-Cʟᴀsᴇs ᴅᴇ ᴀᴘᴀʀɪᴄɪᴏ́ɴ

El segundo trimestre empezó a la mañana siguiente con una agradable sorpresa para los alumnos de sexto: por la noche habían colgado un gran letrero en los tablones de anuncios de la sala común de cada una de las casas, que anunciaba:

CLASES DE APARICIÓN

Si tienes diecisiete años o vas a cumplirlos antes del 31 de agosto, puedes apuntarte a un cursillo de Aparición de doce semanas dirigido por un instructor de Aparición del Ministerio de Magia. Se ruega a los interesados que anoten su nombre en la lista.

Precio: 12 galeones.

Harry y Ron se unieron a los estudiantes que se apiñaban alrededor del letrero esperando turno para anotar sus nombres. Ron se disponía a inscribirse después de Hermione cuando Lavender se le acercó por detrás, le tapó los ojos y canturreó: «¡Adivina quién soy, Ron-Ron!» Hermione se marchó con aire ofendido, Ginny igual con cara de asco y Harry las siguió, pues no tenía ningunas ganas de quedarse con Ron y Lavender, pero se llevó una sorpresa al ver que su amigo los alcanzaba cuando ellos acababan de salir por el hueco del retrato. Parecía contrariado y tenía las orejas enrojecidas. Sin decir palabra, Hermione aceleró el paso para alcanzar a Neville.

—Bueno, clases de Aparición.—dijo Ron, sin duda tratando de que ni Harry ni Ginny mencionaran lo que acababa de pasar, —Será divertido ¿No?

—No lo sé.—repuso Harry, —Quizá sea más cómodo hacerlo solo; cuando Dumbledore me llevó con él no lo pasé muy bien, la verdad.

—Vaya, no recordaba que tú ya te habías aparecido...más vale que apruebe el examen a la primera. Fred y George lo consiguieron.

—Pero Charlie suspendió.—recordó su hermana.

—Sí, pero como Charlie es más corpulento que yo.—dijo Ron abriendo los brazos como para abarcar el contorno de un gorila, —Los gemelos no se metieron mucho con él, al menos cuando estaba presente.

—¿Cuándo podremos hacer el examen?

—En cuanto hayamos cumplido diecisiete años ¡O sea que yo me examinaré en marzo!

—Sí, pero no podrás aparecerte aquí, en el castillo.—le advirtió Ginny.

—Eso no importa. La gracia es que todo el mundo sepa que puedo aparecerme si quiero.

Ron no era el único emocionado con las clases de Aparición. Ese día se habló mucho del cursillo; el hecho de poder esfumarse y volver a aparecer al antojo de uno ofrecía a los alumnos un mundo de posibilidades.

—Será genial eso de...—Seamus chasqueó los dedos, —Mi primo Fergus lohace continuamente sólo para fastidiarme; ya verán cuando yo también pueda desaparecerme...le voy a hacer la vida imposible.

Y se emocionó tanto imaginando esa feliz circunstancia que agitó la varita conexcesivo entusiasmo y en lugar de generar una fuente de agua cristalina, que era elobjetivo de la clase de Encantamientos de ese día, hizo aparecer un chorro demanguera que rebotó en el techo y le dio en plena cara al profesor Flitwick.

El profesor se secó con una sacudida de su varita y, ceñudo, ordenó a Seamus que copiara la frase «Soy un mago y no un babuino blandiendo un palo». El chico se quedó un tanto abochornado.

—Harry ya se ha aparecido.—le susurró Ron, —Dum...bueno, alguien lo acompañó; Aparición Conjunta, ya sabes.

Su hermana rodó los ojos, no tenía que decirle a todo el mundo que su mejor amigo ya se había aparecido.

—¡Anda!—susurró Seamus, y Dean, Neville y él juntaron un poco más las cabezas para que su compañero les explicara qué se sentía al aparecerse.

Al parecer, Dean había recapacitado, en cierto modo, siempre supo que el corazón de Ginny no era suyo, que siempre le había pertenecido a Harry, aunque ella no lo quisiera admitir en público. Y no odiaba a ninguno de los dos.

Durante el resto del día, muchos alumnos de sexto agobiaron a Harry con preguntas, ansiosos por anticiparse a las sensaciones que experimentarían. Pero ninguno de ellos se desanimó cuando les contó lo incómodo que era aparecerse, aunque se sintieron sobrecogidos. Eran casi las ocho de la tarde y Harry todavía estaba contestando a las preguntas de sus compañeros con pelos y señales, viendo a una Ginny aburrida que se había quedado con el. Al final,para no llegar tarde a su clase particular y para no dejar a la chica tarde, se vio obligado a alegar que tenía que devolver sin falta un libro en la biblioteca.

