-¡Eʀᴇs ᴜɴ ᴇsᴛᴜᴘɪᴅᴏ, Rᴏɴᴀʟᴅ!

—¿Por qué siempre nuestros encuentros tienen que acabar así?—se quejó Ginny sobando su sien.

—¿Por qué siempre tienes que meter a Harry?—se quejó Dean abriendo los brazos.

—¿Por qué no soportas que te cuente lo que hago con mis mejores amigos?—contraatacó señalándose y luego haciendo gestos.

—¡Porque siempre lo mencionas! Siempre que empiezas a contarme algo terminas hablando de él. Parece que lo consideras algo más que tu amigo ¿Crees que me encanta escuchar todo el santo día de Harry? ¡No!

—¡Pues lo lamento! Pero seguiré hablando de mis amigos.—agarró su varita, —Ahora, tengo que ir a la cena de Slughorn, y no quiero volver a pelear. Adiós.

Mientras la chica caminaba a paso apresurado para no llegar aún más tarde, se limpiaba con cuidado las pocas lágrimas que se le habían escapado. Vio a Draco al final de pasillo, vestido completamente de negro y procurando que nadie lo vea, pero cuando divisó a la chica limpiándose las lágrimas se quedó ahí sin saber que hacer.

Cuando la chica se dio cuenta de su presencia, no lo pensó y salió corriendo en su dirección, agarrando la falda azul metálico de su vestido, prácticamente se trepó a sus brazos permitiéndose llorar, encontrando en el, un refugio que alguna una vez construyó, el chico se quedó sorprendido por un momento, pero luego la abrazó, sentándose con ella aún en brazos.

La posición en la que terminaron fue Draco arrodillado abrazando a la chica y Ginny llorando en su hombro mientras agarraba su camisa y la estrujaba de vez en cuando, el rubio se permitió alzar la comisura de su labio.

—¿Desde cuándo se invirtieron los roles?—bromeó cuando la chica dejó de llorar, recordando las veces en que Ginny era quien lo consolaba de niños cuando Draco lloraba.

La castaña-rojiza soltó una risa sorbiendo su nariz, —No lo sé, creo que era cuestión de tiempo.

—¿Qué pasó?—preguntó cuando la chica se sentó ahora en el piso.

—Discutí con Dean.—admitió al instante, no le importó el hecho de que no hablaba con Draco así desde hace muchos años.

—Lo voy a matar.—fue lo único que dijo mientras se levantaba con la mandíbula tensa.

—¡No!—gritó levantándose y parándolo, —No, fue una simple pelea de siempre. Siempre discutimos de lo mismo.

—¿Una simple discusión te hizo llorar?—la quiso hacer entender.

—Es que tiene razón. Las razones de nuestras peleas tienen sentido.—razonó jugando con sus manos, —El tiene razón del por qué quejarse.

Draco no supo que decir para consolar a la que había sido su mejor amiga, no encontraba palabras para hacerla sentir mejor. No sabía que decirle, nunca había hecho algo así.

—Em, creo que tienes que ir a la cena de Slughorn ¿No?—se rascó la nuca.

—Ah, si.—se apresuró a limpiar unas últimas lagrimas, —Nos vemos luego.

Aceptó la ayuda de Draco para levantarse y Ginny se apresuró a correr por los pasillos sin ser vista para llegar.

Cuando entró, todas las miradas se posaron en la chica de vestido azul metálico, que no tenía el mismo aspecto de siempre, tenía los ojos rojos, algo hinchados y apagados, si no la conocías bien podrías apreciar solo los ojos rojos, pero si la conocías a fondo sabrías lo de sus ojos apagados.

—Ah.—suspiró Slughorn aliviado, —La señorita Weasley, pasa, pasa, querida.

—Mira sus ojos.—le susurró Hermione a Harry, acercándose, —Otra vez discutieron, ella y Dean, me dijo de sus peleas continuas.

—Lo siento, nunca suelo llegar tarde.—se disculpó cerrando la puerta tras suyo y acercándose a su silla correspondiente.

La silla que era suya esa noche estaba al lado izquierdo de Harry, quien al verla llegar se levantó al instante, mirándola fijamente, la chica frunció un poco el ceño y se sentó, el azabache miró al rededor y se sentó, Hermione reprimió una risa.

—No importa.—tranquilizó Slughorn, —Llegas a tiempo para el postre, eso si Belby te dejó un poco.—bromeó viendo a Marcus devorar su helado.

Harry se agachó hacia el lado de Ginny, quién lo miró confundida y le preguntó a Hermione que pasaba con la mirada, ella se encogió de hombros y se giró hacia su lado derecho, recibiendo la mirada confundida de Neville, le hizo un gesto de restar importancia y volvió a lo suyo.

—¿Puedes perdonarme?—preguntó Dean cuando ambos estaban detrás del tapiz, un atajo para llegar a la torre de Gryffindor, le sobaba los hombros mientras la chica no lo miraba, —Por favor.

Soltó una pequeña sonrisa involuntaria, —Está bien.

