28- El mapa del merodeador
~7mo año~
Natalie Russo:
Aun no podía creer lo que había pasado.
La cita con Remus había salido mejor de lo que había esperado.
Pero también sentía que debía hablar con los chicos.
No quería que se sintieran mal por mi culpa, pues solo hablábamos pocas veces, y eso sucedía cuando los profesores nos unían en grupos de trabajo.
—¿Seguro que no les dijiste nada?
—Puedes confiar en mí —Respondió—. No les he dicho nada.
—¿Pero saben que fuimos juntos...?
—Solo saben que tuvimos una cita —Dijo, para mi tranquilidad—. Y tampoco es que haya sucedido algo malo.
—Es que siento que van a molestarme con ello.
—Ah... En eso quizás tengas razón.
Dejé de caminar por pocos pasos, cosa que pareció preocuparlo.
—Natt, no quiero decir que...
—Creo que ahora debo cuidar mi espalda —Reflexiono—. Con los chicos nunca se sabe.
—Bienvenida a mi mundo.
Por nuestro papel de prefectos estábamos en la primera ronda del día, tal como dictaba el cronograma hecho por Lily.
Lily.
Debo admitir que me llevé una gran sorpresa cuando Regulus me contó sobre que había sido ella la que había revelado mi secreto.
Y aunque me aseguró que había sido sin culpa alguna, todos los días recibía cartas de disculpas por parte de la pelirroja.
Tal vez también debía hablar con ella...
—¿En qué tanto piensas? —Me pregunta Remus—. Ahora estoy a tu lado, así que, por descarte, no puedo ser yo.
—Oh, cierra la boca.
Me es inevitable no golpear su hombro con el mío, provocando que pierda el equilibrio.
—De verdad Natt, dejando la broma de lado, ¿hay algo que te preocupa?
—Digamos que sí.
—Ey, los chicos no son Gargonas...
De pronto una imagen mental cruzó por mi mente.
Sirius Black, James Potter y Peter Pettigrew protagonizaron una curiosa escena, en la cual convertían a todos en piedra apenas hicieran contacto con sus miradas.
—Vaya idea me has dado. Me acabo de imaginar a James convirtiendo a todos en roca con sus anteojos.
Remus no lo evita y suelta a reír.
—Imagina a Sirius —Continúo.
—Perdería el encanto con las chicas —Se burló.
—Aunque debo admitir que sería un desperdicio para sus hermosos ojos grises...
Mi acompañante asintió, y mientras lo hizo se pudo escuchar el sonido de un zapato a nuestro alrededor.
Descartamos la idea de que fuera un estudiante, pues la gran mayoría estaba desayunando, y eso nos mantuvo en alerta.
Por instinto, ambos elevamos la mirada hacia ese lugar, pero no hayamos nada.
—¿Oíste eso?
Tomé mi varita bajo la capa, deseando que aquello haya sido una criatura y no quien pensaba.
Ni siquiera tuve oportunidad de responderle, pues una pequeña roca voló hacia nosotros.
Con suerte pude evitarla, y al tomarla trato de analizar de dónde provino.
—Juro que voy a matarlos...
Miro a Remus con total confusión, y para mi sorpresa, él sonríe.
O bueno, lo hace antes de que dos piedras caigan sobre él.
Eso nos obliga a que nos alejemos y busquemos con la mirada de qué se trata.
Me concentro en su totalidad, logrando oír el latido de dos personas adicionales a nosotros.
Una nueva piedra intenta llegar a mí, pero logro tomarla por el aire junto a tiempo.
—¡Qué reflejos!
Casi me muero del susto cuando veo una mano flotar sin cuerpo en el aire.
—Por Helga Hufflepuff...
Tomé mi varita y la empuñé hacia aquello, lista para atacar a quien fuera que estuviera espiando.
—Chicos, ya la han asustado.
Remus tenía una mano en su rostro, y cuando volví a mirar hacia el punto, dos personas aparecieron en mi panorama.
—¡Por las barbas de Merlín! —Exclamé, asombrada.
—Me gusta —Respondió el primer individuo antes de caminar frente a mí .
—Que buenos reflejos tienes...
—¡Casi me matan del susto! —Solté, con indignación—. Por no hablar que me moría de miedo.
Los chicos soltaron una carcajada, y eso no me gustó para nada.
—Por favor, Natt... Solo éramos nosotros.
Me acerco lentamente hacia ellos, y me atrevo a tocar sus rostros para comprobar que realmente son ellos, y no una ilusión.
—Con que te parezco una Gorgona... —Analizó James Potter.
