Mientras, Stan huía lejos con un rollo de canela ilegal y Louis pasaba vergüenzas.

—Serán cinco libras extra por el rollo— murmuró el adormilado cajero del local.

Louis pagó sin chistar, rodando los ojos cuando observó que su amigo volvía hasta donde estaban.

—Me han robado el canelón— murmuró Stan, con glaseado blanco sobre el bigote.

—Si, ¿y quién fue? ¿la lombriz que tienes en la panza? — se burló Harry.

Louis rodó los ojos, ocultando una sonrisa detrás de su trozo de pizza.

Hubo unos segundos de silencio. Podían escuchar el ruido de los escasos autos pasando, el goteo del agua residual por aquella lluvia de hace unas horas. Incluso escucharon el quedo sonido de la ventanilla de servicio deslizándose, anunciando que el chico que les había atendido había vuelto a dormir.

—Esta pizza es lo más— habló Elizabeth, con la boca llena. Sus ojos azules tuvieron que bizquear para enfocar el trozo a medio comer frente a ella.

Harry rio ante el gesto. —Tiene toda la razón. Gracias por traernos, Louis.

El mencionado, que se encontraba con pizza de tres quesos a medio masticar dentro de la boca, solo pudo sonreír en respuesta.

El ojiverde ríe de nuevo. La pizza medio engullida le inflaba las mejillas al ojiazul, y le hacía ver adorable.

Lindo— murmura, picándole un pómulo con un dedo huesudo.

Stan y Elizabeth observan en silencio la forma en la que las orejas de su amigo comienzan a tintarse de un rojo carmesí bajo la luz de la noche, para ignorancia de Harry, que sigue mordiendo su rica pizza como si nada hubiese pasado.

Pasados unos segundos, cuando todos tienen los labios brillosos por la grasa y el estómago lleno, Louis rompe el silencio.

—Deberíamos irnos, es bastante tarde.

Todos asienten y abandonan la acera para continuar su camino. Un par de ojos azul pálido no pierden pista de la forma en la que Louis interpone a Stan entre Harry y él.

Podrá no estar sobria, pero Elizabeth sabe que Harry ha plantado una semilla de duda en el pecho de su mejor amigo. Y por lo que ve, esta ha comenzado a germinar.

***

—Lo veo y no lo creo.

El grupo de chicos se desliza por los techos de la academia, a paso lento y cuidadoso, como si se tratase de una banda de ratones dispuestos a hacer el robo del siglo en la cocina del lugar.

—Así que esta es tu forma de meternos en la cama cuando llegamos tarde— murmura Louis.

Ha terminado al lado de Harry, inevitablemente. Sus intentos por poner distancia tras la oleada de calor desatada por el comentario del menor, fueron fallidos.

Apenas llegaron a la academia, Harry les había pedido que subieran por una escalera de servicio a unos cuantos metros de la entrada.

—¿Y cómo haces para maniobrar con un trio de borrachos? — cuestiona Stan, viendo la altura a la que están y sacando cuenta.

—Si, Harry, explícate. Podríamos caer y morir— Elizabeth aplasta su cuerpo más cerca de Stan, sintiéndose un tanto mareada ante la vista.

Louis toma cuenta de la apariencia de la escuela: no hay ni una luz encendida, dándole un aspecto de penumbra. No puede evitar imaginarse al menor, arrastrándolo borracho a través de los techos, haciendo una odisea solo para que no los atrapen.

—No es tan difícil. Por lo general quieren irse a dormir y obedecen todo lo que digo. Soy muy cuidadoso, para que no tropiecen. Solo uno de ustedes me da problemas, pero no tardo mucho en convencerle de hacerme caso— ríe el menor, sacando a Louis de sus pensamientos.

—¿Quién? — preguntan los tres amigos al unísono.

Harry les da una mirada conocedora, y eso es todo. Se guarda la respuesta y todos continúan caminando, con la duda carcomiéndoles dentro.

Aunque el par de pelinegros están seguros de saber quién le da problemas al ojiverde, no dicen nada.

Pasan los minutos, y todo lo que puede oírse aquella noche es el ruido de sus pies, moviéndose silenciosamente por los techos del internado, acompañados por sus respiraciones entrecortadas y el sonido de sus voces.

—Creí ser malagradecido al saber que me ayudabas, a pesar de ser un cretino— susurra Louis, —pero luego de ver todo lo que haces por mí y mis amigos cada fin de semana me hace darme cuenta que no soy muy justo contigo.

Harry se paraliza—no literalmente, claro— y no sabe muy bien que contestar. No es la primera vez que Louis le dice algo parecido, pero si es la primera ocasión en que lo hace estando en todos sus sentidos.

—Harry, en verdad lo s-

—Tranquilo, Louis. Me lo has dicho muchas veces— el menor posa una mano frente a la cara del ojiazul, quién le ve con confusión.

