20- El error de Sirius
~7mo año~
Natalie Russo:
Estaba sumamente nerviosa.
Caminaba por toda la habitación buscando el atuendo con el cual asistiría a la cita con Remus.
Ni yo me lo creo.
Le escribí una carta a Stella, quién envió como respuesta un vociferador, gritando de felicidad.
Menos mal estaba en mi cuarto cuando la carta llegó.
Así que opté por usar una blusa blanca acompañada de una falda vinotinto, la cual era mi favorita, además de un abrigo azul marino y botas con plataforma.
Mi cabello estaría totalmente suelto, y usaría poco maquillaje como siempre.
Miraba el reloj con la esperanza de que el tiempo se detuviera, pues no me sentía preparada aun.
¿Y si...?
—Natalie —Una de mis compañeras de casa llega a mi habitación—, te buscan afuera.
—Gracias, Jessie.
Me levanto de la cama con muchos nervios, pero trato de respirar profundamente y me dirijo a las afueras de mi sala común.
Había algo que me preocupaba, pero no sabía por qué.
Le escribí a los Diggory, quienes dijeron que todo estaba normal como siempre.
Sin embargo, tenía un mal presentimiento...
—Hola, Natt.
—¿Qué tal todo, Mary?
Debo admitir que esperaba a otra persona en estos momentos.
—¿Vas a salir? Te ves muy hermosa.
—Oh, gracias...
—¿No irás al salón de té, hoy?
—No, hoy tengo libre, tengo una... Cita.
La morena abrió sus ojos en señal de asombro, y luego soltó una sonrisa.
—Pues te deseo mucha suerte con la persona afortunada.
—Gracias, Mary. Pero dime, ¿Necesitas ayuda con algo?
—Ay, casi lo olvido —Se acomoda el cabello—. Es que necesito un gran favor.
—Si puedo ayudarte, con gusto.
—Es que... Tendré..., bueno, quería invitar a las chicas a una especie de cena.
Yo asiento.
—Cada año nos reunimos en un salón para celebrar algo, y quería saber si puedo contar con tu autorización.
—¿Tienes el día en mente?
—28 de noviembre.
Repaso mentalmente las fechas de transformación, y caigo en cuenta de que justo es luna llena.
—Lo siento Mary, pero creo que ese día no podré ayudarte.
—Oh, lo entiendo... —Dice, con decepción—. No hay problema Natalie...
—Es que ese día tengo un compromiso...
—¿Saldrás del castillo?
Si supiera...
—Algo así, he quedado con Amos para vernos... Usará la chimenea para venir por unos minutos... —Miento, pero eso causa que me sienta un poco mal—. Pero si gustas, puedo convencer a quien sea que tenga rondas ese día para que puedas hacer tus planes.
—Te lo agradecería mucho.
Le brindo una sonrisa tímida a la chica, y ella se despide para seguir su curso.
Me quedo mirando el pasillo, y sin darme cuenta, alguien tapa mis ojos.
—¿Llevas esperando mucho?
—Una eternidad.
El chico quita ambas manos sobre mi rostro y aprovecho para girar mi cuerpo.
—Te traje flores... O algo así.
Remus tiende un ramo de rosas, las cuales parecían haber estado en un remolino.
Yo sonreí ante su nerviosismo.
—Las traía bien... Pero James...
—Están perfectas —Sonrío—. No importa si crees que fallaste en esto, tu intención es muy linda, y agradezco por ello.
Con mi varita apunto a la planta y murmuro un hechizo para volver a darle vida a las hermosas rosas.
—Listo, problema resuelto.
Ambos hacemos contacto visual por unos breves segundos.
—Iré a dejarlas en agua y vuelvo a salir.
—Te esperaré.
Mucho antes de entrar dudo sobre algo que rondaba en mi mente.
—¿Te gustaría entrar? —Le propuse.
—¿A tu sala común?
—Nadie tiene por qué enterarse.
Remus asiente un poco nervioso, y soy yo quien sonríe.
