35
Yeonsoo se despierta por el estruendo de un trueno. Mira a su alrededor encontrándose por completo sola. Sin poder evitar, se sienta sobre el colchón buscando con la mirada al pelinegro quien le toma por la muñeca y tira de ella para que caiga de nuevo al colchón. De alguna forma y producto del sueño y la oscuridad no le vio, pero ahora al sentir su olor penetrar en su sistema no puede hacer más que acurrucarse contra su cuerpo con una tonta sonrisa en el rostro.
—¡YEONSOO! ¡AYUDA, YEONSOO! —grita una voz desde la cocina.
Yoongi se sienta de inmediato sobre la cama y mira a Yeonsoo quien intenta hacer lo mismo, sin embargo el movimiento es tan brusco que un tirón le hace volver a recostarse. Otro grito y la puerta de la habitación se abre mostrando una empapada Haneul hecha un manojo de nervios.
—¡¿Qué sucede?! —chilla Yoongi llegando a su lado.
La pelinegra se repara en el cuerpo semidesnudo de Yoongi, que si no fuera por su ropa interior estaría expuesto a la castaña. En otra ocasión le hubiese causado demasiados celos, pero al ver cómo Hane tiembla sin poder articular palabra alguna, no puede pensar en otra cosa que no sea Jimin.
—Es Jimin —musita Yeonsoo en dirección a Yoongi—. Joder, es Jimin.
El pelinegro parece reaccionar al momento de su mención por lo que toma el primer pantalón y remera que ve y se los coloca. Yeonsoo le imita sin decir nada. Corre hasta su habitación y toma su arma personalizada para colocarse las zapatillas una vez que llega a la entrada.
—No puedes ir —masculla Yoongi, verificando que su arma tenga suficiente balas.
—No me jodas ahora, Isilo —farfulla entre dientes dispuesta a golpearle si es necesario—. No sabes cuantas personas son.
Yoongi aprieta la mandíbula con fuerza porque sabe que si intenta discutir con Yeonsoo, lo único que perderá es el tiempo para ayudar a Jimin. Así que saca una de sus chamarras impermeable y la coloca sobre los hombros de Yeonsoo.
—Quédate —le susurra a Haneul.
—No, Jimin...
—Lo sé, pero no ayudarás ahí —masculla la castaña ente dientes.
Yeonsoo suspira pesada. Sabe que no puede obligarle a que se quede porque al final los seguiría y todo se convertiría en un desastre.
—Bien, pero no te alejes de mi lado y haz lo que yo te diga —señala—. Si te pido que te largues lo haces sin preguntar ni cuestionar, ¿de acuerdo?
—Está bien —accede Haneul, con la voz temblorosa.
Yeonsoo sale de la pequeña casa seguida de Haneul para montarse en el bicho ya encendido de Yoongi. De haber tomado la decisión de correr hasta la casa del castaño, tal vez llegarían demasiado tarde. Por eso en menos de cinco minutos Yoongi estaciona una calle más abajo y ambos caminan con las armas listas para ser usadas, guardadas en la parte trasera de sus pantalones.
Su intención no es generar más alboroto del que ya debe haber, porque si se atreven a disparar la policía se verá envuelta y para nada necesitan a los uniformados metiendo las narices ahí.
Un golpe seco les hace correr hasta donde se encuentra Jimin.
La lluvia cesó un poco, pero aún así cae como suave cortina.
Hyun se encuentra sentado en uno de los escalones del edificio, mientras dos de los sujetos intentan golpear al castaño que se defiende tanto como puede. Tiene un corte en el pómulo y otro sobre la ceja, sin mencionar la sangre que brota de sus labios.
Haneul intenta correr hacia él, pero Yeonsoo coloca una mano sobre su pecho para evitar que logre moverse un centímetro más sin su autorización.
—¿Qué haces, Hyun? —masculla Yoongi, fingiendo total desinterés.
—¡Isilo! —chilla el hombre como si de un viejo amigo se tratara—. Solo vine por lo que es mío.
—Vamos, Hyun. Toma lo que sea que quieres y vete —ronronea Yeonsoo y se afirma sobre el barandal de los escalones.
