-¿Uɴ ʙᴇsᴏ ᴅᴇ ᴅᴇsᴘᴇᴅɪᴅᴀ?
Las puertas de la enfermería se abrieron de golpe y todos se sobresaltaron: los señores Weasley entraron en la sala precipitadamente, seguidos de Fleur, cuyo hermoso rostro estaba crispado por el pánico.
—Molly...Arthur...—dijo la profesora McGonagall; se levantó de un brinco y corrió a saludarlos, —Lo siento tanto...
—Bill.—susurró la señora Weasley, y pasó por delante de la profesora, pues acababa de ver la maltrecha cara de su hijo, —¡Oh, Bill!
Lupin y Tonks se levantaron y se apartaron para que los Weasley pudieran acercarse más a la cama. La madre de Bill se inclinó sobre su hijo y le besó la ensangrentada frente.
—¿Dices que lo atacó Greyback?—le preguntó el señor Weasley a la profesora McGonagall, —Pero ¿No se había transformado? ¿Y entonces? ¿Qué le va a pasar a Bill?
—Todavía no lo sabemos.—respondió ella, y miró a Lupin con gesto de impotencia.
—Seguramente tendrá alguna secuela, Arthur.—dijo Lupin, —Es un caso muy raro, posiblemente el único...No sabemos cómo se comportará cuando despierte...
La señora Weasley le quitó el apestoso ungüento de las manos a la señora Pomfrey y empezó a aplicárselo a Bill en las heridas.
—¿Y Dumbledore?—preguntó su marido, —Minerva, ¿es verdad que está...?
Mientras la profesora McGonagall asentía con la cabeza, Harry notó que Ginny se movía, haciendo que los brazos de el dejen de rodearla, y la miró. La muchacha tenía los ojos entornados y clavados en Fleur, que contemplaba a Bill con el terror reflejado en la cara.
—Muerto...Dumbledore...—susurró el señor Weasley, pero su esposa sólo tenía ojos para su hijo mayor.La señora Weasley rompió a sollozar y sus lágrimas cayeron sobre el mutilado rostro de Bill.
—Ya sé que no importa el aspecto que tenga...eso no es...lo más...importante...pero era un chico tan guapo...siempre fue muy guapo. ¡Mira que pasarle esto precisamente ahora que iba a casarse!
—¿Se puede sabeg qué significa eso?—saltó Fleur, —¿Qué quiegue decig «iba»a casagse?—la señora Weasley la miró con los ojos anegados en lágrimas y gesto de asombro.
—Pues...nada, que...
—¿Cgee que Bill ya no quegá casagse conmigo? —inquirió Fleur—. ¿Piensa que pog culpa de esas mogdedugas dejagá de amagme?
—No, yo no he dicho eso...
—¡Pues se equivoca!—gritó Fleur. Se irguió cuan alta era y se apartó la larga melena plateada, — ¡Paga que Bill no me quisiega haguía falta algo más que un hombgue lobo!
—Sí, claro que sí.—dijo la señora Weasley, —Pero pensé que quizá...dado el estado en que...en que...
—¿Cgeyó que no queguía casagme con él? ¿O quizá confiaba en que no quisiega casagme con él?—replicó Fleur; estaba tan enfadada que le temblaban las aletas de la nariz, —¿Qué más da el aspecto que tenga? ¡Me paguece que tenemos de sobga con mi belleza! ¡Lo único que demuestgan esas cicatguices es la gan valentía de mi futugo maguido! ¡Y deme eso! ¡Ya lo hago yo!—añadió con fiereza al tiempo que apartaba a la señora Weasley de un empujón y le quitaba el ungüento de las manos. La madre de los Weasley tropezó, chocó contra su marido y se quedó mirando cómo Fleur le curaba las heridas a Bill con una expresión muy extraña. Nadie decía nada; Harry no se atrevía ni a moverse. Como todos los demás, esperaba que la señora Weasley estallara.
—Nuestra tía abuela Muriel.—dijo la mujer tras una larga pausa, —Tiene una diadema preciosa, hecha por duendes, y se la pensaba dejar a Ginny, pero estoy segura de que lograré que te la preste para la boda. Muriel quiere mucho a Bill ¿Sabes?, y a ti te quedará muy bonita el día de la boda, con el pelo que tienes.
—Gacias.—dijo Fleur fríamente, —Segá un placer.
Y de repente ambas se abrazaron llorando. Harry, desconcertado, se preguntó si el mundo se habría vuelto loco; se dio la vuelta y vio que Ron estaba tan pasmado como él y que Ginny y Hermione se miraban con asombro.
—¿Lo ves?—dijo entonces una agresiva voz. Tonks fulminaba con la mirada a Lupin, —¡Fleur sigue queriendo casarse con él, aunque lo hayan mordido! ¡A ella no le importa!
—Es diferente.—replicó Lupin moviendo apenas los labios y poniéndose tenso, —Bill no será un hombre lobo completo. Son dos casos totalmente...
—¡Pero a mí tampoco me importa! ¡No me importa!—gritó Tonks agarrando a Lupin por la pechera de la túnica y zarandeándolo, —Te lo he dicho un millón de veces...
