-Eɴғᴇʀᴍᴇʀɪᴀ

—Te lo juro, con todo esto empiezo a creer que nuestros años aquí están embrujados.—suspiró la chica caminando con Hermione al lado.

Con todo lo que había pasado, se sentían tan cansadas que una caminata al aire libre no sonaba nada mal.

—Si yo también, siempre nos tiene que pasar algo a los cuatro, es como si tuviésemos una maldi...—Hermione seguía caminando, ahora sola, pero no se daba cuenta.

Ginny se había quedado viendo a una pareja, fácilmente una chica de cuarto con uno de séptimo año. El chico echado sobre el regazo de la chica sentada. Estaban justamente debajo de un árbol con el que la castaña-rojiza estaba muy familiarizada.

Cedric y Ginny estaban sentados bajo un árbol, su árbol, era uno grande y con muchas hojas con flores que habían visitado siempre que se veían desde que se conocieron, Ginny hablaba de su vida antes de ser una Weasley feliz y con una gran sonrisa, pues le gustaba recordar a sus padres como un recuerdo bonito, y no como una triste tragedia.

Mientras la castaña-rojiza hablaba, el castaño de ojos marrones o grises jugaba con la pulsera en la mano derecha de la chica mientras la miraba con una sonrisa, los rayos de sol que entraban por el árbol no molestaban, eran reconfortantes, estos rayos caían sobre el cabello de Ginny haciendo que su cabello castaño-rojizo brillara con más intensidad y se tornara de un casi pelirrojo, pero aún conservando su castaño.

El castaño rió divertido, dándose vuelta y tirándose hacia atrás, su torso reposó en algunas hojas caídas, mientras que su cabeza quedó en las piernas cruzadas de Ginny, el castaño entrelazó sus propias manos dejándolas caer en su estómago y miró para arriba, ahí estaba una castaña-rojiza nada confundida por su acción, ella no quería darle falsas ilusiones pero de cierto modo, le gustaba tenerlo así de cerca.

A Cedric lo cubría una especie de capa rojiza, el cabello de Ginny caía sobre ellos haciendo que queden rodeados en cuanto sus caras, creaba un ambiente privado, donde solo ellos podían verse. Cualquiera que los vea pensarían algo incorrecto pues ¿Cuántas veces veían a una chica de tercer año, a una chica de trece, con un chico de sexto año, un chico de dieciséis?, había veces que lo pensaban pero la mayoría del tiempo lo trataban de ignorar.

Un dejavú, un dejavú es lo que le había dado a la chica al verlos, había hecho que recuerde uno de sus tantos encuentros con el castaño ahora tan tieso como un palo de escoba. Se quedó viendo a la pareja con una mirada penosa.

Hermione, que notó que su mejor amiga no estaba caminando con ella, había regresado, al verla mirando hacia un punto con pena, miró el lugar, comprendió su tristeza al contemplar a la pareja.

—¿Ginn?—preguntó cautelosamente.

—¿Si?—dijo mirándola rápidamente.

—¿Estás bien?

—Sí. Solo...—alzó un poco la comisura de su labio, —Me recordaron a Cedric y a mi. Míralos...—los señaló con la cabeza, —...solo espero que no tengan el mismo final que nosotros...

—Ay, mor.—hizo un pequeño puchero abrazándola, —No lo van a tener, y el final que ustedes tuvieron, no sé qué decir de el, pero no te vas a olvidar rápido de Cedric.—le agarró los hombros, —Fue parte de ti y siempre lo va a ser.

—¿Por qué eres tan sabia? En serio. Dímelo.—se cruzó de brazos.

—No lo sé, así soy.—se halagó sola.

Eso hizo reír a Ginny, cruzaron los brazos y siguieron su camino por el patio del colegio.

