29- El bicornio

~7mo año~

Remus Lupin:

Debo admitir que el rostro de Natalie me causa risa.

Su mirada de confusión y terror generan que su frente se arrugue, y eso la hace ver graciosa.

—Ustedes son... Animagos.

Ella era inteligente, y debido a que quería ser Magizóologa, tenía que saberlo.

Al inicio no me pareció una buena idea. Exponer el secreto de los chicos me parecía una locura, pero ellos lo vieron como una disculpa, una forma de decir que confiaban en ella.

—Por todos los santos...

Cornamenta caminó lentamente hasta hacer una reverencia.
Sus astas eran casi tan grandes como su cuerpo, siendo majestuosamente hermosas.

Natalie dudó, pero levantó su mano, y con duda, acarició al ciervo.

Canuto, como lo demandan sus celos, ladró y saltó hasta captar la atención de la chica, esperando a que ella también lo abrazara.

Colagusano empezó a correr literalmente por toda la sala, siendo uno de sus pasatiempos.
La rubia lo tomó en sus brazos sin creer aun que aquella rata era uno de nosotros.

—Chicos, esto es increíble —Dice, al soltar a mi amigo—. ¿Pero saben lo que han hecho?

Cada uno volvió a su forma humana, listos para iniciar aquella batalla verbal que yo tanto había temido, pero que nunca me atreví a hablar.

—Totalmente —Dijeron, con orgullo—. Sabemos que podemos ir a Azkaban por hacerlo ilegalmente, sabemos que Dumbledore nos matará, que Minnie nos matará.

—¿Minnie?

—Así llamamos a la profesora Minerva.

—Ah.

—No te preocupes por nosotros —Opinó Peter, con dulzura—. Que ese papel ya lo tiene Remus.

—¡Oye! —Solté, con indignación.

Pero eso provocó que ella sonriera, y eso para mí fue suficiente.

—Quiere decir que... Aquella noche, en el bosque... Los informantes de Dumbledore...

—Éramos nosotros.

Natalie opta por caminar y tomar asiento en uno de los muebles del lugar, procesando toda la información obtenida.

—Un mapa que muestra Hogwarts —Empieza a nombrar—, una capa de invisibilidad, la habilidad de la transformación... Y yo que los creía tontos en primer año.

Sirius soltó una carcajada.

—Cada uno tiene sus fuertes. James, por ejemplo, es excelente en pociones.

—Un gran legado familiar —Se enorgullece.

—Remus es un sabelotodo.

—No soy un sabelotodo, simplemente...

—Peter es bueno en el ajedrez mágico y las cartas explosivas —Me interrumpe—. Y yo, yo soy bueno en todo.

—Oh, cierra la boca.

Natalie le lanza un cojín a su lado, pero los grandes reflejos de Sirius hacen que lo esquive.

—Y tú... Tú eres una mezcla de todos juntos.

—No soy buena en los juegos mágicos —Admite, sonrojada.

—Pero tienes un grandioso don en el Quidditch —Le recuerdo—. Sabes jugadas que la mayoría siquiera sabe sus nombres, eras buena recordando y muy astuta al sacar tus propias conclusiones.

Sé que lo último solo ella lo pudo entender, pues había sido yo quien la había descubierto hace varios meses investigando sobre las antiguas guerras en esta misma sala.

—Me siento halagada.

—Y yo con sueño —James opta por tirarse en el mueble—, pero es lo que hay.

Todos hicieron lo mismo en diferentes sofás, sintiendo un cálido ambiente en el lugar.

—Creo que debo volver —Dijo Natalie, después de varios minutos—. Debo hablar con Pomona sobre las visitas de Amos.

—¿Amos vendrá?

—Para la graduación —Afirma—. Los Diggory son mi familia.

—Nosotros también podemos ser tu familia.

—Imposible.

—¿Por qué?

—Porque ustedes son mis ángeles guardianes.

El día siguiente había llegado a gran velocidad, y habíamos optado por recorrer los terrenos de Hogwarts con Natalie.

Cada vez que podíamos le mostrábamos pasadizos secretos.

Ahora, la esperábamos en la Sala de Menesteres, pues teníamos libre, y ella clases.

No fue mucho lo que esperamos, pero fue lo suficiente para aclarar mis pensamientos.

