39- Las cartas

~1979~

Natalie Russo:

Ya no tenía tiempo.

La oleada de vómitos y la pérdida de cabello eran cada vez más frecuentes, y debía admitir que tenía miedo.

El tiempo finalmente se me ha agotado, y ellos también lo saben.

Aprovechaba cada mágico momento junto a mis amigos... Junto a mi esposo, sabiendo que tarde o temprano no nos volveríamos a ver.

Pero a pesar de esto, había noticias que valían la pena celebrar.

Una noticia que llegó a impactarme durante estos últimos meses fue el embarazo de Lily.

Aquella noticia puso de cabeza al grupo, y la felicidad de mis amigos era contagiosa.

Me sentía muy feliz por ellos, pero también debía admitir que quería ver crecer al niño o niña.

Podía incluso imaginarlo, cabello rojo o azabache, ojos verdes, y muchas, pero muchas pecas en su rostro.

—¿En qué piensas tanto?

Remus había traído el desayuno a la cama, a la vez que depositó un beso en mis labios.

—Nada en específico —Sonreí, contra sus labios—. Pero veo que has notado que tenía hambre.

—Es algo sencillo, tostadas, mermelada y frutas.

—Pero es el detalle lo que cuenta.

Me permito detallar su rostro con la mirada.

El rostro de Remus estaba marcado con viejas cicatrices que nunca curaron del todo, pero aun así, era hermoso ver como el rastro de cada uno se perdía en sus pequeñas pecas.
Sus labios estaban rosas, a causa de mi labial.
Sus ojos se mostraban cansados, siendo acompañados de ojeras por las malas noches que le he causado.

—Te he dicho que estoy bien —Se excusó, como si realmente hubiera leído mis pensamientos—, son solo heridas superficiales.

—Pero debes lucir guapo, Remus.

—¿Quién dice que no lo soy?

Ambos soltamos una risa, abrazando al otro mientras aparta el plato sin tocar.

—Además, Canuto dice que me veo bien con estas marcas.

—Sirius es un loco —Le respondí.

—Toma tu desayuno, lo necesitas más que nunca.

Evité una discusión al ingerir la primera mordida del pan, mientras él tomaba su plato.

—¿Ya pensaste en lo de quieres hacer hoy?

—¿Qué te parece si solo descansamos? —Le propuse, admitiendo que ya no tenía la misma fuerza de antes—, solos tu y yo... Y la música.

—¿Un baile?

—Así como lo dices suena muy común... Mejor llamémoslo "tiempo de encuentro".

—Lo llamaré como tú lo digas.

Remus levanta la mirada automáticamente, chocando con la mía.

A pesar de su notable cansancio, sus ojos siempre se encontraban brillando, y era una pregunta que me hacía cada mañana.

¿De dónde sacas la fuerza para seguir en pie?

—Remus...

—¿Hmm?

—Necesitamos hablar.

Mi esposo traga secamente la tostada, incluso puedo sentir su nerviosismo sin la necesidad de usar mis sentidos.

—¿Te sientes mal?

—Quiero estar a tu lado cuando ocurra —Solté.

Nunca me había atrevido a hablar de esto frente a él.

Amos me había dicho que tarde o temprano tendría que hacerlo, pero no me sentía preparada aun.

Nadie está preparado para recibir a la muerte.

—No vas a irte.

—Remus...

Mi esposo dejó su plato a un lado de la mesa de noche para ubicar sus manos sobre sus ojos, quitándose las lágrimas que se habían formado.

Nada se rompe tan cruelmente, a excepción del mismo corazón.

—Remus...

Mis palabras se vieron ahogadas en una fea tos. Una tos que parecía quemar mis pulmones y corazón por igual.

Me levanté tan rápido como pude hacia el baño, que ni siquiera sé cómo es que he llegado.

Levanto la tapa del inodoro y expulso cada milímetro de vómito en él, mientras siento las manos de Remus sobre mi cuello a medida que tomaba mi cabello.

Siempre se daba la tarea de tomarlo para evitar que se ensuciara, a la vez que daba ligeros masajes en mi espalda.

Y como siempre, mis lágrimas de dolor llegaron con la sangre de mis labios.

La última luna llena fue hace tan solo unos días, y está de más decir lo mucho que sufrí esa noche.