Como la entrada estaba abierta, no tuve la necesidad de tocar los barriles, y ambos entramos al lugar.
Varios estudiantes de otras casas ya habían ingresado al lugar en otras ocasiones, cosa que algunos de mi casa tomaban a la ligera y preferían ignorarlo.
—Bienvenido a Hufflepuff.
Remus admiraba el lugar con mucho detalle y entusiasmo.
Sabía que notaba grandes diferencias entre ambas salas comunes, sobre todo en la estética, las decoraciones y los colores.
El amarillo y las flores de Pomona eran el atractivo del lugar, y varios muebles súper cómodos esperaban alrededor de una chimenea.
Aquella chimenea casi nunca pasaba prendida, no había la necesidad, pues al estar cercas de las cocinas el calor era contagiado.
Fui a mi habitación, tomé una jarra, susurré un aquamenty para llenarla lo suficiente y dejar al ramo de rosas junto al conjunto de flores que me había dado Remus hace una semana.
Para cuando salgo del lugar, veo a mi cita hablando con unas niñas de primer año.
Ambas jugaban al ajedrez mágico, y reconocí a Elizabeth Jones entre las niñas.
—Mueve el alfil en esas cuatro casillas.
—De acuerdo.
Elizabeth le da las órdenes a la pieza, la cual queda justo frente a un caballo contrincante.
—¿Estás seguro de que es buena idea?
—Mira lo que va a pasar luego.
Ambas chicas movieron sus piezas al cabo de unos minutos, y en poco tiempo hubo un Jaque mate por parte de Elizabeth.
—Vaya, eres bueno en esto.
—Soy el mejor.
Golpeo a Remus, con tal de que deje de pavonearse.
—¿De verdad eres de Gryffindor? —Pregunta la niña con un poco de asombro.
—Sí.
—¿Y cómo has logrado entrar?
—Vine por una cita.
Remus posa su mirada en mí, y ahora soy yo la que se sonroja.
—Natt es linda, ¿Verdad?
—Oh, sí. Natt es muy hermosa.
Evité a toda costa sonreír demasiado, cosa que él notó.
—¿Conoces a Margareth?
—Margareth... —Repasa en voz alta—... Margareth...
—Margareth Jones.
—Creo que sí, he oído su nombre...
—Es mi hermana —Sonríe—. Quería visitarla, pero no sé cómo.
—¿Te gustaría ver si está en la torre?
—¡Me encantaría! —La niña se levanta tan rápido como su cuerpo le permitió.
—Pues... No creo que tengas problema con ello. Pero eso sí, solo tú podrás ir.
Elizabeth asiente.
El castaño se agacha para quedar a su altura y susurrarle varias indicaciones, las cuales de seguro son las contraseñas del cuadro de la Dama Gorda.
—¿Entendido?
—Lo comprendo totalmente. Muchas gracias...
—Remus —Asiente—. Creo que olvidé presentarme...
—Elizabeth —Sonríe—. Bueno, iré a ver a mi hermana... Mucha suerte en su cita.
La niña salió dando ligeros saltos de alegría, y eso me recordó a Pandora.
—¿Vamos? —Remus tiende su brazo.
—Veamos que tal —Sonrío, tomando su brazo.
Ambos pasamos toda la tarde juntos, visitando tiendas y comprando algunas cosas que nos servirían luego.
Al pasar por una tienda de dulces no desaprovechamos la oportunidad de comer demasiados dulces, aunque Remus parecía ser el que menos comía.
—Te va a doler el estómago —Repetía cada cinco segundos.
Debo admitir que fue una de las mejores tardes de mi vida.
Aunque claro, los chicos no desaprovecharon la oportunidad de molestarnos.
Peter decía que ambos parecíamos dos tomates cada vez que Sirius soltaba alguna patanada, pero me vengué al darme cuenta que miraba mucho a cierta rubia.
James, por su parte, se empeñó a molestar a Lily, y para nuestra sorpresa, ella había aceptado una cita.
