-Bᴀɪʟᴇ Sʟᴜɢʜᴏʀɴ

—¡Pero si podías invitar a cualquiera!—dijo Ron, incrédulo, durante la cena, —¡A cualquiera! ¿Cómo se te ocurre elegir a Lunática Lovegood?

Harry había invitado a Luna y Peeves se había encargado de difundir la noticia por el colegio.

—No la llames así.—lo reprendió Ginny, deteniéndose detrás de Harry, abrazándolo por detrás y poniendo su mentón en su hombro. Enviando olas eléctricas al cuerpo del azabache, —Me alegro de que la hayas invitado, Harry. Está emocionadísima.

Hermione estaba sentada al otro extremo de la mesa, sola, removiendo el estofado de su plato, solo porque Ginny había ido a ver a los chicos. Harry se fijó en que Ron la miraba con disimulo.

—Podrías pedirle perdón.—sugirió Harry sin rodeos.

—¡Sí, hombre! ¡Y que me ataque otra bandada de canarios asesinos!

—¿Por qué tuviste que imitarla en son de burla?

—¡Ella se rió de mi bigote!

—Y yo también.—puntuó su hermana ya quitando los brazos del cuello del azabache y sentándose a su lado, haciendo que el tenga la sensación de que perdió algo, —Era lo más ridículo que he visto en mi vida.

Pero Ron no la escuchó, porque Lavender, que acababa de llegar con Parvati, se apretujó entre los tres amigos y, sin perder un segundo, le echó los brazos al cuello a Ron.

—¡Hola, Harry! ¡Hola, Ginny!—dijo Parvati, que, al igual que los otros dos, parecía un poco molesta y harta por el comportamiento de aquellos dos tortolitos.

—¡Hola!—saludó la castaña-rojiza sonriendo, le caía bien la chica.

—Hola ¿Cómo estás?—saludó el azabache, —Veo que te has quedado en Hogwarts. Nos dijeron que tus padres querían que volvieras a casa.

—De momento he conseguido persuadirlos. Se asustaron mucho cuando supieron lo que le había pasado a Katie, pero como desde entonces no ha habido más accidentes...¡Ah, hola, Hermione!—Parvati le sonrió alegremente.

Harry y Ginny se dieron cuenta de que la chica se sentía culpable por haberse reído de Hermione en la clase de Transformaciones, pero ésta le devolvió una sonrisa aún más radiante. A veces no había manera de entender a las chicas.

—¡Hola, Parvati!—le dijo, ignorando a Ron y Lavender, —¿Vas a la fiesta de Slughorn esta noche?

—No me han invitado.—respondió Parvati con tristeza, —Pero me encantaría ir. Por lo visto va a estar muy bien...Tú irás, ¿verdad, Hermione?

—Sí, he quedado con Cormac a las ocho y...—se oyó un ruido parecido al de una ventosa despegándose de un sumidero obstruido y Ron levantó la cabeza. Hermione prosiguió como si nada, —Iremos juntos a la fiesta.

—¿Con Cormac? —se extrañó Parvati, —¿Cormac McLaggen?

—Sí.—apoyó Ginny extrañada, —¿Con Cormac?

—Exacto —confirmó Hermione con voz dulzona, —El que casi.—enfatizó, —Consiguió la plaza de guardián de Gryffindor.

—¿Sales con él?—preguntó Parvati, asombradísima.

—Sí ¿No lo sabías?—y soltó una risita nada propia de ella.

—¡Caramba!—exclamó Parvati, muy impresionada con aquel cotilleo.

—Sí. Caramba.—repitió la castaña-rojiza, Hermione no le había dicho nada de eso.

—Ya veo que tienes debilidad por los jugadores de quidditch ¿No? Primero Barco y ahora McLaggen...

—Me gustan los jugadores de quidditch buenos de verdad.—puntualizó Hermione sin dejar de sonreír, —Bueno, hasta luego. Tengo que ir a arreglarme para la fiesta ¿Nos vamos, Ginn?

