🪻┆La invitación
¡Genial Jimin! Mi primera multa ¿Cómo se me ocurría manejar sin las luces encendidas e invadir un carril contrario. Por un momento creí que el oficial me llevaría con él. Pero esta vez tuve suerte.
Volví a poner mi vista sobre el papel con la cifra que tenía que pagar y refunfuñe. Encima de todo, mi estómago estaba pidiendo a gritos comida.
— Ya nada puede ser peor —dije entre dientes, mientras manejaba, pero fue muy pronto para cantar victoria.
Al menos después de unos minutos, llegué a casa. Aliviado y pensar en la comida que me esperaba en la mesa, suspiré dejando atrás ya el mal momento.
Pero haber pensado que todo iría bien, sin saber que dentro había ideas de mi supuesta desaparición, fue muy precipitado.
— ¡Jimin! —caminando lo más rápido que le permitían sus pies, se acercó hasta tomarme el rostro con ambas manos. Ella es mucho más alta que yo. Así que verla preocupada fue como imaginar a una madre angustiada por su hijo adolescente. Ella me levantó el mentón, luego revisó mis mejillas, me hizo dar la vuelta, como si intentara buscar algo—. Que alivio —susurró apretándome a su cuerpo—. Realmente pensé que algo te había sucedido.
— ¿Por qué debería pasarme algo? —pregunté cuando sus brazos me liberaron.
— No llegabas, y muchas ideas pasaron por mi cabeza ¿Dónde estuviste tanto tiempo?
— Eh… sobre eso —me rasqué la barbilla avergonzada—. Me multaron.
— ¿Pero cómo? ¿Acaso hiciste algo indebido?
— Bueno… Olvidé encender mis luces e invadí un carril que no debía. Supongo que debo volver a leer el reglamento de tránsito.
— Ay Jimin—suspiró Jennie, llevándose una mano al pecho.
— Solo a un novato se le ocurre manejar sin las luces encendidas en plena noche —comentó Jungkook con su acostumbrada arrogancia.
— ¡Pues tú tienes experiencia manejando en el inframundo! ¡Estúpido arrogante! —que bien hubiera sonado decir eso, pero me contuve al tener a Jennie presente—. Supongo que aún me falta práctica.
— ¡Ya sé! ¿Por qué Jungkook no te enseña?
— ¿Qué?
— ¿Qué?
Sin ponernos de acuerdo, ambos hablamos al unísono.
— Sería una buena idea, kook maneja desde hace muchos años, y para ti Jimin sería recibir la excelente enseñanza de un hombre tan experimentado como él.
— Gracias por tu propuesta Jennie, pero ya tengo al maestro indicado. Así que no es necesario que tu hermano me ayude.
— ¿Y quien dijo que aceptaba? ¿Acaso crees que mi tiempo no es valioso?
Bien, me estaba controlando por Jennie, pero Jungkook no cooperaba.
— Chicos…
— Qué manejes es un peligro para la sociedad.
— ¿Según quién? —me acerqué mostrando mi mandíbula tensa.
— ¿Quieres que haga una encuesta? Estoy seguro que cualquiera que se cruzó en tu camino dirá que no hay peor conductor que tú.
— ¡Soy buen conductor! —afirmé.
— Chicos…
— ¿Ah sí? ¿Y por eso te multaron?
— Un error lo comete cualquiera.
— ¡SUFICIENTE! —gritó Jennie interponiéndose en medio de nosotros—. Ya fue suficiente por hoy. Vayamos a la mesa y cenemos antes de que alguien más se desmaye.
En completo silencio e ignorándonos el uno al otro, nos sentamos a cenar, pero cuando bajaba la vista a la comida, solo recordaba lo ocurrido en la oficina.
— Basta Jimin, saca eso de tu cabeza —me dije en la mente—. No puedes estar pensando en ese estúpido e idiota arrogante.
— Por cierto, Bamban llamó, dijo que debido a unos problemas el no fue con Jackson, así que se hará cargo de su trabajo en lo que dura su regreso —informó Jennie.
— Eso tiene sentido —agregué—. Me lo encontré en la Oficina
— Eso es extraño, esos dos nunca se separaban —opinó Jungkook luego de dar un bocado a su comida.
Lo dicho por Jungkook era verdad. Siempre, en cada viaje o cual sea el motivo. Jackson y Bamban estaban juntos. Bastante sospechoso.
Algunas semanas después, con la presentación de la nueva colección de ropa a sólo pocos días. Tenía mucho por revisar y poco tiempo para ello.
— ¡AH! —me llevé las manos a la cabeza ¿Cómo permití que esto ocurriera? Nunca me había llenado de tanto trabajo, siempre había sido muy puntual y responsable con todo—. No, no, definitivamente no —dije con las ganas de romper el papel en mis manos. Llamé a mi secretaria, quien entró en solo unos segundos.
— Me mandó a llamar, jefe.