La noticia de que habían envenenado a Ron se extendió como la pólvora al día siguiente, pero no causó tanta conmoción como la agresión sufrida por Katie. Por lovisto, la gente creía que podía tratarse de un accidente, dado que Ron se hallaba en el despacho del profesor de Pociones en el momento del envenenamiento; además,como le habían dado un antídoto de inmediato, en realidad no le había pasado nada grave. De hecho, a la mayoría de los estudiantes de Gryffindor les interesaba más el próximo partido de quidditch contra Hufflepuff, ya que muchos querían ver cómo castigaban a Zacharias Smith, que jugaba de cazador en el equipo de esa casa, a causa de los comentarios que había hecho por el megáfono mágico durante el partido inaugural contra Slytherin.

Ginny nunca había estado menos interesada en el quidditch. Pero no tenía mucho tiempo para darle vueltas a ese problema porque estaba muy ocupada ayudando a Harry con los entrenamientos de quidditch, los deberes y el hecho de que Ron estuviera en enfermería.

—¿Dónde estabas?—preguntó Ginny cuando Harry entró a toda prisa en elvestuario. El equipo ya se había cambiado y estaba preparado: Coote y Peakes, los golpeadores, se daban en las piernas con los bates, impacientes.

—Me he encontrado a Malfoy.—le confió Harry en voz baja mientras se ponía la túnica escarlata por la cabeza.

—¿Y qué?

—Pues que quería enterarme de qué hacía en el castillo con un par de amigas mientras todos los demás están aquí abajo.

—¿Tanta importancia tiene eso ahora?—se cruzó de brazos.

—Bueno, desde aquí no creo que lo averigüe ¿No?—repuso Harry agarrando su Saeta de Fuego y ajustándose las gafas, —¡Vamos, chicos!

Y sin más salió al terreno de juego en medio de atronadores vítores y abucheos. Hacía poco viento y había algunas nubes por las que de vez en cuando asomaban deslumbrantes destellos de sol, Ginny salió tras el, negando con la cabeza.

—¡Hace un tiempo engañoso!—advirtió McLaggen al equipo como si fuese su líder, —Coote, Peakes, vuelen por las zonas de sombra para que no los vean venir...

—McLaggen, el capitán soy yo, así que deja de darles instrucciones.—terció Harry, enfadado, —¡Sube a los postes de gol!—cuando McLaggen se hubo alejado, Harry se volvió hacia Coote y Peakes y, de mala gana, les ordenó, —Manténganse alejados de las zonas soleadas.

Luego la castaña-rojiza se posicionó, ajustó sus guantes, y, tan pronto la señora Hoochhizo sonar el silbato, dio una patada en el suelo y se remontó con la escoba, buscando la quaffle para intentar hacer una jugada y anotare.

—Allá va Smith, de Hufflepuff, con la quaffle.—informó una voz suave por los altavoces, —Smith hizo de comentarista en el último partido y Ginny Weasley chocó contra él (yo diría que a propósito, o al menos eso pareció). Smith se despachó agusto con Gryffindor; espero que lo lamente ahora que tiene que jugar contra ellos...¡Oh, miren, ha perdido la quaffle! Se la ha arrebatado Ginny. Esta chica me cae bien, es muy simpática, y también muy bonita...

Estando en busca de la snitch, Harry miró hacia el estrado del comentarista ¿A quién en su sano juicio se le habría ocurrido pedirle a Luna Lovegood que comentara el partido? Ni siquiera desde aquella altura se podía confundir su largo cabello rubio cenizo, ni el collar de corchos de cerveza de mantequilla. La profesora McGonagall, que estaba al lado de Luna, parecía un tanto incómoda, como si dudase que la muchacha fuera la más indicada para hacer de comentarista.

—...pero ahora ese gordo de Hufflepuff le ha quitado la quaffle a la casi pelirroja; no recuerdo su nombre, se llama Bibble o algo así...no, Buggins...

—¡Es Cadwallader!—la corrigió la profesora McGonagall a voz en grito, y provocó las risas del público.