El despacho era mucho más amplio que los de los otros profesores, bien porque lo habían construido así, bien porque Slughorn lo había ampliado mediante algún truco mágico. Tanto el techo como las paredes estaban adornados con colgaduras verde esmeralda, carmesí y dorado, lo que daba la impresión de estar en una tienda. La habitación, abarrotada y con un ambiente muy cargado, estaba bañada por la luz rojiza que proyectaba una barroca lámpara dorada, colgada del centro del techo, en la que aleteaban hadas de verdad que, vistas desde abajo, parecían relucientes motas de luz. Desde un rincón apartado llegaban cánticos acompañados por instrumentos que recordaban las mandolinas; una nube de humo de pipa flotaba suspendida sobre las cabezas de unos magos ancianos que conversaban animadamente, y, dando chillidos, varios elfos domésticos intentaban abrirse paso entre un bosque de rodillas, pero, como quedaban ocultos por las pesadas bandejas de plata llenas de comida que transportaban, tenían el aspecto de mesitas móviles.

—¿Qué pasó?—preguntó Ginny cuando su amiga llegó prácticamente corriendo hacia ella.

—No quiero volver, no quiero volver con Cormac.—pareció suplicar.

—Te pasa por venir con él.

—Es que no encontré otra forma de molestar a Ron.—palideció, —Ahí viene. Has tu magia.

—Hola, Ginny ¿Me prestarías a tu amiga un segundo?—sonrió. Ginny suspiró y se metió en personaje.

—¿Prestar? ¿Estás sugiriendo que Hermione es un objeto? Porque el término "usar" se utiliza para objetos.—le espetó de brazos cruzados, haciendo que el chico pierda su sonrisa.

—No, no. Yo...

—¿Lo niegas? ¿No aceptas tu horrendo error? Eso no es muy propio de alguien cuerdo.—siguió riñendo.

—Lo que quería decir...—vacilaba, no quería hacer enojar a la chica.

—No querías decir nada. Mi mejor amiga ahora se encuentra conmigo.—la apuntó, —Y ella decide cuando irse, así que si no quieres que te lance uno de mis famosísimos mocomurciélago...—se acercó a el, aunque el chico era más alto, quien estaba intimidado era el, —...te sugiero ya irte y buscarla cuando no esté conmigo.

—S-si, de acuerdo.—y se fue rascando su nuca.

La chica reprimió una gran risa y su mejor amiga hizo una mueca de sorpresa.

—¡Eres la mejor!—chilló al ver que se había librado de las garras de Cormac.

—Lo sé, pero no voy a poder estar contigo siempre. En algún momento tendrás que ir con McLaggen.

Luego de que la chica se fuera a seguir escapando de su pareja. Argus Filch entraba hacia donde estaba Harry, con Slughorn, Luna, Snape y Trelawney, iba arrastrando a Draco Malfoy por el brazo.

—¡Quítame las manos de encima, maldito squib!—se quejó Malfoy, ambos pasaron por el lado de la castaña-rojiza, ella se sorprendió y enfadó.

—Profesor Slughorn.—dijo Filch con su jadeante voz; le temblaban los carrillos y en sus ojos saltones brillaba la obsesión por detectar travesuras, —E descubierto a este chico merodeando por un pasillo de los pisos superiores. Afirmó que venía a su fiesta pero que se ha extraviado. ¿Es verdad que está invitado?

Malfoy se soltó con un tirón, —¡Está bien, no me han invitado! —reconoció a regañadientes, —Quería colarme. ¿Satisfecho?

—¡No, no estoy nada satisfecho!—repuso Filch, aunque su afirmación no concordaba con su expresión triunfante, —¡Te has metido en un buen lío, te lo garantizo! ¿Acaso no dijo el director que estaba prohibido pasearse por el castillo de noche, a menos que tuvieran un permiso especial? ¿Eh, eh?

—De hecho.—intervino la chica, —Yo lo invité. Pero no me había confirmado.

—¿Ves? No pasa nada, Argus.—lo apaciguó Slughorn agitando una mano, —EsNavidad, y querer entrar en una fiesta no es ningún crimen. Por esta vez no lo castigaremos. Puedes quedarte, Draco.