Remus era un chico tímido, y yo también lo era, pero las risas nunca faltaron en nuestras conversaciones.
Muchos nos miraban raro, sobre todo cuando nos reíamos por cualquier tontería.
Al pasar por una nueva tienda nos sentimos tan curiosos que fuimos a ver de qué se trataba, y muchos magos se quedaban sorprendidos al ver que se trataba de una cabina de fotos.
Ambos posamos para la cámara, donde cada flash parecía dejarnos ciegos, pero que sin duda alguna dejaría un gran resultado en las fotos.
Lo pudimos comprobar unas horas después, cuando en todas las fotos aparecíamos sonriendo, sin pensar siquiera en todos los problemas que teníamos que afrontar luego.
Fotos donde nos mostramos felices, libres de cualquier dolor y sufrimiento.
Pero todo debía cambiar ahora, pues hoy era noche de luna llena.
—¿Estás seguro de que no tendremos problemas? —Pregunté.
—Nadie sería tan arriesgado como para ir al bosque.
—No lo sé, Remus... Tengo un mal presentimiento...
Ambos caminamos dentro de los pasillos del castillo para estar presentes en la cena y luego desaparecer a la penumbra de la oscuridad y las estrellas.
En esta ocasión, Remus me invitó a cenar en la mesa de Gryffindor, y pude sentir varias miradas sobre nosotros.
Pero yo estaba totalmente perdida en el brillo de sus ojos cafés, y los ojuelos que se formaban en su mejilla cada vez que sonreía.
Por alguna extraña razón, Sirius no parecía estar con nosotros, aunque Peter afirmaba que no lo había visto en toda la tarde.
Entonces cenamos juntos, como si fuéramos los mejores amigos, entre los chistes malos de James y las anécdotas raras de Peter.
—¿A dónde van? —Le pregunto a los chicos, una vez que hemos terminado de cenar.
—Nosotros iremos a hacer unas cosas...
James golpea a Peter con el codo, y eso hace que se ponga... ¿Nervioso?
—Tenemos que terminar la tarea de DCLAO. —Reparó.
—Oh, claro...
Shelby y su ridícula tarea de los hombres lobos.
Como tarea, el profesor envió a hacer una redacción de 45 centímetros sobre las ventajas del registro de licántropos dentro del ministerio.
—Los veo mañana —Me despido al sentir una mirada proveniente de la mesa de Slytherin.
—Hasta mañana.
Cada uno se levanta de la mesa y camina por su propio rumbo.
Aunque claro, yo no iría exactamente a mi habitación.
Recordé el camino oculto que Remus mencionó esta tarde para salir del castillo sin ser vistos, y aproveché que nadie circulaba por ese pasillo para dirigirme hacia la entrada oculta.
Al inicio creí que era una mala broma, pero luego de varios intentos logré abrir el "pasadizo".
El camino constaba de una cueva, la cual parecía terrorífica.
Aunque yo sería más terrorífica en unas horas.
Había rastros de charcos de agua en el suelo, al igual que la poca iluminación del lugar.
—Lumus —Susurré, apuntando el camino con mi varita.
Caminé cuidadosamente, evitando pisar mal o resbalar.
El camino parecía eterno, pero sabía que estaba cerca de salir, pues el aroma único del bosque se coló en mis fosas nasales.
El sonido de las copas de los árboles cantaba una misma melodía a causa del frío viento, acompañado del ulular de algunos búhos y aves.
Caminé por las penumbras del bosque, buscando aquella cabaña que Dumbledore había ubicado para mí, y saludé al centauro que también estaba cerca.
—¿Piensa irse de excursión otra vez?
—No lo sé, ¿usted cree que sea seguro?
—Ya nada es seguro, señorita Russo —Firenze mira al cielo—. Marte está muy rojo esta noche.
—¿Más de lo acostumbrado?
—Demasiado, diría yo.
Le dedico una sonrisa al centauro antes de entrar a la cabaña y buscar el frasco de la poción de Dumbledore para mantener un poco de mi cordura durante la transformación.