Llegué incluso a lastimarme, con el fin de acabar con este fatal dolor de una vez por todas, pero él evitó que avanzara.

—Natt... Ya... —Canturreaba—, ya va a pasar...

Pero parecía que lo decía más para él, que para mí.

No me molestaba en absoluto, pero sentía miedo por lo que podría pasarle.

Porque el dolor que le estoy causando le dejará una cicatriz profunda y notable. Por siempre.

Hace unas noches lo oí hablar por teléfono, supuse que era Peter el que estaba en la otra línea, pero mi corazón se rompió al mismo tiempo que sus lágrimas caían al suelo.

Remus debería disfrutar de su vida adulta como los chicos, y no estar al lado de alguien enfermo por el resto de su mera y corta existencia.

Debería salir a tomar aire, comprar ropa nueva o lucir su bella sonrisa.

Pero no, Remus Lupin se estaba aferrando a algo que se estaba acabando.

Una vez que sentí mi cuerpo en paz, si es que se le puede decir así, me levanté e intenté dar una ducha, aunque mis energías estaban bajas.

Era él quien me duchaba, quién deslizaba la barra de jabón aromático sobre mi cuerpo, a la vez que me daba dulces palabras de aliento.

—Tenemos toda la vida para enamorarnos.

Busqué su mirada nuevamente, sintiendo lo mismo que él, dolor.
Pero no un dolor roto, era un dolor único... Un dolor que era resultado de la mezcla entre la pasión y el sufrimiento.

—Dime que lo has pensado —Volví a tocar el tema.

—No quiero hacerlo... No lo soportaría.

Aun con el jabón en mi cuerpo, me sentía sucia.

—Nada va a salvarnos ahora, por eso quiero disfrutar lo poco que me queda junto a ti. Quiero sentirme animada, aun cuando el dolor que siento en mi cuerpo es insoportable.
Quiero que cada quemadura de mi piel sea reemplazada por un beso tuyo, quiero seguir a tu lado.

Remus Lupin siempre se ha caracterizado por saber oír al resto, aun cuando su garganta le pedía decir algo.

Y esta vez no fue la excepción.

Mi esposo se dedicó a oír cada una de mis peticiones, aunque aquello lo estaba dejando devastado.

El contacto de su piel contra la mía siempre me causaba una sensación de electricidad, y deseaba que jamás se me olvidara lo bien que se sentía.

Durante esa tarde escribí muchas cartas, mientras él actuaba en una misión para la orden.

Por más que le insistiera a Dumbledore, debía aceptar sí o sí, después de todo, nosotros mismos nos obligamos a actuar y a unirnos a esta organización.

Pero no pasé la tarde en vano.

Me dediqué a escribir cartas para mis amigos, a fin de que las leyeran el día en que necesitaran un consejo, y yo no estuviera presente para hablar con ellos.

Una para Stella, diciéndole que la admiraba tal cuál era. Sé que tendrá un gran futuro dentro de la medicina mágica, al igual que los problemas y dudas siempre van a interponerse en su camino, pero estoy segura de que ella podrá esquivarlos y continuar con su brillante carrera.

Una carta para Amos, agradeciendo por cada vez que me cuidó. Por cada noche que se quedó a contarme maravillosas historias, y por permitirme llamarle hermano.

Una para Sebastian Diggory, pidiéndole perdón por todos mis errores, pero agradeciéndole por salvarme, cuidarme y velar por mi futuro.

Una carta para James, diciéndole que sería un gran padre, y que no debía preocuparse por ello.

Una para Peter, en la cual le dejaba en claro que él también era especial, que era alguien igual de importante que el resto de nosotros, y que no debería sentirse menos que los demás.

Una carta para Sirius, aunque no sabía qué decir en especial, pero en donde le aseguraba que debía ser fuerte y plantar los pies sobre la mesa si quería una relación formal con Marlene.

Una para Pandora, pidiéndole que estuviera tranquila en casa, y que no se preocupara por crear algún invento para encontrar la cura de mi enfermedad. Porque conociéndola, estoy segura que su mente debe estar maquinando pociones y hechizos nunca antes creados.

Y una carta para Regulus, quien a pesar de conocerlo desde hace poco, había formado parte especial de mi vida, diciéndole que debía ser fuerte, y que luchara por lo que quería.

Porque vivimos en un mundo lleno de oscuridad y secretos.

