-Vᴀʟʟᴇ ᴅᴇ Gᴏᴅʀɪᴄ
Ginny no sabía cuánto tiempo más podría ignorarlos, quería que todo fuera como antes, pero aún le dolía la escena del otro día, le ardía en el pecho, y quería que parara, quería volver a los brazos de Harry, en los que se sentía protegida. Descubrió por sí sola que tendrían que ir al Valle de Godric, ahí tal vez encontrarían la espada, o alguna pista.
—Hermione.—la llamó, la castaña sonrió al ver que su mejor amiga le hablaba, ya que mayormente ella era quién tenía que acercarse, aunque su amiga la cortara al instante.
—¿Si, Ginn?
La castaña-rojiza suspiró, —Hay que ir al Valle de Godric. Puede ser que la espada la haya escondido ahí, ¿qué mejor que el pueblo natal de Gryffindor?
—Tienes razón.—dijo Hermione, mirando al suelo, —Pero será muy peligroso...
En ese momento llegó Harry, —Chicas...miren, yo...
—¿Hum?
—He estado pensando y quiero...quiero ir al Valle de Godric.
—Ya—dijo—. Sí, Ginny también lo ha estado pensando, me lo acaba de decir. Creo que tendremos que ir allí. Mira, tampoco se nos ocurre ningún otro sitio donde pueda estar. Será peligroso, como se lo dije a Ginny, pero cuanto más lo pienso, más probable me parece que esté allí.
—Oye...¿a qué se refieren exactamente?
Ante semejante pregunta, Hermione expresó la perplejidad que sentía. —¡A la espada, Harry! Dumbledore debía de imaginar que querrías volver allí. Al fin y al cabo, el Valle de Godric es el pueblo natal de Godric Gryffindor, así que...
—¿En serio? ¿Gryffindor era del Valle de Godric?
Ginny rió sin gracia, y lo miró seria, —Dime, ¿alguna vez has abierto siquiera Historia de la magia?
—Pues...—sonrió Harry, y tuvo la impresión de que hacía meses que no lo hacía, porque notó una extraña rigidez en los músculos de la cara—. Bueno, creo que lo abrí alguna vez cuando lo compré.
—Dado que el pueblo lleva su nombre, imaginé que lo habrías relacionado, es muy simple. — Hacía mucho tiempo que Ginny no hablaba como solía hacerlo; a Harry le dolía el ver como le hablaba, tan seria, tan no ella—. En Historia de la magia se habla un poco del pueblo...
Abrió el bolsito de cuentas y sacó aquel viejo libro de texto, Historia de la magia, de Bathilda Bagshot. Luego lo hojeó hasta la página que buscaba, se lo tendió a Hermione, y ella lo leyó:
—«Tras la firma del Estatuto Internacional del Secreto en mil seiscientos ochenta y nueve, los magos se escondieron para siempre. Seguramente era natural que formaran pequeños grupos dentro de una comunidad mayor. Muchos pueblos y aldeas atrajeron a varias familias de magos que hicieron causa común para ayudarse y protegerse mutuamente. Las localidades de Tinworth, en Cornualles; Upper Flagley, en Yorkshire, y Ottery St. Catchpole, en la costa sur de Inglaterra, fueron destacadas residencias de grupos de familias de magos que vivían junto a muggles —por lo general, tolerantes— a los que, a veces, habían hecho el encantamiento confundus. La más famosa de esas moradas semimágicas quizá sea el Valle de Godric, el pueblo del West Country donde nació el gran mago Godric Gryffindor y donde Bowman Wright, el herrero mágico, forjó la primera snitch dorada. El cementerio está lleno de nombres de antiquísimas familias de magos, y eso explica que proliferen las historias de apariciones que durante siglos se han relacionado con esa pequeña iglesia.»
»No los menciona ni a ti ni a tus padres.—observó cerrando el libro—, porque la profesora Bagshot no abarca en sus estudios nada posterior al final del siglo diecinueve. Pero ¿lo ves?: el Valle de Godric, Godric Gryffindor, la espada de Gryffindor... ¿No crees que Dumbledore debía de suponer que lo relacionarías?