De pronto la enorme puerta se abre, dejando a nuestra invitada a nuestro frente.

—¿Qué ocurre?

Peter fue el primero en darse cuenta de que venía llorando, pero yo fui más ágil en levantarme hacia ella.

—Ustedes... ¿Ustedes creen que soy una mala persona?

Sus ojos se cristalizaron al instante, y eso irónicamente rompió una parte de mí.

—Claro que no...

Sin imaginarlo, los brazos de la chica rodearon mi cintura, su rostro se apoyó sobre mi hombro y sus lágrimas encontraron lugar sobre mi débil cuerpo.

—No eres una mala persona —Sirius trató de animarla—, solo eres una persona a quien le ha sucedido cosas malas.

Debía admitir que era la primera vez que oía un apoyo moral de parte de Canuto.

—Pues estoy cansada de que todo lo malo me ocurra a mí. A mí y a nadie más.

Me di la molestia de acariciar su cabello, al menos hasta que ella tuvo el valor de separarse y secar sus lágrimas.

—He hablado con las chicas —Soltó, para mi sorpresa.

La mirada de asombro no tardó en llegar a nuestros rostros, y ella tomó asiento.

—¿Y qué ocurrió?

—Para resumirlo, solo Lily y Marlene me han pedido disculpas. Dicen que lo lamentan, sé que lo hacen, pero algo en mi interior no me permite seguir adelante.

—¿Las has perdonado? —Preguntó James, con bastante curiosidad.

—Eso les he dicho, pero no creo que mi corazón sea capaz de soportar las heridas.

—Natt —Peter toma asiento a su lado y apoya sus manos sobre las de ella—. Tú eres especial, eres única.
Tienes todo el derecho de estar enojada, de romperles una silla en la cabeza —Al decir eso, ella sonríe, y sé que Peter ha logrado su cometido—, porque aquí tú eres la única víctima.
Puedes sentirte enojada con ellas con verdadera razón, pero es algo que con el tiempo ya superarás.

—¿Estás seguro?

—Tan seguro que recuerdo que eres capaz de mandarme al lago negro para nadar con el calamar gigante.

Esta vez no pudo evitarlo y rió.

—Cuentas con nosotros para lo que sea —James le dice—. Jamás lo dudes.

—¿Incluso cuando sienta que mi mundo se cae?

—En esos momentos es cuando más te apoyaremos.

Los días pasaron, y la próxima luna llena estaba a tan sólo unas horas.

Como era de costumbres en estas fechas, nadie, absolutamente nadie tenía el valor de acercarse a nosotros. Nadie.

Con excepciones, claro.

Natalie estaba cansada, y lo entendía.

Estas fechas eran de mucho cansancio, por lo que a los chicos no les parecía raro nuestro mal humor.

—Antes solo teníamos que lidiar con uno...

—Ahora son dos.

Natalie golpeó con delicadeza a los chicos con un libro.

—¡Natt!

—Tal vez así se les pase más inteligencia, en vez de decir tonterías.

Lo habían logrado.
Lograron que ambos sonriéramos.

—¿Lista para esta noche? —Sirius le pregunta, casi en un susurro.

—¿Puedes decirme qué será diferente hoy?

—Mmm, déjame pensar. ¡Ah, ya sé! —Chasqueó los dedos—. Estaremos contigo, y tú lo sabrás esta vez.

—Gracias por recordarlo.

La chica tomó sus libros de pociones lista para irse a su sala común, para luego ir al bosque a escondidas.

—Los veré luego.

Para mi sorpresa, y la de todos, ella se acercó a mí y depositó un beso en mi mejilla antes de darse la vuelta e irse.

—¿Ahora si nos dirás lo que hay entre ustedes?

James esperó a que Natalie estuviera lo suficientemente lejos para hablar, sin saber que ella oiría todo.

—Nada.

—¿Nada de nada?

—Nada de nada.

—Pues para mí, ese beso fue intencional.

—Cierra la boca, Canuto.

Sabía que me estaban molestando, pero no caería en ese juego.
No volvería a caer.

Nuestra primera luna llena conscientemente juntos.

Luego de las insoportables horas de transformaciones, y mucho luego de varios dolores de cuerpo, los cuatros nos dirigimos hacia aquella cabaña.