¿Lo ha hecho? ¿Se lo ha dicho? ¿Le ha pedido perdón?

—No, nunca lo has hecho sobrio, por si te estas preguntando eso. Tal vez por eso no lo recuerdas, pero siempre me dices lo mucho que lo lamentas y lo... ¿cómo dices? ¡Ah, sí! Lo ''encantador'' que soy por cargarte hasta tu dormitorio.

La pedorreta proveniente de Elizabeth y Stan es todo lo que la muralla de Louis necesita para levantarse de nuevo.

Un semblante serio se le posa en la cara y Harry se siente un tanto decepcionado al ver como se extingue la luz de los ojos azules. —¿Me cargas?

A pesar de que Louis se ha vuelto esconder tras su guardia, muestra curiosidad y esto toma al ojiverde por sorpresa. Esta desprevenido y su cerebro interpreta la pregunta como si fuese una petición.

Pronto divisa la puerta por la que tantas veces los ha conducido y la toma como su vía de escape.

—Ok, abran la puerta y bajen las escaleras, la puerta a la derecha da al último piso de sus dormitorios— dice Harry todavía conmocionado, comenzando a alejarse.

—¿Y tú a dónde vas? — habla Louis, alzándole una ceja. Si el menor cree que ha pasado desapercibido con su abrupto cambio de tema, le espera otra cosa. A Louis no se le va una.

—A mi dormitorio— contesta el menor, pero suena más a una pregunta.

Elizabeth frunce el ceño.

—Oye, tu siempre nos conduces a nuestro dormitorio. Ahora podemos devolverte el favor, ¿no?

—¡Si! Ninguno de nosotros esta tan ebrio como todas esas veces. Nos toca escoltarte a ti, ¿no lo crees Louis?

El aludido se vuelve a ver a Stan como si este hubiese insultado a su abuela.

Sin embargo, replica: —Supongo que tienen razón.

Los ojos de Harry se encienden con gratitud y Louis quiere reír ante los gestos estúpidos del chico. Solo van a acompañarlo a su dormitorio, y este sonríe y aplaude como si le acabaran de anunciar que ha pasado todos sus exámenes.

—¡Genial!, entonces giramos hacia la puerta de la izquierda— murmura el menor, guiándolos por el laberinto de pasadizos.

—Esto es una ridiculez. Llevo toda mi vida en este puñetero internado y jamás deduje que existían tantos atajos— se quejó Louis.

—Tal vez te estabas enfocando en las cosas equivocadas— murmura Elizabeth, volteando a ver de reojo a Harry.

***

El menor la había estado pasando tan bien que había olvidado a su estúpido compañero de cuarto.

Verán, tras el aparatoso incidente con el grupo de chicos que le había golpeado, la academia había llegado a una conclusión: el grupo completo sería expulsado, a excepción de Rudy, su compañero.

No se había demostrado que el participase en el altercado y sus padres habían utilizado aquello para firmar una demanda contra la escuela por difamación y planeaban llevarla hasta tribunales, a menos de que la academia dejará al pequeño rufián ser parte del alumnado.

Y por supuesto que se salieron con la suya, debido a que Harry necesitaba un guardián que respondiera por él en la corte—en caso de que quisiera testificar lo que sabía sobre su estúpido compañero—, pero este no habló, por miedo a que la escuela se pusiera en contacto con su madre y esta soltará la verdad de su situación. Así que ahora, aquí estaba, soportando las consecuencias.

—Gracias por acompañarme, chicos. Que pasen buena noche— susurra el menor apresuradamente.

Apenas han alcanzado el inicio del corredor donde se ubica su habitación, por lo que sus acompañantes lo ven con curiosidad.

—Pero aún no llegamos a tu cuarto— dice Elizabeth.

Harry le ve con nerviosismo. —Lo sé, pero no hace falta. Ya me han acompañado.

—¿Por qué hablas tan bajo? — apunta Louis.

—Todos están durmiendo, no quiero ser irrespetuoso.

—Eso lo entiendo, pero después del recital te aseguro que nadie tiene el sueño ligero.

—Si, Harry. Todos están agotados— apoya Stan, —Anda, déjanos acompañarte dentro.

Harry les da una mirada cargada de miedo. Louis en cambio, le examina con detenimiento. ¿Por qué parece que el nerviosismo de Harry aumenta con cada paso que dan? ¿Por qué susurra?

Tiene una leve idea. Podría jurar que Harry tiene miedo de que se repita lo que ocurrió hace unas semanas. Tiene miedo de ser un saco de box otra vez.

Y Louis tiene miedo también.

Tiene miedo de que, si Harry resultase herido otra vez, no sabría controlarse. No tenía idea de a que extremos podía llegar.

Y aquel miedo se convertía en terror puro al saberse tan afectado por el bienestar del chico, pero, hey. A estas alturas, ya no era una sorpresa precisamente.