Y luego el la besó, la chica acorralada en la pared se dejó llevar, el beso no era suave, ni lento como los de antes, era demandante y apasionado. El tomó su cara entre sus manos, profundizando el beso. Sus respiraciones se aceleran, sus cuerpos electrificados, la sangre les corría rápidamente por las venas. Dean agarra las caderas de la castaña-rojiza y ella deja sus brazos posarse en los hombros del moreno.

Pero de lo que no se habían dado cuenta, es que hace exactamente un segundo, Harry y Ron habían llegado al atajo detrás del tapiz.

Harry sintió que algo enorme y con escamas cobraba vida en su estómago y le arañaba las entrañas; fue como si un chorro de sangre muy caliente le inundara el cerebro, le borrara todos los pensamientos y los sustituyera por un acuciante impulso de hacerle un embrujo a Dean, convertirlo en jalea y golpearlo hasta matarlo y dejarlo hecho cenizas, borrarlo de la vida y perseguirlo hasta que no quede rastro alguno de el.

Mientras se debatía con esa repentina locura, oyó la voz de Ron, aunque le sonó como si su amigo estuviese muy lejos de allí. Estaba concentrado en las mil maneras de matar al chico por besar y tocar de esa manera a su pelirroja.

—¡Eh, eh!—exclamó Ron tan rojo como su cabello.

Dean y Ginny se separaron y volvieron las cabezas, —¿Qué pasa?—preguntó la chica.

—¡No quiero volver a ver a mi hermana besuqueándose con un chico en público!

—¡Este pasillo estaba vacío antes de que vinieses a meter tus entrometidas narices!—le espetó Ginny.

Dean no sabía dónde esconderse. Le lanzó a Harry una tímida sonrisa que éste no le devolvió; el monstruo que acababa de nacer en su interior bramaba exigiendo la inmediata destitución de Dean del equipo y de la vida de la castaña-rojiza.

—Hum...vamos, Ginny...—dijo Dean, —Volvamos a la sala común.

—¡Ve tú!—le soltó ella, —Yo tengo que hablar con mi querido hermano, con mi preciado Ronnie.

Dean se marchó, aliviado de poder abandonar aquel escenario.

—Mira, Ron.—dijo Ginny apartándose el largo y castaño-rojizo cabello de la cara y fulminando con la mirada a su hermano, —Vamos a aclarar esto de una vez por todas. No es asunto tuyo con quién salgo ni lo que hago...

—¡Claro que es asunto mío!—replicó él, igual de furioso.

—¡Ay! ¡Y volvemos con los celos!—se quejó.

—¿Crees que me gusta que la gente diga que mi hermana es una...?

—¿Una qué? —gritó Ginny, y sacó su varita, —¿Una qué, Ron? ¿Qué ibas a decir?

—No iba a decir nada, pelirroja.—terció Harry, apaciguador, pese a que el monstruo corroboraba con sus rugidos las palabras de Ron.

—¡Claro que sí, James! —le espetó ella con rabia, —Que él nunca se haya besado con nadie, o que el mejor beso que jamás le han dado sea de nuestra tía Muriel...

—¡Cierra el pico!—bramó Ron, su rostro virando del rojo al granate, en este momento estaba muy molesto como para temerle a su hermana.

—¡No me da la gana!—chilló Ginny fuera de sí, —Ya te he visto con Fleur. Te mueres de ganas de que te dé un beso en la mejilla cada vez que la ves ¡Es muy penoso! ¡Si salieras un poco por ahí y besaras a unas cuantas chicas, no te molestaría tanto lo que hacen los demás!

Ron también había sacado su varita y Harry se interpuso rápidamente.

—¡No sabes lo que dices!—gritó Ron intentando apuntar, para lo cual tenía que esquivar a Harry, que se había puesto delante de Ginny con los brazos abiertos tratando de protegerla, —¡Que no lo haga en público no significa...!

Su hermana soltó una carcajada desdeñosa y trató de apartar a Harry, —¿Con quién te has besado? ¿Con Pigwidgeon? ¿O tienes una fotografía de tía Muriel debajo de la almohada?

—Eres una...

Un rayo de luz anaranjado pasó bajo el brazo izquierdo de Harry y estuvo a punto de darle a Ginny; Harry empujó a Ron contra la pared, molesto por tratar de dañar a la chica.

—No seas estúpido...si la vuelves a intentar lastimar...

—¡Harry se besaba con Cho Chango!—gritó Ginny, —¡Yo con Viktor Krum! ¡Y Hermione se besaba con Álvaro Barco! ¡El único que se comporta como si eso fuera algo malo eres tú, Ron, y es porque tienes menos experiencia que un crío de doce años! ¡Eres un estupido, Ronald!

Y sin más se marchó hecha una furia. Cuando ambos chicos fueron a la sala común, Harry apenas oyó el ruido de cristales rotos cuando Ron le gritó a una niña de primero y a esta se le cayeron; se sentía desorientado y mareado; pensó que si te caía un rayo encima debías de notar algo parecido.