Jimin cae de rodillas al ver a Haneul. Sabe que si pelea puede salir lastimada así que la mejor opción que tiene es acatar la orden de Hyun, aunque está seguro que todo terminó, pues Yoongi y Yeonsoo se encuentran ahí.
—Pero no puedo solo hacer eso, Yeonie —murmura el pelinegro—. Tomó algo importante para mí, debo darle una lección.
—¿Y qué fue? —cuestiona Yoongi, con fingido aburrimiento.
—A mí chica —farfulla entre dientes, al mismo tiempo que un cuarto sujeto aparece agarrando del brazo a la misma chica que vio Yoongi noches atrás.
La ira lo consume por darse cuenta que Jimin es más idiota de lo que creía, pero sobre todo, que Hyun no va a parar.
—Maldito idiota —masculla Yoongi, al mismo tiempo que saca su arma de la parte trasera y en un movimiento ágil golpea con la culata del arma, el rostro de Junín.
Haneul ahoga un grito y una vez más Yeonsoo debe interponerse en su camino para que no haga una estupidez. Jimin conectar mirada con ella y niega con la cabeza para que no se mueva. Entonces entiende que le hizo eso para protegerle de que Hyun quiera más sangre.
—¡Mierda, Isilo! —chilla Hyun—. Sigues siendo el mejor para los golpes.
—Vete ya, Hyun. —Yoongi camina hasta Jimin y lo toma del brazo para levantarlo y empujarlo dentro del edificio—. Tenemos un trato y puedo volarte la cabeza en cualquier momento.
—No me culpes, él fue quien tomo lo que es mío —se excusa.
—Eso lo arreglaré con él, ahora vete y si te vuelvo a ver por aquí apuntaré y disparare —musita Yeonsoo, llena de seguridad, fingiendo que en realidad su cuerpo no duele absolutamente nada.
La sonrisa de Hyun tiembla y al final asiente encogiéndose de hombros. Le hace una señal a sus acompañantes para que suban al auto y se van.
Yeonsoo deja salir todo el aire acumulado y se sienta sobre el primer escalón que encuentra.
—Jimin... —susurra Haneul al intentar entrar al edificio, sin embargo Yeonsoo envuelve su muñeca y la detiene.
—No puedes entrar ahora —murmura con cansancio—. Ven, te llevaré a casa.
La pelinegra saca de su bolsillo las llaves del bicho de Yoongi que antes le entregó.
—Pero...
—Yoongi y Jimin tendrán una larga y pesada charla —anuncia—, de la que ni siquiera yo tengo el poder de participar. Andando.
—¿Lo va a golpear? —murmura tortuosa.
—Creo que hará más que eso.
⭒❀⭒
Jimin se levanta con un horrible dolor de cabeza, sumándole la hinchazón excesiva de su rostro, producto del llanto y la golpiza de la noche anterior. Todo su cuerpo pesa, el castaño hace acopio de todas sus fuerzas hasta que por fin logra ponerse de pie a pesar de que su cuerpo tire hacia abajo.
El castaño arrastra sus pies fuera de la habitación hasta la cocina, donde el olor a comida cacera y café lo toman por sorpresa haciendo gruñir su estomago.
Los recuerdos de los hombres de Hyun golpeándole lo tensan, pero él confesando sus sentimientos le estremece por completo. Recuerda que después de que Yoongi le golpeara y lo entrara al edificio sin darle la oportunidad de despedirse de Haneul; le gritó como nunca antes hizo. Preguntó una y mil veces el porqué había tomado la tonta decisión de llevar a Anha a su departamento después de descubrir que era novia de Hyun. Y aunque le hubiese gustado dar una respuesta sincera, no podía porque no tenía idea de porqué lo hizo. No pudo librarse de algunos golpes de Yoongi, pero no eran nada comparados con los que había recibido antes. Jimin sabía que él se estaba conteniendo porque con la ira que sentía era capaz de hasta acabar con él.
Se sintió inútil, y tonto. No lo hizo con aquella intención de buscar problemas, y está seguro que él hubiese actuado de la misma forma al ver a Anha bajo la lluvia totalmente inofensiva.
