Capítulo XIV: Solo nosotros.
La gente que me debe estar odiando por dejarlos tanto tiempo en espera debe ser mucha.
¡Hola! Regresé. Luego de que la cuarentena me diera su dosis de auto-desprecio y me diera cuenta de que debo dejar de procrastinar y salir del abismo decidí editar finalmente lo que me faltaba para terminar este capítulo.
No sé si lo puedo llamar capítulo final porque me faltan un par de cosas, contando el epílogo y unos extras aparte que tengo de los demás personajes. El lemmon pues... Se supone que pasa entre este capítulo y el siguiente, pero le daré menos prioridad comparada a la historia principal. Eso no significa que no se los daré, cochinos (?)
Este fic, al igual que "Curse of Roses", está basado en un rol con mi diosa (COFCOFMISAKICOFCOF) por ello mismo están (Cómo dije) dedicados a ella y verán varios fragmentos que ella escribió tal cual... Excepto los prólogos e introducciones. Esos son 100% míos. (?)
Por ello mismo... ¡CRÉDITO A ELLA TAMBIÉN, POR AYUDARME! ¿Esto cuenta como fic hecho en equipo? Ni idea, solo sé que sin ella no lo hubiera desarrollado tanto (Mezclamos ideas de cada quien.) y se lo debo <3 Mil gracias y pásense por sus fics ¡Ella es mil veces mejor que yo!
¿Eh? ¿Que si haré el mismo anuncio en todos los capítulos? Claro que lo haré. No pararé de recordarle que esto es gracias a ella >8(
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Revlis no quitaba su plateada y ansiosa mirada del armonioso cielo crepuscular anunciando la hora que tanto había esperado y temido estos últimos días.
El vestido le ajustaba cuando trataba de respirar hondo, el sudor empezaba a hacerla sentir un embutido mal procesado y tenía la ligera impresión de que el maquillaje se le iba a correr en cualquier momento.
Era hoy, ahora. Hoy unía su vida con la de Licorice, su prometido. Los invitados esperaban con emoción o desinterés en sus asientos, algunos hablando de su hermoso vestido, otros de que ya no podían esperar a la hora de la recepción o por atrapar el ramo. Si fuese esta una boda como cualquier otra ella también debería de estar pensando en cortar el pastel con su futuro esposo o en cualquier otra cosa banal que tuviese que ver con esta celebración que se tomó demasiado a la ligera.
Estúpida... ¡Estúpida! ¿En qué estaba pensando cuando aceptó formar parte de esto?
Ni siquiera Revlis era tan buena engañándose a sí misma como para no admitir para sus adentros que quería salir corriendo de ahí antes de encadenarse sola a una vida estable pero insulsa. Claro, claro que quería a Licorice, había logrado amarlo a su manera durante el tiempo que estuvieron juntos y todavía lo apreciaba como a ninguna otra persona, pero... A su lado no existía más que satisfacción y ya.
Se lamentaba por esto. Fue demasiado cobarde como para ir por lo que realmente quería. Fue cobarde al no detener a su madre, fue cobarde cuando le dio el sí, fue cobarde cuando decidió resignarse a que la persona que amaba la mirara como algo más que una hermanita menor y se fue por la primera opción alterna que pensó que podría complementarla tan bien como él.
Su mirada se desvió hasta la gente. En la segunda fila estaba él. En cuanto su mirada fue notada, Mors le devolvió el saludo con la mano. En su sonrisa había sinceridad y en sus ojos una enorme melancolía que compartía completamente.
Revlis se sintió desmoronarse al igual que una torre ante esa sonrisa. Por un momento dejó de pensar en lo que todos esperaban de ella, en el orgullo de su madre y en todas las cosas bonitas que habían dicho los demás sobre su relación con Licorice. Ahora solo pensaba en Mors, en cómo anhelaba que algún coraje valeroso naciera dentro de él para interrumpir todo y llevarla con él, y en lo feliz que sería ahora mismo si tan solo pudiese tener una oportunidad.
Una lágrima solitaria se escapó de su ojo cuando apartó la mirada de él. Ya no había nada que hacer cuando estaba hundida hasta el fondo por sus propias mentiras y expectativas.
Si alguien terminaba huyendo... Estaría predestinado.
. . .
–Bueno... Creo que con esto ya estarías listo, amigo. –Murmuró Emalf, mordiéndose la lengua con concentración en lo que terminaba de acomodarle la bendita corbata a su amigo.
El barullo de toda la gente los sofocaba un poco, pero agraciadamente no era tan fuerte considerando que todos se encontraban afuera y ellos dos aún estaban dentro del castillo. Habían llegado desde familiares hasta dioses, diablos, brujas y todo tipo de gente que a Etihw se le dio por invitar. Incluso Adauchi terminó siendo arrastrado allá junto con el otro par. Rieta le había dado una mano con los nervios, pero luego de eso se retiró con los demás a esperar.
–...L-Licorice... –Murmuró al verlo romperse finalmente, quizá no en llanto, pero sí en lágrimas silenciosas. Esto lo estaba impacientando demasiado, se sentía horrible por su amigo... Pero como siempre... Solo en sus manos quedaba su destino. –Q-queda tiempo... Solo vas y dices que no puedes casarte con ella ¡Es simple! –Insistió desesperadamente señalando hacia afuera, donde Revlis ya se encontraba haciendo su entrada y recibiendo los murmullos maravillados de todo aquel que la viese.
El novio no pronunció palabra en todo momento mientras su amigo lo terminaba de arreglar para "el gran momento", sin embargo fue incapaz de detener las silenciosas lágrimas que comenzaron a recorrer sus mejillas, cada gota cargando con el profundo y asfixiante pesar que significaba tan afamado evento. El día perfecto que de niño siempre imaginó... Pero con la persona equivocada a su lado y un hueco en su corazón que solo dolía más y más mientras la cuenta regresiva iniciaba.
No le importaba a quienes había invitado Etihw, o cuán grande era el pastel de los novios, o que tan bien lucían ahora, o que esta fuera quizás la festividad más trascendental que todos los mundos pudieran imaginar; su alma, lejos de gozarlo, esperaba el momento como si se tratara de la guillotina. Su vida como la conocía hasta hoy terminaría, solo para empezar una absurda mentira que nunca lo dejaría satisfecho. Y lo gracioso, no tenía a nadie a quien culpar de ello, más que a sí mismo por haber sido tan iluso e idiota.
–... Ya no tiene caso, Emalf... –Sabía que el lentes de sol estaba tratando de ayudarlo desesperadamente y lo apreciaba, pero ya no era un niño. Él inició toda esta farsa desde que pensó que un amor borraría otro amor; desde que decidió ignorar sus propios sentimientos para complacer expectativas y olvidar algo imposible; desde que consideró que vivir una mentira como novio de Revlis lo haría más feliz que arriesgarse a confesar sus sentimientos a su madre con la posibilidad de un rechazo.
–...De verdad no piensas cambiar de opinión ¿Eh? –Se masajeó las sienes dando un suspiro de resignación. –Escucha... Sé que las cosas no resultaron como deseabas, pero esa idea tuya de conformarte con lo que hay es mala ¡Vamos! ¡Dime de corazón que quieres casarte con ella! –Pero como supuso... No obtuvo respuesta alguna y supo que ya no había remedio. Miró afuera y seguidamente a él dándole una oportunidad de decir algo, la cual no tomó.
–...Ya arruiné mi vida... No quiero arruinárselo a ella. –Revlis era tan dulce y amable, la apreciaba mucho a pesar de que no fuera como ella lo deseaba. Solo era una víctima más de su estupidez, no podía solo huir como un cobarde luego de haber llevado esto tan lejos. Y... ¿Quién sabe? Tal vez en un futuro medianamente feliz, aprendería a quererla poco a poco. Era lo mejor que podía aspirar ahora. Desvió la mirada, avergonzado y dolido de sus decisiones. No podía mentirle a Emalf, no amaba a Revlis... No románticamente. Fue algo platónico y bonito, tuvo sus buenos e inolvidables momentos pero... No se acercaba ni remotamente a lo que sentía por el diablo de Flame World.
–Yo ya tengo que ir... Ivlis llega en un rato. –Sin embargo, no pudo irse así como así, y abrazó con todas sus fuerzas al diablo menor palmeándole la espalda. Lo único que podía hacer por él ahora era desearle que fuese medianamente feliz en esta nueva vida de casado... Solo eso podía hacer.
–¿Uh? Emalf... Tú... –Francamente, se esperaba algún tipo de zape o regaño por lo que estaba por cometer, pero no por ello agradeció menos a aquel cálido gesto que no dudó en corresponder. Le daría el valor que necesitaba para no derrumbarse por ahora. –Gracias, por estar siempre conmigo. Eres un excelente amigo... Como un hermano. –
–Sí... Por supuesto, amigo. Siempre estaré contigo no importa lo que pase. Siempre lo hice y siempre lo haré, eres mi buen amigo y mi casi hermano. –Respondió una vez que se soltaron y emprendió camino hacia el lugar que le habían asignado junto a su familia. Había alcanzado a ver a Ivlis dirigirse hacia el castillo, por lo que cruzó los dedos cerrando los ojos. Pedía por un milagro, solo eso.
Licorice sonrió entre lágrimas, despidiéndose de su amigo entre un profundo suspiro. Bien, ya no había vuelta atrás ¿No? Eso fue obvio desde el instante en que la voz de su madre lo despertó de su repentino aletargamiento.
–U-um... ¿Licorice...? –Tocó la puerta abierta suavemente captando la atención algo perdida de su hijo. Finalmente estaba pasando lo que tanto había temido y todas esas emociones se revolvían en su estómago impidiéndole tener un pensamiento claro más que uno obvio "Sonríe... No arruines esto." No lo había visto desde lo ocurrido en el vals ayer, y pensar en esa situación solo lo ponía más nervioso como para mirarle a los ojos. Ya... Ya lo sabía ¿No? ¿Qué tanto debía contener su tristeza frente a él para no molestarlo? Sería difícil, pero lo haría por él.
–Madre... Viniste.
Ni él mismo reconocía del todo su propio tono de voz. Sonaba apagado, casi cansado. Estaba tan resignado por todo que francamente había dejado pasar muchas cosas; entre ellas el pequeño detalle de no haber alcanzado el tiempo para secar sus lágrimas. En realidad, ya no le importaba si alguien lo notaba o no, su atención estaba perdida solo en Ivlis ahora. No lo había visto desde del ensayo... Pero sentía como si hubieran pasado mil años.
Era consciente de que tal vez trató de evitarlo hasta ahora por no tener muy en claro que le diría una vez que lo viera pero...al final no fue necesario preocuparse por ello. No iba a poder decir nada de cualquier modo, no lo veía tan necesario. "Se supone que estás feliz, no lo arruines". No era momento de revivir malos tragos ahora.
–T-Te ves... M-Más alto de lo habitual ¿Sabes? –Comentó para romper el tenso ambiente, regalando una dulce sonrisa. Y no, no había mentido en sus palabras ¿Por qué ahora que esto estaba pasando notaba realmente cuanto había crecido su hijo? Ah, había estado tantos años acostumbrado a verlo en esa forma que le costaba asimilar que esta vez no era temporal... Era real, igual que el dolor en su pecho al comprobarlo.
–¿Tú crees? Supongo que al final si pude ser tan alto como en mi forma falsa después de todo. –Desvió la mirada mientras jugueteaba con el botón de los puños de su camisa. El aire era tan nostálgico. –Madre... Te ves muy bien también. Muy apuesto.