—Pero dijo que le gustan mis ojos —Sirius Black sonrió, con orgullo.
Retiro la extraña capa de las manos de James y la detallo con la mirada.
—¡Por Merlín! ¿Es lo que creo que es?
—Así es —Dijo, con orgullo—. Te presento a nuestra mejor aliada de bromas... La capa invisible.
Ni siquiera me bastó con verla, ya que probé envolviendo mi brazo sobre ella, dejando como resultado la desaparición de mi miembro.
—No puedo creerlo...
—Ni nosotros lo que acabamos de oír.
Levanté mi mirada al instante, percatándome de que lo habían oído todo.
—Entonces... ¿Cuándo sentía que alguien me espiaba...?
—¿Éramos nosotros? Sí.
Abrí mis ojos con asombro.
—Bueno, no siempre lo hacíamos —Respondió Remus, para mi sorpresa.
—Solo pasó seis veces...
—¡Seis veces!
—Y eso sin contar el mapa.
—¿Qué mapa?
Los tres amigos se miraron con una sonrisa, pero yo no encontraba el chiste.
—Oigan... Puede que les parezca una tonta... Pero créanme, para alguien que creció en un lugar sin magia es bastante impresionante ver una capa de invisibilidad, sobre todo porque son difíciles de conseguir.
—No reímos por eso.
—¿No?
—Creemos que es hora de contarte un secreto.
—¿Qué secreto?
El sonido de una campana interrumpió el momento, al igual que los pasos de los estudiantes a varios metros empezaron a retumbar por el castillo.
—Creo que tendrás que esperar.
—¿Qué? ¡Oh, no! Ustedes me dirán en este instante qué ocurre.
Sin embargo, Sirius y James se dieron media vuelta y empezaron a caminar hacia el aula de Transformación.
—Remus...
—Lo siento... Pero esta vez, lo mejor será que esperes.
—¿Qué?
Remus se dio la vuelta y empezó a caminar, acción que imité hasta llegar a su lado.
—Tenemos clases juntos —Les recuerdo—, pueden contarme allí.
—Te contaremos luego de todas las clases —James sonrió, con burla—. Lo juramos.
—Voy a molestarlos todo el día. Se cansarán tanto que tendrán que decirme ahora o...
—Solo debes esperar 6 horas, Natt...
—¡Es mucho tiempo, Sirius! Si no me mata la angustia de los resultados de los exámenes, lo harán ustedes.
Sin embargo, ninguno dijo nada.
—¡Peter! —Grité al verlo.
—Hola Natt —Me saluda, pero al ver a los chicos se muestra confundido—. ¿Ocurre algo?
—Nada nuevo —Respondió Sirius.
—¿Y? ¿Ya lo sabes? —Me pregunta.
—Esa es la cuestión Pett. No me quieren decir nada.
Peter elevó sus cejas en señal de entendimiento y sonrió.
—Te contaremos después de clases.
—Los odio —Me cruzo de brazos.
—No es cierto —Dijeron al unísono—. Nos amas.
—Y solo por eso... Solo porque me caen bien, no les lanzaré un Alarte Ascendare.
—Menos mal eres nuestra amiga —Suelta James, con sarcasmo—. ¡Oye!
Me sentí en la obligación de golpear su cabeza con la palma de mi mano, y el sonido provocó que la mirada de varios curiosos se posara sobre mí.
—Reserven su atención para la clase, y no para aquello que no les incumbe.
Sirius Black había hablado por mí, en especial a cierto grupo de chicas que no despegaron la mirada por un buen rato.
—¿Has hablado con ellas? —Me pregunta Remus al tomar asiento junto a mí.
—No me siento preparada... No aun.
—Estas en todo tu derecho de no hacerlo —Comenta Peter—. Así que no estás equivocada.
—Gracias por el apoyo —Les digo—. A todos.
—Para eso estamos los amigos.
—¿Ya me contarán aquel secreto?
—Lamento decir que la clase está por iniciar —Respondió Remus.
Y era cierto, la profesora Mcgonnagal entró al aula con varias carpetas, y a su lado, Mary McDonald empezaba a repartir algunos objetos a los alumnos.
Evité hacer contacto visual cuando pasó por mi puesto, y un simple "Gracias" salió de mis labios.
Al menos eso era lo único que podía decir.
—¡Excelente! —Dijo la profesora de Cuidados de Criaturas Mágicas—. ¿Puede decir entonces que...?
—En conclusión, el Qilin es una criatura capaz de ver el alma de las personas, postrándose ante cualquier persona con un alma pura y bondadosa —Respondí.