Al final, y luego de una larga ducha , Yoongi verificó que no tuviera heridas graves y le mandó a dormir. Dijo que él se quedaría esa noche y hablarían con más calma la mañana siguiente.
Así es que mientras Jimin se sienta en una butaca al rededor del desayunador, Yoongi gira indiferente para servirle un plato de comida. Aún está enojado con él y no lo culpa.
—¿Cómo te sientes? —pregunta Yoongi desde la cocina. Jimin hace un mohín para restarle importancia y toma un gran sorbo de agua.
—¡Jesús! Te ves como la mierda —masculla Yeonsoo divertida, saliendo del baño—. Pareces salido de una película de terror.
Yoongi ni siquiera de mueve, es como si no pudiera abrir la boca sin insultarlo, mientras que Yeonsoo intenta subirle el ánimo.
—¿Eres creyente? —Ella se acerca con cuidado—. Debo saber si tengo que exorcizarte o no.
—Me duele todo el cuerpo —musita Jimin tomando una taza para servirse café caliente y amargo—. ¿Dónde está Haneul? —pregunta incapaz de creer que todos aquellos recuerdos sean reales.
—A salvo —farfulla Yoongi, ahora encarandole. Yeonsoo cambia su semblante a uno más serio y gira para encararlo.
—Detente —sentencia—. Ya te dije que aquello fue una trampa.
—Hasta un idiota se daría cuenta que era una trampa —masculla Yoongi entre dientes.
—Si no vas a ayudar, vete —anuncia al mismo tiempo que se da la vuelta y encara a Jimin con una sonrisa.
El castaño no se puede sentir más incómodo ante la situación, pero sobre todo no puede evitar comparar la escena con dos padres discutiendo por una tonta travesura de su hijo quien no para de equivocarse. Jimin sabe que Yeonsoo intenta apaciguar el ambiente, pero también es consciente de que Yoongi tiene razón al estar enojado.
—Estas aún delicada y tuvimos que salir a enfrentar a Hyun una vez más por Jimin —escupe Yoongi, sin piedad.
—Vete. —Yeonsoo gira sobre su propio eje y empuja al pelinegro. Yoongi frunce el entrecejo ofendido y confundido porque los esté defendiendo a Jimin en vez de apoyarlo.
—Yeonsoo... —musita por lo bajo Jimin, intentando calmar el ambiente.
—¡Cállate y siéntate! —señala, al punto del colapso mental.
—No puedes hacer esto, sabes que tengo la razón —dice Yoongi, más calmado que antes.
—Me importa una puta mierda si tienes o no la razón. No cambia el hecho de que Hyun se atrevió a romper el trato para atacar a uno de los nuestros —afirma con la voz enronquecida—. Si no fuera porque la mojigata estaba con él, hoy estaríamos encontrando un cuerpo.
Es tan crudo lo que sale de la boca de Yeonsoo que Jimin corre hasta el baño y vacía todo el contenido de su estómago, que no es mucho, por no decir nada. Yeonsoo tiene razón, no puede ser solo solidario e impulsivo. Podrían acabado con el en dos segundos y nunca se hubiese dado cuenta.
—Vete, Yoongi —murmura rendida.
—No-
—¡Vete! —grita ahora con más fuerzas.
El pelinegro asiente sin fuerzas y deposita un suave beso en su frente para dejarles a sola.
Yeonsoo se deja caer en la butaca frente a él con el rostro sobre sus manos. Jimin sabe que nada de lo que salga de su boca ayudará, pero aún así se levanta y rodea los hombros de la pelinegra.
—Lo siento —murmura Jimin, arrepentido.
—Lo sé, ahora vamos a curar bien esas heridas y si lo vuelves a hacer no te ayudaré —señala.
Jimin asiente incapaz de hablar y se deja curar las heridas por la única amiga que tiene, que incluso con todas las cosas malas que hizo, sigue a su lado.