—Ok, ahora sí, ¡buenas noches chicos! — murmura Harry quedamente, una vez que están frente a su puerta.

Antes de que cualquiera de los tres chicos pudiese protestar, la puerta tapizada de stickers de skateboard está cerrándose en sus narices.

El chiquillo permanece con el cuerpo presionado contra la puerta, nivelando su respiración entrecortada para asegurarse de que escuchó los pies de sus amigos alejándose.

La habitación se encuentra tan oscura como la noche. Harry no puede escuchar la respiración de Rudy, por lo que intuye que se ha quedado con sus amigos o sigue fuera de la escuela.

Con reestablecida confianza, da un paso en la oscuridad, decidido a tomar una ducha caliente y dormir lo que pueda antes de levantarse a estudiar.

Da un par de pasos a ciegas cuando siente un escozor alrededor de su cuello.

La mano de Rudy le alza del suelo y le lanza contra el colchón de su propia cama, pero la velocidad le hace estampar lo alto de la cabeza contra la pared.

Harry pierde conciencia de los sonidos por un momento. Un persistente zumbido, semejante a un televisor averiado, reemplaza toda su realidad, mientras Rudy no deja de impedirle levantarse de la cama. Siente su cuerpo tratar de alzarse solo para ser lanzado de nuevo contra el material que le hace rebotar.

El sonido en sus oídos le envuelve y le tuerce los sentidos.

No es la primera vez que pasa.

Rudy siempre esta esperando para vengar a sus amigos.

Él siempre halla maneras nuevas de molestarlo, de demostrarle que no merece un segundo de paz al llegar a su lugar seguro.

Por eso Harry luce siempre cansado.

Por eso su anemia no piensa ceder.

Y por eso, sus moretones no parecen sanar.

Harry deja escapar un par de lágrimas. Sonidos a la distancia le avisan que su audición está volviendo. Puede escuchar las voces y los pasos de la gente fuera, en el corredor.

Rudy se ríe entre reclamos. Harry nunca ha sabido que tanto le dice. Nunca esta completamente consciente cuando le da su discurso de excusa.

—No eres más que un idiota y yo me encargaré de que- «¡BUM!»

Un estruendo hace que Harry de un salto en su lugar. Cae en cuenta poco a poco de lo que sucede a su alrededor, y va tan rápido que el tiempo pareciera ir en cámara lenta.

La puerta esta abierta. Elizabeth mueve sus labios frenéticamente, llamándole a gritos mientras corre hasta él. Stan va detrás de ella, el nombre de Harry escurriéndole de la boca como si fuese una especie de grito de guerra.

Louis tiene una mirada enloquecida, los azules ojos se habían oscurecido con rencor mientras sus manos alzaban contra la pared a Rudy, que jadeaba por aire.

El sonido llegó de golpe.

—¡Harry!

—¡Harry!

—¡Ahora no tienes nada que decir eh, basura! ¡A ver, grítame! ¡Grítame como le estabas gritando a él!

Harry suspira una vez que ha conseguido estabilizarse. Elizabeth le rodea la cara con sus manos delicadas, su piel helada contrasta con su semblante sonrojado por el llanto.

—Mira lo que te ha hecho, te ha hecho sangrar— solloza, abrazándolo.

Harry gira la cabeza, observando como las venas en el cuello de Louis comienzan a ser cada vez más prominentes. Rudy solo solloza y pide por clemencia, pero el ojiazul no piensa ceder.

Ha escuchado el golpe que la cabeza de Harry ha dado contra el duro muro de concreto, y no piensa dejarlo ir tan fácil. No le importaba si su castigo se hacía más severo.

—¿Qué más quieres de él, maldito cobarde? ¡Escondiéndote en tu habitación donde nadie podrá darte lo que te mereces!

—Lo siento Louis, de verdad lo siento, solo quería molestarlo-

—¡Y yo solo voy a partirte los huesos de la cara!

Harry tembló en su lugar. Nunca había escuchado a Louis tan enojado.

—Vámonos de aquí, hoy dormirás con los chicos.

Elizabeth tironeó poco a poco el cuerpo del menor hacia la puerta.

A medida que se acercaban a la salida, Louis continuaba sosteniendo al maleante por el cuello de la camiseta, sofocándole levemente.

—P-por favor déjame ir...

P-p-p-por favor déjame ir— le imita Louis con crueldad. —¿Qué acaso te has convertido en el jodido Porky?

—Louis, anda ya, nos pillarán. Deja ir al montón de mierda.

Louis se vuelve a ver a Rudy quien ha dejado de luchar, aun suplicándole con la mirada.

No puede describir la satisfacción que siente al tomarle con ambas manos por el cuello de la camiseta. La ira visceral le hace alzarlo de su lugar en la pared para después estamparle con fuerza contra esta.

El cuerpo de Rudy cae haciendo un ruido sordo y un gemido de dolor se escapa de sus labios. La habitación da vueltas a su alrededor y un zumbido invade sus oídos.