No mentía. De hecho, esta probablemente sería la visión más hermosa que tenía de Ivlis. No se confundan, el joven diablo siempre fue capaz de apreciar la verdadera belleza del de mechas rojas, pero hoy juraba que estaba incluso más hermoso de lo habitual. ¿Serían por las luces? ¿Por la ropa? ¿Por el ambiente? Se notaba que el destino disfrutaba burlarse de él. La visión más divina de quien amaba, y sería la última vez que lo vería... Pero ya no quiso pensar en ello.
–Uh... Gracias... -No esperaba un cumplido de su parte, pero de todos modos lo agradeció internamente. Se sorprendió al notar sus lágrimas, pero lo relacionó con la emoción del momento. –Has crecido tanto... No me di cuenta de lo rápido que pasó el tiempo. –Titubeó llevando su temblorosa mano hasta la mejilla ajena, buscando demostrar algo de apoyo fraternal y ayudar a secar sus lágrimas. Él aun podía contenerlas... Por ahora.
Licorice solo cerró los ojos y aceptó la inesperada caricia a su rostro, anhelando en su interior que el tiempo se detuviese para volver aquella caricia eternamente efímera. La disfrutaría como si fuera la última de su vida, tan dulce, tan cálida, tan única...Como lo era Ivlis.
–Sí... El tiempo sí que ha volado ¿No? Parece...que solo fue ayer cuando solo soñaba con el gran día, y ahora... Está a solo unos pasos. –Tuvo que hacer esfuerzos inmensos para no seguir derramando su tristeza, Ivlis no tenía por qué verlo así.
Oh, por Vicers ¿Por qué su destino era tan cruel para tentar su corazón de aquella manera? ¿Acaso deseaba que tambaleara de nuevo? No era justo que le hicieran saborear tal alegría cuando estaba tan cerca de ponerle fin a todas sus fantasías. Ya no era un niño... Y el "felices por siempre" que tanto soñó terminaría ahora.
–B-bien... Ya es hora ¿No?... ¿Vamos? –Etihw los buscaría si se tardaban tanto. Maldijo en sus pensamientos. Tiempo... Tiempo, es lo único que deseaba y lo único que no les quedaba ¿Qué se necesitaba para detenerlo? ¿Qué se precisaba para volverlo atrás, a aquellos días donde este dolor no existía? A esos tiempos donde nunca imaginó que tendría que separarse de él así.
–¿Uh? Cierto... Vamos, entonces. –Abrió los ojos nuevamente, aceptando con pereza y resignación su realidad antes de aferrarse am brazo del mayor para dar su entrada. Ya no había tiempo que perder o Etihw iría a buscarlos ¿Estaba preparado para lo que venía? No, pero igual tenía que ir.
Hoy se terminaba el camino que compartieron hasta ahora ¿No? Era como recordar aquellos paseos infantiles por el bosque de Pitch Black World, donde andaba de un lado a otro de la mano de Ivlis, sonriendo y compartiendo dulces palabras, solo que ahora los sentimientos que lo embargaban estaban lejos de ser similares a aquel entonces. No podía parar lo que había iniciado ahora; todo el mundo los estaba observando en este preciso momento, en pocos pasos todo terminaría.
Cualquiera creería que Licorice avanzaba triunfantemente hacia su brillante y feliz futuro junto a la semidiosa, pero muy en el fondo este solo veía como la luz de su nuevo sendero se iba extinguiendo, dejándolo tan solo y desamparado ante algo que no anhelaba.
¿De verdad tenía que seguir? Siempre había oído que esto era lo que muchos esperaban, lo escuchó por años y hasta cierto punto, quiso creerlo pero... Dentro de sí se guardaba la verdad: Daba igual que tan correcto fuera, no era el mayor sueño en su corazón. Pronto se iría... Jamás volvería, estaría atado a Revlis al fin. Era lo mejor ¿Cierto? Sí, era mucho mejor que tener que vivir con ver a su madre en los brazos de alguien más, al menos. Era mejor que tener que soportar verlo feliz con todo el mundo excepto él. Era mejor... que tolerar su rechazo y oír su voz llamándolo patético y débil de nuevo. El juego terminó, Licorice. No llores, por lo que más quieras, no llores; ya no eres un crío, entiéndelo. Camina, firme aunque ausente hacia el altar.
Ivlis se quedó callado. Sus brazos entrelazados y el andar que iniciaron juntos hacia el jardín, donde todo mundo los observaba llegar, fue la respuesta a su cuestión. Nada... Ya no se podía hacer nada, solo aceptarlo y vivir con ello. No sabía cómo lo haría, no llegaba a él ningún otro modo de pararlo.
Le torturaba cada murmullo ajeno y mirada, le carcomía dolorosa y profundamente cada paso que los acercaba más al altar. Todo lo que pudo haber hecho... Todo ese tiempo que desperdició... Los problemas que ocasionaron sus estúpidos sentimientos los últimos días... Todo eso lo alejaba cada vez más de Licorice y sentía que darle ese final... No sería algo que podría soportar.
Licorice no sabía si fue imaginación suya o producto del estrés pero cada paso le pesaba como plomo, como si alguna fuerza deseara perpetuar aquella insoportable tortura de indecisión y resignación. No prestaba atención a los invitados o a sus voces, de hecho... Ni siquiera estaba viendo a su futura esposa, solo avanzaba sin rumbo y quizás indicado por el andar de su madre hasta que finalmente tuvieron que soltarse... O eso creyó que sucedería hasta que este lo retuvo.
Pues, sin notarlo, el caminar de Ivlis se volvió más lento al punto de haberse detenido por completo cuando estaban a punto de tener que soltarse al fin. Reaccionó a último momento, por lo que alcanzó a no soltarlo de la mano ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué estaba pensando? Miles de dudas sobre si decirlo de una vez o no atormentaban su mente junto a la preocupación de su hijo. Ya no importaba nada más ahora... ¿Qué le quedaba por perder? ¡A la mierda si todos los miraban!
–Espera. –Susurró, agachando la mirada apretó la mano ajena.
Satanick estaba ansioso. No sabía bien como sentirse con esta boda. Hasta hace poco había estado prácticamente bailoteando con la idea de ver a su hijo menor al fin ante el altar, pero luego de los sucesos de los últimos días y todos esos malentendidos entre Ivlis y Licorice, tenía su cabeza hecha una maldita ensalada. Pudo fingir hacer el tonto durante todo el día, pero finalmente, mientras se encontraba esperando entre los invitados no pudo evitar volver a sentir que algo andaba mal.
El diablo de Flame World le convenció de que no valía la pena intentar nada más para arreglar las cosas, pero el oji-violeta seguía igual. Todo le sabía mal con esto e Ivlis no dejaba de estresarlo... Especialmente ahora que no solo estaba por entregar a su hijo al altar—Quien por cierto no lucía ni medianamente feliz en su opinión—, sino que lo estaba haciendo con aquellas ridículas calcetas impares que al menos ÉL no dejaba de ver.
¡¿Acaso nadie pensaba que esto estaba fuera de lugar como para poner un puto freno?! ¡Vicers! ¡Danos un milagro! Y casi como si el destino al fin hiciera caso, aquello sucedió; deteniendo de golpe la ceremonia en el preciso momento ¿Podría ser...? ¡Sí! Podía verlo claramente desde su lugar, aunque casi tuvo que pararse en su asiento.
Vamos... ¡Vamos, Cucaracha! ¡Dilo!
No podía con tanto silencio. ¡Era ahora o nunca!
Tal como el resto, Emalf miró consternado a aquel par esperando enterarse con ello de lo que estaba pasando. Sin embargo todo el barullo que le impedía saberlo enmudeció completamente en el momento indicado.
–¿Uh...? –Licorice volteó hacia Ivlis, sin estar seguro de que sucedería ahora o el porqué del repentino silencio en el lugar. Un segundo. ¡¿En qué momento su madre comenzó a llorar?! –¿Madre...? ¿Qué pasa? –El agarre en su mano se había hecho más firme, pero seguía sin entender nada ¿Por qué Ivlis estaba llorando? ¿Se perdió de algo en todo el rato que estuvo perdido en sus pensamientos? –¿Madre? –Ok. Todas esas lágrimas lo estaban preocupando, pero cualquier intento por acercarse a consolarlo o ayudarlo murió en cuanto al fin comenzó a escucharlo.
–Y-yo... –Vamos ¡No pensaba arrepentirse ahora! ¿Los miraban todos? ¿Corría riesgo? ¿Lo oirían por el silencio que todos habían planeado hacer? ¿Estaba llorando de una maldita vez viéndose ridículamente patético frente a Licorice? ¡¿Y qué con eso?! ¡Estaba más que decidido! Sus hombros temblaron junto a sus labios, valor... Valor, Ivlis. –No puedo dejar las cosas así contigo... L-Lo siento... ¿Bien? P-Perdóname, yo no quería arruinar lo que teníamos con mis sentimientos... D-de verdad que no quería.
Era estúpido disculparse por su sentir, pero no por lo que hizo.
–Sé que nada volverá a ser igual entre nosotros, y lo lamento. Sé que tengo que dejarte ir de una vez, que no eres un niño p-pero... Duele... Desde hace mucho que me duele, desde hace años que siento que... Q-que solo te alejas cada vez más de mí y no puedo hacer nada para detenerte... Q-que solo soy un estorbo en tu vida.
Licorice ladeó su cabeza, sintiendo que por dentro la misma estaba explotando. –¿Qué? –¿Por qué se estaba disculpando por eso justo ahora? No... Si seguía con eso comenzaría a llorar él también, o eso pensó hasta que vio la dirección que tomaban las palabras del diablo de Flame World una vez que volvieron a verse a los ojos, cara a cara con aquella mirada tan similar a la suya ¿Estorbo? ¿Qué? ¿De dónde sacaba todo eso?
Ivlis respiró hondo haciendo un esfuerzo abismal por levantar la mirada a él. –Tú has hecho tanto por mí y nunca supe como agradecértelo o hacerte saber lo importante que eras... Muchos años... Estuve ciego, pensando que nadie me amaba hasta que... T-tú me abriste los ojos... ¡Sí, lo admito! ¡De no ser por ti yo aún seguiría siendo el mismo tipo miserable que se la pasa lamentándose de existir! Hice tantas cosas malas en mi vida y aun así... Tú llegaste a ella y la mejoraste... E-Es... E-Es tan extraño...
Rio para disimular un poco su llanto, pero solo logró acrecentarlo estúpidamente. Licorice sentía su pulso temblando, totalmente confundido por lo que escuchaba.
–N-no quería... Y-yo no quise enamorarme de ti ¿Sabes...? Pero lo hice de todos modos... M-me dije muchas veces que no podía aprovecharme de que tú sentías lo mismo porque... B-Bueno... Lo sabes ¿No? Tú mismo lo dijiste... ¿Quién podría amar a alguien tan débil, patético e inservible? Alguien que no sabe ni salvarse a sí mismo, que ya está completamente ensuciado... Ya no lo vale más. –Repitió sus mismas palabras con amargura y dolor ¿Por qué habían llegado a esto? ¿Por qué?
–¿T-tú...? Y-yo... –Licorice probablemente debía comenzar a preocuparse de todas aquellas palabras sacadas de contexto, o del hecho de haber terminado contagiado por el llanto ajeno, o de que estaban dando el mayor show posible ante todos, pero... Nada de eso importaba.