Después de una larga meditación, decide que no va a seguir pensando en lo sucedido. Yeonsoo después de horas haciéndole compañía, decide que fue suficiente tortura para Yoongi y que debe ir a arreglar cosas con él. Jimin se desviste y se da otra ducha. El agua caliente quema contra su tenso cuerpo, levanta la cabeza dejando que las gotas colisionen contra su rostro. Tira la cabeza hacia abajo y se recarga en la pared con una mano mientras que con la otra la coloca en una de las perillas del agua. Se muerde el labio inferior evitando que un sollozo salga.
Ha hecho todas las cosas mal, desde intentar mantener lejos de su vida a Haneul para mantenerla a salvo no solo de Hyun, sino de él mismo; hasta confesar sus sentimientos la noche anterior bajo una lluvia torrencial dejándose llevar por los sentimientos. Le gustaría poder hablar con ella, pero no tiene el coraje de enfrentarse a un mujer tan decidida y perspicaz como lo es ella. Que a pesar de todo lo sucedido, sigue a su lado. Como si las armas y todo aquello no fuera algo importante.
Jimin sele del cuarto de baño arrastrando los pies y va directo a la habitación para poder vestirse. Se coloca ropa deportiva, una gorra y encima la capucha de su chaqueta negra. Toma sus auriculares y su teléfono. Busca las canciones más tristes de su lista de reproducción y sale dispuesto a aclarar su mente.
El aire está helado, tanto que el vapor del calor de su cuerpo sale por su boca cada vez que la abre para tararear alguna canción. La caminata de unos minutos se vuelve horas, su cuerpo pide sentarse al menos unos minutos.
Entra a la primera cafetería que ve y se sienta en frente del gran ventanal.
—¿Jimin? —Una voz femenina a su espalda lo sorprende. El castaño gira y se encuentra con una vieja y familiar mirada celeste.
—¿Hunter? —Jimin frunce el ceño y la mira con media sonrisa.
—¡Eres tú! —La chica se lanza a sus brazos y le sonríe alegre—. Creí que nunca volvería a verte.
—Creí que tu tiempo en Corea había terminado. —La invita a sentarse pero ella niega consideradamente—. ¿Cuando volviste de Australia?
—Hace un año —dice ella risueña—. Conseguí trabajo aquí y pues intento entrar a la universidad. —Abraza con ambas manos la bandeja de plástico negro.
—Eso es genial. —Jimin sonríe ambiguo—. Deberíamos tomar un café. ¿A qué hora termina tu turno?
—Dentro de dos horas, podemos tomar algo si quieres. —musita y tira su peso hacia un lado.
—Por supuesto, me quedaré hasta que termines. —Le sonríe de lado—. Tráeme algo que pueda consumir por dos horas —bromea mordiéndose el labio inferior.
—Tres cafés a la orden. —Ella ríe y se va.
Hunter McAllen, una australiana hermosamente rubia, con ojos zafiros y sonrisa encantadora, fue novia de Jimin cuando ambos tenían apenas quince años. Fue un amor bastante juvenil y peligroso, ya que con ella comenzó a drogarse la primera vez. Claro que cuando sus padres se enteraron fue el fin de la pequeña relación, Hunter volvió a Australia y Jimin se quedó con el corazón partido. La partida de la menuda rubia fue una de las razones por la que cambio la mariguana a la cocaína y así siguió hasta la heroína.
Jimin sonríe al recordar las travesuras que cometía con la rubia de ojos zafiros. Ella le enseño muchas cosas sobre las que Jimin desconocía totalmente, con ella perdió su virginidad y aprendió a besar de manera correcta. A pesar de ser unos meses menor que él, Hunter sabía más cosas que cualquier niña de su edad, lo hacía por rebeldía más que otra cosa. Es hija única de padres exitosos, no tenía muchos problema por el cual comportarse así, pero igual lo hacía.
Recuerda el día que la conoció, él iba a la misma escuela que ella pero era bastante solitario, recuerda haber saltado un modulo solo para poder dormir, caminó hasta el patio trasero y allí estaba la rubia; fumando un cigarrillo rubio, tenía un exagerado maquillaje negro al rededor de sus ojos resaltando la blancura de su piel y sus ojos. Llevaba unas mechas de color rosa y una que otra rasta en la parte trasera. Vestía media de red debajo del uniforme; a lo lejos gritaba peligro.
