-Eʟ ᴄᴏʟʟᴀʀ

—¿Conocen este hechizo, sectumsempra?—preguntó Harry acercándoles la página del libro de pociones a sus dos mejores amigas.

—No, no lo conocemos.—negó Ginny a la defensiva.

—Y si tuvieras un poco de respeto, devolverías el libro.—espetó Hermione.

—De tonto lo haría.—dijo Ron, —Es el mejor de la clase, hasta es mejor que ustedes.—Hermione miró arriba y Ginny al lado derecho, observando mal al pelirrojo, —Slughorn cree que es un genio...¿Qué?

—Me gustaría saber de quién era.—decidió Hermione levantándose, —Déjame ver.

Harry pareció alarmarse y se levantó negando, —No.

—¿Por qué no?

—El encuadernado es frágil.—se excusó retrocediendo.

—¿El encuadernado es frágil?—repitió.

—Déjame verlo.—dijo Ginny.

—Si.—dijo al instante el azabache sin pensar, sorprendiendo a la chica, —Digo no.

Hermione soltó una risa irónica y Ginny aprovechó eso para sacarle el libro a Harry por detrás. Retrocedió un poco y lo abrió en la primera página.

Este libro es propiedad del príncipe mestizo.

—¿Quién es el príncipe mestizo?—preguntó retrocediendo, Harry y Hermione avanzaban con cautela hacia ella.

—¿Quién?—preguntó ella.

—Es lo que dice.—se encogió de hombros, —Este libro es propiedad del príncipe mestizo.—al ver que no decían nada, se lo tiró devolviéndoselo a Harry.

—No has soltado ese libro en cuatro semanas, prácticamente duermes con él.—se quejó Ginny, —¿Y no quieres saber quién es el príncipe mestizo?

—No dije que no tuviera curiosidad.—replicó, —Y no duermo con el libro.

—Pero es cierto.—apoyó Ron, —Me gusta platicar antes de dormir, pero ahora solo lees ese libro, es como estar con Hermione y la parte sabelotodo de Ginny.

Hermione y Ginny voltearon a la derecha para ver mal al pelirrojo, luego se miraron.

—Pues nosotras tuvimos curiosidad.—hablaron al unísono, —Y fuimos a la...

—A la biblioteca.—terminaron Harry y Ron por ellas, —¿Y?

—Y nada.—bufó Hermione, —No encontramos ninguna referencia de un príncipe mestizo.

—Ahí tienen, asunto resuelto.

Ginny vio la hora en su reloj y se dio cuenta que era tarde, —Oigan, debo irme, quedé con Dean. Nos vemos.—y se fue directo a las tres escobas a encontrarse con su novio.

—Ahí estás.—sonrió Dean al verla llegar.

—Hola.—se sentó y besó su mejilla mientras se quitaba el gorro y la chalina blancas. —¿Pediste algo?

—Dos cervezas de mantequilla.—respondió acomodándose, —La tuya con jengibre.

—Gracias.—le sonrió, le enternecía el gesto de pedir la suya tal como le gustaba.

En una mesa no tan alejada, Harry y Ron estaban sentados al lado, y Hermione al frente de ambos.

—Ay no puede ser.—lamentó el pelirrojo al ver la escena que compartían Ginny y Dean, —Que niña tan boba.

Harry sintió tristeza inundarlo, pero no veía bien la escena por lo que no podía sentir nada más que tristeza.

—¿Qué? Solo están tomados de la mano.—defendió Hermione, todos voltearon de nuevo y vieron besarse a la pareja, —Y se besan.—vaciló.

—Me quiero ir.—decidió Ron.

—¿Qué...? No hablarás en serio.—negó Hermione.

—¿Olvidas que es mi hermana?—le recordó acercándose un poco y susurrando.

—¿Y qué? Si ella te viera besándome ¿Esperarías que se levantara y se fuera?—vaciló un poco con una sonrisa.