Cuando Harry, Ginny y Hermione llegaron al comedor (Ron había bajado con Lavender) vieron que las mesas habían desaparecido. La lluvia repicaba en las altas ventanas y las nubes formaban amenazadores remolinos en el techo encantado mientras los alumnos se congregaban alrededor de los profesores McGonagall, Snape, Flitwick y Sprout, los jefes de cada una de las casas, y de un mago de escasa estatura que Harry supuso era el instructor de Aparición enviado por el ministerio. Tenía un rostro extrañamente desprovisto de color, pestañas transparentes, cabello ralo y un aire incorpóreo, como si una simple ráfaga de viento pudiese tumbarlo. Harry se preguntó si sus continuas apariciones y desapariciones habrían mermado de algún modo su esencia, o si esa fragilidad era ideal para alguien que se propusiera esfumarse.

—Buenos días.—saludó el mago ministerial cuando hubieron llegado todos los estudiantes y después de que los jefes de las casas impusieran silencio, —Me llamo Wilkie Twycross y seré su instructor de Aparición durante las doce próximas semanas. Espero que sea tiempo suficiente para que adquieran las nociones de Aparición necesarias...

—¡Malfoy, cállate y presta atención!—gruñó la profesora McGonagall.

Todos volvieron la cabeza. Malfoy, levemente ruborizado, se apartó a regañadientes de Crabbe, con quien al parecer estaba discutiendo en voz baja. Snape puso cara de enfado, pero Ginny sospechó que no se debía a la impertinencia de Malfoy sino al hecho de que McGonagall hubiera regañado a un alumno de su casa.

—...y para que muchos de ustedes, después de este cursillo, preséntense al examen.—continuó Twycross, como si no hubiera habido ninguna interrupción, —Como quizá sepan, en circunstancias normales no es posible aparecerse o desaparecerse en Hogwarts. Pero el director ha levantado ese sortilegio durante una hora, exclusivamente dentro del Gran Comedor, para que practiquen. Permitan que insista en que no tienen permiso para aparecerse fuera de esta sala y que no es conveniente que lo intenten. Bien, ahora me gustaría que se colocaran dejando un espacio libre de un metro y medio entre cada uno de ustedes y la persona que tengan delante.

A continuación se produjo un considerable alboroto cuando los alumnos, entrechocándose, se separaron e intentaron apartar a los demás de su espacio. Los jefes de las casas se pasearon entre ellos, indicándoles cómo situarse y solucionando discusiones.

—¿Adónde vas, Harry? —preguntó Ginny.

Pero él no contestó; moviéndose deprisa entre el gentío, consiguió situarse al fondo del grupo, detrás de Malfoy, luego de unos momentos este se dio la vuelta y se llevó una mano hacia su varita, pero en ese momento los cuatro jefes de las casas gritaron «¡Silencio!» y los estudiantes obedecieron. Malfoy se volvió despacio hacia el frente.

—Gracias.—dijo Twycross, —Y ahora...—agitó la varita y delante de cada alumno apareció un anticuado aro de madera, —¡Cuando uno se aparece, lo que tiene que recordar son las tres D! ¡Destino, decisión y desenvoltura!

»Primer paso: fijen la mente con firmeza en el destino deseado. En este caso, elinterior del aro. Muy bien, hagan el favor de concentrarse en vuestro destino.

Los muchachos echaron disimulados vistazos para comprobar si alguien obedecía a Twycross, y luego se apresuraron a hacer lo que acababa de indicarles. Ginny se quedó observando el círculo de suelo polvoriento delimitado por su aro y se esforzó en no pensar en nada más.

—Segundo paso.—dijo Twycross, —Centren su decisión en ocupar el espacio visualizado! ¡Dejen que el deseo de entrar en él se les desborde de la mente e invada cada partícula del cuerpo!

Ginny y Hermione se dieron una mirada, ninguna sabía como lo harían, y eso las dejaba inquietas.

—Tercer paso.—anunció Twycross, —Cuando dé la orden... ¡Giren sobre ustedes mismos, sientan cómo se funden con la nada y muévanse con desenvoltura! Atentos a mi orden: ¡Uno...!

Ginny miró alrededor y comprobó que muchos ponían cara de pánico al darse cuenta que hasta ella y la castaña parecían no saber que hacer; y seguramente ninguno contaba con tener que aparecerse en la primera sesión del cursillo.

—...¡Dos!...

Ginny intentó volver a concentrarse en el aro; ya ni se acordaba de qué significaban las tres D.

—...¡Tres!

Ginny giró sobre sí, sintió algo querer jalarla, como una fuerza, pero se quedó en su sitio. Algunos perdieron el equilibrio y estuvieron a punto de caerse. De pronto la gente que llenaba la sala se tambaleó: Neville quedó tendido boca arriba en el suelo y Ernie Macmillan dio una especie de salto con pirueta, se metió en el aro y puso cara de satisfacción hasta que vio a Dean Thomas riéndose a carcajadas de él.