—Sí, claro, claro.—Harry no quiso admitir que no pensaba en la espada cuando había sugerido ir al Valle de Godric. Para él, el atractivo del pueblo residía en las tumbas de sus padres, en la casa donde había estado a punto de morir y en la persona de Bathilda Bagshot.
De nuevo, Ginny rió sin gracia, —Es obvio que no lo sabía, su verdadera razón debió ser la tumba de sus padres, ya sabes, la casa donde casi muere, y Bathilda Bagshot, que aún sigue viviendo en el Valle de Godric según mi tía abuela.
—¿Cómo...?
—Te conozco más de lo que quisiera, Harry.—lo cortó.
—Bathilda Bagshot —repitió Hermione pasando el dedo índice por aquel nombre grabado en la cubierta del libro—. Bueno, supongo que...
De pronto soltó un grito ahogado, pero tan exagerado que Harry dio un respingo y sacó la varita mágica. Echó un rápido vistazo esperando ver asomar una mano por la entrada de la tienda, pero no fue así.
—¿Qué pasa? —preguntó, entre enfadado y aliviado—. ¿Por qué has hecho eso? Creía que habías visto a un mortífago colándose en la tienda, como mínimo.
—¿Y si Bathilda tiene la espada, Harry? ¿Y si Dumbledore se la encomendó a ella?
Harry evaluó esa posibilidad. No obstante, Bathilda debía de ser muy anciana, y según Muriel chocheaba. ¿Qué probabilidades había de que Dumbledore le hubiera entregado la espada para que la guardara? Y si así lo había hecho, Harry creía que el anciano profesor había dejado algo muy importante al azar, pues nunca reveló que hubiera sustituido la espada por una imitación, ni mencionó siquiera que tuviera amistad con Bathilda. Sin embargo, ése no era momento para poner en duda la teoría de Hermione, ya que, sorprendentemente, ahora estaba dispuesta a aceptar el más ansiado deseo de Harry.
—¡Sí, podría ser! Bueno, ¿vamos al Valle de Godric, pues?
—Sí, pero tenemos que planearlo muy bien, Harry. —Se había incorporado, y el chico comprendió que la perspectiva de tener un plan la había animado tanto como a él—. Para empezar, debemos entrenar para desaparecernos juntos bajo la capa invisible; y también sería prudente practicar los encantamientos desilusionadores, a menos que prefieras, ya que estamos, utilizar la poción multijugos. En ese caso necesitamos pelo de alguien. Yo creo que ésta es la mejor opción: cuanto más disfrazados vayamos, mejor...
Harry la dejó hablar y se limitó a asentir a todo cada vez que ella hacía una pausa, pero no prestaba mucha atención a su monólogo. Por primera vez desde que descubrieran que la espada que había en Gringotts era una falsificación, estaba emocionado.
Iba a volver a su casa, al lugar donde había vivido con su familia. Era en el Valle de Godric donde, de no ser por Voldemort, habría crecido, pasado las vacaciones escolares e invitado a sus amigos; quizá hasta habría tenido hermanos y su propia madre le habría preparado el pastel de cumpleaños para celebrar su mayoría de edad. La vida perdida casi nunca le había parecido tan real como en ese momento, cuando se disponía a visitar el lugar donde se la habían robado. Esa noche, después de que Hermione se acostara, Harry sacó con cuidado su mochila del bolsito de cuentas y extrajo el álbum de fotografías que Hagrid le había regalado mucho tiempo atrás. Por primera vez en varios meses, examinó las viejas fotografías de sus padres, que sonreían y lo saludaban con la mano. Esas fotografías era lo único que le quedaba de ellos.
Harry habría partido de buen grado hacia el Valle de Godric al día siguiente, a Ginny en ese momento, nada podría importarle menos, pero Hermione pensaba de otra manera...como estaba convencida de que Voldemort imaginaba que el chico regresaría al escenario de la muerte de sus padres, quiso haber practicado la Aparición y la Desaparición Conjunta bajo la capa invisible. Tenían que aparecerse en el pueblo al amparo de la oscuridad, Ginny metió el bolsito de cuentas que contenía todas sus posesiones (excepto el Horrocrux, que Harry llevaba colgado del cuello) en un bolsillo interior del abrigo, y el muchacho se echó por encima la capa invisible, cubriendo también a sus amigas, y unos momentos más tarde volvieron a sumergirse en aquella asfixiante oscuridad.