Ron se quedó con cara de desconcierto, no entendió la clara indirecta que le había lanzado la castaña.

—Creo que tomaste muchas cervezas de mantequilla.—rió Ginny al ver a su amiga casi tambaleándose, se había reunido con su amigos luego de salir de las tres escobas.

Hermione rió risueña y asintió, se quedaron quietas un segundo y cuando Harry y Ron las alcanzaron, ambas los rodearon con los brazos, dejando al lado derecho a Harry, Ginny y Hermione en el centro y al lado de la castaña, Ron.

—¡No es asunto tuyo, Leanne!—exclamó Katie adelante, cargando un paquete, antes de que ambas desaparecieran tras un recodo del camino.

Fuertes ráfagas de nieve golpeaban a Ginny. Al doblar el recodo trató de quitarsela de encima, pero en ese preciso instante vio que Leanne intentaba quitarle a Katie el paquete, ésta trataba de recuperarlo y en el forcejeo el paquete cayó al suelo.

De inmediato, Katie se elevó por los aires, pero no como había hecho Ron (cómicamente suspendido por un tobillo), sino con gracilidad y con los brazos extendidos, como a punto de echar a volar. Sin embargo, en su postura había algo extraño, algo estremecedor...la ventisca le alborotaba el cabello y tenía los ojos cerrados y el rostro inexpresivo. Harry, Ron, Ginny, Hermione y Leanne se detuvieron en seco, estupefactos.

—¡Se lo dije!—exclamó Leanne volteando a ver al cuarteto, —Le dije que no lo tocara.

Entonces, cuando estaba a casi dos metros del suelo, Katie soltó un chillido aterrador y abrió los ojos. Sin duda lo que veía o sentía le producía una tremenda angustia. No paraba de chillar. Leanne empezó a gritar también, y la agarró por los tobillos intentando bajarla al suelo. Los demás se precipitaron a ayudarla, y cuando lograron cogerla por las piernas Katie se les vino encima. Los dos chicos consiguieron atraparla, pero Katie se retorcía violentamente y apenas lograban sujetarla. La tumbaron en el suelo, donde la muchacha siguió revolcándose y chillando, como si no reconociera a nadie.

—¡Apártense!—ordenó el guardabosques llegando, —¡Déjenme verla!

—¡Le ha pasado algo!—sollozó Leanne, —No sé qué...

—No toquen eso.—prohibió el semi-gigante cuando Harry trató de levantar el paquete que había hecho actuar así a la chica, —Solo la envoltura ¿Entendieron?

Hagrid miró a Katie y luego, sin decir palabra, se agachó, la levantó en brazos y echó a correr hacia el castillo. A los pocos segundos, los desgarradores gritos de Katie se habían apagado y sólo se oía el bramido del viento. Hermione abrazó a la compungida amiga de Katie.

—Te llamas Leanne ¿Verdad?

La chica asintió con la cabeza.

—¿Ha pasado de repente o...?

—Ha ocurrido cuando se abrió el paquete.—gimoteó Leanne, y señaló el empapado envoltorio de papel marrón que había en el suelo; se había abierto un poco y dejaba entrever un destello verdoso.

Ron se agachó para tocarlo, pero Harry le sujetó el brazo.

—¡Ni se te ocurra tocarlo!—le advirtió, y se agachó a su vez junto al paquete: un ornamentado collar de ópalos asomaba por el envoltorio, —Lo he visto antes.—comentó, —Fue expuesto en Borgin y Burkes hace mucho tiempo y la etiqueta ponía que estaba maldito. Katie debe de haberlo tocado.—miró a Leanne, que había empezado a temblar, —¿Cómo llegó a manos de Katie?

—Por eso discutíamos. Volvió del lavabo de Las Tres Escobas trayendo el paquete y dijo que era una sorpresa para alguien de Hogwarts y que tenía que entregárselo. Cuando lo dijo estaba muy rara...¡Oh, no! ¡Ahora lo entiendo! ¡Le han echado una maldición imperius, y no me di cuenta!—rompió a sollozar de nuevo. Hermione le dio unas palmaditas de consuelo.

