━━𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐎𝐍𝐄
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UN DIA PARA LAMENTAR
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EN LA CASA POTTER todo era un caos. Empezando por la llegada de Severus Snape el cual al ver a su amada tirada en el suelo sin vida no hizo más que tirase con ella mientras la sostenía en sus brazos rezando porque todo esto fuera un sueño.
No mucho tiempo después de que Severus se fuera, Rubeus Hagrid llegó a la casa por orden de Dumbledore, observó todo el lugar sin entender porque Albus lo había enviado a ese lugar en ruinas.
Escuchó un llanto proveniente de lo que quedaba en la planta de arriba e inmediatamente corrió para descubrir tal milagro. Un bebe reposaba en lo que quedaba de cuna mientras observaba el cuerpo de su madre sin vida.
El corazón de Hagrid se hizo pedazos al ver tal escena, la cual sin duda lo dejó con algunos traumas. Lily aun reposaba en el suelo con los ojos abiertos mientras era observada por su hijo el cual no había parado de llorar desde que Severus Snape entró en la casa.
Tomó al pequeño Potter entre sus brazos y tras darle una última mirada a Lily, se fue de ahí dejándola aun en el piso tirada.
***
—Y aquí nos separamos Potter— James asintió sin mirarlo a los ojos— Será mejor que te mantengas alejado. Tal vez deberías irte de londres, de Inglaterra si es mas facil para ti
—¿Y nadie sabrá que te ayude?— Preguntó James acomodando su chaleco con incomodidad
—Nadie recordará tu nombre— Supo que James ya no diría nada más por lo que metió su mano en su túnica sacando su varita. Conjuro algo bajo la atenta mirada de James y estiró su mano para dejar caer la nota que había hecho aparecer— Con esto termino mi parte del trato
Le entregó la nota a James quien algo desconfiado la tomó con cuidado como si de un cristal se tratase.
Abigail Hart
—¿Qué es esto?— Preguntó James sin despegar su vista de la nota
—Lo que te prometí
Tom Riddle volvió a dejar su varita en su túnica mientras James repasaba el nombre escrito con su dedo índice.
—Creí que ibas ayudarme a encontrarla
—No puedo hacer milagros Potter
James asintió con recelo.
—Quítame esto— Dobló su manga y estiró su brazo dejando ver la calavera con cuerpo de serpiente
La sonrisa de Tom Riddle creció cual cínico sin oficio, poniendo a James incómodo.
—No— Pronunció con voz profunda y rasposa
James lo miró atónito guardando la nota en su bolsillo
—Dijiste que en cuanto terminara de ayudarte me quitarias esta mierda
—Pero aún no has terminado de ayudarme
James Potter le dio una última mirada al hombre frente a él sintiéndose culpable por primera vez en la noche para solo dar vuelta y caminar por el bosque oscuro.
Estuvo caminando unos minutos en los que había chocado con varias ramas y algunos insectos que lo dejaban en paz.
No sabía exactamente a donde ir por lo que no tenía una imagen en la cabeza para poder aparecer así que solo camino en la oscuridad de la noche con solo la luna de iluminación.
Escuchó unas ramas crujir detrás de él lo que lo puso alerta. Sacó su varita y la estrujó con fuerza en su mano, mientras que la otra viajó a su cabello para tirar de este con algo de fuerza.
Con precaución se dio la vuelta y antes de que pudiera hacer algún movimiento, sintió un puño estrellarse contra su pómulo haciéndolo tambalearse.
Después de quejarse y sobarse su mejilla logró alzar la vista mientras seguía masajeando su parte afectada. Frunció el ceño al ver al culpable de su mejilla roja.
—¿Quejicus?— Preguntó en un susurro
—Espero que estes feliz
—¿Severus qué haces aquí?
Severus lo tomó por los hombros haciendo que este se tambaleara casi al instante.
—Vas a pagar por esto— Dijo con ojos cristalinos
James solo mantuvo su mirada seria. Severus sacó su varita de su pantalón y lo colocó justo en donde le había metido el puñetazo.
—Aburres, Severus— Dijo acercando mas la cara
Él quería provocarlo, Seveurs lo sabía, pero por más que quisiera asesinarlo ahora mismo necesitaba que él pagara por sus errores, así sea de la forma más estúpida posible.
—Te asesinaría...—Dijo, James frunció el ceño, y justo cuando iba a quitarse a Severus de encima, el Slytherin simplemente alejo la varita de su rostro y la volvió a guardar en su pantalón— Pero no, dejaré que cargues contigo la muerte de Lily— Finalizó alejándose dos pasos de él
A James le dolía bastante la muerte de Lily, pero por más dolor que sintiera, en ese preciso momento su atención no estaba en ella, tenía la mente en otro lugar y no precisamente en su esposa muerta.
