-Eᴊᴇ́ʀᴄᴛɪᴄᴏ ᴅᴇ Dᴜᴍʙʟᴇᴅᴏʀᴇ
—¿Alguna vez dejas de comer?—preguntó Hermione viendo a Ron, Ginny al lado de su hermano negó con la cabeza.
—Claro que nunca deja de comer, es algo de el.—suspiró.
—¿Qué?—se quejó el pelirrojo, —Tengo hambre.
Ambas mejores amigas bajaron la cabeza negando, luego vieron a Harry, mirando el espacio vacío al lado de Hermione.
—Harry.—se asombró la castaña.
—¿Puedo sentarme?—preguntó.
Antes de que cualquiera contestase, unas quejas que parecían de una pelea se escucharon, salieron del comedor y vieron a la profesora McGonagall discutiendo con la profesora Umbridge.
—¿Pero qué es lo que está insinuando exactamente?—se escuchó a la de rosa hablar mientras ella y la jefa de la casa Gryffindor, subían escaleras.
—Solo le pido que en lo que respecta a mis alumnos, se conforme con las prácticas disciplinarias tradicionales.—se quejó la profesora McGonagall.
—Sé que suena tonto, pero parecería que cuestiona mi autoridad en mi salón de clases, Minerva.—Umbridge subió un escalón.
—No es así, Dolores.—al igual que la profesora, McGonagall subió un escalón más, —Pero si cuestiono sus métodos medievales.
Umbridge vaciló, —Lo siento, pero cuestionar mis prácticas, es cuestionar al Ministerio, y por consiguiente, al ministro mismo. Soy una mujer tolerante, pero si hay algo que nunca soportaré, es la deslealtad.
Ginny se sorprendió tanto que dejó caer su boca en una perfecta o, ¿Deslealtad? ¿McGonagall? Debía ser una broma.
Minerva estaba igual o peor que Ginny y muchos estudiantes, bajó un escalón por el repentino comentario, —¿Deslealtad?
Dolores subió otro escalón, —Las cosas en Hogwarts están peor de lo que temía, Cornelius querrá tomar medidas de inmediato.
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Hogwarts se había vuelto un infierno con Dolores ahora con mayor poder, cada vez más, Umbridge ponía decretos absurdos y ya molestaba mucho a bastantes estudiantes.
Ahora estaba en el patio central junto a Flich a la profesora Trelawney con sus maletas, la estaban echando.
—Es-es que.—tartamudeaba la profesora, se sentó en uno de sus baúles, —Esto...—algunos alumnos abrieron el paso, Dolores Umbridge caminó por en medio hacia la profesora y el squib, Harry miró a sus mejores amigos, —Lle-llevo dieciséis años dando clases y viviendo aquí. Hogwarts es mi hogar.—titubeaba, estaba llorando, —Por favor, no puede hacerlo...
Dolores soltó una pequeña risa y alzó un sobre, —De hecho ya lo hice.
Trelawney volvió a lloriquear y sorber su nariz, la profesora McGonagall llegó al lugar y abrazó a la profesora de adivinación.
—Mine-Minerva...—murmuró sollozando.
—¿Quieres decir algo, querida?—preguntó Umbridge con una falsa sonrisa.
McGonagall rió irónicamente, —Hay demasiadas cosas que querría decirle.—luego se volteó a la profesora Trelawney, —Tranquila...
Las puertas se abrieron dejando ver a Dumbledore, quien caminó hasta donde el pequeño grupo de profesoras y squib se encontraban, —Profesora McGonagall ¿Puedo pedirle que escolte a Sybill de vuelta al castillo?
Ante las palabras de Dumbledore, Trelawney parecía volver a querer lloriquear, aún más fuerte.
—Si. Querida.—asintió McGonagall para avanzar.
—Oh, muchas gracias.—sollozaba Trelawney agarrando la mano del director, —Muchas gracias, gracias.
—Dumbledore.—pronunció Umbridge, —Le recuerdo, que según los estatutos del decreto educacional veintitrés, dictado por el ministro...
—Tiene derecho a despedir a mis maestros.—interrumpió el director, —Lo que no tiene, es la autoridad para desterrarlos de aquí, ese poder sigue siendo del director.