—¿No te dijo quién se lo había dado, Leanne?—preguntó Ginny cruzada de hombros asomándose a ver el collar.

—No...no quiso contármelo...y yo le dije que no fuera estúpida y que no lo llevara al colegio, pero ella se negaba a escucharme y...y entonces intenté quitárselo...y...y...—emitió un gemido de desesperación.

—Será mejor que vayamos a Hogwarts.—propuso Hermione sin dejar de abrazara la desdichada chica, —Así sabremos cómo se encuentra Katie. Vamos...

Harry vaciló un momento, se quitó la bufanda del cuello e, ignorando la exclamación de asombro de Ron, envolvió con ella el collar y lo levantó con mucho cuidado.

—Se lo enseñaremos a la señora Pomfrey.—dijo.

—¡McGonagall a la vista!—anunció Ron.

Ginny levantó la cabeza y vio a la profesora bajar a toda prisa los escalones de piedra del castillo, azotada por las ráfagas de aguanieve. Se acercó a ellos presurosa.

—Hagrid dice que han visto lo ocurrido ¡Suban enseguida a mi despacho, por favor! ¿Qué es eso que llevas, Potter?

—Es la cosa que tocó Katie.

—¡Cielos!—dijo la profesora con espanto mientras cogía el envuelto collar de las manos de Harry, —¡No, no, Filch, están conmigo!—se apresuró a aclarar al ver que el conserje cruzaba el vestíbulo hacia ellos, con gesto de avidez y sensor de ocultamiento en ristre, —¡Lleve inmediatamente esto al profesor Snape, pero sobre todo no lo toque, no retire la bufanda!

Ginny y los demás siguieron a la profesora por la escalera y entraron en su despacho. Las ventanas salpicadas de aguanieve vibraban y en la habitación hacía mucho frío, pese a que la chimenea estaba encendida. Tras cerrar la puerta, McGonagall se ubicó detrás de su mesa, de cara a Harry, Ron, Ginny, Hermione y Leanne, que no paraba de sollozar.

—¿Y bien?—dijo con brusquedad, —¿Qué ha sucedido?

Con voz entrecortada y haciendo pausas para dominar el llanto, Leanne contó que Katie había vuelto del lavabo de Las Tres Escobas con un paquete en las manos, que a ella le había parecido un poco raro y que habían discutido sobre la conveniencia de prestarse a entregar objetos desconocidos, de modo que al final la discusión había culminado en un forcejeo y el paquete se había abierto. Al llegar a ese punto, Leanne estaba tan abrumada que no hubo manera de sonsacarle una palabra más.

—Está bien.—dijo la profesora, comprensiva, —Leanne, sube a la enfermería, y que la señora Pomfrey te dé algo para el susto.

Cuando la muchacha abandonó el despacho, McGonagall se volvió hacia los otros cuatro.

—¿Por qué siempre que pasa algo, tienen que estar ustedes cuatro?

—Créame profesora, yo me hecho esa pregunta por seis años.—contestó Ron suspirando, haciendo que sus amigos lo miren.

—¿Qué ocurrió cuando Katie tocó el collar?

—Se elevó por los aires.—contestó Harry adelantándose a sus amigos, —Luego se puso a chillar y al final se desplomó. Profesora ¿Puedo hablar con el profesor Dumbledore, por favor?

—El director se ha marchado y no volverá hasta el lunes, Potter.

—¿Que se ha marchado?

—¡Sí, Potter, se ha marchado!—repitió la profesora con tono cortante, —Pero cualquier cosa que tengas que decir relacionada con este desagradable incidente puedes confiármela a mí.

