-Sᴇᴄᴛᴜᴍsᴇᴍᴘʀᴀ

Ginny se reunió con sus amigos otros en el Gran Comedor; ellos ya iban por el segundo plato.

—¡Lo he conseguido!—se apresuró a contarle Ron apenas la vio, —¡Lo he conseguido!—volvió a exclamar la ver a Harry, —Bueno, más o menos. Tenía que aparecerme fuera del salón de té de Madame Pudipié, y como me desvié un poco, acabé cerca de La Casa de las Plumas ¡Pero al menos me desplacé!

—Qué bien.—comentó Harry, —¿Y a ti, Hermione, cómo te ha ido?

—¡Uy, ella lo ha hecho a la perfección, claro!—se adelantó Ron, —Con perfecta discusión, difusión y desesperación, o como se diga. Después de la clase fuimos todos a tomar algo a Las Tres Escobas, y tendrías que haber oído cómo hablaba Twycross de ella. Sólo faltó que le propusiera matrimonio...

—Creo que le preguntaron a Hermione, Ron.—recordó su hermana.

—¿Y tú?—la interrumpió la castaña, —¿Has estado toda la mañana en el pasillo de la Sala de los Menesteres?

—No...estuve con Ginny terminando el pergamino de historia, pero también, sí ¿Y a que no saben a quién me he encontrado allí? ¡A Tonks!

—¿Fuiste a la Sala de Menesteres?—preguntó Ginny.

—¿Tonks? —se extrañaron Ron y Hermione.

—Sí, perdón.—admitió Harry al recordar lo que le había dicho a la castaña-rojiza.

—Me dijiste que ibas a estar en tu cuarto, terminando el pergamino ¿Qué es más importante que tus estudios? ¿Ver lo que hace el rubio en esa salita?

—No, pero el pergamino lo puedo terminar hoy.

—Si es que no vas de nuevo a la Sala de Menesteres.—contradijo, se tiró el cabello para atrás y cruzó las piernas, —Pero ya no importa, ¿Qué hacía Tonks ahí?

—Me dijo que venía a ver a Dumbledore...

—Pues yo creo que no está bien de los nervios.—dijo Ron cuando Harry hubo terminado de explicar su encuentro con la bruja, —Supongo que lo ocurrido en el ministerio la ha afectado.

—Me parece un poco raro.—opinó Hermione, que parecía preocupada, aunque no dijo por qué, —Si se supone que ha de vigilar el colegio ¿Por qué de repente abandona su puesto para ir a ver a Dumbledore cuando él ni siquiera está en el castillo?

—Tal vez...—apuntó Harry, vacilante. Le incomodaba expresarse en voz alta en presencia de Ginny y Hermione, porque ellas estaban más acostumbradas y lo hacían mucho mejor que él, —¿Y si...? ¿Y si se había enamorado...de Sirius?

—¿De dónde has sacado eso?—le preguntó Ginny.

—No sé...cuando mencioné el nombre de mi padrino se puso a lagrimear...y ahora su patronus es un animal enorme de cuatro patas. Pensé que quizá su patronus había adoptado la forma...de Sirius.

—Tienes razón, podría ser.—concedió la castaña.

—No.—dijo la castaña-rojiza, —Tonks no estaba enamorada de Sirius. Ellos eran tío y sobrina de sangre.

Todos abrieron la boca e hicieron un gesto de comprensión.

—Pero sigo sin entender por qué entró de sopetón en el castillo para ver a Dumbledore. Si es que de verdad estaba allí por ese motivo...—Hermione frunció el ceño.

—Es lo que he dicho.—intervino Ron mientras engullía puré de patatas, —Noestá bien de los nervios. Está un poco trastornada ¡Mujeres!—añadió mirando a Harry con gesto de complicidad, —Se disgustan por cualquier cosa.

—Y sin embargo.—repuso Hermione saliendo de su ensimismamiento, —Dudoque encuentres a una mujer que se pase media hora enfurruñada porque la señoraRosmerta no se ha reído de su chiste sobre la bruja, el sanador y la Mimbulusmimbletonia.

Ron la miró con ceño. Ginny soltó una risa entre sorprendida y orgullosa.

—Harry.—llamó Hermione, cuando el azabache la miró volvió a susurrar, —Es Katie.

El la miró al parecer sin entender ni una pizca de lo que hablaba.