—Hasta el fondo...
El espeso líquido quemó mi garganta al hacer contacto con ella, y una vez ingerida, esperé a que la naturaleza siguiera su curso.
Miré por última vez a la Luna, aquel hermoso pero mortal astro que manchaba de horror y sangre a muchos de mis iguales cada vez que aparecía, pero que seguía luciendo patéticamente brillante.
Esperé las horas que faltaban para el martirio, hasta que mi cuerpo empezó a temblar y doler.
Poco a poco parecía acostumbrarme a esto, aunque igual seguía doliendo.
Cerré con fuerza mis ojos, esperando a que el dolor cesara y poder salir de una vez por todas.
Al hacerlo, el centauro me brindó una reverencia en señal de paz, la cual imité para hacerle saber que yo mantenía el control de la bestia.
Entre unos árboles más lejanos volví a ver a aquella pequeña rata, la cual se acercó lentamente a mí.
Detrás de ella llegó el otro lobo, y juntos volvimos a correr por todo el bosque, descubriendo nuevas maravillas y criaturas que pocos se atrevían a ver.
¿Qué podría salir mal?
Narrador omnisciente:
El castillo de Hogwarts mantenía el mismo sepulcral silencio nocturno.
Siendo más de las 11 de la noche, todos los estudiantes eran obligados a estar en sus respectivas salas comunes, mientras los prefectos se encargaban de hacer rondas para evitar que los alumnos anduvieran por allí.
Tal era el caso de esta noche, en la cual Lily Evans recorría los pasillos para verificar que todo siguiera su curso.
Por otro lado, dos hombres lobos parecían estar más desconectados de su mente humana.
Firenze, el centauro, había dicho que Marte estaba más rojo de lo habitual, y aunque su naturaleza es saber interpretar su significado, sabía que no debía intervenir en los sucesos de esta noche.
Una pequeña rata trataba de mantener el control de los lobos, pero algo no cuadraba del todo en la mente de Peter.
James y Sirius aun no llegaban a la casa de los gritos, y empezaba a sentir un poco de miedo cuando el lobo blanco pasó su mano cerca de él.
La razón por la que ambos muchachos no llegaban a su encuentro mensual era por un ligero... Gran problema.
—¡Canuto, te has vuelto loco!
Raras eran las veces que James Potter se enojaba con su mejor amigo.
Nunca había tenido una razón real para querer ahorcarlo allí mismo, pero hoy debía darse prisa.
—¡Él se lo ha buscado! —Respondió Canuto con asombro, pues pensó que aquella broma jugada contra uno de sus peores enemigos le resultaría gracioso a su casi hermano.
Cornamenta empezó a correr en dirección al bosque, mientras su amigo le seguía el paso.
Sabía que podía ser peligroso para ellos, pero por un escaso segundo supo que todo se iría a la mierda.
—¡Cornamenta, para!
Sin embargo, el azabache no le hizo caso.
Corrió lo más rápido que sus atléticas piernas le permitieron, aunque sabía que había llegado tarde.
—¡Sirius y James! ¡Qué hacen...!
Pero James no tenía tiempo para explicarle a la pelirroja sobre el error que Sirius había cometido.
Al llegar cerca del sauce boxeador se llevó un susto de muerte.
Él sabía que dentro de ese lugar estaban sus dos amigos... Los dos hombres lobos.
Entonces Sirius reaccionó.
Supo con demora que la vida de un estudiante estaba en peligro.
Severus Snape estaba en peligro.
Lily corría tan rápido como podía, con tal de alcanzarlos, pero se quedó inmóvil al ver que su antiguo mejor amigo entraba al sauce boxeador.
Sirius Black había cometido el error de decirle a Severus que fuera a media noche al gran sauce.
Y todo sucedió luego de que el Slytherin acorralara al Black mayor en uno de los pasillos, diciendo que había descubierto algo de Remus Lupin, y que no se cansaría hasta descubrirlo.
Y vaya que lo iba a descubrir.