—Por ahora.—masculló lo suficiente alto para que se escuche.
Dumbledore se dio media vuelta, —¡Ahora vayan a sus salones!
Todos los demás empezaron a dispersarse por el lugar para ir a sus aulas respectivas.
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—Es una horrible gárgola.—trató de insultar Hermione cuando los cuatro ya estaban en la sala común.
—¿Horrible gárgola?—se levantó Ginny, —Hay palabras mejores para describir la asquerosidad de maestra que es. No aprendemos a defendernos...
—Y no aprendemos a pasar los Timos.—cortó de nuevo la castaña.
—Se está apoderando de todo el colegio.—seguía Ginny.
—La seguridad, siempre ha sido la prioridad del Ministerio.—se escuchó como un susurro.
—Súbele, Harry.—pidió la castaña-rojiza.
El chico hizo caso y se siguió escuchando la voz de Fudge, —Además, tenemos pruebas contundentes de que la desaparición de esos hombres, es un acto del conocido asesino, Sirius Black.
Un sonido se escuchó, los cuatro voltearon a ver de donde provino el sonido.
—Sirius...—murmuró Harry para sentarse frente a la chimenea, —¿Qué haces aquí?
Ginny se puso a su lado, Ron y Hermione se quedaron en el sillón que había tras ellos.
—Respondo a tu carta.—se escuchó la voz de Black, el fuego de la chimenea tenía la forma de su cara, —Dijiste que te preocupaba Umbridge, ¿Qué está haciendo? ¿Enseñándoles a matar mestizos?
—No nos deja usar nada de magia.—habló ahora Hermione, quejándose por parte de sus mejores amigos.
—No me sorprende, el último informe dice que Fudge no quiere que sepan combatir.
—¿Combatir?—Ron frunció el ceño, —¿Qué piensa? ¿Qué estamos formando un ejército de magos?
—Eso es exactamente lo que cree. Que Dumbledore está armando sus fuerzas para atacar al Ministerio. Se está volviendo más paranoico.—Sirius informaba al cuarteto de lo que pasaba, —Los otros, no quieren que te diga eso, Harry, pero las cosas no van del todo bien en la orden. Fudge bloquea la verdad cada que puede, y esas desapariciones, así comenzó la última vez. Voldemort, está avanzando.
—¿Y qué podemos hacer?—preguntó Harry.
—Alguien viene.—cortó Sirius, —Lamento no poder ayudarlos más, al menos por ahora, parece que están solos.—las palabras del Black no calmaban al cuarteto, —Y que bien te ves, Ginny. Muy hermosa, dime a que chicos tendré que matar. Adiós.
La castaña-rojiza abrió los ojos a más no poder, ¿Esa era su ayuda? ¿Avergonzarla? Pues no funcionaba. Harry, por su parte, frunció el ceño a la llama de fuego donde antes estaba la silueta de la cara de su padrino.
Ginny y Hermione avanzaron hasta una de las ventanas enormes de la sala común, Harry y Ron estaban tras ellas.
—El está avanzando.—repitió Hermione, —Tenemos que saber defendernos.
—Si Umbridge no quiere enseñarnos, necesitamos a alguien que lo haga.—apoyó Ginny, ambas amigas se miraron y luego se voltearon hacia los chicos.
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—Es una locura.—se seguía quejando Harry mientras los cuatro avanzaban, —¿Yo enseñarles? Estoy demente ¿Recuerdan?
—Tranquilízate, lo harás mejor que la cara de sapo.—apoyaba el pelirrojo.
—Gracias, Ron.—murmuró el azabache, —¿Y quien se supone que vendrá?
—Solo unos cuantos chicos.—contestó Hermione.
Ginny abrió la puerta del local e hizo una mueca al instante.
—Esto es hermoso.—ironizó Ron.
—Her, te dejé a cargo del lugar para que eligieras uno bonito.—Ginny inspeccionó el lugar, vieron a una cabra salir por algún lado.
—Creí que sería más seguro en un lugar privado.—se excusó la castaña para luego avanzar.
