~20~
—Emmm gracias, estoy aquí por que vengo a dejarle esto —sonrío mostrándole y a la vez entregándole la cartera que llevaba en sus manos.
—Oh cariño no te hubieses molestado, pero muchísimas gracias, soy una olvidadiza, pensé que tendría que ir a hacer papeleo para recuperar la identificación, mil gracias.
Aquella mujer era tan dulce, que por instantes le recordó a su abuela cuando era joven.
—No se preocupe, no es molestia.
—Dime Lindsey cariño, ¿cómo te llamas?
—Gerard.
—Lindo nombre, como tú cielo, ¿quieres un café? Oh por cierto, toma asiento —rió la mujer, definitivamente era muy muy olvidadiza.
Se le hizo agua la boca con tal ofrecimiento, pero no podía abusar ya había tomado su taza de café permitida por día en el desayuno.
—Gracias Lindsey pero no puedo tomar más café —cuando se sentó su chaqueta se abrió y se reveló su vientre pequeño pero redondito.
—¿Té? —preguntó observando el vientre de Gee—. También tengo unas galletitas que te pueden gustar.
—Bueno, está bien.
La mujer se fue, a lo que Gerard supuso era la cocina, luego de unos quince minutos regresó con una charola de plata, en ella dos tazas, una tetera, un plato con galletas y un recipiente con azúcar.
Luego de varios minutos de una amena charla donde Gerard se pudo dar cuenta que Lindsey era una mujer sola, su esposo había fallecido, que tenía un piano en la sala de su casa y a veces daba clases de piano a niños, sintió una gran conexión con ella, pero no más grande que la que experimentó cuando vio la foto, mientras ella se fue a dejar las cosas de vuelta a la cocina, se puso en pie y caminó hasta la repisa donde estaba el cuadro.
Lo tomó y lo observó, se sintió extraño, mientras observaba la foto, posó su mano sobre su pequeña criaturita.
—¿Es lindo, no? —su voz lo asustó un poco.
—Si, se mira feliz —respondió Gee aún viendo detenidamente al joven de la foto, era blanco, cabello negro, tenía frente amplia, sus ojos cafés y su sonrisa era muy bonita, estaba vestido con una camisa lila, su mano derecha se posaba sobre su enorme vientre de talvez unos seis meses de embarazo, de fondo había un árbol con sus hojas cafés y rojizas desprendiéndose, dándole a la foto una calidez única—. Su bebé ¿Cuánto tiene? —preguntó curioso.
Tardó un par de minutos en los que al no obtener respuesta dejó de apreciar la fotografía y se volteó hacia ella, la encontró atrás suyo llorando en silencio.
—¡Oh Lindsey! ¿Qué pasa? —suavemente abrazó a la señora y ella se refugió en su pecho.
—Lo lamento Gerard, es un poco difícil para mi evitar hablar de ellos, él es mi hijo Brendon, cuando esperaba a mi nieta Rose —hipeo un poco, separándose despacio del abrazo y yendo a sentarse al sillón—. Y los perdí a ambos —respiró profundo para continuar, Gerard tomó asiento a su lado—. Ocurrió hace dos veranos, cuando mi nieta estaba a unas dos semanas de nacer, sufrieron un accidente automovilístico, Brendon y su pareja Ryan, Ryan murió instantáneamente protegiendo a mi hijo y a la bebé, cuando los paramédicos llegaron a la escena tardaron muy poco en sacarlo y llevarlo al hospital, cuando yo llegue los doctores estaban practicando la cesárea —volvió a romper en llanto la pobre y sin querer Gerard la acompañaba en su dolor derramando sus propias lágrimas—. Cuando empezaron a llamar a sus familiares sentí alivio, pero estaba equivocada Gerard, nuestra Rosie falleció dentro de él.
Gerard no resistió más aquello y se lanzó a llorar a los brazos de aquella mujer, era un tema demasiado doloroso para él, y esta historia lo era aún más, por Dios esa niña había pasado mucho más tiempo con su padre, y perderla así, era muy cruel.
—Mi hijo quedó muy devastado con esas pérdidas como consecuencia yo también lo perdí, porque decidió irse a vivir a Francia, quería estar lejos de todo recuerdo, a veces me llama pero no es lo mismo, desde ese entonces estoy tan sola.
—Yo entiendo a la perfección ese sentimiento, también perdí a mi primer hija —sonrió un tanto melancólico, con sus ojos rojos por el llanto y comenzó a contarle a la mujer su historia—. Ahora estoy esperando a mi segunda bebé, mira.
Tomó la mano de Lindsey y la colocó sobre su vientre, la criatura que se movía inquieta paró todo su aparente baile en cuanto la mano entró en contacto, Gerard supuso que ya se había cansado, desde la noche anterior no se quería detener.
—Felicidades corazón, va a ser una niña preciosa como tú —unos golpes provenientes de algún lado de la casa los interrumpieron—. Tranquilo, es un muchacho que está reparando unas cosas.
—Oh está bien, si creo que será muy linda, pero se parecerá a Frank, es muy hermoso —se sonrojo pareciendo una adolescente enamorada.
Su teléfono vibró era un mensaje de Mikes avisandole que estaba afuera.
—Bueno Lindsey me tengo que ir, gracias por el té.
—De nada Gee, puedes volver cuando quieras.
Ella le acompaño a la puerta, donde Gerard le dio un abrazo y un beso en la mejilla, antes de pisar la calle el pelinegro se regresó a darle su número a la señora, después de todo talvez alguien podría llenar ese vacío que su abuela Helena había dejado en él, talvez no de igual manera, pero sería como tenerla cerca una vez más.
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