—No quiero verte más por aquí, ¿oíste, gordo puñetas?

El muchacho asiente frenéticamente desde su lugar en el suelo, pero Louis no está ahí para verlo.

Esta muy ocupado escapando por el pasadizo junto a Stan, Elizabeth y Harry.

***

Era la primera vez en mucho tiempo en que Louis había despertado al son de los rayos del sol.

La luz parecía rehuir a la estancia. El muchacho solo era capaz de distinguir el sonido de su propia respiración y las ajenas. A pesar de que había dormido, su cuerpo se sentía como si no hubiese pegado el ojo en toda la noche.

Habían pasado varios minutos desde que había despertado. Pasó cada uno de esos minutos pensando que se suponía debía hacer con la situación que se le presentaba.

Sus ojos azules hacían guardia sobre el cuerpo inconsciente del extraño en su habitación, que dormitaba sobre la cama de Stan—sí, le importaba, pero no tanto como para prestarle su cama— soltando pequeños ronquidos.

Algo le decía a Louis que este era el primer sueño tranquilo que había tenido en días.

Stan se removía bajo las sabanas de su cama. Louis solo podía pensar en los giros de la vida. Sin despegar la vista del menor, tuvo una pequeña epifanía.

Pudo deducir que Stan había lanzado su cobertor al suelo y que probablemente estaba babeando su almohada. Irónico. Al principio de este capítulo en su vida le había hecho quedar claro de que nunca le prestaría sus cosas, y ahora, lo dejaba dormir en su cama y embarrarla de sus fluidos. Todo por una tercera persona a la que se había prometido no prestar atención.

Con esta última revelación, Louis pone en marcha su plan para aquel día.

—Harry.

Los ojos del aludido se abren con un delicado revoloteo y el mayor no sabe si se siente atraído por el sueño ridículamente ligero del menor o por la forma en la que sus pestañas largas se enredan entre si ante el movimiento. Se siente en parte descuidado y parte acosador.

Descuidado por no notar la longitud de sus pestañas con anterioridad y acosador por estar sentado tan cerca del rostro del menor.

—¿Louis? ¿Qué pasa?

Dios.

Alguien que le explique a Louis que es esta brujería.

—Eh... levántate.

—¿Por qué? — pucherea, ojos apretándose con disgusto y manos alzando las sabanas hasta debajo de su nariz.

Louis pasa saliva.

Ignóralo.

—Anda ya, mierdoso. Levántate.

Harry ronronea con pereza.

Ronronea, maldita sea.

Ignóralo.

—No pienso salir de esta cama sin una buena razón— Harry sabe que esta forzando su suerte. Esta consciente de que probablemente termine en el suelo con un golpe por parte de Louis. Pero no puede evitarlo. Le gusta empujar los botones del mayor.

Louis tiene un cantico ceremonial en la cabeza que pone «Ignóralo.Ignóralo.Ignóralo.Ignóralo» una y otra vez en un lazo sin fin.

Él simplemente no había visto venir por ningún lado aquella voz ronca y profunda que Harry parecía tener en la mañana. Era como escuchar hablar a un veinteañero en el cuerpo de un bebé. Era antinatural.

—La única razón que te debe importar es que yo te estoy diciendo que salgas de la maldita cama, así que mueve tu huesudo trasero y manos a la obra, molestia— reprende Louis, un tanto corto de aliento.

Harry ignora esto último.

—Cristo, ¿quién orinó en tu cereal? — aparta las cobijas de su cuerpo y el frío del ambiente le hace temblar mientras se sienta sobre la cama. —Es demasiado temprano para ser tan amargado.

Louis le rueda los ojos. —Sacúdete la flema que tienes atorada en la garganta y vámonos ya. Te espero afuera.

—Grosero— replica el menor, ya de pie. —Así es mi voz.

Louis lo ignora. Eso, hasta que el ojiverde se aclara la garganta e interrumpe su camino hasta la puerta.

—¿Qué?

—Louis, no tengo nada de ropa y la mía apesta a alcohol, marihuana y tabaco.

El ojiazul rodó los ojos y le lanzó una sudadera de Stan que casualmente se encontraba cerca de allí.

—Ponte eso y vámonos ahora. Se hace tarde.





Louis no espera a que el menor se aliste. Se dirige hasta la puerta, y apenas esta se cierra detrás de si, coloca la espalda contra la pared, deslizándose hasta dar con el suelo.

Aquel día iba a ser largo como el infierno. Un instinto primitivo se lo decía.

Un par de minutos pasaron antes de que el menor emergiera de la habitación, con la sudadera de Stan encima.

—Ya era hora, piojo— se quejó el dueño de la habitación, poniéndose de pie de un salto.

Harry le rodó los ojos. —Lo lamento. Hice una parada en tu baño para usar el enjuague bucal.