—Lily no me importa— Respondió sin siquiera pensarlo, en realidad ni siquiera le estaba prestando atención a Severus, su vista estaba perdida y uno de los tantos árboles alrededor
A Severus le hirvió la sangre ¿cómo podía ser tan descarado? Pero se tranquilizó, pronto su karma llegaría y él definitivamente estará en primera fila para verlo sufrir como él sufrió.
—Claro— Respondió tratando de calmarse— Espero y estés listo para decirle a tu hijo cómo murió su madre— Sonrió con malicia al ver la cara de James.
Por primera vez en su vida James Potter se había quedado sin palabras para decir, pues sus labios no lograban articular ninguna palabra puesto a que había entrado en estado de shock gracias a lo dicho anteriormente por Severus Snape.
Su hijo estaba vivo, al igual que sus esperanzas por obtener un final feliz.
Ambos hicieron contacto visual sin decir ninguna palabra mientras Severus dejaba a James a solas para que analizara lo que acababa de decir.
***
—PORFAVOR DIGANME QUE ES UNA BROMA
Margaret Evans se había aparecido en Privet Drive donde Albus Dumbledor planeaba dejar a Harry Potter con su hermana mayor Petunia.
—Señorita Evans, por favor baje la voz
Mcgonagall camino a paso apresurado en donde se encontraban el director de uno de los colegios más famosos de magia y hechicería, Hogwarts, y a su ex alumna.
—Usted no conoce a mi hermana— Mar caminaba a la par de Dumbledor con el ceño fruncido intentando analizar todo lo sucedido
—Con todo respecto Albus— Mar dejó de caminar al escuchar a la profesora Macgonall hablar— Ella tiene razón, los he estado observando todo el día, ¡son personas horribles!
La pelirroja asintio dándole la razón.
—Es el mejor lugar para él— Dijo Dumbledor con firmeza deteniendo sus pasos— Sus tíos podrán explicárselo todo cuando sea mayor. Les escribí una carta
—¡¿Una carta?!— Exclamó Mar— Profesor Dumbledore mi hermana y su asqueroso esposo son las personas menos indicadas para explicar semejante cosa a Harry
—Si tiene una mejor idea señorita Evans, me encantaría oírla
—¿Cómo va a llegar el niño hasta aquí, Dumbledor?
—Hagrid lo traerá
—¿Le parece... ¿Es sensato confiar a Hagrid algo tan importante como eso?
—A Hagrid le confiaría mi vida— Dijo Dumbledor y Mar asintió dándole la razón
——No estoy diciendo que su corazón no esté donde debe estar— Dijo a regañadientes la profesora McGonagall— Pero no me dirá que no es descuidado. Tiene la costumbre de... ¿Qué ha sido eso?
Un ruido sordo rompió el silencio que los rodeaba. Se fue haciendo más fuerte mientras ellos miraban a ambos lados de la calle, buscando alguna luz. Aumentó hasta ser un rugido mientras los dos miraban hacia el cielo, y entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos.
La moto era inmensa, pero si se la comparaba con el hombre que la conducía parecía un juguete. Era dos veces más alto que un hombre normal y al menos cinco veces más ancho. Se podría decir que era demasiado grande para que lo aceptaran y, además, tan desaliñado.
Cabello negro, largo y revuelto, y una barba que le cubría casi toda la cara. Sus manos tenían el mismo tamaño que las tapas del cubo de la basura y sus pies, calzados con botas de cuero, parecían crías de delfín. En sus enormes brazos musculosos sostenía un bulto envuelto en mantas.
Mar sonrió al mismo tiempo que Dumbledore se acercaba al gran gigante.
—Hagrid —dijo aliviado Dumbledore— Por fin. ¿Y dónde conseguiste esa moto?
—Me la han prestado, profesor Dumbledore— contestó el gigante, bajando con cuidado del vehículo mientras hablaba— El joven Sirius Black me la dejó. Lo he traído, señor
Margaret se acercó sigilosamente a ellos intentando ver el saco que traía Hagrid en manos.
—¿No ha habido problemas por allí?
—No, señor. La casa estaba casi destruida, pero la saqué antes de que los muggles comenzarán a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre Bristol.
Dumbledore y la profesora McGonagall se inclinaron sobre las mantas. Entre ellas se veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un relámpago.
Margaret soltó un jadeo al ver la marca que llevaba su sobrino en la frente. Quiso acercarse pero su interior y conciencia no la dejo.
—¿Fue allí...? —susurró la profesora McGonagall
—Sí —respondió Dumbledore— Tendrá esa cicatriz para siempre
—¿No puede hacer nada, profesor Dumbledore?— Preguntó Margaret despegando su vista lentamente de Harry
—Aunque pudiera, no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo una en la rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres. Bueno, déjalo aquí, Hagrid, es mejor que terminemos con esto.
Dumbledore se volteó y comenzó a caminar en dirección a la casa de los Dursley.
—Puedo... ¿Puedo despedirme de él, señor? —preguntó Hagrid.
