6- Luna Llena

(Este capítulo narrará contenido un poco delicado ⚠️)

~Vacaciones~

Natalie Russo:

Los días seguían su propio rumbo, al igual que la vida de cada uno.

Tendría que acostumbrarme a las constantes visitas de enfermeros y Medimagos, al igual que a sus ridículos protocolos.

Luego de tres días dejé que Amos fuera el único en entrar.
Me disculpé llorando, porque lo había tratado de la peor forma posible.
Pero él jamás se había ido de mi lado.

Notaba su cansancio, pues cada noche se sentaba en una esquina de la habitación y cuidaba de mí.

Pero justo hoy le había pedido que fuera a su casa a descansar.
El señor Diggory también había llegado a visitarme, y fue el mejor momento para que se llevara a descansar a su hijo.

Pero más que todo, era porque tendría una visita.

Toc, toc —Tocaron desde el otro lado de la habitación.

—Adelante.

La manilla de la puerta dio un leve giro, dejando a su paso al nuevo invitado.

—Señorita Russo, un placer verla.

—Buenos días, señor director.

Albus Dumbledore se encontraba aquí, y mis nervios se hicieron notorios.

El director caminó sigilosamente hacia uno de los costados, tomando asiento.

—¿Puedo tomar uno?

—Sin duda alguna...

El mayor abrió el envoltorio de uno de los dulces que fue traído por Peter el día de ayer.

—Caramelos de limón, mis favoritos.

Sonreí, en señal de agradecimiento.

No entendía como había descubierto que estaba aquí, simplemente me sorprendí al ver un maravilloso fénix con una carta.

—Veo que se encuentra mucho mejor.

—Sí, señor director —Tragué con pesadez.

—¿Qué le ocurrió?

—Tuve un accidente...

Tal vez si conseguía alargar la mentira...

—Vaya... Que suerte la suya.

Sonreí, pero esta vez, mirando nerviosamente hacia la ventana.

Mi cuerpo había "sanado".
Ya no tenía aquellas cosas alrededor de mi cuerpo, ni las cicatrices en mi rostro.

—¿Cómo va la campaña de tu abuelo?

La "media sonrisa" que tenía había desaparecido.

—Pues... Bien... Supongo...

—¿Por qué lo supone?

Suspiré.

—Yo... No lo he visto desde hace varios meses.

El director asentía ante cada dato, y me resultaba confortante ser escuchada por primera vez.
Sin atajos, sin interrupciones... Sin mentiras.

—¿Qué me dice de su hermana?

—Ella aún lucha por subir de puesto... Usted sabe, los muggles y sus prejuicios.

Ante lo dicho, noté como enderezó su cuerpo. Era como si... Cómo si hubiera recordado algo...

Sin embargo, cualquier cosa que hubiera pensado, lo supo disimular llenando una taza de té.

—Un vaso medio vacío de vino es también uno medio lleno, pero una mentira a medias de ningún modo es una media verdad.

—Jean Cocteau —Recordé.

Ni siquiera sé como se me ocurrió mentirle... Era obvio que iba a saberlo todo.

—Perdón por haberle mentido.

—Puedes engañar a todos... O a ninguno.

Fruncí el ceño al no entender a qué se refería.

Nadie lo sabía, solo Amos...

Los chicos...
¿Cómo se me pudo olvidar?

—Veo que ya le dijeron.

—Más bien, me he dado la tarea de preguntar por usted, sobre todo al recibir una carta del señor Amos preguntando por si sabía alguna noticia de usted, hace exactamente cuatro días.

Me moví un poco, buscando sentirme un poco cómoda.

—¿Me expulsará? ¿No es cierto? —Dije, con temor.

—¿Por qué lo haría?

—Porque... Ya sabe...

—¿Saber qué?

—Soy... —Suspiré abrumada—. Una mujer lobo...

—¿Qué te hace pensar aquello?

No entendía a qué se refería.

—He sido mordida, señor director —Empecé—, faltando exactamente 5 días para la próxima luna llena...

—Eso lo sé... Me refiero a que... ¿En serio te sientes como un "hombre lobo"?

—Normalmente me gusta la carne bien cocinada... Pero últimamente no me apetece... Más bien, quisiera algún pedazo crudo.

El director asentía.