En su mente solo una cosa se repetía una y mil veces, llenando el sendero; que creyó oscurecerse hasta hace poco; llenarse de la luz e ilusiones a las que pensó, renunciaría desde hoy. Lo amaba... Lo amaba... ¡Lo amaba! Su madre acababa de decir que estaba enamorado de él... ¡No de Satanick! ¡Ni de nadie más! ¡De él y solo de él! Ahogó un quejido, en lo que sus pulmones buscaban todo el aire posible para no desmayarse allí mismo, y el mar de lágrimas solo aumentaba pero... No de enojo, dolor o vergüenza, como muchos pudieron haberlo imaginado al verlo, sino de una inmensa alegría que jamás creyó posible conocer. Sí esto era un sueño, deseaba nunca poder despertar de él.
–S-Sin embargo... Después de todo no me importa qué piensas sobre mí... N-No me importa si te doy asco, lástima o pena... ¡No me importa si tú...! N-no me importa si no me amas de la misma forma que yo hago... Solo... Prométeme que a pesar de que ahora eres de alguien más harás lo que siempre hiciste estos años.
Soltó por fin su mano y quedó ahí mismo. Sin secar sus propias lágrimas, sin intentar pararlo. Quedaba en sus manos ahora.
–Solo... Por favor, no me abandones.
Una vez dicho lo planeado, o improvisado en su caso, notó con toda la pena del mundo las miradas tan atentas que tenía clavadas, tanto él como su hijo. Ni siquiera hizo falta tener que verlo para saber que había echado a perder un momento sumamente importante y hasta mágico con su estúpido monólogo ¿Para qué rayos lo hizo? Se mordió el labio de la frustración dispuesto a alejarse ya ¿Pensaba quedarse luego de esto? Francamente no le apetecía recibir preguntas de extraños o conocidos, pues... Lo que había planeado que solo Licorice escuchara terminó saliendo de sus labios como un jodido megáfono para que todo aquel presente oyera.
–U-uh... P-perdón... Creo que... Será mejor que te deje aquí. –¿Para qué esperar una respuesta de su parte? Ya la sabía ¿No es así? No había que ser tan listo para entender que ese silencio incómodo era un mensaje obvio para comunicarle cuan necesario y también bueno era que mejor se largara y no arruinara más la celebración.
Desde el inicio supo que no la toleraría y era mejor no asistir para no arruinarla, pero lo que quiso dejar como un gesto educado y de apoyo hacia su hijo terminó por desatar un espectáculo penoso. Después de todo, tuvo razón.
Licorice fue totalmente incapaz de pronunciar palabra luego de semejante impacto; incluso su mano quedó suspendida en la misma posición luego de ser soltado por su madre. Estaba en un shock total que enmudeció su boca, más no sus vigorosas lágrimas. Su corazón bombeaba como un loco, exclamando en su mente un millón de frases, pero su garganta se había secado de la impresión. Tardó bastante para reaccionar, pero logró hacerlo justo a tiempo para detenerlo... No... ¡No! ¡No iba a dejarlo ir! ¡No dejaría que lo abandonara ahora que sabía toda la verdad!
No le dio tiempo a alejarse ni a intentar escapar; volvió a tomar su mano con la misma firmeza que segundos atrás. Ivlis creyó por un breve segundo que iría a recibir los reclamos de su hijo y se preparó para ello, mas no lo hizo para lo que realmente pasó antes de que el mirar de ambos se acabara cuando Licorice cerró los ojos y la cercanía entre ambos con... ¿Un beso?
Sí, fue así. Licorice no veía ni escuchaba a nadie que no fuera Ivlis en esos momentos; solo existía e importaba él. Fue tan rápido que costaba describirlo; no pensó en ninguna de sus siguientes acciones, solo lo acercó con una velocidad y delicadeza única, rozando sus dedos sobre las húmedas mejillas del diablo, chocando ambos pares de llorosas gemas oculares y cerrando el contacto con aquel beso que soñó por años. Pero... Esto ya no era un sueño, era una dulce realidad. Por un segundo en verdad creyó que el mundo a su alrededor se detuvo al probar los salados labios ajenos en medio de un contagioso y mudo llanto de alegría. Tardaba en ser correspondido, pero ello solo le permitió tomarse el tiempo necesario para descender su mano libre hacia su espalda y cintura, acercándolo y acurrucándolo tiernamente hacia su persona, como temiendo que se alejara de sus brazos si se descuidaba mucho.
En cuanto a Ivlis... Su mente no salía de su sorpresa ¿Podría ser? ¿Podría ser que esto no fuese una mentira salida de su propia cabeza para consolarse a sí mismo y no sentirse tan miserable? ¿Y entonces por qué se sentía tan real? Lo supo con solo sentir el acogedor y relajante calor de su tierno abrazo, sus propios latidos desenfrenados y la inocente y dulce sensación de sus labios chocando amorosamente con los ajenos.
Él de verdad... ¿De verdad lo amaba? Su mente era un remolino de emociones como para que razonara en ese momento, pero eso no le impidió darse el lujo de cerrar lentamente sus ojos al tiempo en que llevaba sus brazos hasta los hombros ajenos así poder corresponder con suavidad y todo el amor que le profesaba ¡Sí, lo amaba, de verdad lo amaba! ¡Su hijo no solo no lo detestaba o asqueaba, sino que le correspondía! Se preguntaba varias cosas, como el porqué de sus palabras la vez anterior, pero eso no le importó y no se deprimió o detuvo pensando que quizás esto era obra de la lástima.
Se sentía tan hermoso como alguna vez lo había imaginado y pareció durar una eternidad en la que no le importó ni un poco el estar rodeado de desconocidos, familiares y amigos ¡Al carajo! No importaba que tan simple haya sido aquel gesto porque para él había significado alcanzar la completa dicha en un dos por tres.
El beso no fue profundo, pero transmitía todo lo que llevaba sintiendo por años; era su respuesta definitiva. También lo amaba y nunca lo abandonaría. Tardaron unos instantes antes de separarse, sin perderse de vista mientras la ilusión brillaba en sus ojos como en aquel vals. La misma magia los había encantado y esta vez, ningún malentendido lo arruinaría.
–Ah... Oye... No sé de donde sacaste lo de hace rato, pero yo nunca diría algo así de ti. Te amo... Te amo. ¡Te amo! ¡TE AMO! Siempre, siempre lo he hecho. Nunca podría abandonarte, yo... –Las emoción era tal que no podía contenerse en cargarlo como lo hizo durante el vals del ensayo, dejándolo entre sus brazos por unos segundos antes de sonreírle y acercarlo hasta juntar sus frentes mimosamente. –Te amo demasiado...
Una boba sonrisa enamorada surcó los labios de Ivlis mientras su mirada se perdía en la de su amado y escuchaba sus palabras tanto confundido como rebosante de alegría. –Cariño. –Apenas pudo titubear eso antes de revivir ese mágico momento del vals en que se vio alzado entre sus brazos, salvo que esta vez se sentía más ameno y maravilloso. Rozó cariñosamente su mejilla sin perderlo de vista al tiempo en que hacía lo mismo que él. –También te amo... Te amo más de lo que te imaginas. –No quería darle un fin a ese momento tan anhelado, pero tuvo que hacerlo cuando los murmullos y comentarios llegaron a sus oídos haciéndole recordar que... Estaban en frente de una multitud.
Para Licorice por un momento todo se le hacía perfecto: Ivlis, él, confesando al fin sus sentimientos y delante de... ¡¿Todos?! Abrió los ojos de golpe, igual de helado que el de mechas rojas y despertando de su burbuja de enamorados. Oh, mierda. Olvidó ese pequeño detalle.
–O-oh. –No le apenaba la idea de ser sincero y gritar al cielo cuanto amaba a Ivlis; el problema recaía más bien en que entre los que acababan de oírlo se encontraban la pobre de Revlis y una furibunda Etihw que los haría ceviche por no solo romperle el corazón a su hija, sino por volverlo un show para todos los invitados.
–A-ay, caray. –Ivlis tragó en seco. Oficialmente, su felicidad costaría que Etihw lo matara. Se daba cuenta por su mirada con intenciones homicidas, pero... ¿Le importaba? En lo absoluto. Ningún comentario malicioso o prejuicioso deseoso de hacerlos sentir culpables borraría el hecho de que no estaba arrepentido por esto y que se sentía el ser más feliz de todos los mundos. Eso sí... Revlis era la única en aquel lugar por la cual sí se preocupaba, literalmente acababa de robarse al novio delante de sus narices, y no la culparía por cualquiera sea su reacción.
El más joven tragó grueso y bajó a Ivlis para dirigir por unos segundos su atención a la semidiosa, pero sin soltar en ningún momento a su amado. Si bien le debía a la peliblanca unas disculpas y explicaciones, no retrocedería sobre su sentir por ello.
–Revlis... Yo...
Pero antes de que el diablo pudiese decir algo, ella ya lo había silenciado con un suave gesto de la mano. No necesitaba oír nada, no delante de todos. Ya podrían hablar en otro momento.
–No digas nada. Lo entiendo. –Les regaló una débil sonrisa, como clara señal de que las palabras sobraban. Su expresión lo decía todo, Revlis los estaba dejando ir. Ella de verdad estaba aceptando esto a pesar de lo repentino que resultaba... No, internamente siempre lo sospechó. –Ve... Ve y sé feliz.
Era lo mejor y lo haría feliz para siempre, lo cual se supone ella deseaba también. Bien, aquí se cumplía ese deseo y se liberaba tanto a ella como al joven diablo. Por fin podía respirar, y aunque no podía decírselo en voz alta, sus lágrimas de alivio quizá lo harían.
–Revlis...Gracias. –Correspondió la sonrisa, sintiéndose fuertemente apenado por ella, pero sin permitirse desperdiciar su oportunidad. Revlis lo dejó ir... Y Licorice sabía perfectamente qué camino tomar ahora.
No... Gracias a ti, Licorice.
Ivlis no dijo nada. Si bien no comprendía cómo es que la semidiosa podía mantener la compostura tan fácilmente, no por ello se sentía menos aliviado y agradecido por su comprensión y dejarlos irse. Quién lo diría, por primera vez se sentía agradecido de la "perfección" de la jovencita.
Suspiró una vez calmado dirigiendo de nuevo su atención a su hijo cuando esté volteó hacia él sin borrar su sonrisa ni soltar su mano.
–Madre... –Susurró suave, acercándose lentamente y aprovechando su débil despiste para cargarlo al estilo nupcial, a la vez que robaba un sutil roce de labios por última vez. Tal cosa sorprendió al diablo de fuego, sin embargo no tardó en volver a sonreír y acurrucarse mimosamente en él tras haber recibido esa muestra de cariño. –Vamos a casa. –Tenían mucho de qué hablar en privado; además de que claro, ya podían casi palpar el aura asesina que ansiaba sus cuellos.
Ivlis asintió. –Sí... –Era lo mejor, no tenían nada que hacer ahí, debían hablar muchas cosas antes de seguir dándose el cariño romántico por el cual habían soñado hace tiempo, y... No les gustaba la idea de morir ahora que estaban juntos. Al principio le valió un carajo, pero ahora Etihw se veía tan furiosa que juraba que estaba por lanzarse contra ellos con una silla.
Licorice trató de mantenerse tranquilo, pero empezaba a temer. –Ahora, quiero estar solo contigo y... También presiento que no somos muy bienvenidos aquí ahora y... Como no me apetece morir ahora que sé que me amas como yo... ¡Sujétate fuerte!
Y sin más, extendió sus alas y alzó vuelo lejos de la multitud. Solo escucharon a una persona gritarles encolerizada y esa era la diosa del Jardín Gris. Sin embargo ya no tenía importancia porque era solo una mancha en la lejanía del suelo.