Y de pronto Ginny lo comprendió todo: el significado del patronus de Tonks y el de su cabello desvaído, y el motivo por el que había ido rápidamente a buscar a Dumbledore tras oír el rumor de que Greyback había atacado a alguien. No era de Sirius de quien Tonks se había enamorado...
—Y yo te he dicho a ti un millón de veces.—replicó Lupin con la vista clavada en el suelo para no mirarla, —Que soy demasiado mayor para ti, demasiado pobre, demasiado peligroso...
—Siempre he mantenido que has tomado una postura ridícula respecto a este tema, Remus.—intervino la señora Weasley asomando la cabeza por encima del hombro de Fleur mientras le daba unas palmaditas en la espalda a su futura nuera.
—No he tomado ninguna postura ridícula.—se defendió Lupin, —Tonks merece a alguien joven y sano.
—Pero ella te quiere a ti.—terció el señor Weasley esbozando una sonrisa, —Y al fin y al cabo, Remus, los jóvenes sanos no siempre se mantienen así.—y con tristeza señaló a su hijo, que yacía entre ellos.
—Ahora no es momento para hablar de esto.—dijo Lupin esquivando todas las miradas, y añadió con abatimiento, —Dumbledore ha muerto...
—Dumbledore se habría alegrado más que nadie de que hubiera un poco más de amor en el mundo.—dijo la profesora McGonagall con tono cortante, y en ese momento se abrieron otra vez las puertas de la enfermería y entró Hagrid. Tenía la frente empapada y los ojos hinchados; lloraba desconsolado y llevaba un pañuelo de lunares en la mano.
—Ya está...Ya lo he hecho, profesora.—dijo entre sollozos, —Me...me lo he llevado. La profesora Sprout ha enviado a los chicos a acostarse. El profesor Flitwick está descansando, pero dice que se pondrá bien en un periquete, y el profesor Slughorn ya ha informado al ministerio.
—Gracias, Hagrid.—dijo McGonagall, y se puso en pie, —Tendré que hablar con los del ministerio en cuanto lleguen. Hagrid, por favor, diles a los jefes de las casas (Slughorn puede representar a Slytherin) que quiero verlos en mi despacho de inmediato. Y me gustaría que tú también estuvieras presente.
El guardabosques asintió, se dio la vuelta y salió de la enfermería arrastrando los pies. La profesora se dirigió entonces a Harry
—Antes de hablar con ellos desearía charlar un momento contigo. Si quieres acompañarme...
—Hasta luego.—se despidió de Ron y Hermione. Agarró los codos de Ginny y la atrajo a el, —Nos vemos luego...—murmuró, —Te amo.—la besó, durante un segundo, no se olvidaba de la presencia de la familia y amigos.
—Yo también.—susurró.
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Se suspendieron las clases y se aplazaron los exámenes. En los dos días siguientes, algunos padres se llevaron a sus hijos de Hogwarts; las gemelas Patil se marcharon la mañana después de la muerte de Dumbledore, antes del desayuno, y a Zacharias Smith fue a recogerlo su altanero padre. Seamus Finnigan, en cambio, se negó rotundamente a acompañar a su madre a casa; discutieron a gritos en el vestíbulo, y al final ella permitió que su hijo se quedara hasta después del funeral. Seamus les contó a Harry y Ron que a su madre le había costado mucho encontrar una cama libre en Hogsmeade porque no cesaban de llegar al pueblo magos y brujas que querían presentarle sus últimos respetos a Dumbledore.
Los estudiantes más jóvenes se emocionaron mucho cuando vieron por primera vez un carruaje azul pálido, del tamaño de una casa y tirado por una docena de enormes caballos alados de crin y cola blancas, que llegó volando a última hora de la tarde—el día antes del funeral—y aterrizó en el borde del Bosque Prohibido. Ginny,desde una ventana, vio a una gigantesca y atractiva mujer de pelo negro y piel aceitunada que bajaba los escalones del carruaje y se lanzaba a los brazos del sollozante Hagrid.
Entretanto, iban acomodando en el castillo a una delegación de funcionarios del ministerio, entre ellos el ministro de Magia en persona. Harry evitaba con diligencia cualquier contacto con ellos, aunque estaba seguro de que, tarde o temprano,volverían a pedirle que relatara la última excursión de Dumbledore.
Harry, Ron, Ginny y Hermione siempre estaban juntos. Hacía un tiempo espléndido que parecía burlarse de ellos, y una vez que ya no sintieran la presión de los deberes. Harry lo sabía, una y otra vez, retrasaba el momento de decir lo que debía decir, y de hacer lo que debía hacer, porque le costaba demasiado renunciar a su mayor fuente de felicidad y paz.
Dos veces al día iban a la enfermería. A Neville ya le habían dado el alta, pero Bill seguía bajo los cuidados de la señora Pomfrey. Tenía unas cicatrices horribles; de hecho, se parecía mucho a Ojoloco Moody, aunque por fortuna conservaba tanto los ojos como las piernas; pero su carácter no había cambiado. La principal diferencia es que enseguida desarrolló una gran afición a los filetes de carne poco hechos.