Ese día ella se encapricho con él, ya que Jimin no solía hacerle caso en lo absoluto, a comparación de otros chicos. Fue tan insistente que al final terminó por ceder y conoció algunos vicios junto a ella para finalmente se terminar enamorando como todo niño de quince años.
Fue doloroso cuando Hunter se fue porque ella le ayudaba a controlar las dosis, y cuando ya no estuvo, le fue difícil. Claro que la rubia no tiene culpa alguna de sus vicios, siempre fue él.
Después de las dos horas y dos cafés, la rubia se sienta frente a él vistiendo un pantalón de mezclilla azul marino ajustado, un polero de cuello alto de lana color camel y encima un saco del mismo color, en su cabeza lleva puesto un gorro de lana rojo con una pequeña flor en el costado. Lleva un maquillaje leve y su cabello parece limpio y sedoso a comparación de cuando la conoció.
—Cuanto tiempo sin verte. —Ella se sienta con la tercera taza de café de Jimin y una para ella—. ¿Cómo has estado?
—Bien, hace ya más de un año y medio que estoy completamente limpio —anuncia el castaño sacándose la gorra y peinando su cabello para atrás.
—Tienes cara de hombre —bromea la rubia tomando café—. Tus mejillas redondas se han ido.
—Lo tomaré como cumplido —mumura con diverso provocando una risa en ella.
—Gracias por quedarte a esperarme. —Ella ladea la cabeza agradecida.
—¿Como iba a irme si te he vuelto a ver después de casi diez años?
—¿Tanto ha pasado?
—Si, supongo que cuando eres ni niño no te das cuenta de cuan rápido pasa el tiempo. —Frunce los labios y sonríe de lado.
—Te vi hace unas cuantas noches atrás —confiesa la rubia.
—¿En serio?
—Sí, me sorprendió verte ahí, por poco y no te reconozco —anuncia con media sonrisa—. No creí que fueras el tipo de chico que le gusta las peleas clandestinas.
Jimin traga duro ante la respuesta de Hunter. La verdad es que desde la primera vez que peleó, las siguientes peleas pudo hacerlas y darle un respiro a Namjoon. Así que no sabe precisamente cual de todas esas noches Hunter le vio.
—¿Qué hacías en un lugar como ese? —musita Jimin, ahora con preocupación.
—Malo hábitos, supongo. Me invitó un chico y accedí —dice ella segura tomando el último sorbo de café que le queda en la taza.
—No deberías rodearte de esas personas. No es un buen lugar.
—O puede que yo lo haya invitado —confiesa—. ¿Recuerdas las cartas?
Jimin frunce los labios al darse cuenta que intenta cambiar de tema, y así lo hace. No quiere hablar ahora de las peleas, ni de Hyun o algo que se le acemeje.
—Me escribiste un año entero cartas cuando me fui.
—¿Las recibías? —murmura ofendido—. Nunca respondiste.
—Mi madre nunca me permitió responderte, pero ocultaba tus cartas como si yo no fuera a encontrarlas. —Ríe burlona, Jimin sonríe al sentir calor en su corazón, pero de ese que sientes con un amigo, que cuentan anécdotas y se ríen juntos.
—¿Aún las tienes? —Jimin toma la cálida y huesuda mano de ella entre las de él.
—Alardeo de ellas siempre que puedo —confiesa y se levanta tomando su bolso—. Salgamos de aquí.
—No quiero volver a los vicios —advierte él.
—Me ofendes, Jimin. No quiero drogarme, eso era de adolescente. Solo tomemos una cerveza o simplemente caminemos. —Ella le tiende una mano y Jimin sin dudarlo la toma.
Comienzan a caminar por las largas y frías calles de Seúl recordando idioteces que hacían. Como aquella vez que intentaron fugarse del colegio y terminaron siendo atrapados, tuvieron que asistir a detención por tres semanas sin poder hablarse. También, recuerdan aquella vez en la que decidieron que era momento de probar alcohol y terminaron por emborracharse con un vino costoso que el padre de Hunter guardaba para sus reuniones importantes. Claro que en esa ocasión también fueron atrapados yo tuvieron que recorrer todo Seúl para comprar el mismo vino que ellos habían consumido.