—«Es porque se trata de tu mejor amiga y la hermana de Ron.—se dijo, —No te ha gustado verla besándose con Dean porque es tu pelirroja, a quien le dices princesa porque se comporta como una con sus hermanos mayores, es tu mejor amiga...»

Pero de sopetón le vino a la mente una imagen en la que él estaba besando a Ginny en ese mismo pasillo vacío. De inmediato, el monstruo que tenía dentro se puso a ronronear, pero de pronto Ron desgarraba el tapiz que tapaba la entrada y apuntaba con su varita a Harry gritando cosas como «traicionando mi confianza» y «creía que eras amigo mío».

—¿Crees que es verdad que Hermione se dio el lote con Barco?—preguntó el auténtico Ron mientras se aproximaban al retrato de la Señora Gorda.

Harry dio un respingo y, sintiéndose culpable, borró de su imaginación un nuevo pasillo donde ya no podía entrar Ron, donde Ginny y él estaban a solas haciendo lo que Dean y la castaña-rojiza estaban haciendo, tal vez con más intensidad, sin nadie que los interrumpiese...

—¿Qué?—dijo, —Ah..hum...

La respuesta sincera habría sido «sí», pero no quiso dársela. Sin embargo, Ron interpretó su mirada de la peor manera posible.

Ninguno de los dos volvió a mencionar a Ginny ni a Hermione; es más, esa noche apenas se hablaron y se acostaron sin decirse nada, cada uno absorto en sus pensamientos.

Harry permaneció largo rato despierto, contemplando el toldo de su cama con dosel, y de vez en cuando la foto que Colin les había tomado a ellos dos en segundo año. E intentó convencerse de que lo que sentía por Ginny era lo mismo que sentían los hermanos mayores por sus hermanas ¿Acaso no habían convivido todo el verano como auténticos hermanos, jugando al quidditch, bromeando con Ron y riéndose de cualquier cosa?

Hacía años que la conocía...era lógico que dirigiera hacia ella su instinto protector, que quisiera vigilarla...que quisiera descuartizar a Dean por haberla besado...No, no... tendría que controlar ese sentimiento fraternal en particular. Ron soltó un sonoro ronquido. «Es mi mejor amiga.—se dijo Harry con firmeza, —La hermana de mi amigo y mejor amiga. Está descartada.»

Él no pondría en peligro su amistad con Ron por nada del mundo. Golpeó la almohada para moldearla mejor y esperó a que llegara el sueño, tratando de impedir que sus pensamientos divagaran hacia Ginny.

Por la mañana despertó un poco aturdido tras una serie de sueños en los que Ron lo perseguía con un bate de golpeador, pero al mediodía habría cambiado de buen grado al Ron de aquellos sueños por el verdadero, puesto que éste no sólo les hacía el vacío a Ginny y Dean, sino que también trataba a la dolida y perpleja Hermione con una indiferencia gélida y desdeñosa.

Y además, de la noche a la mañana se había vuelto susceptible y agresivo como un escreguto de cola explosiva. Harry pasó todo el día intentando mantener la paz entre su amigo, Ginny y Hermione, pero sin éxito; finalmente, la castaña fue a acostarse, muy indignada, Ginny no le dirigió la palabra a nadie más que Hermione, y Ron se marchó al dormitorio de los chicos tras insultar con rabia a unos asustados alumnos de primer año tan sólo porque lo habían mirado.

La desesperación de Harry fue en aumento porque a Ron no se le pasó la agresividad en los días siguientes. Peor aún, coincidió con una caída en picado de sus habilidades como guardián, lo que provocó que se pusiera todavía más agresivo, de  modo que, durante el último entrenamiento antes del partido del sábado, no paró ni un solo lanzamiento, pero les gritó tanto a todos que Demelza Robins acabó hecha un mar de lágrimas.

—¡Cállate y déjala en paz!—lo increpó Peakes, que era bastante más bajo que Ron pero llevaba un pesado bate en las manos...

—¡Basta!—bramó Harry al ver cómo Ginny miraba desde lejos a su hermano con los ojos entornados. Y, recordando su fama de experta en el maleficio de los mocomurciélagos, salió disparado para intervenir antes de que la situación se le fuera de las manos, —Peakes, ve y guarda las bludgers. Demelza, tranquilízate, hoy has jugado muy bien. Ron...—esperó a que el resto del equipo no pudiera oírlos, y entonces le dijo, —Eres mi mejor amigo, pero si sigues tratando así a los demás tendré que echarte del equipo.

Por un instante Harry temió una reacción violenta, pero pasó algo mucho peor: Ron se desplomó sobre su escoba.

—Renuncio a mi puesto.—murmuró, ya sin ganas de pelea, —Lo hago fatal.

—¡No lo haces fatal! ¡Y no acepto tu renuncia!—exclamó Harry, agarrándolo por la pechera de la túnica, —Cuando estás en forma lo paras todo; lo que tienes es un problema mental.

—¿Me estás llamando loco?

—¡A lo mejor sí!

Se miraron un momento y Ron movió la cabeza con desazón.

—Ya sé que no tienes tiempo de conseguir otro guardián, así que mañana jugaré.

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