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Harry todavía notaba los latidos de su corazón en la garganta cuando abrió los ojos. Los tres estaban de pie, Harry y Ginny cogidos de la mano, pero cuando la chica se dio cuenta, lo soltó, estaban en un camino nevado bajo un cielo azul oscuro donde las primeras estrellas de la noche titilaban. A ambos lados de la estrecha carretera había casitas con adornos navideños en las ventanas, y un poco más allá el resplandor dorado de las farolas señalaba el centro del pueblo.
—Creo que debimos usar la poción multijugos.—dijo Hermione con frío.
—No.—cortó Harry, —Aquí fue donde nací, no vendré como otra persona.
Pasaron por delante de otras casitas; en cualquiera de ellas podrían haber vivido James y Lily, o aún residir Bathilda. Ginny observaba con curiosidad las puertas, los tejados cubiertos de nieve y los porches. Luego, el camino por el que iban describió una curva hacia la izquierda y llegaron a la pequeña plaza del pueblo. En medio de la plaza, rodeado de luces de colores ensartadas y parcialmente tapado por un árbol de Navidad sacudido por el viento, se erigía un monumento a los caídos en la guerra. Había varias tiendas, una oficina de correos, un pub y una pequeña iglesia, cuyas vidrieras de colores relucían al otro lado de la plaza.
—¡Buenas noches!—les dijo un mago saliendo de su casa.
—Parece que hoy es navidad.—suspiró Ginny con lamento, —escuchen los cánticos.
—Sí...—dijo Harry mirando el cementerio, —¿Crees que estén ahí, pelirroja...mis padres?
Ella lo miró, y sonrió un poco, —Sí, yo creo que sí.
Caminaron hasta allá, buscando el nombre de los papás de Harry en cada lápida, cada uno buscaba en un lugar, Ginny encontró la tumba de un Abbott, familiar lejano de Hannah, oyeron a Hermione llamarlos, pero al final terminaron yendo a donde Harry estaba, sin demostrar querer moverse.
"Recordamos con amor a James Potter y Lily Potter"
JAMES POTTER LILY POTTER
27 de marzo 1960 30 de enero 1960
31 de octubre 1981 31 de octubre 1981
El último enemigo que será derrotado es la muerte..
Ginny agarró la mano de Harry, la apretó un poco y se agachó frente a la tumba, hizo que unas cuantas flores decorasen la lápida, y describió un círculo en el aire, ante ellos apareció una corona de eléboro.
—Lo haré, gracias...—murmuró lo más bajo posible.
Los Croppor y los Potter habían sido buenos amigos desde generaciones anteriores, aunque la relación se iba enfriando con cada generación, el cariño entre ambas familias no faltó. James y Lily Potter habían conocido a una Ginny bebé de no más de año y medio, quedaron fascinados ante el inmenso amor que desprendía la niña, los conoció una vez y ya les tenía una confianza para quedarse dormida en sus brazos, o buscarlos para jugar. Lily era consciente de su situación, sabía que todo estaba mal, le dejó una carta a Ginny, una que terminó en sus manos recién el año pasado. Lily Potter le había empezado a contar muchas cosas sobre ella, y le contaba el inmenso parecido que ella misma encontró en las dos cuando era bebé, y sabía que tendría mucho de ella cuando creciera, Lily se veía reflejada en Ginny, y ahora, Ginny se veía reflejada en Lily. La mujer expresaba que era consciente de que Harry y ella se conocerían, y algo dentro de ella le decía que iban a ser buenos amigos. Pero Lily era muy inteligente, y en una nota que al terminar de leerla se encendía hasta no dejar rastro, le dijo que ella estaba segura de que ambos terminarían juntos, algo le gritaba que estaban destinados, y que no por nada era la mejor bruja de su generación, ella lo sabía, que tarde o temprano iban a ser felices juntos. En aquella carta también le pedía que por favor se cuiden mutuamente, que Harry y ella se iban a conocer, y con las personalidades que iban a tener, era imposible que no estuviesen juntos ya sea de amigos o de pareja, le pedía que no se abandonen ni un segundo, que solo juntos podían llegar a soportar cualquier mal. Lily Potter se había encariñado de una pequeña que conoció solo un día, pero que llegó a verla como una mini versión de ella. Lily sabía que había encontrado a su futura nuera, y madre de sus nietos.