—No importa, no importa.—dijo Twycross con aspereza. Por lo visto no esperaba ningún resultado mejor, —Coloquen bien sus aros, por favor, y vuelvan a la posición inicial...

El segundo intento no fue mejor que el primero. El tercero tampoco. Hasta que en el cuarto pasó algo un poco emocionante. Se oyó un tremendo grito de dolor y todos volvieron la cabeza, aterrados: Susan Bones, de Hufflepuff, se tambaleaba dentro desu aro, pero la pierna izquierda se le había quedado a un metro y medio de distancia,en el sitio de su posición original.

Los jefes de las casas corrieron hacia ella. Entonces se produjo un fuerte estallido acompañado de una bocanada de humo morado; cuando el humo se disipó, todos vieron a Susan sollozando. Había recuperado la pierna, pero estaba muerta de miedo.

—La despartición, o separación involuntaria de alguna parte del cuerpo.—explicó Wilkie Twycross con calma, —Se produce cuando la mente no tiene suficiente decisión. Deben concentraros ininterrumpidamente en su destino, y muévanse sinprisa pero con desenvoltura...sí. —dio unos pasos al frente, giró con garbo con los brazos extendidos y se esfumó en medio de un revuelo de la túnica, para aparecer al fondo del comedor, —Recuerden las tres D.—insistió, —Vamos, vuelvan a intentarlo. Uno...dos...tres...

Pero, una hora después, la despartición de Susan aún era lo más interesante quehabía pasado. Sin embargo, Twycross no parecía desanimado. Mientras se abrochabala capa, se limitó a decir:

—Hasta el próximo sábado, y no lo olviden: Destino...decisión...desenvoltura.

Y dicho esto, agitó la varita para hacerles un hechizo desvanecedor a los aros yluego salió del Gran Comedor acompañado por la profesora McGonagall. Deinmediato, los tres se pusieron a hablar y poco a poco fueron desfilando haciael vestíbulo.

—¿Cómo les ha ido?—preguntó Ron alcanzando a Harry y luego a las dos chicas, —Yo creo que sentíalgo la última vez que lo intenté, como un cosquilleo en los pies.

—Eso quiere decir que las zapatillas te van pequeñas, Ron-Ron.—dijo una voz, Hermione tenía la cabeza alta y una sonrisa burlona, Ginny rió y ambas avanzaron solas.

Febrero dejó paso a marzo y el tiempo no cambió mucho, aunque además de llover hacía más viento. Todos los estudiantes manifestaron indignación cuando en los tablones de anuncios de las casas apareció un letrero que informaba sobre la cancelación de la siguiente excursión a Hogsmeade. Ron se puso furioso.

—¡Iba a coincidir con mi cumpleaños!—exclamó, —¡Me hacía mucha ilusión!

—A mí no me sorprende que la hayan suspendido, la verdad.—dijo Ginny, —Después de lo que le pasó a Katie...

Katie todavía no había vuelto de San Mungo. Y además, El Profeta había informado de otras desapariciones, entre ellas varios parientes de alumnos de Hogwarts.

—Pues lo único que ahora podrá motivarme un poco es esa tontería de la Aparición.—refunfuñó Ron, —Menudo regalo de cumpleaños...

Ya llevaban tres sesiones y se estaba demostrando que la Aparición no era coser y cantar; a lo sumo, algunos estudiantes habían conseguido despartirse. Se respiraba un ambiente de frustración y una palpable hostilidad hacia Wilkie Twycross y sus tres D, lo cual había dado pie a varios apodos para el instructor; los más educados, don Desastre y doctor Desgracia.

Ginny se despertó de golpe, respirando agitadamente, levantando a su mejor amiga.

—Algo está mal.—se susurró.

—¿Qué pasó?—preguntó Hermione adormilada.

—Algo está mal.—le repitió, —Ronald.

—¡Ginny! ¡Ginny, espera!—gritó Hermione apresurándose a seguirle el paso a su mejor amiga, quien había salido disparada.

Las otras chicas tenían el sueño tan pesado que no se habían levantado pese a los gritos dados.

—¿Qué le pasó?—preguntó la castaña-rojiza espantada cuando vio a Harry y el profesor Slughorn llevar a un Ronald dormido.

—Envenenamiento.—contestó Harry.

—¿¡Qué!?

—Corres...muy...rápido, Ginevra.—dijo Hermione llegando, con la respiración agitada y avanzando con dificultad, —¿Qué le pasó?

—Fue un accidente, señoritas.—interrumpió Slughorn, —Ya le dimos un antídoto, ahora vamos a llevarlo con madame Pomfrey para que lo revise.

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