—Katie Bell.—repitió Ginny sentada a su lado.

Y al voltear a la derecha, Harry comprendió, la chica había vuelto de San Mungo. Se levantó y fue a hablar con ella. Pero de la nada el chico se giró, los tres restantes hicieron lo mismo y vieron a Draco, con la cara pálida al ver a Katie y Harry, retrocedió y salió de ahí. El azabache trató de seguirlo.

—No.—negó Ginny al levantarse y ponerse frente a su mejor amigo. Pero recibió una mirada de permiso, y solo le dio el pase con el hombro.

Se sentó de nuevo con la mirada perdida en su comida, pero sus amigos tenían su vista fija en ella, sin atreverse a decir algo. Luego de pensar en que hacer, dio un golpe a la mesa y salió disparada a buscarlos.

—¿Qué fue lo que le hiciste?—preguntó la chica al llegar al baño de hombres, viendo a Draco en el suelo, lleno de sangre que al caer se fusionaba con el agua, y al profesor Snape revirtiendo lo que sea que Harry haya hecho.

—Señorita Weasley, váyase.—ordenó Snape al verla, sin parar de repetir una cura para el rubio.

Pero Harry fue quien agarró su brazo y se la llevó de esa escena, pero la chica se soltó de su agarre cuando recapacitó.

—¿Qué le hiciste?—preguntó tratando de no querer llorar.

—Sectumsempra.—admitió al ver su cara.

Ella volvió a negar mirándolo, —Sectumsempra para enemigos.—recordó lo que decía el libro, —¿Por qué?

—Me estaba atacando.

—¿Y tú debiste casi matarlo?

—Fue lo único que se me ocurrió, no sabía lo que el hechizo hacía.

—Menos debiste probarlo con él.

En la sala común, Ron, Ginny y Hermione miraban a Harry, quien ahora temblaba al reconocer lo que había hecho. La castaña-rojiza, aún algo resentida, se acercó a el.

—Desaste del libro.—pidió, —Hoy.

Harry la miró asintiendo rápidamente, seguía temblando pero siguió a su amiga.

—Dame la mano.—la extendió, el la agarró y paró un poco de temblar, pero su consciencia no lo dejaba tranquilo.

La Sala de Menesteres fue el lugar elegido, por las diversas opciones en las que podía convertirse, no creían que nadie tendría su misma idea de donde guardarlo. Había un montón de cosas dentro, sería fácil esconder un libro pequeño.

Ginny avanzó, y Harry fue tras ella sin soltar su mano, —Hay que esconder el libro del príncipe mestizo donde nadie lo pueda encontrar. Incluyéndote a ti.

Pero algo sonó, e hizo que ambos miraran a todos lados algo alarmados.

—¿Qué fue eso?—preguntaron a la par.

Se acercaron lentamente a un armario, algo se movía dentro. Harry lo abrió y una ave salió disparada volando, la castaña-rojiza alzó su dedo índice y el ave se posó ahí, ella la hizo rotar para ver si se había lastimado, pero estaba completamente bien, sin ningún rasguño. Entonces la dejó ir.

—¿Ves? Nunca sabes que hallarás aquí.—sonrió ella, se acercó a su mejor amigo, y le quitó el libro con cautela, Harry no se había dado cuenta, ambos mantenían un gran contacto visual,—Bien, ahora cierra los ojos. Así no tendrás mucha tentación.

Empezó a retroceder cuando el azabache los cerró completamente, el tamaño de la sala era enorme, del tamaño de una catedral, por cuyas altas ventanas entrabanrayos de luz que iluminaban una especie de ciudad de altísimos muros construidoscon lo que probablemente eran objetos escondidos por varias generaciones dehabitantes de Hogwarts. Había callejones y senderos bordeados de inestablesmontones de muebles rotos, quizá abandonados allí para ocultar los efectos deembrujos mal ejecutados, o tal vez guardados por los elfos domésticos porque sehabían encariñado con ellos; miles y miles de libros, seguramente censurados, garabateados o robados; tirachinas alados y discos voladores con colmillos, algunosde ellos con suficiente energía para permanecer precariamente suspendidos sobre lasmontañas de otros objetos prohibidos: botellas desportilladas que contenían pocionessolidificadas, sombreros, joyas y capas; había también unas cosas que parecíancáscaras de huevo de dragón, botellas tapadas con corchos (cuyos contenidos todavíabrillaban malvadamente), varias espadas herrumbrosas y una pesada hacha manchadade sangre.