Un mundo que gira en interminables círculos de dolor y heridas, donde hasta el mismo aire te puede cortar la respiración.

Un mundo con cosas dolorosas que te rompen el corazón.

—Te acompañaré por siempre, mi querido y preciado lunático.

Deposité un beso en la última carta.
Ésta era especial, solo para él.

Nunca tuve la valentía para encarar sus miedos, ni mucho menos para alentarlo a luchar en contra de un mundo que nos discrimina por nuestra condición.

—"Debes ser valiente. Por ambos".

—Porque no necesitamos morir en un lugar frío para demostrar que somos fuertes, ni mucho menos abandonamos a la suerte a nuestros semejantes.

—¿Recuerdas lo que me dijiste aquella noche de luna llena? ¿Mucho antes de que las estrellas formaran un camino?

—Estábamos borrachos de amor... Y quiero que cada luna en la que te sientas solo y abandonado, me recuerdes.

—No quiero que me recuerdes con dolor, quiero que lo hagas con amor.

—Que cada recuerdo que tengas conmigo sea mágico, como la cena del lago negro en nuestro último año.

—Yo siempre voy a estar en tu corazón, y tú en el mío.

—Sé que nada podrá salvarnos de este fatal destino, pero quiero que recuerdes mi voz.

—Tal vez no sea la más dulce, ni la más hermosa que hayas logrado oír, pero siempre quiero que recuerdes que eres especial.

—Ser hombre lobo no te hace menos humano, te hace fuerte.
Tú, Remus Lupin, eres el hombre lobo más noble que el mundo mágico ha podido conocer, y no dejes que nadie diga lo contrario.

—Las tormentas siempre van a arrancar a los árboles, es su naturaleza. La tuya, es ser feliz.

—Porque a pesar de vivir en un mundo lleno de oscuridad y muerte, tú eres más brillante que cualquier estrella de este vasto universo.

—No dejes que el mundo te diga quién ser... Tú mismo debes descubrir para qué estás aquí, tu propósito.

—Porque cuando leas esta carta, yo ya no estaré presente físicamente. Pero sé que me encontrarás en cualquier parte, en un chocolate, en un libro, incluso en un viejo pergamino. Y aunque ya no podré darte calor y hacerte sentir amado, algún día encontrarás a alguien que logrará hacerlo.

—Porque te amo.

Esas fueron pocas de las palabras que dejé en ese pedazo de papel.

Busqué el número de la florería que Sirius había usado para nuestra boda, "Florería Grecia".
Sonreí para mis adentros al recordar esa espectacular noche, pero sobre todo, al saber que ellas podrían cumplir mis últimos deseos.

Cada año de mi muerte, ellas se encargarían de enviar un ramo de flores hacia cualquier lugar en donde se encontrará Remus, y cada paquete llevaría una carta y una caja de chocolates, aquellas que él tanto amaba.

También compré algo para mi mejor amigo de toda la vida, Amos.

La sorpresa de Lily no fue la única en este llamativo mes, pues Stella Travers y Amos Diggory estaban a punto de ser padres.

Se trataba de un niño, al cual Amos Diggory quería llamar Nathaniel, en honor a mi nombre.

—"No seas ridículo" —Recuerdo haberle dicho—, ese nombre no le quedará bien.

—¿Por qué?

—Será mejor que le des otro nombre.

—¿Y qué propones?

—¿Qué te parece... Cedric?

—¿Cedric?

—Es un nombre monarca —Le sugiero—. Tendrá la belleza de ambos, la inteligencia de Stella y tu gran talento. Sé que será un buen chico.

—Se llamará Cedric, entonces.

Esa misma noche lloré en sus cálidos brazos, dejando que mis mejillas se pusieran tan coloradas como las capas de Gryffindor.

Y aunque ninguno estaba listo para dejar al otro, a él tampoco lo dejaría solo.

Amos Diggory fue más que mi mejor amigo... Fue mi hermano, mi soporte.

Un soporte que, a pesar de sus locuras, nunca encontró motivo para olvidarme.

Porque nada duele más, que dejar un corazón roto bajo la soledad de la noche.

N/A: No estoy llorando... No estoy llorando...
Ok, si estoy llorando.

No puedo creer que esta historia este llegando a su fin... ¡Qué rápido pasa el tiempo!

Nos vemos el siguiente viernes con el capítulo final ❤️✨

Besos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top