–¡VUELVE AQUÍ! ¡¿QUÉ FUE TODO ESO?! ¡LICORICE, IVLIS, MALDICIÓN!
–¡LO SIENTO MUCHO! ¡TENDRÁS QUE MATARME OTRO DÍA! –Respondió el más joven. Mejor que dijeran aquí corrió que aquí quedo ¿No? Qué bueno que la pereza de Etihw la volvió muy lenta para reaccionar, estarían a salvo por algún tiempo.
–¡Nos vemos más tarde, chicos! –Como si nada, Ivlis se despidió brevemente hacia su familia una vez que estuvieron por los aires alejándose con rapidez. Mejor evitar alguna flecha o cualquier objeto que la diosa quisiese lanzarles. Igualmente no tardaron mucho en perderlos de vista, así que ya relajado dejó de mirar hacia atrás cerrando sus ojos y se acomodó esta vez rodeando el cuello de Licorice con la cabeza apoyada en su hombro.
Licorice no miró atrás en ningún momento. No necesitaba hacerlo para saber que la próxima vez que se topara con la diosa debía venir preparado para que intentaran arrancarle la cabeza, pero... Siendo honesto en aquellos instantes no podría importarle menos. Tenía a su amado entre sus brazos, deleitándose entre el silencio, la brisa y su aroma mientras buscaban el portal más cercano a Pitch Black World.
Irían a casa juntos, era lo que más deseó en los últimos días y se cumpliría al fin hoy, el supuesto día de su boda. El solo pensarlo, dibujaba una sonrisa en sus labios.
. . .
Durante todo el camino hasta Pitch Black pudieron gozar del apacible silencio de la noche para reformular sus ideas y dudas. Apenas habían llegado, agraciadamente sin contar con desconocidos o conocidos siguiéndoles para hacerles preguntas que ni ellos sabían responder por ahora. El viaje había sido mayormente silencioso, como si necesitaran ese tiempo para re formular sus dudas y disfrutar la inocente cercanía junto con el alivio de volver a su hogar solo ellos dos.
Una vez pisó el suelo y avanzaron, una carcajada escapó de la boca de Ivlis y volteó hacia su hijo con una sonrisa. –¡No puedo creer que de verdad hayas hecho eso frente a todos! ¡Arriesgaste el cuello allá! –Era lo de menos importancia, pero ahora el recuerdo de tanta sorpresa en los presentes y los deseos asesinos de su amiga pasaba a ser algo gracioso y divertido.
La mente del joven diablo estaba hecha un total remolino de emociones y confusiones, pero no por ello lo disfrutaba menos. Era tan feliz... Que no alcanzaban las palabras para describirlo. Incluso no pudo evitar contagiarse de la risa de su madre al mencionar su "valeroso" acto, por el cual se supone debería sentirse mal.
–Tú sabes que por ti haría lo que sea... Soy tu héroe de cuentos de hadas ¿No? Aunque... Esta vez volviste a salvarme tú. –Sonrió en lo que iban avanzando lentamente hacia el Castillo. –Y de igual modo, eso fue riesgoso... Lo riesgoso será ver a Etihw de nuevo. –Era un hecho de que la diosa no lo dejaría librarse ileso, pero ahora ya no podría importarle menos. No había nadie cerca y el silencio de la noche resultaba reconfortante, apenas permitiendo el eco de sus risillas a lo lejos.
–Hey, no puedo estar en una torre todo el tiempo ¿Sabes? –Bromeó ligeramente siguiendo el juego del cuento. Para ser honesto, no creía que su amiga fuese capaz de hacerles... Tanto daño... Por los inconvenientes de esta boda cancelada ¡No podían culparlos! Él ni había tenido intenciones de robarse al novio o fugarse con él, solo dejar cosas en claro.
Que la suerte haya estado a su favor no caía en el peso de sus hombros. De igual modo, tenían motivos para temer si se la topaban luego. Bah... Cómo si no estuviese dispuesto a defender a su hombre de esa loca casamentera si era necesario.
Licorice no se quedó atrás y respondió. –Cierto. A veces olvido que mi guapo príncipe también puede convertirse en un valeroso caballero -Se le hacía gracioso, considerando que en el pasado solía imaginarse a sí mismo y a Ivlis en tales papeles cuando llegaba la hora de su cuento para dormir. Tantos años ya habían pasado, seguirle el juego le traía recuerdos.
–¿Tú crees? La mayoría del tiempo yo te consideraba eso ¿Sabes? Pero salir del papel de princesa en apuros por una vez no fue una molestia y podría volver a hacerlo si es por ti. –No se consideraba a sí mismo tan heroico como para tales apodos, pero aceptaba haber actuado como tal alguna que otra vez... Salvo que no las consideraba muy importantes o dignas de ser llamadas así. Su hijo en cambio siempre había adoptado en su mente la imagen de un tierno y dedicado príncipe dispuesto a salvarlo cuantas veces fuese necesario, por mil y un razones que no terminaría de explicar.
–Yo seré la princesa en apuros si Etihw pone empeño en ir a por mi cabeza. –Murmuró para sí mismo. No se le complicaba mucho imaginarlo.
Ivlis sonrió risueño. –Si te consuela, no te pondrá un dedo encima mientras esté ahí. De lo contrario habrá una segunda guerra milenaria. –Ah no, con su hijo nadie se metía, putos. Etihw se la había buscado por actuar tan apresuradamente ¡Tres días para una boda! Por Vicers, ahora comprendía que Kcalb no mentía cuando mencionó que era una impaciente ansiosa.
Ah, amigos... Debes quererlos tal y como son ¿No? Pero de cierto modo sentía que de no ser por eso, el pánico al tener tan poco tiempo, tantas emociones en pocos días y todo eso acumulado, no hubiera sido capaz de haberse decidido a confesarse y quizás hubiera entregado a su hijo al altar sin más ¿Lo estaba pensando mucho, tal vez? No lo sabía ni le importaba, sino esclarecer dudas y reírse de su torpeza junto a su amado. Al fin, nada mejor que eso después de unos días tan pesados, angustiantes, deprimentes y estresantes.
–Oh, señor Ivlis. Un plebeyo como yo no merece tales actos de su parte, aunque admito que suena halagador... Tenga por seguro que estaría peleando lado a lado si diera esa oportunidad. –Respondió el más joven de forma galante. Dudaba que realmente las cosas fueran a llegar así de lejos, pero nunca estaba demás recordarle que siempre estaría a su lado.
–Considera escribir un libro, te iría bien. –Aconsejó burlonamente. No le vendría mal... Eso sí, exigía que esas palabras tan hermosas solo pudiera escucharlas él y nadie más, para así poder guardarlas en su memoria con recelo y cariño.
Ivlis cruzó los brazos con una sonrisa mirando hacia abajo mientras re pensaba. Tenía muchas preguntas y no sabía por dónde empezar, así que de cierto modo le resultaba conveniente que Licorice comenzara con eso. Había tanto por decir y preguntar... Licorice simplemente no pudo resistirlo mucho hasta que al fin abrió la boca.
–Madre... Estoy infinitamente feliz y lo sabes pero... No entiendo. Yo... Yo creía que tú y la basura comenzaron a salir y... ¡Argh! ¡Ni puedo procesar eso! –Se sentía un tonto por haberlo siquiera considerado, pero vamos, vio pruebas (o eso creía), todo estaba muy "amistoso" y escuchó cosas raras en su estado depresivo de los últimos días. Pero bueno, al menos la graciosa reacción de Ivlis; además de su reciente confesión de amor aliviaba un poco el mal rato que pasó, aunque seguía confuso.
–¿Creíste que yo...? ¡¿Qué?! –No sabía si sentirse ofendido o reírse... Él... Con Satanick... CON SATANICK. La simple idea le revolvía las tripas.
Hey, le había dado una oportunidad para empezar de nuevo como amigos, pero una relación amorosa con él era tema indiscutible y para él... Vomitivo. Sin ofender al pobre diablo, pero es que a él no le apetecía salir con un antiguo torturador, no importa que tan bien se lleven ahora.
–¡No! ¡Ni en un millón de años! ¡Impensable, asqueroso y hasta suena a que me acusas de síndrome de Estocolmo! –Le dio un escalofrío, tenía imágenes desagradables en la cabeza.
–¡N-no me culpes! ¡Ustedes estaban actuando raro desde hace días! ¡L-la mesa rota...! ¡Y-y tú no tenías heridas de ningún tipo pero te duchabas! Y... ¡Y los vi abrazarse! ¡LO ABRAZASTE! ¡No estoy loco, sé lo que vi! I-incluso dijiste que era un "buen hombre"... ¡M-mi cabeza explotó en ese momento! Y luego lo del ensayo... De un momento no dejaban de estar juntos y yo... ¡Yo pensé lo peor! –El solo revivir mentalmente todo aquello le daba un "no sé qué" que estaba por lograr estallar sus neuronas. Lo admitía, fue un malpensado... ¡Pero con todo eso nadie puede culparlo!
–Oh... No, solo... Solo estaba consolándolo. Las cosas han estado raras entre él y yo últimamente, pero no en ese sentido. Somos amigos y él babea por su esposa. –Le aliviaba y alegraba, debía decir. –Lo que pasó antes... Te lo contaré en otra ocasión, pero solo te resumiré que yo destrocé esa mesa y le vomité encima cuando fuimos a beber. Yo lo dije; Satanick es un buen hombre pero no mi tipo. –Ya se podía sentir mandándolo a la friendzone de manera indirecta con esto.
–¿Consolándolo? ¿Desde cuándo tú lo consuelas? Espera... ¿Volvió con tía Lil? Ahora entiendo menos... ¿De qué me perdí? –Típico, entras en una crisis pseudo-depresiva antes de una boda y ya no entiendes lo que ocurre a tu alrededor ¿Desde cuándo Satanick necesitaba consuelo? ¿Ya no iba tras Ivlis? ¿Qué rayos pasó?
–Tu padre es casi tan depresivo como yo lo era, el que sepa ocultar eso tras una sonrisa de pendejo es otra cosa... Umh, en realidad no puedo decirte con exactitud que regresaron, ellos son raros... Pero supongo que van por el buen camino. Estaré feliz de verlos hacer un renuevo de votos. –Se alzó de hombros restando importancia.
El tema era serio, no quería hablarlo demasiado ahora, sino en otro momento y con la persona indicada. Claro, si este se dignaba a aceptar o mínimo despegaba su atención de su esposa. Bien... Mientras más tiempo ocupado él, mejor, porque necesitaba cobrar tantos años perdidos con amor no fraternal.
–Uhn... Bien por tía Lil, supongo. –Realmente no tenía mucho que opinar al respecto, más que alegrarse internamente si ello implicaba que su madre al fin estaría a salvo del acoso ajeno. Con eso le bastaba y sobraba de información relacionada al diablo de Pitch Black World. –Entonces tú... Oh, bueno, eso explica por qué el universo no colapsó pero... ¿Entonces qué ibas a decirme en el ensayo si no era que tú y él estaban juntos?
–Yo... Yo quería decirte lo que sentía, no eso. Tu padre me estuvo animando y ayudando para tener el valor de hacerlo, es todo. No podría elegirlo a él sobre ti. Supongo que era eso lo que te desagradó ¿Eh? –Sonrió con melancolía. Ya estaba resuelto un misterio: Él no era quien desagradaba por sus sentimientos, sino la falsa noticia de su relación con el diablo de Pitch Black.
Licorice se quedó patidifuso. Ahora todo iba cobrando un mayor sentido, aunque no dejaba de sentirse un cabeza hueca por sus conclusiones absurdas y apresuradas. Ay, por Vicers, si tan solo lo hubiese dejado terminar.