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Todas las miradas se posaron en la castaña-rojiza, la miraban esperando a que dijera algo, hasta sus mejores amigos la observaban con miradas penetrantes haciendo que la chica se agobie un poco.
Ginny se levantó del lado de Harry con las miradas posadas en ellas y suspiró, —Bueno, hola...ya, saben a que vinieron. Por un maestro.—hizo una pequeña pausa, —Un maestro de verdad. Alguien con experiencia en Defensa De Las Artes Oscuras.
—¿Por qué?—preguntó alguien.
—¿Por qué?—repitió Ron irónico, —Porque quien-tú-sabes regresó, tonto.
—Eso dice él.—siguió el chico.
—Eso dice Dumbledore.—defendió Hermione.
—Y Dumbledore lo dice porque el lo dice.—el chico seguía hablando, —Lo importante es dónde está la prueba.
—Si Potter nos dijera más sobre la noche en la que murió Cedric.—propuso Michael Corner.
El chico de la casa Ravenclaw, con quien la castaña-rojiza había mantenido una relación, pero cortaron después de un tiempo, no habían avanzado casi nada. Ni si quiera un pequeño beso. Nada.
—No voy a hablar sobre Cedric.—Harry se levantó, —Si vinieron a eso, váyanse ahora.—se giró hacia Ginny, agarrando sus antebrazos y susurrándole, —Vámonos, princesa, solo vinieron porque me creen un fenómeno.
—Espera.—pidió agarrando su camisa, tratando de detener su paso.
—¿De verdad sabes hacer el encantamiento patronus?—se escuchó la voz de cierta chica rubia platinada y de ojos soñadores.
—Si, Luna.—aseguró Ginny, miró a Harry un momento y luego volvió a la chica, —Yo lo he visto.
—Harry, yo no tenía idea de eso.—Dean frunció el ceño.
—Y-y mató un basilisco, con la espada que estaba en la oficina de Dumbledore.—apoyó Neville.
—Es cierto, ese año me salvó.—seguía Ginny.
—Y peleó contra cien dementores a la vez.—dijo Ron
—Y el año anterior, peleó contra quien-ya-saben en persona.—apuntó Hermione.
—Basta.—paró el azabache, —Oigan, eso suena, sencillo cuando lo dicen así. Pero la verdad es que solo fue suerte. Algunas veces no sabía lo que hacía y siempre tuve ayuda.
—Es simple modestia.—Ginny hizo una mueca.
—No, pelirroja, es la verdad...enfrentar esas cosas en la vida real, no es lo mismo que e la escuela. Si te equivocas en clase, lo intentas al día siguiente, pero...cuando estás a un segundo de que te maten, o de ver a un amigo morir frente a tus ojos...—negó con la cabeza, —No tienen idea de lo que es.
Se sentó de nuevo y Ginny tuvo que retomar la palabra después de sentarse, —Si, Harry, es cierto. Por eso te necesitamos, para tener la oportunidad de vencer a Voldemort.
—¿El ha vuelto?—preguntó un chico de tercer o cuarto año. Harry asintió con la cabeza un poco.
Luego de ese sermón, todos empezaron a firmar, los cuatro mejores amigos habían logrado su meta.
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—Bien, primero necesitamos donde practicar sin que Umbridge se entere.—dijo Harry mientras los cuatro junto a Neville, Fred y George caminaban de vuelta al castillo.
Ginny dudó un momento, —La casa de los gri...olvídenlo, es muy pequeña.
—El bosque prohibido.—sugirió Hermione.
—Ni lo pienses.—Ron hizo una mueca.
—Harry.—llamó Neville, los cuatro que iban adelante voltearon, —¿Qué pasa si descubre esto Umbridge?
—¿Qué importa?—rieron las mejores amigas.
—Queremos decir, es emocionante ¿No?—dijo una.
—Romper las reglas.—terminó la otra.
—¿Quiénes son y que hicieron con la obediencia de Ginny Weasley y con Hermione Granger?—se burló Ron.
—Nada.—negó Hermione, —Al menos algo positivo ocurrió hoy.
—¿Qué cosa?—se interesó Harry.
—Cho no te quitaba los ojos de encima.—sonrió la castaña.