Cuando Ginny se levantó del suelo, escuchó a Harry sorber su nariz, y luego les habló, —Feliz navidad, chicas.
—Feliz navidad, Harry.—dijeron ellas.
La castaña rojiza, se puso al lado izquierdo de su mejor amigo, recargó su cabeza en su hombro y entrelazó sus brazos, Harry apoyó su mejilla en la cabeza de Ginny, y agradeció el contacto.
Hermione veía la escena con ternura, y se limitó a sentarse a admirar la tumba de los padres de Harry, preguntándose si alguna vez ellos se imaginaron aquello.
Pero la castaña habló, —Chicos, nos está mirando alguien, por la iglesia...
—Bathilda...—dijo Ginny reconociendo a la señora, se soltó de Harry y empezó a ir tras ella, con sus amigos a sus espaldas.
Entraron a la casa, y mientras Harry estaba arriba con Bathilda, Ginny y Hermione estaban esperándolo abajo, sin mucha calma. La señora le había dicho al azabache que lo que tenía que darle estaba arriba, y no dejó que ninguna de las chicas lo acompañasen.
Se escuchó como cayeron añicos de un cristal en la planta de arriba.
—¿Harry, qué haces? —gritó Hermione desde abajo.
El chico intentó coger aire para responder, pero una mole lisa y pesada lo derribó y se deslizó por encima de él, potente y musculosa...
—¡No! —chilló con voz ahogada, inmovilizado en el suelo.
Ginny se asustó cuando con su varita iluminada vio sangre en el techo, se había equivocado, aquella señora que debía ser la Bathilda que ella conocía, esa señora jamás tendría sangre en el techo. Subió rápidamente las escaleras en busca del chico, lo vio tirado, y enseguida divisó a Nagini, la serpiente mascota de Voldemort, había querido atacar a Harry, y ahora la veía a ella con cautela. No supo en qué momento se envició viéndola, sabía que no estaba consciente, que no era ella, y aunque oía la voz de Harry llamándola, no podía hacerle caso.
—Nagini...—susurró su nombre, mientras sentía que la serpiente la rodeaba, sin apretarla, la envolvía como madre envuelve a su hijo para que nadie se le acerque.
La serpiente la miró frente a frente, y luego acercó su cabeza a la mejilla de la chica, transmitiéndole confianza. Ginny no sabía que estaba haciendo, pero algo dentro de ella le gritaba que se soltase, hasta que le cambió el panorama, alguien había entrado en su mente, y por inercia perdió su mirada en el techo.
"Aún estás a tiempo, pequeña Croppor. No me decepciones. Te quiero viva, a mi lado. Eres la bruja que me hace falta, con tu poder, seré indestructible"
Y como si de volver a la vida se tratase, se sintió libre, cayó al suelo y respiró entrecortadamente.
—Ginn, Ginn, Ginn, estás bien, estás bien.—Hermione agarró a su mejor amiga, que respiraba mal, trataba de quitarle el cabello de la cara, —Harry se encargó de la serpiente, está bien.
Harry llegó a ellas, —Pelirro-
Pero no pudo terminar de decir nada porque Hermione los estaba haciendo aparecer en un bosque que visitó con sus padres, pero ahora cubierto de nieve. Ginny había quedado inconsciente, así que la tuvieron que dejar descansar, siempre se fijaban que respirase, pues no se movía, y no tenía expresión facial.
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—¿Y mi varita?—preguntó Ginny.
—¡Ginn!—Hermione la abrazó, —Despertaste.
La chica sonrió un poco, —¿Cuánto dormí?
—Unas horas, ¿estás bien? cuando te rodeó la serpiente...entraste en algo parecido a un trance...
—Ah, eso...no te preocupes, no fue nada.—trató de calmarla, —Solo era Voldemort, diciéndome que me una a él, lo de siempre...y preferiría que no me pidas detalles.
La castaña se mordió la lengua, era obvio que quería detalles, pero no obligaría a su mejor amiga a dárselos si ella no quería.