La súbita decepción de Filch era predecible; sin embargo, Harry, observando aMalfoy, quien se dirigía a Ginny, se preguntó por qué iba con la chica como si no se odiaran.

también el por qué parecía tan decepcionado como el conserje ¿Y porqué miraba Snape a Malfoy con una mezcla de enojo y...un poco de miedo? ¿Como podía ser? Pero, antes de que Harry hallara las respuestas, Filch se había dado la vuelta y se marchaba murmurando.

—¿Estás loco?—riñó Ginny por lo bajo cuando el rubio llegó a ella.

—Gracias.—dijo.

—¿Gracias?—repitió, —Me dijiste que no ibas a poder venir.

—Y no iba. Pero Flich me descubrió en el pasillo.—se quejó.

—¿Y qué hacías tú en el pasillo?—preguntó.

El chico dudó, pero antes de que pudiese hablar, alguien llegó.

—Ginny ¿Me acompañas?

—Voy en un momento, Dean.—respondió y se volvió a girar hacia el rubio, pero el moreno no se iba.

—Tranquilo, Thomas. No voy a quitarte a tu chica. Aunque al parecer tú solito la estás perdiendo.—se burló Draco, —No me gusta que me diga que generas discusiones entre ustedes.—se puso serio.

—Draco, ya.—paró Ginny, la vena de la frente del rubio empezaba a palpitar sin razón alguna, —No sigas.—se puso frente a el deteniendo su paso por el pecho.

Dean se fue y la chica vio por donde su novio se había ido, cuando volteó, el rubio reprimía una risa, pero la sonrisa era inevitable.

Muchos en la sala se sorprendieron al verlos juntos, por no decir todos. La mayoría conocía la historia de sus familias, y el matrimonio arreglado que esos dos iban a tener antes de que se desmintiera.

La chica le pegó en el pecho divertida y lo abrazó recostando su cabeza en el. Malfoy la rodeó y puso su mentón en su cabeza.

Después del encuentro, Draco se había ido con Snape, extrañamente enojados, ambos. Al día siguiente, Dean y Ginny discutían en el atajo del tapiz, de nuevo.

—¡No me gusta Draco!—repitió de nuevo la chica, —¡Es mi amigo! ¡Lo fue desde que tengo memoria!

—¡Pero te separaste de él!—contraatacó el moreno, —¡No querías saber nada de él!

—¡Por culpa de los adultos y su actitud! ¡Pero lo conozco! ¿Tú lo conoces? ¿¡Conoces al verdadero Draco Malfoy!? ¡No!

—Já ¿Y tú si?—ironizó.

—¡Si!—le gritó, —Y tú no. No tienes ningún derecho de decidir mis amistades. Eso lo hago yo, estoy muy grandecita como para que un chico de mi edad me controle. Y tampoco me gusta que seas solícito conmigo para evitar peleas ¡Por que terminan habiéndolas!

—¡Se generan sin sentido!

—¿¡Sin sentido!? ¡Se generan por ti!

—¿¡Por mi!?

—¡Si!

—¡Es mentira!

—¿¡Sabes qué!? ¡Ya me cansé, —gritó por última vez, —Terminamos, Dean.

—¿Qué?—se sorprendió el chico.

—Terminamos.—le volvió a decir, aclarando y enfatizando su punto.

—No.—pidió, —Por favor, no.—agarró su brazo, sin darse cuenta usó mucha fuerza.

La chica hizo una mueca, —Dean, suéltame.—no se defendió pensando que le haría caso.

—Ginny, por favor.—insistió.

—Me haces daño, suéltame.—siguió.

—Dijo que la sueltes.—terció Harry llegando, —Hazlo.

Dean la soltó, llegando a sus propias conclusiones.

—Ya lo entiendo, no es Malfoy, es Harry.—hizo una mueca.

—¿Qué? ¡No! Es que esta relación no da para más. Terminamos, Dean.—repitió.

Como si de un botón se tratase, Harry volteó al instante hacia la chica, sintiendo como todo dentro de él se volvía pasivo y lleno de felicidad, esas simples palabras terminamos, Dean. Lo alegraron, haciendo que el monstruo que llevaba dentro ronronease de nuevo.