Como cada ocasión, un centauro resguardaba el lugar, evitando así que cualquier visitante no deseado resultara lastimado.

El lobo blanco descansaba en medio de algunos árboles.
Su vista estaba perdida, y por un momento pensé en dejarla sola.

Pero como siempre, lo que pensaba jamás de cumplía.

En el primer instante en que oyó crujir las hojas del suelo elevó la vista hacia nosotros, encontrando así a cuatro animales a su alrededor.

A pesar de la poca iluminación de la noche pude ver cómo sus ojos esmeraldas brillaban como dos hermosos luceros.

Detrás de aquella bestia habitaba una hermosa mujer, una chica tan frágil como la porcelana, una chica única.

Y aunque ella misma se negaba a admitirlo, Natalie Russo era perfecta.

Pero al igual que yo, debía aprender a controlar sus impulsos.

Por un instante tuve el temor de que atacara a los chicos, pues los estuvo mirando mucho más tiempo del que debía.

—Vámonos.

Sabía que los chicos no entendieron mi aullido, razón por la que traté de tirar de ellos.

Su lucha interna ni siquiera había empezado.

Cornamenta se percató que algo andaba mal en ella, así que retrocedió justo a tiempo, antes de que ella soltara un manotazo.

La sorpresa no tardó en llegar, y al haber pasado lo mismo conmigo hace 2 años, sabían que lo mejor era retirarnos.

Intentamos alejarnos lentamente, evitando que un movimiento brusco la asustara y empezara a atacar, pero Canuto no calculó bien sus pasos y una rama chilló.

La cabeza del lobo blanco nos siguió instantáneamente, y pude ver el miedo reflejado en su rostro.

Nos estaba dando tiempo para huir.

De pronto vimos una flecha, la cual voló casi sobre su cabeza e hizo que corriera hacia ella.

La respiración de los chicos se relajó, sabiendo que enfrentarse a ella sería bastante peligroso.

No para nosotros, sino porque sería un daño por el que nos culparíamos toda la vida.

...

Me gustaba mirar Hogwarts desde los enormes árboles del bosque, sintiendo una especie de vacío cada vez que lo hacía.

Al inicio sentía que no pertenecía realmente a ese lugar, pero los chicos se encargaron de hacerme pensar todo lo contrario durante estos 7 años.

Fueron buenos tiempos, pero al salir, debía enfrentar mi triste realidad.

Los hombres lobos no eran bien vistos por nadie, razón que me dificultaría conseguir algún trabajo.
Nadie querrá aceptar a un hombre lobo sabiendo que podría morderlo cuando menos se dé cuenta, y era algo que me aterraba.

Mis padres... Debía irme de casa.

Sé que ellos me quieren, y yo a ellos, pero siento que merecen un descanso.

La preocupación de ambos empezó a mi corta edad, y desde entonces, nada fue lo mismo para ellos.

La edad de Lyall y Hope era de 45 años, y en el fondo necesitaba saber que al menos descansarían por un buen rato.

Pero algo interrumpió mis pensamientos esa misma noche.

Aullidos de dolor retumbaron por el espeso bosque, y mis peores temores aparecieron en mi mente.

Canuto, Colagusano y Cornamenta se levantaron de golpe al ver como varias aves salieron volando con apuro hacia otro lugar, y a la mente de todos llegó el mismo pensamiento.

Natalie.

Cerré mis ojos, tratando de localizarla con mis sentidos, pues el lugar es tan enorme que podría estar tranquilamente a varios metros de nosotros, pero al hacerlo un dolor de cabeza me invade.

Usar nuestras habilidades mientras estamos en nuestra fase animal era peligroso, pues eso implicaba tener que llamar a nuestro "animal interior".

Después de casi un año volví a sentir como mi pecho parecía desgarrarse por algo que parecían uñas afiladas, la cabeza me volvió a dar vueltas y tambaleé.

Los chicos estaban más que asustados, podía sentirlo.
No sabían qué hacer, ni mucho menos cómo reaccionar, por lo que rápidamente Canuto señaló hacia su derecha.

Con mucho dolor levanté mi mano, obstruyendo el paso de Cornamenta.