–Yo... Ay, lo siento mucho, es solo que... –Desvió la mirada, dándole la razón. Sí, la sola idea de que su madre escogiera precisamente a Satanick fue lo que lo hirió. No se trataba de simple orgullo herido, sino que en su mente no cabía tal posibilidad como algo bueno. –No me malentiendas, yo... Nunca te prohibiría hacer amigos o algo, ni tampoco hubiera armado un escándalo si me rechazabas pero... Él... Yo no podría apoyar algo que podría ser malo para ti. Y sí, l-lo admito. El pensar en eso fue me dolió y molestó en el ensayo. –Murmuró, mirándolo con profunda pena. Tal vez todo el malentendido pudo detenerse allí de haberlo escuchado, pero bueno. Al menos un misterio fue resuelto.
–Malo para mí, uh... No te preocupes. La idea de salir con un sadomasoquista que no distingue entre dolor y placer no estaba en mis ideales de todos modos. No importa que esté perdonado, nada borra lo que hizo. –Sin rencores. Solo estaba siendo honesto. No es como si actualmente tuviese tantos traumas... Bueno, tal vez sí, pero no como para ser tan odioso con él. –Diablos... Debiste dejarme terminar ¿Sabes? Creo que de no ser tan tontos nos hubiésemos ahorrado todo esto. –Él era culpable también, estaba casi seguro de que tanto malentendido entre ambos no solo era del lado de Licorice, sino también del suyo, y lo comprobaría ahora.
–Lo siento... Estaba deprimido y... ¡Ay, ya sabes que cuando me pongo así solo pienso lo peor! –No sería la primera vez y dudaba que fuera la última. Suspiró; si tan solo hubieran aclarado aquello antes... Y algo le advertía que no era la única confusión por aclarar.
–No te disculpes, no hace falta... De hecho, si lo pienso un poco... Suena bastante malpensable todo lo que me mencionas. Tanto que tengo miedo de haber dado la idea de haber estado con él. Estamos a mano, yo me puse mal por lo de la boda también... Y, bueno... También te hice sentir miserable ¿Lo recuerdas?
Desde los zapaos de Licorice debía ser de todo menos amistad. No le echaba la culpa, él también fue idiota y no lo negaba ¡Lo había hecho llorar, por todos los cielos! ¡Se sentía una mierda al recordarlo! Reclamarle no cambiaba nada, y no podía hacerlo, le ganaba lo divertido de la situación y su alegría como para enfadarse.
Licorice finalmente se tranquilizó, lanzando un suspiro. –Supongo que eso significa que estamos a mano. –Sonrió un poco. Ambos se habían provocado miles de malentendidos por años, ambos se habían hecho sufrir indirectamente y ahora, ambos al fin estaban juntos. Fue un camino largo, tortuoso pero finalmente reconfortante ¿No es así? Tan tontos podrían llegar a ser.
–Pero... No entiendo... Licorice, tú habías dicho que nadie podría amar a alguien como yo ¿Lo recuerdas? Te escuché hablando con Rieta antes de que nos dieras la noticia y... –Detuvo lentamente su hablar esperando su respuesta o explicación.
–¿Qué? Pero si yo... Oh ¿Escuchaste esa charla con Rieta? ¡Pero si yo no estaba hablando de ti! Yo... Yo lo decía por mí.
–¿De ti...? –Ok, empezaba a suponer que la autoestima de su pobre hijo no estaba muy bien, o al menos anteriormente. Ay... ¿Cómo carajos no lo notó antes? Se había perdido tantas cosas desde hace años.
–Verás... –No se sentía muy orgulloso de la visión que solía tener de sí mismo ni de su infantil accionar, pero era momento de la verdad. –Yo... Lo dije porque en ese entonces había decidido darle una oportunidad a Revlis al rendirme contigo. Desde lo que pasó con Envi, sinceramente no me he sentido digno de nada, mucho menos de ti. Por algo dudé tanto en decírtelo; y aunque me alegré un poco por como lo tomaste y te encargaste de él, esa sensación no se fue de mí. Traté de olvidarlo y seguir adelante en mis planes por agradarte aunque sea un poco más cada día hasta que... Un día te escuché hablar con tía Reficul sin querer. No entendí bien de que hablaban, solo creí entender mi nombre en alguna oración, así que me acerqué más y te escuché decir eso d-de mí... "¿Quién podría amar alguien tan patético y débil? Alguien que ya fue ensuciado y que no puede ni salvarse a sí mismo". Yo... No quise escuchar más así que me fui, fue justo en ese día en que Mors me llevó a conocer a Revlis. Luego de ello, de verdad intenté mejorar mi imagen contigo, ser más digno y valiente para ti... Pero no dejaba de pensar en ello con cada intento, por lo que cuando Revlis me dijo lo que sentía y con todos insistiendo en que era perfecta y demás, terminé rindiéndome contigo y le di una oportunidad. Lo que tú oíste aquella vez fue a mí, repitiéndole a Rieta lo que te escuché decir para que no insistiera en no aceptar lo de Revlis.
Ivlis abrió más los ojos por la impresión. Claro... Ahora lo recordaba. Después de su charla con Reficul, Licorice no había vuelto del jardín y eso lo había preocupado. Luego supo que se había ido con Mors, pero la sensación de incertidumbre lo había dejado en duda ¿Por qué su hijo se iría sin avisarle? Encima, en un momento solo para los dos que sabía, el menor apreciaba mucho... ¡Y ahí tiene su repuesta! La cual lo hacía sentir un idiota y a la vez no, porque no era su culpa que él lo malinterpretara, sin embargo el sentimiento seguía ahí. Tenía sentido todo lo que escuchaba... Tras un desamor uno siempre busca nuevas opciones para olvidarlo ¿No? De su parte no lo había intentado porque por más tonto que le sonase, había conservado un poco de esperanza en ser correspondido algún día. Claro que luego de aquel malentendido el motivo cambió de esperanza a derrota asegurada e innegable. A pesar de ello, se sentía incapaz de mentirse a sí mismo.
A medida que iba escuchando se sentía más tonto por haber sacado sus conclusiones erróneas y no haberse quedado a oír toda la conversación, hasta lamentaba no haber hablado de esto con Rieta. Sin embargo, lejos de mostrar molestia, soltó una risa estruendosa desconcertando a su hijo. Oh... Cielos ¡Ahora todo estaba claro! Nadie era culpable de tanto sufrimiento por años más que ellos y su estúpido actuar hormonado de adolecente en sus días. Era tan penoso que daba risa.
–Así que... ¡Oye! ¡¿Por qué te ríes?! ¡¿Qué dije ahora?! –Licorice se interrumpió al escucharlo. Ya veía venir que cometió algún otro malentendido, aunque la aclaración de Ivlis no le haría mucha gracia.
–¡Perdona, perdona! Es solo que... –Respiró hondo para calmar sus risas. –Yo no estaba hablando de ti ¡Estaba hablando de mí mismo!
–¡¿D-De ti?! Pero... ¡¿Por qué?! –No lo entendía, aunque a medida que lo escuchara, una serie de varios sentimientos encontrados invadirían su corazón.
–Bueno... Supongo que tengo que explicarme. –Esto sería largo, pero era más que necesario. –Después de lo que pasó con Envi yo... Me quedé algo afectado. Mientras más lo pensaba más comprendía que llegaste a ese extremo del riesgo por mí mientras que aquel por quien yo me lamentaba solo se reía de mi desgracia.
–Ivlis... –Por primera vez en mucho tiempo pronunció su nombre frente a él, totalmente conmovido y algo angustiado por ello. No pensó que incluso después de aquella tragedia su madre seguiría sintiéndose devastada. –Creí que dejé en claro que no debías culparte por eso.
–Tranquilo, sí trataste, pero... Soy tu madre, es obvio que me sentiría así. Juré protegerte y que no pasaras por las cosas que yo pasé, y... Sentí que te había fallado, es todo. –Se había equivocado en una cosa al creer que todo estaba perdido y eso era... Que Licorice no se había echado a perder como él porque contaba con seres queridos que re alzaran su espíritu. En el momento no supo notarlo, hasta que se propuso a hacerlo feliz tras ese horrible episodio. – Tú eras tan dulce conmigo, siempre estabas para mí a pesar de todo y de que nunca hice algo para agradecértelo... S-Supongo que me enamoré con el tiempo. –¡Oh por Vicers! Se sentía tan avergonzado hablando de eso con la mirada de Licorice sobre él. Pero ya no podía detenerse aunque lo deseara.
Licorice no sabía ni que decir, cada oración y halago de su parte lo desarmaba por completo. ¿Era imaginación suya o estaba por derretirse ahí mismo? ¡No podría con tantas palabras tan bonitas hacia su persona.
–Caballeroso, tierno, educado, gentil... V-Vamos, dime que sueno cursi, pero es la verdad. Eres perfecto aunque lo niegues y te amo, vive con eso.
–No digas eso, no soy la gran cosa. –Era casi absurdo notar que para sí mismos podrían ser muy duros, mientras que entre sí no dejaban de ver la perfección en el otro. Eran tal para cual.
–¡Ay, sí! ¡Tú! ¡Que no eres la gran cosa y le salvabas el trasero a tu madre! Deja la modestia, solo me dan ganas de besarte de lo tierno que eres. –Sus palabras tenían sabor a regaño, mas no por ello dejaban de sonar bromistas y hasta cariñosas. –¿Buscas que lo diga completo? Bien, lo haré para que me creas. Eres el hombre más dulce y amoroso que pude haber conocido, tanto así que me hiciste pasar de ser un amargado que odia su vida a un colegial enamorado que juega al "Me quiere, no me quiere" con las flores. Siempre sabes qué decir o hacer para que me sienta feliz y orgulloso de haberte criado. Tienes aires de chico decente y calmado, pero sé que tienes el alma de un príncipe valeroso que, en mi opinión, merece mucho más que "un simple plebeyo". –No, no quería minimizarse ni nada. De hecho solo eran simples bromas.
–Ivlis... –El más joven no sabía cómo responder a cada una de sus alegaciones, pero estaba seguro que muy el fondo ambos lograban comprender mucho mejor ahora que todo iba tomando forma dentro de su cabeza.
Cada oración proveniente del diablo de las flamas lo dejaba tan indefenso que estaba seguro que su rostro tal vez lograría competir con el tono brillante de sus desarreglados mechones carmín. Aún no terminaba de comprender como Ivlis era capaz de ver tanto dentro de él. Veía cosas que nadie conocía, ni siquiera él mismo. Ni siquiera con todo lo que le había respondido creía poder igualar el creciente palpitar que el mayor provocaba en él, ya sea con sus dulces palabras o estremecedoras sonrisas.
Su joven corazón estaba indefenso e hipnotizado por el amor que lo hacía palpitar tan desbocado como si hubieran regresado al tiempo a sus años de adolescente ¿Se podría conocer mayor felicidad que esta? Sí podía, porque el diablo de fuego aún no acababa.
–Creo que... Por eso que dije es que sentí que eras demasiado bueno para mí y merecías algo mejor que yo. Pensé muchas veces en decírtelo, pero cada vez que lo intentaba recordaba ese día en que llorabas y... S-Sentía que no debía hacerlo, que no merecía tu amor después de todos los problemas que causé. Aun si ya sabía que tú sentías lo mismo, eras un niño, y creí que aprovecharme de eso sería caer bajo... Pensé que solo estabas en un tipo de etapa o que no te dabas cuenta todavía del fracaso que era... Y sí, ahí tienes una explicación a mi estado lamentable del otro día, me tenías sufriendo. –Oh, sí, esa autoestima, joder. No es que se sintiese así actualmente, pero no negaba que seguía sin procesar del todo que era correspondido como tanto lo deseó.