Ginny se metió por uno de los numerosos callejones que discurrían entre aquellostesoros ocultos. Torció a la derecha tras pasar por delante de un enorme trol disecado,siguió corriendo, giró a la izquierda al llegar al armario evanescente en que Montaguese había perdido el curso anterior. Encontró una caja que parecía poder destruirse ante el más mínimo contacto, metió el libro del Príncipe Mestizo detrás de la caja y cerró lapuerta de golpe.

Cuando regresó, vio a Harry, parado con los ojos cerrados, sin hacer nada, y ella sonrió, se veía tan pacífico y atractivo que la tentación la venció, se quedó a escasos centímetros de el, estaba teniendo un impulso por querer besarle, pero sería incómodo si el no lo correspondía. Su lado racional tomó el curso y solo suspiró, lo atrajo en un abrazo suspirando, y miles de preguntas se formularon en su cabeza.

—Voy a salir primero.—le avisó cuando se separó, el chico asintió.

Mientras se iba sobándose los hombros, las preguntas de si hubiese besado a su mejor amigo o no seguían. Harry no fue tonto en ese momento, desde que cerró los ojos estuvo siguiendo el mínimo sonido que Ginny hacía, y la pudo sentir cerca a el, no se movió porque quería ver si ella lo haría, pero cuando no lo hizo, una parte de él se rompió. La vio alejarse y en ese momento  lo supo. Iba a arriesgarse, la iba a besar. Cuando se atreviera.

Harry se agachó, sacó del fondo de su baúl la bola que había hecho con loscalcetines y del interior de uno extrajo la diminuta y reluciente botella. El felix felicis.

—Bueno, vamos allá —dijo, y la levantó y bebió un pequeño sorbo.

—¿Qué se siente?—susurró Hermione.

El no contestó enseguida. Poco a poco lo invadió una excitante sensación deinfinito poderío y se sintió capaz de lograr cualquier cosa que se propusiera. Y depronto creyó que sonsacarle aquel recuerdo a Slughorn parecía no sólo posible, sinofacilísimo...Se puso de pie, sonriente y rebosante de seguridad en sí mismo.

—Estupendo.—dijo, —Francamente estupendo.

—No lo olvides.—le habló Ginny, —Slughorn suele cenar temprano, sale a caminar, y luego regresa a su oficina.

—Sí, iré a ver a Hagrid.

—¿Qué?—dijeron Ron, Ginny y Hermione a la vez, perplejos.

—No. Harry, es a Slughorn a quien debes ir a ver. ¿No te acuerdas?—replicóHermione, —Tenemos un plan.

—Nada de eso. Me voy a la cabaña de Hagrid, tengo una corazonada, siento como si debiera estar con él esta noche ¿Comprenden?

—No.—dijeron a la vez.

—Créanme, sé lo que hago.—contestó Harry, —O, la poción lo sabe.

Elpartido entre Gryffindor y Ravenclaw había despertado una tremenda expectativa entodo el colegio, ya que con él se decidiría el campeonato. Si Gryffindor ganaba pormás de trescientos puntos (era mucho pedir, pero Ginny nunca había visto volar mejora su equipo), obtendrían la Copa; si ganaban por menos, quedarían en segundo lugardetrás de Ravenclaw; si perdían por cien puntos quedarían terceros detrás deHufflepuff; y si perdían por más, quedarían en cuarto lugar y nadie, creía Harry, ledejaría olvidar jamás que había capitaneado a Gryffindor hacia su primera derrotaabsoluta en dos siglos.

El período previo a ese trascendental partido gozaba de todos los ingredienteshabituales: los miembros de las casas rivales intentaban intimidar a los jugadores delos equipos contrarios en los pasillos; los seguidores cantaban a voz en gritodesagradables tonadillas acerca de determinados adversarios al verlos pasar, y losjugadores se pavoneaban cuando sus seguidores los vitoreaban, pero entre clase yclase corrían a los lavabos para vomitar de puro nerviosismo. Por su parte,mentalmente Harry asociaba el resultado del partido al éxito o fracaso de sus planesrespecto a Ginny: si ganaban por más de trescientos puntos, las escenas de euforia yla animada fiesta posterior quizá resultaran tan favorables como besarla.

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