Ginny quitó su sonrisa al instante y paró su caminar ¿En serio Hermione dijo eso? ¿Su mejor amiga? ¿La única a la que le había confesado lo que sentía por el azabache? ¿Le había echado encara que la chica de la que estaba enamorado Harry lo había mirado todo el tiempo?
—¿Vienes, Ginny?—Neville se había quedado al ver que su amiga no avanzaba.
La castaña-rojiza movió su cabeza tratando de dejar de pensar en eso y luego le sonrió al pelinegro, —Si, claro.
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—Lo lograste, Neville.—sonrió Ginny hacia su amigo, —Encontraste la sala de menesteres.
—¿La qué?—preguntó Ron.
—También le llaman la sala que viene y va.—informó Hermione, —La sala de menesteres solo aparece ante alguien que la necesita.
—Y siempre está equipada para sus necesidades.—terminó Ginny.
Ron hizo una mueca, —¿Y si lo que necesitas es un baño?
Fred, George, Neville y Harry lo miraron raro, Ginny bufó.
—Compórtate, Ronald. Pero sí, esa es la idea en general.
—Perfecto—murmuró Harry, —Es como si Hogwarts quisiera que nos defendiéramos.
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Una estatua de metal con una varita estaba frente a ellos, todos divididos en dos filas, Harry y Neville primeros, les seguían Ginny y Ron, Hermione y Luna y así sucesivamente.
—Expelliarmus.—pronunció Neville y todos tuvieron que agacharse, su propia varita salió volando hacia atrás, —Soy pésimo.—murmuró.
—No, es que estás moviendo tu varita demasiado.—corrigió Harry alzando su varita, —Inténtalo así. Expelliarmus.
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—Quiero que copien el texto aprobado.—indicó Umbridge en su clase, caminando por el salón, —Cuatro veces para asegurar su máxima retención. No hay necesidad de hablar.
—No hay necesidad de pensar.—murmuró Ginny lo suficientemente alto para que la maestra la escuche.
—Sin varitas.—regañó a Neville, el estaba practicando el movimiento del hechizo expelliarmus.
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Se siguieron reuniendo en la sala de menesteres para practicar más hechizos. Ahora iban por el desmaius.
—El aturdidor es uno de los encantamientos más útiles, es uno de los que más van a usar.—indicaba el azabache, —Así que, adelante Nigel. Intenta tu mejor tiro.
El pequeño asintió nerviosamente, —¡Desmaius!
Ambos chicos salieron volando hacia atrás, Harry se levantó un poco adolorido por el golpe, —No está mal, en serio, muy bien hecho.
Luego de que se recuperaran, les tocó a Ginny y Cho, a pedido de la castaña-rojiza.
Solo para practicar, obviamente.
—Bien, chicas, a la cuenta de tres, hagan su mejor tiro.—dijo Harry para luego acercarse a Ginny y murmurarle, —No hagas nada a propósito.
—¿Qué?—se confundió la chica.
—Sé que no te cae bien, princesa. No hagas nada malo.
—Wow, el chico descubrió que la de ravenclaw no me cae bien, diez puntos para Gryffindor.—ironizó jugando con su varita, —Y tranquilo, no le haré nada a tu noviecita.
Harry suspiró, rendido y volvió al medio, —Uno, dos, tres.
—¡Desmaius!—pronunció Ginny, su hechizo llegó más rápido y tiró a Cho hacia atrás. La castaña-rojiza trató de ocultar su sonrisa de burla y fue a ayudar a levantarse a la asiática.
—Perdón.—sonrió lo más amable posible.
—No te preocupes.—al parecer, Cho no se había dado cuenta de que tirarla había sido la intención de la chica desde un principio.
Ron y Hermione, obviamente la castaña ganaría, no había duda alguna. El pelirrojo se veía confiado, muy confiado.
—Uno, dos, tres.—contó Harry.
—¡Desmaius!—dijo Hermione y Ron salió volando hasta chocarse.
Ginny empezó a reírse junto al grupo de chicas que se había reunido, volteó aún riendo junto a Hermione y vieron a Ron junto a los gemelos, rieron aún más fuerte.
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