Licorice sonrió sin dejar de sentirse enternecido. No podía callar después de lo que había escuchado. –Pues, permíteme decirte que vivías en un error, señor Ivlis. Tú siempre has sido digno de recibir amor, el mío especialmente y es que... ¿Cómo podría no hacerlo? Eres alguien tan increíble. Haz pasado por tanto, pero te sigues levantando valientemente. Me aceptaste y amaste como tu hijo a pesar de las cosas horribles que viviste por ello, siempre me has cuidado y velado por mi felicidad como la de quienes te importan. Desde siempre he admirado tu fortaleza, el cómo brillan tus ojos cuando sonríes y cada esfuerzo que pones para lograr animarme aun cuando tú mismo lo pasas mal... Por eso comencé a desear proteger tu sonrisa, el hacerte feliz, el velar por ti. Era lo mínimo que podía hacer para intentar compensarte y... y-y creo que por ello que fui enamorándome de ti.
Dios, nunca pensó que llegaría el día en que tendría que confesar todo aquello, pero se sentía libre de hacerlo. Cada palabra estaba plagada de su total sinceridad y amor.
Ivlis había dejado su mirada posada en su hijo al hablar mientras juraba que en cualquier momento tornaría un rojo tan intenso como el de su cabello. De hecho, así lo hizo. Podría haberse prendido fuego al igual que su corazón.
Oh... por... ¡Vicers! ¡¿En serio él pensaba todas esas cosas sobre él?! Ni siquiera lo estaba tomando de la mano y sentía que se iba a derretir instantáneamente.
Licorice siempre le había dedicado palabras halagadoras, dulces e inocentes a lo largo de su vida, y a cada una de ellas las recibía sin problema con el cariño maternal que lo caracterizaba, pero el afecto había cambiado demasiado. Se detonó en cada oración tanto amor guardado por años... Había deseado oírlo de nuevo decirle ese tipo de cosas... Pero ahora que estaba ocurriendo, su expectativa de reír calmado y juguetón para él mientras respondía a esos elogios se veía mandada al carajo por el retumbar de su corazón y el color cereza que casi adquiría ¡Estúpido y adorable Licorice!
–Ivlis... Yo nunca te culparía de nada de lo que sucedió; reitero lo que te juré hace mucho: Yo nací para protegerte y hacerte feliz, y eso nunca cambiará. De hecho, admito que ver cómo me defendiste aquel día solo... Me flechó más. Me di cuenta de cuanto te importaba y lo fuerte que realmente eres; yo, que creía saberlo todo de ti, quedé prendado y conmovido como nunca antes. N-ni siquiera sé cómo explicarlo. –Era tan extraño estar hablando, aunque el tono calmo y cálido que destilaba con cada palabra dejaba en claro que el afecto del de mechas rojas lo había ayudado a curar cualquier vieja herida hasta ser capaz de rescatar lo bueno en recuerdos que despedían dolor.
El amor que profesaba a Ivlis tenía esa cualidad.
–No fue gran cosa ¿Sabes...? Creo que cualquiera pudo haberlo hecho... D-de cualquier modo ¡Incluso si hubiese sido tu tío lo hubiese dejado como alfombra de cazador! –No era probable que algo así hubiese pasado, pero de verdad... Le habría arrancado las manos hasta a ese fumador con cara de ogro apático.
–¡Oh! No me importa quien más pudo o no haberlo hecho, fuiste tú mi brillante caballero, mi héroe de cuentos, el señor leñado que asesinó al lobo... Eres todo eso y más, nunca podría olvidarlo. –Ivlis podría cumplir todos los roles que hubiera soñado en sus fantasías infantiles, pero siempre lo tendría presente como alguien admirable que robó su corazón. Podría ser cualquier cosa y seguiría amándolo con la misma intensidad que hasta ahora. No necesitaba promesas o suposiciones, Licorice ya era consciente de cuan infinitamente lejos su madre llegaría por él. –Eres igual que una rosa roja, Ivlis. Eres increíblemente bello y tus pétalos son frágiles, pero la gente siempre olvida las espinas que tienes en el tallo.
–R-Realmente te gusta ponerte poético ¿Eh? –Murmuró cuando por fin se sintió capaz de hablar. Estaba chillando como colegiala enamorada en el interior, aunque por fuera permanecía tranquilo y visiblemente apenado.
–Solo por ti, que me inspiras tanto. –Le regaló en respuesta junto a una sonrisa ladina. Podrían llamarlo cursi o como desearan, pero con solo ver a Ivlis era como si la poesía fluyera por sus venas hasta escapar de sus labios como sinceras promesas de amor.
Su madre le había aconsejado en medio de sus bromas que escribiese un libro ¿No? No se imaginaba que si por él fuera habría llenado una estantería entera de libros dedicados a admirar cada faceta suya. Estaba dispuesto a continuar, pero entonces en medio de su inspiración una duda lo asaltó.
–Pero, espera. ¿Tú sabías que yo estaba enamorado de ti...? ¿Pero cómo...? ¡¿Desde cuándo?! –Estaba 100% que su madre no pudo haberse dado cuenta. No fue tan obvio ¡¿O sí?! La explicación sobre ello no tardó en llegar, así como también un pánico paralizante.
–¿Uh...? Emalf habla dormido. Lo escuché decirlo cuando fui a buscar la ropa sucia de su cuarto... Hasta responde preguntas dormido. Me contó mucho... Demasiado... Yo diría que TODO. –No pudo aguantar una sola risa. La imagen de Licorice tan avergonzado balbuceando miles de disculpas al respecto era adorable.
–¿Que Emalf qué? ¿Q-Qué te dijo...? ¿Todo? ¡¿TODO?! –Ok, era oficial. Si no moría de vergüenza ahora mismo, se encargaría de buscar al bocazas de su amigo y coser sus labios con sus propios alfileres de luz. ¡Maldito! ¡¿No que podía confiar en él?! ¡Al carajo si estaba dormido! ¡Lo delató! – ¡W-wahh! ¡Lo siento, lo siento, lo siento! ¡Te juro que yo no...! S-Solo iba a besarte, pero... U-Una cosa llevó a la otra y... ¡AH, NO! ¡PERDÓN! ¡D-de verdad lo siento! ¡Soy un asqueroso, un enfermo, un pervertido, soy basura! –Con lo rápido que balbuceaba entre lloriqueos, chillidos y sonrojos probablemente sería muy difícil enfadarse con él, aunque su arrepentimiento era genuino.
Lo cierto es que en el momento en que eso ocurrió ni siquiera él entendía lo que estaba haciendo o qué significaba. Incluso para las cosas que sabía, la palabra "sexo" todavía era incierta para él, y con ello tampoco entendía del todo el peso de la palabra "violación" o "abuso sexual", solo sabía que era malo sin conocerlo. De más estaba decir que cuando el incidente ocurrió y se le dio por investigar, quedó hecho un manojo de remordimientos. Enterarse de que aquello que hizo se consideraba abuso le dio un vuelco en el estómago.
–¡Hey, tranquilo! No estoy enojado, de hecho me diste un buen motivo para joder a Satanick esa vez... Y aunque yo ya te creía algo precoz, eso me sorprendió un poco, pero no demasiado. No eres malo, debo decirlo... –Ay, se estaba divirtiendo tanto con sus gestos apenados que ya se había olvidado de lo serio del asunto.
–¡Wahhh! N-no lo digas así. ¡Casi te hago algo terrible! S-soy un asco... N-no creas que yo pensaba en eso constantemente, n-no soy de esos... E-es solo que... ¡Algo me poseyó! ¡Sí, eso! Y-yo... ¡W-wah! ¡N-no me mires! ¡Soy terrible! T-te juro que yo n-nunca te forzaría ni haría cosas raras, yo... ¡WAHHH! –Ya mátenlo, el pobre está sufriendo aunque no lo parezca.
–Uh... Cielos, te pillé con la guardia baja ¿Eh? –Bien, ahora el apenado era su hijo. Ay, le parecía tan tierno que seguir avergonzándolo le dejaba pensamientos sobre que estaba siendo mala persona ¡Pero... Vamos! No podía con esto.
–N-No es eso, yo... –Bien, sentirse tan vulnerable bajo las juguetonas palabras del adulto no era algo que acostumbrara, pero no estaba en posición de quejarse. ¿Karma por haber sido un calenturiento? –No sabía lo que hacía en ese momento pero... Diablos, yo pude haberte hecho algo horrible.
–Pero no lo hiciste ¿O sí? Te detuviste. Aunque... Oye, debí suponer que no eras Satanick, él no puede ser así de lento y delicado ni a madrazos, es un bruto sin remedio. –Oh, vamos. Su mirada no podía estar dejándolo así de nervioso ¿Verdad? Era gracioso pensarlo y verlo.
–¡M-madre! ¡Casi parece que no te importa! –Ok, que lo estuviera comparando con Satanick (Y prácticamente halagándolo por encima de ese idiota) no lo ayudaba. Le estaba tomando el pelo, lo sabía. ¡Podía verlo en sus ojos!
–Ay, ya... No te martirices. Me besaste, se te fue la mano, apaleé a tu padre, no me hiciste nada de lo que de verdad tengas que arrepentirte, estoy ileso, fin. La calentura te poseyó, y hasta yo lo sé, pero no te culpo. Sé que soy irresistible. –De esto quería sacar algo de autoestima, joder. Parecía un desgraciado, pero no importaba.
–I-irresistible... –Se sentía como un tonto al limitarse a soltar balbuceos nerviosamente, sin embargo una parte de sí se encontraba aliviada. Había cargado con cierta culpa luego de aquel inesperado evento, y el que Ivlis pareciera tomarlo mejor de lo que jamás imaginó le quitaba un peso de sus hombros, además de que el suave tacto entre sus dedos le restauraba la confianza de segundos atrás. –Ay... S-soy un idiota... –Suspiró resignado, aunque le aliviaba un poco saber que su madre no detestaba por ello, pero se seguía avergonzando tanto por aquello como por lo ingenuo que fue con sus erróneas confusiones... Sin embargo, eso no borraba la alegría de sentirse correspondidos
–Perdona... No busco ponerte nervioso, solo recalcarte que entre ese tonto y tú hay una obvia diferencia. –No dijo más sobre el asunto cerrándolo con una mirada confiable y pacífica. Ante sus ojos aquel tema no era grave o para molestarse tanto. Lo fue hace tiempo, y no dejaba de restarle importancia a lo hecho. Era pasado y nunca podía enojarse tanto con Licorice, mucho menos en este momento. Él lo dijo ¿No? Era ignorante de sus acciones en el momento.
Admitía que... Era gracioso y adorable ver sus reacciones alteradas, pero más tarde ya se daría el lujo de seguir picándolo con eso. Ahora darían espacio y protagonismo a las explicaciones y detalles necesarios a saber antes de mandar todo eso al carajo y concentrarse en nadie más que solo ellos.
–Somos idiotas. –Siguió hablando, llamando la atención de su hijo. –Creo que fuimos nosotros los responsables de esto. Me cuesta pensar que hicimos tanto drama e involucramos a tantas personas solo por eso pero... –Murmuró pensativo, apretando su mano sin detener sus pasos, incluso si habían pasado por tanto dolor en el pasado la frustración era nula ante la felicidad latente que experimentaban al conectar sus doradas miradas y repetir en sus mentes algo que ya tenían sabido. –De todos modos... Estoy muy feliz.