Harry vaciló una fracción de segundo. Aquella profesora no invitaba a que le hicieran confidencias; Dumbledore, pese a ser más intimidante que ella en muchos aspectos, parecía menos inclinado a menospreciar las teorías de los demás, por descabelladas que fueran. Pero aquello era un asunto de vida o muerte, y no era momento para preocuparse por si se iban a reír de él. Así que inspiró hondo y dijo:

—Creo que Draco Malfoy le dio ese collar a Katie, profesora.

Los tres restantes se voltearon a ver a la izquierda al instante, dejando su mirada en el azabache.

Ginny, al lado de Harry no se molestó en ocultar su sorpresa, Ron al lado de Ginny, se frotó la nariz con gesto de bochorno; Hermione, al lado de Ron, arrastró los pies como si deseara poner distancias.

—Ésa es una acusación muy grave, Potter.—manifestó la profesora McGonagall tras un momento tenso, —¿Tienes alguna prueba?

—No, pero... —y le contó que habían seguido a Malfoy hasta Borgin y Burkes y la conversación que le habían oído mantener con Borgin.

Cuando hubo terminado, McGonagall parecía un tanto desconcertada.

—¿Malfoy llevó algo a Borgin y Burkes para que se lo repararan?

—No, profesora, sólo quería que Borgin le explicara cómo reparar esa cosa. No la llevaba consigo. Pero no se trata de eso; lo que importa es que ese mismo día compró algo en la tienda, y creo que era ese collar.

—¿Vieron a Malfoy salir de la tienda con un paquete parecido?

—No, profesora, él le dijo a Borgin que se lo guardara en la tienda...

—En realidad—lo interrumpió Hermione, —Borgin le preguntó si quería llevárselo, y Malfoy contestó que no...

—¡Pues claro, porque no quería tocarlo!—saltó Harry.

—Lo que dijo fue: «¿Cómo voy a ir por la calle con eso?» —le recordó Ginny.

—Pelirroja, habría quedado como un imbécil con un collar puesto.—intervino Ron.

—¡Ron!—se desesperó Hermione, —¡Se lo habría llevado envuelto para no tocarlo, y no le habría costado esconderlo debajo de la capa para que nadie lo viera! Yo creo que esa cosa que reservó en Borgin y Burkes hacía ruido o abultaba mucho; debía de ser algo que habría llamado la atención por la calle.

—Y de cualquier modo.—insistió Ginny, adelantándose a las objeciones de Harry, —Hermione y yo le preguntamos a Borgin acerca del collar ¿No se acuerdan? Lo vimos en la tienda cuando entramos para averiguar qué le había pedido Malfoy que le guardara. Y Borgin se limitó a decirnos el precio, pero no nos dijo que ya estuviera vendido ni nada parecido...

—Ya, pero Hermione fue muy poco sutil y él se dio cuenta de sus intenciones. Es lógico que no les dijera nada...además, Malfoy pudo enviar a alguien a buscarlo más tarde...

—¡Ya basta!—se impuso la profesora cuando Ginny y Hermione, enfadadas, se disponían a replicar, —Potter, te agradezco que me hayas contado esto, pero no es posible acusar al señor Malfoy únicamente porque visitó la tienda donde tal vez se comprara ese collar. Podríamos acusar de lo mismo a centenares de personas.

—Eso mismo dije yo.—murmuró Ron.

—Además, este año hemos instalado rigurosas medidas de seguridad. Dudo mucho que ese collar haya entrado en este colegio sin nuestro conocimiento.

—Pero...

—Es más.—prosiguió McGonagall, adoptando un tono inapelable, —Hoy el señor Malfoy no ha ido a Hogsmeade.

Harry la miró boquiabierto y se desinfló de golpe, —¿Cómo lo sabe, profesora?

—Porque estaba cumpliendo un castigo conmigo. Ya van dos veces seguidas que no entrega sus deberes de Transformaciones. De modo que gracias por comunicarme tus sospechas, Potter.—añadió al pasar por delante de los muchachos, —Pero tengo que subir a la enfermería para ver cómo evoluciona Katie Bell. Que tengan un buen día.

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