—Las cosas de mi habitación no se tocan y no se prestan— regaña Louis, comenzando a caminar lejos.

Harry se le empareja después de unos segundos, con semblante acongojado. El mayor le dedica una mirada.

—Supongo que lo dejaré pasar. Solo esta vez.

Una sonrisa estúpida de triunfo surca la cara del otro chico y Louis suprime su sonrisa a la vez que rueda los ojos.

Harry lo sigue por el pasillo de habitaciones hasta las escaleras, fuera del edificio y de ahí hacia las instalaciones de la escuela. No hay ningún ruido salvo sus pasos y respiraciones semi acompasados. Louis disfruta del silencio, apreciando el sonido del viento mañanero, los pájaros cantando a la distancia, el olor de la lluvia pasada...

—Louis, ¿por qué me has sacado de la cama? Son las siete de la mañana.

—¿A dónde vamos?

—Louis, contéstame.

—Loooooouuuuuiiiiiiiisssss.

El aludido se resigna a su nueva realidad sin apreciación a la quietud. —Si que eres una molestia.

—Dime a donde vamos.

Louis alza la mano y señala un letrero que está a varios metros de ellos; los jóvenes pies viajan a través de las extensas explanadas de la academia, surcando los alrededores junto a los alumnos lo suficientemente responsables para estar estudiando a aquellas horas. Cafés, tés, libros, apuntes, audífonos y disimulados sollozos de desesperación eran las cosas más repetidas entre los estudiantes que pasaban.

Harry contemplo todo aquello antes de posar sus verdes ojos en el objeto en cuestión. Su vista perfecta no tardó en enfocar las grandes letras poniendo 'Enfermería'.

Se vuelve a ver al ojiazul, confundido.

—No me preguntes con tus ojos de gato callejero. Solo mete tu trasero en la oficina, ¿quieres?

El menor obedeció, aunque poco convencido. Louis había estado siendo extra amargado el día de hoy. ¿Qué pasaba?

No era como que estuviese obligado a convivir con él después de salvarle de una golpiza. Con dejarlo dormir en su cuarto bastaba.

Aún así, su confianza pareció cegarse ante el mayor cuando este cerró la puerta detrás de él.

***

—Ya no quiero caminar.

Harry se veía arrastrado fuera de la escuela.

Las calles estaban abarrotadas. El trafico parecía no tener fin. Sirenas y cláxones se mezclaban junto con los sonidos de la naturaleza, formando una especie de sinfónica postmoderna. La gente aceleraba y maldecía, tratando de llegar a tiempo a su destino.

Louis caminaba apresuradamente hasta quien sabe dónde, siendo seguido sumamente de cerca por Harry, quien aún no captaba las intenciones del ojiazul. Aumentó la presión de sus manos contra los papeles que la enfermera le había otorgado, aprisionándolos contra su pecho con intenciones de protegerlos.

—Louis.

—Deja de lloriquear, ¿quieres?

El ojiazul trataba de llegar al consultorio del doctor lo más rápido que se pudiera. Necesitaba tener todas las bases de su plan listas para antes del mediodía.

Su cerebro se burlaba continuamente de su conducta: teniendo tantas cosas por hacer—estudiar, ensayar, dormir— decide maniobrar este aparente ''plan maestro'' en apoyo al menor.

Si meses atrás alguien le hubiese dicho que haría algo como eso por alguien que no fuese él mismo, se habría desencajado de la risa.

Pero ahora, caminando por las calles de Londres temprano en la mañana, acompañado de un mocoso quejón, no se estaba riendo.

—La enfermera ya me ha revisado, ¿qué más necesitas? — Harry se pasó una mano por el cabello sin lavar, avergonzado internamente por cómo debía verse a los ojos de Louis. Golpeado, sucio y amodorrado.

Sin embargo, el mayor solo veía una colección de moretes con piernas y cabello con rastros de almohada. Nada de que avergonzarse.

—Anda— abre la puerta, dejando que el aire frio entre a la sala de espera mientras Harry corre dentro para tomar asiento. No hay nadie más que ellos en aquel consultorio.

El olor a antiséptico mezclado con el café le hace recordar a Louis sus viejos sueños de ser un enfermero.

Los rayos del sol se infiltraban por las ventanas y la puerta del lugar, sin inmutarse ante las persianas que pretendían bloquearles. Suena una pequeña orquesta compuesta por gotas de agua cayendo de un porta garrafón, el café hirviendo en la cafetera y el sonido blanco de la televisión encendida a un volumen bajo.

Harry siente su ansiedad crecer a cada segundo. No esta seguro que quiere lograr el ojiazul. Ante la incerteza de no conocer sus intenciones, la sospecha y el hambre mezclándose en su interior, el menor se alejaba más de ser un chiquillo de preparatoria y se acercaba más a ser un montículo de carne temblorosa con ansias.