—Tu varita la tiene Harry, la está usando él...antes de que preguntes, yo...rompí la suya de casualidad, en el Valle de Godric lancé un hechizo, pero rebotó por todas partes, y la rompió.
—¿Está de guardia?
—Sí.
—No se le voy a pedir, la necesitará...—se sentó en la cama.
Se durmieron, pasaron las horas, y llegó el amanecer, no supieron nada de Harry, hasta que escucharon gritos.
—¡Chicas! ¡Chicas!—era la voz de Harry. Ambas salieron de la carpa.
—¿Qué pasa, Harry? ¿Estás bien?—Esa era Hermione.
—Tranquila, no ocurre nada. Estoy la mar de bien; mejor que nunca. Verás, ha venido alguien.
—¿Qué quieres decir? ¿Quién...? —Entonces vio a Ron, inmóvil, con la espada en la mano y goteando sobre la deshilachada alfombra.
Harry se retiró a un rincón oscuro, se descolgó la mochila de su amigo e intentó confundirse con la lona de la tienda. Hermione con la boca entreabierta y los ojos como platos, avanzó como una sonámbula sin apartar la vista del pálido semblante de Ron, hasta que se detuvo frente a él. El chico esbozó una tímida sonrisa y levantó un poco los brazos mientras decía hola. Ella se abalanzó sobre él y empezó a propinarle puñetazos por todo el cuerpo.
—¡Ay! ¡Huy! Pero ¿qué...? ¡Hermione! ¡Ay!
—¡Eres... tonto... de remate... Ronald... Weasley! —Subrayaba cada palabra con un golpe. Ron retrocedió, protegiéndose la cabeza, pero ella lo persiguió—. Vienes... aquí... después... de semanas... y semanas...¿y dices hola?
Ginny, por su parte, sonreía, aunque no quisiera hacerlo, se acercó lentamente a su hermano.
—Tú no me golpearás, ¿o sí?—puso sus manos delante de él.
—Te amo, y amo que hayas vuelto.—se lanzó a abrazarlo. —Fuiste un idiota.—luego la ira se apoderó de ella, y le lanzó una cachetada a su hermano, la más fuerte que recibió en su vida, —Te odio por dejarme sola.—empezó a reprochar, mientras su hermano se sobaba la mejilla, —¿Acaso no te importé? Vienes después de semanas como si nada...¿Dónde está mi varita?
Se volteó a ver a su mejor amigo, parecía dispuesta a arrancársela a Harry de las manos, y el muchacho reaccionó de manera instintiva.
—¡Protego!
El escudo invisible se alzó entre Ron y Ginny, y la potencia del hechizo hizo que la chica se tambaleara sin perder el equilibrio.
—¡Ginny! —gritó Harry—. Tranquilízate...
—¡No pienso tranquilizarme! —gritó ella. Harry nunca la había visto perder las casillas de ese modo; parecía enloquecida, y es que era una Croppor, criada por Weasley, —. ¡Devuélveme la varita! ¡Devuélvemela!
—Princesa, ¿quieres hacer el favor de...?
—¡No me digas lo que tengo que hacer, Harry James Potter Evans! —chilló—. ¡No te atrevas a darme órdenes! ¡Devuélvemela! ¡Y tú...! —Apuntó a su hermano con un dedo acusador y con tanta saña que Harry no pudo reprocharle a su amigo que retrocediera unos pasos —. ¡Salí corriendo por ti! ¡Te supliqué que volvieras muchas veces!
—Lo sé —admitió él—. Lo siento muchísimo, Ginnyginns, de verdad que...
—¡Ah, conque lo sientes! —Y soltó una risa irónica.
Ron miró a Harry y Hermione en busca de ayuda, pero la chica no lo miraba, y el chico se limitó a hacer una mueca de impotencia.
—Te presentas aquí después de semanas... ¡semanas!, ¿y crees que todo va a solucionarse con decir que lo sientes? ¡Abandonaste a tu propia hermana!
—¿Qué más puedo decir? —saltó Ron, y Harry no se alegró de que se defendiera.