Licorice suspiró ya calmado. –Supongo... El amor nos puso algo cabezas huecas ¿No? –Vamos, que su historia para algún tipo de comedia dramática después de todo. Malentendidos, giros inesperados y finalmente, aquello que brillaba en sus ojos y los recorría como una chispa con cada toque: Amor.
–"Cabeza hueca" es mi apodo, no lo gastes. –Le sonrió sin perderle de vista.
Ya daba igual todo lo que tuvieron que pasar para llegar a esto, había sido un camino largo, tortuoso y agotador, pero ahí estaban... Mirándose con amor y una alegría indescriptible sin creer su propia suerte. Tantos malos tragos en sus vidas de cierta forma volvían este desenlace lo más dulce que nunca habían probado y se asegurarían de que así se preservara por lo que les deparaba el futuro.
Licorice se rio. El ambiente apaciguador lo invitaba a hacerlo. Sin voces, sin interrupciones, con el tiempo y espacio solo para ambos hasta probablemente el amanecer y con la luna como su único y silencioso cómplice ¿Qué más podría pedir para una velada perfecta? –Me gusta robarte las palabras. Francamente, a pesar de todo, yo no cambiaría esta felicidad por nada. Te amo, me amas y todo lo que importa al fin ¿No? –Amplió su sonrisa. El que se estuvieran riendo de sí mismos ya era una buena señal.
–Sí... Y estoy seguro de que no cambiaría ni en un millón de años.
Continuaron caminando. Ivlis estaba tan distraído y absorto de la realidad con todo esto que fue incapaz de notar que entre tantas explicaciones y relatos habían llegado al castillo. Bien, las charlas amorosas hacen que el tiempo pase rápido ¿Quién lo diría?
–Uh... Qué extraño. –La puerta se abrió apenas la empujó y al asomarse notaba que no había luz. –A todo esto, me había olvidado que todos estaban en la fiesta.
–Uhn... ¿Aún no llegan? –Licorice preguntó, asomándose a ver también. Ni idea de que festejarían o cuanto tardarían, podría seguir aprovechando para gozar de la compañía de su amado. –Bah, seguro se quedarán hasta que se acaben la comida o comiencen una guerra, lo que pase primero.
Ivlis fijó su vista en la oscura sala y se alzó de hombros. Si el resto no quería volver hasta el amanecer no tenía problemas con ello. Necesitaba tiempo junto a Licorice y no quería contestar dudas de familiares. Más tarde les daría toda la explicación, con gráficos si deseaban, pero después de tantas situaciones estresantes requería relajarse.
–Cocinaron para más de mil personas, creo que no volverán hasta el amanecer. –Quizás tanta fiesta dejaría Etihw feliz y con menos ansias de matarlos a ambos. Quién sabe. En lo que a él respectaba, no pensó más en eso y se dejó guiar por Licorice. La casa estaba a oscuras pero las cortinas abiertas dejaban la luz blanca de la luna ayudarlos a ver a su alrededor sin tanto problema.
Licorice continuó jugueteando con sus dedos mimosamente hasta que se acomodaron en un sofá. –Mejor así, quiero que tengas ojos solo para mí por algún rato. Hay mucho tiempo perdido y mimos por recuperar ¿No? –Quería aprovechar cada segundo a su lado. –Tengo tanto por decirte y preguntarte que ni sé por dónde empezar. –Murmuró, rozando sus dedos por sus mejillas suavemente.
–Ni yo podría haberlo dicho mejor ¿Sabes? –Suspiró enamoradizo, por poco dejándose caer en la ensoñación que le producía su suave tacto, de no ser por las preguntas que vendrían a continuación.
–Me perdí de mucho... Tus mimos, tu risa... Esta mañana quedé sorprendido ¿Sabes? Casi parecía una rara reunión familiar. No esperaba ver a la tía Igls y... –Tan rápido como iba recordando cada incógnita en su mente; frunció el ceño al recordar a alguien. –Adauchi... ¡¿Qué hacía Adauchi aquí hoy?! –No sabía si Ivlis escuchó su discusión o no, abandonó la cocina antes de verlo por el coraje y la jaqueca.
Las dudas despertaron a Ivlis de un bofetón que lo dejó algo emocionado por contestar ¡Su familia, cierto! Requería explicarle todo con sumo detalle para saciar su fangirleo. Cuando el par de rubios regresaron a su vida no había estado tan feliz desde que su mal de amores comenzó.
–Oh... ¡Cierto! ¡Pasaron tantas cosas raras! Adauchi apareció en la madrugada con su amiga y su novia, cargándote a ti y a Emalf porque estaban borrachos y... Oye, espera un momento, jovencito. Tu adultez me vale en este momento ¿Desde cuándo tú bebes? No es que te esté controlando ni nada pero... Nunca lo hiciste ¡Y te sobre pasaste! Es más, te terminé llevando yo a tu cuarto y me abrazaste, no me dejaste ir en toda la noche y Satanick tuvo que ayudarme... Literalmente lo dejé hecho estampilla en la pared y tú seguías dormido. Exijo explicaciones. –No podía visualizar a Licorice bebiendo de un vaso de cerveza. No porque su instinto de madre lo impidiese, sino porque lo conocía lo suficiente como para asegurar que nunca en su puta vida tocó una sola botella de alcohol. Ni relacionándolo con el horrible momento en el que el vals se fue a la puta podía imaginarlo.
–A-ah... E-eso... Pues, en mí defensa Emalf iba a cuidarme y te juro que solo bebí jugo de naranja. –Incluso ahora era humillante admitirlo.
–¿Jugo de... naranja? –Bien, ahora entendía por qué la pregunta cuando fueron encerrados en el baño. Esto era tan raro e inesperado que no sabía que decir o hacer, más que solo mirarlo consternado esperando que dijera algo más al respecto sobre eso. Al menos... Sabía ahora que él no corría peligro con las bebidas alcohólicas.
–¡N-no me mires así! Es en serio... Al parecer una cerveza no me hace nada pero un naranja sí. ¡Soy un fenómeno! ¡Los genes de esa maceta con patas me jodieron! –Ni siquiera había lógica alguna, pero igual le hería el orgullo.
–L-Lo siento... Estoy sorprendido... No eres un fenómeno, descuida. Le hablas a alguien que parece antorcha cuando se enoja ¿Pero cómo es esto posible? –Si hablaban de rarezas estaban para competir, aunque el premio mayor siempre se lo llevaba Satanick y sus flores y sangre violeta.
–No lo sé, Emalf me lo comprobó. Dijo algo sobre oler a naranjas frescas o qué sé yo... ¡Pero de igual modo...! Estamos hablando de Adauchi y no de mí. –Ah, no. De aquí no se iba hasta tener eso bien claro. Cambiar de tema no funcionaría.
–Olor a naranjas... –Aun no re calculaba todo y parecía idiota repitiendo esos detalles en voz baja, como si eso ayudara a su razonamiento. –¡Ah! Cierto, cierto... ¡El cuento es largo, pero te ayudará a entender! –Sin más, dio inicio a su relato.
No dejaba pasar ni un solo detalle por alto del cómo se encontró con su tierna hermana y esta se vengó también de Satanick, o de la charla con Adauchi, su relación con Ver, y el cómo lloró como macho pecho depilado al contarle sus desgracias. Estaba tan feliz de solo recordarlo que su voz narraba con marcada emoción. Se notaba que había extrañado a su familia, y era infinitamente feliz de que estuviese completa.
Licorice rio un poco antes de que comenzaran a ponerse al día con variadas explicaciones y comentarios faltantes.
¿Abrazó a su madre toda la noche? Eso explicaba por qué tuvo un sueño tan maravilloso antes de crudo despertar. No se había imaginado su tibio tacto ni dulce aroma, de verdad lo tuvo a su lado toda la noche. En momentos como aquel de verdad maldecía su embriaguez cítrica, aunque por otro lado no tanto. Después de todo ese debió ser uno de los pequeños detonantes que resultó en tan hermoso desenlace. Tampoco se quejaba tanto al ver tanta alegría en su madre; le contagiaba el júbilo que le provocó el haberse reunido con aquella parte faltante de su familia.
Le costaba mantenerse ofuscado incluso si la mayoría del relato iba sobre Adauchi. El diablo de Flame World sonaba tan feliz y emocionado al hablar de su hermana e hijo mayor que no tenía forma de interrumpirlo o negarle algo. Bien, al parecer tendría que aprender a tolerar a Adauchi si eso lo hacía feliz.
–¡Y así es como Adauchi se quedó en casa! –Finalizó el diablo de flamas, con una sonrisa amplia y feliz. –Aunque me llegó a deprimir un poco verlos pelear tanto a ustedes dos ¿No pueden hacer las paces o algo?
Licorice hizo un puchero, cosa bastante inmadura para su apariencia adulta. –Bien. Trataré de... T-tolerar al sin cuernos culero... Erh digo, Adauchi. Al menos por ti prometo no echarlo... Tan seguido. –A pesar de haber crecido tenía un corazón un tanto infantil. Déjenlo.
–No esperaba menos de ti, cariño. –Vamos, pedirle mucho a Licorice era cruel, más si se trataba de Adauchi. No terminaba de entender por qué tanto odio pero... Mientras no se empalaran mutuamente estaba todo bien. –Sabes... Él se parece un poco a ti. Es igual de mimoso aunque lo niegue y tiene tu perseverancia. –Él lo veía como un apodo, su hijo... Como un insulto. Ah, este chico... No lo comprendía en eso, pero de todos modos lo amaba.
–¡É-él y yo nos parecemos en nada! Me conformo con que no me vengas con sermones de hermano o lo que sea, ya tengo a Emalf, Poemi y Glasses para ello. –Si esto lo ayudaría a aceptar al rubio, pues solo el tiempo diría. –Y por favor, te suplico por lo que más quieras... Dime que esto de "reconciliarte" con medio mundo no incluye a Siralos, porque juro que mi cordura y el universo no lo soportarían. –Esta duda lo llevaba carcomiendo desde el desayuno, así que comprobar que todo fue solo falsa alarma logró que suspirara profundamente aliviado mientras dejaba caer su frente en sus hombros.
–Erh... No... La diferencia entre tu padre y hermano con Siralos es que ellos estaban dispuestos a "cambiar" y hacer las paces, mientras que ese vejete me sigue considerando la basura más indeseable de los mundos. Tanto así que el desgraciado fue a humillarme cuando me dejaste en el vals ¿Lo puedes creer? Tienes que ser un sin vida para joder tanto... Oye, un minuto ¡¿Siralos?! ¡Licorice, me parece que exageras! ¡Tengo límites! –Siralos nunca cambiaría, seguiría siendo un egocéntrico toda su vida y eso sería así por siempre. No había esperanza en cambiar tal cosa.
–Ay... Gracias a Vicers. Bien, el universo sigue en una pieza.
–¡¿Disculpa?!
–¡Hey! Te dije que actuabas raro... ¿Qué más podía creer? En los últimos días o nos evitábamos o sufríamos confusiones, mientras tú te reconciliabas con todos... ¡Entré en pánico! –Aún era joven e impresionable. – No me culpes por malpensar tanto. Cuando lo pensé estaba realmente triste. Quería hablarte y no sabía cómo hacerlo, de la nada te veía cercano a personas que no frecuentabas mientras yo me sentía tan miserable como no imaginas... La paranoia es una mala consejera ¿Sabes? Además, por lo que yo creía saber, hasta hace tres días también era imposible que tú abrazaras a la basura... ¡Y sucedió! –Sí, tal vez exageró con lo del travesti, pero de haber estado en su lugar lo entendería ¿No?