—Te vas a quedar con uñas muy feas si sigues mordiéndotelas así— le regañó Louis, sin siquiera levantar la vista del suelo. Harry volvió la cabeza enseguida. Hubo un momento de silencio en donde se dedico a observar el rostro del mayor: tenia claros indicios de no haber descansado.

Sus ojeras eran mínimas, pero pronunciadas. Su cabello yacía sin gracia sobre su cabeza, mientras sus ojos azules parecían cansados.

La chaqueta de jean que llevaba encima hacia que su tez bronceada pareciera más pálida de lo que realmente era. Sus jeans color guinda se ceñían sobre sus piernas torneadas, con los músculos aún hinchados por la actividad del día anterior. Estos se delineaban bajo la tela significativamente. Y sus pies enfundados en Toms parecían adoloridos, juzgando por la posición en la que estaba sentado.

—Me gastarás si sigues viéndome de esa manera.

La voz de Louis le hizo saltar en su lugar. Y él que creía que estaba siendo disimulado.

El ojiazul rio bajito, mojándose los labios antes de hablar.

—Puedo sentir las ansias irradiando de tu pequeño e irritante cuerpo. Cálmate un poco, ¿quieres? No planeo nada malo. Se que me he ganado tu desconfianza, pero esto es para tu propio bien.

Antes de que Harry pudiese cuestionar que era eso exactamente, la puerta del consultorio se abrió, revelando una doctora de no más de treinta años, sonriendo mientras despedía al paciente que había atendido. Una vez este se fue, su sonrisa no flaqueó al volverse a ver al par de chicos.

—¡Louis! Pasen, estoy lista para recibir a tu amigo.

Louis se puso de pie, viendo a Harry expectante. El menor se alzó de su asiento con cierto dejo de timidez. Su agarre sobre los papeles de la enfermería se ciñó nuevamente, mostrando su incomodidad.

La doctora se dispuso a regresar hasta su escritorio, mientras los chicos caminaban hasta allí. Una vez estuvieron a meros centímetros de la puerta, Louis tomó a Harry por el antebrazo y le susurró:

—Prometo comprarte el desayuno después de esto, ¿sí? Confía en mí.

Ante sus palabras amables, y la sonrisa dulce que las acompañó, Harry se resignó a confiar en el ojiazul.

***

Eliminar a Rudy de la ecuación.

El plan de Louis era eliminar a Rudy de la ecuación.

Harry cae en cuenta de la razón de toda su mini odisea por la ciudad a temprana hora.

Por eso necesitaba papeles firmados por la enfermera de la escuela. Por eso necesitaba que un doctor ajeno a la institución reiterara las indicaciones de dicha enfermera.

Porque así, ni Rudy ni Lester tenían escapatoria. Era expulsión sí o sí.

El menor estaba que no cabía en si de la sorpresa. Había una mezcla de otra cosa también—probablemente felicidad—abatiéndose en su pecho. Pero el impacto no partía de descubrir las intenciones de Louis, sino de realmente ver el alcance de la determinación del chico.

Había llegado al extremo de tener a Stan y Elizabeth sentados, en ese momento, dentro de la oficina de su tío. Testificando como testigos de lo ocurrido anoche.

Louis y Harry se sentaban en el sillón detrás del par de pelinegros, atentos a lo que estaba ocurriendo delante de ellos.

Rudy lloriqueando por piedad, sus amigos besando su boleto de despedida y Lester escuchando todo con aire preocupado en la cara.

Harry se removía, incapaz de contener la emoción que le surcaba las venas. Ni siquiera podía disimular su sonrisa conmovida. Él creía que no tenia amigos. Hace tan solo cinco días, juraba que representaba una molestia en la vida de los chicos mayores que estaban allí.

Y ahora, aquí estaban todos reunidos, defendiéndole. Que bonito era sentirse apreciado, parte de algo.

—Louis— murmura.

El ojiazul se vuelve a verlo con rapidez, descuidado.

—Gracias.

Louis sonríe genuino. —No cantes victoria, mocoso. Aunque ya hayamos ganado. Aún falta algo.

Harry le alza una ceja y esa es la señal que Louis necesita para brincar de su asiento con la determinación petulante emanándole de cada poro mientras extiende una de sus manos hacía su tío.


—Ya que hemos terminado con la pequeña sabandija, quisiera mostrarte algo con verdadera importancia— inquiere, colocando suavemente una hoja con pulcra letra cursiva escrita sobre ella.

Lester arrastra sus ojos verde azulado por toda la extensión de la receta médica, absorbiendo poco a poco toda esa nueva información.

Una vez ha terminado, se aclara la garganta incómodo.

—Bueno, uhm, creo que ya hemos terminado. Stan, Elizabeth, gracias por su cooperación.

El par de chicos sonríe al mismo tiempo, lo cual resulta perturbador para Louis. Últimamente estaban muy sincronizados. Se ponen de pie y abandonan la oficina.