El rostro de ambos palideció, pues ellos sabían que ambos lobos olían el aroma del humano...
Ambos iban a perder el control inmediatamente.
Lily llegó al fin junto al par de amigos, pero fue James quién corrió hacia el sauce, dejando a su compañera con muchas dudas.
Por su parte, Severus sostuvo su varita con firmeza, sintiendo un escalofrío en su cuerpo al saber que estaba cerca de algo.
—Lumus —Conjuró, una vez que entró al árbol.
Pero ese fue el peor error de su vida.
Al hacerlo, casi se desmaya al ver a dos enormes hombres lobos frente a él.
El primero, de color gris, se lo quedó mirando por unos segundos.
El segundo, un lobo blanco, giró su cuerpo bruscamente en busca de control.
Natalie Russo luchaba contra sí misma para no causar más problemas.
En su forma animaga, Peter trató de jalar de la capa de Severus para sacarlo de allí, pero solo recibió una patada que lo mandó a volar al otro lado de la habitación, causando así el enojo del lobo gris.
Y fue allí cuando Remus Lupin no pudo tomar el control.
Remus se abalanzó sobre el muchacho de cabello negro, y éste lo esquivaba con mucho miedo.
Natalie se vio obligada a rendirse cuando Severus cayó de bruces al suelo y se raspó sus codos, causando que la sangre humana se colara en sus fosas nasales.
Ambos lobos empezaron a atacar el joven Slytherin, quien estaba empezando a llorar del miedo.
De pronto, un enorme perro negro apareció en el panorama de la mujer lobo, evitando así que le hiciera daño a la víctima.
Con mucho pesar, Sirius empujaba a su amiga hacia una de las paredes, lamentando que al día siguiente ella lo recordaría todo.
El hombre lobo se vio obligado a ayudar a su compañera cuando la vio caer al suelo, mordiendo la cola del enorme perro.
Esa fue la señal que James usó para entrar en su forma animaga.
El magistral ciervo usó sus astas para tomar a Snape por su túnica y llevarlo afuera, sin haberse percatado que él ya estaba inconsciente.
Una vez más alejados, volvió a tomar su forma humana y rogó para que no hubiera más testigos esa noche.
Lily había hecho caso a Sirius, y en los largos minutos de lucha dentro de la casa de los gritos, fue en busca de su jefa de casa.
Cualquier otro profesor hubiera dicho que la joven bruja tenía sueño, o que estaba demasiado estresada con sus labores como para decir semejantes cosas.
Pero Minerva Mcgonagall estaba al tanto de la situación de sus dos alumnos, y no le pareció descabellado cuando Evans le contó que Severus, James y Sirius entraron por el sauce boxeador.
La bruja mayor tomó la primera bata que tenía a su lado y corrió con su alumna, y en medio camino envió un patronus, algo que le extrañó mucho a Lily.
Al llegar al sauce, una nueva bruja había llegado.
Celeste, la enfermera de ambos hombres lobos, estaba de paso por el castillo, y corrió rápidamente al lugar apenas el patronus de Minerva llegó a la oficina del Director.
Dumbledore, por su parte, también hizo presencial al instante, y conjuró un hechizo desconocido por todos los presentes.
De su varita salió disparada una onda sonora, la cual no fue escuchada por nadie, a excepción de los dos lobos presentes.
El impacto de la luz violeta sobre el bosque provocó un sonido que obligó a ambos lobos dejar al lastimado perro negro de lado, y corrieron en busca del otro que los había llamado, dándole así la oportunidad a James de salir con más seguridad.
El rostro de Lily palideció al ver que James cargaba el cuerpo de Severus, pero se puso más nerviosa al escuchar dos aullidos.
Celeste tomó la iniciativa de verificar el cuerpo.
—¿Fue mordido? —Preguntó la enfermera.
—No... Al parecer hemos llegado a tiempo...
Minerva estuvo a punto de abrir la boca para regañar a su alumno, pero decidió callar cuando vio a Sirius lastimado.
El Gryffindor caminaba cojeando, y rápidamente fueron llevados a la enfermería.
