🌓 Una ultima opción.
El festival de Artemisa ya se encontraba a la vuelta de la esquina, podía presenciarse incluso en un simple parpadeo de ojos.
Sin embargo, aquella princesa no podía evitar sentirse nerviosa, melancólica y confundida. Ya no sentía aquella chispa mágica, llena de euforia, como la primera vez en que visitó el reinó vecino, donde conoció al que bien podría ser el amor de su miserable vida.
Lágrimas danzantes resbalaban por sus pálidas mejillas, hasta llegar a la comisura de sus labios. Tomaba aquel pincel entre sus dedos, para finalmente llevarlo sobre aquel lienzo en su totalidad blanco. No podía despejar su mente, tampoco podía concentrarse, el corazón se contraía en su pecho haciendo que una asfixia la consumiera. Entonces, un pequeño golpe en el balcón la hizo sobresaltar, con extrañeza, limpio sus lágrimas bruscamente y camino hasta el, encontrándose con aquel joven, aquel con quien comenzaba ya a alucinar.
—¡¿Se ha vuelto loco?!—le exclamó preocupada, su padre había reforzado la guardia. Con cualquier paso en falso, podría terminar en el calabozo o peor aún, podrían terminar alejándolo de ella como hicieron con su madre.
—¡Si, lo estoy!—le respondió el castaño tratando de trepar cómo anteriormente había hecho, sin embargo, esta vez había logrado su cometido—Me he vuelto un completo loco y desquiciado por usted. No sabe cuanto anhelaba tenerla frente a frente princesa.
La joven no se hizo esperar más y prácticamente sucumbió a él, lo abrazó como si en ese momento el pudiese desaparecer, disiparse como arena entre las manos con los dedos abiertos. Lo abrazo, queriendo mezclarse con el, embriagándose con su dulce aroma a girasoles, como si tratara de unir sus dos corazones. Y sucumbió al llanto también, sollozó entre sus brazos mientras él deslizaba sus manos sobre su espalda en un intento de consuelo.
—N-no quiero que te alejen de mi—dijo la princesa con voz entrecortada—Yo...no lo soportaría.
Y el príncipe se mostró sorprendido, no solo por el hecho de que ella sollozaba en sus brazos, sino, porque prácticamente había dejado la formalidad a un lado.
—Nadie va a alejarme de ti, no lo permitiré—le susurró sin saber exactamente la razón del porqué su preciada luz lloraba—No estoy seguro si el para siempre existe, pero me gustaría averiguarlo a tu lado.
—Te amo Jung Hoseok —mencionó separándose de él para mirarle directamente a los ojos—Lastimosamente nuestro destino no nos quiere ver juntos. Así que no creo que debamos pensar en un para siempre.
—¡Es que debe haber una forma!—exclamó el castaño con desespero—No puede terminar así.
Mil preguntas se juntan, la abruman y nunca se escuchan.
Todo aquello es lo que sentía dentro si estaba junto a él. No le gustaba en lo absoluto lo que en ese momento pareció la mejor solución, sin embargo, el tiempo se agotaba, las ideas se arqueaban, los recursos no brindaban. No había escapatoria.
—La hay...—exclama en un susurro. Sintiendo miedo de los pensamientos que ahora invaden su mente.
Y el parece entender a qué se refiere. Pues su rostro refleja ese mismo temor.
—Qué así sea entonces—le responde.
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