Cadwallader marcó un tanto y McLaggen se puso a gritar criticando a Ginny por dejar que le arrebataran la quaffle.

—¡Déjame en paz! ¡Por si no te diste cuenta. Me rozó una bludger en la pierna y por eso me la quitó! ¡Idiota!—le gritó al chica, por los gritos de los demás, estaba segura de que la profesora McGonagall no la había oído.

A consecuencia de su distracción, Cormac no vio cómo la gran pelota roja pasaba a toda velocidad rozándole la oreja derecha.

—¡Haz el favor de estar atento a lo que haces y deja en paz a los demás, McLaggen!—bramó Harry dando media vuelta para mirar a su guardián.

—¡Pues tú no das muy buen ejemplo!—replicó McLaggen, furioso y con las mejillas encendidas.

—Y ahora Harry Potter se ha puesto a discutir con su guardián.—dijo Luna con calma mientras los seguidores de Hufflepuff y Slytherin lanzaban vítores y silbidos desde las gradas, —No creo que eso lo ayude a encontrar la snitch, pero quizá sea una hábil estratagema...

—Agh, hombres...—se quejó Ginny al voltear y verlos discutir.

Harry se dio la vuelta de nuevo, soltando improperios, y volvió a describir círculos por el campo escudriñando el cielo en busca de alguna señal de la pelotita dorada y con alas.
Ginny y Demelza marcaron un gol cada una, y los seguidores ataviados de rojo y dorado que ocupaban el sector de las gradas reservado a Gryffindor tuvieron algo de que alegrarse. Entonces Cadwallader volvió a marcar y consiguió el empate, pero Luna no pareció darse cuenta; por lo visto, no tenía el menor interés por algo ta trivial como el tanteo del partido y trataba de dirigir la atención del público hacia otras cosas, como las caprichosas formas de las nubes o la posibilidad de que Zacharias Smith, que hasta ese momento no había logrado conservar la quaffle más de un minuto, sufriera algo llamado «peste del perdedor».

—¡Setenta a cuarenta a favor de Hufflepuff!—gruñó la profesora McGonagall acercándose al megáfono de Luna.

—¿Ya? ¿Tanto?—se extrañó Luna, —¡Oh, miren! El guardián de Gryffindor le ha cogido el bate a un golpeador.

Ginny giró en pleno vuelo. Era cierto: McLaggen, por algún motivo que sólo él conocía, le había quitado el bate a Peakes y estaba haciéndole una demostración de cómo golpear una bludger para darle a Cadwallader, que volaba hacia ellos.

—¿Quieres devolverle el bate y ponerte en los postes de gol?—gritó Harry lanzándose a toda velocidad hacia McLaggen, que en ese momento intentó golpear la bludguer con todas sus fuerzas y...no acertó.

—Harry...—llamó Ginny en voz baja, —Harry... ¿Estás despierto?

—Mhm.—fue lo único que pudo pronunciar el chico, abriendo los ojos, —¿Qué sucede?

—Nada, solo, vine a ver si te encontrabas bien.—contestó, —Una fractura de cráneo se oye grave.

—Sí, pero la señora Pomfrey lo resolvió rápidamente.—se reincorporó un poco, —¿Cómo entraste?

—Madame Pomfrey me dejó entrar.—suspiró, —No fue fácil convencerla.

—Creo que estaba muy cansada como para pensar bien.—se burló.

—Lo supuse, no me dijo nada por la cantidad de dulces que traía.—sonrió dejándolos en la mesa de noche, —Me asustaste.

—Lo sé, perdón.—le abrió espacio en la camilla, —Pero no tenías que venir.

—¿Quieres que me vaya?—se levantó apuntando la puerta con el pulgar.

—No.—pidió, —Quédate.

Ella sonrió y se acomodó en la camilla. De un momento a otro, y sin explicación de como, Ginny estaba recostada sobre el abdomen de Harry, mientras seguían hablando.