—15 puntos para Hufflepuff.
Hago un movimiento de asentimiento, pues, si voy a compartir clases con los chicos y no van a contarme aquel secreto, al menos debía mantener mi mente ocupada.
—Juro que si no me dicen qué es...
—Tranquila Natt —Responde James, para mi consuelo—, esta es nuestra última clase del día, así que, apenas termine, te diremos.
—Gracias al cielo —Solté, con sarcasmo.
Los cuatro amigos evitaron soltar una carcajada mientras la docente los miraba.
—Bien, debido al corto tiempo que nos queda, de tarea tendrán que escribir un pergamino de 45 cm sobre el qilin , de donde es originario y su historial mágico.
—¡45 centímetros! —Exclamaron por otro lado.
Uno a uno, los estudiantes empezaron a quejarse por aquello, siendo encabezados por Marlene Mckinnon.
—Serán 50 si no hacen silencio.
—1 galeón a que le subirá a 50 —Escuché a Sirius—. ¿Juegas querido Cornamenta?
—¿Cornamenta?
Sin embargo fui rotundamente ignorada.
—1 galeón a que le sube a 60 —Respondió el azabache—. ¿Juegas Lunático?
—Paso.
Que nombres tan extraños.
—Apuesto un galeón a que lo dejara así —Responde Peter, para mi asombro.
—Hecho.
Los tres amigos unieron sus manos para sellar el pacto y esperaron a que la bruja diera su veredicto.
—Silencio...
Pero todos seguían en su queja.
—¡Silencio...!
Pero su voz fue interrumpida con el sonido de la campana, terminando así finalmente el día.
—¡Si llego a ver un pergamino menor a 45 centímetros se quedarán en castigo!
Giro mi rostro justo a tiempo para ver la mirada de decepcionada de los chicos, mientras sacan su dinero para darle a Peter.
—Fue un honor haber trabajado con ustedes, caballeros.
Remus resopló con burla, negando con su rostro el acto de sus mejores amigos.
—¿Ahora sí me dirán? Ya acabó el día.
—No.
Me sentí muy indignada en ese momento, pero eso fue reemplazado cuando Remus y Sirius ubicaron sus brazos sobre mi hombro.
—Es mentira, Natt —Opinó James—. Solo que buscaremos un buen lugar para charlar.
—¿El mismo lugar de siempre?
James iba a decir algo, pero fue interrumpido por la llegada de alguien a nuestro puesto.
—Hola, chicos.
Lily Evans estaba aquí, de pie frente a todos.
No tenía buen aspecto, parecía cansada, y había rastros de ojeras bajo sus ojos.
—Evans.
Me sorprendió ver como James parecía enojado con la pelirroja, sobre todo cuando siempre era lo contrario.
—Me pasaba por aquí porque...
—Te esperamos allá —Opinó Peter antes de guiarnos a otro lugar, mientras mi cuerpo fue literalmente jalado por los dos Gryffindor.
Pude oír el suspiro abrumado de Lily, y sabía que Remus lo había hecho igual, pero aun no me sentía lista para hablar de ello.
En silencio, fuimos a la tan conocida Sala de Menesteres, esperando a que nuestro amigo llegara al fin.
—¡Chocolate!
Casi salto de alegría al ver aquellos dulces, pero los chicos también habían reaccionado de la misma manera, por lo que una batalla campal entre Sirius, Peter, Remus y yo dio inicio.
—¡Es mío! —Grité, cuando Sirius me quitó unos chocolates.
—Amar es compartir, querida Natt.
—Oh... En ese caso...
No me quedó de otra más que robarle cada uno de los dulces que intentaba comer, dejándolo con hambre.
—No es muy Hufflepuff de tu parte —Opinó, con indignación—. ¡Se supone que debes compartir!
—Cierra la boca.
Le saqué la lengua como si fuéramos dos niños, gesto que me hizo acordar cuando apenas teníamos 11 años.
—Por favor, dime que lo recordaste —Se rió.
Los chicos nos miraron confundidos.
—Sirius y yo nos hicimos amigos en un castigo —Sonreí, recordando a un pequeño niño de cabello largo y ojos grises—. Él no quiso ayudarme a limpiar los trofeos...
—Yo le saqué la lengua.
—Y yo tiré de su cabello —Dije, con orgullo—. Mis ganas de arrastrarlo por los suelos fueron posibles en ese entonces.
Remus tuvo que ayudar a Peter, quien casi se atraganta con los chocolates.