—Otras veces logro escuchar claramente lo que dice la recepcionista... Y eso que está a varios metros de aquí... O incluso, llego a percibir olores desde la cocina.

—¿Puede adivinar lo que pienso?

—No...

—Es una lástima... Sería el único sentido que le faltaría desarrollar.

Irónicamente, reí ante aquel comentario, y no entendía por qué se me hacía tan gracioso.

—¿Entonces...?

—No voy a expulsarla por algo que no fue su culpa.

—¿Pero...?

—¿Qué ocurrirá por las lunas llenas?

Yo asentí.

—Los primeros meses me gustaría que los pasaras por aquí... Puede ser un poco peligroso, no para otros, sino para usted misma.

—¿Por qué?

—El proceso es muy doloroso, y sobre todo, porque son muy pocas las mujeres que sobreviven a las mordidas de hombres lobos.

Ahora que lo pienso... Jamás había oído hablar de una mujer lobo.

—¿Quiere decir que soy la única sobreviviente?

—Efectivamente.

Ahora entendía los constantes cuidados y atenciones de los medimagos.

—Ojalá pudiera hablar con uno —Solté de la nada.

—¿Un hombre lobo?

—Pues... No estaría de más preguntar... Aunque sería bastante descortés de mi parte...

—¿Jamás has hablado con un hombre lobo?

—Nunca.

—Vaya...

—¿Y usted, ha logrado hablar con alguno?

Aquella pregunta dejó pensando por un momento al director, y luego soltó una cálida sonrisa.

—Efectivamente. ¿Quiere que le diga una cosa?

—Sí.

—Es muy común toparse con hombres lobo. A cualquier lugar que vayamos, siempre estaremos alrededor de uno.

Aquello hizo que un leve choque eléctrico recorriera mi cuerpo.
¿Siempre?

—¿De... De verdad? —Pregunté.

—Le sorprendería mucho conocer lo que por deber me corresponde saber.

El director sacó de su bolsillo una especie de reloj, y verificó la hora.

—Me encantaría quedarme, pero me han dicho...

—Lo sé —Suspiré—, deben prepararme.

El director usó su varita para convertir unas toallas de papel en hermosas flores lila, y las depositó a un lado de mí.

—Espero verla en dos semanas por los pasillos del colegio.

—Allí estaré.

Le dediqué una cálida sonrisa, y él salió de la habitación.

Y a partir de entonces, los nervios se volvieron a hacer presentes.

Quedaba solo un día para la próxima luna llena, y debían hacerme varias tomas de sangre para constatar que todo estaba bien dentro de mi sistema.

—Te veré el lunes.

Peter Pettigrew se encontraba saliendo de la habitación, diciendo que los chicos no habían asistido por un problema en la casa de James.

Ojalá todos estén bien.

Amos, por su parte, se quedaría en el hospital, mientras yo era trasladada a otro lugar.

¿A dónde?
Ni yo lo sabía.

Rara vez me sentía cansada, pero hoy, parecía desmayarme a cada rato.

Los pies me dolían.
El cuello me picaba.
Y mantenía un humor terrible; algunas veces me encontraba llorando, y al rato, reía como una loca.

Pero el cuerpo parecía pesarme.

—¿Qué hace un perro siguiéndonos?

Miré hacia atrás, y efectivamente, un enorme perro negro nos estaba siguiendo.

—¡Alguien debe sacar al perro de aquí! —Gritó Celeste, mientras me llevaba cuidadosamente hacia una nueva habitación.

—Yo me encargo —Se ofreció Amos—, igualmente no puedo ingresar...

—Cuídate mucho, Amos —Sostuve, con cansancio en mi voz.

—Tu igual, hermanita.

Amos me abrazó con mucho cuidado, para luego tomar al perro en sus brazos y sacarlo del lugar.

—¿Cómo has entrado? —Se quejó al notar que el perro no paraba de moverse—. Merlín, eres demasiado pesado...

Solté una carcajada, y visualicé a través de una ventana cómo el atardecer estaba cada vez más cerca de su fin.

—¿Lista?

—No lo creo... Pero haré un gran esfuerzo.

Celeste asintió más tranquila, y otro Medimago abrió una nueva habitación.

—Estarás aquí durante un día entero, mientras nosotros estudiaremos tu caso.

—¿Pensé que la primera noche no me iba a transformar? —Pregunté, con miedo.

