~11~

La cálida respiración que impactaba contra su nuca le regalaba paz, hacía bastante rato había despertado pero Frank lucía realmente cómodo abrazado de él, así que no quiso despertarle.

Se dedicó a pensar en lo bonito y perfecto que podría ser un bebé suyo y de Frank, no le importaba tanto que fuese niño o niña, pero prefería que fuese niña porque tenía guardado con mucho cariño un vestidito que había comprado para la pequeña Helena, era de color salmón con un lacito dorado en la cintura, súper chiquito, había planeado ponérselo el día que salieran del hospital, pero tristemente no se pudo.

Sin que se diera cuenta su mano comenzó a acariciar su vientre, despacio y con amor, inevitablemente sonrió, si era cierto que estaba esperando un bebé quería disfrutar de toda esa etapa en su máximo esplendor.

Unos pequeños besos en su hombro lo hicieron salir de su trance pero no retiró la mano de su vientre, Frank colocó la suya sobre la misma.

—Me encantaría tener un pequeño bebé de los dos, sin duda sería idéntico a ti Gee.

—Yo también quiero un bebé Frankie.

—Entonces, podemos dedicarnos a trabajar en ello...

Frank comenzó a deslizar su mano traviesa por las caderas de su pareja, bajo a su miembro y lo acarició un par de veces.

—Frankie ¿Te gustaría una niña o un niño?

—Niña —contestó sin titubear.

No pudo haberse sentido más feliz, Frank se había tomado el tiempo de imaginarse y soñar con una criatura, era más que suficiente para sentirse pleno.

—Frankie —no sabía si eran las caricias que Frank ejercía sobre su cuerpo lo que no lo dejaba pensar con claridad—. Creo que...

—¿Qué cosa Gee?

Frank había levantado la pierna de Gerard y la sostenía con su brazo, sin preparación previa comenzó a ingresar en el pelinegro, muy despacio, arrancandole a Gerard un delicioso gemido de placer.

—Quiero que me hagas un hijo.

En medio de la nube de placer, recapacitó, no quería ilusionar en vano a Frank, haría las cosas bien, le daría la sorpresa a como lo tenía planeado desde un principio.

—Te aseguro que después de que te haga el amor vamos a ser padres.

Gerard prefirió cambiar sus confesiones por gemidos, tiernos y suaves, porque no era sexo rudo lo que estaban teniendo, en verdad Frank le estaba haciendo el amor, lo penetraba con tanto cariño pero con un toque de fuerza imprimiendole al momento la lujuria justa.

—Te amo tanto Gee —lo besó, estaba apunto de llegar en su interior—. Y voy a amar de la misma manera a nuestro bebé.

En un momento en el que se debería disfrutar del placer del cuerpo de la pareja, de las caricias, roces y besos, Gerard comenzó a llorar, por felicidad.

Dos horas después del incidente del llanto en el que Gee le perjuro a Frank que todo estaba excelente y solo había sido culpa de la sensibilidad que sentía en los últimos días partió a la casa de Mikey.

Estaba completamente feliz, complacido con los mimos de su pareja y con las muestras de amor para, según él, su posible bebé.

Tocó la puerta de la casa de Mikey una vez y en menos de un segundo un hiperactivo Mikey Way le recibió, con las manos en su espalda y tremenda sonrisa en el rostro.

—Pensé que la diva Way nunca iba a llegar —se hizo a un lado para que Gerard entrara en su humilde hogar—. ¡Gee! ¡Cierra los ojos! —dijo con tono de niño ilusionado.

—¿Qué planeas pataschuequitas?

—Solo hazlo, quieres —rodó los ojos mientras cerraba la puerta de un empujón.

Gee se sentó en el brazo del sillón y con desconfianza cerró los ojos.

—Bien, ya abrelos —Mikey había colocado sobre sus piernas una bolsa de regalo no tan grande.

—¿Qué es?

—Estás embarazado, no retrasado, abrelo.

—Qué te encanta la palabra embarazado, Mikes —con toda la paciencia del mundo quitó grapa por grapa solo para desesperar a Mikey.

No esperaba encontrarse con ese trajecito para recién nacido, más bien una pijamita de cuerpo completo, era de unicornio, de color lila y con el cuernito en el gorrito para la cabeza, absolutamente adorable, sin pensarlo abrazo la ropita.

—Oh Mikey, es tan lindo, ven acá —abrazó a su hermano también—. Es muy precioso, le va a quedar perfecto.

—Sabía que lo ibas a reconocer.

—Todavía tenemos que salir de dudas, no lo olvides, ya hice la cita.

—Claro, pero eso será en vano ya te lo dije.

—Gracias Mikey —Gee ignoró su comentario puesto que no cabía de la ternura.

—No hay porque, además mi sobrino va a ser el niño más lindo, como su tío Mikey obviamente —acarició el vientre aún plano de Gerard—. Revisa dentro de la bolsa, hay otra cosita.

Era una de las pruebas, estaba dentro de una delicada cajita de vidrio, acomodada en forma inclinada de punta a punta en medio de muchas perlitas de color esmeralda.

—Mikey ¿En qué momento hiciste todo esto?, en verdad está muy lindo hermanito, me vas a hacer llorar.

—Lo que menos quiero es que llores Gee, quiero verte feliz, ahora vamos que se hace tarde -lo ayudó a guardar las cosas y caminaron a la salida—. Desde que salí de tu casa fui a hacer todo esto —sonrió.

—Te amo —se abrazaron una vez más y partieron a aclarar las "dudas" de Gerard porque Mikey estaba más que seguro.

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