«Es una suegte que se case conmigo.—había dicho Fleur alegremente mientras le arreglaba las almohadas a Bill, —Pogque los bguitánicos cocinan demasiado la cagne, siempgue lo he afigmado.»
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—Supongo que ahora si voy a tener como una hermana.—suspiró Ginny esa noche. Los cuatro estaban sentados junto a la ventana abierta de la sala común de Gryffindor, contemplando los jardines en penumbra.
—No está tan mal.—dijo Harry, —Aunque es muy fea.—se apresuró a añadir al ver que Ginny arqueaba las cejas, —Tú eres mucho más hermosa, y perfecta, y completa.—agarró sus manos, —Y tú le ganas a ella, y a todas.—la abrazó un poco, ella soltó una risita de resignación.
—En fin, si mi madre no la soporta, yo viviré en el infierno.
—¿Ha muerto alguien más que conozcamos?—preguntó Ron a Hermione, que leía detenidamente El Profeta Vespertino. Hermione hizo una mueca ante la forzada dureza en el tono de Ron.
—No.—contestó, y dobló el periódico, —Todavía están buscando a Snape, pero no hay ni rastro de él.
—Claro que no.—intervino Harry, que se encendía siempre que salía ese tema, —No lo hallarán hasta que encuentren a Voldemort, y dado el poco éxito que han tenido hasta ahora...
—Bueno, ya nos vamos a dormir.—Ginny le señaló con la cabeza a Hermione las escaleras del dormitorio de las chicas.
—Sí, estamos muy cansadas y no hemos dormido bien.—asintió la castaña y se despidió de sus amigos con la mano.
—Bye, Ronnie.—desordenó el cabello de su hermano.
—¿Y para mi no hay despedida?—Harry pareció indignarse.
—Te daría un beso de buenas noches, pero Ron empezaría de celoso.—se cruzó de brazos tumbando su cuerpo a un lado.
—Quiero ese beso de buenas noches.—dijo en seguida, y recibió un zape por parte de su mejor amigo.
—Es mi hermana, idiota.—se quejó el pelirrojo.
—Ronald ¿Qué tal si me acompañas a sacar algo? De paso te explico algunas cosas.—la mirada fulminante de Hermione fue suficiente para que Ron se asuste, y se parase a su lado sin protestar, la castaña le susurró en el oído a su amiga, —Voy a cuidar que nadie baje. No se pasen de la raya, tórtolos.
Harry y Ginny no habían despegado sus miradas, cuando supieron que sus amigos se habían ido, el azabache la atrajo a su lado, y la sección de besos con caricias empezó. De un momento a otro, sin que ninguno se diera cuenta, Ginny ya estaba sobre el regazo de Harry, removiéndose de vez en cuando para acomodarse mejor, agarrando el cabello, nuca y mejilla de su novio. Él, por su parte, sabía que si la chica seguía moviéndose, las hormonas adolescentes iban a tomar control de su ser, con las manos en la cadera de ella, a veces tirando para atrás el cabello castaño-rojizo que a la chica se le iba delante y agarraba la barbilla de su novia. Ninguno parecía querer dejar de besarse.
—¿Esto no era...—Ginny fue silenciada con un beso, —...un beso de...—otro beso la silenció, —...despedida?
—Sabes que...—ahora fue el turno de Harry para ser silenciado, —...no iba a...—y otro beso, —...serlo nunca.
La castaña-rojiza se separó un poco, y le sorprendió el hecho de que Harry comenzara a besar su cuello. Ella lo había creído un santo todos estos años, pero las hormonas parecían estar tomando el control, ella tiró su cuello hacia atrás disfrutando la sensación, pero sabía que aún no estaba lista para el otro paso.
—Hay que irnos ya.—dijo jadeando un poco, —Tengo sueño, quiero dormir.
—¿Puedes dormir conmigo?—pidió parando.
—¿En tu cuarto?—alzó las cejas.
—No. Muchos chicos.—negó rotundamente, —¿En el tuyo?
—No. Muchas chicas.—negó de igual forma.
—Estás celosa.—sonrió en grande al darse cuenta.
—Estás celoso.—jugó también.
Harry abrió la boca, —Yo tengo razones, el chico con el que saliste está en ese cuarto.
—Yo también las tengo, le gustas a la mayoría que está ahí dentro.
—Pero a mi me gustas tú. ¿Qué parte no entiendes de eso?
—No soy tan linda como las otras chicas que hay en todo Hogwarts.—movió la cabeza.
—Tú eres hermosa, eres una diosa, una reina. Nadie te llega ni a la planta de tus pies, no te compares con las demás, yo sé lo que vales.—agarró su mejilla, y ella se aferró al tacto, —Y aunque tenga a mil veelas al frente...ninguna va a poder tener efecto en mí. No son nada a tu lado.
—Te amo tanto.—volvió a besarlo, —Tener un Harry en mi vida ha sido la mejor decisión que pude haber tomado.
—Yo te amo más.—sonrió ante lo dicho.
—Bueno.—se levantó del regazo del azabache, —Vayámonos.
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