—Y no será así, pero...

—¿Pero...?

—Tendrás varios síntomas, y debes saber tratarlos.

Vaya motivación.

Lentamente, empecé a entrar a la habitación, que parecía considerablemente más grande que la anterior.

A diferencia de que no había ventanas, ni vidrio, ni mesas, sólo una cama.

...

La noche empezaba a caer, y el peso de mi cuerpo era insoportable.

—¿Pulso? —Escuchaba, detrás de la vitrina.

—Pulso acelerado, doctora.

Escuchaba claramente el sonido de las agujas de un reloj.
Tick, tock... Tick tock...

Oía murmullos de otros pacientes que esperaban ser atendidos en la sala de emergencias.

Y el aire empezó a faltarme.

Me aferré al borde del colchón, pero el dolor no cesaba.

—¡AHHHHH!

Los brazos y piernas empezaron a dolerme como si fueran a crecer, y traté de tomar una posición fetal para evitar sentir dolor.

Pero todo era inútil.

Al mismo tiempo, los ojos empezaron a picarme, y de la nada, empezaron a arder.

—¡Basta! ¡Por favor!

Rogaba a todos los medimagos para que hicieran algo, y que el dolor pasara.

—¡Basta!

Con poca fuerza, me levanté y llegué a la puerta.
Pero ésta estaba sellada.

—¡Duele!

Empecé a golpear con mis puños hacia la puerta.

Oía las voces y respiraciones de cada uno de los presentes, pero ninguno se atrevía a entrar.

El pulso de todos había acelerado, sobre todo el de Celeste.
Ella estaba empezando a llorar.

Y yo también.

—¡Me duele!

Los brazos y piernas me ardieron, y caí al suelo.

Tenía un fuerte dolor en mi espalda, y las voces en mi cabeza no cesaron.

—¡Quiero salir de aquí!

Ahora, un escalofrío recorrió mi cuerpo, y una leve punzada tocó mi espina dorsal.

...

No recordaba nada...
Ya no quería nada...

Solo quería un poco de carne...

—¿Natalie? —Balbuceó Celeste, con miedo en su voz.

Había algo que ocultaba, y de seguro no era la primera paciente con esta "condición" que cuidaba.

—¿Señorita Russo?

El corazón me palpitaba muy fuertemente, y el aire volvía con mucha dificultad.

—A... Agua...

—A su derecha tiene un dispensador.

Con cuidado, me levanté del suelo y miré mi cuerpo.
Seguía igual, pero... ¿Por qué tanta tortura?
¿Cuál era el pecado que estaba pagando?

Tomé un vaso de plástico y me serví.
Las manos me temblaban...
Todo mi cuerpo lo hacía...

Pero esto no era lo que yo quería.

—Tengo hambre.

—A su izquierda tiene...

—¡Quiero carne fresca, no era basura!

Ok... Esto se estaba saliendo de control.

Yo...

Y de la nada, aparecieron varios animales pequeños.

Un conejo, un zorro y una liebre.

¿En esto me he convertido?
¿En un jodido experimento?

Al día siguiente, desperté en la antigua habitación, conectada nuevamente a otra máquina.

—¿Cree que todo estará bien? —Preguntaba Stella.

Aun después de varias horas, lograba escuchar claramente los latidos nerviosos de su corazón.

—Pudo haber sido peor.

—¿Peor?

Varias enfermeras voltearon a verme cuando me escucharon.

—¿Cómo se encuentra?

—De maravilla —Solté, con sarcasmo.

Diggory me dedicó una mirada de advertencia, a la vez que elevaba una ceja.

—Perdón... No era mi intención...

—Llama a Celeste —Fue lo único que respondió una de las tantas enfermeras—, dile que su... Paciente... Ha despertado.

A mí también me caes bien.

—Me alegra saber que has despertado —Llegó la mujer a mi lado.

—Si... Yo igual...

—¿De dónde sacas tanto sarcasmo? —Preguntó mi amigo.

—De una poción de los deseos...

—¿Recuerdas lo que ocurrió ayer? —Intervino la enfermera.

—Solo los inicios... Los fuertes dolores.

—¿Nada más?

—¿Lo único que recuerdo fue...?

—¿Qué cosa?

—No me diga que hice daño a esos pobres animalitos...

Amos y Stella fruncieron el ceño al no entender, y Celeste soltó una carcajada.