Stan se detiene a revolver los cabellos de Harry mientras Elizabeth opta por una leve caricia en la mejilla. Con ambas el ojiverde está contento.

—Bueno y tú, Rudy.... Estás suspendido. Y una vez que lleguen tus padres, serás expulsado. Puedes esperar en la oficina de la orientadora.

El rubio corpulento se pone de pie, semblante indignado contorsionándole todos los rasgos de simio. Una mirada de reproche se va tan pronto como viene, gracias a que Louis le ha pescado viendo de mala manera a Harry.

—¿Acaso no te bastó la cena que te di anoche? ¿También quieres postre? — gruñe Louis.

Rudy niega tan rápido, que el ojiazul podría jurar que ni siquiera se había movido. De igual forma, no tardó mucho en arrastrar su tonto trasero fuera del despacho de su tío.

—Louis, no puedes amenazar a nadie. Estas castigado.

Tan pronto como la cerradura hizo «click», Louis giró sobre sus talones de forma dramática. Brazos cruzados detrás de él, barbilla alzada y pecho en exhibición como gorila en celo.

—Tío Lester, ¿me puedes decir que has leído ahí?

El director le da una mirada poco impresionada. Toda la faramalla de «te pille» por parte de su sobrino se la sabe al derecho y al revés. Además de que ha ignorado su regaño.

—Dice que Harry tiene una anemia potencialmente peligrosa.

—¡Aja! — la mano izquierda de Louis va volando hasta el hombro del menor, apretándolo con ímpetu a la vez en que alza su dedo índice de la mano derecha. —¿Y por qué es potencialmente peligrosa?

—Porque no se cuida como debería.

El ojiazul suelta una risita que causa una puesta de ojos en blanco por parte de Lester. Harry suprime una risita. Nunca había visto a un adulto hacer eso.

—¡Exacto! No se cuida como debería. ¿Y por qué es eso?
—Porque no tiene los recursos- Louis, ¿a que quieres llegar con todo esto?

Harry imita al director y se vuelve a ver al ojiazul. Francamente, él tampoco sabia que tramaba con todo ese rollo de diagnosticarle la anemia, y quería averiguarlo.

Louis les dedica una sonrisa de campeón. —Mi punto es que no sólo le debes una disculpa por hacerlo convivir con su agresor—después de que lo dejó hecho mierda— por otro mes, en la misma habitación. También le debes una compensación, tío. Y dicha compensación debería comenzar con la academia pagando por sus suplementos de hierro y tratamientos, ¿no lo crees?

Harry boquea como un pequeño pez dorado que ha saltado fuera de su tanque.

¿Qué le había picado a Louis? Eran demasiadas buenas acciones en un lapso tan corto. Comenzaba a preocuparse. Tal vez todo ese alcohol los fines de semana, le empezaba a matar las neuronas.

Lester, en cambio, tenía una expresión difícil de leer. Sus ojos dulces resplandecían con cierta severidad, pero la sonrisa en su boca reflejaba otra cosa.

Alternó su mirada entre los dos chicos por unos cuantos segundos que parecieron siglos.

—Bien. Harry será indemnizado por la escuela, además de recibir una compensación. Pero, nada de esto sale de esta oficina, salvo la expulsión de Rudy. ¿Estamos?

El menor asiente frenéticamente, pero Louis no piensa ceder a la primera oferta.

Coloca ambas manos sobre el escritorio de su tío, a la vez en que se inclina hacia delante y entrecierra los ojos con calculada confianza.

—No estamos. También vas a dejarlo escoger a su compañero de cuarto.

Lester suelta una risa incrédula que destartala un poco a Harry. El ojiverde sólo alza su ceja en dirección de Louis. ¿Qué diablos estaba pasando?

—¿En serio? Wow, te has superado. No puedo permitir eso, Louis. Ni siquiera tu tuviste esa oportunidad.

La ceja de Harry se alza todavía más. ¿Louis? ¿Consiguiéndole algo que ni el mismo había tenido?

—Entonces dejaré que todos se enteren de lo mucho que tardaste en expulsar a la bola de grasa abusiva. Y ya veremos quién queda peor.

—Basta— sisea Harry, tomando la muñeca del mayor. —Creo que estas yendo un poco lejos.

Louis se sacude el agarre del menor. —Es mi pariente. Yo sé cuáles son sus límites.

Y el ojiazul sabía de lo que hablaba. Ahora mismo Lester estaba anonadado por el repentino acto solidario de su sobrino. Estaba tan absorto que no podía escuchar la conversación del par. Sólo podía pensar en que aquel plan tan bien pensado debió haberle tomado horas a Louis.

La mejor parte era que lo estaba haciendo por un chiquillo del que hace solo unos cuantos meses se quejaba largo y tendido, echo bola en el sillón de esta misma oficina.

Si, Lester había tenido el placer de escuchar a Louis balbucear por horas sobre lo estúpido, irritante e innecesario que era Harry en sus días.