–Bueno, solo para que sepas... Satanick me defendió de él en ese momento. Sacó tanto veneno de su lengua filosa que el travesti se quedó temblando de miedo antes de que los otros dos locos lo metieran a su pelea de lucha libre por el orgullo. –No era tan difícil de creer ¿O sí? Para él no, pero la diferencia estaba en que él lo vivió y Licorice solo lo escuchaba.
–¿Eh? ¡¿Él te defendió?! ¡Retiro lo dicho! ¡El universo si está colapsando! –Si no veía algún video de ello dudaba poder creerlo.
–Pues más vale que lo creas. Resulta que puede ser buena persona cuando quiere serlo.
Licorice gruñó masajeando sus sienes. –Me rehúso a creer que es un buen hombre, para mí nunca hace nada bien y solo es un dolor de culo pero... Consideraré darle el beneficio de la duda por esto. TAL VEZ. Si intenta hacerte algo, le daré una paliza de igual modo, pero si no es así, seguirá ileso... Supongo. –Era un enamorado sobreprotector y desconfiado todavía.
–Aw... Enserio que me proteges mucho ¿Eh? No te preocupes, como ya dije, anda interesado en los melones ahora y si me pone una mano encima se la chamusco. –No había acuerdo, por ende tenía todo el derecho a defender su espacio personal. Aunque por cómo estaban las cosas lo veía innecesario. –Aun así es una pena que te lo perdieras. Prácticamente destrozó al travesti.
–Wow... ¿Él de verdad...? Dime que alguien lo grabó. –Le costaba mucho imaginarse tal escena, aunque confiaba totalmente en Ivlis. Esa maliciosa mirada llena de satisfacción no nacería solo porque sí.
–Erh... No... Pero Poemi tiene grabado a Fumus, Siralos y Elux matándose entre ellos. Tendrías que verlo mañana. –Se volvería a reír viéndolo, no había duda. Ver a ese travesti siendo apaleado fue una de las pocas cosas que le había subido tanto el ánimo ese día. Licorice lo disfrutaría también lo garantizaba.
–Eso espero. Ah, y una cosa más. –Se apresuró a aclarar, alzando una mano. –No pienso llamarle padre a ese tarugo. "Basura" le queda bien. –Hasta allí llegaría su consideración.
–Si no quieres no lo hagas. No es como si yo estuviese con él y quisiera que se lleven bien. –Se alzó de hombros, sabiendo que desde ahí se daba por terminado cada misterio que pudiese tener relevancia.
A decir verdad no le interesaba en lo más mínimo la relación padre-hijo de Licorice y Satanick. Tal cosa ya estaba dada por perdida desde que inició. Ni siquiera él tenía el poder para que se llevasen bien y tampoco es que le fuese necesario. Licorice era un adulto, cada decisión suya era su responsabilidad.
–Me conoces bien, lo aprecio. –Soltó aquella frase junto con un suspiro aliviado. Le tranquilizaba que el mayor no lo presionara con ese tipo de asuntos, pero ya no quería seguir pensando en ello sino enfocarse en quien robaba su total atención ahora: Su amado diablo. –No te lo dije antes, pero sobre chamuscarle la mano... Imaginarte así me enamora ¿Sabes? -No tenía por qué negarlo ahora, a su parecer Ivlis siempre lucía aún más atractivo cuando se enfadaba.
El diablo de fuego sonrió coqueto. –¿En serio?... Debí haberlo supuesto. Notaba como me mirabas cuando estaba molesto. –Anotaría eso a su lista de trucos para enamorar. No necesitaba hacerlo, pero era información que serviría muy bien en el futuro para darle el gusto en más de una ocasión. Consentirlo era su debilidad, en más de una forma. –¿Y por qué te gusta tanto? –Inquirió con soltura, acercándose un poco más.
Licorice reconoció ese tono juguetón y decidió responder con el mismo, pero sin perder la seriedad y honestidad en sus palabras. –Porque solo entonces puedo ver cómo la flama que eres se transforma en un incendio salvaje.
Ivlis no contuvo una risa divertida, y Licorice tampoco. Rieron hasta que no había nada que decir, hasta que al encontrarse sus miradas supieron que ya no era necesario.
El habla finalmente sobraba y por solo compartir aquel silencio ya se sentía pleno ¿Así era como se sentía la completa alegría? No existían palabras suficiente para describirla totalmente.
El diablo de fuego llevó sus manos a las mejillas de su hijo y rozó cariñosamente estas desprendiendo un brillo más relajado y amoroso en sus ojos y un tono por lejos diferente en su hablar. –Una parte de mí sigue sin creer que esto esté pasando. –Se denotaba ensoñador al estar perdido en su dorada mirada y el dichoso y rítmico latido en su pecho.
No había palabras para describir lo mucho que había anhelado algo así o cuanto le amaba porque ni con la luz del amanecer se proclamaría el final. Por ahora, dejaría que todo aquello que sentía y profesaba lo expresaran sus mimos y las oraciones que iría soltando de vez en cuando, preso de aquel abrumador sentimiento de emoción y calma. Emoción por ser amado, por compartir ese momento. Calma y cariño en parsimoniosas e inocentes caricias y la paciencia y delicadeza de cada trato. Calidez y ternura al enredar sus brazos en el contrario para irse acercando.
–Si es un sueño... No quiero despertar a menos que sea por tus labios. –Susurraba el más joven, sin detener bajo ningún concepto el tacto ajeno.
Sus propias manos seguían su curso, perdidas entre los leves roces que descendieron de sus mejillas hasta su cuello y espalda, tan sutilmente que apenas algunos mechones rojizos lograron permitirse acariciar por sus dedos. No estaba pensando en nada, no estaba atento a nada que no fuese Ivlis, cerrando su cercanía cada vez más.
–Para mí sí es un sueño... De esos que se vuelven realidad. –No había palabra que describiera con exactitud cuan dulces y estremecedoras percibía sus roces inocentes guiados inconscientemente hasta su espalda con las intenciones de acercarlo más. Ni en todas sus fantasías o en cada ocasión que era rescatado había sentido que lo tomaban con tanta firmeza y delicado cariño a la vez, haciéndole sentir seguro a lo ajeno pero vulnerable ante él. Era inefable cuan acogedor resultaba y cómo perdía la cabeza por él. –Yo... Realmente...
Sus palabras se extinguían tan rápido como su propio fuego ardía, junto a la cercanía entre ambos, no había prisa en su accionar si bien la ansiedad que le provocó estar rozándose y a una tenue inclinación de besarse lo empujaba a pensamientos que le convencían de lanzarse contra él de una buena vez. Sin embargo, así, entre sus brazos y a una increíble escases de arrojarse a la creencia de estar soñando despiertos y no vivir aquello realmente, sentía que era un instante intocable que quería perdurar aunque sea un poco más antes de romperlo y alcanzar con un movimiento esa maravillosa felicidad por la cual habían estado esperando.
–Ivlis...
La consciencia de Licorice gritaba por avanzar tan pronto como fuera posible; tan impaciente en resultado de su tortuosa espera... Pero su corazón guardaba tan prolijamente cada instante, disfrutando cada segundo con parsimonia y ternura irremplazable. Esta era la ilusión que guardaron para sí por tantos siglos, la cual solo romperían para saborear su preciada realidad cuando realmente estuvieran listos... Como imperceptiblemente lo indicaron con una última oración conjunta, a tan pocos centímetros de probar sus labios.
–Te amo, Licorice.
–Yo también te amo, Ivlis.
Y como si de un acuerdo mutuo o una coincidencia tratara, ambos se impulsaron imperceptiblemente para probar con delicadeza y suavidad la dulzura que el amor derramaba en sus labios y se volvía más adictiva con cada roce y pequeña separación evitada ya sea por su propia impaciencia o deseo ajeno.
Licorice en sus sueños tal vez pudo haber idealizado tantas cosas, pero la dulzura que impregnó su alma en aquel instante nunca podría haberla siquiera imaginado. Ya se habían besado antes, pero cada vez que lo repetía la emoción que palpitaba en su pecho era tan inigualable que no existía punto de comparación. Era como revivir el nacimiento de un primer amor, puro, inocente, blanco e inmerso de sentimientos que apenas comenzarían a conocer juntos. Un momento íntimo a su manera en donde exploraban una faceta que solo conocerían mutuamente. Este había sido por tantos años su único deseo, estar a su lado, probar sus labios como si se trataba del "Felices por siempre" de un cuento, así como marcaba el inicio de una nueva vida. Aquel sueño del que despertaba cada vez que el oxígeno les exigía unos cortos instantes en los que la realidad se teñía con la amorosa mirada contraria y se impregnada de dulces palabras antes de volver a perderse en el sueño de probar sus labios.
No importaba las veces que lo repitieran, la magia cosquilleante que los unía como un imán continuaba tan latente como la primera vez.
Ivlis no tardó en aferrar sus brazos alrededor del cuello de su joven amante. Sólo él podía con unos simples gestos cariñosos dejarlo en la delgada línea que separaba su euforia y el sosiego y lo hacían dudar entre dejarse vencer por la desesperación con la cual se aferraba a él como si el tiempo corriera marcando un inevitable final que llegaba cada vez que sus pulmones pedían tregua y no podían hacer más que fijarse en la preciosa y destellante de amor mirada contraria, hasta que la voz ronca y perdida de su hijo pedía lo mismo que él anhelaba; repetir una y otra vez cuanto fuera posible tan simple y hermoso roce de labios, que a medida de los segundos se impregnaba de una pasión tan desbordante que olvidaban por completo el oxígeno, volviendo a cumplir ese ciclo más de una vez.
Toda expectativa pasada de un primer beso con su amado quedaba pequeña y aplastada por la verdadera experiencia que hoy vivía y llenaba de dicha su corazón ¿Era así el amor? Había tenido hace años un concepto tan amargo de él que ésta probada era dulce a morir y se disolvía en todo su cuerpo con la rapidez en la que caía ante sus encantos. Juraba sin dudar que si alguna vez besaba a alguien más nunca sería tan maravilloso.
Nadie los molestaba, nadie existía, nadie interrumpía. Era un efímero instante en que el hilo rojo del destino podía enredarlos sin pena alguna mientras sus labios se encargaban de repetir palabras que no alcanzarían a pronunciar y sus brazos se aferraban con tal desesperación como si el tiempo no les alcanzara. No era un mero deseo carnal, iba más allá.
Licorice se negaba a perder contra el oxígeno. Su amor era tan intenso que no alcanzaba forma para expresarlo, solo se iba dejando llevar por lo que su corazón dictaba, dedicándose no solo a deleitarse con la dulzura de su fogoso enamorado, sino mimando sus enrojecidas mejillas entre tenues roces y alguna que otra caricia que peinaría su cabello hasta que ya no pudiera contener la tentación de desatar aquella cabellera salvaje que llegó a ver en sus sueños más anhelantes.
Solo las estrellas y la luna observadora pueden contar qué ocurrió esa noche donde el amor se alzaba triunfante y las heridas del pasado cicatrizaban mágicamente. Aunque para ellos no tenía relevancia, no ahora que después de tanto esperar ya no eran ellos con otros.
No eran Ivlis y Satanick, no eran Licorice y Revlis.
Solo eran ellos; Ivlis y Licorice.
Solo nosotros...
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Cada día me sorprendo más de la cantidad de páginas que podemos llenar mi novia y yo cuando nos inspiramos con una OTP.
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