Allí, Madame Pomfrey se encargó del joven Black, y Celeste se ocupó de Snape, verificando que no tuviera alguna herida hecha por sus pacientes.
—¡Esto ha sido un acto terrible! —Exclamó Minerva—. ¡Pudieron causarle la muerte a su compañero!
James bajó la mirada, y Sirius asumió la culpa total de sus actos.
En presencia de Lily, el director tuvo que decirle todo.
Que Severus casi fue mordido por dos hombres lobos...
Y que aquellas criaturas eran dos ejemplares estudiantes.
Esos dos lobos eran Natalie Russo y Remus Lupin.
Lily casi se desmaya al descubrir todo, sobre todo al recordar que su compañera y mejor amiga, Mary McDonald, había tenido una teoría acertada de Natalie.
Todo se fue esclareciendo en la mente de la pelirroja, desde las desparecidas de Remus, hasta los constantes cambios de humor de Natalie en ciertas fechas del mes. Así como la desafiante reacción de la rubia ante el mal trato de los hombres lobos por parte del profesor Shelby, y la forma en que los chicos la habían apoyado.
—¿Desde... Desde cuándo...?
—El joven Lupin lleva así desde que era un niño —Celeste se acerca a todos—. La señorita Russo lleva así desde hace un año.
—¿Fue... Fue...?
—No, Remus no fue el culpable de ello.
Lily no sabía que pensar.
Se sentía mal por su antiguo mejor amigo, pero admitía que también le dolía saber aquello de sus dos compañeros.
Ella sabía que ambos no podían controlarse... Que ninguno tenía opción.
Ambos reaccionaron como su naturaleza les había indicado: con fiereza y hambre.
James dejó de mirar a Sirius para darse cuenta de que Lily tenía muchas dudas en su mente.
Pero no era tiempo para hablar de ello.
—Señorita Evans, ¿Sabe usted la gravedad del asunto?
Albus Dumbledore se dirigió hacia la pelirroja, haciendo que todos le prestaran atención.
—Sí, señor director.
—¿Entonces cae en cuenta de que...?
—Nada de esto puede salir de esta habitación —Dijo, firmemente.
—Espero que así sea... Porque esto causaría más revueltos entre los estudiantes.
—Lo entiendo, pero...
—Necesitas tiempo para procesarlo —Completaron Celeste y James a la vez.
Lily solo asintió.
—Dentro de unas horas el joven Snape despertará, y para entonces voy a solicitar verlos a todos juntos.
—¿A... A todos? —Balbuceó.
—A todos —Afirmó—. Esto fue un acto que no quedará impune —Miró a Sirius—. Habrán castigos y charlas de por medio.
—Asumo la culpa total —Intervino Canuto.
—Me reconforta saber que se responsabiliza de su error, joven Black.
Luego de varios minutos, todos fueron obligados a marcharse a sus respectivas habitaciones, a excepción de Severus, quién poco a poco se fue despertando.
...
Ya en las habitaciones, James golpeó la mesa de noche con su pie en señal de enojo, pues sabía que esto les daría más problemas a los chicos.
Sirius se tiró de golpe a su cama, no sin antes disculparse con su amigo.
—A quien deberás pedirle perdón es a los chicos, no a mí.
Canuto evitó gritar a toda costa, sabiendo que la reacción de sus amigos no sería nada buena.
Ambos iban a recordarlo por el resto de sus vidas, y sufrirían por ello.
En cambio, en la habitación de las chicas, Lily se quedó por un momento mirando hacia el bosque a través de la ventana, notando como varios pájaros volaron cuando dos manchas blancas y grises tiraron de un árbol.
—¿Recién llegas? —Preguntó una soñolienta Mary.
—No tienes por qué preocuparte Mary, estaba por irme a dormir.
—Buenas noches, Lily.
Aunque lo que quedaba de esa noche, Lily Evans no pudo conciliar el sueño.
No luego de saber el gran secreto de dos de sus compañeros.
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