—No te preocupes, no les hiciste daño.

—¿No?

—Tuviste una lucha interna... Te debatidas si comerlos o dejarlos ir.

—¿Y qué ocurrió?

—Como mi asistente no los sacó... Empezaste a llorar diciendo que nadie más iba a tocarlos.

—Ni para esto sirvo...

—Es un buen comienzo... Fue racional —Intentó alentarme—. Muy pocos son los que logran controlar la mente humana por sobre el cuerpo animal.

—¿Y cómo llegué aquí?

—Te quedaste dormida, no aguantaste más presión y caíste en un sueño.

Toqué mi cabello, el cual estaba enmarañado, y vi varias pelusas.

—¡Natalie!

Peter entró al lugar con una especie de alivio en su rostro.

—Hola, Peter.

—¿Cómo fue? ¿Estás bien? ¿Te transformaste? ¿Te duelen las costillas? ¿La espalda?

—Peter... Estoy bien... O eso creo.

El chico asintió más tranquilo, y luego saludó al resto.

—¿Cómo es que sabes tanto de hombres lobo? —Soltó Amos.

La piel del Gryffindor se hizo un poco pálida, las manos empezaron a sudarle, y el corazón le empezó a latir con frenesí.

—Pues...

—¿Cómo es que tú y tus amigos...?

—¡BUENOS DIAS ESTRELLITAS...!

—Señor Potter, esto es un hospital, no un karaoke —Retó una enfermera.

—Lo siento... ¿Pero sabe usted la diferencia entre un hospital y un disco?

Todos negaron.

—Mejor espere no saberlo —Sacudió su chaleco.

Al mismo tiempo entraron Sirius y Remus.

El primero parecía tranquilo, mientras el segundo estaba demasiado pensativo.

Un nuevo sentimiento se apoderó de mí cuando los vi.
Un escalofrío...

¿Lista para las nuevas labores en el colegio?

—Remus... No digas tonterías.

El chico soltó una sonrisa peculiar, seguida de sus amigos.

—Lenguaje —Retó Amos.

Pero yo solo le saqué la lengua.

—Traje más dulces...

—¿Chocolate amargo?

—Efectivamente.

Tomé la caja brindada por Peter y saqué un poco, uno para cada uno, aunque la mayoría prefirió no comer.

—Genial, más para mí —Sonreí.

—¿Aún sigues pagando por el accidente?

Dicho esto, Peter se sonrojó por timidez.

—¿A qué te refieres? —Preguntó James, con mucha curiosidad.

—Cuando Natt y Peter se conocieron...

—¡Amos!

—Peter caminaba distraído, y sin querer, tiró los dulces que Natalie al lago negro.

—¡Fue un accidente! —Soltó Peter, sonrojado.

—Teníamos 11 años... —Traté de defenderlo.

—Ah, por eso, al momento de la selección, Peter estaba totalmente mojado... —Recordó Stella.

—Lo había tirado al agua... Y le amenacé con que el calamar gigante lo arrastraría por los tobillos.

Todos los presentes empezaron a reír, incluyendo a las dos enfermeras que se quedaron junto a nosotros.

—Con razón le teme al lag...

—¡Sirius! —Peter se abalanzó sobre su amigo, haciendo que ambos cayeran al suelo.

—¡James... Quítamelo de encima!

—¡No vas a decir nada...!

—Basta de juegos, la paciente debe descansar.

—Pero Celeste... Estoy bien... Mírame...

Intenté sentarme, pero las costillas me dolieron.

—Ok, no estoy bien...

Los chicos pasaron solo unos minutos más, antes de irse nuevamente a quién sabe dónde.

Pero antes...

—Chicos...

Los cuatro amigos giraron sobre sus talones al mismo tiempo, con total coordinación.

—Falta poco para volver a clases...

—Tu secreto estará a salvo —Me interrumpió Remus—, lo prometemos.

Los cuatro levantaron la mano en señal de juramento, y a ellos se unieron Stella y Amos.

—Nadie se enterará de esto.

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N/A: AHHHHHHH!!!!!

Me duele pensar en todo lo que debió pasar Remus con su primera transformación 💔
Él era sólo un niño...

Espero les esté gustando la historia ❤️
Me encanta saber que poco a poco vamos teniendo más apoyo

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