Inclinó la gran cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un beso, raspándolo con la barba. Entonces, súbitamente, Hagrid dejó escapar un aullido, como si fuera un perro herido.
A todo esto, Margaret se mantenía algo alejada de toda la situación, muchas cosas pasaban por su cabeza y la ansiedad volvió a apoderarse de ella.
Llevó su mano derecha a sus labios, específicamente su pulgar, hacía mucho tiempo que no lo hacía pero una vez que comenzó a arrancar su una con sus dientes supo que ya no iba a poder detenerse.
—¡Shhh! —dijo la profesora McGonagall— ¡Vas a despertar a los muggles!
—Lo siento —lloriqueó Hagrid, y se limpió la cara con un gran pañuelo—. Pero no puedo soportarlo... Lily y James están muertos... y el pobrecito Harry tendrá que vivir con muggles...
Lily y James muertos...
—Sí, sí, es todo muy triste, pero domínate, Hagrid, o van a descubrirnos — susurró la profesora McGonagall, dando una palmada en un brazo de Hagrid, mientras Dumbledore pasaba sobre la verja del jardín e iba hasta la puerta que había enfrente.
Dejó suavemente a Harry en el umbral, sacó la carta de su capa, la escondió entre las mantas del niño y luego volvió con los otros dos. Durante un largo minuto los tres contemplaron el pequeño bulto.
Los hombros de Hagrid se estremecieron. La profesora McGonagall parpadeó furiosamente. La luz titilante que los ojos de Dumbledore irradiaban habitualmente parecía haberlos abandonado.
—Bueno —dijo finalmente Dumbledore—, ya está. No tenemos nada que hacer aquí. Será mejor que nos vayamos y nos unamos a las celebraciones
Margaret ignoró las palabras de Dumbledor y se acercó a su pequeño e indefenso sobrino.
—Ajá —respondió Hagrid con voz ronca—. Más vale que me deshaga de esta moto. Buenas noches, profesora McGonagall, Mar, profesor Dumbledore
Hagrid se secó las lágrimas con la manga de la chaqueta, se subió a la moto y le dio una patada a la palanca para poner el motor en marcha. Con un estrépito se elevó en el aire y desapareció en la noche
—Nos veremos pronto, espero, profesora McGonagall— Dumbledore le dio una última mirada a Margaret antes de voltearse y comenzar a caminar hasta la oscuridad de la noche
—Yo cuidaré de él— Hablo de repente Margaret quien aún se encontraba observando a Harry dormir
La profesora McGonagall se volteó con sorpresa al escuchar esas palabras salir de su boca. Dumbledore detuvo su caminata y se giró lentamente para observar a la pelirroja quien ya se encontraba viéndolo.
—¿Cómo dice?— Preguntó Dumbledor con delicadeza
—Yo cuidaré de él— Repitió Margaret— Usted sabe, profesor, que soy un mejor hogar para el que ellos— Apuntó a a casa de los Dursley
—Con todo respeto señorita Evans..— Los ojos de Margaret viajaron a la profesora Mcgonagall— No puede ni cuidar de sí misma... ¿Cómo piensa cuidar de un niño?
—Minerva— Hablo Dumbledor en un tono grave
—Solo pienso en el futuro de Harry. El no será un niño normal y no creo que la señorita Evans esté capacitada para cuidar de él
—Se que soy un caos profesora, pero soy mucho mejor persona que esta gente y usted lo sabe
Minerva bajo la cabeza negando varias veces sin querer creer lo que estaba pasando pero inmediatamente la volvió a subir cuando escucho como Dumbledor volvió a encender tossa las luces de la calle de Privet Drive.
—Buena suerte, Harry —murmuró Dumbledor. Dio media vuelta y, con un movimiento de su capa, desapareció.
La profesora le dio una última mirada a Margaret quien no podía creer que Dumbledore en serio había aceptado.
Para cuando Margaret salió de su trance y quiso despedirse de la profesora Magonogall, esta ya no se encontraba.
Una brisa agitó los pulcros setos de Privet Drive y azotó el cabello naranja de la chica.
Margaret tomó a Harry en brazos y araujo la carta para luego hacerla bolita y meterla en los bolsillos de su chaqueta. Camino con su sobrino en brazos hasta un lugar oscuro en donde con mucho cuidado hizo un aparición logrando en un abrir y cerrar de ojos estar frente a la puerta de su casa.
Margaret le dio las gracias a dios de que Harry no se despertara ya que por el momento no sabía cómo iba a manejar con todo esto, solo hablo sin pensar cuando propuso la idea de cuidar a Harry
Comenzaba a preguntarse si había sido buena idea la idea de cuidar de su ahora famoso sobrino porque había algo de lo que sí estaba segura.
Sabía que en ese preciso momento mientras algunos sufren por la muerte de los Potter 's, muchas personas que se reúnen en secreto por todo el mundo del país estaban levantando sus copas y diciendo con voces quedas: «¡Por Harry Potter... el niño que vivió!»
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