—Y pensar que me sentía terrible por caer al lago negro.
Cada uno volvió a reír, hasta que James se dignó en venir.
—Demonios, Potter. ¿Acaso te quedaste fabricando nuevas varitas?
Quería preguntar sobre Lily. Realmente quería hacerlo, pero primero debía saber cuál era ese secreto que tanto se esmeraban en cubrir.
—¿Tardé mucho? —Preguntó, con inocencia.
—Casi nada —Respondió Peter—, pero Natt no deja de preguntar qué ocurre.
—Bien... Creo que es hora.
—¿De verdad? —Pregunto, con ilusión.
—Lo hemos planteado por mucho tiempo —Comentó Remus—, y creemos que es hora de que lo sepas.
—Soy todo oído.
—Bien. Pero antes que nada...
—Debes prometer... No, debes jurar que no le contarás a nadie.
—¿Tan malo es?
De inmediato tuve la mirada de los cuatro chicos sobre mí, y me sentí nerviosa.
—Está bien, no diré nada —Levanto mi mano en señal de juramento—. Es una promesa.
Todos miran a Remus, y es James quien se ubica frente a mí.
—Hay algo que debes de saber de nosotros.
—Ahora me están asustando.
Esperé a que tuvieran el valor de hablar, sin saber que aquello me dejaría sin palabras.
—Eres consciente de que Remus es un hombre lobo —Empezó Sirius, a lo que yo asentí.
—Lo sé. Yo también lo soy —Respondí, con obviedad
—Y hoy has descubierto que poseemos una capa invisible.
—Más bien, que yo la poseo —Interrumpió James.
—Da igual, el punto es...
—¿Sabes cómo calculamos el tiempo adecuado para nuestras bromas? —Me pregunta Peter de la nada.
—Siempre he creído que es pura suerte.
—Hoy descubrirás que no lo es —Sonrió—. Remus... Haznos el honor.
Vi que James sacó una especie de pergamino viejo de su capa y me lo tendió.
—¿Un pergamino?
—No es cualquier pergamino —Dijo Sirius—. Es uno muy especial.
—¿Por qué?
—¿Quieres leer lo que hay escrito allí?
Puse mi mirada en el papel, y para mí sorpresa éste empezó a mostrarme rastros de tinta.
Imposible...
—"¿Quién cree tener la osadía de hurgar en cosas ajenas?" —Leí en voz alta—. Mmm, ¿quién crees tú qué soy? —Hablé, como si el pergamino fuera a responderme.
La tinta desapareció, y nuevas palabras se fueron formando.
—"El señor Lunático cree que eres una persona con una voz muy dulce, pero el señor Colagusano cree que eres muy despistada" —Volví a leer—. Yo no soy despistada —Reproché.
—"El señor Cornamenta cree que actúas raro". ¿En qué sentido? —Le pregunté.
—"Quizás debas preguntarle tu misma"
Iba a levantar la mirada, pues esta misma mañana había oído esos nombres, pero una nueva marca apareció.
—"El señor Canuto cree que deberías peinarte, pareces una bruja" —Leí, indignada—. ¿Qué parezco bruja...? Soy una bruja, pero... Un momento.
Levanto la mirada por primera vez, y veo como todos me miran con diversión.
—No me da gracia tu mapa —Admito—. Yo soy muy linda.
—Ellos nunca dijeron que eras fea.
—Pero dijeron cosas que... Espera.
Volví a mirar el mapa, alternando la vista entre el trozo de papel y los chicos frente a mí.
—Por las barbas de Merlín... ¿Pueden plasmar sus pensamientos en este pergamino?
—Algo así —Respondió Remus—. Es algo más complicado de explicar.
—Evita que un curioso hurgue en aquel artefacto —Continuó Peter—. Y suelen tratar de insultar a los que considere como enemigos o a quienes sabe que les dará un mal uso.
—¿Por qué lo haría?
—Remus, te toca.
El castaño soltó un suspiro y procedió a sacar su varita.
Lentamente ubicó la punta de ella sobre el pergamino y abrió los labios para decir unas palabras.
—"Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas."
Todas las palabras que habían aparecido hace poco, desaparecieron, y un nuevo logo apareció en él.
—"Los señores Lunático —Leí, a lo que Remus hizo una leve reverencia—, Colagusano —Peter lo imito—, Canuto —Sirius tuvo la osadía de tomar mi mano libre y besar mis nudillos— y Cornamenta —James sonrió desde su puesto y me guiñó el ojo coquetamente—, los proveedores de ayuda mágica a los traviesos, se enorgullecen en presentar el Mapa del Merodeador".