—No quiero pasar la noche aquí.—protestó Harry, —Quiero ir en busca de McLaggen y matarlo.

—Bueno, Pomfrey me dijo que no puedes hacer esfuerzo, y temo que eso encaja en la categoría de «esfuerzos excesivos»—replicó la chica entrelazando sus propias manos y dejándolas caer en su estómago.

—Perdimos trescientos veinte a sesenta. Genial.—resopló Harry, —¡Sencillamente genial! Cuando agarre a eseMcLaggen...

—Cuando agarres a McLaggen...—comenzó la chica mirando hacia arriba, —No le harás nada, es más grande que un troll y yo ya le hice un mocomurciélago, Dumbledore solo me dijo que tratara de no hacerlo más. Además, no me extrañaría que el resto delequipo se encargara de él antes de que salgas de aquí, porque no están nadacontentos...

Luego de unos segundos, en los que la chica cabeceaba, Harry se permitió murmurar sonriendo, —Me encantas...

—¿Ah?—no contó con el oído agudo de la chica, que lamentablemente, no escuchó con claridad lo que el azabache dijo.

—Me encantan.—se corrigió aclarando la garganta, —Tus maleficios, aunque no quiero  recibir uno jamás.

—Nunca podría hacerte uno a ti.—le sonrió alzando su cabeza, —Ay, sentí que me moría cuando te vi caer así, si Coote y Peakes no te hubieran agarrado...algo horrible pudo haber pasado.

—No pasa nada.—besó su cabeza, y luego una respiración lenta y prolongada se oyó.

La castaña-rojiza miró arriba, y efectivamente, el pecho de Harry subía y bajaba, acertando el hecho de que se había dormido. Y, como Ginny no quería levantarse, por despertar al azabache y por pura flojera, con su varita atrajo una manta hacia ella, cuando se acurrucó, cayó profundamente dormida.

—¡Ginevra!

El gran grito dado por la profesora McGonagall, despertó asustada a la chica, haciendo que se levante de un salto.

—Ah, Minnie.—dijo aliviada, volviendo a tumbarse suavemente sobre el cuerpo de un azabache recuperando la conciencia.

—¿Ah, Minnie?—preguntó con el ceño fruncido y las manos en las caderas, —¿Qué significa esto?

—Profesora McGonagall.—se dio cuenta el chico, despertándose de golpe.

—Señor Potter ¿Alguno quiere explicarme lo que sucede aquí?

Ginny, aún adormilada y con el cabello casi revuelto en la cara, miró a Harry e hizo una mueca, informando que ella se encargaría.

—Minnie, mi querida, favorita e increíble Minnie.—empezó poniendo sus manos en los hombros de la profesora, —Vine a visitar a Harry y me quedé dormida, como verá, el tiene una manta encima y yo tenía una encima.—alzó la manta, —Así que prácticamente no dormimos juntos.—la miró, —¿Verdad, James?

—S-si.—respondió sin querer enfurecer a la profesora, que miraba expectante a la castaña-rojiza, al parecer comprendiendo.

—Ajá, no hay nada por el que preocuparse.—tranquilizó, —¿Ya te había dicho que te ves increíble hoy? ¿Acaso es un nuevo sombrero?—la hizo darse vuelta.

—Bueno, la verdad, no, pero lo lavé muy bien.—sonrió la maestra.

—Sí, ya veo.—sonrió la chica, agarrando la primera corbata que vio en la mesa, —¿Y esa perfume? No lo había olido antes...—le hizo una seña a Harry por detrás, para que se vistiera, hoy le daban el alta a él y a Ron.

—Es una nueva fragancia, tiene un olor muy duradero.—siguió caminando, olvidándose del por qué había estado gritando, —Deberías probarlo, Ginny.

—¡Minnie!—se quejó, —¿Me estás diciendo que huelo mal?—cerró las puertas de la enfermería.

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