El moreno se fue de ahí negando, la chica hizo una mueca viendo por dónde se había ido.

—¿Estás bien?—preguntó agarrando el brazo que la chica se sobaba.

—Si...puedo arreglarlo con una pomada, creo que Her sigue teniendo una que hicimos.—le restó importancia.

—Está rojo.—observó tensando la mandíbula.

—Así de sensible es mi piel.—aclaró tratando de sonreírle, haciendo que él lo haga por inercia.

—Ven aquí, pelirroja.—jaló un poco de su brazo y la atrajo a ella, —No voy a dejar que te hagan daño, princesa.

Ginny aceptó el abrazo y dejó que Harry entrelazara sus propias manos por su cintura, ella pasó su brazo derecho por el cuello del azabache y la otra la dejó en su pecho, al igual que su recostada cabeza. El recostó su mentón en la cabeza de la chica.

Hermione paró en el vagón de los chicos y luego siguió de frente, la chica, que iba más despacio se extrañó. Cuando llegó al vagón entendió el por qué de su ida.

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Ginny miró con los ojos abiertos a los dos amigos dentro, como preguntando que hacía eso ahí, abrió los brazos, cerró los puños con una mueca y volvió a perseguir a su amiga.

—¡Hermione!—trataba de hacer que pare.

—Ya sabíamos que no durarían.—dijo Fred jugando con algo, Ginny les había contado de su ruptura con Dean.

—¿Perdón?—se indignó la chica.

—Perdonada. Pero no vuelvas a elegir chicos estúpidos.—respondió George jugando con su gemelo.

—Gracias.—dijo con sarcasmo.

—Ay, ya, no molesten a su hermana.—paró Molly dándoles un zape a cada uno, —Ella sabe lo que le conviene, y lo que no. Así que no se metan.

La castaña-rojiza les sacó la lengua a los dos gemelos, y ellos se la sacaron a ella, recibiendo otro zape cada uno.

Se suponía que estaban escuchando un programa navideño interpretado por la cantante favorita de la señora Weasley, Celestina Warbeck, cuyos gorgoritos salían dela gran radio de madera. Fleur, que al parecer encontraba muy aburrida a Celestina, se hallaba en un rincón hablando en voz muy alta, y la señora Weasley, ceñuda, no paraba de subir el volumen con la varita, de modo que Celestina cada vez cantaba más fuerte.

Amparados por un tema jazzístico particularmente animado, que se titulaba Un caldero de amor caliente e intenso, Fred y George se pusieron a jugar a los naipes explosivos con Ginny. Ron no dejaba de mirar de soslayo a Bill y Fleur, como si albergara esperanzas de aprender algo de ellos. Entretanto, Remus Lupin, más delgado y andrajoso que nunca, estaba sentado al lado de la chimenea contemplando las llamas como si no oyera la voz de Celestina.

Acércate a mi caldero

lleno de amor caliente e intenso;

remuévelo con derroche

¡Y no pasarás frío esta noche!

—¡Esto lo bailábamos cuando teníamos dieciocho años!—recordó la señora Weasley secándose las lágrimas con la labor de punto, —¿Te acuerdas, Arthur?

—¿Eh?—dijo el señor Weasley, que cabeceaba sobre la mandarina que estaba pelando, —¡Ah, sí! Es una melodía maravillosa...—haciendo un esfuerzo, se enderezó un poco en el asiento.

¿Qué has hecho con mi pobre corazón?

Se fue detrás de tu hechizo...

... y ahora lo has destrozado.

¡Devuélveme mi corazón!

—Ya, por favor—pidió Ginny jalándose la cara, —No más Celestina.

Y al fin la canción se terminó, pero se acabó con una nota alta y larguísima, por la radio se oyeron aplausos a los que la señora Weasley se sumó con entusiasmo.

—¿Ya ha tegminado?—preguntó Fleur, —Menos mal, qué tema tan hoguible...

—¿Les apetece una copita antes de acostarse?—preguntó la señora Weasley poniéndose en pie, —¿Quién quiere ponche de huevo?

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