Oh, como se han volteado las cosas.

El hombre le dedica una mirada divertida a Louis. —Bien. Harry decidirá. Pero, igual que antes, no sale de aquí.

—Ahora si estamos— habla Louis, chocando puños con su tío.

Harry frunce el semblante.

¿Acaso estaba en la dimensión desconocida?

—Bueno, ya que tenemos todo arreglado, debemos irnos. Tenemos cosas que hacer.

—¿Tenemos? — Harry aún no creía ser capaz de moverse de su lugar.

—¿Qué dije? — ladra Louis, exasperado con la tontera de Harry. —Si, tenemos. Mueve las nalgas, molestia. Es un día atareado.

Lester ríe, viendo al par haciendo su salida. —La próxima vez deberías dejar que Harry hable.

Louis lo ignora y continua su camino fuera del despacho y luego fuera de la dirección, seguido de cerca por Harry, que aún siente como si el mundo se hubiese sacudido y dado una vuelta de ciento ochenta grados.

Hay silencio entre los dos, y honestamente Louis no piensa interrumpirlo. Ya se ha gastado la saliva suficiente por causa de Harry. No necesitaba más.

Ahora, debía cobrarse el favor.

Pero primero tenía que reprender al menor por quedársele viendo. Ya era como la quinta vez que le pescaba observándole como si fuese una pintura rupestre.

—¿Qué se te perdió?

Harry da un ligero brinquito sin dejar de caminar y Louis ríe ante lo absurda que siempre resulta toda la existencia de Harry. Era todo un caso ese mocoso.

—No sé que decir... supongo que ¿gracias?

Louis ríe mas fuerte, atrayendo la atención de varios alumnos que pasan por donde ellos lo están haciendo.

Digamos que escuchar a Louis reír no es algo muy común. Y menos si no está acompañado por alguno de sus pelinegros favoritos.

Si Harry se sentía mareado con tanto cambio de personalidad, aquella risa, cuyo sonido siempre lo deslumbraba, había terminado de moverle el piso.

Se sentía como si fuese un bebé tratando de aprender a caminar en un pozo de arena. Sus piernas parecían de gelatina y su cabeza no paraba de girar, abatida con ideas.

—¿Cuál es la gracia? — pregunta, una vez que se ha recuperado un poco.

Louis sonríe y se vuelve a ver el cielo de mediodía.

—Nada.

Luego de unos segundos, añade:

—No tienes que darme las gracias. Me cobraré todos esos favores hoy mismo.

—¿Ya? ¿Tan pronto? Ni siquiera me dejaste regodearme en mi poder sobre ti— el menor puchereo.

Y justo así, tan fácil, la sonrisita de Louis se extinguió de una.

El moco se ve tierno cuando hace puchero, tomó nota mental su cerebro.

Innecesario, se reprendió.

Sigue viéndose lindo, reiteró su subconsciente.

Aclarándose la garganta, Louis procedió la cantaleta.

—Si, verás: Stan no se esta sintiendo bien últimamente. Al equipo de la escuela le esta yendo mal y eso repercute en él. Así que quiero ayudarlo, pero ya no se que hacer. Bueno, no sabía.

—Oh, vaya. Así que es eso. Hoy es el día en que se te ocurren las grandes ideas, ¿no? Ya decía yo.

—Calla. Cómo decía, antes de ser interrumpido groseramente por ti, tengo un plan. Y tú me debes un gran favor. Y esto es jugoso. Y lo más genial es que no puedes negarte.

Louis concluyó con una sonrisa retorcida con malicia y Harry apartó la vista, decidiendo concentrarse en los campos deportivos que se encontraban cruzando, que en el super villano en incubación que caminaba junto a él.

¿Qué planeaba Louis?

No podría ser taaaan malo, ¿verdad?

***

Los gigantes reflectores de luces blancas que rodeaban el campo de futbol brillaban sobre su cabeza.

La multitud de estudiantes apoyando el juego gritaba desde sus asientos.

La piel en su rostro se sentía como una pasta, gracias al maquillaje.

Su cabeza dolía por las pequeñas ligas sosteniendo sus diminutas colas de caballo.

Y sus piernas ardían como la mierda gracias a los horrendos mosquitos que aprovechaban la carne expuesta por la mini falda y las medias que tenía encima.

Entonces, allí, fue cuando entendió que seguía subestimando a Louis.

Louis si puede ser tan malo.


—¡Anda ya! Somos las animadoras más aburridas que he visto— vociferó el rey de roma, desde su lugar en las gradas.

Los ojos de Harry viajaron hasta allí.


Bueno, retira lo que dijo.

Ver a Louis maquillado, en medias y con brillantes pompones en las manos no podía ser tan malo.

Al menos valía la pena estar vestido de animadora junto a él, frente a toda la escuela.


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6559 palabras solo para uds bellos y bellas, les amo <3

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