— ¿Puedes revisar esto? —le entregué el papel.
— Emm sí —ella aceptó y empezó a leer todo, sus ojos parecían no notar lo extraño—. No entiendo, jefe —. No veo ningún error.
— ¿Estás segura? —pregunté antes de señalar el pequeño detalle.
— Sí, es el balance de publicidad que usted pidió.
— ¿Y te fijaste en la fecha?
— Cla… Oh —me miró con ojos de súplica.
— Descuida, no voy a gritar o ser como el dictador Jeon. Solo tráeme el correcto.
Mi secretaria por poco estalla en risas, pero prefirió cubrir su rostro con el papel y obedecer.
Y tras al fin tener en mis manos los papeles que necesitaba, pude continuar con mi trabajo. Pasé horas pegado a la silla. Al menos mañana podría descansar. Le diría a Tae que vayamos al cine en la noche, para compensar la falta de comunicación en estas semanas agobiantes.
— Wuaa —bostecé estirando mis brazos detrás de mí cuello. Por fin tenía todo en orden. No almorcé, pero con una barra de chocolate me había dado fuerzas para seguir y acabar.
Observé por la ventana ¡Y vaya que era tarde!
— ¡Santo Dios! —exclamé—. No puedo creer que se me haya ido todo el día en esto.
Me levanté para acomodar mis cosas en mi bolso. Dejé todo en orden y salí.
Me pregunto si el dictador también se había ido… Bueno y eso a mi que me importa. Sacudí mi cabeza para acomodar mis ideas.
Llegué al estacionamiento, y comprobé que los demás se habían ido. Mi auto era el único que se encontraba ahí.
De modo que procedí a abrir la puerta, pero cuando estaba por ingresar, alguien gritó por mi.
— ¡Señor Jeon! ¡Señor Jeon!
Me giré, y observé a la secretaria de Jungkook.
— ¿Qué pasa?
— Gracias al cielo que la encuentro —dijo agitada de correr—. Por favor, le pido que le entregue esto al señor. Si él llega a la ceremonia sin esto, es capaz de despedirme.
— ¿Ceremonia? ¿De qué estás hablando?
— Ay Señor, creo que él me va a matar.
— Habla, ya no puedes echarte para atrás.
— Bueno, resulta que llegó esta invitación de la empresa Kim. Hoy es el lanzamiento de su nueva colección.
— Kim¿Hablas de la famosa empresa de cosméticos y maquillaje?
— Exacto.
— ¿Y por qué no fui invitado?
— Si hubo invitación, pero… Él señor Jeon dijo que con él era suficiente.
— Eso dijo… —en mi mente busqué la forma de cómo tomar venganza de eso—. De acuerdo, yo le llevaré su dichosa invitación.
— ¿En serio? ¡Se lo agradezco mucho!
Recibí sus gracias, y rápidamente entré a mi vehículo.
Las calles estaban oscuras. El policía de aquella vez tenía mucha razón para multarme.
— Pobre Jennie, seguro está preocupada. Creo que mejor la llamaré —marqué su número y esperé a que contestara, mas solo me respondía el buzón—. Seguro está descansando —pensé—. Mejor no la despierto —entonces, dejé el celular a un lado, para concentrarme en el camino.
Llegué a casa después de haber tomado atajos, y con la invitación en la mano planeaba en mi cabeza algo muy divertido. Bueno, al menos lo sería para mí.
Aguantando las ganas de reírme, entré a casa y subí las escaleras. Tomé una foto de la invitación con mi celular antes de entregarlo, y me dirigí a la habitación de Jungkook.
Toqué su puerta, esperando a que abriera, mientras yo intentaba mantener mi seriedad.
— ¿Qué quieres? —me contestó.
— Dejaste esto en tu… —al mirarlo mi boca quedó semiabierta ¿Cómo rayos se le ocurría abrir en ese estado?
Teniendo una toalla floja sujetada a su cintura. Jungkook estaba semidesnudo frente a mis ojos. Con su cabello azabache mojado, dejando caer gotas gruesas sobre sus hombros, él me miraba fijamente. Todo su cuerpo estaba cubierto por gotas que resbalaban de entre sus abdominales marcados, cada cuadrito parecía estar hecho de algo duro, y ya no pude seguir mirando al seguir una gota que bajó a ese lugar que la toalla apenas podía ocultar.
— Toma —le extendí girandome para no verlo.
— ¿Qué es eso?
— Solo tómalo, tu secretaria me pidió que te lo entregara.
— La invitación… —murmuró aceptando el sobre.
— Sí. Adiós —corrí a mi habitación a encerrarme de las imágenes que mi tonta mente quería seguir proyectando.
— ¡Disctador estúpido! —gritaba en mi mente ¿Qué diablos tenía en la cabeza para salir casi desnudo? ¡Cómo lo aborrezco! ¡Lo detesto! ¡Es un exhibisionista!.
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