—¡Pues no lo sé! —bramó la castaña-rojiza, y añadió con sarcasmo—: Busca en tu cerebrito, Ron; apuesto ue tienes uno; sólo te llevará un par de segundos.
—Amor...—intervino Harry, tratando de sobar sus brazos, considerando aquello como un deporte extremo—, acaba de salvarme la...
—¡No me importa! —gritó ella—. ¡No me importa lo que haya hecho! Semanas y semanas, podríamos estar muertos y él...
—Sabía que no estaban muertos—dijo Ron, tratando de hablar tranquilo, con miedo—. En El Profeta no se habla más que de Harry, y en la radio también; los están buscando por todas partes, no paran de circular rumores e historias disparatadas. Estaba seguro de que si les pasaba algo me enteraría enseguida; no te imaginas lo duro que ha sido...
—¿Duro para quién? ¿Tal vez para ti?
La voz de Hermione sonaba tan irónica; pero había alcanzado tal nivel de indignación que se quedó un microsegundo sin habla, y Ron no desaprovechó la ocasión:
—¡Quise volver nada más desaparecerme, pero tropecé con una banda de Carroñeros y no podía ir a ninguna parte!
Ginny se dejó caer en una butaca, con los brazos y las piernas tan fuertemente cruzados que daba la impresión de que tardaría años en separarlos.
—Están por todas partes. El ministerio ha ofrecido una recompensa por cada individuo capturado. Como yo iba solo y estoy en edad escolar, se emocionaron mucho, porque creyeron que era un hijo de muggles huido. Así que tuve que inventarme una historia para que no me llevaran al ministerio.
—Claro, carroñeros, una banda de puro idiota, seguro te morías de miedo. Entretanto, nosotros fuimos al Valle de Godric y... déjame pensar, ¿qué nos pasó allí, chicos? Ah, sí, apareció la serpiente de Quien-tú-sabes, que estuvo a punto de matarnos, y luego llegó el propio Quien-tú-sabes y escapamos por los pelos.
—¿Cómo dices? —repuso Ron, boquiabierto, mirando alternativamente a los tres, pero su hermana no le hizo caso.
—¡Imagínate, Harry! ¡Ha perdido dos uñas! Eso sí que minimiza nuestros padecimientos, ¿verdad?
—Pelirroja.—dijo Harry con calma—, Ron acaba de salvarme la vida.
Ella fingió no oírlo y, fijando la vista en un punto lejano, continuó:
—Pero lo que me gustaría saber es cómo nos has encontrado esta noche. Es muy importante. Cuando lo sepamos, podremos estar seguros de que no recibiremos más visitas indeseadas.
Ron la miró con rabia y sacó un pequeño objeto plateado del bolsillo de los vaqueros. —Con esto.
Ginny tuvo que bajar la vista para ver qué les estaba mostrando.
—¿Nos has encontrado con el desiluminador?
—No sirve sólo para encender y apagar las luces, ¿saben? —explicó Ron—. No sé cómo funciona ni por qué pasó cuando pasó y no en otro momento, porque he estado deseando regresar desde que me marché. Pero el día de Navidad, muy temprano, estaba escuchando la radio y oí... bueno, las oí a ustedes.
—¿Nos oíste por la radio? —preguntó ella con incredulidad.
—No, las oí salir de mi bolsillo. —Volvió a levantar el desiluminador y añadió—: Sus voces salieron de aquí.
—¿Y qué dijimos exactamente? —repuso Hermione por primera vez, entre escéptica y curiosa.
—Tú pronunciaste mi nombre y comentaste algo sobre una varita...
Hermione se sonrojó y Harry recordó que había sido la primera vez que pronunciaban el nombre de Ron en voz alta desde su marcha; ella lo había mencionado al plantear la posibilidad de reparar la varita de Harry.
—¿Y yo qué dije?—preguntó Ginny con una ceja alzada.
—Solo mi nombre, repetidas veces...lo saqué del bolsillo —prosiguió Ron, mirando el desiluminador— pero no aprecié nada diferente, aunque estaba convencido de que las había oído. Así que lo accioné. Entonces se apagó la luz de mi habitación, y por la ventana vi otra luz que había aparecido fuera. —Señaló enfrente de él, como si mirara algo que los otros dos no podían ver—. Era una esfera de luz pulsante y azulada, parecida a la que despiden los trasladores, ¿vale?