Negué con la cabeza, pues el lugar al que iría no era el indicado, es más, ni siquiera estaba seguro si ella estaba allí, por lo que su único consuelo fue esperar ansiosamente a que mi ataque acabara.

Al ser de gran tamaño, Canuto apoyó sus patas sobre mi pecho en señal de consuelo, sabiendo exactamente qué hacer.

Mis dientes afilados se mostraron sobre él, y todo empezó a verse borroso.

Pero debía ser fuerte... Ella estaba en peligro.

Ya no era aquel niño que se rendía cuando el animal en su interior lo atacaba y se dejaba dominar.

Hoy, aunque sea hoy, debía demostrar que podía vencer al lobo.

Tal como lo recordaba, unos brazos me rodeador en mi interior, siendo la bestia quien intentaba apoderarse de mi cuerpo.

Las voces de mis padres sonaron en mi cabeza.
"Tú puedes vencerlo"
"No dejes que acabe contigo, mi pequeño Lupin"
"Debes volver a casa".

Mi cuerpo cayó al suelo abruptamente. Canuto se asustó tanto que se alejó unos escasos metros, mientras apoyaba mis patas sobre el suelo.

Ladeé mi cuello con dolor, sintiendo el impulso de gritar.

Y lo hice.

Aullé con todas mis fuerzas en dirección a la Luna, diciéndole lo mucho que la detestaba por hacerme sufrir como un desgraciado.

Mis ojos se abrieron casi en su totalidad.

Entonces supe que yo había ganado esta batalla.

Me levanté con mucha dificultad, mirando a los tres animales frente a mí, y me concentro en cada uno de los sonidos del bosque.

Logro oír el sonido del agua, caballos, búhos y pequeños insectos, hasta que logro oír una lucha.

Sin dudarlo avancé hacia la dirección de mi espalda, siendo seguido por los chicos.

Lo que vi me dejó perplejo.

Un enorme bicornio luchaba con el lobo blanco, quién estaba en el suelo.

El animal era del tamaño de una vaca, y su cuerno filoso estaba embarrado de sangre.

Miré al lobo, quien en sus patas tenía sangre. Sangre que esperaba que fuera del bicornio.

El animal de color marfil intentó volver a atacarla, pero me armé de valor y me interpuse en su camino.

Gruñí al sostener el cuerno entre mis patas, agradeciendo el momento cuando Cornamenta usó sus astas para herirlo levemente mientras Canuto se abalanzó sobre él.

Colagusano corrió hacia nuestra chica, verificando que estuviera bien.

El bicornio giró su cuerpo y tiró al ciervo hacia el perro con ayuda de su peso, haciendo que yo tambaleara y lo soltara.

Irónicamente sentí que mis garras se afilaron, mientras él sacudió su pata sobre el suelo, tal cual lo hacían los toros antes de atacar.

Por el rabillo del ojo pude ver que los chicos estaban bien, y que yo estaba listo para pelear.

Lo haría para protegerla.

Pero mi acción fue interrumpida por el impacto de una flecha sobre el bicornio, aunque ésta no le hizo daño.

El centauro que reconocí de aquella cabaña apareció a mi costado, apuntando con su flecha y arco.

Eso hizo que el bicornio se enojara más e intentara abalanzarse sobre él, pero yo fui más rápido y tiré con todas mis fuerzas al animal salvaje.

El centauro corrió hacia Natalie, y a medida que sus pasos se alejaron, yo corrí detrás de quien le había hecho daño a mis amigos.

Pero esta vez, la situación se salió de mis manos.

La vista finalmente se me volvió negra, mi lobo interior estaba luchando por salir y atacar a la bestia, aunque no se lo permití por mucho tiempo.

Lo único que vi al abrir nuevamente mis ojos fue mi mano ensangrentada por una herida, y el hocico del otro lobo con sangre.

Natalie Russo había matado al bicornio.

N/A: ¿vaya giro, eh?

Quién lo hubiera pensado...

¿Cómo creen que reaccionará Natalie al darse cuenta de que ha matado a una criatura mágica? ¿Acaso recordará por qué lo hizo?

Siento que estas partes de hombres lobos son las mas dramáticas que he escrito, y me encantan jsjsjsj ¿ustedes qué opinan?

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