Las risas comienzan a llenar el ambiente y Jimin no puede sentirse más a gusto con la rubia de mirada zafiro a su lado, hacía tiempo que no se reía así, hasta que su estómago doliese. Pasó mucho tiempo desde que pudo hablar con alguien sobre su pasado y reírse en vez de sentir pena y lástima con él mismo como pasaba cuando le contaba a alguien más. Sin duda Hunter es de esas personas de las que puedes reír sin importar nada.
Jimin se siente más a gusto con ella, porque tienen un pasado, y de alguna forma ambos están manchados de mierdas, convirtiéndolos en mierda. El castaño no tiene que pretender ser alguien que no es solo para llenar estándares que ni siquiera él se ha puesto.
Se detienen frente a una tienda para buscar algo de comida y poder dirigirse al departamento de ella. Ya que el frío ha comenzado a sentirse con más fuerza.
—Necesito parar —dice ella entre risa—. Si sigo así terminaré por tirarme un gas muy oloroso —musita ella a puras penas provocando que Jimin ría aún más fuerte.
—No puedo contigo —confiesa el castaño y abre la puerta de la tienda para que la rubia pase primero.
Se dirigen directo a la sección de fideos instantáneos en busca de algunos. Hunter levanta en alto los más picantes que hay, como si fuera una demente que acaba de encontrar oro, mientras que Jimin niega con la cabeza divertido. La última vez que vio a Hunter comer ramen ultra picante, terminó con gastritis y una diarrea que por horas no la dejaba salir del baño.
—No se me antoja Ramen ahora —murmura una voz familiar a su espalda.
Jimin se detiene en seco y mira sobre su hombro que del otro lado de la estantería se encuentra Haneul tomando algunos artículos comestibles. Sin poder evitarlo, toma a Hunter de la mano y se agachan para que la castaña no sea capaz de verles. Él aún no está listo para enfrentarla.
—¿Qué haces? —susurra Hunter a punto de estallar en risas.
Jimin le hace una señal para que no delate su posición y la rubia enseria.
—¿Cual llevamos? Creo que el de fideos está... —comienza una voz inconfundible.
Jimin no debe verle la cara para saber que se trata de Jungkook. Su corazón se oprime pero se obliga a mantenerse a raya, después de todo, el que Haneul lo intente con él es lo que quería, pero de alguna forma solo le lastima un poco más.
Escucha pasos acercarse por lo que se mueve de forma sigilosa y perspicaz junto a Hunter que no entiende en absoluto lo que sucede, y así logra salir del pequeño almacén.
—¿Qué fue eso? —cuestiona la rubia.
—Es complicado —murmura Jimin mirando la puerta de entrada por si Haneul y Jungkook salen.
—Tengo toda la noche —sentencia cruzándose de brazos.
—De acuerdo —masculla Jimin y toma la mano de la rubia entrelazando sus dedos para sacarla del lugar—, te diré todo pero solo-
—¿Jimin? —Esa voz que tanto temía escuchar, le llama desde la entrada del almacén.
—Haneul, hola —saluda sin soltar la mano de la rubia—. Ella es Hunter.
La rubia intenta soltar su mano pero al notar que Jimin se aferra a ella con fuerza, le tiene su otra mano libre con una amplia sonrisa.
—Mucho gusto —anuncia Hunter.
—Es un placer —saluda de vuelta la castaña.
—¿Nos vamos? —masculla Jungkook saliendo de la tienda con una bolsa de víveres.
No puede evitar ver el par de miradas posadas en sus manos entrelazadas, y aunque le gustaría soltarle para que no piensen algo que no es; no puede. Hunter es la única en estos momentos que no le deja caer en el abismo de la desesperación.
—Fue bueno verte —menciona Jimin y tira de Hunter para entrar a la tienda.
—¿Podemos hablar? —cuestiona Haneul.
—Estas acompañada y yo también, lo dejemos para otro momento —murmura con pesadez—. Adiós, Haneul.
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