—Sí, claro —respondieron Harry, Ginny y Hermione al unísono.
—Supe que había llegado el momento —continuó Ron—, de modo que recogí mis cosas en la mochila, me la colgué y salí al jardín.
»Y allí estaba la pequeña esfera luminosa suspendida, esperándome. Me acerqué y ella se desplazó un poco, cabeceando; la seguí hasta detrás del cobertizo, y entonces... bueno, entonces se metió dentro de mí.
—¡Qué dices! —saltó Harry, creyendo no haber oído bien.
—No sé, flotó hacia mí —explicó Ron, ilustrando el movimiento con el dedo índice—, hasta mi pecho, y bueno... no sé, me traspasó. Estaba aquí. —Se tocó un punto junto al corazón—. La notaba, era cálida. Y una vez que entró en mí supe qué tenía que hacer y que me llevaría a donde necesitaba ir. Así que me desaparecí y me encontré en la ladera de una montaña. Había nieve por todas partes...
—Nosotros estuvimos ahí —dijo Harry—. ¡Pasamos dos noches en ese lugar, y la segunda noche me pareció que alguien se movía en medio de la oscuridad y nos llamaba todo el rato!
—Ya. Sí, debía de ser yo —afirmó Ron—. Por lo visto, los hechizos protectores funcionan, ya que no podía veros ni oíros. Pero como estaba convencido de que estabais cerca, al fin me metí en el saco de dormir y esperé. Pensé que no os quedaría más remedio que dejaros ver al recoger la tienda.
—Pero no fue así —dijo Hermione—. Las últimas veces nos hemos desaparecido bajo la capa invisible, para extremar las medidas de precaución. Además, nos marchamos muy temprano, porque, como dice Harry, habíamos oído a alguien merodeando por allí.
—Pues me quedé todo el día en aquella montaña —repuso Ron—; todavía con la esperanza de que os dejarais ver. Pero cuando oscureció, supuse que debía de haber perdido vuestro rastro, así que volví a accionar el desiluminador. La luz azulada reapareció y se metió dentro de mí, y yo me desaparecí y llegué a este bosque. Pero como seguí sin encontraros, sólo me quedó confiar en que tarde o temprano alguno daría señales de vida. Y Harry lo hizo. Bueno, primero vi la cierva, claro.
—¿Que viste qué?—saltó Hermione.
Le explicaron lo ocurrido, y a medida que desgranaban el relato de la cierva plateada y la espada en la charca, Hermione iba mirándolos alternativamente. Ron le contó que vio a Harry meterse en la charca y esperó a que saliera a la superficie; pero al percatarse de que pasaba algo raro, se metió en el agua y lo salvó, aunque después volvió a sumergirse para coger la espada. Cuando llegó el momento de explicar cómo abrieron el guardapelo, titubeó, y Harry lo relevó.
—... y entonces Ron le clavó la espada —concluyó.
—¿Y se fue? ¿Sin más? —susurró Hermione.
—Bueno... antes gritó un poco —dijo Harry mirando de soslayo a Ron—. Mira.—le puso el guardapelo en el regazo y ella lo cogió con cautela para examinar las perforadas ventanitas.
Harry se dijo que ya no había peligro y retiró el encantamiento escudo con una sacudida de la varita de Hermione; luego le preguntó a Ron:
—¿Dices que lograste huir de los Carroñeros con la ayuda de una varita que no era tuya?
—¿Hum? —murmuró Ron, que estaba mirando cómo Hermione examinaba el guardapelo—. ¡Ah, sí! —Desabrochó un bolsillo de su mochila y sacó una varita mágica corta y oscura—. Ten —dijo—. Me pareció útil tener siempre una de recambio.
—Tienes razón —replicó Harry tendiendo la mano—. La mía se ha roto.
—¿En serio? —se extrañó Ron, pero en ese momento Ginny se levantó y el chico volvió a adoptar un gesto de aprensión.
Ella metió el Horrocrux en el bolsito de cuentas, volvió a subir a la litera y se puso a dormir con Hermione sin decir una palabra más. Entonces Ron le pasó a Harry la varita nueva.
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