Vi como la tinta se esparció por el papel, formando pasadizos y huellas.
—¿Esto es...?
—Hogwarts —Dijeron, a la vez.
Para mi sorpresa, varios nombres aparecieron en el mapa.
Nombres que reconocí como mis compañeros.
—¿Y ese es...?
—Dumbledore —Dijo James.
—En su oficina —Le siguió Peter.
—Dando vueltas alrededor de su escritorio —Continuó Remus.
—Lo hace todas las tardes, y a la misma hora —Finalizó Sirius—. 7 vueltas alrededor de su escritorio para ser exactos.
Me quedo anonadada al ver como el nombre de varios estudiantes recorre lo que se supone es Hogwarts.
—Esto es... Wow...
Por primera vez en mi vida me quedo sin palabras. Ver este mapa ha sido una gran sorpresa para mí, sobre todo porque, para su creación, debieron utilizar bastante magia y conocimientos avanzados.
—Con el Mapa Del Merodeador hemos solventados muchos de nuestros problemas —Admiten.
—¿Cómo lo han hecho? —Pregunté—. Es decir... El mapa.
—Fue muy complicado al inicio —Responde James, con una sonrisa de triunfo—, pero valió cada segundo invertido.
—¿Y eso fue...?
—En nuestro quinto año —Intervino Peter—. Justamente cuando Remus nos contó que era un hombre lobo.
—Aunque la idea había surgido con sus desapariciones —Admite Sirius—. Queríamos saber a dónde iba Remus algunas noches, pero nos faltaba una mente maestra para crearlo.
—Pero ustedes son inteligentes...
—Sí, pero Remus fue el que le dio el detalle final.
Miré el mapa, notando como la mancha de nombre "Pandora Sailstream" caminaba por el pasillo de astronomía con "Xenophilius Lovegood".
—¿Por qué no estamos aquí? Es decir, he visto todo, pero no hallo nuestros nombres?
—Es lo mismo que nos gustaría saber. Se supone que el Mapa muestra todo de los terrenos de Hogwarts: pasadizos, estudiantes, maestros, aulas... Pero no esta sala.
—Qué raro.
—La sala de Menesteres es muy misteriosa, razón por la que también deberíamos tener cuidado.
—¿Y cómo la han descubierto?
—Por pura coincidencia —Responde Peter—. Necesitábamos un lugar para escondernos.
—Era noche de rondas, y Lily... —James pareció descartar la idea de nombrarla—, Evans es muy estricta con las rondas, y nos había pillado, así que corrimos en busca de un lugar para escondernos.
—Un lugar del que nadie había hablado.
Me quedé pensativa, mucho tiempo a decir verdad, pero ellos tuvieron la amabilidad de responder cada una de mis dudas.
—Aun me queda una duda.
—¿Cuál? —Dijeron, al mismo tiempo.
—¿Por qué usan esos apodos?
Los cuatro amigos se miraron entre sí y sonrieron.
—Por esto.
Tuve que literalmente tomar equilibrio con una de las mesas a nuestra alrededor.
El miedo y el asombro llegaron cuando, en mi frente, aparecieron tres conocidas criaturas.
En el lugar de James estaba un enorme ciervo.
Su piel era pálida, sus ojos eran tan oscuros que podía jurar que estaba viendo el cielo nocturno, pero sus astas... Eran enormes.
En el lugar donde estaba Sirius apareció un enorme perro.
Su pelaje era negro, y éste movía la cola en señal de felicidad.
Sus dientes caninos se veían muy afilados, y el perro daba miedo.
En el lugar de Peter apareció una pequeña rata.
Su pelaje era de color gris, y su cola parecía estar marcada con tinta roja.
A diferencia de sus amigos, éste era bastante pequeño, pero se podía notar que le era útil en muchos aspectos.
Por último miré a Remus, quien esperaba mi respuesta atentamente.
—No puedo creer lo que estoy viendo —Fue lo único que pude articular.
—Ni yo cuando los vi —Admitió.
—Por todos los santos... Ustedes son...
—Animagos.
—¿Quiere decir que... Aquellos animales del bosque...?
—Siempre fuimos nosotros.
N/A: Finalmente, el secreto de los Merodeadores ha sido revelado.
De no ser por las mesas de la sala de menesteres, Natt habría caído al suelo jajajjaajja. Ay no, pobre chica.
¿Cómo habrían reaccionado ustedes si se enteraran que sus amigos se pueden convertir en animales a voluntad propia?
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